La casa estaba exactamente igual. Quizás alguna que otra teja estaba un poco suelta, pero cuando Georgia levantó la vista y observó las paredes, las ventanas, el césped extendiéndose alrededor… pensó que acababa de hacer un viaje instantáneo al pasado.
- ¡Bienvenida!
El grito casi histérico provino de su madre, que salía en ese momento, retumbando por la galería, bajando los tres escalones que conducían a la entrada principal. Más atrás, con mucha más calma y no tanta ansiedad, su padre la seguía con las manos en los bolsillos… y viéndose mucho más calvo de lo que recordaba. Georgia se esforzó por sonreír como si aquel regreso hubiese sido una brillante idea, en lugar de no haber tenido más escapatoria.
Y es que en realidad sus padres no sabían aún a que debían atenderse. Sí, Georgia los había telefoneado diciendo que iría a Battle. Sí, Georgia había dicho que se quedaría unos días con ellos. Sí, había olvidado omitir cuánto tiempo y, sí, definitivamente sí, había decidido obviar el hecho de que la habían despedido de su trabajo y por lo tanto la compañía le había quitado el hermoso apartamento que le habían proporcionado cuando había ascendido a un puesto realmente importante. Ah, el desempleo y el desalojo… detalles insignificantes a la hora de hablar con los padres de uno.
- ¡Georgia!- Exclamó su madre. Era una mujer bastante alta, en medio de los cincuenta, que comenzaba a mostrar cabellos blancos aquí y allá en su tirante peinado oscuro. Sus ojos verdes eran idénticos a los de su hija y en sus tiempos de gloria había sido igualmente hermosa.
- Hola mamá.- Saludó con dulzura. La abrazó unos segundos hasta que su madre se consideró satisfecha y la soltó. Se volvió a mirar a su padre.- Hola papá.
- ¡Tenemos tanto de que hablar!- El entusiasmo de su madre parecía no tener fin.- Ayúdame a preparar la cena y hablaremos de…
- Déjala respirar, Molly.- Intervino su padre al fin.- Acaba de llegar.
Georgia no pudo más que mirarlo con los ojos llenos de gratitud.
- Sí, de hecho me gustaría llevar mis maletas a mi habitación, refrescarme y luego soy toda tuya, mamá.- Dijo, regresando hacia el auto para buscar sus cosas.
- Apresúrate, Joe, dale una mano con su equipaje…- Molly Atwood volvió a subir las escaleras de entrada y se perdió en el interior de la casa.
Georgia comenzó a descargar una, dos, tres, cuatro maletas. Su padre veía cómo se acumulaban a su lado en la acera, incrédulo. Para cuando dejó dos pequeños bolsos de mano con el resto del equipaje, Joe estaba mirándola con el ceño fruncido.
- ¿No te parece que has traído demasiado para estar solo unos días, Georgia?- Preguntó, empezando a arrastrar todo hacia la casa.- ¿De verdad tienes que traer tanta ropa?
Ella decidió no responder y puso su expresión más inocente, la que siempre había logrado que su padre la perdonara si hacía un desastre en la cocina tratando de hornear galletas o si se robaba su auto para ir a una discoteca en Hastings o si encontraba a Tim Rice-Oxley de improvisto en su habitación. Diablos, cómo se había enfadado cuando descubriera que el novio de su hija se escabullía por la ventana casi todas las noches sólo para pasar un rato más con ella…
Molly tuvo que unirse para poder llevar todo el equipaje de una sola vez. Llevar las pesadas valijas escalera arriba no fue tarea fácil, pero Georgia sintió brevemente que estaba en casa cuando recorrió el familiar pasillo que llevaba a su cuarto, el que quedaba justo en el extremo más alejado. Quizás estar en su hogar no era tan malo después de todo…
Abrió la puerta y se quedó de piedra. En lugar de la hermosa y enorme cama con el grueso edredón de rayas rosas, las bibliotecas llenas de discos, osos de peluche y fotografías de sus amigos de la escuela… había aparatos de gimnasia. No quedaba ni uno sólo de los afiches que había colgado en las paredes. Sus padres habían convertido su antigua habitación en un maldito gimnasio.
- ¿Qué es todo esto?- Replicó, horrorizada.
Su madre esbozó su mejor sonrisa y se encogió de hombros. Empujó la maleta que llevaba hacia el interior.
- Bueno, querida, queríamos aprovechar el espacio… tus cosas sólo juntaban polvo…
- ¿Y dónde se supone que voy a dormir?- Su voz iba haciéndose cada vez más aguda. Había esperado encontrar todo exactamente como lo había dejado quince años antes. ¿Por qué sus padres habían borrado todas sus huellas?
- Aún tenemos el colchón de tu cama en el sótano. Tu padre te ayudará a subirlo.- Explicó Molly naturalmente.
- ¿Quieres que duerma en el suelo?- Repuso, volviéndose a mirarla.- ¡No puedo dormir tantos días en el piso!
- ¿Tantos días?- Repitió su padre, extrañado.- ¿Cuánto tiempo planeas quedarte en realidad?
Georgia suspiró y se alejó hacia la ventana. El enorme árbol por el que Tim solía trepar para colarse en la habitación seguía estado allí, mucho más grande de lo que lo recordaba.
- Hasta que tenga a donde ir.
Molly la miró sin entender.
- ¿Qué pasó con ese apartamento tan bonito que tenías en Londres?- Quiso saber, acercándose un poco.
- Cuando el lugar donde vives es propiedad de la compañía donde trabajas, normalmente te lo quitan cuando te despiden.
Sus padres se quedaron muy callados, como si estuvieran procesando la información. Georgia sentía que era lo más difícil que le había tocado hacer: quince años antes, decidida a irse de allí sin mirar atrás, les había asegurado que no fallaría. Y allí estaba, sin embargo, admitiendo la derrota.
- ¿Te despidieron?- La voz de su madre estaba teñida de incredulidad.- ¿Qué sucedió?
- Tomé una mala decisión.- Los observó a ambos tratando de aparentar calma. Si se mostraba segura ante ellos quizás la situación no sería tan mala.- Puede sucederle a cualquiera.
Volvió a hacerse silencio, como si le estuvieran diciendo sin palabras que a ella no se le permitían errores. No después de la arrogancia que había demostrado de adolescente, asegurando que podía con todo y con todos.
- Así que…- Farfulló, sintiéndose inusitadamente incómoda.- ¿Hay alguna posibilidad de poder sacar algunos de estos aparatos y subir mi cama desde el sótano?
- Dejemos todo… todo como está, por ahora.- La sonrisa de su madre era vacilante.- Baja a ayudarme en la cocina cuando estés lista…
Salieron de la habitación como si los persiguiera el mismísimo diablo y cerraron la puerta, dejándola sola.
Se quitó el cabello castaño claro del rostro y se sentó sobre una cinta de caminata. ¿Y había creído que sus padres estarían felices de verla?
Iba a tener que pensar de nuevo.
A pesar de que era obvio que ambos se habían sentido afectados por la noticia, Jayne logró dormirse casi enseguida. Tim, sin embargo, se quedó despierto, sin siquiera moverse, con los ojos azules clavados en el techo de la habitación y sintiendo la respiración pausada de su esposa. Georgia había vuelto.
No se sentía tranquilo en lo más mínimo. Tras el impacto inicial, había tratado de simular indiferencia para no despertar ningún tipo de molestias en Jayne. Sabía que su mujer se ponía muy sensible, muy vulnerable cuando de Georgia se trataba. Y no era para menos. Había sido demasiado importante en su vida, lo había abarcado todo, había significado todo. Jayne sabía que, de no haberse ido a buscar la gran vida a Londres, Georgia hubiese acabado siendo la esposa de Tim, y no ella. Y aunque él había tratado de asegurarle que no era así, no podía creer ni en su propia palabra. Quizás por el hecho de que la noche en que Georgia desapareció para siempre, él estaba esperándola con el anillo de compromiso de su abuela como regalo de graduación.
El corazón le latió con furia en medio del pecho al recordar aquello. ¿Cómo había podido amarla tanto? Era evidente que a Georgia no le importaba en lo más mínimo, que lo había dejado sin mirar atrás, que sus ambiciones y sus caprichos habían sido más fuertes que cualquier cosa que pudiera sentir por él.
La recordaba pretensiosa, orgullosa y consentida. Recordaba cómo sólo con un berrinche lograba que Tim corriera a conseguirle lo que fuera que ella quisiera. Él se había desvivido por mantenerla contenta… ¿y cómo se lo había pagado?
Una pequeña voz en su interior le susurró que su huida no había sido todo lo que recibiera en recompensa: caprichosa y todo como era, Georgia había sabido hacerlo sentir el chico más feliz del mundo. Así como recordaba lo malo, recordaba todo lo bueno. Cada noche que trepara por el árbol junto a la ventana de su habitación para verla, hablar durante horas y ver el amanecer a su lado. Los silencios que se formaban a su alrededor pero sin quebrar la sensación de compañía que sentían en lo profundo de sus corazones cuando ella leía alguna de sus revistas recostada en su regazo, mientras él garabateaba canciones en una libreta.
Miró a Jayne durmiendo junto a él y se dijo que no había nada que hubiese tenido con Georgia que no pudiera tenerlo con su esposa. Quizás había sido su primer amor… pero estaba en el pasado y no le interesaba en lo más mínimo que hubiese vuelto. Podía ir y venir por el pueblo cuanto quisiera, pero Tim no iba a flaquear, ni iba a dejar que pisoteara todo lo que había tardado quince años en construir.
Se volvió en la cama, decidido a conciliar el sueño de una vez y, envolviendo a Jayne con un brazo, cerró los ojos, listo para dormir y despertarse en la mañana sin recordar siquiera que Georgia existía.
Abrir los ojos a un nuevo día y darse cuenta que estaba en Battle y que no había sido una pesadilla como había creído, hizo que Georgia se sintiera pésimo. Miró a su alrededor y ver que había dormido en un seudo-gimnasio logró deprimirla de verdad. ¿Dónde estaba su hermoso cuarto en un piso veinte en la zona más exclusiva de Londres? Todo se había ido a la basura.
El reloj pulsera que estaba a su lado en el piso y que se había quitado antes de dormir anunciaba que eran las ocho de la mañana. Era lo más tarde que se levantaba en años. Ni siquiera los domingos se levantaba a esa hora. Normalmente, llegaba a su oficina poco antes de las seis. Su trabajo era de nunca acabar.
Se levantó sin apuro alguno y se metió en el baño para darse una larga ducha. El largo cabello castaño le caía contra la espalda desnuda y se le pegaba a la piel. Metió el rostro bajo el agua y se quedó así un instante eterno. Necesitaba despejarse lo más posible.
Al salir, abrió su maleta en busca de algo que ponerse. No tenía muchas opciones para el campo, de modo que tomó un jean, las zapatillas que utilizaba para ir al gimnasio y una remera blanca que le quedaba ajustada y perfecta. Al mirarse al espejo, sintió que estaba bien. Quizás con unos buenos lentes de sol bien grandes y…
¿A quién quería engañar? La ropa no iba a solucionarle nada. No otra vez, al menos.
Bajó las escaleras lentamente, entre suspiros, tratando de idear algo que hacer con su día. Presentía que su estadía en Battle iba a parecerle interminable. Todo era tan aburrido, sin nada interesante con lo que pasar el tiempo…
El timbre sonó justo cuando pasaba por el vestíbulo. Como no vio señales de ninguno de sus padres, se encaminó desganadamente a abrir. Tiró del picaporte y sólo parpadeó una vez al ver de quién se trataba.
- Entonces es cierto.- La voz profunda que parecía envolverle los sentidos no se parecía en nada a la que ella recordaba, pero así y todo, era Tim Rice-Oxley el que estaba parado frente a ella.- Regresaste.
Georgia sabía que estaba abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua, pero no podía evitarlo. Sí, había visto una fotografía de él… pero de eso hacía por lo menos cinco o seis años… ¡y demonios, pero a ese tipo los años le iban perfecto!
La miraba con cierta altanería desde detrás de unos lentes de sol verdes, desde toda su altura, que era mucha. Tenía una leve sombra de barba que de todos modos no lograba ocultar el hoyuelo de su barbilla. Georgia recordaba haber besado ese hoyuelo una y mil veces y de pronto se le tornó increíblemente familiar, al igual que sus labios. El cabello negro estaba más corto, pero no parecía haber cambiado con los años. Era como si Tim no envejeciera, pero de alguna manera fuera poniéndose más y más atractivo a medida que adquiría años. Y si así estaba a los treinta y dos…
Maldita sea. Era como ser atropellada por un camión gigante. Ése era el impacto que sentía en su cuerpo en ese instante. La habían arrollado, golpeado, dado vueltas… y Tim Rice-Oxley se había vuelto endemoniadamente sexy. Bang.
Logró volver en sí con considerable velocidad. Disimuló que había estado estudiándolo minuciosamente y trató de dedicarle una mirada de desinterés.
- Sí, regresé ayer.
La mandíbula de Tim estaba asombrosamente tensa. Georgia se preguntó si aquello le dolería.
- Imagino que es una visita rápida.- Comentó y su tono era tan seco como el pan de semillas que hacía su madre para las cenas importantes.
Se apoyó contra el marco de la puerta, en un intento de mostrar seguridad, aunque en realidad era porque a duras penas sus piernas podían sostenerla. Le dedicó la sonrisa más confiada que logró esbozar.
- Me enteré que te ha ido bastante bien desde que me fui.- Dijo en cambio, pensando que era mejor no responderle, por alguna razón.
- Sí.- Se quitó los lentes de sol con un ademán rápido y la miró con los ojos azules más gélidos que había visto en su vida.- ¿Arrepentida?
Un poco helada por su actitud, Georgia se dijo que, de alguna forma, Tim seguía recordando lo sucedido. Y que no lo recordaba con cariño o comprensión.
- A mí también me ha ido bien.- Repuso, encogiéndose de hombros. Responder a su pregunta era jugar con fuego.- He estado trabajando en…
- Me alegro.- Cortó, y era obvio que no se alegraba en lo más mínimo.- Espero que regreses a donde sea que vives a hacer eso que tan bien haces.
Enarcó una ceja, incrédula.
- ¿Me estás sugiriendo que me vaya de Battle, Tim?- Inquirió, escéptica.
- Se te ha dado muy bien hacerlo en el pasado.- Contestó, cortante.- Has adquirido mucha práctica.
- Mira, si has venido hasta aquí sólo para…- Georgia empezaba a enojarse. No podía seguir enfadado por algo que había sucedido cuando aún eran unos niños… ¿o sí?
- Sólo vine a ver si los rumores que corrían eran ciertos.
- Vaya, me había olvidado lo rápido que corren las noticias en estos pueblos…- Farfulló con un gesto despectivo.
- No tanto. Tú corres mucho más rápido.
Y sin decir nada más, Tim se dio media vuelta y bajó las escalinatas de la galería hacia la calle. Mientras caminaba, volvió a calzarse los lentes de sol y se alejó con paso firme y seguro, haciendo que Georgia tuviera que cerrar la puerta de un golpe, sin poder tolerar su arrogancia.
¿Quién se creía que era para aparecer así y echarle en cara algo sucedido tanto tiempo antes? ¿Acaso no conocía ese refrán que decía que el tiempo cura todas las heridas?
Con un suspiro cansado, se dijo a sí misma que quizás su estadía en Battle no sería tan tranquila como había creído. Aunque no quisiera admitirlo, no había sido una niña tan buena en el pasado… y Tim parecía dispuesto a hacerla pagar por ello.
De repente, extrañó la perspectiva de que quedarse en aquel pueblo pudiera resultarle eterno y aburrido.
************************************************************
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Hola ,e leido tus historias y me encantan ,no me canso de leerlas,pero hay algunas que creo que no las e leido como broken toy (creo que era si) y quisiera que me las pases por favor ,claro si no te molesta.
Porfa agregame a tu msn,realmente quisiera conversar contigo .Mi correo es:
rossmery_14_tauro@hotmail.com
Gracias y sigue asi ,que tus historias son lo maximo =)
Bye cuidate y porfa agregame :)♥
hay otra historia que se llama Broken Toy? esa no está posteada en este blog verdad?? me encantaría tenerla!!! si es posible a mi tambien me gustaria qe me la mandes
mi mail es lali.valdez@hotmail.com
amo tus fics!♥
Hola Rossmery y Lali, gracias por los comments =)
Les cuento que actualmente estoy sin MSN y con un servicio muy malo de internet, así que por el momento no les puedo mandar los fics que no están publicados, pero voy a tratar de hacerlo en cuanto mi computadora así me lo permita!
Gracias de nuevo y sigan leyendo ;)
-L.
hola!! de verdad hay más!?
creo que me he convertido en fan de tus historias y me encantaría leerlas si me das la oportunidad!
mi correo es eckoabul@hotmail.com
ojalá podamos conversar y pronto pueda leer el resto de tus historias!
bonito fin de semana!
saludos a todos!!
XOXO
Publicar un comentario