Dándose cuenta de que no podía resistir ni un segundo más, Maggie se obligó a sí misma a salir de la cama, se abrigó lo más que pudo y tomó dos autobuses hasta Rye, desde donde empezó a caminar hacia la casa de Tom, frotándose las manos una con la otra para evitar que se le congelaran con el frío.
Estaba ciertamente dolorida, pero se dijo a sí misma que costara lo que costara iba a tener que reponerse e ir a trabajar al día siguiente. Ya había perdido dos días en ambos empleos. No podía darse el lujo de hacerlo otra vez.
La tarde del lunes iba cayendo pesada, abriéndose camino a una gélida noche de invierno en su más puro estado. Maggie le echó un vistazo a la casa que se erguía frente a ella, pero que en cierto modo parecía vacía. No había rastros del auto de Tom en la entrada y se preguntó dónde estarían metidos. ¿Tendría aún a Lena o la habría enviado a otra parte? El corazón se le encogió de miedo.
Le pareció escuchar un sonido a sus espaldas y se volvió para ver de qué se trataba. La calle estaba desierta, era una zona realmente tranquila, sin mucho movimiento. Trató de escrutar en la creciente oscuridad de más allá, donde había un pequeño grupo de árboles pero no vio nada.
La distrajo un segundo sonido, que parecía un motor acercándose. Dándose prisa tanto como pudo, corrió hacia una de las casas vecinas y se apretó contra una pared lateral, espiando.
El auto de Tom apareció andando suavemente sobre el camino nevado. Aparcó con calma frente a la entrada de su casa y bajó. En ves de entrar directamente a la casa, abrió la puerta del asiento trasero y se colgó un par de bolsas de un brazo.
- Vamos.- Le oyó decir en voz baja.- Ya llegamos.
Y entonces la vio. Una somnolienta Lena que salía, aferrándose al cuello de Tom y dejando que él la llevara, cerrando la puerta del auto de un empujoncito. Buscó con dificultad las llaves de la casa en uno de sus bolsillos y trató de abrir sin soltar ni a Lena, ni las bolsas, ni a Coco, que estaba estrangulado contra una de sus mejillas.
Maggie sintió que una increíble emoción la embargaba mientras veía la dulzura con que la trataba aquel hombre del que había acabado por depender sin remedio alguno. Se dio cuenta de que no había sido una decisión desacertada: había hecho lo correcto.
Se armó de valor. Iría a buscar a su hija. ¿Para qué esperar más? Ya no había nada que fuera a mantenerlas separadas. Se movió brevemente para acercarse. Sin embargo, se detuvo en seco cuando tuvo frente a ella su propio reflejo, que le devolvía una de las ventanas de la casa en la que se había escondido. Lucía espantosamente mal: tenía un labio hinchado, un ojo algo morado, el pelo hecho un desastre. Asustaría a Lena si aparecía allí y, además…
Se sintió mal al pensar en lo bien que estaba ella. Llevaba un abrigo nuevo y se aferraba a Tom como si confiara plenamente en él. Las bolsas que él cargaba parecían llenas de cosas para ella. Cosas que Maggie jamás podría darle a su niña.
Lena jamás había tenido una vida fácil. Por primera vez en sus cortos cuatro años, estaba experimentando una niñez que algún día podría recordar como feliz. Tom parecía cariñoso y la llenaba de regalos. Ella con suerte la veía dos horas por día entre empleo y empleo…
Se secó las lágrimas heladas que le corrían por las mejillas. Quizás podía regalarles algo más de tiempo juntos.
Empezó a alejarse sigilosamente, con una pena enorme que la abrumaba por dentro. La pena que le recriminaba que, hiciera lo que hiciera, nunca nada sería suficiente.
A la mañana siguiente, Tom llegó al estudio recién afeitado y mucho más fresco de lo que había estado en varios días, como si se hubiese sacado un peso de encima. Saber que el examen de paternidad ya estaba hecho, a pesar de que sentía que los resultados nunca iban a estar listos, lo calmaba un poco. Al menos tenía la sensación de que había hecho algo para tomar las riendas de aquella situación que le habían impuesto.
Lena también estaba mejor. Esta vez, Tom había recordado peinarla después del baño y le había puesto algo de su ropa nueva. Parecía una pequeña princesita y Tom la había mirado por el espejo retrovisor durante todo el camino hasta The Barn.
La niña entró corriendo, dirigiéndose directamente a Tim que, como no podía ser de otro modo, parecía vivir allí dentro y había llegado antes que nadie.
- ¡Hola, Tim!- Exclamó alegremente, mientras él se inclinaba para verla mejor.
- ¡Pero miren esto! Estás preciosa.- Le dijo con una tierna sonrisa.
- ¿De verdad?- Preguntó ella, radiante.
- Claro que sí, cariño.- Le dio un beso en el cabello recién lavado. Se volvió hacia Tom, que se quitaba su abrigo y lo dejaba sobre el sillón.- ¿Fueron de compras?
- Un poco.- Respondió éste.- ¿Alguna vez te vas a tu casa, Tim?- Bromeó.
- Cállate.- Lena corrió a buscar algunas galletas.- ¿Cómo les fue ayer? Quise llamarte, pero tu celular estaba apagado.
- Sí, estaba muy cansado y quería dormir bien, lo siento.- Contestó.- Supongo que bien. Costó bastante convencerla de que se dejara sacar sangre.
- ¿Cuándo tendrás los resultados?- Quiso saber Tim, mientras movía un teclado de un estante a una consola y se ponía a enchufarlo.
- De tres a cinco semanas.- Dijo, suspirando.- Creo que el tiempo no pasará lo suficientemente rápido.
- No te preocupes, creo que Lena te mantendrá entretenido y no lo notarás.- Se puso de rodillas en el piso, tratando de desenredar unos cables.- ¿Me das una mano?
Ambos se enfrascaron en la tarea de enchufar y desenchufar varios teclados con cables enredados, mientras esperaban que Richard llegara. Lena estaba sentadita en un sillón, jugando con Coco y comiéndose una galleta.
- ¿Papi?- Llamó después de un rato, reclamando la atención de Tom y haciendo que Tim levantara la cabeza, sorprendido.- Quiero ir al baño.
- ¿Otra vez? ¿No fuiste antes de salir de la casa?- Preguntó Tom, poniéndose de pie.
- Pero tengo que ir de nuevo.- Gimoteó ella.
- De acuerdo…- Suspiró, y Lena se apresuró a tomarlo de la mano y seguirlo al baño.- Para el tamaño que tienes, uno diría que con ir una sola vez basta…
- ¿Por qué?- Preguntó confundida. Tom se inclinó hacia ella para desabrocharle su pantalón nuevo.
- Por nada, ve, vamos.- Instó y cerró la puerta tras ella, quedándose a esperarla pacientemente del otro lado.- ¡Y acuérdate de lavarte las manos!- Le gritó a través de la cerradura.
Cuando regresaron junto a Tim poco después, Richard ya había llegado. Lena corrió a saludarlo, pero Tom notó que había cierta preocupación en su rostro. Cuando la niña se hubo alejado para seguir jugando, lo observó con curiosidad.
- ¿Qué sucede?- Le echó un vistazo a Tim, cuyo semblante también había cambiado.
- Tienes que ver algo.- Le dijo Richard, extendiéndole un ejemplar del Daily Star del día. Tom frunció el ceño mientras lo aceptaba.
Lo hojeó con rapidez hasta que llegó casi a la mitad del periódico. Bajo el título El secreto de Chaplin había tres fotos de él con Lena en Londres el día anterior. Lena tomada de su mano caminando por el parque. Él levantándola en brazos cuando se quejara de que estaba muy cansada. Tom acomodándola en el asiento trasero del auto antes de regresar a casa.
- ¿Qué demonios es esto?- Balbució sorprendido.- ¿Cómo es posible?
- Ya sabes cómo son los fotógrafos.- Farfulló Tim, leyendo sobre su hombro.- Siempre están a la pesca de algo que les pueda servir.
El fotógrafo del Daily Star captó el momento exacto en que la niña se refería al cantante de Keane como su padre, por lo que se descarta cualquier posibilidad de que estuviesen relacionados de otro modo. A Chaplin se le conoce una pareja estable de alrededor de seis años, pero nunca se había visto a la niña, ni había sido mencionada por él.
Tom no pudo seguir leyendo. Todo aquello se le antojaba extraño. ¿Por qué tenían que meterse con esa parte de su vida que él aún no lograba conciliar? Ni siquiera estaba seguro de que Lena fuera su hija. ¿Se suponía que ahora iba a tener que enfrentarse a los cuestionamientos de la prensa respecto a ella?
Sintió que necesitaba aire. Le devolvió el periódico a Richard y miró a sus dos amigos con una expresión increíblemente seria en el rostro.
- No se lo muestren a Lena.- Dijo en voz baja, antes de darse media vuelta, tomar su abrigo del respaldo del sillón y salir al nevado jardín de The Barn.
Ajustándose el delantal blanco sobre la falda negra, Maggie caminó con destreza entre las mesas, cargando una bandeja llena de tazas vacías. Ese era el horario de mayor trabajo y los comensales entraban y salían sin parar, pidiendo cafés, sándwiches y, ocasionalmente, cerveza. Ni siquiera tenía tiempo de lamentarse ni de pararse a verificar que el maquillaje siguiera disimulando su mal aspecto: cuando acababa de lavar las tazas sucias, reclamaban su atención en otra mesa o que limpiara alguna que acababa de desocuparse.
Hacia el mediodía comenzó a entrar aún más gente. Maggie levantó la mirada hacia la entrada y vio que, entremezclado con un par de clientes, Jake iba acercándose al mostrador, evidentemente buscándola. Poniéndose tensa al instante, no logró reaccionar y esconderse antes de que la viera.
- ¡Maggie!- Llamó él, simulando una sonrisa. Se acercó a ella.- Aquí estás, linda.
- ¿Qué quieres?- Preguntó Maggie con un hilo de voz.
Jake la tomó por el brazo y la llevó a un sitio más apartado, a pesar de que ella trataba de poner resistencia.
- ¿Crees que vas a dejarme así como así? ¿Crees que porque te consigues un tipo mejor me vas a descartar? ¿De repente ya no soy útil para ti?- Espetó con brusquedad y ella lo miró confundida.
- No sé de qué hablas.
- Por supuesto que lo sabes, maldita sea.- La zarandeó levemente, asegurándose de que nadie presenciara la escena.- Le llevaste la mocosa a ese tipo.
Maggie abrió los ojos desmesuradamente, terriblemente alarmada. ¿Cómo sabía Jake sobre Tom? ¿Cómo era posible?
- ¿Qué…?
- ¡Después de todo lo que he hecho por ti! ¡Te llevé a mi casa, cuando ningún otro hombre te hubiese aceptado a ti y a tu estúpida hija!- Era evidente que estaba enojado. Los ojos parecían salírsele de sus cuencas mientras se esforzaba por no gritar.- Hija de puta, ¿así me lo pagas?
- Cálmate, Jake…
- ¡No voy a calmarme! ¡No voy a permitir que me uses! ¡No te vas a ir con ese tipo!
- Lo nuestro no funciona, Jake, y no voy a volver contigo.- Repuso con toda la firmeza de la que fue capaz.
Jake comenzó a respirar entrecortadamente, furioso.
- ¿Cuánto hace que estás con él?
- No estoy con él.
- ¡No me mientas, Maggie!
- ¡No te estoy mintiendo, no estoy con él!- Exclamó desesperada. Sabía que no debía darle explicaciones, sabía que debería preocuparse más por el hecho de que de alguna manera hubiese averiguado lo de Tom, pero no podía. No podía pensar en nada mientras la aferraba con esa fuerza tan brutal.
- ¡Eres una mentirosa de mierda! ¡No le dejarías a tu hija si no te estuvieras acostando con él!- Levantó una mano, al fin perdiendo los estribos, dispuesto a golpearla allí, a los ojos de todo el mundo.
- ¡Es su padre! ¡Es su padre!- Farfulló, temblorosa, haciendo que Jake se parara en seco.
- ¿Qué?
- Tom es su padre…- Se cubrió la boca con las manos.- Por eso la dejé con él…
Jake se apartó de ella, sorprendido.
- Nunca me habías hablado de él. Pensé que no sabías quien era el padre de Lena, Maggie.- Musitó, colérico. Parecía que seguía sin creerle.
- Por favor, Jake. ¿No puedes aceptar que se acabó? ¿De qué te sirve que sigamos contigo cuando es evidente que no nos quieres tampoco?- Intentó con todas sus fuerzas contener los sollozos.- Te lo suplico…
Jake se dio media vuelta, como si fuera a marcharse de allí, pero se arrepintió y se volvió repentinamente a enfrentarla, poniéndole un dedo amenazador frente al rostro.
- No tendrías que haber jugado conmigo de esa manera, Maggie. Tú y tu maldita hija van a pagarme esto.- La empujó levemente contra la puerta de uno de los baños.- Cometiste un grave error.
Lo miró con gravedad, asustada.
- Jake… no hablas en serio.- Algo dentro de ella le decía que Tom no permitiría que alguien lastimara a Lena. Sintió un extraño alivio al pensar aquello.- No quieres hacernos daños.
- No des todo por sentado, Maggie.
Se volvió, dedicándole primero la mirada más furibunda que había visto en su vida, y luego se fue, dando un portazo. Maggie se quedó muy nerviosa allí parada unos momentos hasta que reclamaron que atendiera las mesas que le correspondían, así que tuvo que tragarse todas las emociones y dudas que la desbordaban como pudo.
Pasado el mediodía, el movimiento de clientes dentro de la cafetería comenzó a menguar. Maggie se puso a limpiar una mesa que acababa de desocuparse. El hombre había dejado un ejemplar del periódico junto a su taza vacía de café. Puso la taza en la bandeja y tomó el periódico para echarlo a la basura.
Las manos le temblaban levemente y estaba tan tensa que parecía que iba a empezar a provocar cortocircuitos por doquier. Jake la había dejado muy perturbada, preguntándose cómo podía saber lo de Tom cuando ella no había dicho una sola palabra al respecto.
Como el lugar estaba calmado, dejó la taza en el lavaplatos y se apoyó contra el mostrador con el periódico que habían dejado. Quizás podía leer los clasificados y ver si había algún otro empleo en el que le ofrecieran más dinero. La cafetería no estaba mal, pero sin las propinas el sueldo era una miseria.
Empezó a pasar las páginas, tratando de tranquilizarse, mirando los títulos y las fotografías sin mucho interés, hasta que llegó a una que la hizo detenerse. Le pareció que el aire abandonaba sus pulmones mientras contemplaba una foto de su hija en el periódico, caminando por Londres tomada de la mano de Tom.
- Dios mío…- Susurró incrédula.
Trató de leer la nota, pero no podía concentrarse. Todo cobraba sentido: Jake había visto el periódico, así era como se había enterado de todo… y por eso estaba tan furioso. Por eso decía que lo había utilizado, que lo había descartado por un tipo mejor.
De pronto, haber dejado a Lena con Tom no le pareció tan buena idea. Ver fotos de su hija en el periódico era algo con lo que no había contado, donde todo el país podía verla. Donde Jake podía verla.
Mordiéndose un labio, desesperada, se dio cuenta que era hora de ir a buscarla y acabar con todo aquello.
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