Había tenido un día fatal, de esos que parecen no terminar nunca. De hecho, toda su semana había sido simplemente fatal. Desde que dejaran a Lena en su puerta todo iba… bueno, iba fatal.
Tom se recostó en el sillón al final del día, cuando la niña ya se había ido a dormir. Para colmo, como si ya de por sí no hubiese tenido una jornada fatídica, lo había mirado con esos ojos de cachorro abandonado y le había preguntado si podía leerle un poco más. A Lena le había encantado que Tom le leyera la noche anterior.
- Haces voces distintas para cada personaje.- Le había dicho riendo y deslizándose más dentro de las sábanas. Tom se sentó junto a ella en la enorme cama y la arropó de forma inconsciente.
- Si todos hablaran igual sería muy aburrido.- Había sido la respuesta de él.
Pero mientras leía cuentos no había creído que él y Lena acabarían decorando la página de un maldito periódico. Su vida era ya bastante complicada tratando de entender si era o no padre. No necesitaba que todo un país se lo preguntara también.
A lo largo de la tarde, mientras aún estaba en el estudio con Tim y Rich, lo habían llamado de muchísimos medios para pedirle entrevistas y declaraciones. Incluso su propia madre había llamado para saber si tenía una nieta y si iba a enterarse de ello por medio de los periódicos. Tom estaba tan irritado que había acabado pasándole el teléfono a Richard que se vio en la penosa tarea de decirle a la señora Chaplin que su hijo estaba en una situación delicada y que iba a llamarla más tarde.
Imaginaba que, para ese momento, Nat ya se había enterado de todo el jaleo que se había armado. De seguro estaba furiosa de que él y Lena hubiesen sido vistos en Londres. De seguro estaba convencida de que Tom ya había tomado su decisión y que no la incluía a ella para nada.
Abatido, tomó su teléfono celular. Marcó el número de su novia, sabiendo que ella no lo atendería, pero deseoso de dejarle un mensaje. Esperó a que sonara el bip antes de comenzar a hablar con voz cansada.
- Hola, Nat, soy yo. Estoy seguro de que estás muy cabreada conmigo en este instante y de que ya has visto las fotos que me tomaron junto a Lena en Londres…- Dejó escapar un suspiro.- Lo lamento, de verdad. No quiero que te hagas la idea equivocada de que no te quiero o algo así…- Se rascó la cabeza, confundido.- No es así. Fuimos a Londres porque decidí hacerme una prueba de paternidad, para saber qué diablos está pasando de una vez por todas. No sé si te sigue importando lo que haga o no, pero a mí me sigues importando tú. Te quiero. Me gustaría saber cómo estás.- Dudó si decir algo más o no. Finalmente, decidió despedirse antes de que se acabara el tiempo del mensaje.- Espero saber de ti pronto. Buenas noches.
Dejó el celular a un lado y se quedó mirando el techo interminables minutos, dándose cuenta de que todos los aspectos de su vida en ese momento eran inciertos y extraños y que se sentía ajeno hasta en su propio cuerpo.
La mañana del miércoles llegó arrastrándose desganada y algo gris. Tom no sentía el más mínimo deseo de salir de la cama o de ir a trabajar, pero la idea de quedarse allí encerrado con sus pensamientos y con Lena todo el día amenazaba con enloquecerlo. A duras penas se arrastró hasta el baño y se metió en la ducha.
Trató de relajarse bajo el agua caliente que le golpeaba la espalda. Cerró los ojos y se instó a sí mismo a no pensar, a olvidar todo aquello que tanto le complicaba la existencia. Inhalar, exhalar, concentrarse en cosas agradables y…
- ¡Papáaaaaaaaa!- Escuchó entonces y, maldiciendo por lo bajo, cerró la ducha y asomó la cabeza fuera de la bañera.
- ¿Qué sucede, Lena?- Gritó, tan fuerte como podía para que la pequeña lo oyera desde allí.
- ¡Ya me desperté!- Respondió ella, también a voces.
Suspiró, dándose cuenta de que el relax iba a tener que ser aplazado muy a su pesar, se enjuagó rápido el cabello y, envolviéndose en una toalla, salió de la ducha. Con toda la rapidez que pudo, se vistió y salió camino a la habitación de la niña, a quién encontró sentada, despeinada, entre un lío de mantas.
- ¿Por qué tardaste tanto?- Preguntó ésta con curiosidad, pateando las sábanas para librarse de ellas.
- Estaba en la ducha.- Tom abrió el armario y sacó la ropa de la niña.- Cosa de la que evidentemente tendré que despedirme ahora que estás aquí.- Farfulló para sus adentros, pesimista.- Vamos, levántate y bajaremos a desayunar.
Poniéndose de pie, Lena saltó sobre la cama, riendo.
- ¿Podemos quedarnos aquí jugando hoy?- Inquirió, mientras él trataba de atraparla, impaciente.
- Tengo que trabajar.- Contestó, haciendo todo lo posible para pasarle una camiseta por la cabeza.
- ¿Qué es lo que hacen tú, el tío Richard y el tío Tim?- Frunciendo el ceño, sin dejar de saltar, Lena sonó curiosa. Tom la miró extrañado.
- ¿Tío Richard? ¿Tío Tim?- Repitió.
- Ellos dijeron que puedo decirles así. ¿Qué hacen?- Insistió.
Tom se esforzó por conservar la calma. Iba a tener que golpear a sus amigos por darle más atribuciones a la pequeña. El “papá” ya sonaba lo suficientemente raro.
- Música. Hacemos canciones.
- ¿Cómo la de Barney?
- Espero que no.- Masculló, tomándola de un tobillo para que se quedara quieta. Lena cayó sobre las mantas revueltas, riendo sin parar y él al fin pudo acabar de vestirla.- Vamos a desayunar. Realmente me vendría bien un café…
Lena lo siguió hasta la cocina, aún con el pelo hecho un desastre y tarareando, para su disgusto, la maldita canción del dinosaurio.
Encendió la cafetera y se puso a revolver las alacenas.
- ¿Tú que quieres?- Preguntó distraídamente.
- ¡Chocolate caliente!- Exclamó entusiasmada, sentándose frente a la mesa de madera de la cocina.- Y galletas.
- Bien…- Sin muchas ganas, Tom buscó un par de galletas de vainilla, las puso en un platito y empezó a preparar el chocolate caliente para Lena. ¿Cómo podía levantarse con tantas energías cuando él deseaba poder acostarse a dormir un mes entero?
Sirvió el chocolate en una taza azul que sacó de la alacena y lo llevó lentamente a la mesa. Lena se paró sobre su silla, aplaudiendo y trató de agarrarla.
- Ten cuidado.- Musitó él, intentando apartarla.- Está caliente.
Demasiado tarde para advertencias. Lena le dio un manotón a la taza, que se volcó sobre el pecho de Tom y luego cayó al piso, haciendo un estruendo y partiéndose en una decena de pedazos.
- ¡Mierda!- Gritó él, dando un paso hacia atrás, cuando sintió que el hirviente líquido lo quemaba aún a través de la tela de su camisa, que empezó a exhibir una enorme marcha marrón.- ¡Te dije que tuvieras cuidado, Lena!- La regañó.
Ella se había quedado estática al golpear la taza y al ver el griterío y el enojo de Tom comenzó a llorar a voces, como si hubiese sido ella la que se quemara con el chocolate caliente.
Tom sintió que se le partía la cabeza.
- No llores.- Masculló, mientras buscaba algo con qué limpiar el desastre. Sin embargo, la niña ni lo oyó. Se inclinó a levantar los pedazos de taza rota y los tiró a la basura. Lena seguía en pleno llanto y le perforaba los tímpanos.- Ya pasó, Lena, no sucedió nada.- Dijo, en un intento de calmarla.- Ya lo limpié.
Aún así, la pequeña se había asustado y las lágrimas le caían en picada por el rostro. Se llevó las manos a los ojos y empezó a refregárselos. Era la imagen de la miseria y Tom se avergonzó de haberle gritado. Se acercó a ella y la levantó en sus brazos.
- Vamos, nena, sé que no lo hiciste apropósito.- Le dio un beso en la cabeza al tiempo que ella se aferraba a su cuello y escondía el rostro en su hombro.- ¿Te quemaste?
La miró como pudo, apretujada contra él como estaba, pero apenas sí se había salpicado su ropa nueva. Lloraba más por susto que por otra cosa.
- No quise gritarte, Lena…
Mortificado, la contempló unos segundos. ¿Y si nunca dejaba de llorar? ¿Y si alguien se enteraba que le había gritado? ¿Qué se suponía que tenía que hacer?
Oportunamente, empezó a sonar el timbre. Maldiciendo por dentro, Tom se encaminó hacia la entrada, con la niña sollozando y llenándole la camisa, ya de por sí sucia, de mocos y lágrimas.
- ¿Vamos a ver quién es?- Intentó animarla.- Quizás el tío Tim decidió pasar a buscarnos… o quizás el tío Rich quiere que juegues con su batería hoy. Te gustó golpearla el otro día, ¿recuerdas?
Lena hizo caso omiso. Apenas sí separó un poco el rostro y siguió frotándose los ojos. Tom suspiró, desesperado y abrió la puerta.
No conocía al tipo que estaba parado frente a él. Era casi tan alto como él, tenía el cabello negro, ojos oscuros y llevaba una gruesa campera de cuero y unos jeans desgastados. Tom trató de hacer memoria. ¿Quién era?
Antes de que pudiera decir nada, Lena empezó a chillar y patalear descontroladamente.
- ¡Suéltame, suéltame!- Gritaba, haciéndole daño en el estómago. Él la bajó sorprendido por su actitud. ¿Qué le pasaba?
Lena salió corriendo, perdiéndose más allá del vestíbulo.
Tom decidió volverse hacia el tipo de la puerta.
- ¿Sí? ¿Puedo ayudarlo?
Éste le sonrió levemente.
- De hecho, sí.- Le tendió la mano.- He venido a buscar a Lena.
Tom le había tomado la mano, pero se la retiró de inmediato al oír aquello.
- ¿Qué?
- Soy su padre. Maggie no pudo zafarse del trabajo y me envió por ella.- Explicó tranquilamente.- Mi nombre es Jake.
- Maggie dijo que ella misma vendría a buscarla…- Comentó Tom, extrañado.
- Sí, bueno, ésa era la idea…- Se encogió de hombros.
- ¿Usted es su padre?- Preguntó entonces Tom, sintiendo una especie de revoltijo.
- Sí.
- Maggie dijo que yo soy su padre.- Repuso con firmeza.
- No. Yo crié a la niña. Yo soy su padre.- El tono del tipo se volvió más duro.- Y tengo que encontrarme con Maggie en una hora, así que será mejor que nos vayamos.- Dio un paso, como para entrar en la casa, pero Tom se interpuso en el hueco de la puerta.
- Ella no mencionó que usted vendría a buscarla. Prefiero esperar a que ella misma venga.- De repente sentía una desconfianza enorme. Ese Jake no le caía en gracia.
- Seguramente se le olvidó decírtelo cuando te trajo a la niña. Ya conoces a Maggie.- Dijo con simpatía, pero Tom lo encontró falso.- Es una atolondrada. La conversación va de un lado a otro y ella simplemente olvida…
- Maggie no habló conmigo. Me envió una carta por medio de Lena.- Cortó con brusquedad.
Jake pareció dudar unos segundos.
- Claro, quise decir que debe haber olvidado escribir sobre mí en…
A Tom no le agradó nada la mirada de ese tipo. Parecía que había tomado algunas copas de más y que no tenía idea de qué estaba hablando. Era obvio que no sabía de qué carta hablaba.
- Por favor, voy a pedirle que se retire.- Dijo Tom, lo más autoritariamente que pudo, pensando que por nada del mundo dejaría que Lena se fuera con ese hombre.- Ahora.
- Oye.- Jake se acercó y le puso un dedo muy cerca de la cara.- Es mi hija y no voy a irme sin ella.
- Y yo voy a llamar a la policía a menos que se aleje de inmediato.- Tom avanzó hacia él levemente, sin saber de donde sacaba las agallas para enfrentarlo.- Lárguese.
- ¿Quién te crees que eres?- Espetó Jake y Tom terminó por abrazar la teoría de que estaba borracho.
- Soy el padre de Lena.- Dijo con convicción, sintiendo que era capaz de matar a ese tipo si le ponía un dedo encima a la niña.- Y le recomiendo que no se le acerque.
- No puedes…
Antes de que acabara de hablar, Tom sacó el teléfono y empezó a marcar el número de emergencia para llamar a la policía.
- Maldito maniático idiota.- Replicó el tipo, dándose media vuelta para salir corriendo de allí a toda velocidad, resbalando un poco con la nieve.
Tom cerró la puerta de inmediato, como si temiera que se volviera para entrar. Respiró entrecortadamente, confundido. ¿Quién era el padre de Lena? ¿Ese tipo o él? ¿Estaría diciendo la verdad? ¿Volvería junto a Maggie para reclamar a su hija?
En ese momento, Tom tuvo la profunda certeza de que no dejaría a Lena en manos de un hombre como aquel. Tendrían que pasar directo sobre su cadáver para ello. ¿Cómo se atrevía a ir a buscarla ebrio y decirle que él era su padre? La niña ni siquiera había…
¿Dónde estaba Lena? Tom frunció el ceño. Había hecho que la soltara y había corrido hacia el interior de la casa, pero no había vuelto a aparecer. Quizás se había asustado otra vez.
- ¿Lena?- Llamó, caminando hacia la sala, pero ella no estaba allí. Se apresuró a subir por las escaleras. Lo más probable era que estuviera debajo de la cama. ¿No le había dicho acaso que ahí se escondía cuando oía gritos?- ¿Lena? ¿Dónde te metiste?
No hubo respuesta. Entró a la habitación de la niña y se agachó junto a la cama, pero no había nada debajo de ésta. Comenzando a preocuparse, empezó a rastrear todo el piso de arriba, llamándola a los gritos. Llamándola a gritos, sin éxito.
Bajó nuevamente a la cocina. La puerta trasera que daba al patio estaba abierta. Tom corrió hacia allí, salió a la mañana invernal y la nieve cayó sobre él, que no llevaba más abrigo que la camisa manchada de chocolate. Y también cayó sobre él un miedo paralizante que no había conocido hasta el momento: Lena había desaparecido.
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