martes, 26 de mayo de 2009

Wolf at the Door: Capítulo 18.

La tarde promediaba fría y ventosa en The Barn. Tom decidió tomarse un receso y se acercó a Lena y Maggie, que estaban sentadas en un rincón, dibujando.
- Parece que estuviste trabajando duro.- Comentó Tom sonriente, sentándose junto a la niña y mirando la pila de dibujos que había hecho.- ¿Qué es esto?
- Es el piano del tío Tim.- Murmuró Lena, mientras tomaba un lápiz de color rojo.- Y en éste estás tú, ¿ves?- Le señaló otro y Tom trató de reconocerse en aquel garabato de rayas y colores.- Hice para todos.
- Eres muy amable.- Le besó la cabeza y se volvió a Maggie.- ¿Y qué tal te está yendo a ti?
- Bastante bien, de hecho. No había pasado tanto tiempo relajada desde…- Se quedó pensativa y luego se encogió de hombros.- Bueno, nunca.
- ¿Quieren dar una vuelta? ¿Estirar las piernas?- Preguntó él, dejando a un lado el montón de hojas de papel.- Éste sitio es genial para caminar.
- ¿Afuera? ¿No hace demasiado frío para caminar?- Maggie frunció el ceño.
- ¿Siempre eres tan aguafiestas? Anda, levántate de una vez, ¿quieres?- Se puso de pie y estiró los brazos hacia Lena.- Vamos, nena, vamos a jugar un rato por ahí.
- ¡Muñecos de nieve!- Exclamó ella, lanzándose hacia él.- ¿Podemos hacer uno, papi?
- ¿Por qué no?
Maggie no tuvo más remedio que seguirlos, apresurándose a envolver a Lena en una bufanda y en su abrigo nuevo que parecía digno de una princesita. Luego ella misma se puso sus guantes y su abrigo y tomó el de Tom al pasar, dado que él estaba demasiado entretenido planeando el muñeco de nieve para recordar que tenía que abrigarse.
El jardín estaba absolutamente blanco y los techos de los tres automóviles que habían dejado aparcados allí empezaban a verse de la misma manera. Tom caminó dejando sus huellas y se dirigió a la parte trasera, que era aún más grande y magnífica. Le señaló algo a Lena antes de bajarla al suelo.
- Ten.- Maggie le enroscó de un ademán la bufanda al cuello y le pasó el abrigo.- Vas a enfermarte.
- Estoy bien.- Dijo él despreocupadamente, acomodándose ambas cosas. La niña ya había empezado a amontonar nieve no muy lejos de ellos.- Mírala.- Agregó, sonriente a más no poder, moviendo la cabeza en dirección a Lena.- Se divierte con cualquier cosa. Es genial.
- Los niños son así.- Maggie también sonrió.- Y Lena ha aprendido a prescindir casi por completo de juguetes de verdad, así que…
Se quedaron callados. Maggie dejó escapar un poco de humo por la boca y se frotó los brazos.
- Odio el invierno.
Tom la observó con curiosidad.
- ¿Por qué? A mí me parece bastante divertido.
- No es tan divertido para mí.- No dijo más nada, pero Tom comprendió que no era nada agradable tener que sobrevivir inviernos tan fríos como aquellos con esos abrigos delgados y viejos que Maggie usaba y que Lena solía tener.
Se quitó la bufanda que acababa de ponerse y se la deslizó a Maggie por el cuello.
- No, no, déjame, estoy bien.- Puso sus manos enguantadas sobre las de él para detenerlo.
- Yo no tengo tanto frío. Úsala tú o acabaré poniéndosela al muñeco de nieve.- Se la anudó suavemente y le guiñó un ojo.- Hablo en serio.
Ella rió, bajando la cabeza, intimidada por la dulzura de Tom.
- ¡Papi! ¡Papi, ven a jugar!- Exclamó Lena, entusiasmada, a sus espaldas.
- Ya voy.- Susurró él, con los ojos clavados en los de Maggie. Ella se sintió extraña como nunca en su vida antes de que él se volviera de golpe hacia la pequeña.- ¿Y bien? ¿Piensas construir un muñeco de nieve sólo con eso?- La atrapó por la cintura y la levantó por los aires antes de que tuviera tiempo de huir. Lena empezó a reír como loca, pataleando.
Maggie los observó corretear de un lado a otro. Iban y venían y Lena trataba de buscar cosas alrededor que sirvieran para hacer la cara del muñeco. Tom hacía grandes pelotas de nieve y trataba de encimarlas sin que se desmoronaran.
Se sentía absolutamente sorprendida de la manera en que Lena parecía haberse enamorado de su padre. Era obvio que la niña se sentía cómoda y a salvo con él y que le agradaba su compañía. Nunca antes separarla de alguien había sido tan complicado como cuando había intentado separarla de Tom ese día.
Y todo tenía que ver, sin lugar a dudas, con él. Era realmente una persona maravillosa y aunque no estaba del todo seguro de lo que hacía, era el padre perfecto para Lena. Era justo lo que su hija necesitaba. Era seguridad, ternura y el amor más puro…
Maggie suspiró, abatida. De haberse manejado mejor en la vida, quizás Lena realmente hubiese podido tener ese padre permanentemente. Pero todo había salido tan mal, se había equivocado tanto que Tom ya no era una opción posible. Nunca lo había sido.
Con un escalofrío, se preguntó si no le haría un favor a su hija desapareciendo de su vida y dejándola con él. La amaba con locura y sabía que la haría sufrir, pero Tom podía mantenerla a salvo, darle todo lo que necesitaba y criarla de una forma mucho más feliz de la que ella había podido criarla hasta el momento.
Sin embargo, no era justo. No era justo para él, que no tenía por qué cargar solo con aquella responsabilidad sólo porque la madre de la niña era un desastre. Era injusto para Lena, que sufriría muchísimo por su abandono. Y era injusto para sí misma: su hija era la única razón que tenía para vivir cada día y sin ella no sabría qué hacer. La necesitaba.
Se ajustó la bufanda de Tom al cuello, que despedía un aroma de lo más agradable y reconfortante. Era muy extraño, pero esa sensación de seguridad que parecía sentir Lena, empezaba a sentirla ella. Tom tenía un efecto increíble sobre ambas, pero Maggie sabía que no podía dejarse engañar: no podía confiarse de ese bienestar, justo cuando todo lo que emprendía parecía torcerse. Tenía que empezar a buscar la manera de solucionar su vida o realmente debía considerar la idea de dejar definitivamente a Lena con Tom.
¿Por qué de todos los hombres que habían pasado por su vida justo Tom tenía que ser el más decente, amoroso y honesto? ¿Por qué justo él, que había sido también la víctima de una de las más graves equivocaciones de Maggie? Tom podía ser fantástico, pero algún día quizás se cansaría de aquello. Cuidaba de Lena temporalmente. Eso era lo que ella le había prometido. ¿Qué pasaría si lo hacía permanente? No podía interferir en su vida de aquel modo. No podía cambiar sus planes y deformarlo todo más de lo que ya lo había hecho.
Perdida en sus pensamientos, no notó que él se le acercaba. Parecía intrigado, preocupado, tal vez. La miró con el ceño fruncido unos segundos, hasta que ella reaccionó con un respingo.
- ¿Todo está bien? Parece que estuvieras a miles de kilómetros de aquí.- Le dijo.
Ella negó con la cabeza mientras aún volvía a la realidad.
- ¿No?- Murmuró él, sonando todavía más preocupado.- ¿No estás bien?
- ¡No! Quiero decir, sí.- Masculló confundida.- Lo siento, sólo estaba… pensando un par de cosas.
- ¿Quieres hablar de ello?- Preguntó con delicadeza y Maggie tuvo que evitar una mueca sarcástica. Como si realmente fuera a decirle lo que estaba pensando. ¿Cómo iría a sonar? Sólo imaginaba lo que sería abandonar a Lena contigo para siempre, ya que eres fabuloso con ella, pensaba irme a vivir mi patética vida lejos para que ella pudiera ser más feliz.
Tuvo ganas de ponerse a llorar por lo horrible que eso sonaba.
- No voy a aburrirte con todos mis problemas.- Repuso en cambio. Lena clavó una rama en el muñeco de nieve para simular un brazo y sonrió, conforme.- Además, ya estás al tanto de casi la totalidad de ellos.
- Creí que ibas a tratar de olvidarte de todo por veinticuatro horas.- Reprochó Tom, cruzándose de brazos.
- Hey, yo no prometí nada, eso es lo que tú dijiste.- Maggie le sonrió para que el asunto no sonara tan trágico.- No te preocupes, sólo necesito un par de días y volveré a la normalidad.
Tom se quedó pensativo, como rehusándose a decir algo.
- ¿Qué?- Instó ella, intuitiva.
- Nada. Es que… no estoy seguro de que la normalidad sea exactamente lo mejor para ti. Ni lo mejor para Lena.- Ella le puso cara de fastidio.- Sí, sé que te dije esto como mil veces en los últimos dos días, pero…
- Es mi vida, buena o mala, y hago lo mejor que puedo con ella.
- Quiero ayudarte, Maggie.- Soltó él de pronto.- No me parece justo que tengas que pasar por todo sola.
La sonrisa de Maggie esta vez fue de lo más auténtica. Sin poder evitarlo, levantó una mano enguantada y le acarició la fría mejilla, con los ojos brillosos.
- Eres una persona maravillosa, Tom.
Él también sonrió, apartando un poco la vista, como avergonzado.
- La verdad es que espero no serlo.- Farfulló por lo bajo.
- ¿Por qué no?- Quiso saber ella, extrañada, bajando la mano.
- Porque cada vez que dices que un tipo es maravilloso, terminas dándote cuenta de que es la peor mierda del mundo.- Se encogió de hombros.- No quiero ser eso yo también.
El corazón de Maggie dio un brinco que amenazaba con agujerearle el pecho. Un temblor casi imperceptible le recorrió la columna vertebral.
- Honestamente, no creo que lo seas.
Nuevamente, se quedaron callados, los dos mirando a Lena que incrustaba piedritas en el muñeco de nieve. Parecía tan concentrada que ni siquiera se daba cuenta que Tom no la estaba ayudando.
El silencio estaba lleno de todas las cosas que Maggie no decía, pero que pensaba sin cesar. Sus dudas y sus miedos estaban tácitamente allí, inquietándola, nublándole levemente el semblante.
Tom la miró y lo percibió. Decidió que Maggie ya tenía suficiente de dramas y que era hora de que se relajara, lo quisiera ella o no.
Suspiró.
- Vamos.- Le dijo con seriedad, tomándola del brazo. Maggie lo contempló sin entender, siguiéndolo con pasos torpes.
- ¿A dónde?
- A revolcarnos en la nieve.- Ella abrió los ojos como platos y Tom rebobinó en su cabeza lo que acababa de decir.- Aguarda…- Se paró en seco y la miró.- No es lo que quise decir. Revolcarnos en el sentido de jugar, de dar vueltas, de…
- Ya entendí.- Murmuró ella, ruborizándose. Tom se sintió aún más incómodo.
- No me refería a…- Le echó un vistazo a Lena fugazmente.- Ya sabes… S-E-X-O.
- Estás empezando a sonar como un chico de quince años.- Dijo Maggie, tratando de sonar burlona, pero también algo azorada.
- Dios. ¿Es normal que esté sudando?- Se pasó una mano por la frente y Maggie se echó a reír, sin poder contenerse.
- Tranquilízate.- Imitándolo, lo tomó del brazo y empezó a caminar.- No es para tanto. Los dos somos adultos. Entendemos de que…
- Claro.- Cortó él, carraspeando.
Unos minutos más tarde, olvidaban el pequeño traspié jugando a las escondidas con Lena.
Maggie, sin poder evitarlo, se percató de que aquella era la imagen perfecta de familia feliz que siempre había soñado.

La casa estaba sumida en un desacostumbrado silencio esa noche, cuando Tom y Lena se quedaron solos. Maggie había ido a trabajar y él había aprovechado para acostar temprano a la niña y tratar de pensar y asimilar todo lo que estaba pasando.
Se encerró en su habitación y se puso a hojear una revista, todavía completamente vestido. No tenía sueño ni intenciones de irse a dormir. Estaba extrañamente confundido, pero tranquilo. Seguía sin comprender muchas de las cosas que estaban pasando en su vida, pero estaba convencido de que estaba manejándolo todo de la mejor manera. Y si no era la mejor, al menos era correcta.
Sabía que durante unos días todo iba a ser bastante distinto por allí. Con Maggie y Lena viviendo con él… tendría que hacerse a la idea de que había gente en esa casa que de un modo u otro dependían de él. Maggie era quizás demasiado orgullosa para dejarse ayudar, pero Lena lo necesitaba y era consciente de ello.
Sonrió al pensar en la niña. Era inesperado, pero estaba empezando a sentir un gran cariño por quién supuestamente era su hija. Tenía que admitir que Lena era adorable, dulce y que sabía qué hacer o qué decir para hacerlo caer en sus redes. Cuando creciera iba a darles dolores de cabeza a muchos hombres…
Suspiró. Pensar en el futuro de Lena o en el suyo propio se le antojaba un poco inquietante. No estaba seguro de qué iría a suceder con ellos. Quizás al día siguiente recibiría los análisis de paternidad y descubriría que no era su hija en realidad. Y entonces sus caminos se separarían. Y ya no tendría que preocuparse por ella o por su madre…
Se frotó los ojos cansados y dejó la revista a un lado. Era absurdo pretender leer cuando sus pensamientos iban a mil kilómetros por hora. Todo parecía desordenado últimamente y él no se sentía exactamente el mismo. Había cosas que había creído tener muy arraigadas que de pronto habían desaparecido. Como Nat. ¿Dónde estaría? ¿Qué estaría pensando?
Dejó escapar un segundo suspiro al pensar en ella. Ni siquiera sabía si habían terminado definitivamente o si había posibilidades de arreglar su relación. Habían estado juntos muchos años y Tom había asumido que nada cambiaría.
- Tal vez debería llamarla…- Murmuró para sí mismo, sacando su teléfono celular del bolsillo del jean.
Se quedó mirándolo unos cuantos segundos. ¿Qué podía decirle? Lo que más le interesaba era averiguar cómo estaba y si aún se sentía enojada con él. Pero algo lo retenía y era el recuerdo de la última vez que habían hablado. La dureza de su tono y lo despectiva que había sonado al mencionar a Lena lo habían dejado helado. Quizás Nat ya no era la chica que él había querido tanto. Quizás en algún punto, en que él estaba tan concentrado en sus propios asuntos, simplemente ella se había convertido en alguien más.
Giró la cabeza. Había una foto de ambos enmarcada cerca de la cama, donde lucían felices y relajados cuando se habían ido de vacaciones a Nueva Delhi, el año anterior o algo así. Nunca había sido bueno para recordar fechas. Era Nat la que siempre se ocupaba de esas cosas.
- No te olvides que tienes cita con el odontólogo mañana.- Solía decirle, sabiendo lo despistado que era.- El jueves es el cumpleaños de tu madre, cariño, deberíamos ir a comprarle algo. ¿Recordaste llamar a Tim? Me pidió que le devolvieras la llamada en cuanto salieras de la ducha.
Las imágenes de todas esas trivialidades junto a ella le parecían lejanas. Era como si él fuese una persona nueva. El Tom que salía con Nat y se olvidaba de los compromisos a los que debía asistir se había convertido en un padre de tiempo completo… o algo muy parecido. Aún sentía que aquel título era muy ajeno a lo que sentía en verdad.
El reloj iba avanzando mientras Tom trataba de descubrir qué haría con su vida o, como mínimo, que estaba sucediendo con ella en ese instante. Paulatinamente, comenzó a quedarse dormido y las reflexiones sobre su relación con Nat lo indujeron en un sueño intranquilo que jamás llegó a profundizarse.
Un ruido lo despertó del todo, lo que parecieron cinco minutos después. Sobresaltado, abrió los ojos y echó un vistazo automático para ver qué hora era. Apenas eran poco más de las cinco. Parecía que alguien acababa de entrar en la casa. Si no estaba demasiado atontado, el ruido había sido la puerta principal.
Antes de que pudiera pensar en nada más, sintió un golpecito en la puerta misma de su habitación. Frunciendo el ceño, se puso de pie y se asomó por una rendija. Al ver que era Maggie, que acababa de llegar del trabajo, abrió del todo.
- ¿Maggie?
- Siento despertarte.- Dijo ella, con una voz muy extraña.
- No te preocupes.- La observó con más atención. Parecía muy nerviosa y alterada.- ¿Qué sucede?
Ella se mordió un labio, como si no quisiera decir nada. Bajó la mirada hacia sus propias manos y Tom notó que le temblaban un poco.
- Yo…- Vaciló. Miró a Tom directo a los ojos y él tuvo la certeza de que estaba a punto de derrumbarse.- No puedo más, Tom.- Masculló, en un sollozo desesperado, confirmando sus sospechas.- No puedo…
- Hey… tranquila.- Susurró, dando un paso hacia ella. Se inclinó para examinar su rostro.
- He estado… toda la noche tratando de no llorar.- Musitó, quitándose el cabello del rostro con un ademán angustiado.- Tratando de entender…- Parecía tan agitada que Tom no estaba seguro de qué debía hacer. No había creído que Maggie fuera la clase de mujer que se cae a pedazos en medio de la noche, sintiéndose absolutamente vencida.- ¿Cómo es posible que todo salga tan mal? ¿Cómo puede ser que… que no logre…?
- Estás bajo demasiada presión.- Interrumpió él, suavemente.- Quieres abarcar más de lo que puedes, Maggie.
- Sólo quiero hacer las cosas bien.- Repuso ella tristemente.- Por una vez en la vida.
Le sonrió, tratando de animarla.
- Lo sé. Tropezar, equivocarse… es parte del proceso. Ya verás que todo, de alguna manera, va a solucionarse.
- Tengo miedo.- Confesó, y nunca había dicho nada que le costara como eso.- Tengo tanto miedo, Tom.- Sus ojos claros estaban llenos de lágrimas cuando se posaron en los de él.- ¿Qué haré si no puedo cuidar a Lena, si no puedo darle lo que necesita, si…?
- No seas tonta. Claro que podrás.- Aseguró con ternura.- Eres su madre. Eso es todo lo que importa.
- Ninguna madre debería tener que abandonar a su hija…- Sollozó, quebrándose por completo.- Nunca…
- Oh, Maggie…- Farfulló, apenado. Se acercó más a ella y la estrechó entre sus brazos. Maggie lloró libremente contra su hombro, aferrándose a él, desconsolada.- Hiciste lo que tenías que hacer. Tomaste una decisión difícil y dolorosa por el bienestar de Lena.- Apoyó la barbilla contra la cabeza de ella.- Aún es muy pequeña para comprenderlo, pero algún día va a agradecerte por todo lo que has hecho.
- ¿Tú crees?- Preguntó casi de forma inaudible, con la mejilla pegada en su pecho.
- Por supuesto.- Se apartó unos pocos centímetros para mirarla a los ojos.- No tienes ninguna razón para creer lo contrario.
Ella negó con la cabeza, tratando de contener el llanto.
- Pero, ¿qué voy a hacer? Por más que lo intento y lo intento, no puedo hacer que nada funcione. No tenemos donde vivir, perdí mi empleo… no hago más que arruinarlo todo.
- Sabes que eso no es cierto.- La regañó, severamente.- Maggie, vamos, deberías darte un poco de crédito. Llevas cuatro años torturándote a ti misma con tal de que Lena pueda crecer lo más normalmente que le sea posible. No es fácil.- La besó entre el cabello, como solía hacer con Lena.- Eres fuerte, Maggie y estoy seguro de que tarde o temprano encontrarás… encontrarás el camino correcto.
Ella le sonrió y se secó el vestigio de lágrimas que aún humedecía sus mejillas. Se desenredó de sus brazos muy lentamente, como si después de haberse desahogado, se sintiera avergonzada por perder la compostura con él.
- Eres la última persona a la que debería molestar con estas cosas a las cinco de la mañana.- Le dijo, ruborizándose y evitando mirarlo.- Lo lamento, Tom.
- Me alegra que lo hayas hecho.- Respondió él, apoyándose en el marco de la puerta a contemplarla.- Al menos así puedo convencerte de que no eres el desastre que pareces creer que eres.
Maggie se volvió y comenzó a caminar por el pasillo, dirigiéndose a la habitación de Lena. Sin embargo, se detuvo a mitad de camino y se volvió hacia él.
- Estuve toda la noche deseando verte y hablar contigo, Tom.- Murmuró, y el brillo de sus ojos era muy intenso.- Nunca me gustó… nunca me gustó llorar frente a nadie, ni quejarme, ni nada de eso. Lo detesto, de hecho.- Sonrió, con un dejo amargo.- Pero sabía que tú tendrías las palabras justas para hacerme sentir mejor.- Tom se quedó muy callado, sin saber qué decir.- De todas las personas, es a ti a quien he perjudicado más… y eres el único que me ha dicho algo agradable.
- Sólo te he dicho la verdad, Maggie.
Asintió, conmovida.
- Gracias.
Sin darle tiempo a nada más, se perdió en el pasillo y entró en la habitación, cerrando la puerta con suavidad detrás de ella.
Tom se quedó mirando el espacio vacío y oscuro y dándose cuenta que la desconocida que vivía en su casa estaba haciéndole ver la vida de un modo tan nuevo y diferente, que ya no hacía que se le antojara tan ajena.
- ¿En qué diablos te metiste, Tom?- Se preguntó a sí mismo, en voz baja, mientras daba media vuelta y regresaba a su cuarto, con la casa sumiéndose nuevamente en el más absoluto silencio que precedía al alba.
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