domingo, 21 de junio de 2009

Wolf at the Door: Capítulo 24.

- ¿Papi?
- ¿Mm?
- ¿Cómo se hacen los bebés?
Tom estuvo a punto de escupir el café. Apoyó la taza con brusquedad sobre la mesa y miró a Lena, que estaba sentadita en su lugar, moviendo de un lado a otro con la cuchara sus copos de cereal.
- ¿De qué hablas, Lena?- Preguntó, sintiéndose acorralado.
- ¿Cómo llegan los bebés a las panzas de las mamás?- Insistió ella, dedicándole toda su atención.
- Bueno…- Tom fue consciente del calor en sus mejillas y no le cupo duda de que estaba enrojeciendo.- ¿De dónde sacas esas ideas, nena?
- De la tele. Las mamás se ponen gordas y después les salen los bebés…- Murmuró pensativa.- ¿Pero cómo se meten ahí adentro?
Tuvo que carraspear varias veces mientras intentaba dar con una respuesta correcta.
- Es que… cuando las mamás… eh… hay unos pececitos que…- Empezó a frotarse las manos, ansiosos.- Resulta que…
Maggie entró en ese preciso momento, arreglándose el pelo con prisa, y tomó una tostada del plato que estaba sobre la mesa.
- ¡Maggie! ¡Maggie, gracias a Dios!- Exclamó Tom, sintiéndose absurdamente aliviado.- Lena quiere saber… eh… cómo se hacen los bebés.
- Son pequeñas semillitas que se plantan en las panzas de las mamás, cariño.- Contestó ella con naturalidad.
- ¿Cómo una planta?- Quiso saber Lena, frunciendo la nariz.
- Tú fuiste más bien una flor.- Replicó su madre y le besó la cabeza. Lena quedó instantáneamente satisfecha con la explicación y continuó desayunando.
Tom tomó un poco más de café para calmarse.
- Vamos a tener que prohibirle la televisión.- Musitó por lo bajo. Luego la miró con más atención y se dio cuenta que se estaba preparando para salir.- ¿A dónde vas?
- A trabajar.
- ¿Ahora? ¿Qué pasó con tu turno de la noche?
- Estoy haciendo dos turnos distintos, una de las chicas renunció y no me viene nada mal el dinero extra.- Explicó vagamente. Se terminó su tostada y se limpió con una servilleta.
- ¿Cuándo podrás sentarte a hablar? Hace más de una semana que…
- Lo sé, lo lamento. Surgieron algunas complicaciones, pero en cuanto pueda hablaremos.- Había evitado sus ojos en todo momento, a pesar de que al menos le estaba dirigiendo la palabra. Esa era la conversación más larga que tenían en días.
Tom no tuvo más remedio que asentir y aceptar lo que Maggie le decía.
- No te sobrepases con el trabajo. ¿A qué hora vas a regresar?- Continuó, levantándose para servirse más café.
- No estoy segura.- No le agradó para nada que no fuera más específica. ¿No podía darle un estimado de tiempo, como mínimo?
Y… ¿por qué le importaba de todos modos? No eran nada. No eran pareja. No era su novio o su esposo, ni siquiera su amante. No podía controlarla como si estuvieran relacionados…
Maggie se despidió de Lena y se fue de allí en menos de un minuto. Tom volvió a sentarse y terminó de desayunar antes de ir al estudio con la niña, pero no se sentía muy feliz y Maggie no lo dejaba hacer nada al respecto.

Esa noche, Tom se sentó junto a Lena en el mullido sillón de la sala y simuló mirar la televisión con ella, cuando en realidad tenía un ojo puesto en la puerta de entrada. Ya era tarde, ¿dónde estaba Maggie?
Le parecía que quizás había pasado en algún momento de la tarde, cuando él y la niña estaban en el estudio, porque había olvidado sus guantes en la mesa del vestíbulo y esa mañana se los había visto puestos.
- ¡Mira, mira, papi!- Exclamó Lena, empezando a señalar la pantalla con excesivo entusiasmo.- ¡Mira qué bonito!
Tom desvió su atención de Maggie unos segundos. Lena saltaba en el sillón y le mostraba una bailarina haciendo su número en un teatro oscuro y enorme, con la pacífica música resonando alrededor del escenario.
- Es ballet, nena.- Respondió él, recostándose contra el respaldo y preparándose a ser paciente.
- ¿Ballet?- Repitió Lena, intrigada.
- Sí. Un baile clásico.
- Me gusta su vestido.- La pequeña se puso de pie y se acercó un poco más a la televisión, como si quisiera tocarla.
- Es un tutú.- Se estiró, la agarró por la cintura y la sentó nuevamente a su lado.- No te pongas tan cerca, te vas a quedar ciega.
- Pero es muy lindo. Mira como brilla… ¿puedo bailar como ella, papi?
Tom la observó en silencio unos segundos y suspiró.
- ¿Quieres aprender ballet?
- ¡Sí!
- ¿Segura? ¿No es de esas cosas que los niños piden y a la semana se aburren?
- ¿Cómo qué?
- Un pez, un perro, una soga, un yo-yo.- Murmuró Tom, encogiéndose de hombros.
Lena, como toda respuesta, se puso a girar alrededor de la sala, levantando sus brazos para imitar a la chica que daba sus pasos finales antes de salir del escenario.
- ¿Cómo me veo, papi?- Farfulló, perdida en su propio mundo.
Él se tomo unos instantes para verla ir de un lado al otro. El fino y suave cabello castaño le revoloteaba alrededor del rostro y las mejillas se le habían puesto sonrosadas.
- Hermosa, cariño.- La atrapó cuando ella quiso efectuar el mismo salto que la bailarina y se puso a reír, contenta.- Si quieres aprender, voy a llevarte.
- ¿De verdad?- Los ojitos de la niña se iluminaron, ilusionados.
- Por supuesto que sí.- La besó tiernamente.- Si tu madre está de acuerdo, iremos a inscribirte a alguna parte esta semana.
Lena lo abrazó con todas sus fuerzas durante unos cuentos minutos, sin decir absolutamente nada, y él no se opuso, porque la sensación de calidez en su interior era más gratificante que nunca. Estuvo a punto de dar un respingo cuando oyó que la pequeña empezaba a susurrar en su oído, casi temerosa.
- No quiero irme nunca, papi.- Tom apoyó la mejilla en su cabello.- Ojalá hubieses sido mi papá siempre.
Involuntariamente, unas lágrimas asomaron en los ojos verdes de Tom y lo único que pudo hacer fue estrecharla aún más.
- No vas a irte, Lena. Te lo prometo…
Se quedaron tanto tiempo así, sin decir una sola palabra, como si por primera vez ambos estuvieran sintiendo un lazo único e irrepetible que los unía, como si estuvieran redescubriéndose en el otro, como si no hubiese nadie más a quién pudiesen adorar de esa manera… que Lena acabó durmiéndose sobre su hombro. La noche avanzaba, Maggie no volvía y Tom sentía que amaba a esa niña como nunca podría amar a nadie.

Cuando la semana llegó a su fin, Tom se instaló con una botella de Coca-Cola en el sillón de la sala a leer un libro junto a la chimenea, mientras Lena dibujaba junto a Coco tumbada en la alfombra, en pijama. Estaba bastante cansado, las sesiones de ensayo, grabación y composición de esos días habían sido bastante duras y lo único que quería era relajarse un poco.
Maggie, para variar, estaba trabajando y él y la pequeña se habían dado el gusto de ordenar una pizza por teléfono que llegaría de un momento a otro. Terminó de leer un capítulo de su libro y dio vuelta la página para comenzar el siguiente, cuando el teléfono empezó a sonar. Lo manoteó sin sacar la vista de las palabras que se desplazaban frente a él.
- ¿Hola?
- Hola, Tom.- La voz de Richard resonó del otro lado.- Escucha, necesito tu ayuda.
- ¿Qué pasa?- Con un dedo, marcó por donde iba leyendo y cerró el libro, para prestarle atención a su amigo.
- Es Tim.- Respondió él.- Acaba de llamarme. Tuvo una pelea con Jayne y necesita hablar con alguien. Me pidió que fuera a verlo, pero la verdad es que estoy en medio de una cena familiar…
- Diablos. ¿Qué pasó con Jayne?- Preguntó confundido. Siempre había creído que todo estaba bien entre ellos.
- Han estado discutiendo mucho últimamente y él no ha estado del mejor humor.
- ¿Por qué no me lo dijo? Podríamos haber…
- Tom, tú ya tienes suficientes problemas por tu cuenta.- Lo interrumpió Rich con calma.- Y créeme que no acudiría a ti ahora si no fuera porque realmente no puedo zafarme de ésta.
- Aún así debieron hablar conmigo.- Refunfuñó.- De acuerdo, iré a su casa y veré qué puedo hacer.
- No, Tim no está en su casa. Me dio una dirección, ¿puedes anotarla?
- Claro.- Buscó rápidamente un papel y una lapicera. Tomó nota enseguida.- Bueno. Vestiré a Lena e iremos…
- No, aguarda.- Lo detuvo Richard de inmediato.- No deberías ir con Lena. Por el ruido que había cuando me llamó, creo que está en un bar. Déjala en tu casa.
- Pero Maggie no está.- Replicó Tom, frunciendo el ceño.- No puedo dejarla sola.
Richard suspiró, contrariado, como siempre que alguno de sus amigos estaba en problemas.
- Bien. Pasa por mi casa primero, deja a Lena aquí y ve a ver a Tim.
Tom estuvo conforme con el plan, así que cambió a Lena, la abrigó y salieron en el auto camino a casa de Rich.
- ¿Y qué va a pasar con nuestra pizza?- Preguntó ella, desde el asiento de atrás, afligida.
Tom le sonrió por el espejo retrovisor.
- Pediremos otra más tarde, no te preocupes.
Richard salió enseguida a recibirlos cuando Tom condujo hacia la entrada de la casa. Se acercó con paso apresurado y dejando la puerta entreabierta para volver a entrar cuanto antes. Desde el interior llegaba luz, el calor de alguna chimenea y algo de música suave mezclada con murmullos de conversación.
- Quédate con el tío Rich un rato, Lena. Pasaré por ti en cuanto termine de ayudar al tío Tim, ¿está bien?- Le dijo mientras Richard le desabrochaba el cinturón de seguridad y la levantaba en brazos.
- Sí, papi.- Asintió ella, mientras se aferraba al cuello de su amigo. Lo saludó con la mano hasta que Richard cerró la puerta detrás de ellos.
Buscó el papel con la dirección del bar en su bolsillo y empezó a merodear por las calles de Sussex hasta dar con la correcta. Había dos o tres bares en menos de diez metros de distancia y tuvo que mirar varias veces el número para realmente darse cuenta de que no se había equivocado. Pero, ¿qué hacía Tim allí?
Nada más entrar, sus ojos se inundaron de la imagen de chicas bailando por doquier. Los clientes del bar eran exclusivamente hombres y uno de edad bastante avanzada ponía lo que parecía un billete de diez libras en lo que parecía ser el sostén de una de las mujeres que bailaba.
Dos lo abordaron al mismo tiempo y él tuvo que disculparse reiteradas veces para quitárselas de encima y caminar hacia la barra. No le costó nada encontrar a Tim sentado allí, cabizbajo. Parecía el único que realmente no se estaba divirtiendo.
- Hola.- Susurró Tom, y se sentó a su lado.
Los ojos de Tim se desviaron levemente hacia él, le dio un sorbo a su cerveza y luego al fin abrió la boca.
- ¿Qué haces aquí?
- Richard me dijo donde estabas.- Tom miró alrededor.- ¿Por qué no vamos a mi casa? Vamos a hablar más tranquilos ahí.
- No, estoy bien en este sitio.
Tim deprimido era un tipo difícil y Tom supo que quizás su paciencia fuera menor que su sentido de la amistad.
- ¿Qué sucedió?
La botella volvió a tocar los labios de Tim por varios segundos. Bebió con ganas y luego la apoyó, vacía, sobre el mostrador.
- Peleé con Jayne, por supuesto.
No dijo más nada. Tom tamborileó los dedos sobre la madera, pero aguardó en vano.
- ¿Vas a decirme por qué?
- Las mismas estupideces de siempre: trabajo demasiado, no le presto atención, bla, bla, bla…
- Bueno, Tim…- Odiaba no darle la razón, pero iba a tener que hacerlo de todos modos.- La verdad es que no te morirías por estar dos horas más en tu casa y menos en el estudio.
Levantó la mirada hacia él, fugaz.
- No puedo descuidar el trabajo. Lo sabes.
- No estoy diciendo que lo descuides.- Se apresuró a decir.- Es sólo que quizás para Jayne parece que es el único aspecto de tu vida que disfrutas. Es lo único que haces realmente con ganas.
- Eso no es cierto.- Replicó, testarudo.- Y tú lo sabes.
- Sí, yo lo sé. Pero, ¿qué hay de ella? ¿Cuándo se lo haces ver? ¿Cuándo estás a miles de kilómetros de aquí, dando conciertos en el otro extremo del mundo?
- Jayne sabía perfectamente con quien se casaba. No se puso esa alianza en el dedo pensando que era un tipo con horarios de oficina.- Hizo señas y le trajeron otra cerveza.- No es fácil para mí tampoco.
- Pero tampoco es difícil. Admítelo…- Le sonrió para animarlo.- Eres un adicto a tu trabajo, Tim. No va a hacerte daño, ni a la banda, que descuentes un par de horas en el estudio y te quedes en casa con ella.
Tim bebió un poco más sin decir nada y Tom aprovechó para estudiarlo con atención.
- ¿Es algo más? ¿Hay alguna razón por la que no quieras trabajar menos y estar con ella?- Inquirió.
Su amigo negó con la cabeza suavemente.
- No. O al menos no lo creo.- Dejó escapar un largo suspiro.- Quizás sólo estoy cansado.
- Claro que estás cansado.- Repuso Tom.- No paras ni un segundo. Apuesto a que en cuanto Jayne se va a dormir, sigues trabajando en tu casa, ¿no es así?
Los ojos azules de Tim adquirieron un tinte de culpabilidad.
- ¿Lo ves?- Masculló Tom, acercándose más y quitándole la cerveza de las manos.- Si quieres estar bien con ella, empieza por quedarte en la cama con tu esposa en vez de escabullirte para tocar el piano.- Tomó el abrigo de Tim que estaba colgado en el respaldo de la butaca a su lado.- Estoy seguro que con eso las cosas se suavizarán un poco. Y el lunes no quiero verte en The Barn hasta el mediodía…
- Tom…- Dijo él, mirándolo fijamente.
- Hasta el mediodía, Tim.- Repitió con firmeza, para que quedara en claro.- Cambiaré la cerradura para que no puedas entrar si es necesario, ¿entendiste?
Le pasó su abrigo, que Tim tomó lentamente, pero no se puso. Tras unos cuantos segundos de silencio, finalmente volvió a abrir la boca.
- Gracias.
Tom sonrió porque sabía que al menos las cosas no irían tan mal por el momento. Tim era testarudo, pero con un empujón podía entrar en razón.
Miró alrededor. Unas chicas con poca ropa llevaban bandejas llenas de tragos. Otra bailaba sobre un pequeño escenario rodeado de hombres un poco ebrios. Unas cuantas merodeaban entre las mesas.
- Es gracioso, ¿verdad?- Murmuró Tom.- Hace unos años eras tú el que tenías que buscarme en bares de mala muerte. Me siento mejor de haber podido retribuirte eso.- Le dedicó una mueca burlona.
Tim esbozó una pequeña sonrisa.
- Vámonos de una vez.
Emprendieron el camino hacia la salida. Tim se puso su abrigo mientras caminaba y Tom buscó las llaves del auto en su bolsillo.
A pocos metros de la puerta, una chica le puso una mano a Tim en el pecho para detenerlo. La ropa que llevaba era escasa y ceñida y tenía el cabello lleno de rulos alborotados.
- ¿Seguro que quieres irte?- Le susurró en el oído y Tom se dio media vuelta para ver qué retenía a su amigo.
Tim tenía el ceño fruncido y observaba algo confundido a la chica que se apoyaba contra él. Ni siquiera la tocaba, como si tuviera que mantener sus manos lejos de ella lo más posible. Trataba de escrutar su rostro, pero se movía a su alrededor, imposibilitándoselo.
Finalmente, estiró una mano y le tomó el brazo con delicadeza, pero para detenerla. La chica instantáneamente subió el rostro hacia él.
Tim se quedó lívido.
- ¿Maggie?
Tom reaccionó al escuchar su nombre. Maggie los miró a ambos, horrorizada, pero él casi no podía reconocer a ese desastre de excesivo maquillaje y mirada triste que escondía detrás a la dulce mujer que él había besado.
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