La suave brisa veraniega me dio de lleno en el rostro, como una caricia, en cuanto Oliver y yo pusimos un pie fuera de The 1066. Me obligué a no mirar atrás para no arrepentirme y regresar al interior de la cafetería: saber que Tim aún estaba allí provocaba en mí una especie de fuerza magnética que me atraía inevitablemente hacia él.
Sin embargo, le eché un vistazo fugaz a Oliver mientras tomaba mi bicicleta que estaba apoyada contra una pared lateral y me convencí de que era ahí donde debía estar, con el chico que me conocía, me entendía y me quería. No con el hombre que ni siquiera se inmutaba por mi presencia.
Alejé de mi mente con toda rapidez la pequeña vocecita que se colaba para decirme que Tim me había hablado, había entablado cierta conversación… sabía que no era más que la pobre ilusión de una chica tonta e irremediablemente enamorada.
Me subí a la bicicleta y pedaleé tan lentamente como pude, como para ir al mismo ritmo que los pasos de Oliver. Nos alejamos de las calles concurridas e hicimos un rodeo por el medio del campo, donde podíamos andar libremente. Me puse a dar vueltas alrededor de él con la bicicleta, para entorpecer su marcha. Me persiguió un par de metros hasta que se cansó.
- Tu estado físico apesta, Oliver.- Me burlé riendo.
- No es cierto. Es evidente que no te alcanzo porque no quiero hacerlo.- Se defendió, pero la falta de aire lo delató y me hizo reír más.
- Siempre reprobabas Deportes en la escuela.- Lo contemplé con una sonrisa cómplice.
- Y tú matemáticas.
No le hice caso y continué dando vueltas a su alrededor mientras avanzábamos. La tarde estaba preciosa aunque el sol parecía hornearme los hombros.
Inconscientemente, me puse seria y dejé de jugar. Me acerqué a él y comencé a andar más lentamente, para poder mirarlo a los ojos.
- ¿Qué fue exactamente lo que pasó ayer que…?- Empecé a preguntar y Oliver de inmediato bajó la cabeza, como esquivándome.
- ¿Es necesario, Summ?
Me quedé callada unos segundos, preguntándome a mí misma por qué seguía revolviendo el tema.
- Sí.- Dije finalmente.- ¿Sabes, Oliver? Hay cosas que deben ser habladas. No puedes dejarlas pasar y ya. Tú y yo siempre nos dijimos todo y si comenzamos a tener secretos ahora… entonces todos estos años no han sido más que mentiras, ¿no?
- Supongo.- Se encogió de hombros pensativo.- Yo no lo veo tan así.
- ¿Y cómo lo ves?- Quise saber.
- Bueno… es vital tener algún secreto. Sino perdería la gracia. Y si sabes todo sobre una persona, entonces no te queda más para descubrir y no hay nada que te haga sentir interés sobre ella… ¿no crees?- Me observó inseguro y yo sopesé su idea.
- Quizás tengas un poco de razón. Pero yo no perdería el interés en ti aunque me confesaras lo más íntimo del mundo, Oliver. Eres como mi hermano y los hermanos no se dejan de querer así como así.
- Hermanos.- Repitió. Fruncí el ceño, tratando de descifrar qué significaba el tono de su voz.- De todos modos no tengo nada que confesar: sólo me molestó un poco tu actitud ayer.
- ¿Molestarte? ¿Por qué habría de molestarte?- Intrigada, aminoré más la velocidad.
- No sé.- Volvió a encogerse de hombros.- ¿Y tú por qué habrías de ponerte tan nerviosa por un tipo que ni conoces? ¿Quién es él?
Otro pequeño silencio. ¿Por qué me costaba tanto decírselo?
- No creo que tenga nada de malo decírtelo.- Susurré al fin, suspirando.- Su nombre es Tim.
Y eso fue todo lo que dije. Oliver se quedó expectante.
- ¿Sí?- Instó, clavándome sus ojos castaños.- ¿Y quién es Tim?
Traté de encontrar las palabras para no parecer tonta. No era capaz de explicarle a Oliver que estaba enamorada de un completo desconocido.
- Nadie, sólo un tipo que vive en North Trade Road.- Mascullé después de unos instantes, dándome cuenta que por alguna razón no podía ser sincera.- Viene bastante seguido y es un poco callado y extraño.- Tuve que suprimir un suspiro idiota.- Me pone nerviosa su forma de ser supongo. En cierto modo es como si estuviera vigilando lo que pasa a su alrededor.
Oliver me sostuvo la mirada largamente, hasta que yo ya no aguanté más. Pedaleé más fuerte y me alejé un poco.
- Tim.- Musitó, escrutándome con los labios fruncidos.
- Ajá.- Dije sin darle importancia y comencé a trazar círculos alrededor de él nuevamente.
Corrió un poco detrás de mí y me sostuvo por el manubrio de la bicicleta, guiándome a la salida a Chain Lane. Tímidamente, me miró de reojo.
- Como sea… gracias por venir conmigo hoy, Summ.- Murmuró y luego apuró el paso hacia mi casa.
Sonreí levemente. Tenía la sensación de que no me había creído una sola palabra, pero que se sintiera bien porque yo había preferido ir con él en lugar de quedarme en The 1066 con Tim… me hizo olvidar esa pequeña e imperceptible punzada que me daba en el pecho al pensar que había desaprovechado unos minutos junto a quien más amaba en el mundo.
Tim siguió con los ojos azules la salida de la joven pareja. Vio como la chica se quitaba el delantal del trabajo, tomaba sus cosas y se marchaba, tomándolo del brazo. Siguió todo eso con una frialdad increíble y se sintió frustrado de que ella se hubiera marchado tan pronto. Después de todo, la necesitaba. O creía necesitarla.
Sabía que ese chico era el mismo que había sido parte de la escena anterior en la entrada de la cafetería. Lo recordaba. Lo que no entendía era qué hacían juntos. ¿Amigos, había dicho ella? No lo parecían, ciertamente. El chico parecía severamente receloso de su amiga, sobre todo cuando observaba a Tim como si tuviera miedo que saltara sobre ella de un momento a otro.
Summer. Había oído su nombre y se le había quedado grabado. Tenía ganas de pronunciarlo en un susurro para ver cómo sonaba. Tenía ganas de llegar a su casa y encontrar alguna letra que pegara con lo que ese nombre parecía significar. A él, en ese instante, le sugería que la chica era cálida y suave como una brisa de verano.
Pagó la cuenta y salió de allí, con todo eso dando vueltas en su cabeza. Quería retener la mayor cantidad de pensamientos y emociones para plasmarlas en la música en cuanto fuera capaz de poner las manos sobre el piano. Mientras caminaba a grandes zancadas, se repetía la misma palabra una y otra vez: Summer, Summer, Summer…
La casa de North Trade Road le pareció más lejana que nunca ese día. En su desesperación por llegar y comenzar a trabajar, estaba dejando que lo ganara la impaciencia y eso era algo que Tim no se permitía nunca. Odiaba ser impaciente: no llegaba a ningún lado con eso.
Se detuvo en un recodo del camino y se obligó a respirar hondo y recapacitar. Ya casi sentía como la letra de la canción iba fluyéndole en la cabeza, pero había algo que no le estaba gustando del todo y confundía sus pensamientos.
Carraspeó con toda la frialdad con la que fue capaz y reanudó su camino. Llegó sin mayores inconvenientes a la residencia de prolijos setos podados y amplios ventanales, donde entró de inmediato. Caminó sin más demora a su estudio y se sentó frente al piano. Lo relajado y calmado que se sintió al llegar al lugar en que más cómodo se sentía en el mundo, lo maravilló. Los dedos le cosquilleaban ante la premura de depositarlos sobre las teclas y la misma melodía que había nacido tan libre y auténticamente el día anterior volvió a inundar el silencio de Battle.
Con los ojos azules profundamente cerrados, Tim empezó a tararear, como buscando la manera en que las palabras debían ser dichas. Y, antes de que se diera cuenta, los tarareos se convertían en letras, que formaban sílabas y pronto frases enteras que hablaban mágicamente de un personaje que Tim parecía haber inventado.
Se detuvo brevemente, tomó nota y continuó. Se le ocurrió algo más, lo dejó salir, se detuvo brevemente, tomó nota y continuó. Y así sucesivamente hasta que llegó a los acordes finales y fue consciente de que acababa de crear una verdadera canción en la se entremezclaban una intensidad asombrosa y también cierto misterio, producto de lo poco que sabía de Summer.
- Summer…- Susurró entonces, aflojándose un poco después de la tensión de componer y apoyando las manos a los lados del teclado.
El sonido le resultó exquisito y lo mantuvo silencioso y pensativo varios segundos. Cuando notó lo que estaba sucediéndole, se enderezó en el asiento y frunció el ceño, extrañado.
¿Cómo era posible que una completa desconocida provocara ese efecto en él? ¿Ese odioso y profundo aturdimiento, atontamiento, intercalado con cierta necesidad de saber más de ella? ¿Cómo era posible que de pronto se sintiera tan seguro de que la precisaba para poder hacer algo bueno, algo que valiera la pena componer?
Se levantó bruscamente. Todo eso era una locura. No podía obsesionarse con alguien a quien no conocía sólo porque durante un momento le había servido para hacer una canción más que buena. Era tan absurdo como inaceptable. No podía meterse todos los días en esa cafetería en busca de una acción fuera de lo común por parte de Summer. No podía estar pendiente de ella… ¡era un compositor, maldita sea! ¡No necesitaba que otras personas lo guiaran en lo que debía hacer!
La frustración se apoderó de él y volvió a experimentar otro de sus intempestivos cambios de humor. ¿Acaso iba a dejar que todo se fuera al demonio? ¿Cuál era el problema si la chica le arrancaba una o dos notas? Cuando hubiese agotado la fuente de inspiración que encontraba en Summer, se trasladaría a una nueva. Tal y como lo hacía siempre: buscando algo que lo ayudara a componer… o alguien.
Summer. ¿Qué más tendría para él? ¿Qué era capaz de provocarle al verla? Trató de focalizar sus fuerzas en recordarla en detalle y de pronto se preguntó qué edad tendría. A juzgar por sus actitudes y su manera de llevarse al mundo por delante, la creía bastante joven. No deseaba aventurar una cifra exacta, no precisamente por miedo, pero sí por algo muy similar a ello.
Recordó el tono verde brillante de sus ojos y lo fino y delicado de sus labios. Era realmente una musa excepcional, parecía tenerlo todo y, por alguna razón, su nombre aportaba varios puntos. Le gustaba susurrarlo, era como si no se cansara de ello… Summer.
Al darse cuenta de lo que estaba pensando, sacudió la cabeza, prácticamente horrorizado. No. Tim no era un hombre que se obsesionara fácilmente y no pensaba comenzar ahora. No pensaba comenzar de esa manera. Era terrible que siquiera considerara la posibilidad de observarla unos días para ver qué más hacía fluir en él. Era una persona, no un objeto.
Tim se sintió terriblemente y decidió hacer uso de su más frío autocontrol. Se prohibiría a sí mismo acercarse nuevamente, volvería a trabajar con aquello a lo que estaba acostumbrado y se olvidaría de Summer. Y no pronunciaría más su nombre, por si acaso.
No podía ser tan difícil. Tenía que haber algo, allí afuera en alguna parte, que lograra despertar en él algo tan efectivo como lo que Summ… como lo que la chica le ocasionaba.
Se sentó frente al piano nuevamente y bloqueó por completo los pensamientos en que ella podía llegar a inmiscuirse. Puso las manos sobre el teclado y esperó, buscando algo nuevo, algo que no hubiera notado, algo que sirviera, algo que lo trasladara a un recuerdo que le inspirara una canción, una frase, una melodía. Lo que fuera.
Tim Rice-Oxley esperó en vano. La noche se cernió a su alrededor mucho antes de que finalmente admitiera que estaba perdido. Y aún así no pensaba ceder.
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