jueves, 28 de mayo de 2009

Wolf at the Door: Capítulo 20.

Enero llegó a su fin y Febrero comenzó a abrirse paso en medio del clima frío y nevado. Maggie contemplaba la blancura del paisaje desde el acogedor interior del hogar de Tom, con el fuego de la chimenea crepitando constantemente detrás de ella.
Nunca había estado acostumbrada a vivir en un sitio como aquel y, sin embargo, no podía sentirse más cómoda. No por todo lo que la casa de Tom le ofrecía, sino porque allí se sentía casi como en aquel hogar que jamás había logrado tener. Era la seguridad, la tranquilidad, la compañía de Tom…
Era ridículo sentirse así, de todos modos. Aquello no duraría mucho más. Tan pronto como pudiera, conseguiría un lugar donde vivir con Lena y desaparecerían de allí. Dejarían que Tom volviera a la vida que tan claramente añoraba.
La puerta de entrada interrumpió sus pensamientos y Maggie se volvió justo a tiempo para ver a Tom irrumpiendo en el vestíbulo, con algo de nieve sobre los hombros de su abrigo gris oscuro y con las mejillas sonrosadas por el frío. El corazón le dio un salto al verlo y, de inmediato, trató de reprimir cualquier cosa que luchara por surgir en su interior.
- ¡Qué helada de mierda!- Exclamó, desenroscándose la bufanda y sacudiéndose el cabello castaño.- Debe ser el día más frío del año…- Levantó los ojos verdes hacia Maggie y le sonrió al ver que lo estaba contemplando.- Hola, Maggie.
- Hola.- Le devolvió la sonrisa.- ¿Cómo te fue en el estudio?
- Bien, gracias. Nos enviaron una caja enorme llena de regalos y chocolates. Le guardé algunos a Lena.- Miró alrededor.- ¿Dónde está?
- Arriba, jugando.- Le echó un vistazo a la hora: tenía que irse a trabajar en un rato.- No le des muchas golosinas antes de la cena o va a perder el apetito.
- Lo sé, lo sé… los guardaré en la cocina y se los daré más tarde.- Se dirigió a la cocina y ella lo siguió. Vio cómo ponía los chocolates en el refrigerador, cuya puerta estaba cubierta con imanes sosteniendo dibujos hechos por Lena, que Tom había colgado allí. Le había enternecido verlo exhibir los garabatos de su hija.- ¿Todo va bien? Estás muy seria.
- Tan bien como siempre.- Aseguró, aunque aquella no era una respuesta exactamente alentadora.- ¿Tienes hambre? ¿Quieres comer algo?
- No, no tengo hambre.- La miró con culpabilidad.- A diferencia de Lena, a mí sí me permiten comer porquerías antes de la cena.
Maggie rió suavemente y se quedaron callados. A veces no sabían qué decir cuando estaban solos y ambos ansiaban que Lena apareciera mágicamente a salvarles la situación. Pero incluso de aquel modo, tenía que admitir que jamás había estado en un lugar mejor.

Una vez que Maggie se hubo ido a trabajar, Tom subió a ver qué estaba haciendo Lena y la encontró parada sobre la cama de la habitación de invitados donde dormía, armando algo de forma extraña con todas las almohadas que tenía disponibles.
- ¿Qué haces?- Preguntó con curiosidad y ella no detuvo su tarea ni para mirarlo.
- Estoy construyendo un fuerte. ¿Quieres ayudarme?- Dijo, tratando de hacer que un almohadón quedara en perfecto equilibrio encima de otros tres.
- ¿Un fuerte?- Repitió. Nunca había entendido por qué los niños se empeñaban tanto en hacer ese tipo de cosas. Tampoco recordaba si él había hecho algo así cuando era pequeño.- ¿Para qué?
- Lo vi en una película hoy. Unos señores lo usaban para proteger a la gente.- Explicó con calma, sin distraerse en ningún momento.- Y dentro tenían de todo: galletas y Coca-Cola…
- No creo que tuvieran Coca-Cola, nena.- Murmuró él, riendo y acercándose para levantar una almohada que acababa de caerse.
- ¡Sí! ¡Y tenían de esas espadas largas y gorros de metal!- Farfulló, moviendo a Coco para que no estorbara.
- Se llaman yelmos, Lena.- Frunció el ceño simulando gravedad y mirando alrededor.- Y no podemos a proteger a nadie con éste fuerte…
- ¿Y qué vamos a hacer? ¡Se está haciendo de noche!- Bramó ella, asomándose por la ventana, preocupada.
- Vamos a tener que darnos prisa.- De un salto, Lena llegó junto a él y le tomó la mano.
- ¡Estamos en el medio del bosque y hace mucho frío!- Dijo, sumiéndose por completo en la fantasía y haciéndolo sonreír.- ¡Necesitamos el fuerte!
Tom se agachó junto a la cama y trató de recoger tantas almohadas y mantas en sus brazos como le fue posible. Lena se apresuró a tomar a Coco, entusiasmada, pero actuando nerviosa.
- No crees que haya osos en éste bosque, ¿verdad?- Le susurró en un intento de hacer volar la imaginación de la pequeña un poco más.
- ¡Sí, sí hay! ¡Son grandes y peludos!- Gritó, encantada.
- ¿Peludos como Tim?
- ¿Qué? – Lo contempló sin entender.
- Nada.- Se apresuró a decir, tomándole la mano otra vez y asomándose fuera de la habitación con fingida cautela.- Rápido, no hay nadie…
Bajaron por las escaleras, perdidos en aquel mundo que acababan de idear juntos y mientras entraba en la sala de estar, Tom casi podía ver árboles tupidos y arroyos que corrían a lo largo del camino. Durante un segundo, su mente regresó a la realidad para decirle, con una punzada en el pecho, que no podía perder aquello. Tenía que encontrar la manera de que esa inusitada felicidad que lo invadía mientras movía los sillones y se arrastraba por la alfombra no acabara nunca.

Cuando Maggie regresó a la casa, faltaba muy poco para el amanecer y había tenido una noche agotadora y larguísima. Abrió la puerta con la llave que Tom le había dado y, mientras se quitaba el abrigo, cruzó el vestíbulo hacia la sala.
Una luz algo extraña llamó su atención y, frunciendo el ceño, escrutó más en la tenue oscuridad, dándose cuenta de que algo no parecía en su lugar. Todos los sillones estaban dados vueltas y había algo montado en medio de la sala, frente al fuego encendido de la chimenea.
Se dio cuenta que la ropa de cama estaba tendida a lo largo del living, y la luz provenía de alguna lámpara encendida dentro de aquella extraña carpa gigantesca, proyectándose a través de la tela.
Parecía haber una abertura a un lado y Maggie se asomó, para encontrarse a Tom y Lena durmiendo acurrucados en el más mullido y cómodo montón de almohadas que había visto jamás. Del improvisado techo de la carpa, habían colgado con hilos dibujos de Lena cortados con forma de estrellas y coloreados a las apuradas. Alrededor de ellos había bolsas abiertas de papas fritas, galletas y los chocolates que Tom le había llevado desde el estudio, además de dos o tres latas vacías de Coca-Cola.
La imagen más tierna de toda aquella escena, sin lugar a dudas, era la de los dos durmiendo juntos. La pequeña se había enrollado en el brazo de su padre y él tenía la mejilla apoyada contra su cabeza. Coco completaba el cuadro, sobre el pecho de Tom que subía y bajaba suavemente con su respiración.
- Hay espacio para uno más…- El susurro de Tom la tomó por sorpresa y la hizo dar un respingo. Había creído que estaba profundamente dormido, pero acababa de entreabrir un ojo somnoliento para espiarla.
- ¿Qué es todo esto?- El murmullo de Maggie fue casi inaudible, temerosa de despertar a la niña.
- Empezó siendo un fuerte para escapar de no sé qué guerreros que vio en la televisión, siguió siendo un refugio anti osos y acabó en una especie de acampada de último momento…- Bostezó y acomodó la barbilla sobre el cabello de su hija. Con su brazo libre, dio una palmada en el lugar vacío que tenía a su lado.- Anda, acuéstate. Te ves cansada.
Maggie se quitó los zapatos y se soltó el cabello rubio que llevaba recogido, dejándolo que se desparramara sobre sus hombros. Entró lentamente en la carpa y se tendió junto a Tom, quitándole a Coco que seguía sobre su pecho para estrecharlo contra el suyo.
- Es tan hermoso…- Masculló, encantada por lo adorable de la velada que había tenido Lena.
Tom comenzó a cerrar los ojos muy despacio.
- Metí un poco la pata de todos modos…- Dijo, ya casi completamente dormido.- Pero estando en medio del bosque no cenamos como debimos…
Maggie sonrió y contempló su semblante pacífico y adormilado.
- No importa.- Se quedó en silencio unos segundos, simplemente mirándolo.- ¿Tom?- Susurró al fin.
- ¿Mm?- Fue toda su respuesta.
Maggie acarició una de las largas y grisáceas orejas de Coco.
- Iba a dejarte una nota antes de irme a dormir.- Dijo y Tom abrió un ojo para mirarla.
- La última vez que me dejaste una nota, venía con un paquete enorme de regalo.- Bromeó, aunque mitad en serio.
- Descuida, no es eso.- Repuso ella, sonriente.- Tengo un par de cosas que hacer, es todo.
- ¿Cosas que hacer?- Repitió, con curiosidad, aún a pesar del sueño.
- Sí…- Acomodándose un poco más contra las almohadas, Maggie tuvo que admitir que era la cama más cómoda en la que jamás había estado.- Una compañera de trabajo me pasó algunas direcciones de apartamentos muy económicos, accesibles incluso para…
- ¿Apartamentos?- Tom pareció despertar de repente. Ladeó la cabeza para mirarla.- Creí que…
- Sí, pensaba aguardar y ahorrar algo de dinero, pero… bueno, creí que mirar no me haría daño.- Sus ojos lo recorrieron mientras hablaba. El cabello castaño de Tom estaba alborotado en su frente y, al mismo tiempo que pensaba que se veía increíblemente atractivo, se dijo que tampoco le haría daño irse de aquella casa antes de que fuera demasiado tarde.- Quizás pueda encontrar algo verdaderamente decente…
- ¿No prefieres quedarte aquí?
El color verde de los ojos de Tom pareció variar cuando ella estaba mirándolo y, percatándose de que podía estar volviéndose loca o aún peor, negó suavemente.
- No puedo quedarme aquí para siempre, Tom.- Contestó en voz baja.
El suspiro de él llenó la noche.
- Lo sé.
Un nuevo silencio se instaló entre ellos y pronto Maggie pensó que se había vuelto a dormir, pero Tom volvió a hablar, y su tono de voz parecía no dejarle lugar a réplicas.
- Iré contigo a ver esos apartamentos, entonces.
Ella se limitó a asentir y pocos minutos después, las charlas se extinguieron por completo y el amanecer rayó el cielo.

El resplandor del sol dándole de lleno en el rostro fue todo lo que Tom necesitó para despertarse y, durante unos breves instantes, se desconcertó y no recordó donde estaba. Luego recordó la aventura por el bosque con Lena de la noche anterior y la encontró durmiendo enroscada en su brazo derecho.
Pero sentía también un peso suave y una calidez en el costado izquierdo de su cuerpo y cuando volvió la mirada perezosamente, encontró a Maggie, que tenía la cabeza sobre su hombro y una mano en su pecho. El brazo de Tom estaba envolviéndola, como acercándola a él y se sintió todavía más desconcertado.
Había algo que le resultaba maravilloso de despertarse de aquel modo, con Maggie a un lado y Lena al otro, pero también parecía asustarlo como nunca nada lo había atemorizado en toda su vida.
Con toda la delicadeza que pudo, se movió para desprenderse de ambas, aunque algo en su interior le imploraba que se quedara así para siempre. Sin embargo, algo más dentro de él, y mucho más abajo, le imploraba que se levantara y fuera al baño.
Lena apenas sí se movió cuando la recostó sobre las almohadas, pero Maggie no se dio ni por enterada. Se notaba que estaba exhausta y que necesitaba dormir algunas horas más.
Estaba tomándose la segunda taza de té cuando al fin apareció en la cocina, bostezando, con el cabello revuelto y la ropa arrugada. Le sonrió a modo de saludo y se sirvió una taza.
- Buenos días.- Le dijo él, dándose cuenta que mientras la miraba volvía a sentir la presión de su cabeza sobre su hombro. Tomó más té para aclararse los pensamientos.- Deberías dormir un rato más…
- Se me hará tarde, tengo que ver los apartamentos antes de las dos de la tarde.
- ¿Cuántos apartamentos son?
- No estoy segura…- Se sentó en la mesa, frente a él.- Cinco, seis tal vez…
Tom maldijo por dentro. Seis era un número que ofrecía variedad y, sacando alguna que otra estadística rápida, podía estar seguro que al menos uno de los seis podía llegar a ser adecuado para que ellas se mudaran.
- No tienes por qué acompañarme, Tom.- Interpretando su expresión como de fastidio por tener que ir a ver tantos lugares.- Además… preferiría que te llevaras a Lena al estudio. Si va con nosotros, se aburrirá y no me dejará ver nada en detalle…
- La dejaremos en el estudio con Rich y Tim cuando vayamos de camino.- Replicó él, firme.- Así podremos mirar tranquilos.
Un rato después, Tom fue a darse una ducha mientras Maggie le daba el desayuno a Lena y luego él se encargó de vestirla para que ella pudiera darse un baño también. Partieron al estudio con Lena parloteando sin parar en el asiento de atrás, relatándole lo sucedido la noche anterior a su madre con el mayor entusiasmo.
- ¡Y también cazamos un reno, mami!- Exclamó, excitada más de la cuenta.
- ¿Un reno?- Repitió ella sin poder aguantar la risa.
- ¡Sí, un reno!
- ¿Cómo los de Santa?- Preguntó Tom, mirándola por el espejo retrovisor.- ¿Estás segura?
- ¡Sí, tenía nariz roja y mucha barba…!
- Entonces creo que cazamos a Santa…- Murmuró éste y Maggie se echó a reír. - No habrá regalos este año…
Habían telefoneado en el camino para avisar que dejarían a Lena en el estudio y Tim, que como de costumbre había llegado antes que nadie, salió a recibirla. Maggie se aseguró de que tuviera la bufanda bien ajustada antes de dejarla bajar del auto y Tom se reclinó en el asiento a mirarla.
- ¿Les harás caso al tío Tim y al tío Richard en todo lo que te digan?
- Sí, papi.
- ¿Vas a portarte bien?
- Sí, papi.
- Perfecto. Vendremos a recogerte en un par de horas, Lena.- La niña se trepó entre los dos para darles un beso y luego corrió hacia Tim, que la levantó en brazos para meterla dentro de The Barn, y se despidieron agitando una mano mientras el auto se alejaba y Tom tocaba la bocina en señal de despedida.

- Mira el vecindario: es tan horrible como el del lugar donde estabas viviendo la última vez.
- Es demasiado costoso para ser una pocilga, Maggie.
- ¡Vaya, nunca había visto tantas goteras en mi vida!
- ¿Las cucarachas vienen incluidas en el contrato?
Quizás estaba siendo exageradamente negativo, pero Tom no podía evitar hacer un comentario desdeñoso cada vez que entraban a un apartamento para verlo. Algo en su interior lo impulsaba a desalentar a Maggie en la elección de cualquier de esos lugares. Notaba que ella empezaba a molestarse un poco, porque a medida que los comentarios iban haciéndose más sarcásticos y malhumorados, durante el trayecto entre un edificio y otro el silencio parecía aplastarlo todo dentro del auto.
Había aceptado su primer crítica como algo constructivo pero pronto Maggie pareció darse cuenta que nada sería lo suficientemente bueno para él. Ella no exigía las mismas condiciones que Tom para una vivienda, pero de todos modos no la dejaba emitir un juicio un poco más acertado: en cuanto encontraba una mínima falla en algo, la arrastraba de regreso al auto como si temiera que acabara mudándose allí antes de que pudiera impedirlo.
El quinto apartamento que visitaron estaba dentro de los parámetros aceptables. No era nada lujoso, ni muy grande ni nada del otro mundo, pero era mucho más agradable y decente que cualquier otro sitio donde Maggie había vivido nunca y Tom empezó a desesperar en busca de algo que decir.
- Las paredes están un poco descascaradas.- Comentó y enseguida fue consciente de que con eso no le alcanzaría.- Y hace mucho frío aquí, no debe tener buena calefacción. Lena puede enfermarse.
Maggie lo fulminó con la mirada y siguió caminando por la cocina, estudiando todo con atención.
- La alfombra de la sala tiene unas marcas extrañas en las puntas. Creo que hay ratas…- Agregó, frunciendo los labios en señal de desaprobación.
Maggie se volvió bruscamente.
- ¿No preferirías ir al estudio, Tom? Te veré más tarde en tu casa.- Dijo.
Él alzó las cejas, simulando sorprenderse.
- No, estoy bien, gracias.- Se apoyó contra el marco de la puerta.- Además, creo que puedes necesitar una segunda opinión antes de…
- ¡Una segunda crítica, querrás decir!- Exclamó ella, irritada.- Por favor, Tom, te lo ruego, vete y déjame hacer esto sola…
- Pero Maggie…- Se acercó unos pasos.
- Nada lo que veas va a gustarte y lo sé, nuestras perspectivas son muy distintas.- Cortó, pasándose una mano por la frente, cansada.- Pero me estás volviendo loca y no puedo ser objetiva cuando tú estás revoloteando a mi alrededor echando pestes…
- Sólo quiero ayudar.- Protestó él, fingiendo ofenderse.
- Sí, y lo aprecio mucho…- Lo tomó por el hombro, para acentuar sus palabras.- Pero de todos modos puedo tomar sola esta decisión.
- Es que…- Tom se esforzó por encontrar una última refutación.- A Lena no le gustan las ratas…
- Eso no lo sabes. Jamás ha visto una y no creo que haya ratas aquí.
- ¿O sea que piensas quedarte en este apartamento?- Preguntó con gravedad y Maggie suspiró. Se apoyó contra la pared y meneó la cabeza, indecisa.
- No lo sé. No puedo pensar contigo zumbando a mí alrededor…
A Tom no le agradaba molestarla y se sintió un poco mal al verla. Sin embargo, quería encontrar la manera de que ella y Lena siguieran con él un tiempo más y no estaba seguro cómo.
- Lo siento, Maggie.- Murmuró, arrepentido de haberse puesto tan pesado. Le corrió el largo cabello rubio que le caía sobre el rostro.- Sólo quiero que tú y Lena estén bien…
- Estaremos bien, eventualmente.- Le dedicó una pequeña sonrisa mientras él le acomodaba los mechones ondulados tras las orejas.- Lo único que necesito es encontrar la manera.
- Quizás te esfuerzas tanto por encontrarla que te precipitas. Lo que tienes que hacer es darte tiempo.- Sus manos parecían demorarse, enredando los dedos en el pelo de ella- Puedes quedarte conmigo, Maggie.
Los ojos de Tom estaban brillando con intensidad y Maggie notó que su tacto casual estaba convirtiéndose en una tierna caricia. Notó que él daba otro paso hacia ella y una alarma se encendió en su interior.
- ¿Tom?
- ¿Sí?- Maggie se irguió más contra la pared, en un intento de apartarse de sus manos.
- No hagas esto.- Susurró.
- ¿Qué no haga qué?- La suavidad en su tono parecía arrastrar las palabras y la mirada de él estaba fija en sus labios.
- Yo…- Maggie también miró su boca y se le encogió el estómago.- Recuerdo tus besos, Tom, y sé que es mejor que no lo hagas…
Tom esbozó una sonrisa casi imperceptible y arqueó un poco una ceja.
- ¿Por qué? ¿Tan malo soy?- Sus manos bajaron hasta la cintura de Maggie y la sostuvieron contra la pared. Ella tragó saliva.
- No…- Lo miró con cautela.- Y ése es precisamente el problema.
La sonrisa se ensanchó en el rostro de Tom y comenzó a inclinarse hacia ella antes de que Maggie pudiera realmente encontrar fuerzas dentro de sí para detenerlo o apartarlo.
Con un deseo absolutamente impulsivo, Tom se apropió de los labios de Maggie con los suyos y aunque no tenía recuerdos de los besos que se habían dado años antes, la sintió familiar y dulce, reconoció su sabor y se encontró anhelando empaparse en él.
Maggie se quebró y ya no pudo contenerse, ni contener tampoco las sensaciones que se despertaban en lo profundo de su pecho. Todas sus necesidades se volcaban en ese beso, todos sus miedos, todas sus esperanzas. Levantó los brazos y rodeó el rostro de Tom con sus manos para retenerlo cerca de ella, temiendo que se apartara, temiendo estar sola.
Con la calidez de Tom fluyendo entre sus labios, Maggie borró todos los errores que había cometido, se olvidó de ellos en menos de un segundo, como si nunca hubiese existido y se dio cuenta que sólo había un instante de su pasado que perduraba, que no dolía, que no aceptaba arrepentimientos, y ése era el preciso instante en que lo había conocido a él.
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1 comentario:

asdasdasd_ dijo...

uxi i nu van a seguir escribiendo los fics? hace caleta qe nu lo actualizan u.u i justo en la mejor parte 1313 xD