lunes, 4 de febrero de 2008

Nothing In My Way: Capítulo 11.

Sentí la mano de Tim ciñéndose en mi brazo y lo miré de reojo, profundamente feliz de disfrutar de su tacto. En ese preciso momento, él miró sobre su hombro, parecía como si vigilara algo, pero la expresión recelosa en sus ojos me hizo sentir un escalofrío. Traté de pensar en una cosa y Oliver fue lo primero que apareció en mi mente.
- ¿Sabes…?- Susurré, mientras nos perdíamos entre un grupo algo numeroso de personas. Tim pareció acercarme más a él para no perderme en el gentío.- Debería ir a casa un momento y llamar a Oliver, avisarle que tengo que cancelar. No me agrada dejarlo así.
- No es una obligación que salgas conmigo, Summer.- Repuso él con cierta frialdad.
- No dije eso. Me gusta mucho tu compañía, Tim.- Me apresuré a aclarar. Él sonrió sin agregar más nada.- ¿Y a dónde quieres ir?- Pregunté, intrigada.
- Por ahí.- Dijo vagamente, haciendo una seña desdeñosa con la mano. Me lo quedé observando, ya que no me había dicho precisamente lo que quería saber. Esbozó otra hermosa sonrisa.- Bueno… la verdad no sé. No tengo nada planeado, Summer. Se me ocurrió en el momento.
- Está bien.- Le devolví la sonrisa. No me importaba a dónde fuéramos, sino estar con él.
- De todos modos debes estar cansada de Battle, considerando que pasaste aquí toda tu vida.- Comentó distraídamente.
- No creas, me gusta mucho este sitio. Y apuesto a que lo conozco mejor que tú…- Bromeé, tratando de provocarlo un poco. Eran escasas las veces en que lo había oído reír y en ese instante se me antojó más que nunca.
- No te olvides que te llevo algunos años de ventaja, Summer.- Con esa preciosa sonrisa, me contempló arqueando levemente una ceja. ¡Mierda! Ese hombre era perfecto en su totalidad… amaba esos gestos que hacían que mis provocaciones fueran tontas e infantiles.- Podría reconocer las calles aún con los ojos vendados.
- Puede ser. También yo… pero no estaba hablando de las calles, en realidad.- Enfilamos hacia London Road mientras hablaba.- Los mejores lugares del pueblo no están a simple vista.
- ¿Quiere decir que has encontrado lugares hermosos y escondidos en tus expediciones con Oliver?- Sentí sus ojos azules fijos en mí, aunque quisiera disimular.
- Mm… bueno, a veces sí. Pero hay un sitio pasando Battle Abbey que él nunca vio.- Me encogí de hombros, a pesar de que para mí significaba mucho estar contándole eso: siempre había soñado con estar en ese pequeño escondrijo entre los árboles con Tim. Moría de ganas de llevarlo allí, mostrarle ese lugar que en cierto modo había sido mi diminuto mundo privado donde soñar con él no era algo prohibido… pero no me animaba a hacerlo.
- Entonces tienes que llevarme ahí algún día.
Mis mejillas se tiñeron de rubor y traté que él no lo notara. Deseaba tanto besarlo que no estaba segura de cómo me contenía…
Simulé estar interesada en algo que veía en la vereda de enfrente y luego giramos en Chain Lane. Sentía la mirada de Tim fija en mí, pero no lograba voltearme a comprobarlo.
- ¿No es ésta tu casa?- Musitó entonces y yo me di cuenta que me había pasado de largo. Le sonreí tontamente.
- Sí, sí. Creo que iba pensando en otra cosa…- Farfullé, corriéndome el cabello del rostro, que me hacía poner aún más incómoda en esa ya de por sí incómoda situación. Regresé algunos pasos hacia atrás y me encaminé a la puerta de entrada, seguida de cerca por Tim.
- ¿Puedo saber en qué?- Inquirió casi inaudiblemente.
- ¿En qué, qué?- Dije, desorientada, mientras buscaba las llaves en mi mochila.
- En qué estabas pensando.- Repuso pacientemente.
Me tomé mi tiempo para responder. ¿Qué iba a decirle? ¿“En cuánto me gustaría que me beses”? Eso sonaba muy patético.
- En qué no sé si tengo algo que ofrecerte para que bebas mientras llamo a Oliver.- Lo primero que se me cruzó por la cabeza fue lo primero que se escapó de mis labios. Y me sentí idiota al oírme.- Creo que necesito ir de compras.- Agregué con una sonrisita nerviosa.
- No te preocupes por eso, Summer.- Abrí la puerta y entramos. Él me siguió hasta la sala, que estaba caóticamente desordenada. Me apresuré a recoger las cosas tiradas por los sillones y a poner los almohadones en su lugar.
- Qué vergüenza, esta casa es un asco…- Murmuré, llenándome los brazos de suéteres que iba usando en las noches cuando me daba frío y que iban quedando olvidados por ahí. Con las manos precariamente libres, tomé dos tazas que estaban allí desde la última vez que Oliver y yo nos habíamos juntado a ver unas películas.- Es que… paso tanto tiempo en la cafetería que a veces no tengo mucho…
- No vine a inspeccionar tu sala, Summer, no tienes que sonrojarte si tienes una taza sucia.- Replicó amablemente y cuando me volteé a verlo, obviamente con las mejillas encendidas, lo vi recoger dos o tres platos.- ¿Y la cocina?
- No tienes que…- Me apresuré a decir.
- No empieces. ¿Dónde está la cocina?- Quiso saber y yo lo guié, tratando de recordar en qué estado la había dejado esa mañana después de desayunar.
Afortunadamente, estaba mucho mejor que la sala. Dejó las cosas en el lavabo y me quitó las dos tazas de la mano para dejarlas allí también.
- Gracias.- Lo miré con los ojos brillantes. Viéndolo así, ayudándome a ordenar, había tenido la maravillosa e incoherente fantasía de convivir juntos, de que éramos más de lo que me atrevía a soñar. Juntos, una mañana de domingo, ordenándolo todo tras haber pasado una noche espléndida en la que lo que menos habíamos hecho era pensar en los platos sucios…
Sacudí la cabeza al darme cuenta que Tim se había percatado de mi particular manera de mirarlo.
- Yo…- Vacilé. Carraspeé, con la intención de aclararme las ideas.- Iré a mi habitación y… eh… llevaré esto y llamaré a Oliver, así… así podemos irnos.
Tim asintió con la cabeza, mirándome muy fijo. Sentí que me recorría un escalofrío que me hizo reaccionar, así que me giré y me fui de allí lo más rápido posible.
Subí a mi habitación y arrimé la puerta. Tiré los suéteres arriba de la cama e intenté calmarme. ¿Por qué estaba tan alterada? No era la primera vez que estaba sola con Tim.
Me senté junto al teléfono y marqué el número de Oliver, esperando que él aún estuviera ahí. Su madre atendió al segundo timbrazo.
- ¿Oliver? No, Summer, salió a buscarte hace casi media hora. ¿Pasa algo?- Preguntó preocupada.
- No, descuide, señora Nesser. Es que teníamos planes, pero… a último momento he tenido que hacer otra cosa y tengo que cancelar. No me gusta dejarlo sin avisarle.- Fruncí el ceño. Me sentía muy culpable.
- ¿Tú estás bien? Pareces un poco agitada.- Comentó.
- Sí, sí. Sólo vine corriendo del trabajo para llamarlo cuanto antes. ¿Puede darle un mensaje? Dígale que lo llamaré más tarde y que lamento no haberle avisado con tiempo.
- Claro, Summer, yo me encargaré de avisarle. Iré a ver si lo encuentro por ahí.- Tuve la certeza de que la madre de Oliver estaba sonriendo y por algún motivo eso me hizo sentir peor.
- Gracias. Tengo que irme ahora. Adiós.- Corté antes de darle tiempo a decir nada más y luego me di cuenta que eso le resultaría extraño. Aún así, no entendía qué me pasaba. ¿Por qué sentía una extraña adrenalina recorriéndome el cuerpo?
Escuché un pequeño ruido detrás de mí y, al girarme, me encontré con Tim. Tim Rice-Oxley. Tim Rice-Oxley entrando a mi habitación.
- ¿Todo va bien?- Preguntó suavemente.
Parecía que todo el mundo preguntaba lo mismo… ¿acaso era tan evidente lo histéricamente nerviosa que me estaba poniendo?
- Sí, ya llamé a Oliver, pero no estaba en su casa…- Me acerqué a la cama y volví a tomar el manojo de ropa que había dejado allí. Me dirigí al armario, mientras Tim observaba la habitación distraídamente.
Metí todo rápidamente dentro y entonces lo recordé: allí, en un estante del otro lado de la habitación, mezclado con algunos libros y demás adornos… tenía un portarretratos. Con una foto que había conseguido por ahí de… Tim.
El rubor de mis mejillas podría haber entrado tranquilamente en el libro de los record. Tratando de no ser muy evidente, crucé la habitación y me acerqué al estante. Tim pasó por mi lado y se sentó en el sillón que estaba cerca.
- Este sitio es como una gran nube rosa.- Masculló, quitando algunos osos de peluche del sillón, sobre los que se había sentado. Los depositó delicadamente en el piso, al mismo tiempo que yo simulaba acomodar algo y volteaba la fotografía.
- Sí, bueno… es mi color favorito.- Logré decir, pasándome las manos por la falda enérgicamente, como queriendo quitarle invisibles arrugas.
Entonces lo miré. Mierda, si alguna vez lo había visto atractivo, esta vez superaba todas las ocasiones anteriores. Estaba sentado absolutamente cómodo, reclinado, con los brazos apoyados a los lados y las piernas ligeramente separadas. La camisa que yo le había comprado parecía aumentar aún más su atractivo y por alguna razón en mi cabeza titilaban frases sin sentido. Parecía tan… hombre, que me hacía sentir insignificante.
- ¿Por qué… por qué no vamos ya?- Articulé, dubitativa. Mi cerebro no estaba funcionando muy bien que digamos.
Hice ademán de volverme, pero su mano en mi brazo me lo impidió. Sentí que me quemaba más que los rayos del sol y lo miré, sorprendida. Pero antes de que pudiera decir nada, tiró de mí y me hizo caer prolijamente sobre él.
Sin tener tiempo a ser consciente de lo que sucedía, estaba sentada sobre las piernas de Tim y sus manos pasaban por mi cintura. Un calor extraño en mi oído me indicó que su boca se encontraba muy cerca de allí y eso me hizo temblar de… ¿emoción? ¿Qué estaba sucediendo?
- ¿Tim?- Susurré, confundida a más no poder.
- Creo que no tuve oportunidad de…- sentí que sus labios invadían mi cuello en un asombroso ataque de besos tibios. Abrí los ojos como platos, incrédula,-… de agradecerte el regalo que me has hecho.
- Yo…- Balbuceé y noté que una de sus manos alcanzaba el borde inferior de mi remera.- Yo… no… no encontré una igual a la que… a la que tenías.
Lo sentí sonreír contra la piel de mi hombro y mis manos se buscaron una a la otra como tratando de ocultar mi nerviosismo.
- Es perfecta.- Musitó. Volvió a acercar la boca a mi oído.- Y tú también lo eres, Summer.
- No, no lo soy.- Dije de inmediato. ¿Qué se suponía que debía hacer? Tim besaba mi cuello y sentía sus manos jugueteando con mi remera. ¿Sería ese otro de mis tantos y alocados sueños?- Soy sólo… sólo una chica. Y… y no tengo nada de especial…
- Yo no estaría tan seguro de ser tú.- Aseguró, con esa voz susurrante que estaba logrando hacerme perder la razón. Otro beso en mi cuello y su mano deslizándose lentamente por debajo de mi remera, a lo largo de mi estómago.- Summer…
Pensé que iba a decir algo, pero no. Después de eso se quedó callado, después de decir mi nombre de una forma extraña y sibilante… y yo sentía que iba perdiendo la razón.
Su mano llegó ávidamente a mi sostén. Me ruboricé intensamente al sentir que tocaba la tela, que remangaba más mi remera con el resto de su brazo y que sus labios recorrían mi cuello humedeciéndolo levemente. Realmente estaba sucediendo. Y yo no sabía qué hacer.
Su otra mano descendió a mi pierna. Se apoyó en ella y comenzó a acariciarla, ascendiendo de forma paulatina, casi eterna, y arrastrando mi falda en el camino. Sus dedos rozaban el contorno de mi cuerpo, subiendo por mis muslos.
Me encontraba sentada como una tonta, siendo invadida de repente por todas esas sensaciones que no acababa de comprender y sintiendo la respiración de Tim en mi oído, así también como sus besos que habían pasado a mis hombros. Empezaba a ser mejor de lo que me había imaginado... y una pequeña luz se encendía en mi cabecita atontada: ¿Tim estaba enamorado de mí?
Mi falda estaba ya toda arrugada en mi cadera. Un dedo de Tim se acercó al elástico lateral de mi braga y jugueteó un poco con él. ¡Mierda! ¿Así era como se sentía todo el proceso? Jamás había experimentado algo parecido, pero me estaba poniendo cada vez más débil entre sus brazos.
Su otra mano, mucho más al norte, se colaba dificultosamente en mi espalda y en menos de un segundo sentí como, de una forma sorprendentemente habilidosa, desabrochaba el gancho de mi sostén. Entonces volví a sentir el tacto entre la tela y Tim empezó a tocarme de una manera que nunca nadie me había tocado.
Sin darme cuenta, dejé escapar un enorme suspiro. Enseguida, me tapé la boca, como avergonzada. Sonriendo, Tim quitó la mano de debajo de mi remera y, para mi absoluta sorpresa, sentí cierta desilusión.
Esa mano fue directa a mi rostro. Me hizo girar un poco hacia atrás y encontré los ojos de Tim frente a los míos. Ver su boca, algo rosada por la gran cantidad de besos que había depositado en mi piel, hizo que un temblor muy raro me sacudiera el cuerpo. Entonces, sin previo aviso y después de tanto tiempo de desearlo… Tim me besó.
No se parecía en nada a los besos que me habían dado. Y pensar que la diferencia era que Tim era un hombre en todo el sentido de la palabra me paralizó a mí misma. Sus labios se movían con demasiada rapidez y yo no lograba seguirlos. Era torpe y tonta y lo increíble de la situación me idiotizaba aún más.
Su lengua arrasó con la mía y creí que perdería el conocimiento. Eso era más de lo que había soñado. Nunca hubiese logrado imaginar algo así… ¡pero era real! Tim Rice-Oxley, ese hombre que había amado en secreto durante años, estaba besándome. Sentía algo por mí y yo no lograba contener mi alegría…
Entonces noté su tacto entre mis piernas. Inconscientemente, quise apretarlas, más por vergüenza que por otra razón. Tim me estaba tocando sobre la tela de las bragas y no sabía cómo manejarme frente a eso.
Pero se sentía bien. Se sentía excelentemente bien. La presión se volvió un poco más exigente y abrí la boca dentro de la de él, para dejar escapar un sonido ahogado que ya no podía contener. Sin ser consciente de lo que hacía, dejé de ejercer fuerza en mis piernas para juntarlas y, en cambio, las separé un poco más.
Tim volvió a sonreír, esta vez contra mi boca y su satisfacción era evidente. Como decidiendo que eso había sido suficiente, alejó su mano y la desilusión volvió a pincharme cuando menos la esperaba. Sus manos se apoderaron de mi cintura y, con una asombrosa facilidad y tomándome por sorpresa, me giró hacia él, haciéndome arrodillar en el sillón en el poco espacio libre que quedaba, con mis piernas a los lados de las suyas.
No pudiendo soportar más, me acerqué a besarlo. No me importaba no saber bien cómo hacerlo, necesitaba que sus labios devoraran los míos una vez más. Él respondió de inmediato, casi complacido por mi necesidad y yo apoyé mis manos en su pecho para sostenerme. Estaba bastante incómoda, pero nada me importaba estando en sus brazos.
Tomando mis manos entre las suyas, las guió hacia los botones de su camisa. Uno a uno, me hizo desabrocharlos y luego me soltó unos segundos para quitársela. La dejó caer sobre la pila de osos de peluche junto al sillón y luego, volviendo a tomar mis manos, las regresó a su pecho. El espeso vello negro que había notado cuando arruinara su camisa blanca se enredó en mis dedos, dándome una rara sensación de calidez.
Su piel rozaba la mía. Mis sueños estaban siendo superados ampliamente por la realidad y yo no sabía si sonreír, llorar o ponerme a bailar. Lo cierto era que no podía pensar con claridad justo cuando Tim me quitaba la remera sobre la cabeza, pasándola dificultosamente por mi abultado cabello, que odié más que nunca en ese momento. Recordé que tenía el sostén desabrochado y mis mejillas se tiñeron de rubor una vez más. No me consideraba suficientemente hermosa para que él me viera así…
Me acercó más a él y me besó el cuello, los hombros, el pecho, el estómago. Iba moviéndome a su antojo, casi jugando conmigo, viendo hasta donde podían llegar sus labios. Sus dedos volvían a remangar mi falda y finalmente su boca acabó en la mía.
Sentí su tacto nuevamente entre mis piernas, primero me tanteó con la punta de un dedo y luego posó toda la palma sobre la cálida tela, como si estuviera revisando algo. Ya no había manera posible de describir cómo me estaba ruborizando…
Separó sus labios de los míos y me miró a los ojos, sin quitar su mano de allí.
- Ya estás húmeda, Summer.- Susurró y si hubiese sido posible hubiese corrido a esconderme debajo de la cama, al notar que tenía razón. Dios mío… jamás había sentido tanta vergüenza…- Y eso me agrada…- Volvió a susurrar, devorando mi boca una vez más.
La extraña mezcla de sensaciones en mi interior me confundía como nunca. Me gustaba sobremanera la forma en que Tim me acariciaba y me besaba… pero no estaba segura de lo que sucedía, ni de lo que provocaba en mí. Me sentía inmensamente idiota y poseída por un hombre al que había amado en secreto durante mucho tiempo.
Entonces, sosteniéndome firmemente por la cintura, se puso de pie. Me depositó en el piso sin soltarme y fue haciéndome retroceder hasta la pared mientras no dejaba de besarme ni un instante. Cerré los ojos y disfruté de su sabor, tratando de dejar de lado la vergüenza. Era hora de vivir a pleno ese momento con el que tanto había soñado…
Para cuando volví a mirarlo, noté que se había quitado los pantalones. Ahora sus manos se hacían cargo de mi falda, deslizándola presurosamente hasta el piso. Instintivamente, obedecí una orden tácita y levanté un pie y luego el otro para quitármela. Sólo entonces me di cuenta que mi braga había seguido el mismo camino.
Tim estaba ya quitándome el sostén, que cayó al suelo. Lo abracé, sintiendo la perfecta forma de su espalda entre mis brazos. Lo amaba, en ese pequeño instante más que nunca y rogaba porque nunca terminara.
Mi pelo hacía las veces de almohada para mi cabeza una vez que Tim me levantó entre sus brazos y me hizo rodearle la cintura con las piernas. Estaba incómoda como nunca, pero entre sus brazos y nada podía ser mejor que eso.
- Summer, mira lo que me haces…- Susurró con dificultad y me costó reconocer su voz, que se había vuelto tan ronca de repente. Y apenas terminó de decir eso sentí que su pasión arremetía contra mí.
Me había preparado mentalmente para ello en menos de dos segundos. Sabía que me dolería, sabía que la primera vez no sería fácil. Me obligué a no llorar y tan sólo me permití apretar los ojos y la mandíbula, pero también ejercí cierta presión sobre los hombros de Tim con mis manos ansiosas.
Se detuvo durante un momento en pleno movimiento. Fue tan sólo una décima de segundo, pero fue evidente para ambos. Hundí los dedos en su cabello y lo besé levemente y quizás esa fue la señal que necesitaba para continuar.
Tim Rice-Oxley me estaba haciendo el amor, era el primer hombre en toda mi vida y sólo podía pensar en ello. Cuánto lo había deseado…
- Tim…- Dejé escapar, muriendo por tener un poco más de él. La pared me hacía doler la espalda, las ganas de Tim eran inagotables y pronto cualquier cosa que pudiera causarme dolor pasó a ser cosa del pasado porque sensaciones mucho más fuertes e incontrolables estaban haciéndose dueñas de mí.
Tim temblaba un poco y no fui consciente de que yo también hasta que me separó de la pared y de un giro brusco me llevó a la cama. Me recostó debajo de él, corriendo de un manotazo almohadones, peluches y demás porquerías que le entorpecían el camino. Su peso me aplastó por completo y hundí la cabeza en el hueco de su cuello, sintiéndome vulnerablemente al borde de un precipicio al que Tim iba empujándome de a poco. Y, a juzgar por su respiración agitada, él no estaba muy lejos de esa sensación tampoco.
Su cuerpo comenzó a agitarse de manera más rápida, sosteniéndose con los brazos firmemente apoyados en la cama a mi lado. Bajó la cabeza un poco para besarme y yo hundí mis dedos en su espalda, que se contraía cada vez que Tim se movía contra mí.
No creía que pudiera aguantar mucho más de esa manera, mi alma, mi corazón, todo mi ser luchaba por contener unos gritos descontrolados, que apenas lograban escaparse en ínfimos gemidos que parecían encender aún más a Tim. Su respiración se había vuelto absolutamente irregular y, antes de que ninguno de los dos se diera cuenta, nos deslizábamos hacia un desenlace tan violentamente placentero que sentía que no podía pensar más.
Tim ocupaba mi mente, mi cuerpo y mi cama y en ese momento supe que jamás sería posible estar enamorada de alguien más. Pertenecía a él en todos los sentidos posibles y que me hiciera el amor me había dejado en un estado de sopor increíble.
Fui cayendo en un sueño agotado y tranquilo. Tim aflojó los brazos y se acomodó en la cama, acomodándome a mí también a su lado. Me apretó contra su piel y besó mi hombro y eso fue lo último que supe por unas cuantas largas horas.
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