domingo, 20 de enero de 2008

Nothing In My Way: Capítulo 7.

A la mañana siguiente, estaba levantándome para ir a trabajar con una enorme sonrisa en el rostro después de lo sucedido la noche anterior, cuando el teléfono empezó a sonar, quitándome repentinamente de la cabeza las interminables imágenes de Tim que la inundaban. Resultó ser Peter, agradeciéndome por haberme hecho cargo de todo y obsequiándome la mañana libre en recompensa.
Una de las primeras cosas que hice al finalizar mi conversación con él fue marcar el número de Oliver, a quién obviamente desperté. Una vez que la charla se volvió medianamente decente y logré que me prestara atención, quedamos en encontrarnos para desayunar.
Me di una ducha rápida y bajé a la cocina, ya pensando de nuevo en Tim. Era inevitable: las palabras, las miradas y los momentos compartidos en The 1066… habían sido inolvidables. Un instante mágico por el que había rogado durante años.
Tras ordenar un poco, salí bajo los asfixiantes rayos del sol y monté mi bicicleta. Empecé a pedalear hacia la casa de Oliver tratando de mantenerme a la sombra y de borrar de mis ojos la inmensa alegría que Tim Rice-Oxley me había provocado. No deseaba hablar de ello con mi amigo… sabía que no le agradaría, por alguna razón.
Oliver vivía en Mount Street, a pocos metros de la calle principal de Battle. Sus padres tenían una buena posición y por eso su casa se contaba entre las más bonitas y grandes del pueblo. Pero a Oliver eso lo tenía sin cuidado: yo sabía que muy en el fondo hubiese cambiado todo lo que tenía por ser un poco más normal, por lograr encajar.
Apoyé la bicicleta contra la inmaculada reja negra de la galería y rodeé la misma hasta la puerta trasera que daba a la cocina. Había estado por allí incontables veces y conocía el lugar como la palma de mi mano.
Entré y me encontré con la madre de Oliver que me saludó sonriente y se marchó enseguida en busca de su hijo. Yo me senté y me serví un poco de jugo de naranja de una jarra que había sobre la mesa. El breve trayecto en bicicleta con el intenso clima veraniego me había dejado sedienta.
- Buenos días.- Saludó Oliver, apareciendo detrás de mí. Giré la cabeza y le sonreí, mientras me plantaba un dulce beso en la mejilla, que me llevó atrás en el tiempo: de repente lo vi como si tuviéramos ocho años de nuevo. Debajo del brazo llevaba su patineta roja, que curiosamente combinaba con su remera, lo cual reforzó aún más esa imagen.- ¿Hace mucho calor?
- Muchísimo.- Respondí, suspirando.- ¿Tenías pensado ir a alguna parte?
- Sí, bueno… estoy harto de estar encerrado aquí. Podríamos ir a tirarnos bajo la sombra de los árboles junto a las vías, ¿no? Es tranquilo por ahí y podemos llevar algo de comer.
- Suena bien.- Coincidí alegremente. De todos modos, estaba tan feliz que si me hubiera dicho de recostarme sobre las vías bajo el ardiente sol y con la posibilidad de que el tren me arrollara… le hubiese dicho que sí con gusto. Tim me causaba sensaciones que no lograba explicar con coherencia.
Guardamos algo de comida en nuestras mochilas y su madre nos preparó dos termos con café y jugo. Éramos nuevamente como dos niños yéndose de picnic.
Nos colgamos las mochilas y salimos. Yo me subí a la bicicleta y él me siguió a pie hasta la salida de su casa. Luego, se subió a su patineta y una vez que ambos tomamos velocidad, nos alejamos por High Street hacia la estación de trenes. De vez en cuando, me tomaba por los hombros y me hacía llevarlo durante un rato. Otras, me gustaba asustarlo y hacerlo apresurarse para que no lo llevara por delante.
Finalmente, llegamos a nuestro sitio favorito bajo los árboles linderos a las vías. Los únicos ruidos que se oían por ahí eran los del tren que pasaba cada veinte o treinta minutos y los poquísimos autos que recorrían Marley Lane, muy cerca de allí.
Nos sentamos bajo la sombra de un enorme sauce, apoyándonos contra el tronco y estirando las piernas sobre la hierba verde y suave. Empezamos a escarbar en las mochilas y a sacar lo que teníamos ganas de comer, mientras Oliver me contaba de la cena en casa de sus padres la noche anterior. Como era de esperarse, se había aburrido como una ostra y se quejó de que yo no hubiera estado allí.
- La comida estuvo bien.- Comentó, sirviéndose jugo por tercera vez para bajar el paquete de Hobnobs que acababa de devorar.- Mejor que la última vez, al menos. No sé por qué mamá sigue insistiendo en hacer esos platos preparados y extraños que tienen nombres raros que ni siquiera puedes pronunciar.
- A tu madre le gustan las cosas buenas.- Repuse yo, masticando distraídamente una galleta que Oliver no había comido.- Y a mí me gusta como cocina.
- No puedo decir que no.- Se encogió de hombros y se quedó mirando el cielo. Algunas nubes tapaban momentáneamente el sol, lo que nos proporcionó algo de alivio.- ¿Y a ti cómo te fue?
- Bien.- Respondí, sin poder evitar que una sonrisa bailara en mis labios. La oculté de inmediato.
- ¿Bien? ¿Sólo bien?- Preguntó, como esperando que le dijera algo más.
- Mm… sí. No pasó la gran cosa: hubo bastante gente, corrí de un lado a otro, se rompió una copa… ¿qué quieres saber?- Mascullé y me miró con el ceño fruncido.
- Estás rara.- Dijo entonces y la sonrisa volvió a querer aparecer en mi rostro. Era difícil disimularla.- ¿Qué pasa?
- Nada, Oliver.- Me puse de pie y me alejé un poco, pero fue evidente que trataba de esquivarlo. Él también se levantó y me siguió. Suspiré, sabiendo que me clavaba la mirada, impaciente.- Si te lo digo vas a creer que soy una tonta, así que… ¿para qué?
- ¡No digas eso! Jamás pensaría eso de ti. Vamos, Summ, sabes que me puedes decir lo que sea.- Murmuró, poniéndome una mano en el hombro.
Volví a suspirar. Lo observé unos segundos y, finalmente, me senté en la hierba otra vez. Me tiré hacia atrás y me quedé observando las nubes un rato.
- Bueno… ¿recuerdas a Tim? ¿Tim Rice-Oxley? ¿El tipo del que te hablé el otro día?- Dije, decidiendo que no tenía nada de malo y que él me entendería.
- Sí. ¿Qué hay con él?- Quiso saber y yo no noté su tono de frialdad, muy extraño en él.
- Es que…- Desvié los ojos, pero Oliver me observaba fijamente.- Me gusta.
- ¿Te gusta?- Repitió, sin expresión alguna.
- Sí. Hace unos años. Él… no sé. Me hace sentir extraña y bien al mismo tiempo. Cuando lo veo…- La sonrisa se pronunció tanto en mi rostro que me sonrojé.- Cuando lo veo me produce un cosquilleo en el estómago que no sé explicar.
- ¿No es un poco grande para ti?- Esta vez si noté que su voz sonaba distinta, pero no lo asocié con nada malo. De hecho… pensar en Tim estaba atontándome de nuevo.
- Bueno… nadie dice que vaya a pasar algo entre nosotros. Que yo esté enamorada de él no quiere decir que…
- ¿Estás enamorada de él?- Remarcó, arqueando una ceja.
- Yo… en fin.- Me sonrojé aún más. Traté de evadir esa parte.- Supongo que es más un amor platónico que otra cosa. Un hombre como él jamás se fijaría en mí. No tengo ningún tipo de posibilidad.
- No, no lo creo.- Afirmó, bastante seguro.
- Aunque…- Comencé, y Oliver me interrumpió.
- ¿Aunque?
- Ayer en la noche, cuando cerré la cafetería y me quedé sola… apareció. Estuvimos hablando y fue muy…
- ¿Estuviste sola con él? ¿Sola en la cafetería cerrada, de noche y…?- Parecía cada vez más incrédulo. Me apoyé en los brazos y me incorporé un poco para ver pasar el tren.
- Sí, pero Tim es muy correcto. Simplemente se equivocó y pensó que estaba abierto, así que entró. Le serví una taza de té y charlamos. Después no quiso que me fuera sola a casa tan tarde.- Suspiré, como una idiota.- Fue increíblemente amable.
- ¿De qué hablas, Summer?- Inquirió, algo fastidiado.- No creo que haya sido tan así. Ese tipo debe tener como cuarenta años, ¿qué crees que hacía con una chica de tu edad?
- Primero: tiene treinta y uno. Segundo: es evidente que no te pareces en nada a él. Tim no tiene malas intenciones, simplemente se limitó a acompañar a una mujer hasta su casa a altas horas de la noche.- Expliqué concienzudamente.
- Primero: no me importa en lo más mínimo que edad tenga, yo sólo sé que no puede gustarte alguien que te lleve tantos años. Segundo: no eres una mujer, Summ, si te acompañó fue porque vio a una niña indefensa de dieciocho años que tenía que caminar en la oscuridad. Y tercero: no creo que alguien que se meta en un bar cerrado y acepte un té de una chica que está allí sola tenga…
- Está bien, está bien, ya te pusiste pesado.- Musité enojada.- ¿Por qué tienes que ponerte paranoico? Yo estaba bastante contenta con todo eso antes de que llegaras con tus análisis tontos.
- Es que no quieres ver la realidad porque él te gusta y quieres tener la ilusión de que…
- Hablemos de otra cosa, Oliver. No debí contarte de Tim.- Interrumpí, mirando hacia otro lado, queriendo desviar la conversación lo más posible. Me concentré en un auto que se acercaba a la distancia por Marley Lane.
- Sabes que me puedes contar lo que quieras, pero no me cierra ese tipo. Es raro.- Repuso, encogiéndose de hombros.
- Tú también eres raro y estoy contigo todo el tiempo.- Repliqué, con el mismo gesto. Mis ojos seguían fijos en el auto gris que se iba acercando, aunque pensaba en otra cosa.
- No es lo mismo, Summ. A mí me conoces de toda la vida, ya sabes como soy.- Contestó y yo abrí la boca para decir algo, pero me detuve porque el auto volvió a llamarme la atención. Iba disminuyendo la velocidad y se detuvo sobre Marley Lane a la altura a la que nos encontrábamos nosotros. El conductor bajó la ventanilla y tuve que ponerme una mano sobre la frente para taparme el sol y ver qué sucedía.
- ¿Summer?- Escuché, desde el interior del auto y mi corazón palpitó fuertemente cuando reconocí la voz de Tim.
Me puse de pie y me acerqué casi corriendo. Oliver se levantó y se quedó mirando desde su lugar.
Al acercarme comprobé que era él realmente. Iba con una camisa celeste con rayitas blancas y los lentes verdosos que tanto me gustan. Las mangas de la camisa las llevaba arremangadas y los dos primeros botones iban desabrochados. Aún así me obligué a mirarlo a la cara.
- ¡Hola!- Saludé alegremente.
- Hola.- Dijo, con la voz profunda que cada vez me gustaba más.
- ¿Qué estás haciendo aquí?- Pregunté, y luego me di cuenta que no era asunto mío.
- Vengo de llevar unas cosas a casa de mis padres, me pareció verte y me detuve a saludar.- Respondió, como sin darle importancia.- ¿Y tú?- Miró disimuladamente detrás de mí, hacia Oliver.
- Vine a desayunar con un amigo antes de irme a trabajar.- Expliqué sonriente.
- ¿Tienes que irte a trabajar?- Quiso saber.
- Sí.- Le eché un vistazo rápido a su reloj.- En un rato.
- Genial.- Hizo una pausa, en que dedicó otra mirada a Oliver.- Te llevo.
- No… no… está bien.- Dije, sin creerme lo que estaba escuchando.
- No seas testaruda.- Insistió.
- Es que vine en bicicleta.- Mascullé sonrojándome.
- La pondré en el baúl del auto.
- No creo que entre.
- Yo la haré entrar.- Murmuró, casi inaudiblemente y yo me quedé observándolo casi sin aliento. ¿Acaso quería realmente llevarme al trabajo? ¿Por qué? ¿Por qué mostraba interés en mí tan de repente?
- Es que…- Susurré, mirando a Oliver.
- No creo que a tu amigo le moleste. Tienes que irte a trabajar de todos modos, ¿no?- Repuso y abrió la puerta del auto. Me corrí para dejarlo bajar.
Empezó a caminar en dirección al sauce donde Oliver y yo habíamos dejado nuestras cosas y yo traté de reaccionar y seguirlo.
- ¿Summ?- Me llamó éste, confundido.
No podía estar más confundido que yo, de todas maneras. Tim Rice-Oxley quería llevarme al trabajo y estaba agarrando el manubrio de mi bicicleta para llevarla a su auto.
- Yo…- Empecé a decir, pero a duras penas podía hablar.
- Te vas.- Dijo y no era una pregunta. Yo vacilé un poco.- Está bien. Te llamo esta noche.
Se volvió y fue a recoger sus cosas de inmediato, sin darme tiempo a reaccionar. Tomó la patineta, se colgó la mochila y se alejó caminando hacia la estación de trenes para retomar la calle principal.
- ¿Vienes?- Escuché a mis espaldas y al volverme vi a Tim, que había puesto gran parte de la bicicleta dentro del baúl y sujetado el resto para que no se zafara. Estaba apoyado contra la puerta del conductor y me miraba desde detrás de esos anteojos verdes.
Me apresuré a ir a su lado y él me abrió la puerta del acompañante para que subiera. Me senté, sintiéndome muy rara y nerviosa y esperé a que se sentara a mi lado con ansias.
- No… no hacía falta que me llevaras, yo…- Comencé a decir, sólo porque no podía mantenerme callada cuando estaba con él.
- Hace demasiado calor para andar en bicicleta, ¿no crees?- Comentó en cambio y noté que la forma en que hablaba me producía un burbujeo en el estómago. ¡Dios, ese hombre era perfecto!
- Bueno, sí. Pero estoy acostumbrada.- Respondí. Era todo tan increíblemente incómodo. ¿Qué hacía yo con Tim en un espacio tan reducido, mirándolo fijamente mientras él no quitaba los ojos azules del camino frente a nosotros?
- Hace años que no uso una bicicleta.- Continuó, como perdido en sus pensamientos.- Cuando era chico no me gustaba mucho, de todos modos. No me daba la seguridad que me da un auto.
- Yo no podría pagar un auto.- Dije, sonrojándome. Me gustaba cómo movía vigorosamente la palanca de cambios…- Y no sé si mis padres me dejarían tener uno.
Me arrepentí al instante de ese último comentario. No quería que me viera como una niña, pero constantemente estaba marcando de forma inconsciente la diferencia de edad que nos separaba. Era frustrante.
- ¿Sabes conducir?- Quiso saber y tuve la impresión que había decidido pasar mis palabras por alto.
- Mm… no. Oliver quiso enseñarme una vez, pero casi me estrello contra un árbol.- Expliqué, con una sonrisa tímida.- Supongo que no soy buena para ello.
- ¿Ese chico sabe conducir?- Preguntó, con un tono algo receloso.- No lo aparentaba, al menos no con esa patineta.- Volvió a accionar la palanca de cambios. Mierda, era demasiado atractivo…- Lo que tú necesitas es alguien que sepa cómo enseñarte, Summer.
Por alguna razón, la forma en que dijo eso logró que un escalofrío me recorriera la espalda. Me quedé como anulada unos segundos.
- Sí… quizás…- Balbuceé a duras penas.
Detuvo el auto de repente. Sin decir nada, se bajó y lo rodeó hasta llegar a mi puerta, que abrió con firmeza.
- Ahora parece un buen momento para probar.- Dijo con suavidad.- Cámbiate al asiento del conductor.
Tragando saliva nerviosamente, me deslicé con dificultad al otro asiento, tratando de sostenerme la falda que se me enganchaba en la palanca de cambios. Él se sentó en mi sitio y yo miré alrededor. No había nadie.
- Bueno. Esos son el acelerador, freno y embrague.- Dijo, señalando los tres pedales que estaban a mis pies. Me gustó la cercanía que nos regaló ese momento. Logré sentir el aroma de su piel, que me hizo estremecer de nuevo.- Siempre que estás por arrancar pones primera.- Continuó, mostrándome cómo mover la palanca de cambios.- Y presionas un poco el acelerador.
Había algo extrañamente sensual en la manera en que lo explicaba y pensar en ello me hizo sonrojar. ¿Qué estaba sucediendo conmigo?
Levantó la mirada hacia mí y quedamos a pocos centímetros. Sus ojos se clavaron en los míos.
- ¿Entendiste?- Susurró. Atiné a asentir con la cabeza.- Bien. Déjame ver cómo lo haces.
Con las manos algo temblorosas y pensando que eso era realmente extraño, traté de hacer lo que me decía. Puse primera y apreté el acelerador. El auto avanzó unos metros y de puro pánico, apreté el freno bruscamente. El vehículo dio un sacudón y se detuvo de golpe.
- ¡Diablos, soy una estúpida!- Exclamé, enojada por demostrar torpeza frente a él de nuevo.
- Sshh, no digas eso.- Me calmó de inmediato, con un tono de voz muy suave.- Es obvio que no va a salirte bien enseguida. Es cuestión de práctica.- Me sonrió levemente. Tim era un tipo que no sonreía de manera amplia, pero en esos pequeños esbozos de sonrisas lograba transmitir calidez y mucho más.- Vamos otra vez, pero tranquila.
- Voy a hacer trizas tu auto.- Farfullé, molesta conmigo misma.
- No. Yo estoy aquí, Summer. No debes tener miedo.- Aseguró y el corazón se me derritió en menos de un segundo.
Volví a intentarlo. Tim no dejaba de darme indicaciones, absolutamente paciente. Jamás había conocido a otra persona que tuviera esa paciencia.
- Muy bien, Summer.- Dijo una vez que logré emprender un poco más la marcha.- Ahora… pasa a segunda.
- ¿A segunda?- Repetí, mirando la palanca de cambios, algo nerviosa.
- Así.- Musitó. Entonces sentí que ponía su mano sobre la mía, la apretaba, enredando sus dedos con los míos y me hacía mover la palanca de cambios.
Lo miré de soslayo. Algo muy parecido a la electricidad me había recorrido todo el cuerpo.
- Los ojos al frente, Summer.- Instó y tras dar un respingo reaccioné, pero aún sentía su mano en la mía.
No podía creer que Tim me estuviera enseñando a conducir y que de verdad me estuviera saliendo bien. Ese momento era absurdo… pero tan maravilloso que hasta parecía irreal.
Finalmente me detuve. Él me miró, sonriente otra vez y yo sentí que el calor invadía mis mejillas.
- Lo hiciste muy bien. No era tan difícil, ¿verdad?- Preguntó amablemente.
- No. Gracias por enseñarme… y tenerme paciencia. Me pongo pesada a veces.- Murmuré, bajando la cabeza un poco.
- Fue un placer.
Nos quedamos en silencio un rato y entonces yo recordé que fuera de ese auto tenía una vida y cosas que hacer. Me maldije a mí misma por olvidarme del mundo exterior mientras estaba con él.
- Tengo que irme a trabajar.- Mascullé, odiando que fuera así.
- Es cierto.- Se golpeó la frente con la mano… en la que la alianza seguía brillando por su ausencia.- Lo olvidé, lo lamento. No quise distraerte tanto tiempo.
- Está bien… no te preocupes.- Le sonreí y traté de borrar el rubor de mis mejillas.- La pasé muy bien.
- Yo conduciré ahora. Quizás aún puedas llegar a tiempo.- Dijo y se bajó. Yo lo imité y me subí del otro lado.
Emprendimos la marcha hacia The 1066 sin hablar demasiado. Seguía sin creer que eso me estuviera pasando y sentía todavía el calor de su mano sobre la mía, presionándola firmemente…
Se detuvo frente a la cafetería y durante un momento pareció que iba a quedarse conmigo, pero entonces cambió de expresión y esa impresión desapareció. Simplemente bajó del auto para sacar mi bicicleta del baúl y apoyarla contra la pared lateral del local.
- Gracias por traerme, Tim.- Agradecí, mientras lo veía regresar a su auto. Me acomodé la mochila al hombro.
- De nada.- Se subió y me saludó con una mano desde la ventanilla.- Adiós, Summer. Hasta mañana.
- Adiós.
Lo vi alejarse y luego me metí en la cafetería. Sólo entonces caí en cuenta de sus palabras: “hasta mañana”. ¿Quería decir eso que lo vería de nuevo al día siguiente? ¿Y qué significado profundo podría llegar a haber en ellas? ¿Acaso pensaba ir especialmente a verme?
Me puse el delantal y comencé mi trabajo sintiendo una tibia confusión. Últimamente parecía que todo era confuso, pero no me importaba, porque Tim Rice-Oxley jamás había estado tan cerca.
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