Sobresaltado, Tim abrió los ojos a la penumbra interrumpida tan sólo por el resquicio luminoso de una puerta entornada. Aturdido y sin saber dónde estaba, trató de reincorporarse… pero entonces se dio cuenta que tenia un brazo inmovilizado y, desesperado, se dijo a sí mismo que la pesadilla no había terminado.
Como dardos apuntados directamente a su cabeza, las imágenes de lo que había sucedido empezaron a golpearlo con brusquedad, una a una. Y recordó a Nina. Nina desvanecida en sus brazos, Nina herida, Nina sangrando…
El terror volvió a embargarlo como un rápido veneno recorriendo sus venas. Respirando con dificultad, pensó que quizás algo había sucedido después de que él perdiera la consciencia. ¿Y si Sean o Billy aún estaban con vida? ¿Y si realmente no habían podido escapar? ¿Y si el encuentro con Jayne y sus amigos no había sido más que un sueño inalcanzable? ¿Y si estaban de regreso en la misma miseria?
No soportando la incertidumbre que sentía y absolutamente asustado, empezó a gritar con todas sus fuerzas.
- ¡Nina! ¡Nina!
Tenía que oírlo. Tenía que ir a él y decirle que todo iba a estar bien. Tenía que tratar de convencerlo de otro de sus disparatados planes para huir de allí…
La puerta se abrió de golpe y una luz se encendió repentinamente, haciendo que parpadeara varias veces para poder ver con claridad.
- Cariño, ¿qué sucede?
Jayne se acercó a él, inclinándose sobre la cama en que se encontraba, rodeado de aparatos, con un brazo enyesado y una o dos intravenosas en el otro. Miró a su alrededor, aturdido más que antes, sin entender cómo era posible que se encontrara en un hospital y no en la misma mugrosa y gris habitación de Turnbridge Wells.
- Tim, ¿me escuchas?- Susurró Jayne, acariciándole la mejilla para atraer su atención.- Todo está bien, cariño. Ya terminó todo.
La contempló casi sin reconocerla y tratando al mismo tiempo de procesar sus palabras. Los ojos de Jayne estaban enrojecidos, como si hubiese pasado un largo tiempo llorando sin parar. Pero la sonrisa que le dedicaba era de alivio y dulzura.
- ¿Dónde estamos? ¿Qué sucedió?- Preguntó con dificultad.
- Estamos en el hospital. Te desmayaste antes de que llegara la ambulancia, pero ahora ya todo acabó.- Le acarició el cabello.- Tenías unas leves lesiones en un brazo y una pierna, así que te enyesaron para asegurarse de que te repondrías… y fuera de una buena deshidratación, estás bien, cariño.- Le besó la mejilla, mojándolo con sus lágrimas.- Estás con nosotros de nuevo.
- Jayne… ¿qué pasó con…?- Musitó, sin soportar un segundo más sin saber dónde estaba Nina. Necesitaba que le dijeran que estaba bien, aunque su corazón le decía que no tuviera muchas esperanzas. Pero antes de que pudiera acabar de formular su pregunta, Tom y Richard entraron en la habitación, sonriendo al verlo despierto.
- ¡Timmy!- Exclamó Tom, que se lanzó hacia él para abrazarlo, provocándole una mueca de dolor.- Lo siento.- Agregó, avergonzado.
- Déjalo respirar, Tom.- Farfulló Richard, sin quitarle los ojos celestes de encima.- ¿Cómo te sientes, amigo?
Tragando saliva, abrió la boca para contestar, pero se sentía profundamente confundido. Había muchas preguntas que quería hacer, pero una era más importante que las otras.
- Bien.- Masculló, vagamente.- ¿Dónde está Nina?
Los otros tres se miraron unos segundos. Jayne se apartó un poco hacia la ventana y Richard se sentó en un borde de la cama, evitando mirarlo.
- ¿Quién es ella, Tim?
Las evasivas lo alteraron. ¿Qué era eso tan terrible que no querían decirle?
- ¿Dónde está, Rich?- Insistió, notando que empezaba a ahogarse.
Suspirando, su amigo finalmente lo miró.
- En terapia intensiva.- Explicó suavemente.- No ha recobrado la consciencia, perdió mucha sangre y se encuentra muy inestable.- Lo estudió en silencio unos segundos mientras Tim digería la información.- Los médicos no saben si va a ponerse bien.
Tim cerró los ojos. Se dijo a sí mismo que el hecho de que estuviera viva era algo que debía agradecer. Había creído que Nina había muerto entre sus brazos, pero aún tenía posibilidades, por escasas que fueran.
- ¿Quién es ella?- Repitió Richard con un poco más de firmeza.
Tim no supo qué contestar. ¿Debía decir que ella era uno de los que lo habían mantenido cautivo tantas semanas?
Decidió simplificar su respuesta, sin mentir.
- Me salvó la vida.
Tom lo miró apenado, como si aún lamentara todo lo sucedido y quisiera hacerlo sentir mejor de algún modo. Richard lo observó en silencio nuevamente, sospechando que había algo que Tim no estaba diciendo.
- Quiero verla.- Repuso de inmediato y Jayne se volvió a mirarlo con los ojos muy abiertos.
- Cariño, no puedes estar deambulando como…
- Estoy bien, Jayne.- La sentía tan extraña, como si después de tantos días su esposa fuera una mujer diferente.- No me hará daño.
- Pero…
- Descansa por lo menos hasta el mediodía y si estás lo suficientemente estabilizado, le pediré a los médicos que te permitan verla.- Intercedió Richard.- Pero tienes que quedarte en la cama hasta entonces.
No sabiendo si lograría aguantar la espera, Tim asintió. Era mejor que nada y se sentía demasiado cansado para discutir. Era como si todo lo sucedido le cayera al fin sobre los hombros, agotándolo.
Jayne lo estaba contemplando inmóvil, incapaz de quitarle la vista de encima por un segundo.
- Chicos…- Susurró, en voz muy baja.- Déjenme a solas con Tim.
Richard levantó la mirada hacia ella, cauteloso.
- Jayne…
- Por favor.- Cortó, un poco más determinada.- Quiero estar a solas con mi esposo.
Tom y Richard intercambiaron miradas antes de salir juntos de la habitación. Jayne se había vuelto otra vez hacia la ventana, dándole la espalda a Tim. La soledad cayó sobre ellos como un velo, como si estuviesen separados por una pared invisible. Cuando habló, lo hizo con una voz trémula y preocupada.
- Supongo que no te has olvidado de lo que sucedió entre nosotros…- Era imposible mirarlo. ¿Cómo podía hablar con él si lo miraba a los ojos? Se sentía tan arrepentida de muchas cosas…- Lo que sucedió esa noche…
Tim suspiró. Estaba demasiado cansado para revolver en ello. Y su perspectiva había cambiado mucho después de todo ese tiempo.
- Jayne, escucha…
- No. Tú escúchame a mí.- Pidió y al fin se volvió hacia él. El llanto estaba a punto de explotar desde el fondo de su ser.- Jamás tendré oportunidad de disculparme lo suficiente, Tim. Fui la peor esposa del mundo y aún estos días he cometido muchos errores, pero lo cierto es que…
- Cálmate, no tienes por qué ponerte así.- Murmuró, sintiendo que empezaba a dolerle la cabeza.
- Lo vi, Tim.- Estaba tan destruida que daba pena verla.- Vi a Jack anoche. Estaba… estaba muerto.
Empalideciendo, Tim recordó el momento en que Nina le disparara a Billy y se dio cuenta de que Jayne iba a necesitar muchas explicaciones.
- Billy.- Corrigió suavemente. Le hizo señas de que se sentara a su lado.- Su verdadero nombre era Billy, Jayne.
- Fue mi culpa que esto te pasara…- Sollozó desesperada.- Yo lo traje a nuestras vidas, yo…
- Tú fuiste engañada. No te culpo por lo que pasó, Jayne. No había manera de que supieras que el tipo con el que tenías una aventura fuera a hacer algo como esto.- Repuso, tratando de sonar delicado.- Todo estaba planeado desde el principio. Desde el primer momento en que te vio.- La miró apenado.- Me alegra que no te sucediera nada malo, que no te hiciera daño…
- Pero te hizo daño a ti.- Replicó, testaruda.- Y todo porque yo fui una estúpida.- Se cubrió el rostro con las manos, incapaz de contener el llanto.- No debí engañarte. Lo lamento tanto…
Estiró la mano lentamente para no desprender la intravenosa y tomó la de ella, tratando de consolarla.
- Jayne… no tienes por qué disculparte. Yo… entiendo por qué lo hiciste.- Sintió que el sollozo lo ahogaba un poco, mientras trataba de contenerlo. Pensó en Nina y en su incierto destino y deseó estar en su lugar.
Trató de sonreírle a su mujer, dándole tiempo a que se tranquilizara, y desvió la vista hacia el pasillo que asomaba por una rendija de la puerta. Un hombre estaba observándolos a cierta distancia y a Tim sólo le costó unos segundos identificarlo: era el mismo que había matado a Sean.
- ¿Quién es él?- Quiso saber, señalándolo con un gesto de la cabeza. Ella siguió su indicación y sintió que su corazón latía desbocado.
- Es el Inspector McKenna.- Musitó, suspirando.- Él se ha encargado de tu caso…
- Él impidió que le disparan a Richard.- Comentó, recordando.- Recuerdo haberlo visto…
- Ha sido de gran ayuda en más de una ocasión.- En la voz de Jayne había nostalgia y Tim se preguntó qué otras historias habrían sucedido durante su ausencia.- De seguro va a tener que hacerte algunas preguntas, cuando estés listo para responderlas.
El hombre desapareció de su vista bruscamente, dándose vuelta y girando en un pasillo. Jayne bajó la cabeza.
- Hay muchas cosas que quiero decirte…- Acarició el cabello de su esposo.- Pero ahora no es el momento. Las hablaremos cuando estés recuperado y de regreso en casa.- Sonrió, pensando en tener de nuevo una apacible vida juntos. Sólo que ya no la ilusionaba tanto como antes. Sin embargo, estaba dispuesta a sacrificar lo que realmente quería con tal de compensar a Tim por su idiotez.
- Estoy muy cansado.- Dijo Tim en un susurro y ella le acomodó las almohadas.
- Duerme un poco.- Respondió.- Pediré que te traigan algo de comer cuando despiertes.
Tim la observó intensamente.
- Quiero ver a Nina, Jayne. Al menos un segundo…
Jayne sintió que, al hablar de esa otra mujer de la que no sabía nada, Tim se alejaba un poco de ella. Una extraña sensación que no podía explicar.
- Descansa. Trataré de averiguar cómo se encuentra y si puedes verla.- Le besó la frente y se dispuso a salir. Aún así, se detuvo antes de cerrar la puerta detrás de sí.- Me hace tan feliz que estés bien, Tim…
Tim asintió vagamente, mientras empezaba a dormirse. A él también le alegraba saber que la pesadilla había terminado. Sólo que aún había algo doloroso de lo que no podía despertar…
O más bien, de lo que Nina no podía despertar.
- ¿Cómo supiste a dónde íbamos?
Brian McKenna se volvió y miró sobre el hombro al oír la pregunta. Se sorprendió de ver a Jayne. Creía que no iba a separarse de Tim por nada del mundo.
- Dejé un par de micrófonos en la casa.- Se encogió de hombros.- ¿Cómo está tu esposo?
McKenna sabía que estaba bien. Jayne supo que lo preguntaba por otra razón.
- Bien.- Se limitó a decir.- ¿Sabes que podrían haber descubierto los micrófonos? Fue muy arriesgado de tu parte. Todo podría haber terminado mal.
- Pero terminó mejor de lo que esperabas, ¿verdad?- Se detuvo a dos centímetros de ella. Dios, extrañaba tanto la suavidad de su piel…- Parece que ni siquiera sigue enfadado contigo.
Jayne apartó la mirada.
- Sabe que sólo me utilizaron para llegar a él. No me culpa y me ha perdonado.- Explicó, recordando al mismo tiempo cómo McKenna la había besado.- Le debo algo mejor de lo que le di, Brian. No puedo causarle más sufrimiento…
- ¿Quieres decir que vas a quedarte con él para pagarle alguna especie de deuda?- La miró burlonamente.- Esperaba más coraje de ti, Jayne.
Ella se enfureció. No podía decirle esas cosas, no en una situación como aquella. Tenía que permanecer con su marido.
- Eres un idiota. Es mi esposo. Me quedo con él porque…
- Porque te sientes culpable.- Interrumpió. Se dio media vuelta con la intención de irse.
Sin embargo, Jayne apresuró el paso y lo tomó de un brazo para voltearlo hacia ella.
- ¿Y por qué te importa tanto? ¡Ya hiciste tu trabajo aquí! ¡Ya demostraste que eres eficiente, que puedes proteger a todos! ¡Para ti es fácil darte la vuelta y alejarte!- Estaba furiosa. Furiosa por sentir algo que no debía…- No tienes ninguna atadura con nadie. Puedes hacer lo que se te antoje. Por eso te acostaste conmigo y no te importó nada.
- Tú fuiste la que me pidió que me fuera de la casa, ¿o no lo recuerdas? Yo estaba allí para ti, Jayne, y tú quisiste que me fuera. Cuando te sientes sola soy útil, pero cuando se trata de tu esposo todo el mundo se puede ir al diablo.- El fuego en su mirada la quemaba.- No estoy dispuesto a ser el segundo en tu lista, para cuando te sientas sola.
- ¿Qué demonios te retiene aquí todavía? ¡Tu trabajo ya terminó!- Lo empujó para apartarlo.- Vete de aquí, Brian, si todo lo que te importa es…
- ¡Todo lo que me importa eres tú, maldita sea!- Exclamó y algunas personas que pasaban por allí se volvieron a mirarlos. Jayne se quedó helada.- ¡Tú, Jayne! ¡Por eso puse esos micrófonos y por eso te seguí! ¡Sabía que ibas a hacer alguna estupidez para salvar a tu querido esposo!
Con los ojos muy abiertos, Jayne se quedó muda. Era todo lo que había ansiado oír… y aún así no servía de nada.
McKenna la miró como si esperara algo, pero unos segundos después, optó por largarse de allí. Jayne jamás lo entendería. Jayne jamás abandonaría a su esposo para estar con alguien como él.
Jayne lo observó marchase, impotente, con el corazón destrozándose.
Una mano se posó suavemente en su hombro. Era Richard, que la miraba apenado.
Ninguno de los dos dijo nada. De todos modos, ella ya sabía en qué se había equivocado.
Tim se detuvo en la entrada, apoyándose en Richard con el brazo que no tenía enyesado y sintió que se desinflaba por completo.
Nina estaba pálida y parecía una muñeca de porcelana durmiendo bajo una noche fresca de otoño. No había más señales de vida en ella que los que podían llegar a emitir las máquinas a las que estaba conectada. Un gran vendaje se asomaba por debajo de las sábanas, ocultando el sitio donde Billy le disparara.
Richard le acercó una silla a la cama y Tim se sentó junto a ella. Tomó su mano en la de él y se quedó mirándola como si no la conociera, como si estuviera descubriendo a alguien nuevo. Pero el tacto de su piel le pareció familiar, al igual que la forma de sus labios.
- Sino fuera por ella hubiese muerto hace semanas…- Susurró, acongojado. No podía hacer nada para ayudarla y eso lo estaba matando.
Se quedaron en silencio. Tim no podía dejar de pensar en todas las cosas espantosas que había vivido con ella, pero que en cierto modo extrañaba: las extrañaba porque había podido mirarla a los ojos, oír su voz, recibir sus besos, sentir sus caricias. Ella lo había arriesgado todo por él…
- McKenna va a querer interrogarte pronto.- Soltó Richard de repente, llevándolo de regreso a la realidad.- ¿Qué piensas decirle sobre ella?
Tim levantó la mirada hacia él, confuso. ¿Cómo podía Rich saber…?
- Te conozco demasiado bien, Tim.- Murmuró.- Hay algo que no estás diciéndonos respecto a ella y supongo que debe haber una buena razón.
Apretando los dedos de Nina entre los suyos como si con eso pretendiera despertarla, Tim suspiró.
- ¿Qué es lo que quieres que te diga?- Preguntó tristemente.- En algún punto, entre extrañar a Jayne y desear salir de allí cuanto antes, ella me salvó la vida. Y lo que creí que era un afecto nacido del agradecimiento…
- Se convirtió en algo más.- Completó su amigo, mirándolo con gravedad.
- No me di cuenta de eso hasta anoche. Cuando la vi desvanecerse, yo…- Un nudo en la garganta le impidió continuar. ¿Por qué Nina debía pasar por aquello? ¿Por qué debían seguir esperando el final que nunca llegaba?
Richard le puso la mano en el hombro, con la sensación de que llevaba todo el día consolando gente.
- Ojalá pudiera hacer algo para ayudarla…- Se llevó la mano al rostro para quitarse a toda prisa las lágrimas que saltaban de sus ojos azules.
Tim trató de ser optimista y pensar que ni siquiera había pasado un día desde que la hirieran. Trató de ser optimista y de creer que, de un momento a otro, esos dedos que sostenía entre los suyos con cariño, se moverían para devolverle la caricia.
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