lunes, 20 de abril de 2009

Wolf at the Door: Capítulo 7.

- ¿Por qué tengo que tener todo esto puesto?
- Porque eres una niña y yo soy un niño.
- ¿No puedo sacarme las medias al menos?
Tom la observó con los brazos en jarra. Lena parecía una muñequita enfurruñada, con el pequeño ceño fruncido.
- Deja de negociar y ven acá.- La levantó en el aire y la metió, vestida por completo, en la bañera llena de agua caliente.
- Mami me quita la ropa antes de darme mi baño.- Protestó Lena, mientras su camiseta empezaba a flotar alrededor de ella.
- Bueno, pero yo nunca tuve que bañar a una niña antes y no me siento feliz con ello, Lena.- Repuso, mojándole el suave cabello castaño, agachado en el suelo junto a la bañera de su cuarto.- No estoy seguro cómo debo hacerlo.
Le puso un poco de shampoo en la cabeza y empezó a refregársela hasta que se llenó de espuma. Lena se quitó las medias mojadas y las tiró al suelo del baño.
- ¡Oye, no hagas trampa!- Exclamó Tom, mientras le quitaba la espuma.
- ¿Cómo se supone que me enjabone con la ropa puesta?- Inquirió Lena con un tono de lo más lógico en su vocecita aguda.
Tom se llevó una mano a la frente y suspiró. Maldito Richard y sus ideas de que tenía que bañar a la niña alguna vez. Tendría que haber llamado a alguna mujer que se ocupara de ello. Para el próximo baño, se la llevaría a la esposa de Tim. Jayne sabría qué hacer.
- Muy bien, sabelotodo. Puedes quitarte algo más, pero no todo. No me gusta la idea de gente adulta y niños desnudos en la misma habitación. Me hace sentir como Michael Jackson.- Murmuró, ayudándola a quitarse el pantalón de jean que estaba pesado por el agua.
- ¿Quién es Michael Jackson?
- ¿Cómo que quién es? ¿Cómo es posible que seas mi hija si no sabes ese tipo de cosas?- Buscó la crema enjuague y se puso un poco en las manos para pasarlo por el cabello de la niña.- Es como si me preguntaras quién es Paul McCartney.
- ¿Quién es Paul McCartney?
- Por amor de Dios.
Tenía que admitir que se divertía con la pequeña. Ella lo escuchaba hablar como si no hubiese nada más importante que saber qué iba a decirle a continuación.
Mientras hablaban un poco de esto y de aquello (la lista de preguntas de Lena parecía no tener fin), Tom acabó de bañarla y se volvió para buscar una toalla. La sacó de la enorme bañera blanca y la envolvió con ella para secarla.
Muy bien, se dijo a sí mismo, hasta ahora nada va mal. Puedo hacerlo. Sólo tengo que seguir así un par de días más…
Tanto Richard como Tim le habían repetido varias veces que no era una buena idea que se hiciera cargo de ella. Tim insistía que lo mejor que podía hacer era avisar a las autoridades que habían abandonado a una niña en su casa, por si se trataba realmente de una extorsión y sus padres verdaderos estaban buscándola. Pero Tom estaba convencido de que la carta de Maggie decía la verdad.
- ¿Cómo puedes creer en tu paternidad de un segundo al otro?- Le preguntó Tim con incredulidad.
- No se trata de que crea o no…- Repuso, avergonzado. Nunca se había encontrado en una situación similar.- Es sólo que tengo la sensación de que es lo mejor.
Había intentado llamar a Nat varias veces después de sacar a Lena de debajo de la cama, pero era evidente que su novia necesitaba tiempo para procesar toda esa información nueva y no quería hablar con él. Decidió dejarla un poco tranquila y concentrarse en mantener a la niña sana y salva lo más posible.
La llevó de regreso a la habitación aún envuelta en la toalla y buscó en la pequeña mochilita de Lena algo de ropa que ponerle. Su madre sólo había guardado unas pocas pertenencias de la niña, además de la ropa que llevaba puesta cuando la dejó con él. Eso lo alentaba. Quizás no había dejado más ropa porque pensaba volver pronto.
Le puso la ropa limpia con cierta torpeza, mientras notaba que quizás no eran las prendas en mejor estado que había visto. Seguía preocupándole el hecho de que tal vez Lena hubiese tenido una vida terrible hasta el momento, que algo terrible pasaba en su vida y en la de su madre para que tuviera que dejarla con un tipo con el que se había visto una vez. Por una parte deseaba saber más, pero por otra, prefería seguir al margen. No quería involucrarse demasiado en el asunto.
- ¿Va a haber más galletas como las de ayer en el estudio?- Preguntó Lena mientras Tom le ponía otra vez su buzo azul que le quedaba enorme pero que al menos la mantendría más abrigada que su propia ropa.
- Supongo que sí.- Contestó sonriente.
- ¿Puedo comer algunas?- Inquirió ansiosa.
- ¿Prometes no volver a golpear la batería de Richard como ayer?- Farfulló Tom en cambio.
- Bueno.
- Entonces puedes comerte todas las que quieras.
Unos pocos minutos más tarde estaban los dos en el auto, emprendiendo el camino hacia The Barn. Lena empezaba a tomarle confianza, quizás porque a pesar de su torpeza, Tom la trataba con toda la dulzura que podía. Así que la pequeña no paró de parlotear en todo el camino. Tuvo que admitir que lo hacía reír: no entendía ni la mitad de las cosas que le estaba diciendo.
Richard estaba algo retrasado, pero Tim estaba ya en el estudio, como de costumbre. Normalmente era el último en irse y el primero en llegar. Nada lo apasionaba tanto como su trabajo y, aunque Tom también lo disfrutaba, Tim era prácticamente un obsesivo.
- Buenos días.- Saludó, acomodándose los lentes de montura cuadrada, mientras apoyaba una humeante taza de té sobre la cola de uno de los pianos.- Llegan temprano hoy.
- No dormí bien anoche, estuve despierto la mayor parte del tiempo, así que me levanté temprano.- Explicó Tom, quitándose su abrigo y agachándose para ayudar a Lena con el suyo.
- ¿Todo está bien?- Quiso saber su amigo, frunciendo el ceño con preocupación.
- Supongo. Hablaremos más tarde.- Se encogió de hombros. No quería contarle el episodio de Nat y las dudas que tenía sobre la vida de Lena delante de la pequeña.
Tim se inclinó hacia la niña y le dedicó una sonrisa.
- Hola, Lena.
- Hola.- Sonrió dulcemente. Parecía no tener muchos reparos con Tim o con Richard. Había congeniado con ellos más rápido que con Tom.- Me gustan tus lentes.
- Gracias. A mí me gusta tu peinado. Asumo que Tom no sabe como usar un peine, ¿verdad?- Se volvió hacia su amigo tras estudiar el enmarañado cabello de Lena, que se había secado con una forma muy extraña.
- ¡Nunca tuve que peinar a una niña! ¡No recordé que tenía que hacerlo después del baño!- Se defendió éste, sonrojándose.
Lena fue casi al instante en busca de algunas galletas y Richard no demoró mucho más en llegar. Cuando estuvieron los tres juntos, antes de ponerse a trabajar, Tom les contó todo lo sucedido la noche anterior.
- No pensé que Nat fuera a ponerse así.- Comentó Rich, asombrado.- Es decir, era obvio que no iba a caerle del todo bien… pero arrojar platos…
- Creí que cuando se le acabaran los platos iba a comenzar con los cuchillos.- Tom se apoyó contra el respaldo del sillón donde estaba sentado, cansado. Había sido una noche muy larga y no había podido dejar de pensar en todo lo que había pasado.
- ¿Se te ha ocurrido alguna otra solución? ¿Alguna manera de encontrar a la madre de Lena?- Preguntó Tim.
- No, nada. Sigo pensando que lo mejor es esperar a que vuelva.- Contempló a su amigo, pensativo.- ¿Crees que Jayne pueda darme una mano con ella?
- Jayne no tiene experiencia con niños, Tom.
- Pero es mujer.- Repuso, como si fuera lo más evidente.
Tim suspiró.
- ¿Quieres un consejo? Si quieres arreglar las cosas con Nat, deja de hacer esos comentarios machistas.
- Pero necesito ayuda…
- Estás haciéndolo muy bien, Tom.- Intervino Rich, con intención de animarlo.- Mírala: esta sana, limpia y come bien.
Tom no estaba tan convencido. Se sentía bastante inútil, le parecía que podía hacer algo mejor, pero no estaba seguro cómo.
- Su pelo parece el nido de un pájaro…- Replicó, bostezando.
A los pocos minutos, se quedó dormido en el sillón. Richard y Tim lo dejaron descansar y se encargaron de entretener a Lena mientras adelantaban algo de trabajo.
La niña se encargó de despertarlo para un almuerzo tardío, subiéndose a su lado y tapándole la nariz hasta que Tom tuvo que abrir la boca y tomar una bocanada de aire para no ahogarse, dándose un susto de aquellos.
- ¡Mierda!- Exclamó, sobresaltado.
- Tom, no insultes frente a la niña.- Lo reprendió Tim de inmediato, quitándosela de encima y llevándola hacia la mesa, donde Richard estaba poniendo un almohadón sobre una silla para que ella llegara a su plato.- Levántate, anda, pedimos una pizza.
Tom se frotó los ojos y siguió a los otros, que estaban ya tomando una rebanada. Se sentó junto a Lena, que intentaba ponerse un pedazo excesivamente grande de pizza en la boca.
- No, no, no.- Le dijo, tomando su propia porción.- Tienes que hacerlo así, ¿ves?- La dobló a la mitad para reducir el tamaño.- Así es como comen la pizza en Nueva York.
Lena lo imitó.
- Tengo los dedos todos sucios.- Rió, como si aquello le estuviera causando mucha gracia.
- Para eso existen las servilletas.- Le arrojó una, haciendo que la pequeña tuviera un segundo ataque inexplicable de risa.
Richard y Tim los observaban en silencio, como si no se atrevieran a intervenir en aquella escena adorable en la que mágicamente Tom parecía estar sabiendo exactamente qué hacer, pero sin ser consciente de ello.

Lena se durmió profundamente esa noche, haciendo preguntas sobre su madre que Tom lamentaba no poder responder. A él también le hubiese gustado saber qué era de Maggie, pero cuando apagó la luz y le dio las buenas noches, seguía sin tener la más mínima idea de cual sería el desenlace de todo ese asunto.
Estaba exhausto, había tenido un día larguísimo e interminable. Lena parecía consumir todas sus energías y si a eso tenía que sumarle el trabajo y otras preocupaciones varias, Tom estaba seguro que no había deseado nunca tanto en su vida irse a la cama como en ese momento.
Pero cuando se acostó en la oscuridad de su habitación, se sintió sólo y pensó en Nat. Siempre que había estado envuelto en algo difícil, Nat había estado con él. Le hacía falta en ese momento y el deseo de llamarla se hizo demasiado fuerte para ignorarlo, así que armándose de valor, marcó su número y aguardó.
No le respondió. Angustiado, volvió a marcar con intención de dejar un mensaje, pero no estaba seguro qué decir, así que cortó. Pensando que quizás una disculpa sería suficiente, llamó una tercera vez. Estuvo de ese modo, indeciso, un par de minutos, hasta que del otro lado apareció la voz furiosa de Nat.
- ¿Qué demonios quieres, Tom?
Se quedó mudo por la sorpresa y luego comenzó a balbucear.
- ¡Deja de llamarme tanto, no quiero hablar contigo!- Gritó ella, aprovechando su silencio.
- ¡Lo siento! Lo siento, Nat, lo siento mucho.- Masculló, apresuradamente.- No me gusta que estemos así, ¿no podemos intentar que las cosas funcionen?
- No puedes pedirme una cosa así en un momento como este. ¿Estás loco?- Bramó, incrédula.
- No, no estoy loco, creo que es razonable. La gente comete errores. Pero creí que tú serías más comprensiva respecto a esto. Fue hace mucho tiempo y sabes que no quise herirte.- Explicó con vehemencia.
El bufido de indignación de Nat del otro lado le hizo saber que no compartía su punto de vista.
- ¿Por qué siempre tengo que estar ahí para ti si tú no lo valoras, Tom? Estoy harta de ser la estúpida que tolera todo lo que haces
- ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a terminar conmigo por algo que lamento y que no puedo cambiar? ¿Vas a olvidarte de que me quieres y de que yo te quiero a ti?- Preguntó abatido.
- No.- Dijo Nat, convencida.- No voy a ser yo la que tome esa decisión. Es tu turno de hacerte cargo de las cosas.
- ¿Y qué quieres que haga?
- Que reflexiones. Si realmente me quieres como me dices, me escogerás a mí.
- ¿De qué estás hablando?- Se sentía confundido. ¿Escoger a Nat en cambio de qué?
- No puedo ser parte de tu vida cuando mantienes contigo la prueba viviente de que me engañaste, Tom.
Tom se quedó helado. ¿Estaba diciéndole lo que él creía? No, no era posible…
- ¿Quieres que…?
- Deshazte de la mocosa y entonces hablaremos de nosotros.
La comunicación se cortó. Se sentía perplejo. Nunca había pensado que Nat pudiera ser tan fría, tan cruel…
¿Deshacerse de Lena para poder estar con Nat? ¿Dejar a su supuesta hija, dejar a la niña que no tenía a nadie más en el mundo o perder para siempre a la mujer con la que creía que iba a formar el resto de su vida? Empezó a sentir náuseas en lo más profundo del estómago.
Y esa fue la segunda noche seguida que Tom Chaplin no pudo conciliar el sueño por culpa de la mujer que quería y la niña que se había colado en su vida de manera inesperada.
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3 comentarios:

sam_mccartney dijo...

:o!!!
Nat resulto una bitch! jajaja
..

Saludos!!

Danielle dijo...

que es esto??
de donde lo sacaron?

jajajajajaj!!
de seguro es Mentira!

pili dijo...

wow!! escribes muy bien, me encanta esta novela, sobre todo la parte en que le aprientan la nariz a Tom y se despierta diciendo "mierda" XD, tienes que puro seguir para poder leer el final!!! se pueden ver las partes anteriores leyendo aqui mismo?, me encantarìa leer que pelea con Nat XD (que sonza yo...)