jueves, 31 de enero de 2008

Nothing In My Way: Capítulo 10.

Los celos de Tim eran totalmente irracionales para mí. Cuado regresó al día siguiente preferí tomar el asunto con cuidado, pero parecía que ya se le había pasado. No hizo ningún tipo de comentario sobre Oliver, ni volvió a mostrarse tan extraño como la tarde anterior.
Me parecía que en los últimos días mis sentimientos por él se habían dividido en partes iguales de confusión y absoluto amor. Aún me sorprendía todo lo que podía causar en mí. Tim Rice-Oxley era un hombre que sabía como lograr que una mujer… o más bien una chica se deshiciera con solo cruzar la mirada con sus ojos azules.

- Sabes que siempre he sido un desastre para comprar regalos.
- Sí. Todavía recuerdo las medias de lana y la cortina para ducha que me compraste para mis últimos dos cumpleaños.- Respondí riendo y Oliver se ofendió.
- Son regalos útiles.- Se defendió, aunque avergonzado.
- No digo que no lo sean… sólo que no esperaría que un chico de dieciocho años me regalara eso.- Dije, aún algo tentada y tuve que suprimir una carcajada al agregar:- De todos modos amo esa cortina. Combina con los azulejos.
- Búrlate todo lo que quieras, Summ, pero esta vez no quiero meter la pata.- Masculló.- Tenía pensado comprar uno de esos jarrones que…
- ¿Un jarrón, Oliver? ¿Para qué demonios querría tu madre un jarrón?- Pregunté, sin poder creer su desorientación para los obsequios.
- No lo sé… me pareció una buena opción.- Susurró, evidentemente incómodo.
- No.- Pensé unos segundos.- A tu madre le fascinan los libros clásicos de poesía, las plantas y la música de Frank Sinatra…- Enumeré, más para mí misma que para él.- Quizás podríamos basarnos en eso.
- Frank Sinatra es viejo.- Dijo como sin convencerse.
- Frank Sinatra ya murió, Oliver.- Repuse con impaciencia.- Pero creo que tenemos una buena base: le compraremos un libro de poesía de alguna edición rara, un buen ramo de flores y un disco de Sinatra.
- Eres buena para estas cosas.- Dijo con cierta admiración.
- Así somos las mujeres… aunque tú no me consideres una.- Repliqué, recordando con algo de rencor aquel comentario que me había hecho hacía no mucho.
Era jueves y toda la semana había pasado sin grandes sobresaltos. El sábado sería el cumpleaños de su madre y yo estaba invitada a cenar, como todos los años, junto con el resto de sus familiares.
- Trataremos de conseguir la mayor parte de eso en Battle, al menos las flores serán fáciles de hallar en Market Square.- Sugerí, aún pensativa.- Y el resto podemos encontrarlo en Hastings. Tomaremos el tren después de que termine mi turno en la cafetería mañana, ¿qué dices?
- Suena genial, Summ. Gracias por darme una mano.
- Ni siquiera la menciones. De todos modos, tengo que cortar ahora. Todavía no lavé los platos de la cena y quiero irme a la cama.- Farfullé, bostezando.- Nos vemos mañana, Oliver.
- Adiós, Summ. Que descanses.
- Tú también.- Estaba a punto de cortar, pero me arrepentí.- ¡Ah! Y, Oliver… para mi próximo cumpleaños no me regales un jarrón, ¿de acuerdo?
- Muy graciosa.- Musitó, antes de cortar.
Yo me reí sola en el silencio de la casa.

Amaneció absolutamente soleado ese viernes. Me levanté con desgano y me di una ducha para quitarme el calor. Luché con mi pelo por al menos diez minutos hasta que decidí que no valía la pena: simplemente los abundantes rizos no querían cooperar. Me lo sujeté lo mejor que pude para que no se me pegaran al cuello gracias a la insoportable temperatura que resultaba bastante peculiar y luego me vestí.
Salí hacia The 1066 sin molestarme en llevar la bicicleta. Después tendría que regresar a dejarla antes de ir a Hastings y sería una pérdida de tiempo. No pasé por North Trade Road esa mañana. Caminando tardaría el doble y ya había perdido demasiado tiempo tratando de peinarme. Definitivamente, ese día no empezaba nada bien.
Sin embargo, no sabía por qué seguía pasando por la casa de Tim a diario. Costumbre, quizás. No me hacía falta, por supuesto, dado que él iba a la cafetería todos los días, podíamos hablar y demás…
Aún así, era como una tonta necesidad de pasar por allí. Como si eso me recordara el tipo de amor que sentía por él. Un concepto tan idiota que ni siquiera podía explicar. Seguramente el calor me estaba afectando más de la cuenta.
Aparentemente, todo el mundo había sentido deseos de tomar algo refrescante en The 1066 ese día, porque cuando llegué me encontré con todas las mesas ocupadas y las camareras corriendo de un lado al otro sin dar abasto. Tuve que poner manos a la obra de inmediato, de modo que me olvidé del leve fastidio que me había provocado el haber alterado mi rutina y haber obviado North Trade Road en mi camino.

Tim Rice-Oxley cruzó la puerta de The 1066 poco después de las cuatro de la tarde. Se quedó parado junto al mostrador, ya que su mesa estaba ocupada, como el resto de ellas. Yo estaba demasiado atareada para detenerme a hablar y me limité a sonreírle al pasar cuando iba camino a la cocina a buscar un pedido.
Diez minutos más tarde lograba sentarse y yo me acerqué a él y pude prestarle un segundo de atención por primera vez. Y casi me desvanecí allí mismo.
Llevaba puesta la camisa. Mi camisa. La que yo había dejado en su puerta. Y le quedaba preciosa, arremangada y con dos botones desabrochados. Con la parte trasera pegada a su espalda por el intenso calor.
- Creí que jamás vendrías.- Comentó, sin darme tiempo a reaccionar.- Esto es un desastre.
- Hay mucho trabajo hoy.- Logré decir, aún mirando cómo le quedaba perfectamente al cuerpo. Me di cuenta que tenía la boca abierta, así que la cerré.- ¿Qué te traigo?
- Algo helado y con hielo, por favor.- Pidió, sonriéndome un poco.- Lo que sea.
Le devolví la sonrisa, tratando de actuar con normalidad.
- ¿Una Coca-Cola?- Sugerí y él asintió distraídamente.- Enseguida.
Me alejé antes de que pudiera detenerme, aunque vi la intención en sus ojos azules. Fui de inmediato a la cocina, cerré la puerta detrás de mí y me apoyé contra ella.
No podía creer que llevara puesta la camisa. Le quedaba fabulosa, casi parecía hecha para él…
- ¡No hay tiempo para soñar despierta, Summer!- Exclamó Peter, pasando por mi lado, tan ocupado como los demás.
Dando un respingo fui a buscar la bebida de Tim. La puse en la bandeja, junto con otras que debía llevar a dos mesas más. Pasé a dejar estas últimas primero y luego me dirigí nuevamente a él. Sin poder evitarlo y como de costumbre, me sonrojé. No podía dejar de pensar en lo hermoso que se veía…
- Aquí tienes.- Me di vuelta para irme, pero sentí su mano en mi brazo.
- ¿Tienes prisa?- Pregunto, algo provocativamente.
- La verdad… sí.- Dije, frunciendo los labios, algo fastidiada. Quería quedarme con él.
- Siéntate.- Exclamó con firmeza, sin hacer caso de mi respuesta.
- No puedo. Mi jefe ya está bastante alterado hoy, si me ve sentada le va a dar un ataque al corazón.- Contesté sonriente.
- ¿Acaso no se supone que tienes que complacer a los clientes, Summer?- Inquirió, con suavidad.- Bueno… quiero que me complazcas. Siéntate.
La forma en que lo dijo me hizo dudar. Hubiese dado todo por cinco minutos a su lado… hasta mi trabajo, mi vida… todo. Pero mi sentido común se hizo oír.
- Ojalá pudiera, Tim. Volveré lo antes posible.- Prometí y me largué antes de que pudiera protestar.
Mi turno casi terminaba y Oliver podía llegar de un momento a otro. Yo moría por pasar unos segundos con Tim y él me miraba como incitándome a que me sentara junto a él o le hiciera caso.
Diez minutos antes de mi hora de salida, las cosas se calmaron lo suficiente como para que me tomara un breve respiro. Me acerqué a Tim en menos de un parpadeo.
- Estoy hecha polvo.- Comenté, suspirando y apoyando los brazos contra la mesa, frente a él.
- No hemos podido cruzar muchas palabras hoy.- Dijo él, casi en un susurro.
- No.- Fruncí los labios en señal de queja.
- Es una lástima.
- Sí.- Volvía a mirar la camisa y a quedarme embobada. Era una completa estúpida.
- ¿Qué te parece si damos un paseo y compensamos esa pérdida de tiempo?- Propuso y yo parpadeé.
¿Había oído bien o el calor y el cansancio empezaban a afectarme?
- ¿Qué?- Mascullé, incrédula.
- ¿Acaso tienes otros planes?- Farfulló, desdeñoso y me di cuenta que no había imaginado eso.
- De hecho…- Balbuceé, apretando la bandeja que llevaba conmigo para que no se notara el temblor de mis manos.- De hecho, sí.
- No me digas…- Susurró y me miró expectante.
- Sí… le prometí a Oliver que lo acompañaría a…
- ¿No crees que has visto a Oliver lo suficiente el fin de semana, Summer?- Cortó con sequedad.- Se fueron juntos de viaje, compartieron una casa… de seguro se metieron juntos al mar…
- Yo…- Vacilé.
- Supongo que no habrán compartido habitación, ¿verdad?- Arqueó una ceja, esperando mi respuesta, que no se produjo. Sólo podía abrir y cerrar la boca como un pescado.- Ah… ya veo.
- No, no… quiero decir…
- No sabes qué decir, Summer.- Interrumpió, con cierta amarga satisfacción.- Di en el blanco.
- Pero ya te expliqué que él y yo…
- Son como hermanos.- No me dejaba hablar y eso me ponía más nerviosa y me hacía ruborizarme más y más…- Y dime… ¿no puedes dejar solito a tu hermano un día? ¿Un mísero día?
- Es que es el cumpleaños de su madre y…
- Que ternura.- Me observó, irritado, y alejó de él el vaso vacío con brusquedad.
¿Qué estaba haciendo? ¿Tim me estaba invitando a salir y yo me negaba? ¿Acaso estaba demente?
Pero no podía hacerle eso a Oliver… aunque de hecho, ya lo había ayudado diciéndole qué podía comprar. Sólo había que ir y hacerlo. Y bueno… nos quedaba toda la mañana del sábado, no era algo completamente inamovible…
- Creo que Oliver puede arreglárselas por un día.- Murmuré al fin y le sonreí, tratando de mantener los ojos en los suyos y no en la camisa que parecía provocarme.- Tenemos tiempo de comprar el regalo de su madre mañana.
- Me parece muy sensato lo que dices.- Su sonrisa se acentuó y le echó un vistazo a su reloj. A continuación, se puso los lentes de sol verdosos que tan bien le quedaban. Poniéndose de pie, me dedicó una mirada impaciente.- ¿Y bien?
- Ah, sí, sí…- Exclamé, enderezándome de golpe.- Sólo un segundo…
Fui hacia el mostrador y dejé la bandeja. Luego me quité el delantal a toda velocidad y traté de arreglarme un poco el pelo, aunque fue en vano. Me pregunté qué planes estaban cruzando por la cabeza de Tim…
Salimos al infernal sol de la tarde y caminamos unos pocos pasos.
- ¿No trajiste tu bicicleta hoy?- Quiso saber, mirando en derredor.
- No, no la necesitaba.- Contesté, inmensamente nerviosa.
Tim me obsequió una sonrisa que me derritió más que los rayos del candente sol. Algo me decía que ése día no iba a terminar como los otros y, al pensarlo, un incesante cosquilleo me recorrió por dentro.

Oliver giró en la esquina y se encaminó con cierta pereza hacia The 1066. Hacía mucho calor y deseaba dejarse caer a la sombra de un árbol, en vez de recorrer todo Battle y Hastings en busca de un regalo para su madre. Sin embargo, Summer le había prometido que iría con él y no le quedaba más remedio que pasar a recogerla por la cafetería. Ya se había retrasado un poco y ella lo regañaría.
Levantó la mirada del suelo para cruzar la calle, ya viendo la entrada del lugar. Entonces dos personas que se alejaban lentamente atrajeron su atención. Oliver reconoció a su amiga al instante, sin necesidad de volver a mirarla para comprobarlo. Era Summer, y a su lado iba ese Tim Rice vaya-uno-a-saber-qué-más. ¿Pero a dónde iban? ¿Acaso Summer se había olvidado de que tenían planes?
Abrió la boca como para soltar un grito y llamarla, pero entonces Tim miró por sobre el hombro y las miradas de ambos se cruzaron. Los ojos azules fríos de él escrutaron al chico en menos de un segundo, que se quedó boquiabierto, sin saber qué decir. Luego, mientras lo desafiaba tácitamente, estiró una mano y tomó el brazo de Summer, de una manera tan posesiva que hasta fue evidente para Oliver. Acercándola más a él, la hizo cruzar la calle y desaparecieron entre un grupo de personas que pasaban por allí.
De todos modos, Oliver no quería ver más. Con eso había sido suficiente y no tenía manera de explicar la forma dolorosa en que su corazón parecía estrujarse al verlos juntos. Se dio media vuelta y se fue por donde había venido, con la única diferencia que ahora en vez de preocuparse por qué regalarle a su madre, estaba preocupado por adónde la llevaría ese hombre.
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