miércoles, 27 de mayo de 2009

Wolf at the Door: Capítulo 19.

Con todo lo que había sucedido desde que Lena llegara a su vida, Tom no había tenido tiempo de hacer cosas que siempre habían formado parte de su rutina o a las que estaba habituado. Por eso, cuando se levantó el domingo y vio que el resto de la casa estaba sumido en un silencio increíble, pospuso el desayuno y bajó directo al sótano.
Lo había reformado hacía uno o dos años y lo había convertido en un enorme gimnasio. Había perdido bastante peso y se había acostumbrado a ejercitarse prácticamente a diario. Había sustituido los malos hábitos por los buenos y ahora, cada vez que se sentía molesto, irritado, presionado o lo que fuera, en vez de desahogarse en un bar, corría y pedaleaba sus problemas con ganas.
Puso un poco de música de fondo y se subió a la cinta para comenzar a correr. A medida que ésta se movía, sus pensamientos le seguían el ritmo. Recordó como Maggie había irrumpido en su habitación la noche anterior. Eso lo había desconcertado bastante. Se había mostrado mucho más vulnerable de lo que él había creído que era y le había costado reconciliar el sueño cuando ella lo dejó solo.
Todavía no estaba seguro de si estaba haciendo las cosas bien o mal, pero sí estaba seguro de algo: le agradaba la sensación de no estar solo allí. Lena lo hacía sonreír sin importar nada y Maggie parecía mostrarle un mundo distinto cuando hablaba con ella. Era extraño e inesperado, pero se sentía cómodo con ambas y de sólo pensar en que Maggie consiguiera pronto trabajo y apartamento lo ponía un poco nervioso. Tom se encontraba en un momento de su vida en que no podía dar nada por sentado: ni su relación con Nat, ni su paternidad, ni nada.
Aumentó paulatinamente la velocidad, como si aquello fuera a acelerar también la manera de solucionar la confusión que zumbaba dentro de él. Quizás no era tan buena idea convivir e involucrarse con esa mujer que sólo había visto una vez y cuyo desenlace de ese encuentro había sido algo erróneo. Quizás sólo debía quedarse al margen, pero no podía. Era injusto que alguien sufriera tanto, que las cosas se le pusieran tan difíciles. Y Maggie no era una mala persona. No pasaría nada malo por ayudarla… ¿o sí?
Se dio cuenta que estaba corriendo demasiado rápido y pisando la cinta demasiado fuerte, perdido en sus cavilaciones. Detestaba no saber qué hacer, detestaba la incertidumbre y la falta de un camino más concreto. ¿Por qué no podía alguien simplemente decirle haz esto, haz lo otro? Miró alrededor para ver si había bajado su teléfono celular con él. Quizás Richard tenía ganas de sacarlo de aquel embrollo…
Recordó la discusión que había tenido con Nat acerca de no querer responsabilidades, acerca de no madurar y no hacerse cargo de nada… ahora se daba cuenta que tenía razón. ¿Por qué no había escuchado más a su novia? Como si fuese apropósito, tenía más responsabilidades que en ese entonces. ¿Qué clase de treta del destino había sido esa?
La puerta en lo alto de la escalera se abrió lentamente, llamándole la atención y vio que Maggie se asomaba con cierta curiosidad.
- ¡Buenos días!- Exclamó él, resoplando y echando mano del control remoto del equipo de audio para bajar el volumen.- Creí que dormirías más, llegaste muy tarde.
- Tengo cosas que hacer.- Le dedicó una pequeña sonrisa.- Lamento interrumpirte, pero yo creí que eras tú el que dormiría hasta tarde. Me pareció escuchar ruido y vine a ver que todo estuviera bien.
- Sí, todo está en orden. No he tenido tiempo de bajar mucho aquí últimamente.- Detuvo la cinta y se secó el sudor con una toalla que estaba colgada junto a él.
- Te dejaré seguir en lo tuyo, entonces.- Comenzó a retirarse, aparentemente recobrando algo de timidez.
- Está bien, quédate si quieres.- Dijo él en cambio y buscó una botella de agua en un pequeño refrigerador contra la pared.- ¿Ya desayunaste? Hacer ejercicio me abre el apetito.
- No, aún no.- Maggie se permitió contemplar un poco más el sótano.- Es increíble lo que has hecho aquí abajo.
- Nada mal, ¿no? Lo necesitaba.- Se apoyó contra uno de los aparatos, que había comprado hacía varios meses y aún no tenía ni la más mínima idea de para qué servía.
- No he pisado un gimnasio desde que era adolescente… y sólo iba porque mis amigas del colegio iban.
- Tampoco te hace falta, a decir verdad.- Tom sonrió con picardía.
- Bueno… a ti tampoco.- Hizo una seña hacia él.
- ¿No recuerdas cómo estaba hace cinco años?- Preguntó, risueño.- Era dos veces lo que soy ahora.
- Has cambiado muchísimo.- Maggie le clavó la mirada con una intensidad que lo puso algo nervioso y de una manera tan inesperada que lo intimidó.- Me costó muchísimo reconocerte cuando te vi.
Tom se encogió de hombros, sólo por reaccionar de algún modo.
- Mi rostro no ha cambiado.
- En cierto modo, sí.- Inconscientemente, Maggie se acercó algunos pasos, con mucha lentitud.- Aunque… tus ojos siguen siendo los mismos. Creo que no podría confundirlos por nada en el mundo…
Sintiendo que enrojecía hasta que sus mejillas parecían a punto de explotar, Tom bajó la cabeza.
- Ah… ¿no?- Murmuró, incómodo.
- Son los ojos de Lena. Jamás podría olvidarlos…
El silencio cayó sobre ellos unos segundos y Maggie volvió a la realidad de golpe. Carraspeó y simuló interesarse en uno de los aparatos de ejercicio que estaban detrás de ella.
- ¿Para qué sirve esto?
Tom carraspeó y simuló saber la respuesta.

A la mañana siguiente fue Maggie quién se levantó primero y cuando Tom bajó a desayunar, con el cabello revuelto y aún bostezando, la encontró sentada en la mesa de la cocina, en un lío de periódicos y marcadores.
- ¿Qué haces?- Preguntó, mientras buscaba una taza.
- Acabo de hacer café, si quieres.- Ofreció ella, quitándose el marcador rojo de entre los labios y haciendo un enorme círculo en un aviso. Él tomó la cafetera y se sirvió un poco.- Estoy marcando algunos anuncios. Me gustaría ir a ver apartamentos esta semana y creo que hay algunos que podrían servir…
Tom estaba tomando un sorbo de café y sintió que le caía como una bomba.
- ¿Apartamentos?- Repitió, sin saber qué decir.
- Sí... bueno, quizás no lleguen a ser la gran cosa, pero tengo que encontrar algo que se ajuste a nuestras necesidades.- Explicó distraída.
Se sentó frente a ella en la mesa y le echó un vistazo a los periódicos. Maggie había marcado por lo menos diez avisos en cada página. Aparentemente, tenía muchas opciones. Y muchas ganas de esfumarse.
- Sabes que no necesitas apresurarte…- Susurró, frunciendo el ceño.- No tengo problemas en que tú y Lena…
- Lo sé y te lo agradezco.- Se apresuró a decir ella, con una sonrisa muy dulce.- Pero no me gusta invadir tu espacio y todo eso…
- No me invaden. No me molestan para nada…
- Tom…- Cortó Maggie, mirándolo con una ceja arqueada.- No soy tan estúpida.
- ¡Hablo en serio!
- Y yo también. Tienes otra forma de vida. Ayer, por ejemplo. Querías ver ese partido en la televisión y Lena se puso a llorar y no pudiste escuchar nada.- Lo observó con severidad.
- Sí, pero… eso es lo de menos…
- No puedo evitar que la niña se golpee y llore o tenga berrinches o lo que sea… y eso interfiere con…
- Escucha, Maggie.- Interrumpió Tom, porque lo que estaba diciendo ella sonaba muchísimo más lógico que cualquier cosa que él pudiera decir al respecto.- Lo cierto es que rentar un apartamento cuesta mucho dinero… a menos que vuelvas a meterte en una pocilga como la última.
- No tengo intención de recaer en un lugar así de nuevo…- Suspiró ella, abatida.- Tienes razón. Todo cuesta mucho dinero.
- Quizás lo más simple sea que ahorres algo de dinero y trates de encontrar algo mejor…
- Me llevaría meses llegar a juntar una cifra decente, Tom… con el empleo que tengo ahora…
- Tener paciencia es importante.- Se encogió de hombros y volvió a beber de su taza. La miró como si la viera por primera vez en toda la mañana.- Éste es el mejor café que he probado en mi vida.
- Gracias.- El ánimo de Maggie había decaído un poco.- Supongo que… debería tomar un segundo empleo, como he hecho siempre.
- ¿Estás segura de que eso es lo que quieres?
- Quiero un hogar, Tom.- Sus ojos lo recorrieron con intensidad.- Es lo único que siempre he querido.
Fue él quien suspiró esta vez.
- Ya pensaremos en algo.
Lena irrumpió en la cocina, arrastrando las medias revueltas y con el cabello tan alborotado como el de su padre, estrangulando a Coco bajo su bracito.
- Buenos días, cariño.- Le dijo su madre con ternura.
- Hola, mami.- Bostezó.- Hola, papi.
- Hola, nena.- La sentó en su regazo y la pequeña dejó al maltrecho conejo sobre la mesa para estirar la mano y robarle una tostada a Maggie.
Suspendieron las charlas serias por un rato mientras Lena les relataba un sueño que acababa de tener y que no tenía sentido de ninguna manera posible. Tom se perdió en sus pensamientos, como le estaba sucediendo con mayor frecuencia últimamente, y se quedó reflexionando sobre lo que acababa de hacer: casi por inercia, había desalentado a Maggie en su intento de mudarse a una casa nueva. ¿Estaba inventando excusas para retenerla… retenerlas?
Sacudió la cabeza y volvió su atención al desayuno, al tiempo que Maggie cambiaba los avisos de rentas por los de empleo.

Dejando de lado la guitarra, cansado de oír las voces que lo aturdían dentro de su cabeza llenándolo de cuestionamientos, Tom miró a sus amigos, que detuvieron de inmediato lo que estaban haciendo, como si hubiesen estado esperando que éste abriera la boca de una vez por todas.
- ¿Creen que hice mal al dejar que Maggie y Lena se quedaran conmigo?
Richard y Tim intercambiaron una mirada rápida, como si trataran de decidir quién debía hablar primero.
- Bueno…- Comenzó el último y Tom se apoyó desganadamente contra el respaldo del sillón.
- Tienen toda una conversación ensayada al respecto, ¿verdad?- Murmuró.
- No, claro que no.- Aseguró Rich, de un modo que lo hizo sospechar.- Pero sí hemos intercambiado opiniones sobre todo esto.
- ¿Y bien? ¿Qué piensan?- Quiso saber, ansioso.
- Que actuaste de una manera muy generosa con ellas y estamos orgullosos de lo mucho que has madurado para poder…- Dijo Tim, pero no llegó a terminar porque Tom lo interrumpió con impaciencia.
- Hay un pero en todo esto, ¿no?
Richard asintió.
- Pero también pensamos que has sido muy impulsivo. Maggie nos pareció muy amable, muy agradable…
- Pero no la conocemos bien.- Añadió Tim, acomodándose los lentes, como incómodo.- Y odio decir esto, Tom, de verdad. Sólo estamos cuidándote.
- Ya sé, ya sé…- Tom se sintió fastidiado.- Maggie no es mala persona, ¿saben? He hablado mucho con ella todo este fin de semana y es mucho más que sólo agradable.
- La hemos visto sólo una vez.- Repuso Richard, a la defensiva.- Y es comprensible que seamos cautelosos al hacer un juicio sobre alguien. Nos interesas tú…
- ¿Y qué hay de Lena?- Inquirió, molesto.- ¿Tienen miedo de que una niña de cuatro años me esté desvalijando la casa en este instante?
- Tom…
- Estoy seguro de que está llevándose mi televisor en este momento.- El sarcasmo le tiñó la voz.- Y no se olviden del Ferrari. No tienen idea de lo bien que conduce…
- Tom, vamos, no seas ridículo.- Farfulló Tim.- Sabes que no pensamos mal de Lena.
- Es adorable y le hemos tomado tanto cariño como tú.- Richard se sentó junto a él en el sillón.- Y no tenemos nada en contra de Maggie, pero nos gustaría que fueras más…
- Consciente cuando tomas decisiones. Por amor de Dios, Tom, piensa dos veces.- Le pidió Tim con un suspiro.- Analiza las cosas antes de hacerlas.
- ¿Cuánto había que analizar? Mi hija y su madre iban a quedarse en la calle. Yo tengo una casa grande y una habitación extra para ambas. ¿Quieres que te haga las matemáticas en esa ecuación?
Los otros dos se quedaron callados y volvieron a intercambiar miradas de complicidad. Richard fue quien se animó a hablar primero.
- Te das cuenta que ya te refieres a Lena como tu hija, ¿verdad?
- No es cierto.- Replicó, refunfuñando y cruzándose de brazos.
- Sí, lo es. Tom, abre los ojos. En unas pocas semanas has…
- Ahórratelo, Tim.- Cortó con cierta sequedad.- No puedo creer que pongan en duda las intenciones de Maggie…
- Espera un momento.- Richard le puso una mano en el hombro.- Tom, no tenemos nada en contra suyo, ya te lo dije. Además, tú nos preguntaste nuestra opinión. ¿Qué querías que te dijéramos?
- Con un “estuviste bien” hubiese sido suficiente.- Respondió, poniéndose de pie para ir a buscar algo de beber.
Suspirando, Tim se llevó una mano a la barbilla y se rascó distraídamente.
- Hiciste bien, Tom.- Le dijo.
- Y si crees tan fervientemente en Maggie, entonces no creo que haya problema alguno.- Richard le dedicó una sonrisa.- Confío en ti.
Tom asintió, satisfecho.
- ¿Por qué la defiendes tanto, de todos modos? ¿Está sucediendo algo entre ustedes?- Masculló, estudiándolo ceñudo.
Tom lo observó con cara de pocos amigos.
- ¿Por qué no nos ponemos a trabajar de una vez?- Dijo entre dientes, dirigiéndose a elegir otra guitarra.
Tim le echó un vistazo a Richard, que sonreía de un modo casi imperceptible.
- Qué curioso. Es la primera vez en casi treinta años que lo escucho decir eso.
- Bueno…- Susurró Rich, regresando a la batería.- Si no acabamos de dar en el blanco, estamos muy cerca.
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