El portazo que Tim dio al salir de la casa de Summer no fue nada comparado al que dio al llegar a su casa. Las paredes, las ventanas y todo a su alrededor tembló: incluso él se estremeció y se dio cuenta que lo que estaba sucediendo no le gustaba para nada.
Summer no era tonta, pero él se había dejado llevar demasiado por la lujuria que parecía consumirlo cuando la tenía cerca. No resistía no besarla, no acariciarla… y había ido lejos, muy lejos. Ahora Summer estaba alerta y quizás ya nunca más podría acercarse a ella.
¿Pero qué podía hacer? Lastimarla no estaba sus planes y si la buscaba para disculparse, ella creería que él estaba aceptando que sentía algo que en realidad no existía. Sin embargo, y sin siquiera necesitar ir hasta su estudio para comprobarlo, sabía que sin ella no podría proseguir con su trabajo. De hecho… sin ella ni siquiera tenía ganas de intentarlo, lo cuál le resultó muy extraño.
Exhausto, Tim se dirigió a su habitación. Había sido un día largo y de nada le había servido repetirse durante horas que pronto estaría de regreso en Battle, con Summer entre sus brazos. La bienvenida no había sido exactamente la que él había esperado.
Me costó reconocer el timbre del teléfono, irrumpiendo en la oscuridad y el silencio de la noche, apenas quebrados por mis tontos sollozos. Una vez más, estaba llorando por Tim. ¿Cuándo aprendería…?
Recordando a Oliver, estiré el brazo y levanté el auricular.
- ¿Sí?- Musité, tratando de que no se notara el llanto en mi voz.
- ¿Ya estabas durmiendo, Summ?- Preguntó Oliver, desconcertado.- No son ni las diez y media.
- Estaba cansada. ¿Qué tal fue en casa de Bobby?- Dije, y me obligué a sonar menos trágica. No quería darle más dolores de cabeza a mi amigo respecto a Tim.
- Mejor de lo que creí. Fue una noche muy aburrida, créeme, pero al menos estuve a salvo. Bobby está pasando unos días en Bexhill con su novia. Me alegro de no haber coincidido con él cuando fuimos hace unas semanas.- Respondió, mucho más animado de lo que había estado esa tarde, pero enseguida su tono cambió.- Aunque fue bastante molesto aguantar las preguntas de la señora Brown. Aparentemente, no esperaban que yo estuviera allí.
- ¿Ah, no?- Intenté por todos los medios prestarle toda mi atención.
- No. Voy a matar a mi madre. “¿Qué te trae a una cena de gente mayor una noche tan bonita, Oliver? Bobby hace años que se niega a asistir a nuestras reuniones. Prefiere estar con sus amigos y su novia. ¿Por qué no trajiste a tu novia, al menos?”.- Sonaba tan molesto que olvidé compadecerme de mí misma por un instante para compadecerlo a él.
- Lo siento, Oliver. La próxima vez iré contigo y fingiré que soy tu novia, si quieres.
- Gracias, suena deprimente.- Repuso, desdichado.- Siempre soy el idiota que sigue a mamá y papá porque no tiene con quién más estar.
- Eso me ofende.- Farfullé, frunciendo el ceño, aunque sabía que sus palabras se debían al malestar.
Él vaciló.
- Bueno… lo siento, Summ, pero no estamos viéndonos tanto como antes. Cuando sólo éramos tú y yo podía zafar de vez en cuando de estas idioteces o podía llevarte conmigo. Pero ahora… bueno, tú tienes… otros intereses.- Me di cuenta que le había costado horrores decir aquello y me sentí aún peor.- No te culpo. Siempre supe que tú conseguirías pareja antes que yo. No es ninguna sorpresa que yo siga solo.
- Oh, Oliver…- Susurré apenada.- Lo que siento por Tim no puede siquiera compararse con el cariño que te tengo a ti. Y, definitivamente, mereces más que esto.- Se me escapó un suspiro melancólico.- Pero descuida… creo que todo terminó entre nosotros. Podremos volver a ser lo que éramos antes.
Se hizo silencio.
- ¿De qué estás hablando? ¿Lo dejaste, Summer?- Preguntó, asombrado.
- No exactamente.- Sollocé, sin poder evitarlo más.- Es que…- Sin embargo, no pude pronunciar nada entendible y Oliver intentó calmarme.
- Aguarda, Summ, tranquilízate.- Pidió con ternura.- Iré a tu casa y hablaremos más tranquilos.
De modo que corté el teléfono y, muy a mi pesar, me levanté de la cama. Diez minutos más tarde, le abrí la puerta a Oliver, que me llevó al sillón de la sala donde todo había empezado a caerse a pedazos esa noche y puso en mis manos un plato cubierto con aluminio.
- Mamá hizo tarta de chocolate y me dijo que te trajera un poco. Dice que todas las mujeres se sienten mejor al comer un poco de chocolate.- Murmuró, pasando un brazo por mis hombros y, durante un rato, me contenté con apoyarme contra él y dejar que me consolara.
Cuando desperté a la mañana siguiente, me encontré en mi propia cama, acurrucada en un extremo, como si le estuviera dejando espacio a alguien que quizás ya no volvería a tocar esas sábanas.
El amortiguado sonido que me llegaba del piso de abajo, me indicó que Oliver aún seguía en la casa, de modo que, somnolienta y desganada, me levanté.
Lo encontré sentado a la mesa de la cocina, comiendo un cuenco de cereales y mirando la televisión. Cuando me vio entrar, tomó el control remoto y la apagó enseguida.
- ¿Cómo te sientes?- Quiso saber. Me limité a encogerme de hombros, porque de todas maneras, la respuesta no iba a gustarle.- Me pareció mejor dejarte dormir, así que me vine a desayunar solo. Pero te prepararé algo si quieres.
- No tengo hambre.- Musité.
- Tonterías. Anoche no cenaste y tampoco tocaste la tarta de mamá. Cuando se entere se sentirá muy ofendida. Es una deshonra a la receta de la familia.- Bromeó, evidentemente tratando de levantarme el ánimo, pero no funcionó, así que se puso de pie y empezó a dar vueltas.- Tú siéntate, te haré un poco de té y pronto te sentirás mejor.
Dudaba que una taza de té lograra hacer desaparecer de mi memoria todas las cosas que Tim había dicho, pero aún así, lo dejé hacer. El pobre Oliver sólo quería ayudar y me daba pena decirle que no lo estaba logrando.
Miré el reloj y me sobresalté. Hacía al menos quince minutos que debería haber llegado a The 1066.
- Descuida.- Me detuvo, al notar mi alteración.- Llamé a Peter hace como una hora y le pregunté si podías tomarte el día libre, porque no te encontrabas muy bien. Tienes suerte de trabajar para alguien tan comprensivo.
Estuve a punto de protestar y de decirle a Oliver que no era ésa la manera en que se manejaban los empleos, pero lo cierto era que si ese día resultaba despedida de The 1066, ni siquiera me hubiera importado. Podían desterrarme del Planeta Tierra y no hubiese ni parpadeado.
Oliver no se mostró contento hasta que hube tomado la mitad de mi taza de té y masticado desganadamente una tostada algo quemada que por poco me provocó náuseas. Sólo entonces me dejó regresar a mi habitación para que me diera una ducha y me cambiara de ropa. Mi intención era volver a ponerme el pijama y quedarme a pasar mi día libre en la cama, pero aparentemente, no eran las suyas.
Fuimos a dar una breve caminata por Battle, evitando cuidadosamente pasar por North Trade Road. El cielo estaba algo nublado, aunque no parecía que fuera a llover. De cualquier modo, el clima me daba lo mismo. Me daba cuenta que había echado por la borda todas mis posibilidades de estar con Tim. Pero… ¿quería estar con alguien que reaccionaba de esa manera cuando le pedía al menos un poco de afecto?
Lamentablemente, no tenía la respuesta.
Sin poder evitarlo, esa misma tarde Tim salió de su casa como un torbellino y se apresuró en su auto hasta The 1066, antes de que su orgullo se hiciera demasiado fuerte para retenerlo.
Entró en la cafetería como una tromba y miró alrededor en busca de Summer. Se asomó al mostrador y trató de espiar en la cocina, hasta que el dueño de la cafetería, que si mal no recordaba se llamaba Peter, lo interrumpió.
- ¿Puedo ayudarle?- Dijo con amabilidad.
- Busco a Summer.- Respondió con brusquedad, sin dejar de mirar a su alrededor como enloquecido.
- Me temo que se tomó el día libre, pero si lo desea, otra de nuestras camareras…
- ¿El día libre? ¿Por qué?- Interrumpió, mirándolo a los ojos de una vez por todas.
- Aparentemente, estaba enferma, señor, pero eso no…- Explicó, lo más pacientemente que pudo, pero Tim no lo dejaba hablar.
- ¿Enferma? ¿Sonaba enferma al teléfono? ¿Cómo sabe usted eso?- Se dio cuenta de que parecía un maníaco, pero no podía detenerse. ¿Tanto daño le había hecho? ¿Dónde estaba su Summer…? Sacudió la cabeza cuando ese pensamiento cruzó por su mente y se obligó a prestar atención.
- Un amigo se limitó a avisar por ella, así que asumo que lo estaba lo suficientemente enferma para no llamar ella misma.
Oliver. Tim estaba harto de que cada vez que hubiera un problema, Oliver apareciera en medio. Detestaba a ese niño idiota que no sabía nada de…
Trató de controlarse. Agradeció a Peter por su ayuda y salió de The 1066 tan rápidamente como había entrado.
Se subió al auto y dio un rodeo por Battle para tratar de despejarse. Al pasar por las vías alejadas de la estación de trenes, visualizó a Summer y a Oliver, tirados en la hierba. Justo en ese instante, Oliver la atrajo hacia sí y la apoyó contra él. Summer se dejó abrazar por el niñito y entrelazó su mano en la suya.
La sangre de Tim hervía cuando pisó con fuerza el acelerador y se alejó de allí.
No creía que Oliver tuviera las agallas necesarias para seducir a Summer, pero sabía que no le agradaba que él se aprovechara de la situación cada vez que tenían un conflicto o que cada vez que les daba la espalda por dos segundos, Oliver ponía todo su empeño en que Summer se diera cuenta que Tim no era para ella.
Tim estaba harto de él y se dio cuenta de que los celos lo cegaban, a tal punto de no dejarlo dormir durante dos noches. No culpaba a Summer, ella se encontraba vulnerable después de la discusión y había buscado consuelo en el único idiota que tenía cerca. Pero no podía dejar que la situación se prolongara más de lo necesario.
Le pediría disculpas a Summer, se excusaría por lo que le había dicho y la recuperaría. Empezaba a creer que la chica le importaba más de la cuenta, pero, aunque no fuera así, no quería dejar que le perteneciera a nadie más. Tim era y siempre sería el primer y único hombre en su vida.
De pronto se percató de lo ilógico de sus pensamientos y se revolvió incómodo en la cama. Algo no estaba bien, las cosas se estaban descontrolando.
- Mierda.
No iría más allá. Lo único que necesitaba hacer, de momento, era que todo volviera a estar bien entre ellos. Una vez que eso estuviera resuelto, se ocuparía de lo que siguiera.
Me sentía pésimo y no podía evitarlo. Me la pasaba recriminándome a mí misma mis acciones, aunque Oliver trataba de convencerme de que había hecho lo correcto.
- Así las cosas son claras entre ustedes. Si vuelven a estar juntos…- Lo dijo con una mueca de desagrado, pero con toda la intención de animarme.
- Eso no sucederá.- Murmuré con una triste firmeza.- Es imposible, Oliver. Es evidente que no me quiere y yo jamás seré capaz de querer a alguien como lo quiero a él. Y, aunque él me aceptara de nuevo por mera lástima, sé que nadie aprobaría nuestra relación. De sólo imaginarme la cara de mis padres si tuviera que decírselo…
- ¿Qué quieres decir?- Preguntó confundido.
Suspiré, amargada.
- Que nunca estaremos juntos. Por una razón o por otra, parece que no debe ser así. Y yo siento que nunca podré estar con nadie más, así que estoy destinada a estar sola y angustiada por el resto de mi vida, sólo porque las cosas con Tim no funcionaron…
- Ya conocerás a alguien que…
Pero yo negué con la cabeza y Oliver calló. No tenía sentido que intentara levantarme el ánimo diciéndome que encontraría un nuevo amor. Yo creía en el amor único e irrepetible y eso era Tim para mí. Todas mis fantasías y mis sueños se disolvían en la imposibilidad de estar nuevamente a su lado.
Oliver se instaló en mi casa por el fin de semana y el sábado en la mañana me despertó bastante temprano, para darme tiempo a que fuera a trabajar, pero diciendo que primero quería que fuéramos a caminar por ahí. Yo hubiera preferido quedarme en la cama lo más posible, pero no hubo modo de quitarle la idea de la cabeza.
El sol brillaba intensamente, haciéndome escocer un poco los hombros con su calor. Caminamos por High Street hasta llegar a la Abadía de Battle. Rodeamos el inmenso y majestuoso castillo y yo lo seguí casi a ciegas, simplemente por inercia.
Aún así, abrí los ojos como platos al ver que se metía en un rincón entre los árboles que creí que él no conocía. Hubiese jurado que era la única que iba a ese sitio oscuro, húmedo y espeso entre los árboles.
- Lamento desilusionarte, pero no eres la única que sale a explorar por ahí y encuentra escondrijos entre los árboles.- Me dedicó una sonrisa radiante.- Sabía que tú venías aquí, pero no quise decirte que yo también lo hacía.
- Es sólo un pedazo de bosque.- Mascullé, desencantada de la vida.
- Para mí es más que eso. Y también lo es para ti.- Replicó con dulzura. Luego carraspeó y me observó mientras me sentaba en un pedazo de tronco caído.- Summ… quiero decirte algo.
- ¿Qué pasa?- Inquirí, corriendo una rama que se mecía sobre mi cabeza y me molestaba un poco.
- Estuve pensando mucho en lo que hablamos estos días y yo no creo que seas una persona destinada a estar sola…
- Por favor, Oliver. Ya no quiero seguir hablando sobre esto.- Dije, cansinamente.
- Entiendo que creas que nunca… que nunca volverás a amar a alguien como amas a Tim. Y yo no sé demasiado del amor… por eso no puedo asegurarte que vaya a ser así o no.- Se estrujó las manos con nerviosismo y yo suspiré.- Pero sí sé sobre promesas y sobre amistad y creo que es hora de cumplir con la promesa que te hice hace mucho tiempo.
- ¿Qué promesa?- Inquirí, frunciendo el ceño.
- Fue en octavo. Tú te pusiste a llorar porque te gustaba Billie Humes y él no quiso darte un beso. Me dijiste que estabas convencida de que él era perfecto para ti, que querías casarte con él y tener cuatro hijos.
Me maravillaba que recordara todo con tanta exactitud cuando para mí esos recuerdos se habían esfumado hacía bastante tiempo.
- Era sólo una niña, Oliver. Y ni siquiera recuerdo de qué iba esa promesa que me hiciste.
- Seguías llorando, segura de que nunca volverías a conocer al amor de tu vida de nuevo. Yo pensaba que exagerabas, pero me partía el corazón verte así. de modo que puedes imaginarte cómo me partes el corazón ahora, que estás mil veces más triste y más convencida del amor que sientes por Tim y de lo imposible que es que estén juntos. Y quizás tengas razón y Tim sea el indicado para ti, eso no puedo asegurarlo.
Respiré hondo para tratar de ignorar el nudo que se me había hecho en la garganta.
- Te prometí…- Se metió las manos en los bolsillos, más nervioso que antes.- Te prometí que no dejaría que estuvieras sola. Y que si realmente habías perdido al amor de tu vida, yo estaría contigo y te ayudaría a cumplir tus sueños.- Tragó saliva.- Y quiero cumplir esa promesa, Summer.
Sacó una mano del bolsillo y la extendió hacia mí. Al principio las lágrimas no me dejaban distinguir qué era eso que tenía entre los dedos, pero entonces un rayo de sol se coló entre los árboles y dio de lleno en el anillo de oro que sostenía.
Me quedé sin aire.
- Oliver…
- No estoy diciendo que tenemos que casarnos ahora. Pero quiero que lo tengas, para que te recuerde que no tienes por qué estar sola, que siempre estaré para ti y que tienes un lugar en el que refugiarte si las cosas no salen como las planeaste.- Lo dijo apresuradamente, avergonzado a más no poder.
Tomé la alianza de oro y la observé. Sentía como si dentro de mi cabeza zumbaran un millón de abejas. Estaba muy aturdida.
- Tampoco necesitas usarlo.- Se apresuró a decir, temeroso.- Te entiendo si quieres guardarlo en un cajón o algo así hasta que estés segura de que has perdido por completo al hombre con el que quieres estar o que…
- ¿Y qué hay de ti?- Interrumpí, con los ojos abnegados en lágrimas.- ¿Crees que puedo privarte de vivir tu propia vida?
- Summer… tú siempre has sido mi vida.- Respondió, dando un paso hacia mí. Al darse cuenta de lo que había dicho, se ruborizó y bajó la mirada.- Has estado conmigo desde que tengo memoria y me has ayudado y me has querido cuando nadie más lo hizo. Haría lo que fuera por ti.
Me puse de pie y le di un abrazo. Sabía que Oliver era de esos amigos de incalculable valor, pero hasta el momento no me había dado cuenta que ese valor iba más allá del oro. Era lo mejor que tenía en mi vida y agradecía porque así fuera.
- Te quiero.- Susurré, sin soltarlo.
- Y yo a ti.
Nos separamos lentamente. Miré el anillo y, finalmente, lo deslicé en mi dedo.
Oliver carraspeó.
- No tienes que…
- Quiero hacerlo.- Interrumpí, esbozando una pequeña sonrisa.- Perder a Tim es como perderlo todo, pero tú siempre estás, Oliver, y estarás cuando ya no quede nada.- Le di un beso en la mejilla.- Gracias.
Esbozó una sonrisa insegura y me acarició una mejilla. Luego miré la hora y noté que ya debía ponerme en camino hacia el trabajo.
Él me acompañó, caminando acompasadamente a mi lado. Un anillo no cambiaba nada entre nosotros más que le horrible futuro incierto que teníamos. Ahora sabíamos que estaríamos juntos cuando no nos quedara nadie a quien amar y que teníamos asegurada una familia que quizás otras personas nos negaran.
Y yo esperaba que el frío contacto del anillo en mi dedo me recordara que, por mucho que lo amara, ya no necesitaba a Tim Rice-Oxley.
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