La noche estaba ya muy avanzada cuando Maggie Williams bajó del autobús y empezó a caminar con paso rápido las calles oscuras que la separaban de su hogar…
Hogar. Maggie tuvo ganas de hacer una mueca burlona. No podía pensar en esa casa como en un hogar. Un hogar es un sitio donde estás a gusto, donde estás seguro. Un lugar al que quieres volver. Un lugar donde la gente que amas te espera con los brazos abiertos…
Maggie apretó la tira de su bolso con ambas manos, poniéndose tensa. Era horrible regresar y saber que Lena no estaba allí. Pero aún así, a pesar de lo duro que era para ella estar lejos de su pequeña hija, sabía que había hecho lo correcto. Tom cuidaría de ella. O eso rogaba al menos.
Escuchó un ruido proveniente de un callejón cercano. El corazón se le detuvo por un instante, pero su experiencia le decía que no debía detenerse, así que trató de caminar un poco más rápido. Trató de escrutar por las calles mal iluminadas, pero todo lo que logró visualizar fue un gato escapando entre dos contenedores de basura.
Pensar en Lena no la ayudaba a mantener la calma. Nunca había creído que tendría que separarse de ella. Una madre no debería abandonar a su hija…
- No la abandoné.- Se dijo a sí misma quedamente, como si intentara darse fuerzas.- Iré a buscarla cuando todo esté solucionado…
La perspectiva de que todo acabara pronto y las dos pudieran ser felices juntas era lo único que la mantenía en movimiento. ¿De qué otro modo hubiese podido soportar dos empleos y la idea de volver a casa con un tipo que ni siquiera notaba la ausencia de la niña?
Maggie nunca había tomado buenas decisiones, pero esperaba que haber dejado a Lena al cuidado de Tom fuese la primera de muchas. Todavía recordaba cuando lo había conocido y no le había parecido una mala persona, aunque sí había creído que estaba demasiado perdido para recuperarse.
No había vuelto a pensar en él hasta hacía cosa de una semana, cuando por una de esas casualidades de la vida en que parece que lo que necesitas se pone justo frente a tus ojos, lo vio en una cafetería de Rye con otro hombre, conversando tranquilamente. Estaba muy cambiado: había perdido peso y tenía un corte de cabello distinto, pero sabía que era él: no había olvidado esa mirada. La veía cada día cuando estaba con Lena.
Sintiéndose muy nerviosa, había acabado siguiéndolo para ver donde vivía y la casa la dejó sin aliento. Sabía que Tom tenía dinero, sabía quién era, pero tener la prueba frente a ti es muy distinto. Allí Lena estaría segura. Y se convenció por completo al ver a la chica que suponía debía ser la pareja de Tom: era bonita y sofisticada. De seguro entre los dos podían mantenerla a salvo hasta que ella pudiera hacerse cargo de Lena otra vez.
Apesadumbrada, se dijo que al menos la niña disfrutaría de vivir un poco mejor un par de días. Maggie jamás podría ofrecerle ese tipo de vida a su hija. Pero podía ofrecerle un verdadero hogar, más feliz. Y eso era precisamente lo que estaba tratando de hacer.
A sus veintisiete años, Maggie había transitado muchos caminos equivocados. El único del que no se arrepentía era de haberse ido con Tom aquella noche, cinco años atrás. Ninguno de los dos estaba en buenas condiciones, habían bebido de más y ni siquiera se habían preocupado por tomar medidas lógicas antes de acostarse con alguien a quien no conocían. Sin embargo, esa noche había resultado en Lena y era lo mejor que Maggie hubiese tenido nunca. Era una razón para vivir.
Al enterarse que estaba embarazada, no se le pasó por la cabeza decírselo al que sabía era su padre: lo había visto una sola vez, en un estado deplorable y no sabía como localizarlo. No, su bebé no tendría padre, pero sería un comienzo nuevo.
Maggie dejó de beber y de frecuentar sitios que la arrastraban a la decadencia. Buscó un empleo mejor, pero en su camino se puso un hombre que parecía la salvación: ¿quién podría querer estar con una mujer embarazada de otro? Tenía que ser bueno y comprensivo. Con él estaría bien.
Pero había estado equivocada. El tipo se quedó con ella mientras le pareció divertido: cuando el embarazo empezaba a llegar a su término, el que creía su salvavidas en medio de un río interminable, se largó. Los últimos dos meses antes de tener a Lena se volvieron intolerables: a duras penas podía moverse, no podía trabajar, no tenía un centavo en el bolsillo, ni una manera adecuada de criar a la niña.
Instalada en un desvencijado edificio de dos pisos en Hastings, trabajaba de día en una tienda de renta de videos y de noche en un autoservicio en las afueras. Dejaba a la recién nacida Lena con una vecina algo mayor que cuidaba de ella sólo por hacer algo con su tiempo y que resultaba ser muy agradable.
Hasta que todo cambió una noche cuando llegó a su departamento después del trabajo y se encontró con una ambulancia y un lío de gente que iba y venía. Desesperada, entró a buscar a Lena y la pobre mujer, entre llantos, le explicó que la había dejado sola unos segundos para atender el teléfono mientras Lena tomaba su baño antes de dormir. Cuando regresó junto a la niña, estaba hundida en el agua y no reaccionaba.
A partir de ese momento, Maggie se reprochó haber dejado sola a su hija tanto tiempo y ya no quiso depender de otras personas para que la cuidaran. Conoció a un hombre lo suficientemente decente y se asentó con él. Gary trabajaba y ella se ocupaba de la niña. Eso era lo ideal.
Estuvieron juntos un par de años. Maggie no era feliz, no amaba a Gary, pero lo necesitaba. Sabía que él tampoco estaba exactamente enamorado de ella, que sólo le atraía como mujer. Siempre había sido muy bonita, con el largo y ondulado cabello rubio que le caía como una cascada en la espalda y los ojos claros. Pero también sabía que Gary no se conformaba con eso: tenía otras mujeres y no se molestaba en ocultarlo demasiado.
Maggie lo soportó por el bienestar de Lena: la pequeña necesitaba un padre, alguien que velara por ella. Pero cuando Gary comenzó a llevar a sus mujeres a la casa, Maggie supo que la situación se había desbordado, y se marchó con la niña.
Volvió a tomar dos empleos y destinaba una parte del dinero a dejar a Lena en una guardería de bastante buen nivel. Sólo sería temporal: tarde o temprano encontraría la manera de poder estar con su hija y buscar los medios para vivir.
Consiguió de nuevo el empleo que había tenido en el bar donde había conocido a Tom, pero esta vez ella se mantuvo entera. Los tragos eran para los clientes y ella ya no se iba a la cama con ellos. Había cambiado y no tenía la intención de regresar a aquellos tiempos.
Cierta noche apareció un hombre muy apuesto detrás de la barra. La cautivó enseguida, con su mirada profunda y sus maneras masculinas. Empezó a verlo muy seguido y, después de varias charlas entre cerveza y cerveza, accedió a irse a su casa con él. Quizás era su destino: encontrar hombres importantes en aquel antro mugroso. Primero el padre de su hija, y ahora Jake.
Jake parecía interesarse por Lena. No mucho después, los tres estaban viviendo juntos en una pequeña casita en una zona humilde en las cercanías de Hastings. Con algunas dificultades o no, Maggie sentía que al fin se estaba acomodando en la vida. Jake cuidaría de ellas y podría darle a Lena una vida un poco mejor.
Le llevó algún tiempo descubrir la verdad respecto a Jake. Pero la vio con claridad una noche, cuando él llegó ebrio y se enfadó con ella porque no tenía la cena preparada. Lena había estado con fiebre toda la tarde y no se había apartado de su lado. Ni siquiera había recordado que tenía que cocinar. Y tampoco se había imaginado las consecuencias.
Encerrados en la habitación que compartían, Jake la golpeó por primera vez. La golpeó durante mucho tiempo, tanto que Maggie creyó que se quedaba dormida entre bofetadas y llanto. Lena no oyó nada en aquella ocasión, pero pronto se volvió algo cotidiano y Maggie tuvo que enseñarle a permanecer lejos del disturbio.
- Cuando escuches gritos, cariño…- Susurró, acariciando el cabello de su hija, con las lágrimas corriendo por sus mejillas y los labios hinchados de los golpes.- Quiero que te metas debajo de la cama y te tapes bien los oídos. No importa lo que escuches, tú te meterás bajo la cama, ¿está bien?
- ¿Por qué, mami?- Había preguntado Lena, confundida. Sus ojos verdes mostraban una preocupación poco común en una niña de su edad.
- Porque te amo, Lena. Por eso.- Sollozó, abrazándola. Lo único que quería era que Jake no se desquitara con su hija.- Vas a hacer lo que mamá te dice, ¿verdad?
- Sí, mami. Me meteré bajo la cama y me taparé los oídos.- Repitió, obediente.
- Bien. Puedes cantar la canción del trencito también. Esa que te gusta tanto.- Trató de sonreírle.
- Arriba del puente y bajo del puente, el trencito pasará…- Canturreó Lena en voz baja y Maggie le besó la frente.
- Eso es.- La estrechó en sus brazos otra vez.- Eso es.
Se dio cuenta que no podían vivir un segundo más con Jake, pero temía demasiado las represalias para intentar dejarlo. ¿Y si se enfurecía y se descargaba con Lena? Prefería morir antes de permitir que el le pusiera un solo dedo encima. No, necesitaba un plan. Necesitaba enviar a Lena a un sitio donde estuviera segura para poder abandonar a Jake. Tenía que encontrar un lugar donde vivir con su hija y desaparecer de la vida de ese desgraciado.
Y Tom respondió a sus plegarias, cruzándose en su camino. Casi lloró de alivio al verlo. Parecía una especie de regalo del cielo o algo así. Nunca más oportuno.
Así que una vez que se decidió, escribió una carta y se llevó a Lena. En el camino hasta la casa de Tom, tuvo que explicarle a su hija lo que iba a pasar y ella se resistió con todas sus fuerzas.
- No debes tener miedo, Lena. Tom te cuidará. Él es tu papá.- Explicó, ajustándole la raída bufanda sobre el cuello.
- ¿Por qué nunca lo he visto?- Quiso saber la niña, extrañada y asustada.
- Porque tenemos vidas diferentes.- Respondió Maggie entre suspiros. Era lo más simple que podía decirle.- Pero él se hará cargo de ti y en unos pocos días estaré de regreso y nos iremos a una nueva casa.
- ¿Sólo nosotras dos?- Acurrucándose contra el abrigo de su madre, Lena apretó a Coco.
- Sí, sólo tú y yo. Ya no habrá nadie más.- Maggie se había prometido a sí misma no involucrarse con mas hombres. Estaba cansada del sufrimiento y del maltrato. No era vida para ella y para su pequeña. Había acabado con ello. Jake había colmado su paciencia.
Lena preguntó muchas cosas sobre Tom durante el resto del trayecto, cosas que Maggie no siempre podía responder. Trataba de repetirle una y otra vez que era un hombre bueno para que no desconfiara tanto, pero cuando llegó el momento de dejarla sola frente a la entrada de la enorme casa, a Lena no le importaba si su padre era Tom, Santa Claus o Winnie the Pooh. No quería separarse de su madre y empezó a llorar descontroladamente.
Maggie la calmó un poco y la escondió con ella detrás de un árbol justo cuando la novia de Tom salía de la casa y se metía en su auto para irse sola. Luego, por más que el corazón se le hacía trizas, se despidió de su hija, la obligó a que se quedara bien quieta, tocó el timbre y voló de allí.
Se quedó oculta detrás de la cerca de una casa contigua, espiando. La cara de perplejidad de Tom al ver a la niña y la de alarma al leer la carta no la alentaban demasiado. Parecía que nunca en su vida había tenido a un niño cerca. ¿Sabría realmente qué hacer con ella?
Sin poder mirar un segundo más, con un nudo en la garganta, se volvió y se alejó de la casa, dejando a su hija con un casi completo extraño.
Desde ese instante sólo pensaba en ir a buscarla de nuevo. Había pasado los últimos dos días trabajando, reuniendo dinero tanto como podía y buscando un sitio donde pudiera mudarse. Cada vez que salía para el trabajo, se llevaba alguna pertenencia y la escondía en su casillero en el trabajo. Si se llevaba las cosas de a poco, Jake no lo notaría.
El tipo no hizo ni la más mínima pregunta por la niña. Estaba demasiado ebrio para darse cuenta que no estaba. Lena era inteligente y, de todos modos, había aprendido a evitarlo.
Con una sensación de vacío, Maggie abrió la puerta y entró en la triste casita al final del camino. La luz era tenue y Jake estaba sentado a la mesa, pero hizo caso omiso de ella cuando apareció en la salita. Quitándose el abrigo, miró alrededor.
Deseaba largarse de allí cuanto antes. Pero más deseaba que Lena estuviera bien y que Tom no la hubiese abandonado. Era la única esperanza que les quedaba.
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2 comentarios:
QUIERE ALGUIEN PENSAR EN LOS NIÑOS??!!! xD
Que lindo capitulo, suena medio trola MAggie, pero es comprensible en sus estados de ebriedad.... TOOOOM (L)... asi me tuvo Adrus xD
Love ya Oruga!
Hola....
me has dejado con el suspenso todo el fin de semana...jajjaj...
I love Tom!!!..jaj..me alegra que ya acepto a su (hija?)....
que suspensoooooo..
Saludos desde Monterrey, Mexico!
:D
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