Tom se separó lo más lentamente que pudo, como si se negara a terminar aquel beso. Maggie deslizó las manos desde su rostro hasta sus hombros y sólo logró sostenerle la mirada unos segundos. Sus ojos estaban llenos de un brillo peculiar que Tom llegó a apreciar durante unos segundos antes de que ella apartara el rostro y se quedara sumida en una perpetua incomodidad.
Él, sin embargo, se apoyó contra la pared y la observó deambular por el reducido espacio de aquel apartamento, mientras ella simulaba seguir con su inspección, retrasando el momento de volver a mirarlo. Pero Tom no estaba avergonzado, ni sentía dudas, ni creía que había razón alguna para sentirlas: la había besado porque hacerlo había sido lo correcto. Si Maggie quería hacerlo y él mismo quería hacerlo, ¿por qué no? ¿Qué los detenía?
- Maggie…- La llamó con un suspiro, decidido a obligarla a que le prestara atención si era necesario. Detestaba que después de ese beso increíble ella se comportara como una niña de quince años a quien le roban un beso en la clase de matemáticas.
Pero antes de que pudiera realmente hablarle, su teléfono comenzó a sonar en alguno de los bolsillos de su abrigo y tuvo que buscarlo para atender. Maggie aprovechó su breve distracción para recomponerse y tomó una gran bocanada de aire para recuperar el aliento que Tom le había quitado con sus labios.
Se agarró del borde de la gastada mesada de la cocina y cerró los ojos con intención de calmarse y volver a la normalidad. No podía estar cediendo a aquellos impulsos. Ya no era la jovencita tonta y descuidada que Tom había conocido cinco años antes y que caía a cualquier tentación. Ahora, cada vez que ella se equivocaba, afectaba a Lena. Había cometido tantos errores en su vida, había hecho pasar a su hija por tantas cosas que ya no podía ser igualmente inconsciente. Tenía que evitar sucumbir a lo que fuera que Tom pudiera provocarle y dejar de enredarse con cuanto hombre le pasara por delante. Su salvación no estaba compuesta de testosterona. Su salvación estaba compuesta de su propio esfuerzo y de su propia independencia.
Tom volvió a aparecer en la entrada de la pequeña cocina y la miró con calma, como si no hubiese sucedido nada tan extraordinario, húmedo y electrizante. Cerró su celular con gracia y se lo puso otra vez en el bolsillo.
- ¿Nos vamos ya?- Preguntó y Maggie lo examinó sólo un segundo más en silencio, diciéndose a sí misma que enamorarse de Tom, por maravilloso o no que él pudiera ser, era una de las peores ideas que podrían ocurrírsele, y asintió con la cabeza para seguirlo con paso testudíneo de regreso al auto.
Como si de un brote de tuberculosis se tratara, Maggie evitó a Tom lo que quedó del día, refugiándose en jugar con su hija y huir al trabajo lo más pronto posible. Aquello no hizo más que provocarle una profunda sonrisa: si se mostraba tan nerviosa, era porque aquel beso había significado algo para ella. No se había equivocado al interpretar la manera en que Maggie se había apretado contra él, o cómo le había respondido, con tanta necesidad, con tantas ganas. Aún a pesar de todo lo que había sucedido entre ellos, todas las distancias, los problemas, las diferencias… no podían negar esa inmensa conexión de puro deseo que los unía. Y Tom seguía sonriendo cuando se fue a la cama esa noche, después de acostar a Lena y leerle un cuento.
Y seguía sonriendo como un idiota cuando llegó al estudio a la mañana siguiente, mucho más puntual que de costumbre. Dejó su abrigo y su bufanda descuidadamente sobre el respaldo del sillón, se sentó en el piano donde habitualmente podían encontrar a Tim sumido en la más absoluta concentración y paseó los dedos por el teclado blanco y negro, moviendo la cabeza al compás de una melodía de lo más armónica.
Richard y Tim se limitaron a contemplar el peculiar comportamiento de Tom durante un par de horas, sin que él se percatara de las miradas. Pero cuando hicieron un pequeño recreo para comer algo y Tom se quedó con el tenedor en el aire y absorto a no más poder en su propio mundo, sus amigos empezaron a exigir explicaciones.
- ¿Qué te pasa?- Fue Richard quien rompió el silencio, bajándolo de esa especie de luna en la que parecía inmerso, como si tirara de él con una cuerda.- ¿En qué estás pensando tanto?
- En nada.- Respondió éste, aunque sonriendo de la manera más sospechosa.
- No te había visto poner esa cara desde mil novecientos ochenta y nueve cuando le robaste un beso a esa compañera tuya del colegio que tanto te gustaba…- Los ojos azules de Tim estaban entornados.
- ¿En el ochenta y nueve?- Repitió Richard confuso.- Creí que la primera vez había sido en el noventa y dos, cuando…
- Rich, por favor, concéntrate.- Le pidió Tim con un ademán de fastidio.- ¿Y bien, Tom?
Las mejillas de Tom enrojecieron considerablemente y sus labios seguían tensos en la más amplia sonrisa.
- Bueno…- Susurró, algo azorado por el acoso de sus amigos.- No es una razón demasiado distinta…
Lo observaron con el ceño fruncido, como si no acabaran de entender a qué se refería, hasta que parecieron caer en la cuenta simultáneamente.
- ¿Tú y… Maggie?- Musitó Richard en voz baja, como si alguien más pudiera oírlos.
- Síp.- Se limitó a responder éste, llevándose algo de comida a la boca para tener una excusa para no tener que hablar por unos instantes.
- Pero… ¿cuándo? ¿Dónde?- Inquirió Tim, inclinándose sobre la mesa para acercarse a él.
- ¿Cómo que dónde?- Dijo Tom, con dificultad y tratando de no escupir nada.- ¡En la boca, estúpido!
Richard se llevó una mano a la frente, frustrado.
- Por Dios, Tom, coopera un poco, ¿quieres? Tim te está preguntando en qué lugar, dónde estaban…
- ¡Ah…!- Terminó de masticar, tragó y tomó un sorbo de agua.- Estábamos viendo unos apartamentos ayer y… sucedió.
Richard y Tim se quedaron esperando, como si pensaran que Tom iba a contarles algo más. Pero éste siguió comiendo sin inmutarse y decidieron meter un poco de presión.
- ¿Y?
- ¿Y qué?- Se rascó la barbilla, haciéndose el distraído.
- ¿Cómo sucedió? ¿Fue ella la que se acercó a ti o…?
- No, fui yo.- Contestó, impasible.- De repente pareció ser el momento perfecto para hacerlo…
- ¿Habías pensado en besarla?- Quiso saber Rich.
- No, no creo que se me haya pasado por la cabeza.- Se encogió de hombros.- Pero la vi y me di cuenta que no podía evitarlo…
- ¿Y qué te dijo Maggie?- Tim le sacó el plato para que no demorara las respuestas con la comida.
Suspirando, Tom se dijo que sus amigos no lo dejarían en paz hasta que no les contara todo.
- Me pidió que no lo hiciera. No le parecía buena idea, pero al mismo tiempo parecía tener tantas ganas como yo.- Trató de arrebatarle el plato de regreso, pero fue en vano.- ¿Me vas a dar eso?
- No.- Tim lo estudió, como si tratara de leer en él algo que no les estuviera diciendo.- Tal vez sólo estaba siendo sensata. Las cosas son complicadas entre ustedes, ¿o no?
- ¿Por qué deberían ser complicadas?- Privado de su comida, Tom siguió bebiendo agua.
- Bueno… lo cierto es que no se conocen, sólo se vieron una vez hace cinco años, durante todo este tiempo te ocultó que tienes una hija, aparece de nuevo en tu vida para abandonarla en tu puerta, cuando finalmente se reencuentran, te das cuenta que Maggie no lleva un modo de vida muy convencional…- Resumió Richard, pensativo.- ¿No te parece suficientemente complicado?
Tom le sonrió con cara de pocos amigos.
- Gracias por el informe, Rich, sólo te faltó agregar a Nat en la lista.- Casi se sorprendió de nombrar a su novia. Llevaba más de veinticuatro horas sin pensar en ella y se le antojó extraño.
- Lo que queremos decir es que con Maggie no es como salir una noche a un bar y acabar con una chica cualquiera, a la que puedes no volver a ver en tu vida.- Explicó Tim con la paciencia de un santo.- Tienes obligaciones con ella, vínculos. No puedes besarla sin analizar más a fondo la situación. No puedes dejar cosas inconclusas.
Perdiendo el apetito por completo, Tom apoyó la mejilla en su puño cerrado y miró a los otros dos.
- Supongo que tienen razón…- Murmuró.- Quizás cometí un error al no tener estas cosas en cuenta antes. Pero no sé qué quiero. Me gusta estar con ella, me gusta que hablemos y todo lo demás… pero, ¿qué hay de Nat?
- ¿Crees que Nat volverá contigo aún a pesar de tu nueva situación? Ahora tienes una hija con otra mujer, Tom.- Replicó Richard, tan lógicamente como pudo.- Y te dejó en claro que no quiere ser partícipe de algo como esto.
- ¿Y si Lena resulta no ser mi hija?
El silencio cayó sobre ellos como un velo. Tim y Richard volvieron a mirarse y tras unos segundos, la profunda voz de Tim inundó la soledad del estudio.
- Tienes que dejar de esperar que los exámenes de paternidad resuelvan tu vida, Tom. Ya estás demasiado involucrado.
Tom sopesó sus palabras pero no tuvo ánimos de llegar a una conclusión en ese instante, así que trató de dejar la mente en blanco.
Durante un par de días las situaciones fueron más que fortuitas para evitarse. Tom volvía tarde del estudio, apenas a tiempo antes de que Maggie tuviera que irse a trabajar y se quedaba solo con Lena hasta que ella llegaba a la madrugada, pero Tom se iba antes de que se despertara.
Ambos sabían que estaban comportándose como dos idiotas. Él sabía que no podía prolongar la cuestión mucho más. Tarde o temprano tendría que sentarse a hablar con ella, pero no estaba seguro de lo que debía decirle. Y Maggie pensaba en el beso que se habían dado y temía volver a tomar el camino erróneo en su vida, así que temía el momento en que Tom quisiera hablar.
Había más confusión en esa casa desde que se besaran que cuando Lena había aparecido en la puerta de Tom. Por un lado, ninguno de los dos se arrepentía, habían disfrutado de ese breve contacto más que de cualquier otra cosa en sus vidas. Y sin embargo, por el otro, no sabían qué diablos hacer con eso.
Maggie tenía la más absoluta certeza de que no tenía que tener miedo de Tom. Algo dentro suyo le aseguraba fervorosamente que él jamás la lastimaría, pero aún así, no sabía qué pensaba él. Después de todo, había sido Tom quien diera el primer paso, el que insistiera en besarla, el que la había apretado tan fuerte contra la pared de esa descuidada cocina. ¿Y si se había sentido herido por su rechazo? Había momentos en que sentía que lo conocía, pero no era verdaderamente así. No conocía los sentimientos de Tom, ni sus pensamientos. No estaba familiarizada con él.
Sabiendo que muchas veces había pasado por cosas más difíciles que encontrarle explicación a un beso, Maggie se armó de valor y se preparó a terminar con aquella especie de pacto de silencio que se había creado entre ellos. Estaba viviendo en la casa de ese hombre y lo mínimo que podía hacer por él era asegurarse de que todo estuviera bien. y si por lo sucedido, Tom ya no la quería allí… bueno, no sería la primera vez que se quedaba sin techo, ¿o sí?
Cuando Lena se percató que Maggie planeaba cocinarle una buena cena a Tom en la única noche libre que tenía cada tanto, corrió escaleras arriba y bajó nuevamente, entusiasmada, cargando el jueguito de cocina que Richard le había obsequiado unos días antes. Empezó a desparramar cacerolas y sartenes de plástico en la mesa de la cocina y simuló cortar los ingredientes de plástico, quitándole el delantal a su madre para vestirlo ella misma.
- ¿Puedo usar lo mismo que estás usando tú?- Preguntó, asomándose a la mesada para ver qué estaba haciendo Maggie.
- ¿Qué te he dicho un millón de veces, Lena?- Replicó ésta en cambio.
La pequeña soltó un suspiro desilusionado.
- Que no se juega con la comida.- Tamborileó los deditos sobre la mesa, antes de ponerse a fingir que cortaba un pedazo de carne de plástico.- ¿Puedo ir al estudio con papi mañana?
- Es su lugar de trabajo, cariño, no deberías estar merodeando por ahí.- Maggie dejó caer los ingredientes que había estado picando en una cacerola y lo revolvió con una cuchara de madera para que no se le pegara.
- Pero quiero ver al tío Tim y al tío Rich. Ellos me dejan jugar…
- Bueno, entonces tendrás que preguntarle a Tom cuando regrese.
Siguieron cocinando un buen rato y Lena no paraba de hablar. Parecía haber alcanzado la edad en que los niños no paran de hacer preguntas y remataba todas las palabras de Maggie con un ya muy irritable ¿por qué?
El sonido en la puerta de entrada les indicó que Tom acababa de llegar. Maggie estaba probando la salsa que había preparado, para ver si le faltaba algo cuando él entró en la cocina, aún con el abrigo puesto y unos pocos copos de nieve engarzados en el cabello castaño claro. Esbozó una pequeña sonrisa al verlas y se acercó a Lena para saludarla.
La niña se paró sobre su asiento y le echó los bracitos al cuello mientras él le plantaba un beso en la frente.
- Hola, papi.
- ¿Qué estás haciendo?- Le preguntó él, examinando el desparramo de cacharros de plástico.
- Como mami está cocinando para ti, yo estoy cocinando para Coco.- Explicó alegremente, volviendo a lo suyo.
Tom clavó los ojos verdes en Maggie por primera vez en varios días y ella centró su atención de inmediato en la cena. Con dos o tres pasos de sus largas piernas, Tom llegó junto a ella. Se apoyó en la mesada y la miró, con calidez.
- ¿Estás cocinando para mí?- Quiso saber en voz baja.
Maggie sonrió y continuó revolviendo.
- Sí. Tengo la noche libre y… bueno, todavía no he tenido la oportunidad de agradecerte todo lo que has hecho por nosotras.- Comprobó la temperatura del agua que había puesto a hervir en la otra hornalla.- Quizás cocinarte no sea lo mejor, pero…
- Es perfecto.- Interrumpió él.- Sólo como comida casera cuando voy a casa de mi madre. Creo que me vendrá genial dejar la comida chatarra por un día.- Le robó un pedazo de queso que ella estaba rayando y se lo comió.- No sabía que tenías la noche libre.
- No tuve la oportunidad de decírtelo, no hemos hablado mucho últimamente.- Masculló Maggie, no sin un dejo de incomodidad.
- Sobre eso…- Sintió que se ponía tensa a su lado.- Somos dos estúpidos, ¿no crees? Nos estamos comportando como dos niños.
- Sí, tienes razón. ¿Puedes bajarle el fuego a eso?- Distraídamente, señaló la primera olla con un ademán de la cabeza. Tom se apresuró a hacerlo y ella lo observó unos instantes.- ¿Quieres…? ¿Quieres que hablemos al respecto?
Tom le echó un rápido vistazo a Lena, que imitaba a su madre revolviendo una salsa imaginaria.
- Más tarde.
Lena y Tom se encargaron de poner la mesa, aunque en realidad él estaba más atento a que a la pequeña no se le cayeran los pesados platos de porcelana, mientras Maggie le daba los toques finales a la comida. En un costadito de la mesa, junto a su sitio preparado con almohadones para que pudiera llegar a su plato, Lena sentó a Coco, con un platito diminuto de plástico color blanco que parecía de porcelana china, con motivos de flores en color rosa.
Mientras cenaban la pasta que Maggie había preparado y que Tom tuvo que admitir que era una de las mejores que había probado (o quizás se debía a que era una comida verdaderamente casera), se centraron en temas de conversación totalmente triviales de manera casi inconsciente, como si quisieran despistar a alguien sobre la conversación más seria que tendrían más tarde.
- ¿Cómo te fue en el estudio?
- ¿Cada cuánto tienes días libres?
- ¿Has visto el dibujo que hizo Lena esta tarde?
- Mm, hoy Richard…
- ¿No crees que le falta un poco de sal?
- Ya no puedo escuchar esa bendita canción de Pocahontas de nuevo, Lena, ¿cuándo vas a ver una película nueva?
Cualquiera que los observase de afuera hubiesen visto la perfecta imagen de una familia que comparte el vestigio del día que ya pasó, e incluso ellos dos eran conscientes de lo agradable que llegaba a ser aquello y los ponía aún más nerviosos.
Tom había pensado todo el día, cada segundo, en llegar a casa y retener a Maggie lo suficiente antes de que se fuera a trabajar para hablar con ella, pero eso no quería decir que estaba del todo seguro de lo que quería decirle. Sin embargo, asombrosamente, ahora que se encontraba cenando con su hija y la madre de su hija, estaba tan a gusto que se confió en que las palabras correctas saldrían de sus labios cuando fuera preciso.
Maggie apoyó su tenedor en el plato y bebió un trago de su vaso y ése sólo instante le alcanzó para reflexionar y darse cuenta que a veces el miedo no es precedente de algo malo, sino de algo nuevo y excitante que puede estar a punto de suceder. Fue consciente de que tenía tanto miedo de cometer más errores que no se había detenido ni un segundo a pensar que quizás todo aquello podía no ser una nueva equivocación, sino un nuevo comienzo…
Mientras ella lavaba los platos, Tom llevó a Lena arriba y se encargó de que la niña se pusiera su pijama, se lavara los dientes y se metiera en la cama. Luego, como si estuviese vengándose por lo que había dicho sobre Pocahontas, lo obligó a que le cantara una canción de Barney que a Tom le dio ganas de pegarle con un palo de críquet a la televisión.
Maggie había preparado algo de té y estaba poniendo la bandeja sobre la mesita de la sala cuando Tom regresó abajo. Se rascó la cabeza distraídamente, preparándose por dentro para lo que venía.
- ¿Se durmió?- Preguntó ella, restregándose las manos, como si en realidad estuviera esperando una excusa para aplazar la charla.
- Sí, creo que las canciones de ese maldito dinosaurio son como un sedante para los niños…- Se dejó caer en el sillón y aceptó con una sonrisa la taza que Maggie le alcanzaba antes de sentarse a su lado.- ¿Quieres…?- La miró inseguro. Por la expresión que tenía en el rostro, a ella tampoco le hacía gracia tener que sentarse a hablar de aquel asunto.
- Quiero que hablemos.- Dijo en cambio, tomándolo por sorpresa.- Nos hemos estado evitando en vano y es una tontería.
- No era mi intención evitarte tanto, Maggie.
- Está bien. Sólo hay una cosa que quiero saber.
- ¿Qué?
Ella se armó de valor, como si preguntarle lo que tenía en mente fuera extremadamente difícil.
- ¿Quieres que me vaya de aquí, Tom?
Él se quedó en silencio, asombrado, porque esperaba muchísimas preguntas pero no precisamente ésa. ¿Qué tenía que ver?
- ¿Por qué querría que te fueras?- Inquirió, frunciendo el ceño.
Encogiéndose de hombros con una sonrisa distraída, Maggie apoyó su taza en la bandeja.
- Creí que después de lo que pasó no te animabas a decirme que…
- Quiero que me escuches con atención.- Tom también apoyó su taza y se sentó todavía más cerca de ella.- No importa qué haga yo, cuán incómodos nos sintamos o cuánto nos besemos…- Maggie enrojeció por completo.- Jamás las echaría de aquí por algo así. Jamás.
Asintió, sintiéndose mucho más tranquila. No tendría que llevarse a su hija a vivir a cualquier parte para salir del paso…
- Gracias, pero…
- Pero nada.- Tom posó dos dedos sobre los labios de ella, por puro impulso.- Basta, Maggie. ¿Por qué eres tan complicada, tan testaruda? ¿Por qué no puedes dejar de pelear contra todo y simplemente quedarte aquí?
Ella esperó. Sin embargo, Tom no quitó los dedos de su boca, como si no se hubiese percatado de ello y Maggie separó los labios y habló entre ellos, suavemente.
- Porque me agradas y no quiero que todo termine en un desastre.
Ladeando la cabeza para mirarla mejor, Tom trató de comprender.
- ¿Desastre?
- Vamos, Tom.- Lo tomó de la muñeca y liberó sus labios de su tacto.- Sabes a que me refiero. He estado aquí unas pocas semanas y ya…
- ¿Te preocupa que te bese y todo se ponga raro entre nosotros?- Quiso saber él, que estaba inusualmente cerca. Si aquello no estaba ya raro entre ellos, entonces no tenía ni la más pálida idea de qué estaban hablando.
- No tengo tiempo para estupideces. Tengo que ocuparme de Lena, tengo que conseguir…
- Trabajo, apartamento…- Completó él, sabiendo lo que seguía.- Esto no tiene nada que ver con eso.
- Pero me distraes.- Admitió ella, muy a su pesar.- Haces esas cosas que me descolocan por completo, trato de ignorarlo para no ser la misma idiota de siempre y resulta que a partir de un solo beso mi vida gira en torno a la razón equivocada.
A Tom le gustó saber que podía descolocarla, aunque no estaba seguro por qué.
- Quizás estás complicando lo que en verdad es muy simple.- La recorrió lentamente con los ojos verdes, olvidándose de cualquier pensamiento que le cruzara por la cabeza. Era como si le provocara una amnesia instantánea.
- ¿A qué te refieres?- Maggie se puso tensa al notar el brillo en su mirada. Era el mismo que le había visto segundos antes de que la besara.
- Me refiero a que… si tengo ganas de besarte y tú te mueres de ganas de besarme a mí… ¿por qué ponernos tan melodramáticos?- Se acercó un milímetro más.- ¿Por qué no darnos el gusto?
Esta vez fue Maggie quien le puso dos dedos en los labios, en un intento de frenarlo.
- Porque no tengo quince años. No soy una niña que simplemente puede darse el lujo de besar al chico de la escuela que le gusta. Las decisiones que tomo, grandes o pequeñas, afectan mi vida, Tom. Y tú me ensañaste eso.
- ¿Cómo?- Susurró él.
- Apareciendo en mi camino hace cinco años. Fui descuidada, irreflexiva y acabé embarazada.
Tom percibió el verdadero temor en su voz. Un miedo que nunca había notado en ella antes, porque alcanzaba proporciones más grandes que cualquiera de las sensaciones que la había visto experimentar.
Besó sus dedos dulcemente y ella los apartó de golpe.
- No voy a lastimarte, Maggie. Creí que sabías eso.
- Es que no sólo tengo miedo de que las cosas salgan mal.
- ¿Ah, no?
- También tengo miedo de que salgan bien.
Sin poder contenerse, estiró la mano y le acarició el cabello, en un intento de calmarla.
- Quisiera hacer algo para que no te sintieras así…
Teniéndolo tan cerca, Maggie revivió las sensaciones que le había provocado al besarla: el alivio, la esperanza, el bienestar… y ansió sentirlo todo de nuevo. Lo peor de aquella situación era que Tom quería ayudarla a sentirse diferente y podía hacerlo. Besándola, estrechándola en sus brazos, los miedos de Maggie se esfumaban, como se esfumaba el frío invernal al derretirse a la vera del fuego de la chimenea encendida.
Tom entendió lo que ella pensaba sin que tuviera que decírselo y se percató de que por dentro Maggie luchaba con una profunda confusión. Se inclinó hacia ella, decidido a mostrarle un camino que borrara sus dudas.
Esta vez, Maggie se dijo que no se resistiría para nada en cuanto vio que Tom se acercaba a besarla otra vez. Si las cosas debían ser así y las dos soluciones que se le presentaban iban a ser igualmente nefastas, ¿por qué no abandonarse un rato a lo maravilloso de sentir los besos de Tom y recompensarse de ese modo por todas las noches dolorosas que le habían tocado vivir?
Sus labios se encontraron con mayor avidez que la última vez. Tom pretendía a toda costa hacerla olvidar un rato de todos sus temores y la estrechó por la cintura para pegarla a él lo más posible.
Entre ellos fluía un sabor peculiar. No ya de desesperación, sino de ganas. Deseo que se licuaba en la sangre de ambos e iba aumentando a medida que Maggie se abandonaba en brazos de Tom, sin importar más nada que lo bien que se sentía allí.
Acomodándose en el sillón para quedar más de frente a ella, Tom puso la rodilla flexionada sobre el mullido almohadón e instó a Maggie a que se dejara apretar contra su pecho. Ella, casi sin darse por enterada de lo que sucedía porque estaba demasiado ocupada en sentir con libertad, apoyó las manos sobre sus hombros para sostenerse y respiró el perfume fresco y masculino que Tom emanaba de todos los puntos de su piel.
No demoró mucho más en ser consciente de que si no se detenían en ese preciso instante, no sería fuerte como para soltarla antes de que la temperatura aumentara lo suficiente para empañar las ventanas. Sintió el cosquilleo de calor subiendo desde los dedos de sus pies hasta la parte superior de su cabeza. Las manos de Maggie estaban frías contra su cuello, pero en lugar de calmarlo, parecían encenderlo más con su dulce contraste.
En sus treinta años, Tom había recibido innumerables besos. Besos de amor, besos de amistad, de cariño, de fuego carnal y urgente… pero nunca como aquel. Nunca como ese que parecía combinar todo lo que alguna vez había experimentado en algo que amenazaba con volverlo loco. Con incendiarlo por dentro con una necesidad gigantesca de abrazarla lo más fuerte posible, de estrechar su piel desnuda contra la de él, de recostarla en ese sillón y ponerse sobre ella para aplastarla delicadamente primero y salvajemente después, cuando su control alcanzara el punto límite y no pudiera pensar en más nada que de llenarse del sabor, la esencia y el aroma de Maggie…
De haber estado en su sano juicio, hubiese meneado la cabeza, riéndose de sus ideas, de esas cosas que nunca había pensado en su vida, o al menos no de aquella manera que lo hacían pensar en esas novelitas eróticas que Nat siempre dejaba en la mesita de luz. Nunca había tenido la idea de protagonizar una escena de aquellas, pero Maggie lo estaba haciendo hervir con sólo devolverle el beso y temía las alucinaciones que iban creciendo en alguna parte delirante de su cabeza.
Abrió los ojos un instante, sólo para enardecerse más al verla aferrarse a él con ansias. Desde lo profundo de su garganta se escapó un suspiro que murió en la boca de Tom. Como si esa proximidad no fuera suficiente, Maggie se dejó llevar y deslizó ambas manos frías bajo la ropa de Tom y entró en tortuoso contacto con su espalda, acariciándolo suavemente, enloqueciéndolo a una velocidad impensable.
Tom se apartó brevemente. Inclinó la cabeza, ladeándola despacio y depositó una serie de besos húmedos en el cuello de Maggie. Con reticencia, apartó los labios de su piel, cuando aún le quedaba algo de lógica.
Hizo todo lo posible para hablar con normalidad, pero su voz se había convertido en un gruñido ronco que logró que Maggie se apretara más contra él y clavara los dedos en su espalda.
- Sería mejor…- Ya sin gana alguna de portarse bien, Tom tiró del borde de la remera de Maggie y comenzó a levantarla para quitársela.- Sería mejor que fuéramos a mi habitación, antes de que Lena…
- ¡Mami!- Se escuchó con total puntualidad.
- … se despierte.- Completó Tom, sintiéndose repentinamente abatido.
El grito de la niña fue todo lo que Maggie necesitó para reaccionar, aunque no sin cierta frustración. Removió sus manos de debajo de la ropa de Tom, pero dejó caer el rostro en el hueco de su cuello para recuperar el aliento y la compostura.
- Demonios…- Dijo en un quejido bajo y casi inaudible. Se pasó la lengua por los labios, como si tuviera que quitarse los vestigios del beso para que nadie advirtiera lo que había pasado.
En vez de soltarla, Tom la retuvo con firmeza.
- Los niños no te la ponen muy fácil, ¿verdad?- Susurró, con la respiración algo agitada y buscando un modo de que aquello no se cortara en seco.
- Quizás…- Levantó los encendidos ojos celestes hacia él, como si en ellos brillara alguna remota esperanza.- Quizás sólo está soñando y vuelva a dormirse…
- Quizás.- Repitió Tom con una sonrisa torcida que a Maggie le hizo latir el corazón desbocadamente y se aproximó a ella para besarla otra vez.
- ¡Mamáaaaaaaaaaa!- Oyeron nuevamente y en esa ocasión, se desinflaron como dos viejas pelotas de playa.
Maggie se arregló la ropa y, reticente, se puso de pie.
- Voy a ver qué sucede.- Lo miró intensamente unos segundos que a Tom le parecieron la más deliciosa eternidad.- Buenas noches, Tom.
- Pero…- Farfulló él, sintiéndose súbitamente confuso. ¿No podía subir a ver a la niña y volver a lo que les competía allí abajo en la comodidad del sillón y la oscuridad de la noche que suplicaba que alguien hiciera el amor de una maldita vez en aquella casa?
Ella percibió la desilusión que brotaba de Tom y se agachó hacia él. Lo besó fugazmente pero con una calidez que él sólo fue capaz de describir como hermosa. No fue capaz de decir más nada, porque no estaba segura de cuál sería la cosa más adecuada para decir. En silencio, y dejándolo algo aturdido, Maggie se volvió y se encaminó hacia las escaleras, para subir al segundo piso donde en la soledad de su inmensa cama, Lena había tenido una horrenda pesadilla.
Tom, en cambio, se quedó allí sólo en la sala, reviviendo todo lo que acababa de suceder con un zumbido de confusión en lo más profundo de su cabeza, hasta que las llamas de la chimenea se extinguieron por completo. Aún así, no se percató de ello, porque dentro de él ardía un fuego propio que no podría apagar por lo que quedaba de aquella noche.
*********************************************************
Dedicado a Uma que me ayudó a hacer realidad la fiesta de Timmy. Gracias!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
...Fácil mi capitulo favorito..por ahora ;)!
sigue asi!!..que talento niña!!
Saludos!!
:D
Just fucking amazing omfg !!! oru you're a genious !!!!!
me mato con furia , niña!!! ya lo he leido y releido y me imagino a Tom y todo uhhhhhhh.....NO_TA_BLE!!!!!!!
Publicar un comentario