Esa extraña sensación de estar con el tipo que más amaba en el mundo y, al mismo tiempo, con un completo desconocido, me abordó incansablemente varias veces más, al punto de desanimarme bastante.
Sin embargo, en cuanto Tim aparecía todo eso se borraba de mi cabeza como si nunca me hubiese agobiado en lo más mínimo. Estaba segura de su amor y del mío y me decía a mí misma que teníamos todo el tiempo del mundo para hablar. Pero estábamos en la primera fase de nuestra relación y era cuando más hambrientos estaríamos uno del otro. Lo había leído en un libro de autoayuda, escondida en la tienda de libros que acababa de abrirse en Battle, deseosa de encontrar una explicación. Pero en cuanto la dependienta del lugar se me acercó para ofrecerme su ayuda, lo guardé rápidamente en la estantería y simulé estar leyendo otro libro que agarré al azar y que, para mí desgracia, terminó siendo Cómo conquistar a un hombre casado y no ser descubierta en el intento. Salí de la tienda más ruborizada que nunca y me refugié en The 1066, para continuar con mi turno.
El tema me tenía algo trastornada. Y a medida que pasaban los días, la situación no parecía cambiar, por lo tanto no me sentía aliviada en lo más mínimo. No quería pensar que sólo era una cuestión física para Tim. No quería perderlo. No quería que la fantasía en la que vivía se quebrara tan pronto.
- Disculpa.- Dijo una voz a mis espaldas y me volví, para encontrarme cara a cara con Oliver.- ¿Tú eres Summer? ¿Summer Payne?
- Ya deja de bromear, Oliver.- Exclamé, tentada de golpearlo con la bandeja en la cabeza.
- Es que casi no te reconozco. Te veo menos de diez minutos por semana o algo así.- Respondió, dejándose caer en un asiento cercano.- No puedo creer que ese Tim de apellido imposible de recordar te suelte lo suficiente para que vengas a trabajar. ¿Dónde está ahora?- Miró alrededor, como si esperara verlo vigilándome.- ¿Te dio el día libre?
- No eres gracioso, ¿sabías?- Repuse, sin molestarme en responderle. Fui a buscarle una Coca-Cola y se la serví.
- ¿Cómo estás, Summer?- Inquirió, ya sin bromear y algo preocupado. Seguía sin fiarse de Tim.
- Bien.- Dije, tratando de sonar convincente.- ¿Y tú?
- Como siempre, aburrido. Más que nunca.- Lo dijo con intención de hacerme sentir culpable y yo lo sabía.- Se me acabaron las historietas y, al mismo tiempo, las amigas.
- No me hagas sentir mal, Oliver.- Musité, avergonzada.- Es sólo que… todas las relaciones exigen tiempo y dedicación al principio.
- Y la amistad también.
Me quedé cabizbaja, callada, como nula. Pero entonces, antes de darme cuenta de lo que hacía, me senté frente a él y le dediqué una mirada desesperada.
- Tengo miedo de que Tim no me quiera.- Confesé, para horrorizarme al instante por mis palabras. Oliver no era el indicado para hablar de ello.
- ¿Y qué te hace pensarlo?- Quiso saber, compasivo, lo que logró aflojar un poco mi tensión.
Oliver era el mejor y casi único amigo que tenía. Necesitaba confiar en él.
- Bueno…- Me ruboricé intensamente.- No hablamos demasiado. A veces ni siquiera sé en que piensa, qué siente. Tengo la sensación de que lo nuestro se basa…- Me rehusaba a decirlo, pero sentía que no tenía opción.- Que lo nuestro se basa en… en lo que pasa en la cama.- Las últimas palabras fueron un susurro casi inexistente, pero Oliver las captó de todos modos.
Su semblante se tornó algo sombrío.
- Tim es de por sí un hombre muy callado. Pero pareciera que… que no hacemos otra cosa.- Dios, que horrible era estar diciéndole aquellas cosas.- No hemos salido a ninguna parte. Nunca hemos tenido una verdadera conversación… sobre nada. Ni siquiera trivialidades.- La desesperación apareció en mi rostro.- Tengo miedo, Oliver.
- Creí que lo considerabas demasiado maravilloso como para acostarse con mujeres sin sentir absolutamente nada por ellas.- Comentó con cierta frialdad, pero al ver mi expresión de tristeza, cambió el tono y me tomó una mano.- Díselo, Summer. Ustedes dos son muy distintos, él es un hombre de treinta años y tú no tienes experiencia en las relaciones. Quizás él está acostumbrado a manejarse de esta manera, quizás va demasiado rápido para ti.
Asentí, apesadumbrada. Tenía razón. ¿Por qué dejar que me carcomiera la duda si podía hablar con Tim?
- O tal vez es sólo una fase en la relación. - Aventuré, recordando el libro.- Tal vez pronto todo se vuelva más tranquilo y normal.
Esta vez fue Oliver el que asintió apesadumbrado.
- Gracias, Oliver.- Me miró desconcertado.- Sé que es difícil para ti aceptar mi relación con él. Y aún así me aguantas mis tonterías.- Le dediqué una sonrisa repleta de cariño.- Eres el hermano más maravilloso que podría pedir.
La sonrisa de Oliver fue aún más triste.
Decidí concederle a Tim unos cuántos días más, ver si pasábamos a la siguiente fase. Mientras tanto, trataba de pensar en otras cosas y no dejarme llevar por mis miedos.
El martes en la noche Tim no se quedó a dormir conmigo, ya que debía irse muy temprano a una reunión en Londres.
- ¿Tardarás mucho en regresar?- Quise saber, frunciendo el ceño y observando al mismo tiempo cómo se levantaba y se vestía. Su último viaje a Londres, que me había parecido eterno, aún sabía amargo en mi boca.
- No.- Respondió, abrochándose uno a uno los botones de su camisa celeste a rayas con rapidez.- Como mucho, estaré aquí el jueves en la mañana, si la reunión se prolonga demasiado.
Eso me animó bastante. No me alegraba de estar sola y no quería que se fuera, pero aquello me daría una oportunidad de descansar y pasar un buen rato con Oliver.
Tim se aproximó a la cama, ya vestido y clavó sus ojos azules en mí.
- Te llamaré en la noche, si tengo que quedarme.- Susurró.
- ¿Lo prometes?- Aún me acordaba de aquellas semanas sin noticias suyas.
La respuesta de Tim fue un beso largo e intenso. Su lengua abrazó la mía y, tomando mi cabeza por la parte de atrás, me apretó contra su boca, como si no quisiera soltarme, como si quisiera llevarse consigo algo más que un simple beso.
Cuando se apartó, yo apenas podía respirar.
- Lo prometo.- Dijo con la voz asombrosamente controlada.
Se fue cinco minutos más tarde y yo caí rendida contra las almohadas. Hacía varias noches que no dormía como debía y no desperté hasta que no fue hora de ir a trabajar.
Lo primero que vi al salir de la cocina con la bandeja vacía, fue a Oliver, sentado en su lugar habitual. Las historietas extrañamente brillaban por su ausencia.
Dejé la bandeja sobre el mostrador, tomé una lata de Coca-Cola y se la llevé sonriendo.
- Viniste más temprano hoy.- Comenté a modo de saludo, y le di un beso en la mejilla.
- Tengo cosas que hacer más tarde.- Respondió, aceptando la bebida.
- Entonces cancela tus planes para esta noche. Podríamos alquilar unas películas o…- Comencé a decir con entusiasmo, pero él negó con la cabeza.
- No puedo, Summ.- Repuso, suspirando.- Esta noche mis padres están invitados a una cena en casa de los Brown y yo tengo que ir.
- ¿Brown?- Repetí, alzando una ceja.
- Sí.
- ¿Los padres de Bobby Brown?- Él asintió con la cabeza.- ¿El Bobby Brown que se pasó el último año golpeándote el estómago en todas las clases de Atletismo?
- Supongo que por eso no puedo borrar la sonrisa de alegría.- Replicó sarcásticamente y con pesar.
- ¿No le dijiste a tus padres que no querías ir?- Pregunté, aunque conocía la respuesta.
- Ya sabes cómo son, insisten en que debo acompañarlos a todas sus reunioncitas sociales.- El fastidio le teñía el tono.- Además… no puedo decirles que no quiero ir porque Bobby me golpeaba. Mi padre creerá que soy un perdedor…
Lo miré con compasión, pero no había nada que pudiera decirle al respecto para hacerlo sentir mejor. No era la primera vez que teníamos una conversación similar.
- ¿Quieres que te acompañe?- Ofrecí sonriente.
- Ojalá pudiera llevarte.- Dejó escapar un suspiro de resignación. Le dio un trago a su Coca-Cola y luego me miró inquisitivo.- ¿No vas a ver a Tim esta noche?
- Tuvo que viajar a Londres. Lo más probable es que regrese en la mañana.- Expliqué.
Tuve la sensación de que Oliver quería preguntarme cómo iba todo entre nosotros, pero no se animó a hacerlo.
Se quedó un rato más y luego se marchó. Le pedí que me llamara esa noche, cuando volviera de casa de los Brown. Lamenté no poder acompañarlo, hacía bastante tiempo que no lo veía tan abatido.
Una vez que terminé mi turno, lo prolongué por unos minutos más dado que a último momento aparecieron varios clientes y las otras camareras no daban abasto. El cielo se había tornado anaranjado cuando salí de The 1066 y me subí a la bicicleta. Disfruté del regreso a casa y de la paz que sentía: si bien extrañaba a Tim, era bueno tener unos instantes para mí.
Llegué a casa y, tras ponerme cómoda, me puse a ordenar un poco las cosas que tenía tiradas por ahí. Pensé en pedir una pizza más tarde: no me apetecía cocinar.
Me senté a cambiar los canales de la televisión mientras la noche caía pesadamente afuera. Recordé a Oliver y lo mal que la estaría pasando y tuve ganas de colarme en la cena de los Brown para hacerle compañía.
Unos segundos después, oí golpes en la puerta y me apresuré al vestíbulo, casi convencida de que sería Oliver con un ojo morado. Ya estaba rebuscando en mi cabeza palabras de aliento para hacerlo sentir mejor, cuando abrí y, en cambio, me encontré con Tim. Le sonreí ampliamente: me alegraba que Oliver estuviera bien… o eso esperaba al menos.
- ¡Hola!- Saludé, rodeándole el cuello con los brazos. Él me dio un pequeño beso, sosteniendo en una de sus manos una caja de pizza.- Parece que leíste mis pensamientos.- Comenté.
- Qué bueno, porque me muero de hambre. Ha sido un día largo y casi no he comido.- Me dio otro beso.- Pero al menos no tuve que pasar la noche en Londres.
- Tengo que admitir que no sabía muy bien qué hacer aquí sola.- Entramos a la casa y cerré la puerta.- Me acostumbré a tener compañía.
- Estaba seguro de que encontraría a Oliver contigo.- Murmuró receloso, dedicándome una mirada profunda que se concentró, mayormente, en mis labios.
- De hecho, Oliver…- El sonido del teléfono interrumpió mi explicación y, haciéndole a Tim una seña para que me aguardara, corrí a la sala a atender.
La preocupación respecto al bienestar de mi amigo retornó con todas sus fuerzas.
- ¿Hola?
- Hola, cariño.- Dijo la voz de mi madre, y me tranquilizó.- ¿Cómo estás?
- Bien, llegué del trabajo hace un rato.- Contesté, dejándome caer en el sillón y observando cómo Tim dejaba la pizza en la mesita de café.- ¿Cómo están ustedes? ¿Papá está disfrutando del viaje?
- Los dos estamos disfrutándolo mucho. Deberías oír a tu padre intentando hablar español, es un desastre. Aunque no tanto como lo fue el italiano.- Se la oía muy entusiasmada. Tim se sentó en el sillón a mi lado.- ¿Cenaste ya? Te estás alimentando bien, ¿verdad, Summer?
- Claro que sí, mamá.- Dije, no del todo convencida. Tim se aproximó a mí y hundió sus labios en mi cuello.- Hoy comí una ensalada en la cafetería y ahora pensaba comer pizza.
- ¿Tienes planes para esta noche?- Quiso saber, pero a mí me costaba concentrarme. Tim me besaba con ganas el cuello y el hombro y una de sus manos iba subiendo por mi pierna.- ¿Summer?
- Ah, lo siento, mamá.- Me esforcé por regresar a la realidad.- Estaba… buscando el número de la pizzería. ¿Dijiste planes? No planeé la gran cosa, sólo comer algo e irme a la cama.
- Ya lo creo que irás a la cama.- Susurró Tim en mi oído y me puse tensa, pensando que quizás mi madre pudiera oírlo.
Pero, al parecer, no.
- Espero que no te estés aburriendo sola en casa.- Comentó preocupada.- ¿No se queda Oliver contigo?
- Sí, a veces.- Tim deslizaba su mano por debajo de mi camiseta y también por debajo de mi sostén. Su tacto me aceleró el pulso.- Pero esta noche sus padres tenían una cena.
- Pobrecito, con lo mucho que detesta esas cosas.- Dijo mi madre con desaprobación. Tim hizo de sus caricias algo más exigente y yo ya no pude contener un quejido ahogado.- ¿Qué pasó?- Preguntó mamá al instante.
- Yo… me pellizqué el dedo con la alacena.- Estaba perdiendo el control de la voz y Tim me sujetaba ahora por la cintura, recostándome en el sillón y acomodándose encima de mí sin que pudiera impedirlo.- Hablamos… hablamos mañana, mamá. Tengo que pedir la pizza y además… estoy hecha polvo.
El peso de Tim me aplastaba y sentía la humedad de sus besos en mi piel. Rogué porque mi madre no se diera cuenta de nada.
- De acuerdo, cariño. De todos modos, tu padre me espera.- Accedió, ignorando que un hombre de treinta y un años desabrochaba el jean de su hija de dieciocho en el sillón de su propia sala.- Cuídate. ¡Y pórtate bien!
- Adiós.- Logré decir. Corté la comunicación y dejé caer el teléfono.
- De repente, perdí el apetito.- Masculló Tim, con la intención de quitarme la camiseta. Sin embargo, mis temores me inundaron y, haciendo uso de todas mis fuerzas, lo aparté un poco.
- Déjame, Tim.- Pedí, con la voz entrecortada.
Él se detuvo en seco y me miró con una ceja enarcada.
- ¿Qué sucede?- Preguntó extrañado.
Me levanté de un salto y me acomodé la ropa. De pronto me sentía muy mal.
- Estaba hablando por teléfono con mi madre, podría haberse dado cuenta de todo.- Espeté algo enojada.- ¿No te importa eso?
- Lo lamento, no pude evitarlo.- Respondió, pero por alguna razón, no le creí.- Ahora que ya cortaste… ¿por qué no subimos a tu habitación? pediremos otra pizza más tarde.- Se levantó y me rodeó seductoramente con los brazos. Aún así, las cosas no estaban bien.
Me alejé de él bruscamente.
- Dime que me quieres, Tim.- Ordené, decidida a encontrarle una solución a esa situación.
- ¿Qué?- Evidentemente, no esperaba algo así.
- Quiero saber que no me equivoco contigo. Yo te he dicho todo lo que siento y tú te limitas a hacer el amor.- Sus ojos azules me seguían inexpresivos.- Quiero saber que esto es real para ambos y que no soy una niña tonta que cree en cuentos de hadas mientras se aprovechan de ella.
Tim guardó silencio unos instantes. Cuando finalmente habló, su voz era más fría que el hielo.
- ¿De dónde sacaste todas esas ideas?- Quiso saber.- ¿Oliver aprovechó mi corta ausencia o ese niñito ni siquiera saber lo que es hacer el amor?
- Oliver no tiene nada que ver con esto, Tim, déjalo en paz.- Dije enfurecida.- Si tengo dudas es porque…
- Si tienes dudas es que realmente no te importo como tú dices.- Cortó, cada vez con más frialdad.- O porque no acabas de entender, Summer. Pero en el mundo de los adultos, esto es una relación. Cuando crezcas quizás lo puedas comprobar…
Se encaminó hacia la puerta.
- ¡No te atrevas a tratarme como a una estúpida, Tim!- Grité, fuera de control.- ¡Sólo te pido la verdad!
- Tú no pides la verdad, Summer.- Me enfrentó y el contraste entre la frialdad de su trato y el calor que emanaba su cuerpo me hizo sentir confundida.- Te limitas a dejar que te carcoman las dudas inútiles e infantiles que Oliver deposita en ti. Y, mientras tanto, atacas a aquellos que se te acercan y se interesan en la mujer que descubrieron que eres.
- Tim… lo único que quiero es saber qué pasa entre tú y yo. Quiero saber si…- Mi voz sonó débil y cansada y Tim no tuvo que hacer ningún esfuerzo para interrumpirme.
- Esto no es la secundaria, Summer, y yo no soy un adolescente idiota, ni tengo intenciones de comportarme como uno y pedirte que seas mi novia en el baile de graduación.- Lo miré dolida, pero él no cedió en lo más mínimo.- Avísame cuando hayas crecido lo suficiente para estar con un hombre o, de lo contrario, búscate a alguien como Oliver.
Y, así sin más, salió de la casa dando un portazo.
No comprendía lo que había sucedido y la angustia se apoderó de mí. Corrí escaleras arriba a mi habitación, conteniendo pobremente las lágrimas. En ese punto, no sabía si lo que había dicho y hecho estaba bien o mal.
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