miércoles, 15 de abril de 2009

Wolf at the Door: Capítulo 4.

Se había ido a dormir con la cabeza hecha un torbellino. En su intento por entender algo de lo que estaba sucediendo, Tom había escarbado en su memoria una y otra vez tratando de recordar a alguna Maggie con la que pudiera haberse involucrado años antes. Cerró los ojos y se esforzó, pero estaba en blanco. No encontraba nada.
No por primera vez se arrepentía de los errores que había cometido en el pasado. Todo aquello no estaría sucediendo de no haber sido por su estupidez. Era espantoso estar allí, tratando de recordar si en sus noches de exceso había hecho algo o no.
Pero Lena no podía ser su hija. Simplemente estaba convencido de ello. ¿Cómo podía llevar cuatro o cinco años siendo padre sin haber sido consciente de ello? Era absurdo. Era un malentendido. Quizás la madre de la niña se había enrollado con algún otro Tom que había tenido problemas similares a los de él y estaba equivocada…
Demasiada casualidad.
Fuera como fuera, él iba a hacer lo correcto: llevarla a las autoridades para que decidieran qué era lo mejor para ella. Tom no tenía tiempo de ocuparse de una niña, de todos modos. ¿Qué haría con una criatura cuando se iba de gira? ¿Qué haría con una criatura cuando pasaba día y noche encerrado en el estudio? ¿Qué haría con una criatura cuando pasaba semanas arriba de un autobús viajando por todo el país?
Le parecía irónico que, justo cuando tenía la sensación de que su vida no podía ir mejor, su novia le echaba en cara todos los aspectos de él que no le gustaban y abandonaban una niña en su puerta. ¿Era posible que el mundo se complotara de aquel modo en su contra o había una mínima posibilidad de que todo estuviera relacionado? Que Nat planeara aquello no le parecía tan disparatado. Quería hacerlo crecer de golpe. Creía que una niña lo llenaría de tal responsabilidad que no le quedaría mas alternativa que…
No. Era demasiado cruel con la niñita, ¿o no? Ella se veía asustada. Era inaceptable que alguien la utilizara para hacerle entender un punto de vista.
Tom acabo durmiéndose, eventualmente, pero no estaba tranquilo y se agitaba en sueños. Daba vueltas y vueltas en la cama, incómodo.
Despertó confundido, con un pequeño tirón y un ruidito quejoso.
Abrió los ojos, alarmado y sorprendido. Alargó la mano y encendió la luz. Lena estaba parada junto a su cama, con los ojos abnegados en lágrimas, apretando con fuerza su conejo.
- ¿Qué te sucede?- Preguntó, somnoliento, con el corto cabello castaño cayéndole sobre la frente, alborotado, y sabiendo que ella no iba a decirle nada.
Lena sollozó con fuerza y se secó las mejillas con el puño de su remera.
- Mojé la cama.- Farfulló, con una vocecita muy aguda, tomándolo aún más por sorpresa.
Tom abrió la boca pero no logró decir nada en los primeros intentos. Lena pareció consternarse más.
- No te preocupes, no pasa nada.- Corrió las mantas y trató de ponerse de pie.- Vamos a arreglar todo y te irás a dormir otra vez.
Lena se apresuró a tomarle de la mano para seguirlo de regreso a la habitación. Estaba tan angustiada que Tom se compadeció de ella. Se inclinó y la levantó en brazos.
- No llores, Lena. No es para tanto.- La pequeña escondió la carita en su hombro y Tom acabó con el conejo apretado contra la boca.
Entró a la habitación de huéspedes. La cama estaba revuelta y había una mancha oscura de un lado. Suspirando, preguntándose qué demonios había hecho para terminar haciendo aquello, bajó a la niña en el pequeño y mullido sillón que estaba bajo la ventana y se puso a quitar las sábanas empapadas.
- ¿Dónde está mami?- Inquirió Lena.
Tom se volvió a mirarla apenado. ¿Qué se suponía que debía contestar?
- Tu madre tenía algo que hacer y por eso te quedas conmigo esta noche. Mañana en la mañana iremos a buscarla.- Se sintió culpable al mentirle. Pero, ¿qué otra cosa iba a decirle? ¿Qué él también pensaba abandonarla, pero en una estación de policía? ¿Quién era peor? ¿Él o la madre de la niña?
Ya empezaba a sentir remordimientos y aún no había hecho nada.
- Me dijo que iba a vivir aquí unos días, contigo.- Agregó ella, pasándose la manito por la nariz para quitarse los restos de llanto.
Tom se detuvo a mirarla con curiosidad.
- ¿Y tú sabes quién soy yo, Lena?
Ella asintió con la cabeza.
- Tú eres mi papá.
- Mierda.- Se dejó caer en la cama recién hecha. ¿Por qué la niña sabía aquello y él no? ¿O ella también estaba complotada para mentirle?- De acuerdo, demasiada charla por esta noche.- Le dio una palmadita a las almohadas.- Acuéstate y duerme, Lena.
Ella obedeció de inmediato. Tom la ayudó a trepar a la cama y la cubrió con las mantas limpias. La pequeña lo miró con intensidad, como si lo mirara por primera vez y Tom se fijó en lo verdes y brillantes que eran sus ojos…
Sintió que se le encogía el estómago. Se sentó junto a ella y la observó con más atención. Lena también tenía cabello castaño claro, liso y suave. Le llegaba por los hombros. Ahora podía verlo con claridad. Antes no le había prestado atención, porque estaba cubierto con el gorrito de lana. Pero ahora que la miraba…
¡No! Podía salir a la calle y encontrar una similitud con al menos diez niños en menos de una hora. Era ridículo. Estaba sugestionado por todo lo que estaba pasando. Que sus ojos fueran parecidos o que su cabello fuera parecido o que tuviera las mejillas iguales que él y…
Se le ocurrió una idea.
- ¿Sabes como se llama tu mamá, Lena?- Cruzó los dedos detrás de la espalda. Necesitaba un nombre y un apellido y con eso sería suficiente. Podría encontrarla y devolverle a la niña…
- Sí.- Aseguró ella.
- ¿Cómo?
- Mamá.
Frustrado, sintió que se desinflaba. La niña no tenía la menor intención de cooperar.
- ¿De verdad la vamos a ir a buscar mañana?- Quiso saber, tímidamente.
Tom no supo qué decirle. ¿Qué pasaría si él la llevaba a la policía y la dejaba allí? ¿Se encargarían las autoridades de buscar a su madre o simplemente la llevarían a algún internado hasta que alguien la reclamara o alguna otra familia se hiciera cargo? ¿Qué posibilidades tendría Lena dentro de aquel sistema tan injusto?
¡Pero no era su problema! Él no había pedido aquello. No podía hacerse cargo de aquella situación…
Tenía sus ojos y… ¿Y si Lena era realmente su… hija?
Demasiado pronto para utilizar esa palabra, rebobina, se dijo a sí mismo, algo alarmado.
Nat iba a descuartizarlo vivo si se enteraba de lo que estaba pasando. Tenía que encargarse de que Lena se ubicara en otra parte pronto. No era su problema si su madre la abandonaba. No quería decir que él debía tomar el lugar del padre que en realidad no era…
Pero, ¿y si…?
Tom volvió a la cama muchísimo más confundido aún, sabiendo que antes de ir hacia el estudio a la mañana siguiente, tendría que tomar una determinación.

- ¡Buenos días!
Tim y Richard levantaron la mirada cuando Tom entró a The Barn, el granero reformado en las afueras de Kent que hacía las veces de estudio. Richard se apartó su taza de café de la boca y Tim entornó sus ojos azules en dirección a su amigo.
- Eh… ¿Tom?- Musitó Rich, frunciendo el ceño.
- ¿Qué?- Preguntó éste con calma, bajándose el cierre de su abrigo.
- ¿Eres consciente de que tienes una niña colgando de la mano?- Inquirió Tim, haciendo una seña.
Tom miró hacia abajo. Lena parecía intimidada en aquel lugar nuevo y no lo soltaba. Se limitaba a observar todo sin separarse de él.
- Sí, soy consciente de ello.
Richard carraspeó. Tom dejó su abrigo sobre el respaldo de un sillón y le quitó a Lena su gorrito de lana, sus guantes y el enorme buzo suyo que había tenido que ponerle antes de salir a la fría mañana invernal.
- ¿Vas a seguir actuando como si esto fuera normal o vas a darnos alguna explicación?- Richard se apoyó contra la pared y observó como Tom hacía todo aquello.
- ¿Ves aquella mesa, Lena?- Masculló Tom, inclinándose junto a ella y mostrándole una extensa mesa contra la pared contraria, donde siempre tenían café y demás cosas para desayunar.- Ve y come lo que quieras.
Lena se volvió y se apresuró a inspeccionar qué clase de comida había. Tom fue encasillado inmediatamente por sus amigos.
- ¿Qué está pasando?- Tim lo contempló preocupado.
Restregándose las manos, supo que no servía de nada dar rodeos.
- Lena es… mi hija.- Respondió y Richard escupió un buen sorbo de café de forma ruidosa.- O algo así.
- ¿De que diablos estás hablando?
Tom suspiró. Esa mañana se había levantado, había metido a Lena en el auto y había decidido que lo mejor que podía hacer por el bien de la niña era dejarla en manos de alguien que supiera que hacía. Pero cuando llegó el momento de tener que dejarla allí, se arrepintió. No pudo hacerlo.
¿Y si de verdad era su hija? ¿Y si no lo era pero de todos modos la abandonaba a su suerte y por su culpa acababa teniendo una vida terrible y su madre nunca podía encontrarla? Quizás serían unos pocos días. Esa tal Maggie iba a volver por ella, tarde o temprano…
Estaba metido en un embrollo de los grandes.
- Ayer en la noche apareció en mi puerta. Tenía una carta que decía que era mi hija y que tenía que cuidar de ella hasta que su madre regresara…- Explicó. Ahora que pensaba las cosas más fríamente, no estaba seguro de que quedarse con ella fuera tan sensato. Estaba aterrorizado de que alguien dependiera de él.
- ¿Una carta? ¿De quien? ¿Quién es su madre?- Richard clavó sus ojos celestes en él y Tim lo secundó cruzándose de brazos, con las espesas cejas negras fruncidas.
- Su nombre es Maggie. Parece que la conocí en un bar en Hastings hace unos cinco años…- Buscó la carta que tenía en el bolsillo de su pantalón y se la pasó a Tim.- La verdad es que no la recuerdo…
Los dos se pusieron a leer a toda velocidad.
- Por amor de Dios, Tom…- Murmuró Tim, incrédulo.- ¿Qué pruebas tienes de que esto sea cierto? ¿No pensaste que alguien puede querer extorsionarte? No sabes si es o no tu hija…
- Yo también lo he pensado, pero… ¡mírala! Es igual a mí…
Richard se llevó una mano a la frente.
- Tom, cualquier niño se parece a ti.- Dijo, como si lo regañara.- Piensa, tonto. Eres una figura pública.
- Si saben cosas de ti, saben lo que pasó hace unos años. Pueden hacerte creer que te conocen y como tú no lo recuerdas…- Tim releyó la carta mientras hablaba, pero Tom lo interrumpió.
- Creo que los tres somos unos cínicos. Nadie me ha pedido dinero. Sólo me ha pedido que cuide de ella.
Se volvieron a observar a la niña que estiraba la mano para tomar una galleta de arriba de la mesa.
- Deberías llamar a la policía. Quizás haya alguien buscándola…- Tim le devolvió la carta.
- Iba a llevarla esta mañana, pero… ¿y si la envían a un orfanato o algo de eso?- Susurró Tom, como si temiera que ella lo oyera desde el otro extremo de la habitación.- ¿Qué le diré a su madre cuando venga a buscarla?
Richard lo estudió dubitativo unos segundos.
- ¿De verdad estás pensando en quedarte con ella hasta que su madre regrese, Tom? No es una mascota, no es algo con lo que puedes jugar si estás aburrido… es una niña.
- Lo sé. Y no estoy seguro de qué tengo que hacer con ella, pero… no quiero hacer nada incorrecto.- Sus mejillas se tiñeron de rubor. Tim le puso una mano en el hombro.
- No puedes tomar una decisión a la ligera. Piensa, Tom. ¿Estás absolutamente seguro de que puedes cuidarla? Sabemos perfectamente que tienes buenas intenciones… pero nunca se te dieron bien las obligaciones.
- Si crees que es tu momento de echarme en cara cada vez que he llegado tarde a un compromiso, Tim, olvídalo.- Lo miró con los ojos entrecerrados.- No puede ser tan malo. La tengo desde anoche y está bien, ¿no? Le di de comer y la llevé a dormir. Le cambié las sábanas cuando se orinó en la cama.
A Richard se le escapó una sonrisa.
- Trato de ver esa imagen en mi mente y no puedo.
- Enfrentémoslo, Tom, siempre creímos que serías el último en tener hijos y no sólo por el factor de la edad.- Agregó Tim, haciendo una mueca y contemplando a Lena, que iba por la quinta galleta.- Esto va a ser todo un acontecimiento. ¿Qué dice Nat al respecto?
Las mejillas de Tom alcanzaron un color semejante que parecía que las estuvieran prendiendo fuego por dentro.
- Bueno… en realidad…
Richard bajó la cabeza.
- Dime que lo sabe, Tom.
- Nop.- Se rascó la cabeza y los otros dos lo miraron con los ojos llenos de reproche.- ¡Es que anoche discutimos antes de que Lena llegara y no tuve oportunidad de hacerlo!
- Tendrás que hablar con ella.- Urgió Tim.- Si lo descubre por si sola la cosa se te va a poner muy fea.
- ¡Claro! Porque el hecho de que ya de por sí tengas que decirle que mientras estabas con ella te acostaste con otra mujer que no recuerdas y que tienes una hija de la que no sabías nada de… ¿cuánto? ¿Cuatro años?- Tom empalideció mientras Richard hablaba.
- Sí, creo que sí…
- Una hija de cuatro años de la que no sabías nada. Va a tomarlo estupendamente bien…- Dejándose caer en su sitio detrás de la batería, Richard le dio un último sorbo a la taza de café.
- Deja de asustarlo, Rich.- Tim tomó a su aturdido amigo por lo hombros.- Si quieres hacer lo correcto, tienes que hacerlo completo. Habla con Nat. Seguramente entenderá, si se lo dices con delicadeza…
Tom tragó saliva.
- ¿Cómo le dices algo así con delicadeza?
Ninguno de los dos le respondió.
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