Tom Chaplin entró corriendo al enorme estudio donde solía ensayar con sus amigos y, de tanta prisa, se llevó por delante el tambor de la batería, se golpeó con fuerza el tobillo y cayó de bruces en el suelo.
Richard, que estaba del otro lado de la habitación se apresuró a ir a ayudarlo. Con los ojos celestes demostrando una grave preocupación, le tendió una mano.
- ¿Estás bien?- Le preguntó.
- Sí, sí, estoy bien, ¿dónde está Tim?- Exclamó éste, apoyando apenas el pie porque le dolía un poco.
Tim, que estaba parado a unos pocos centímetros de él, totalmente a la vista, enarcó una ceja y levantó una mano.
- Yo soy Tim.
- ¡Tim!- Tom se acercó a su amigo pegando saltitos.- ¡Acabo de tomar un café con Georgia!
La mirada azul medianoche de Tim se congeló por completo. Inconscientemente, cerró el puño en torno a un bolígrafo que estaba sosteniendo y los nudillos se le pusieron blancos.
- ¿Tomaste un café con ella?- Repitió en un mero susurro.
Tom se arrepintió de sus palabras de inmediato. Con Tim había que elegir cuidadosamente qué decir en situaciones como aquella.
- Sí, la vi desde la calle, estaba en The 1066 y entré a hablarle para ver si podía enterarme qué hace aquí y por cuánto tiempo piensa quedarse…- Explicó enseguida.
Tim le dio la espalda y se alejó con pasos lentos hacia un mullido sillón de cuero negro. Se sentó, aparentando una calma que no hacía más que acrecentar el fuego furioso que ardía en su interior.
- No quiero saber nada de Georgia, Tom.- Murmuró, impasible.- Creí que eso había quedado en claro esta mañana.
- Sí, pero…- Apoyó el pie y dio otro salto. Le había dolido bastante.- Auch.
Richard se acercó a él, haciendo una mueca desde alguna parte debajo de su espesa barba castaña.
- Siéntate, Tom.- Le dijo, llevándolo a una silla que estaba detrás de ellos.- Voy a buscar algo de hielo.
Rich salió del estudio en dirección a la pequeña cocina que estaba en la parte de atrás, dejándolos solos. Tom miró a Tim con las mejillas encendidas.
- Lo siento, Timmy. Quizás no debí meterme. Sólo quería averiguar algo que pudiera ayudarte…- Masculló.
Tim no contestó. Se perdió en sus propias cavilaciones durante un largo rato y Tom supo que era en vano seguir hablándole: estaba en una galaxia muy muy lejana.
Richard regresó con un par de cubitos de hielo envueltos en un trapo de cocina. Acercó otra silla frente a Tom y lo hizo apoyar la pierna para poder ponerle el hielo encima.
- Si empieza a hincharse sería mejor hacer que te lo vieran. Espero que no te hayas fracturado. ¿Tenías que entrar corriendo como un niño de cinco años, Tom?- Lo regañó con el ceño fruncido.
- No fue mi intención. ¿Tenías que dejar todo eso ahí tirado en medio de la entrada?- Replicó éste, poniéndose paulatinamente de malhumor. Miró a Tim, enfurruñado.- ¿Crees que tu tío pueda verme y hacerme una placa o algo?
- Tim.- Richard levantó la voz, tratando de traerlo de nuevo a la realidad.
Éste apenas sí movió la cabeza para demostrar que los oía. Parpadeó con increíble lentitud, como si fuera en cámara lenta.
- ¿Y bien?- Preguntó, sin siquiera mirarlos.
Tom y Richard intercambiaron una expresión extrañada.
- ¿Y bien, qué?- Inquirió éste último.
- ¿Qué te dijo ella, Tom?- Farfulló, posando las azules profundidades de sus ojos en los de su amigo.
- Creí que no querías saberlo.- Respondió Tom, aún más sorprendido.
- Digamos que por el bien de Jayne, es mejor que esté preparado.- Se puso de pie y caminó hacia la consola, donde comenzó a fingir que tocaba algunos botones. Pero eso no engañó a nadie. Era obvio que estaba tan pendiente de lo que Tom pudiera decirle que hasta tenía miedo de respirar y perderse algo.
Tom se encogió de hombros.
- No me dijo la gran cosa en realidad, sólo que no tiene un tiempo determinado en mente. No está de vacaciones o de visitas: regresó para vivir con sus padres.- Explicó, haciendo que Tim dejara de fingir y lo observara incrédulo.
- ¿Georgia? ¿Vivir con sus padres a los treinta y dos años?- Conocía a Georgia como nadie la había conocido nunca y sabía que aquello no podía ser cierto. Era demasiado orgullosa e independiente para volver a casa de sus padres. Ya no era una niña. Y desde que tenía memoria y ella era parte de su vida, el recuerdo más vívido que tenía era de la cantidad de veces que había tenido que oírla quejarse de Battle y hacer sus planes para ir a la ciudad, vivir en Londres, París, New York… cualquier parte menos allí, con sus padres. Y Tim se había divertido haciendo esos planes con ella, a pesar de que él sí amaba el pueblo donde había crecido. Pero simplemente no había creído que Georgia pudiera hacerlo. Que pudiera darle la espalda y dejarlo atrás. Que se deshiciera con tanta facilidad del amor que habían compartido.
- Eso me dijo.- Afirmó Tom, sin dudar ni un segundo.- Perdió su apartamento en Londres y no tuvo más opción que volver.
- ¿Perdió su apartamento?- Tim se sentía cada vez más perplejo.
- ¿Quieres dejar de repetir todo lo que digo?- Pidió Tom con cierto fastidio.- Así esta conversación no va a acabar nunca, Tim.
- Sólo quiero entender.- Se defendió el otro, sentándose nuevamente porque ya no tenía mucho sentido fingir que no le importaba cuando lo cierto era que estaba dispuesto a ponerse de rodillas para rogarle a Tom que le dijera todo lo que sabía.
- Parece que el apartamento donde vivía era propiedad del lugar para el que trabajaba, y como la despidieron tuvo que…
- ¿La despidieron?- Bramó, poniéndose de pie bruscamente.
Tom miró a Richard en busca de auxilio.
- En serio, Rich, haz algo con él porque voy a darle un puñetazo.
- Sólo sigue hablando y termina con esto de una vez, Tom.- Replicó su amigo.
- ¿Te dijo que la despidieron?- Insistió Tim, molesto por la interrupción.- A mí esta mañana me dijo que le estaba yendo de maravillas.
- ¿Y crees que te va a contar sus fracasos justo a ti?- Tom lo miró burlón.- Vamos, Tim, no seas ridículo.
- Contártelo a ti no fue muy inteligente, ¿o sí?- Por milésima vez, Tim volvió a sentarse. Su cabeza bullía de actividad.- Era obvio que ibas a venirme con el cuento.
- No me parece que hubiese estado pensando en eso, de hecho. Era evidente que necesitaba desahogarse con alguien. Quizás le hubiese dado lo mismo hablar conmigo que con cualquier otra persona.- Tom se recostó contra el respaldo de la silla y se le cayó el hielo al moverse. Richard volvió a ponerlo en su sitio.
Con la más absoluta lentitud, una sonrisa fue apareciendo en el rostro de Tim. Sus amigos lo observaron sin entender, pero él no tenía muchas ganas de ponerse a dar explicaciones.
Lo cierto era que tener a Georgia de vuelta cerca era un verdadero dolor de cabeza, pero saber que las cosas no habían salido como ella las había planeado le producía un placer malicioso que quizás no era correcto sentir, pero que no podía reprimir. Después de todo el daño que había dejado al irse, era justo que recibiera un poco de dolor como recompensa. Era hora de que Georgia empezara a aprender unas cuantas lecciones que la vida le había hecho saltear, pero que Tim había tenido que vivir una tras otra.
Y si él tenía que contribuir a que Georgia recibiera esas lecciones… entonces tendría que sacrificarse. Pero iba a lograr que pagara lo que había hecho y que se fuera de allí con la misma rapidez que la primera vez que lo hiciera.
Y que se fuera para no volver.
Georgia se quedó encerrada lo que restaba del día y buena parte del siguiente. Sólo en una mañana había alcanzado la cuota de encuentros de toda una semana y ya no tenía ganas de encontrar gente de su pasado por el momento. Si había alguien cuyo paradero pudiera causarle curiosidad, iba a tener que esperar a que se sobrepusiera a su encuentro con Tom y, más que nada, a su eléctrica conversación con Tim.
Sin embargo, estar en su casa colmaba su paciencia. Se había quedado en su deprimente habitación un rato, pero no consiguió paz porque su madre le golpeaba la puerta constantemente, queriendo saber si se sentía mal, si necesitaba algo, si quería llorar, si quería hablar, si quería una porción de pastel de manzanas…
- ¡Ya te lo dije, mamá, sólo quiero estar sola un rato!- Exclamó, desde el otro lado de la puerta. Si le abría no podría sacarla de allí ni con una grúa.
Molly Atwood desaparecía un rato, despotricando por el pasillo, quejándose de que su única hija, a la que no había visto en años, la rechazaba. Georgia podría haberse sentido culpable de no ser que había perdido la costumbre a ser sermoneada por alguien mayor.
Cuando bajó a la hora de la cena, tuvo que aguantarse la cara de malhumor, así que decidió suavizar un poco las cosas. Le dio un beso en la mejilla furtivamente mientras su madre le servía un pedazo de carne especialmente grande. Georgia lo apartó cuidadosamente: durante el tiempo en que había vivido sola, se había vuelto vegetariana. Era más fácil cuidar su figura de aquel modo.
- ¿Y qué vas a hacer de tu vida?- La pregunta le llegó desde el otro lado de la mesa. Su padre se sentaba en su lugar en ese momento y no había tenido mejor idea que comenzar la cena de aquel modo. Aleluya.
- Aún no lo sé.- Respondió, tan tranquilamente como pudo.
- Deberías empezar a averiguarlo.- Agregó él, mientras cortaba su filete en pedazos que Georgia consideraba demasiado grandes para su boca.- No eres una niña.
- Sé que no, papá.- Por dentro, contaba despacio hasta diez, tratando de buscar paciencia donde en realidad no la había.
- A los treinta años ya no puedes estar tonteando por ahí.- Continuó él, entre bocado y bocado.- Tienes que tener tu vida encaminada.
- Estoy haciendo lo que puedo.- Georgia tomó un sorbo de Coca-Cola dietética.
- Salvo que quieras trabajar como camarera en The 1066, no te he visto intentarlo.
Soltando despacio el vaso para no estrellarlo contra la mesa, Georgia aspiró y exhaló. Sabía que había tomado clases de yoga en algún momento de su vida, pero bajo aquella presión no podía recordar ni un solo ejercicio de relajación.
- Papá, acabo de llegar a Battle. Tengo tiempo. Quiero descansar un poco.
- Georgia ha trabajado muy duro, Joe, déjala respirar.- Intervino su madre, sin inmutarse demasiado.- Tuvo una carrera muy exitosa.
- Pero se le terminó. Tiene que pensar en su futuro.- Su padre continuaba comiendo con total calma, como si no estuviera reduciendo a su hija a cenizas en medio de la cena familiar.
- He pensado en mi futuro toda mi vida, papá, y creo saber lo que tengo que hacer o no.
- Si lo supieras no te hubieras ido de aquí siendo una niña.- Reprochó él, evidentemente soltando algo que lo había envenenado durante años.- Hubieses ido a la universidad, como cualquier persona normal. Hubieses hecho una carrera de verdad, te hubieras casado y tendrías hijos. Eso es lo que una mujer debe hacer.
- ¡Pero quizás no era lo que yo quería! ¿No has pensado en eso?- Exclamó, sintiendo que estaba a punto de explotar.
- ¡No sabías lo que querías! ¡Tenías dieciocho años, Georgia!- Repuso él, subiendo un poco la voz.
- ¡Y lo que quería a los dieciocho sigue siendo lo mismo que quiero hoy!
- Entonces tienes que crecer de una vez.
Georgia se quedó sin aliento. Durante años, a medida que iba ascendiendo en la escala profesional, había tenido la certeza de que sus padres estaban orgullosos de ella y de sus logros. No sabía que le guardaban tanto rencor por no haber querido llevar la misma vida que muchos otros jóvenes de su edad.
- ¿Qué es lo que querías, papá? ¿Qué renunciara a ser feliz y fuera… abogada o lo que sea, solo para que tú estuvieras complacido?- Inquirió, molesta.
- Tenías una buena vida en tus manos, Georgia. Hubieses tenido éxito si no hubieses volado tan alto. Podrías estar casada con el chico Rice-Oxley y tener lo que siempre soñaste.- Espetó y Georgia sintió que ése era un golpe demasiado bajo.
Se puso de pie bruscamente, arrastrando la silla. Apoyó las manos en la mesa, casi echando fuego por la nariz de lo furiosa que se sentía.
- La vida no siempre sale como uno quiere, papá. Y no tuve que ir a la universidad para aprender eso.- Y sin decir más, se dio media vuelta y salió de allí tan rápido como pudo, sin siquiera notar a donde la llevaban sus pies. Y no fue consciente de donde estaba hasta que sintió la brisa nocturna dándole de lleno en el rostro.
Comenzó a caminar por las calles casi desiertas, cruzando los brazos sobre el pecho y perdiendo la mirada en el cielo estrellado. Ni siquiera quería pensar en lo que acababa de suceder, pero las palabras de su padre se repetían en su cabeza como el repiqueteo de una campana.
Todo el mundo desea el reconocimiento de sus padres. Y si bien Georgia se había llevado todo por delante con tal de conseguir lo que ella creía mejor para sí misma, secretamente había anhelado lo mismo. Cada vez que había conseguido superarse, escalar, ascender… lo primero que había hecho había sido llamar a su madre y contárselo. Quería que lo supiera, quería saber qué opinaba, quería que se diera cuenta que había sabido lo que hacía, aún siendo una adolescente impulsiva.
Estaba tan enfadada que no era consciente de lo que sucedía a su alrededor. Iba caminando por el medio de la calle, con los ojos verdes clavados en el cielo y de no ser por el ruidoso sonido de una bocina detrás de ella ni siquiera se hubiese percatado de que un auto se le acercaba. Se volvió de golpe y las luces le dieron en el rostro, pero el vehículo logró frenar a tiempo. Se cubrió la vista con un brazo, algo encandilada.
La puerta del conductor se abrió y alguien bajó, para mirarla con cierta confusión.
- ¿Estás bien? ¿Estás perdida?- Era una voz de mujer y Georgia dio un paso al costado para poder verla de frente y pedirle disculpas por ponerse delante de su coche.
- No, estoy bien, gracias.- Contestó, tratando de sonreír.- Sólo estaba…- La luz de uno de los faroles de la calle iluminó a la mujer y Georgia frunció el ceño. ¿Podía ser…?- ¿Jayne?
Su antigua amiga dio un paso al costado para verla bien a ella. La expresión de amabilidad que tenía en el rostro se le congeló de repente y la sonrisa cobró un aspecto extraño y forzado.
- ¿No me recuerdas?- Preguntó Georgia, feliz de encontrarse al fin con alguien con quien había acabado en buenos términos.- Soy Georgia.
- Sí… sí, sé quien eres…- Farfulló ella, en voz baja. Georgia se acercó rápidamente y le dio un abrazo, sintiendo un profundo alivio. En esos tiempos tener una amiga no le venía nada mal.
- ¿Cómo has estado? ¡Han pasado tantos años…! ¡Siempre me pregunté qué habría sido de ti!
Se veía bastante parecida a lo que recordaba: el largo cabello negro y lacio y los ojos rasgados y oscuros. Seguía tan delgada como siempre, pero los años habían sido benévolos con ella y estaba más bonita de lo que había sido en la escuela.
- Aquí las cosas no cambian mucho, Georgia.- Contestó Jayne, de un modo bastante automático.- Ya sabes cómo es.
- Es la primera vez que me alegro de encontrarme con alguien de Battle. Desde que llegué, mis encuentros han sido un desastre.- Le dedicó una sonrisa amigable.- Quizás podamos ir a tomar un café. Tenemos que ponernos al día, Jay.
Jayne parpadeó un par de veces, paralizada ante las palabras de Georgia.
- ¿Encuentros? ¿A quien… a quien viste?
- Bueno, me crucé con Tommy Chaplin en The 1066 ayer por la mañana.- Dijo. ¡Dios, se sentía tan aliviada de haber encontrado a su vieja mejor amiga! Habían sido inseparables todos los años de escuela que habían compartido juntas.- Pero eso no fue hasta después de haber visto a Tim un poco más temprano.
Jayne se apoyó levemente contra el lateral del auto.
- ¿Tim?- Repitió, como si no entendiera.
- Sí, ya sabes, Tim Rice-Oxley.- Aclaró, extrañada de que Jayne no lo recordara.- ¿No te acuerdas de él? El chico con el que solía salir cuando estábamos en la escuela. Alto, ojos azules… me volvía loca.- Añadió, riendo suavemente.
Jayne asintió muy despacio.
- Sí, sí… Tim. ¿Te lo encontraste?- Preguntó y sus ojos cobraron una expresión rara.
- De hecho, fue a buscarme a casa de mis padres.
- ¿Fue a buscarte?- De repente Jayne se sentía muy enferma y sólo quería irse de allí.
- Sí. La verdad es que me sorprendió, no creí que siguiera pensando en mí después de todos estos años…- Georgia se quedó pensativa.- Aunque la verdad tengo que admitir que me sorprendió más lo atractivo que está. Cuando lo vi, sentí que…
- Georgia, tengo que irme.- Cortó Jayne con brusquedad.- Ahora.
- Ah, sí, sí, lo siento. No quise quitarte tu tiempo.- Volvió a sonreírle.- Pero ven a verme cuando quieras. Estoy en casa de mis padres y todo es muy aburrido por ahí.
Jayne le dedicó una profunda mirada durante varios segundos, antes de meterse al auto y encender el motor nuevamente.
- Sí, claro. Lo haré.- Murmuró inexpresivamente. Y sin voltear los ojos hacia ella otra vez, se alejó por la calle vacía, subiendo por High Street.
Georgia sonrió mientras la veía desaparecer en la apacible noche de verano. Al fin las cosas empezaban a ir mejor en ese maldito pueblo del demonio. Justo cuando pensaba que se hundía más y más, Jayne aparecía para salvarla.
Bueno, para eso estaban las amigas, ¿o no?
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3 comentarios:
está muy bueno.... muy bueno!!!
uy! amigas y enemigas!!!
aahh! cada vez se hace más intenso!
ya no aguanto para el próximo capítulo!
no pares, por favor, son adictivas tus historias!!
saludos!
me encantan tus fics!! los amo, me los he liedo todos xD
te felicito escribes muy bien
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