El reloj lo estaba amenazando. Parecía hacerle burlas a medida que movía sus agujas una y otra vez, muchísimo más rápido de lo habitual. El maldito desgraciado sabía que Tom no deseaba que llegara la hora de irse a su casa y aceleraba el tiempo a propósito. Lo miró con ojos entrecerrados. Lo maldijo, ahí, tan seguro en lo alto de la pared.
- Estúpido.- Murmuró, malhumorado.
- ¿Qué te pasa?- Richard se sentó a su lado, con lo que debía ser la quinta taza de café que se tomaba en las últimas dos horas.
- Estoy preocupado. No quiero tener que decírselo a Nat. Va a matarme…
Lena estaba literalmente despatarrada en el suelo, cerca de la chimenea del estudio, haciendo garabatos en unas hojas de papel que Tim le había dado para entretenerla.
- Tal vez no lo tome tan mal.- Encogiéndose de hombros, Richard intentó sonar alegre.- Nat siempre ha estado cuando la necesitaste. Entiende que tuviste malos momentos. No puede culparte por lo sucedido…
- Claro que puede.- Refunfuñando, Tom se acurrucó en el sillón.- La engañé, ¿o no? Sea cual sea la circunstancia, ninguna mujer se toma eso a la ligera.
- Nat demostró que es distinta a otras mujeres, Tom. Cualquier otra te hubiese dejado cuando empezaste a meterte en problemas. Pero ella se quedó contigo. Te quiere y creo que planea quedarse a tu lado mucho tiempo…- Le guiñó el ojo en un intento de animarlo.
- No estaría tan seguro…- Le echó un vistazo a la niña que seguía inmutable del otro lado de la habitación.- Pero no tengo más opción que decírselo. Ocultárselo sólo serviría para alargar el sufrimiento.
- Eso es.- Le dio una palmadita amistosa.- ¿Por qué no la llamas y le pides que vaya a verte esta noche?
- Supongo que debería hacerlo. No creo que vaya por iniciativa propia después de lo de anoche.- Rascándose la cabeza, pensativo, sintió un nudo en el estómago. Miró a Richard, desesperado.- ¿No quieres quedarte a Lena por esta noche?
- No. Si es tu hija, eres tú quien debe hacerse cargo, Tom.- Se puso de pie y salió del estudio, en busca de Tim.
Tom sacó su celular del bolsillo y le dio vueltas en las manos, indeciso. Quizás podía estirar la verdad un par de días, y decírselo más adelante. Pero, ¿y qué si Nat decidía pasar de improvisto por la casa? No, era mejor ser precavido.
Marcó el número muy despacio y trató de relajarse, para sonar lo más normal posible. Ella lo atendió al tercer tono.
- ¿Hola?
- Hola, cariño. ¿Cómo estás?- ¿Le estaba temblando la voz? Porque él sentía que sí le temblaba…
- Hola, Tom…- Sonaba distraída. Quizás estaba ocupada en el trabajo.- Estoy bien, ¿y tú?
- Bien, estaba pensando que deberías ir a casa a cenar esta noche.- Dijo. Cuanto antes, mejor, pensó.- ¿Qué te parece?
Nat sonó incómoda. Ahora sí le estaba prestando toda su atención.
- Tom… ¿no recuerdas lo que hablamos anoche? Sería mejor que nos tomáramos un tiempo, que pensaras…- Le dijo con suavidad, como si le estuviera hablando a un niño.
Se va a llevar bien con Lena…
- Sí, lo recuerdo, pero es importante. Hay algo que quiero decirte.
- ¿Qué es?- Preguntó intrigada.
- No quiero decírtelo por teléfono, es mejor…- Levantó la mirada mientras hablaba y vio que Lena había abandonado sus dibujos y estaba a punto de tocar el enchufe de la guitarra eléctrica.- ¡No toques eso!- Exclamó alarmado, haciéndola retroceder de un saltito.
- ¿Con quién hablas?- Quiso saber Nat con extrañeza.
- Con…- Maldita sea, le estaban sudando las manos.- Con… Richard.
- ¿Con Richard?- Repitió incrédula.
- Sí. Con Richard. Estaba a punto de… eh… comerse mi sándwich.- Masculló, hablando rápido y sin pensar.- ¿Vas a venir esta noche o no?
- ¿Estás seguro que te encuentras bien? Estás raro, Tom.
- Estupendamente. ¿Irás?
Ella suspiró del otro lado. No parecía entusiasmada con la idea.
- De acuerdo. Iré.
Tom clavó sus ojos en Lena para ver qué estaba haciendo. Se puso de pie a toda velocidad y casi se atragantó con las palabras.
- Genial. Gracias. Te quiero. Adiós.- Cortó apresuradamente y arrojó el teléfono sobre el sillón, para salir corriendo y agarrar a Lena que estaba subiéndose a una pila de cajas tambaleantes.- ¿No puedes quedarte quieta ni un segundo?- Le dijo, bufando, mientras la ponía de nuevo en el piso.
- Me gusta eso. ¿Qué es?- Inquirió ella, señalando algo que estaba sobre una estantería. Tom siguió la dirección de su dedito y vio que se refería a un premio que se habían ganado hacía un par de años y que brillaba bastante. Tom sospechaba que Tim lustraba las estatuillas cuando nadie lo veía.
- Es un premio que nos dieron.- Respondió, bajándoselo para que lo viera. Lena lo tomó entre sus manos con cierta reverencia.- Es bonito, ¿verdad?
- Sí… parece de oro.- Los ojitos verdes grisáceos de la niña parecían no querer perder detalle.
- No creo que lo sea…- Tom puso el premio de regreso en su lugar y encontró a su lado una especie de muñeco que una chica les había regalado después de un concierto, que era una réplica exacta y bastante adorable de una especie de criaturita que aparecía en uno de sus primeros videos.- Mira esto.
- ¿Eso también es un premio?- Quiso saber.
- No, es un regalo que nos hicieron. Es un muñequito. Como ese conejo tuyo que arrastras por todas partes. ¿Dónde lo dejaste?- Preguntó, buscándolo. El pobre conejo ya había recorrido todo el granero en lo que iba del día y estaba cada vez más sucio.
- ¡Aquí está!- Exclamó, sacándolo de debajo de uno de los tantos pianos que llenaban la habitación.- Se llama Coco.
- Creo que Coco necesita un baño.
- A Coco no le gusta bañarse. ¿Cómo se llama ése?- Señaló el muñeco que Tom aún tenía en la mano.
- He oído que mucha gente lo llama Roxley.- Contestó.
- ¿Por qué?
- No lo sé, pregúntaselo a Tim.- Se lo dio.- Ahora Coco tiene un nuevo amigo. Quédate aquí y trata de no atentar contra tu vida mientras voy a buscar a los chicos, ¿quieres?
Richard y Tim estaban en la habitación siguiente, que era una especie de oficina desordenada y éste último se encontraba tecleando cosas en su computadora portátil. Rich leía sobre el hombro de su amigo.
- Lena tuvo dos intentos de suicidio en menos de veinte minutos. No existen correas para niños, ¿verdad?- Preguntó abatido, dejándose caer en una silla junto a ellos.
- Ánimo, Tom, ya te acostumbrarás.- Le dijo Tim, si quitar los ojos azules de la pantalla.
- Es que no sé si quiero acostumbrarme…- Se masajeó la frente, cansado.- No va a ser fácil hablar con Nat. No sonaba muy amigable.
- Se ablandará cuando vea a Lena.- Repuso Richard, con convicción.- Es una niña adorable.
Tom cruzó los dedos e imploró un poco de suerte.
El viaje de regreso a su hogar con Lena fue insoportable. No por la niña, sino por sus propios pensamientos.
Iba descontando las horas, minutos y segundos que faltaban para decirle la verdad a Nat. Imaginaba setecientas maneras diferentes en las que podría reaccionar su novia.
- ¿Una niña? ¡Tom, al fin empezamos nuestra familia, al fin tenemos todo lo que siempre quise!- Ésa era la más optimista y acababa con Nat arrojándose a sus brazos con lágrimas de alegría en el rostro.
- ¿Una hija de cuatro años? ¡Hijo de puta, sabía que tú…!- Los insultos se volvían más y más agudos y hacia el final de la escena Tom tenía una fuerte contusión en la cabeza y Nat empuñaba un cuchillo mientras aullaba como una loca.
- Bueno, Tom, no es lo que esperaba, pero ciertamente ya no lo puedes cambiar. Supongo que tendré que ayudarte a hacerte cargo de ella hasta que su madre regrese.- Ésa era su favorita. Nat tenía un leve resentimiento tangible en su voz, pero le ofrecía su apoyo de todos modos. Después de un par de días, todo estaría perdonado y volvían a la normalidad.
Le desabrochó el cinturón de seguridad a Lena cuando llegaron a la casa y la ayudó a bajar del auto. La niña llevaba entre sus brazos a Coco, a Roxley, una pila de papeles cortesía de Tim y un gastado palito de batería que Richard le había dado después de dejarla golpear los bombos por una larga y tortuosa hora.
Tom miró a su alrededor mientras abría la puerta de entrada. ¿Qué tantas esperanzas podía abrigar de que la madre de Lena apareciera justo en ese instante para solucionarle el problema?
Pensando que lo mejor que podía hacer era tratar de hablar con Nat en un ambiente agradable, Tom decidió tratar de cocinar algo que le gustara a su novia y poner algo de música pacífica de fondo. El único problema era que no podía esconder a Lena dentro de un armario hasta que hubiese tenido el tiempo suficiente de explicarse.
Fue directo a la sala y prendió la televisión.
- Ven, mira algunos dibujos animados mientras voy a la cocina y preparo la cena, ¿sí?- Sentó a la niña en el sillón y puso el control remoto en una mesita.
Lena abrió los ojos como platos y lanzó un gritito de incredulidad.
- ¿Eso es una televisión?
Tom frunció los labios. Quizás él estaba demasiado acostumbrado a su televisión extra-grande, pero para Lena debía ser como ir al cine. Por las condiciones de la ropa y las pertenencias de la pequeña, su madre no estaba en posición de darle lo mejor…
- Sí, y puedes mirar lo que quieras.- Le revolvió el suave cabello castaño y se encaminó a la cocina. Durante diez minutos revisó todas las alacenas y el refrigerador a fondo, pero no se le ocurría qué demonios preparar. Nunca había sido un gran cocinero, de todos modos, pero las circunstancias ameritaban un buen plato.
Agasajar a Nat para suavizarla. Qué estupidez.
Buscó el número de teléfono de un restaurante que quedaba cerca de allí y al que solía ordenar comida y pidió lo favorito de Nat y una hamburguesa con queso para Lena. ¿Qué se supone que debía darle de comer a una niña de esa edad?
Para atenuar los nervios, se puso a buscar las cosas para disponer la mesa en el comedor.
Estaba estirando el mantel cuando Lena apareció a su lado y lo observó con los enormes ojos verdes que tan parecidos a los suyos…
No.
- ¿Qué sucede?
- Quiero hacer pipí.- Masculló la pequeña.
- Ve al baño.- Respondió.
Lena frunció el ceño. Era evidente que le urgía ir.
- No puedo desabrocharme el pantalón yo solita…- Susurró, tirándose de los botones.
Tom la miró como si fuera una bomba de tiempo a punto de explotar.
- ¿No fuiste al baño en todo el día? Llevas puestos esos pantalones desde que te levantaste y…
- ¡Me hago!- Gritó Lena y Tom entendió que no era momento de interrogaciones. Sintiéndose algo incómodo, se inclinó junto a ella y le desabotonó el pantalón. Lena corrió al baño antes de que pudiera hacer otra cosa.
Aquello estaba sobrepasándolo. Antes de que Nat llegara iba a darse una ducha relajante que le diera algo de calma extra para cuando tuviera que enfrentar la…
Escuchó un ruido que le indicaba que acababan de abrir la puerta de entrada. Paralizado, dándose cuenta que el momento estaba llegando mucho antes de lo que había creído, oyó aterrorizado la voz de Nat.
- ¿Tom? ¿Dónde estás? Ya llegué.- Exclamó. Oyó que dejaba las llaves en el vestíbulo y empezaba a acercarse. Entró al comedor mientras Tom aún decidía si actuar como un hombre e ir directo al grano o si esconderse detrás de las cortinas antes de que lo viera.- Ah, ahí estás.
- Hola.- Saludó solamente. Miró hacia atrás. Ojalá Lena pudiera tardarse una verdadera eternidad en el baño.
- ¿Qué haces ahí parado?- Preguntó, pero no le dio tiempo a contestar. Estaba observando la mesa.- Qué bonito está esto. Nunca armas estas cosas para mí.- Se acercó y le dio un beso tierno.- Creo que alguien se tomó en serio la charla de anoche, ¿eh?
Tom enrojeció pero no fue capaz de decir nada. ¿Cómo debía empezar a decirle que no sólo no había hecho nada de lo que ella había exigido a gritos la noche anterior, sino que hasta la había embarrado aún más?
- Tuve un día larguísimo. Me alegra que me llamaras.- Se quitó el abrigo y lo dejó en el respaldo de una de las sillas.- Tuve que asesorar a una mujer que estaba completamente loca. Se quejaba por todo y terminé con una jaqueca terrible. Me dijo como mil veces que…
Tom se perdió muy pronto en las palabras de Nat. Era tan consciente de la presencia de su novia como de la presencia de la niña. Sabía que debía decírselo antes de que la pequeña apareciera, pero no estaba seguro de cómo sacar el tema.
- …así que acabó comprándolo de todos modos. Una pesadilla.- Concluyó ella, recogiéndose el largo cabello castaño, como hacía siempre que estaba cansada.- ¿Qué hiciste tú? ¿Fuiste al estudio?
- Sí.- Dijo. Se dio cuenta que no había más preámbulos que dar.- Hay algo que quiero decirte, Nat, y cuanto antes lo haga mejor.- ¿Por qué no había ordenado la comida para más temprano? Miró los cuchillos junto a los platos de porcelana y se arrepintió de haber puesto la mesa.- Anoche, yo…
Nat miró detrás de él, a una altura demasiado baja para hacerse ilusiones. Tom cerró los ojos y maldijo su mala suerte. Un minuto más. ¿No podían concederle un minuto más?
- ¿Tom?- Interrumpió, evidentemente confundida.- ¿Qué hace esta niñita aquí?
Tom se volvió a mirar a Lena, que mostraba la misma confusión. Miraba a Tom y a Nat alternativamente, como intentando entender qué sucedía. Empezaron a sudarle las manos y sintió el calor en sus mejillas. Buscó las palabras correctas para expresarlo de forma concisa, pero todo lo que logró decir fue…
- ¡Sorpresa!- Una rara sonrisa vaciló en su rostro. Nat lo miró, aún entendiendo menos.
- ¿Sorpresa? ¿Qué sorpresa? ¿Quién es?- Inquirió, frunciendo el ceño.
- Yo… es…- Tom recordó la primera vez que le había tocado hablar delante de miles de personas encima de un escenario. No había punto de comparación. Enfrentar a Nat era muchísimo más difícil. ¿Por qué Lena tenía que estar ahí paradita, tan quieta?
- ¿Qué sucede aquí?- Insistió Nat, poniéndose nerviosa ella también.
- Es… es mi… mi hija. La niña es mi hija, Nat.- Contestó al fin, tartamudeando.
De haber sido una situación distinta, la expresión de Nat hubiese sido de lo más cómica: abrió la boca varias veces, en vano, porque no lograba decir nada; sus ojos estaban gigantes, como dos platos de postres.
- ¿Qué clase de broma estúpida es esta?- Espetó, recobrando la compostura tras unos segundos. La brusquedad de su tono hizo que sus tribulaciones aumentaran.
- No es una broma, aunque yo también lo creí.- Repuso, haciendo un gesto tranquilizador.- Sé que te resultará complicado, Nat, pero Lena…
- ¿Lena? ¿Lena? ¿De donde demonios sacaste a esta niña, Tom?- Gritó, evidentemente sobrepasada de sensaciones.
- Cálmate.- Pidió él, dando un paso hacia ella.- Necesito contarte esto de una manera…
- ¿Qué edad tiene esa niña?- Interrumpió, alterada.
Tom se quedó en seco, aturdido por lo cortante de su voz.
- No lo sé… cuatro o cinco años, supongo…- Se encogió de hombros, como si eso no importara.
- Cuatro o… o cinco…- Repitió Nat, llevándose una mano al pecho, hablando más para sí que para él.
Tom se acercó, preocupado.
- ¿Estás bien?
- ¡No te me acerques!- Estalló, haciéndolo pegar un salto.- ¡Desgraciado! ¡Llevamos más de cinco años juntos! ¡Tú… tú…!
- Sé lo que estás pensando.- Apaciguador, habló suavemente.- Pero, cariño, fue un error. Aparentemente sucedió cuando…
- ¡No me importa cuando sucedió! ¡Tienes una hija de la que no sabía nada! ¿Hace cuánto me estás ocultando esto?- Los gritos estaban partiéndole la cabeza.
- ¡Desde anoche! ¡Me enteré anoche y por eso te pedí que vinieras, quería que tú…!
- ¡Hijo de puta, no puedo creer que te hayas acostado con otra!
- ¡Nat, por favor!- Tom se agachó en el preciso momento en que ella le arrojaba uno de los pesados platos de porcelana. Sí, había sido una mala idea poner la mesa.- ¡Escúchame un segundo! ¡No era consciente de lo que hacía, sucedió cuando…!
- ¡Anda, usa las mismas excusas que utilizas siempre que haces algo mal! ¡No me importa qué tan oscuro sea tu pasado, Tom! ¡No puedes hacerme algo así!- El segundo plato corrió el mismo destino. Estuvo a pocos centímetros de impactar contra él. Empezó a mirar los cuchillos con cierto temor.
- ¡No es una excusa! ¡Es la verdad! Nat, sabes que te quiero, yo no sabía nada de esto hasta que…
- ¡No me importa! ¡Eres un maldito desgraciado! ¡Eres un…!
- ¡Por favor, te lo ruego! Dos segundos, escúchame dos segundos.- Logró acercarse en un par de zancadas y sostenerla por las muñecas muy cerca de él.- Sé que esto no es lo ideal… pero pasó. No puedo hacer nada.
- ¿Quién es la madre de la niña? ¿Quién es?- Preguntó descontrolada.
- No lo sé, no la recuerdo. Simplemente la dejó en mi puerta y se fue. Y comprendo que estés enfadada…
- ¡Furiosa, Tom, estoy furiosa!
- Que estés furiosa, entonces… entiendo. Pero la madre de la niña vendrá a buscarla y nuestras vidas volverán a la normalidad en unos pocos días…
- ¿Normalidad? ¿A que demonios le llamas normalidad? ¿A que tengas hijos perdidos por el mundo sin que lo sepamos? ¿A que…?
- Estoy seguro de que Lena es la única. Sólo tenemos que cuidar de ella una o dos semanas y…
- ¿Tenemos? ¡¿Tenemos?!- Repitió, obligándolo a que la soltara. No recordaba que Nat tuviera esa fuerza…- ¡No me involucres en esto! ¡Hijo de puta!
- Nat, necesito tu ayuda, vamos…
- ¡No necesitaste mi ayuda para acostarte con la puta de su madre! ¡Arréglatelas solo, idiota!
- ¡No te enfades! ¡No tengo la culpa de que esto sucediera!
La cólera de Nat asomó en sus ojos, desbordándola. Levantó la mano y le dio una bofetada que resonó en toda la casa.
- ¡Vete a la mierda, Tom!
Se dio media vuelta, tomando su abrigo y, como un huracán de lo más potente, se encaminó a la salida y desapareció, dando un portazo que hizo temblar las ventanas. Tom se quedó muy quieto, con la mejilla latiendo por el golpe y sin poder creer cómo había salido todo.
Finalmente, había ganado la peor opción. Maldito número dos…
Se rascó la cabeza, dudoso. ¿Debía ir detrás de Nat y pedirle que hablaran? Quizás sería lo mejor, aunque eso acabara en uno o dos golpes más. No podía dejar que se fuera de aquel modo.
Bajó la mirada para pedirle a Lena que se quedara ahí mientras él iba por su novia y notó que la niña había desaparecido. Extrañado, miró alrededor.
- ¿Lena? ¿Dónde estás?- Llamó, sin obtener respuesta.
Se asomó al pasillo, a la sala, a la cocina. Al no encontrarla empezó a desesperarse. ¿Habría dejado Nat la puerta abierta y Lena se habría ido afuera? Subió las escaleras a toda velocidad, trepando por los escalones de dos en dos, para ir a ver las habitaciones. La suya estaba vacía, el baño también… corrió hacia el cuarto que le había dado a Lena y también parecía vacío.
Y entonces vio el piecito que asomaba desde debajo de la cama.
Se recostó en el suelo y levantó el cubrecama para espiar. Lena estaba acostada boca abajo, con las manos tapándose los oídos. Se las quitó cuando vio a Tom frente a ella.
- ¿Qué estás haciendo ahí?- Le preguntó, estirando una mano hacia ella para sacarla.
- Mami dice que cuando escucho gritos tengo que esconderme debajo de la cama, taparme los oídos y cantar la canción del trencito.- Explicó con la voz tan baja que casi no la oía.- Y que no debo salir hasta que ella diga que puedo hacerlo…
Tom sacó a la niña de debajo de la cama y ella se acurrucó en sus brazos, suspirando. Con el ceño fruncido, se dio cuenta que en ese momento, Nat no era su principal problema.
Lo que más le preocupaba era qué clase de vida había estado llevando su hija.
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