domingo, 30 de marzo de 2008

Nothing In My Way: Capítulo 22.

¿Desde cuándo Battle parecía tan vacío? ¿Desde cuándo parecía que el color se había perdido, que la majestuosidad de la abadía, la frondosidad de los árboles que la rodeaban y la belleza en derredor se había desvanecido dejando detrás una simple estela de triste gris? ¿O era acaso que, por más que lo buscara con la mirada, Oliver parecía haber sido tragado por la mismísima tierra?
Miré la taza que tenía entre manos y que llevaba al menos diez minutos restregando. Si seguía así, distraída, con los ojos vagando por el paisaje que se extendía más allá de la ventana de la cocina de Tim, pronto la blanca cerámica de la taza pasaría a ser translúcida.
Distante, oía a Tim en el estudio. Las melodías se sucedían una tras otras, con fuerza e intensidad. Me estaba acostumbrando a oírlo inundar la casa con sus agradables sonidos, pero esa tarde de domingo me sentía algo apagada.
Necesitaba a Oliver. Estar con Tim era maravilloso, estaba segura de que nuestra relación era una de las mejores cosas que me habían pasado… pero perder a mi amigo me había destrozado el corazón. Me estaba evitando, de ello no había duda. ¿Cómo era posible que no nos cruzáramos en un pueblo tan pequeño?
Cerré el grifo y el agua dejó de correr. Dejé las cosas secándose y fui a la sala, donde me acomodé en uno de los sillones, abrazando un almohadón, pensativa. Detestaba ese estado de ánimo, no toleraba estar tan alicaída.
En la mesita frente a mí, había dejado un anotador con el que había estado haciendo una lista para el supermercado un par de horas antes. Pasándome el lápiz inconscientemente por los labios, me puse a redactar otra lista, esta vez de las cosas que debía llevarme a la Universidad. Increíblemente, faltaban sólo tres semanas y de repente me daba cuenta que tenía mil cosas que organizar antes de irme a Hastings.
Traté de no concentrarme demasiado en el hecho de que al fin vería a Oliver allí y debería hacer algo para arreglar la situación. Todas mis esperanzas estaban puestas en ello, pero algo dentro de mí me decía que no sería así. Iba a pagar más que caro mi amor por Tim…
- Te ves linda cuando piensas.- Dijo una voz desde la entrada al pasillo y levanté los ojos para encontrarme con los de Tim, azules y brillantes. No podía precisar cuánto tiempo me había quedado como nula, representando en mi cabeza imaginarios encuentros con Oliver.
Le dediqué una pequeña sonrisa, preguntándome a mí misma cómo era posible que no notara el repentino silencio que nos envolvía.
- ¿Qué estás haciendo?- Se sentó a mi lado y me rodeó con un brazo, echando un vistazo a mi libreta.
- Ordenar mi vida.- Respondí suspirando. Me relajé contra él y apoyé una mejilla en su hombro, tratando de sentirme mejor.- Es extraño pensar que en tres semanas estaré viviendo en Hastings.
- A mí también se me antoja extraño.- El suspiro de Tim estaba embargado de melancolía.- Supongo que al pasar tanto tiempo juntos, olvidé que no vives aquí.
- A propósito, planché tus camisas, pero no pude colgarlas. No encontré una sola percha. ¿Qué se supone que haces con ellas?
- No tengo idea.- Tim rió, de buen humor.- Las pierdo. No me interesan. Compraré más mañana.
Me dio un beso en la frente y enredó sus dedos en mi largo cabello enmarañado.
- Diablos, voy a extrañarte demasiado. Todo esto estará muy calmado sin ti.- Me miró fijamente, con algo muy similar a la añoranza en su semblante.- La cama va a parecer tan fría y grande…
- No veo por qué eso vaya a ser un problema.- Me burlé, cariñosamente, acariciándole una rasposa mejilla.- Normalmente ocupas bastante espacio, con esas piernas tan largas.
La malicia brilló en sus hermosos ojos.
- No me digas…- Musitó, irguiéndose a mi lado y yo solté una risita.- ¿Así que mis piernas son…?
- Deliciosamente largas.- Interrumpí, posando una mano en su rodilla.- Y no creo que eches de menos el no poder estirarte a tu antojo.
- Ya sabes a que me refería cuando dije que la cama será grande y fría.- Murmuró, ya más serio.
Suspiré nuevamente.
- Sí, lo sé. A mí también me resultará difícil. No recuerdo cuándo fue la última vez que dormí sola.
Nos quedamos callados unos segundos. Repasé la lista nuevamente, tratando de recordar qué más debía llevarme, mientras Tim se limitaba a rozar mi cuello con un dedo, distraído.
- Cuando tengas unos días libres, podrías venir de gira conmigo.- Masculló entonces, como ausente. Esbozó una sonrisa burlona.- Para que puedas conocer otros sitios, además de Londres, con tu madre.
Reí y lo golpeé con la libreta, sin creerme que se acordara de ello.
- Muy gracioso. Estaba muy nerviosa ese día, no sabía qué decir.- Me defendí.- Era la primera vez que hablaba con un hombre a solas. Y un hombre que me gustaba, por añadidura.
- Me alegro de oírlo.- Sonaba realmente satisfecho.
- ¿Siempre has sido tan celoso?- Refunfuñé y él me dio un beso en la mejilla.
- Mm… no. Contigo soy peor.- Dejó escapar una leve risa en mi oído, que me erizó la piel.
Nos quedamos un rato allí, pasando el rato. Era muy cómodo estar juntos, ya no existían los reparos entre nosotros y tenía la sensación de llevar mucho tiempo con él.
Sin embargo, de vez en cuando, Oliver titilaba en mi mente y me hacía sentir realmente mal. No veía la hora de solucionar las cosas con él y ponerle un punto final a aquella amargura.

Suspiró y frunció el ceño. Algo no iba bien.
Empezaba a reconocer al instante qué significaban las miradas de Summer, qué significaban sus silencios, y el doble sentido en sus palabras. La conocía a fondo, como seguro nadie la conocía… o al menos eso le gustaba pensar.
Tim estiró las piernas y trató de relajarse. Se encontraba sentado en el cómodo sillón de su estudio. Había amanecido hacía al menos media hora y él ya había puesto manos a la obra, tratando de ultimar detalles en lo que pronto sería un disco. Pero ese día no estaba muy concentrado y sólo podía pensar en Summer, que seguía durmiendo y no despertaría hasta dentro de un par de horas.
Le gustaba tenerla en su casa. Se había acostumbrado a ella y el haber admitido que la quería lo había aliviado hasta un punto que no habría imaginado jamás. La quería, quizás más de lo que debería. No se hacía a la idea de dejarla partir en tres semanas, pero ella tenia que ir a la Universidad. Sabía que si él decía algo al respecto, Summer renunciaría a la idea de continuar sus estudios, pero él no podía ser tan egoísta. Aunque Tim estaba dispuesto a tenerla a su lado por el resto de su vida, obsequiarle comodidades y lujos… Summer aún tenía que crecer. Tenía muchas cosas por las que pasar aún y él esperaría, mientras tanto.
Pero lo cierto era que últimamente lo tenía preocupado. Summer no era la misma. Estaba apagada, sus grandes ojos ya no brillaban de la misma manera y en más de una ocasión Tim la había sorprendido en las nubes, pensando vaya uno a saber en qué…
Tim sospechaba la razón de su distracción. Summer añoraba a Oliver, de eso no había duda. Habían estado juntos desde que tenían memoria y ahora, de repente, su amigo desaparecía y ella se veía sola… bueno, no del todo sola. Lo tenía a él. Y, a pesar de que Tim deseaba llenar todos los espacios de su existencia… sabía que no podía. Cada cosa debía ir en su sitio y, en ese momento, uno estaba vacío.
Sabía a la perfección que él había tenido buena culpa en todo el asunto. Antes de que él se involucrara con Summer, las cosas entre ellos estaban fenomenales. Pero los celos, por parte no sólo suya, sino también por parte de Oliver, habían terminado afectándolo todo. Y cuando llegó el momento de decidir cuál de los dos era el que ya no podía seguir así, había vencido a Oliver con facilidad.
Hasta donde sabía, Summer no tenía otros amigos, o al menos jamás los mencionaba. Al principio pensó que quizás en la Universidad pudiera encontrar consuelo… pero se dio cuenta que no es posible suplantarlos. ¿Sería él capaz, acaso, de suplantar a Tom o a Richard? Por supuesto que no. Y para Summer no debía ser distinto.
Aún así, encontraba extraña su conducta. Está bien, Summer había perdido a un amigo… pero parecía que había perdido la vida. Triste, arrastrándose por la casa y por la cafetería como si lo hiciera por mera costumbre.
Tim se tensó y se enderezó en el sillón. La sospecha crecía dentro de él y le daba una punzada en el pecho. ¿Sería posible…?
Apartó esa idea ridícula con un movimiento de cabeza. No.
Sólo necesitaba tiempo. Oliver se esfumaría de sus vidas antes de que se dieran cuenta. Mientras tanto, él se haría cargo de que Summer estuviera bien.
Miró por la ventana y le asombró descubrir la intensa claridad que se colaba entre las cortinas. ¿Cuánto tiempo había pasado allí, pensando? Le echó un vistazo al reloj y vio que eran las ocho y media.
Se puso de pie, borrando instantáneamente de su rostro cualquier rastro de preocupación y se dirigió a la habitación, a despertar a Summer como lo hacía cada mañana y como esperaba seguir haciendo por mucho tiempo más.

¿Se habrían ido de vacaciones? No encontraba otra explicación para que la casa estuviera vacía. Quizás habían regresado a Bexhill antes de que terminara el verano… o quizás se habían adelantado a Hastings para terminar de ajustar los detalles de la mudanza…
Finalmente me había armado de valor para ir a casa de Oliver a buscarlo, tras convencer a Tim de que no fuera a recogerme a The 1066 por una vez. Tuve suerte de que no sospechara nada, aunque tuve miedo de que me describiera al ponerme tan insistente. Pero no me había esperado encontrar… encontrar… bueno, nada.
Había esperado un reencuentro incómodo. Quizás lágrimas, gritos y reproches. Tal vez a su madre enfadada por haberle roto el corazón a su hijo. Cualquier cosa. Pero el silencio que envolvía la casa me había desanimado más de la cuenta.
Traté de consolarme a mí misma diciéndome que sólo tenía que aguantar dos semanas más. Dos semanas más y el encuentro sería inevitable. Nos veríamos en un pasillo, en una clase, en la biblioteca… y entonces lo recuperaría. Recuperaría a mi amigo y ese dolor espantoso que tenía en el pecho desaparecería para siempre.
La oscuridad se ceñía a mi alrededor y me costó recordar dónde estaba y qué estaba haciendo. Eché un vistazo y vi la pantalla de la televisión encendida, los títulos de una película recién terminada subiendo por la misma y la noche ya avanzada afuera. A mi lado, Tim me escrutaba en la penumbra, apenas visible por los reflejos del televisor, con el ceño fruncido y un brazo sobre el respaldo del sillón, detrás de mi.
- Estuvo bien, ¿verdad?- Comenté para disimular y esbocé una sonrisa.
- Ni siquiera la viste, Summer.- Replicó, seriamente y en un susurro.
- ¡Claro que sí!- Exclamé riendo, pero esa risa sonó hueca hasta para mí.
- ¿De qué trataba?- Preguntó con el tono frío y sibilante.
Abrí la boca y vacilé. No tenía ni la más mínima idea.
Asintió y apartó el brazo.
- Lo siento. Estoy cansada y supongo que estuve a punto de dormirme.- Me disculpé, dulcemente.
Pero él se levantó bruscamente del sillón y encendió la lámpara de pie que estaba junto a éste.
Me daba la espalda cuando volvió a hablar.
- ¿Qué es lo que sucede, Summer?- Quiso saber, con una seriedad que me sorprendió.
- Estoy cansada, ya te lo dije.- Le sonreí otra vez, pero con cierta inseguridad.
Su suspiro pareció una ráfaga de aire congelado. Casi sentí cómo se helaba la habitación.
- Dímelo.- Insistió.
Parpadeé. ¿Qué era lo que esperaba escuchar? Sabía que si le decía que había ido a casa de Oliver, se enfadaría. No tenía sentido arruinarlo todo sólo por eso. No tenía sentido perderlo también a él…
- ¿Por qué crees que me pasa algo, Tim?- Inquirí, fingiendo inocencia.
Vi como la espalda se le tensaba bajo la tela de la camisa blanca que yo le había obsequiado no mucho tiempo atrás. Me encantaba cómo caía sobre su cuerpo. Parecía hecha especialmente para él.
- Por el silencio. Por la tristeza en tu mirada. Porque pareces perdida aún cuando sabes dónde estás.- Respondió y su voz sonaba tan tensa como se lo veía a él.- No soy ciego, Summer.
Se apoyó contra la ventana, su silueta recortada contra la noche de Battle. Era tan atractivo que podía dejar a cualquier sin aliento. A veces pensaba que un hombre así no podía ser real.
Y también resultaba intimidante. Cuando hablaba de esa manera tan intensa, sólo conseguía sentirme intimidada por él, empezaba a sonrojarme y mis defensas flaqueaban al instante. Quizás Tim lo sabía y lo hacía a propósito.
- Es Oliver, ¿no es así?- Dijo, antes de darme tiempo a acotar nada más y me asombró aún más el hecho de que pudiera leerme como a un libro o como a una de esas tantas partituras suyas. Entonces se dio vuelta y clavó en mí sus ojos azules, que en ese momento estaban tan oscuros que se asimilaban al cielo de medianoche.
¿Para qué negarlo? De seguro Tim ya conocía todas las respuestas aún antes de hacerme ninguna pregunta.
Asentí lentamente con la cabeza.
- Lo echas de menos.- Agregó mordazmente.
- Sí.- Logré decir. Vacilé, pero era mejor decirlo todo de una vez.- Fui a buscarlo a su casa hoy.
La tensión pareció invadir cada rincón de la sala. Era casi palpable, parecía hacer todo más pesado, incluso la ropa que llevaba puesta parecía pesar una tonelada sobre mí. ¿Por qué me sentía así?
Decidí calmarlo por si tenía intenciones de explotar.
- Pero no lo vi. No había nadie.
La prisa de mi tono debió delatarme. Tim seguía estudiándome con la mirada y tuve la sensación de que pronto empezaría a sudar de los nervios. ¡Dios! ¿Qué me estaba pasando?
- ¿Y qué habría pasado de haberlo encontrado?- Quiso saber, con tanta tranquilidad que me dejó boquiabierta unos segundos.
- Yo… bueno…- Farfullé, intentando pensar.- La verdad es que… no lo sé. Sólo tuve ganas de verlo.
No dijo nada. Sus ojos se clavaron aún más en mí, como si quisieran traspasarme.
- Sé lo que debes estar pensando.- Empecé a decir, con la voz extrañamente ahogada.- Pero estás equivocado. Para mí, Oliver siempre fue mi amigo. Y ahora… el no tenerlo a mi lado… no estoy acostumbrada a ello. Lo necesito. No tengo con quien hablar y…
- Sabes que puedes hablar conmigo.- Cortó secamente.
- Vamos, Timmy, no es lo mismo. Tú y yo no somos amigos, tenemos otro tipo de relación y…
- Una relación más fuerte que cualquier amistad, por lo tanto puedes confiar en mí y decirme lo que sea que quieras decir.
Tuve ganas de llorar. Tim no sería flexible en cuanto a eso. Era infinitamente celoso.
- Es el hermano que nunca tuve, Tim, es mi amigo y mi familia y mi todo…- Me arrepentí de esto último apenas lo dije.
- Tu todo.- Repitió, sin pasarlo por alto.
- ¡Sabes a qué me refiero!- Exclamé nerviosa.- ¿Por qué me lo pones tan difícil?
- ¿Yo te lo pongo difícil a ti, Summer?- Bramó, levantando la voz potentemente, dejándome paralizada en mi sitio.- ¡No soy yo quien está sufriendo y buscando a una persona que está enamorada de mí!
- Tim, no seas ridículo…- Pedí con un hilo de voz. Lo último que quería era discutir.
- ¿Qué pensarías si yo me pongo a buscar a Jayne? ¿Qué pensarías si paso cada segundo de mi maldita existencia con la mirada perdida y sufriendo por ella?- Dando un par de zancadas, estuvo frente a mí y, tomándome por los codos, me hizo ponerme de pie. Lo tenía tan cerca que casi no podía respirar.
- No es lo mismo.- Dije con firmeza. Si demostraba debilidad, quizás sería peor.- Ella fue tu esposa. Y tú la dejaste.
- Exacto. Yo la dejé.- Remarcó esas palabras y un extraño brillo de dolor apareció en su mirada, desconcertándome por un segundo.- Así que puedes tener la seguridad de que eso ya terminó para mí.
- A decir verdad, no.- Repuse, determinada a buscar algo a lo que aferrarme.- No tengo ningún tipo de seguridad en cuanto a eso, Tim, porque no sé nada del asunto. Jamás me has contado nada. ¿Cómo sé que la dejaste pero que ya no la amas?
Se apartó de mí con fuerza y volvió a la ventana.
- Estamos hablando de ti y de Oliver.- Me recordó con frialdad.
Noté que había tocado una fibra sensible en él y me mordí el labio sin saber qué hacer.
- Lo necesito, Tim.- Mascullé al fin, suspirando.- Como tú necesitarías a cualquiera de tus amigos. Sólo quiero recuperarlo.
Parecieron transcurrir varios minutos. Durante un instante, creí que Tim se había quedado dormido contra el marco de la ventana, porque permanecía inmóvil y apenas notaba su respiración. Pero entonces volvió a hablar, la voz profunda inundándolo todo, quebrando el silencio.
- No vas a recuperarlo.
Sentí que mi alma se partía en mil pedazos. ¿Cómo podía ser tan egoísta?
- ¡No puedes hacerme esto!- Grité, enloquecida y con las lágrimas cayendo por mis mejillas con fuerza.- ¡Eres tan…!
- No soy yo quien lo decidió.- Cortó, sin tener que hacer ningún esfuerzo para interrumpirme.- Fue él.
Lo miré confusa, tratando de contener el llanto. ¿De qué estaba hablando?
- Vino a verme.
Sentí que me ahogaba con las lágrimas. Tenía que estar mintiendo…
- Hace un par de semanas.- Dijo, como si respondiera a una pregunta que yo nunca había hecho.- Quería pedirme que te cuidara. Y también decirme que ya no estaría aquí para interponerse entre nosotros.
- ¿Qué… qué quieres decir con eso?- Inquirí, sintiendo pánico de lo que pudiera decirme.
- Parece que consiguió plaza en una Universidad en Londres y se mudó allí, o eso va a hacer.- Explicó con calma.- No podía forzarte a estar con él y prefirió alejarse.
No podía creer que estuviera diciéndome aquello con tanta tranquilidad. ¿Acaso no se daba cuenta que estaba perdiendo algo que me importaba más que mi propia vida?
Un sollozo se escapó de mi garganta.
- No te creo.- Balbuceé, y a Tim le costó mucho entenderme.
- No te estoy mintiendo, Summer. Te estoy diciendo la verdad.- Dijo, con voz cansina.
- ¿Y por qué me lo dices ahora?- Grité, sobresaltada.- ¿Por qué no me lo dijiste antes para que pudiera hacer algo al respecto?
- Porque él me pidió que no lo hiciera.
Un nuevo sollozo, más furioso, estalló en mi pecho.
- ¡Y de pronto decidiste hacerle caso! Nunca lo respetaste y ahora…
- Me pareció un buen chico, después de todo, y no quise faltar a mi palabra.- Contestó, y a cada cosa que decía, me dolía más.
- Sólo te parece un buen chico porque ya no se mete contigo. Porque decidió apartarse y dejarte en paz.- Acusé, enfadada y angustiada a la vez.- ¡Y de repente te parece tan importante no faltar a tu palabra! ¿Qué te importa eso a ti?
Frunció el ceño, sorprendido.
- ¿Qué quieres decir?- Quiso saber.
- ¡Sabes a que me refiero! ¡Tú cumples tus promesas, pero haces que los demás rompan las suyas por ti!- Me sequé las lágrimas con el puño de mi camisa.- ¡Me hiciste romper muchas de las promesas que le había hecho a Oliver!
- Yo no te obligué a nada, Summer. Y en su momento no pareció importarte, tampoco.- Replicó, ácidamente.
- ¿Dónde está mi anillo, Tim?- Pregunté. Llevaba mucho tiempo queriendo saberlo y al fin me animaba a averiguarlo. Deseaba con todas mis fuerzas que aún lo tuviera.
Su mirada se ensombreció.
- Lo tiré.
Esas dos palabras terminaron de quebrar mi corazón en pedazos. Necesitaba irme de allí. No podía soportarlo más…
Con paso firme y las lágrimas aún cayendo por mi rostro, me encaminé hacia la puerta. Sólo entonces Tim pareció alarmarse.
- Espera, Summer. ¿A dónde vas?- Quiso saber, dando un paso hacia mí.
Me volví con brusquedad y lo enfrenté.
- Siempre soy yo la que hace los sacrificios, Tim. Siempre soy yo la que renuncia a todo por amor. Pero a ti sólo te he visto dar órdenes y borrar todo lo que me importaba…- Quería parecer fuerte, no llorar… pero no podía evitarlo.- Y, en cuanto a tu pregunta, me voy a mi casa.
Volví a encaminarme hacia la salida.
- ¡Summer, ven aquí, ahora mismo!- Ordenó, aunque su tono sonó tembloroso.- ¡No seas tonta, no puedes irte así!
Abrí la puerta y salí. La noche me envolvió y noté que hacía algo de frío. El verano se aferraba cada vez menos y era barrido por el inminente otoño.
Noté que me seguía, pero no me detuve.
- ¡Summer!- Gritó nuevamente.
Su tono sonó más lastimoso.
- Cariño, por favor, regresa. Hablemos.- Pidió y la desesperación bañó cada palabra.
- No quiero hablar de nada más, Tim. Ya oí y dije suficiente.- Exclamé, sobre mi hombro, pero sin mirarlo. No podía.
- Entonces déjame llevarte a tu casa, si no quieres quedarte. Es de noche, no quiero que te vayas sola.- Insistió, pero no le hice caso. Lo sentí correr detrás de mí y finalmente, me detuvo, tomando mi brazo en su mano.- Por favor, Summer…
Me solté con violencia.
Decidí no decir más nada. Eché a correr y pronto me perdí en el camino, dejando atrás la casa de Tim y North Trade Road. Dejando atrás mis esperanzas, pero no mis miedos.

Abatido, Tim regresó a la casa y cerró la puerta tras de sí. En cuanto lo envolvió el silencio y asimiló lo que acababa de suceder, la certeza lo golpeó dolorosamente y ya no tuvo más dudas: Summer estaba enamorada de Oliver y, muy pronto, ella también se daría cuenta de ello.
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