sábado, 19 de julio de 2008

A Bad Dream: Capítulo 1.


Envolviéndose rápidamente con una toalla tras salir de la ducha, tomó el celular que sonaba insistentemente y, al ver el número en la pantalla, esbozó una radiante sonrisa.
- No hace ni veinte minutos que nos despedimos.- Dijo a modo de saludo, quitándose el pelo mojado del rostro.
- Tiempo suficiente para que ya te extrañe.- Repuso la voz masculina y suave del otro lado. Jayne rió, sintiéndose feliz y plena.
- Sé exactamente a qué te refieres.- Se miró en el espejo empañado y empezó a arreglarse el cabello con una sola mano. Era una mujer bonita, de cabello oscuro y ojos a tono, de rasgos finos y figura delicada. Sin embargo, la sonrisa que él hacía aparecer en su rostro la hacía más hermosa. Abrió la puerta y salió hacia la habitación para buscar algo de ropa que ponerse.
- Quiero llevarte a cenar esta noche.
- Cariño… ya te he dicho que no puedo.- Jayne suspiró. Realmente quería aceptar su invitación…- Quizás dentro de unos días.
- ¿Por qué siempre tenemos que adaptarnos a sus tiempos, Jayne?- Le preguntó apenado.- Lo único que quiero es poder salir por ahí sin…
- Es mi esposo.- Interrumpió ella, tratando de no sonar muy brusca. Buscó algo de ropa interior en unos cajones y regresó al baño, dejando la puerta abierta para que se evaporara el vapor del agua caliente.- Y aunque ahora parece que no hace otra cosa que fastidiarnos los encuentros, la mayor parte del año ni siquiera está en casa.
- Entonces espero ansiosamente que se largue.- Respondió él del otro lado.- Y no tendré que llevarte a tu casa a determinado horario para que no se de cuenta de nada. Podrás quedarte a dormir conmigo…
- Suena tentador.- Dejó caer la toalla que la cubría y empezó a vestirse dificultosamente, aunque no dispuesta a soltar el teléfono.- Pero no seas tan duro con Tim, cariño. Me siento culpable al hacerle esto a él…
- Ya lo hablamos miles de veces, Jaynie. No es tu culpa. Él es el que te impulsó a buscar otro hombre que sí te diera lo que necesitas. Te descuidó…
La voz de Jack sonaba convincente. Tenía razón… ¡si Jayne se había buscado otro tipo era porque su marido la descuidaba!
- No sé qué haría sin ti.- Susurró entre suspiros.
Cuando aquellos encuentros clandestinos habían comenzado, Jayne llevaba dos semanas sumida en una profunda tristeza y soledad. No lograba acostumbrarse a que su esposo se pasara tanto tiempo de viaje, tantas noches fuera… y Jack había aparecido como una salvación. Un hombre totalmente libre, dueño de sí mismo, que no tenía jefes ni horarios fijos y que podía estar allí para ella cuando lo deseara. Que la miraba con esos ojos verdes y le encendía la piel.
De eso hacía ya seis meses… y a pesar de que los primeros días se había reprochado su conducta y había tratado de dejarlo antes de que se volviera demasiado serio, Jayne necesitaba de esas escapadas con Jack. Necesitaba saber que cuando Tim no le prestaba atención… tenía a alguien esperándola impaciente.
Para exonerar la culpa, al principio había decidido que era su marido y no ella la que había hecho que se arrojara a los brazos de un tipo desconocido. Si Tim Rice-Oxley quería dedicarse a su música los trescientos sesenta y cinco días del año, ella no podía soportar esa vida de soledad.
Desde el preciso instante en que lo había conocido había sabido que la pasión de Tim pasaba por la música que creaba. Todo lo que él necesitaba para vivir era tocar el piano, escribir algunas canciones y largarse por ahí con su banda, Keane, a cumplir los sueños de toda su vida. En cierto modo, Jayne no podía quejarse. Tim era un esposo que la proveía de todos los lujos y nunca le hacía faltar nada. Pero todo lo que ella quería era a él.
Sabía que Tim la amaba. Lo sabía. Veía el amor en sus ojos azules cuando regresaba de una gira y la estrechaba entre sus brazos. La llamaba cada día para decírselo, aunque estuviera del otro lado del mundo. Pero Jayne no quería reencontrarse con él cada diez meses ni vivir su matrimonio a través de un teléfono. Ella quería sentirlo cerca. Quería poder abrazarlo cada noche antes de ir a dormir o simplemente observar en silencio cómo cerraba los ojos y tamborileaba los dedos sobre la rodilla cuando estaba escuchando música perdido en su mundo. Lo que Jayne quería era presencia.
Y eso era exactamente lo que no tenía. Sólo le quedaba acostumbrarse, buscar una manera de pasar los días, esperar que volviera… ¿cómo pretendía Tim que ella viviera de ese modo? ¿Cómo podía estar tan ciego para no ver que su esposa se consumía en una soledad insoportable?
Sintió lo vacío de la casa y se le encogió el corazón.
- ¿Sabes?- Dijo, sin poder contenerse.- Tim aún no ha llegado…
- No me digas.- Farfulló Jack sarcásticamente. No era novedad para ninguno de los dos que Tim se demorara en el estudio, que alargara las giras, que tuviera que interrumpir los días de descanso para ir a Londres a un programa de televisión, o a patrocinar una campaña solidaria, o a donde fuera que Keane lo llevara.
- …y aún no sé si querrá hacer algo esta noche o si se quedará con sus amigos, trabajando.- Continuó, decidida a pasar por alto el comentario de su amante. Tenía una gran necesidad de verlo, a pesar de que no hacía siquiera una hora desde que lo viera por última vez.- Te llamaré y quizás podamos vernos.
Estaba segura de que él estaba sonriendo del otro lado. Eso era lo que le gustaba de Jack: siempre tenía una sonrisa que ofrecerle. Siempre estaba dispuesto a ir al fin del mundo por ella. Siempre estaba ahí.
- Me encantaría.- Murmuró complacido.- Sólo llámame en cuanto lo sepas.
- No sé qué voy a inventarle esta vez…- Se mordió un labio, mortificada.- No va a creerse que tengo que cuidar al hijo de una amiga dos días seguidos porque no consigue niñera…
- Ésa no estuvo mal.
- Pero me preguntó por qué no podía cuidar al niño aquí.- Empezaba a dolerle la cabeza. Pensar en las mentiras que le decía a su esposo siempre le causaba malestar. Mil veces había deseado que las cosas fueran distintas. ¿Por qué Tim no podía ser arquitecto? ¿O médico, como el resto de su familia? Pero, aunque le gustara o no, la música era parte de Tim. Era una de esas cosas que lo hacían tan especial. Y cuando lo había conocido, había sido una de las cosas que hiciera que se enamorara de él. Nunca había creído que fuera lo mismo que en el futuro la lastimaría tanto…
- ¿Por qué no le dices la verdad?- Sugirió distraídamente.
- ¿Estás loco?- Exclamó, incrédula.- ¿Cómo podría decírselo, Jack?
- Fue sólo una idea, preciosa. Pensé que me querías…
Jayne salió hacia la habitación y caminó hacia el armario para buscar un jean y una camisa limpia.
- Por supuesto que te quiero. No estaría contigo sino fuera así…- Cerró el cajón de un empujoncito y entonces sintió un escalofrío extraño en la columna. Se volvió instintivamente y vio a Tim apoyado contra la puerta de la habitación, mirándola inexpresivo. El terror subió por su garganta, como si le provocara arcadas.- Tim…- Dijo, con un hilo de voz.
- ¿Con quién estás hablando?- Preguntó. Ni su rostro ni su tono de voz expresaban emoción alguna.
- ¿Está ahí?- Inquirió Jack a su vez, y sonó nervioso. Pero Jayne no respondió, cerró el celular rápidamente y trató de sonreír, despreocupada.
- Con nadie.- Respondió, encogiéndose de hombros.- Sólo una amiga que…
- Te lo voy a preguntar de nuevo, Jayne.- Masculló con calma, dando un paso hacia ella.- Sólo una vez más… quiero darte la oportunidad de que me digas la verdad.
La sonrisa vaciló en su rostro y rebuscó algo que decir en su cabeza, lo que fuera…
- ¿De qué estás hablando, cariño? Era Amanda diciendo que…
- ¿Amanda? ¿La misma a la que ayer le cuidaste el niño porque no conseguía a nadie más?- Cortó, mordaz.- ¿La misma a la que hoy vas a usar como excusa? ¡Dime la verdad!
Jayne se quedó lívida, observándolo. Tim normalmente era un hombre pacífico y si bien tenía sus momentos de malhumor, eran contadas las veces en que lo había oído gritar en todos esos años.
- Cariño, yo…
- ¿Nos dices “cariño” a los dos?- Interrumpió nuevamente y Jayne sintió que se quedaba sin aire. Los ojos azules de su esposo relampaguearon de furia.- ¿Cómo puedes hacer esto, Jayne? ¿En qué estabas pesando?
- ¡No fue mi intención! ¡Lo siento mucho, Tim!- Exclamó desesperada.
- ¡Claro que lo sientes! ¡Sientes que lo haya descubierto!- Se acercó a ella y la tomó por el brazo.- ¿Cuánto hace? ¿Cuánto tiempo llevas con él?
Jayne abría y cerraba la boca, incapaz de responder. Le faltaba el aire y sentía tanto miedo que apenas podía pensar.
- Sólo unos días…- Balbució.
- ¡Mentira!- Bramó, elevando más la voz.- ¿Cuánto, Jayne?
- ¡Seis meses!- Exclamó, sin poder contenerse y se largó a llorar.
Tim la soltó violentamente y ella se tambaleó y se apoyó en la cama. Él caminó hacia la pared y le dio un puñetazo.
- Lo lamento, Tim…- Sollozó desconsolada.- Te amo tanto…
- ¡No me digas que me amas cuando llevas seis meses acostándote con otro tipo, Jayne!- Gritó y la ira en su mirada la hizo llorar más fuerte.- ¡Y deja de llorar, maldita sea!
- ¡No puedo!
Se sumió un silencio tenso entre ellos. Lo único que lo quebraba eran los sollozos ahogados de Jayne. Tim permanecía quieto y callado, con los ojos cerrados, como si estuviera pensando.
- ¿Por qué lo hiciste, eh?- Masculló en voz baja, pero tan fría que Jayne se estremeció.- ¿Te enamoraste de él? ¿Es eso? ¿O sólo buscabas divertirte?
- Me hacías tanta falta…- Las palabras de su esposa apenas fueron audibles pero lograron enojarlo aún más.
- ¡No me digas que es mi culpa, Jayne! ¡No fui yo el que se alejó! ¡Te he dicho mil veces que vinieras conmigo!
- ¡No hay lugar para mí en tu vida, y Jack simplemente…!
- ¡Jack! ¿Él sí tiene lugar para ti? ¿Dónde? ¿En la cama?- Regresó hacia ella con tanta rapidez que Jayne se quedó temblando. La enfrentó con cierta ferocidad.- ¡Yo te he amado toda mi vida y ahora me vienes con estas estupideces!
- ¡Él me entiende! ¡Sabe lo que siento y trata de…!
- ¡Trata de aprovecharse de una mujer que se siente vulnerable!
- ¡No lo conoces!
- ¡Y no quiero conocerlo, maldita sea!- Volvió a apartarse. Era como si no supiera qué hacer, se sentía atontado, furioso, confuso…- No puedo creer que me hayas hecho esto. Yo jamás lo haría…
- ¿Cómo estás tan seguro?- Preguntó de golpe. Él se volvió a mirarla.- ¿Quieres que me vaya un par de meses y hagamos la prueba?
- Tú no eres la única que se queda sola cuando me voy. ¿Qué te piensas que hago durante las giras? ¿Dormir con Richard?- Exclamó enfadado. No había perdón para Jayne.
Dando un grito de exasperación, salió de la habitación. Jayne se levantó y lo siguió con dificultad, aturdida y sin poder dejar de llorar.
- ¿A dónde vas?- Quiso saber, temerosa.
- ¡Eso no te importa!- Contestó él de mala manera, tomando su abrigo al pasar por la sala.- ¡Y creo que tú tienes una cita, así que ve a arreglarte!
- ¡No me voy a ninguna parte!- Replicó ella.
Tim se dio media vuelta para contemplarla, sin aguantar un segundo más.
- ¿Ah, no? ¿Y qué vas a hacer? ¿Traerlo a esta casa? ¿O acaso ya lo has hecho?- Los ojos de Jayne se llenaron aún más de lágrimas.- ¿Lo has metido en mi cama?
Se quedó callada. No supo qué decir. ¿Mentirle? ¿Para qué? Tim no creía sus mentiras. Ya no más. Y la verdad iba a dolerle demasiado.
- ¡Eres una hija de puta, Jayne!
- ¡No estaba pensando!- Se defendió ella, aunque sabía que era en vano.
-¡Ya veo que no!- Se apartó, seguro de que estaba a punto de cometer una locura.- ¡Pero sería hora de que empezaras a hacerlo, para variar!
Abrió la puerta con brusquedad. Jayne corrió hacia él.
- ¡Dime a dónde vas!- Tenía miedo. ¿Y si Tim iba a pagarle con la misma moneda? No podía imaginarlo con otra mujer…
- Lejos de ti.- Respondió con desprecio.- Lo único que quiero es perderte de vista.
Y antes de que pudiera evitarlo, Tim dio un portazo y desapareció en la noche que nacía afuera. Jayne se acercó a la ventana y lo vio marcharse caminando a paso rápido por las calles de Battle y se golpeó la cabeza contra el vidrio, sin poder creer que había logrado que las cosas se desbordaran así.
Regresó a la habitación y se vistió rápidamente. Tenía que hacer algo, pero… ¿qué? Tim no quería verla. Nunca había creído que su aventura, sus intentos de no sentirse tan sola fueran a desembocar en aquello. ¿Y si Tim la dejaba? ¿Qué haría sin él…?
Pensó en llamar a Jack y decirle todo. Necesitaba hablar con alguien… pero no podía. Eso sólo empeoraría la situación. Si Tim volvía a ella tendría que olvidarse de él. Si quería salvar su matrimonio…
Jayne cortó sus pensamientos, insegura. ¿Qué era lo que quería?
- No es momento para pensar en esto. No ahora.- Susurró al silencio de la casa.
Se dio cuenta que sólo le quedaba esperar. Esperar a Tim, como siempre había hecho.

La noche de Battle caía silenciosa sobre las calles desiertas. Pero por más que una multitud caminara a su alrededor, Tim se hubiese sentido igualmente solo. Abandonado. Traicionado. Engañado.
¿Cómo había podido hacerle eso Jayne? ¿Acaso el amor que siempre le había demostrado no había servido de nada para ella? La mujer con la que se había casado tres años atrás jamás lo hubiese engañado con otro hombre. Jamás hubiese tenido una aventura.
Pero… ¿era realmente una aventura? ¿O era algo más? ¿Y si Jayne se había enamorado de ese tipo?
- Mierda.- Musitó y pateó una piedra antes de doblar en la esquina de London Road.
Nunca había pensado que su matrimonio pudiera llegar a algo como aquello. Nunca había imaginado que pudiera terminar así. Nunca había imaginado que pudiera terminar.
Tampoco hubiese concebido en otro momento que pudiera existir otro hombre para Jayne. Siempre le había demostrado que él lo era todo para ella, nunca le había dado ni la más mínima pista de que algo pudiera fallar entre ellos.
¿Qué era lo que tenía que hacer? ¿Regresar a la casa y decirle a Jayne que quería divorciarse? No. No podía. Porque no quería. No quería que Jayne dejara de ser su esposa.
Tim vio a lo lejos una pareja que caminaba de la mano y que se metía dentro de una casa y entonces pareció que la realidad lo golpeara. Jayne estaba con otro hombre. Jayne lo había engañado.
Se detuvo, sintiendo que las piernas le temblaban y se sostuvo de la pared de un negocio que daba a un pequeño callejón. Le faltaba el aire y sentía como la angustia y la decepción subían por su garganta. ¿Cómo había podido ocultarle algo como aquello? ¿Cómo había sido tan tonto para no verlo?
Las palabras que le escuchara decir a Jayne brotaron en alguna parte de su cabeza, como si en vez de simplemente recordarlas, ella se las estuviera gritando en el oído: Y aunque ahora parece que no hace otra cosa que fastidiarnos los encuentros, la mayor parte del año ni siquiera está en casa.
Una dolorosa arcada hizo que se ahogara y, antes de poder evitarlo, estaba vomitando violentamente contra la pared de fríos ladrillos, en la oscuridad de una noche vacía. Él, sin darse cuenta, la había arrojado a los brazos de otro tipo. Por faltarle cuando lo necesitaba… Jayne había buscado en ese tal Jack lo que él no le daba. Lo había metido en su casa, había permitido que le hiciera el amor en la misma cama donde él tantas noches…
Le dio un puñetazo a la pared mientras experimentaba una segunda arcada de agonía. Tenía ganas de dejarse caer en el suelo y morir, olvidarse de todo lo que le había oído decir, olvidarse que Jayne existía, olvidarse que la amaba con locura.
Notó que unas luces se acercaban por la calle, pero hizo caso omiso de ellas. Durante un segundo levantó los ojos azules llorosos hacia los focos, pensando que quizás Jayne estaba buscándolo, que aún le importaba… pero vio que se trataba de una camioneta que no reconocía y sintió que la punzada que arremetía dolorosamente contra su pecho le hacía aceptar que estaba solo.
El vehículo pasó de largo muy pronto, pero no la sensación de desasosiego que lo invadía dejándolo sin aire. ¿En qué punto su sueño de una vida feliz junto a su esposa se había convertido en aquella pesadilla? ¿Cuál había sido el momento exacto en que empezara a perderla de ese modo?
Tosió y se reincorporó con dificultad, limpiándose la boca con la manga de su abrigo. Se sentía enfermo y sin fuerzas y se dio cuenta que no tenía lugar a donde ir.
Se quedó quieto y con los ojos cerrados unos segundos, tratando de recomponerse, de pensar con claridad, de averiguar qué hacer…
- Disculpa, amigo, ¿me prestas tu encendedor?
Tim abrió los ojos de golpe y miró aturdido al tipo parado frente a él. Estaba oscuro y no veía las facciones del rostro, pero estaba seguro de que no lo conocía. Por lo poco que lograba vislumbrar, era desgarbado y no muy alto y su cabello probablemente negro lucía desprolijo.
- Yo…- Tim carraspeó, sin saber bien qué decir. En su cabeza sólo se repetía una palabra incesantemente: Jayne, Jayne, Jayne…- Yo… no fumo.
- ¿No tienes un fósforo? ¿Nada?- Insistió el tipo y Tim negó en silencio, sintiéndose algo mareado.- ¿Te sientes bien?
Esta vez asintió y se alejó unos pasos para largase de allí. El desconocido le provocaba una rara sensación de desconfianza y sólo quería huir. Pero, ¿a dónde?
- ¿Necesitas ayuda?- Preguntó, siguiéndolo y Tim apretó el paso, perturbado.
- No. Gracias. Estoy bien.- Respondió automáticamente. Las arcadas estaban a punto de regresar y sólo quería ir a un sitio donde pudiera estar solo para desangrarse.
La camioneta que había visto antes apareció de improvisto en la esquina y se acercaba a gran velocidad. Tim estaba destruido, pero fue consciente de que algo no andaba bien.
El tipo se aproximó a él y levantó un brazo. Entonces Tim sintió un dolor espantosamente fuerte en la parte de atrás de la cabeza y luego todo se puso negro.
Segundos después, la camioneta se alejaba por London Road y la calle quedaba completamente vacía.

Las horas empezaron a arrastrarse una tras otra. Jayne se dejó caer en el sillón de la sala y miró el reloj una y otra vez, preguntándose cuándo volvería a verlo. La taza de té que se había preparado se había enfriado hacía un buen rato pero a ella la traía sin cuidado. Lo mal que se había sentido por las ausencias de Tim no tenía comparación con aquello. Sabía que había arruinado su matrimonio… pero era tarde para arrepentimientos. Sólo le quedaba rogar que Tim la amara lo suficiente para perdonarla…
El teléfono empezó a sonar en la mesita que estaba junto a ella y Jayne dio un respingo, aturdida. Ese tenía que ser Tim. Tenía que ser él…
Estiró el brazo y recogió el auricular con rapidez. Por dentro sólo podía repetir las mismas palabras: que me perdone, por favor Dios mío, que me perdone…
- ¿Hola?- Masculló, sintiéndose ahogada de tanto llorar.
Del otro lado se produjo un ruido extraño, casi metálico. A Jayne le costó unos segundos darse cuenta de que se trataba de una persona.
- Tenemos a tu esposo.- Dijo la voz y Jayne sintió que se le paralizaba cada centímetro del cuerpo.- Y si quieres volver a verlo con vida, más te vale no llamar a la policía.
Abriendo los ojos impresionada, aferró con más fuerza el teléfono.
- ¿Quién es? ¿Qué quiere?- Exclamó, asustada.
Pero la comunicación ya se había cortado.*************************************************************

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