Tim era un constante torbellino de música desde sus recientes encuentros con Summer. Era como si a la chica le brotaran notas musicales de todas partes y él se limitara a atraparlas y unirlas.
Sus dedos volaban firmemente por el piano mientras recordaba el tacto de su suave y delicada mano. Tenía que decir que Summer era muy agradable, aunque inocente y algo ingenua… cosa que a Tim le atraía mucho y le provocaba una inmejorable inspiración.
Era como si creara una ópera completa para ella, con los personajes y las sinfonías danzando a su alrededor, alrededor de la sola figura de la chica de rizos castaños y ojos verdes. Todos los personajes, incluyendo al chico Oliver que parecía ser una extensión de ella.
En cierto modo a Tim no terminaba de cerrarle ese chico. ¿Quién era? ¿Por qué no se despegaba de ella? ¿Acaso tenían alguna relación especial? ¿Serían una especie de novios o quizás lo habían sido alguna vez?
A medida que todos estos pensamientos le inundaban la cabeza, Tim tocaba con más y más pasión. Aún no podía creer que la causante de ese impulso musical fuera la camarerita de 18 años de The 1066. Hubiese esperado encontrar la inspiración en cualquier parte, pero no en ella.
Aún así, debía admitir que estaba siéndole útil y que parecía que la chica disfrutaba un poco de su compañía. Aunque Tim creía que tenía que existir algún tipo de explicación para su nerviosismo, para que se sonrojara asiduamente.
Dejó estar esa cuestión porque de repente pensó en unas palabras que encajaban perfectamente con la canción que estaba componiendo. Y eso era lo único que a Tim le importaba de momento: su música. Todo lo que había tenido significado para él había sido ya desechado por un único propósito. Y si bien Summer era una linda chica, agradable y demás… Tim sólo la quería cerca por su utilidad. Sonaba cruel… pero estaba ya harto de tener que dejar de lado cosas que amaba, personas que amaba, por poder escribir una canción. Deshacerse de Summer una vez que hubiera ayudado en lo que Tim quería no sería nada difícil. Simplemente le diría adiós y no habría de qué lamentarse. La inspiración surgiría de otra parte y Tim seguiría su camino, libre. Sin derramar una lágrima más.
Cuando hablé con Oliver esa noche, lo noté cansado, como distraído. Inmediatamente, le pregunté si estaba molesto porque me había ido con Tim esa mañana.
- Mira, Summer, ya sabes que no estoy de acuerdo con él… con lo que te pasa con él, porque no creo que vaya a salir nada bueno de ahí.- Explicó suspirando.- Pero no creo que pueda borrártelo de la cabeza tan fácilmente. Y mientras tú estés contenta…
- Ay, Oliver… sabía que tú sí me entenderías.- Mascullé aliviada. No me gustaba la idea que pudiera enojarse conmigo por algo así.- No tienes que preocuparte: todo saldrá bien.
- ¿Quieres decir que consideras que tienes posibilidades con él?- Preguntó algo incrédulo.
- No… no lo sé.- Contesté.- Sólo sé que de repente empezó a mostrar algo de interés en mí, por mínimo que sea. Y eso me hace tan feliz…
- No dejes que esa felicidad te deje ciega, Summ, es todo lo que quiero.- Dijo, demostrando más madurez que en todos esos años que llevábamos juntos.- No quiero que termines llorando por su culpa.
- Estaré bien.- Aseguré, con una enorme sonrisa en el rostro y realmente creyendo en mis palabras y en lo maravilloso que era Tim.- No me dará razones para llorar, Oliver.
- Eso espero.- Se hizo un silencio.- Te quiero, Summ. No te olvides.
- Tampoco te olvides que yo te quiero a ti.- Murmuré alegremente.- Y ahora mejor me voy a la cama, estoy hecha polvo.- Me quedé callada otra vez.- Y gracias, Oliver. Siempre me cuidas.
- Que descanses, Summ.- Pasó por alto mi último comentario y, tras unos segundos, se oyó un sonido que me indicó que había cortado.
Me olvidé del miedo de Oliver en cuanto me metí en la cama. Una vez que apoyé la cabeza en la almohada, Tim era lo único que me ocupaba los pensamientos y el corazón; y mientras aún sentía el suave tacto de su mano sobre la mía, me quedé profundamente dormida.
Muy pronto entendí lo que quiso decir Tim con el “hasta mañana”. Al día siguiente se apareció en la cafetería a mitad de la tarde, se sentó en una mesa y, cada vez que yo asaba por su lado, me hablaba, me llamaba, me distraía. Yo no podía estar más feliz al saber que él estaba allí por mí. ¿Qué otra razón tenía para ello? Tim jamás aparecía todos los días en The 1066 y, a partir de aquella oportunidad… comenzó a hacerlo.
Simplemente llegaba, caminaba con sus largas piernas hasta una mesa del fondo que parecía gustarle y se limitaba a esperar que yo lo atendiera. Si otra camarera se acercaba a él, las despachaba enseguida, argumentando que estaba esperándome a mí. Me moría de gusto al oírlo.
- ¿Le sirvo algo?- Preguntó una de mis compañeras la primera vez que no llegué antes que nadie a su mesa. Yo fruncí el ceño, molesta.
- No, gracias. Estoy esperando que Summer venga a atenderme.- Respondió sin inmutarse y yo me quedé helada. Entonces nuestras miradas se cruzaron y él me sonrió levemente, logrando que todo mi ser se derritiera inevitablemente.
Sonrojada a más no poder, caminé hacia él con la vista gacha.
- Hola Tim.- Saludé tímidamente.
- Buenas tardes.- Contestó y sus ojos azules se clavaron amablemente en mí.- ¿Cómo va todo?
- Bien, gracias.- Le sonreí.- ¿Y tú?
- Muy bien.- Estiró una mano y me quitó uno de los menús que sostenía, delicadamente.
- Volveré en unos minutos, mientras decides qué…
- No.- Me detuvo de inmediato.- Quédate. Sólo me tomará unos segundos.
Me gustaba fantasear con que estaba siendo posesivo conmigo, aunque lo veía muy difícil. Sin embargo, no había nada que disfrutara más que estar allí con él, viéndolo recorrer la carta con sus ojos de un frío tono azul, atentamente.
Y así comenzó a ser todos los días: llegaba, tomaba asiento y esperaba a que fuera a atenderlo, aún aunque estuviera ocupadísima, me esperaba a que yo fuera a él. Las demás camareras aprendieron pronto que era en vano que trataran de ocuparse ellas: Tim me esperaba a mí. Y eso lograba que me estremeciera cada vez que lo pensaba.
Se quedaba hasta las cinco, más o menos. Estaba casi hasta que mi turno se terminaba. Oliver iba a buscarme, como todos los días, pero se limitaba a no comentar nada al respecto. Tenía la impresión de que a mi amigo le disgustaba bastante la presencia de Tim, pero había prometido no meterse y tenía que cumplir.
- ¿Tienes planes para esta noche de viernes?- Preguntó Tim a fines de esa semana, cuando le llevé la cuenta. Oliver estaba a punto de llegar y faltaban menos de diez minutos para que mi turno terminara.
- Nada de momento, veré que surge más tarde.- Le sonreí mientras esperaba que terminara de buscar el dinero en su bolsillo.- Normalmente me quedo en casa viendo películas con Oliver.
- Lo frecuentas mucho, ¿no es cierto?- Comentó, reteniendo el billete, como reteniéndome también a mí.- Siempre lo veo cerca de ti.
- Sí, bueno… siempre fuimos él y yo. Compartimos todo.- Expliqué, encogiéndome de hombros.- Suele venir a buscarme cuando termino de trabajar y…
- Y aquí llegó.- Interrumpió Tim, mirando hacia la entrada. Me volví brevemente y vi a mi amigo entrar, que me saludó con la mano alegremente. Le respondí el saludo de igual manera.- Supongo que no quieres hacerlo esperar.- Agregó y me extendió el dinero.
Tim siempre dejaba buenas propinas a pesar de que yo no quería aceptarlas. Esta vez ni siquiera esperó a que le trajera el cambio. Simplemente se puso de pie, tomó sus cosas y se encaminó hacia la puerta, donde cruzó una mirada fugaz con Oliver, que lo observó perplejo y con las cejas arqueadas. Me extrañó que no se despidiera. Supuse que algo le había molestado, pero antes de poder ponerme a pensar en eso, Oliver me distrajo diciéndome que ya era hora de irnos.
A partir de ese momento, noté que Tim comenzaba a quedarse hasta que terminaba mi turno. Hasta tenía la paranoica idea de que vigilaba la puerta y miraba mal a Oliver al verlo entrar. Quizás desconfiaba de él desde que nos había visto discutir aquella primera vez.
El jueves siguiente amaneció nublado y algo más fresco. Tim apareció en The 1066 alrededor de las tres de la tarde. Se veía fantástico, con una hermosa camisa blanca arremangada, jeans y zapatillas. Adoraba cómo se vestía… bueno… adoraba todo de él.
Lo vi caminar hasta su ya acostumbrada mesa en el fondo del local y me acerqué a él con una sonrisa. De a poco iba conociéndolo más y me daba menos vergüenza estar a su lado. Le iba tomando más y más confianza.
- Hola.- Saludé alegremente.- ¿Cómo estás hoy?
- Bien, gracias.- Contestó con sequedad, lo que logró paralizarme.- ¿Me traes un café, por favor?- Pidió, sin siquiera mirarme.
Me quedé quieta unos segundos, sin poder creer lo que oía. ¿Por qué estaba tan molesto? ¿Acaso había hecho algo que no le había gustado?
Azorada, me encaminé a la cocina y pedí el café para Tim. Dejé que lo prepararan mientras atendía otras mesas, unas pocas que estaban ocupadas. Aparentemente, por el clima muchos habían preferido quedarse en casa.
Me sentí incómoda cuando regresaba con la bandeja junto a él. No me animaba a preguntarle qué era lo que le había hecho…
- Aquí tienes.- Musité, tomando la taza para depositarla frente a él.
- ¿Viene a buscarte tu noviecito hoy también?- Preguntó de pronto y el tono en que lo dijo me sorprendió por completo: ¿estaba…? ¿Estaba… celoso?
Con sólo pensar eso, conseguí perturbarme. Las manos me temblaron y la taza que llevaba agarrada precariamente se volcó, golpeando contra la mesa y derramando su contenido… sobre la inmaculada camisa blanca de Tim.
- ¡Mierda!- Exclamó entre dientes, cuando la caliente bebida lo tocó.
- ¡Ay, Dios mío!- Dije, sintiéndome muy idiota.- ¡Ay, Tim, lo siento tanto!
Le quité la taza de inmediato y él se puso de pie, tratando de quitarse de encima la mayor cantidad de líquido posible. Una enorme mancha de café le cubría parte de la prenda, arruinándola por completo.
- Soy una estúpida.- Murmuré, llevándome una mano a la cabeza sin saber bien qué hacer. Enseguida tomé un par de servilletas, como si con eso fuera a remediar algo.
- ¿Tienes algo mejor con lo que pueda limpiarme?- Inquirió fríamente y yo me apresuré a dejar de lado las servilletas.
- Sí, sí, creo que sí.- Mascullé nerviosamente.- Ven conmigo.
Me siguió refunfuñando en voz baja. Lo conduje hacia la parte trasera del local, donde estaba el depósito y el armario de las escobas. Entré rápidamente en el depósito, segura de que había visto un quitamanchas por allí hacía unos días. Me puse a revolver los estantes sintiéndome cada vez peor.
- Sé que había un quitamanchas por aquí en alguna parte… ¡demonios, qué tonta soy!- Farfullaba en voz baja, al mismo tiempo que seguía buscando.- ¡Ah! Aquí está. Si lo pasas rápidamente por la mancha no…- Me volví hacia él, quitándole la tapa, pero cuando lo vi, me quedé helada… o más bien todo lo contrario.
Se estaba quitando la camisa. Sus dedos recorrían los botones apresuradamente, desprendiéndolos. El vello de su pecho asomaba cada vez más y la línea de los mismos que iban perdiéndose en su estómago también. Jamás hubiese creído que vería algo así… Tim desvistiéndose frente a mí en un lugar cerrado, oscuro y vacío…
- Yo…- Balbuceé, tratando de recobrar el sentido.- Yo… aquí tienes.
- Gracias.- Dijo con la misma frialdad y me lo arrebató de las manos. La camisa estaba hecha un bollo en sus manos, con la mancha hacia arriba y comenzó a pasar el quitamanchas por ella, aunque no muy correctamente.
- No… tienes que pasarlo en círculos sobre… no. Mira, déjame.- Le pedí, acercándome a él. Tim me pasó la camisa y sostener entre mis manos algo que había estado pegado a su piel… me erizaba los pelos de la nuca.
Traté de quitar la mancha concienzudamente, con Tim muy cerca de mí, observándome y sin camisa. Me sentía absolutamente perturbada y no ayudó cuando él finalmente abrió la boca.
- No respondiste mi pregunta.- Susurró suavemente.
- ¿Qué…? ¿Qué pregunta?- Tartamudeé, insultándome por mi idiotez.
- Si viene a buscarte tu noviecito hoy.- Repitió, acentuando las palabras.
- Oliver no es mi novio.- Me apresuré a aclarar.- Sólo somos amigos.
- No me digas.- Repuso, sonriendo irónicamente. Levanté la mirada hacia él y notar la cercanía me dejó sin aliento.- No es lo que parece cuando están juntos.
- Si fuera mi novio me besaría, ¿no crees?- Dije, desesperada por quitarle esa idea de la cabeza.
- Ajá. Y dime.- Dio otro paso hacia mí y entre nosotros no pasaba ni el aire.- ¿Lo ha hecho alguna vez?- Pronunció esas palabras tan despacio que pensé que las había imaginado. Pero al ver que esperaba una respuesta, me di cuenta que no.
- No.- Fue todo lo que pude decir.
- Tardaste bastante en responder.- Comentó con algo de frialdad.
- Porque me sorprendiste. Eso es todo.- Aclaré enseguida.- Pero Oliver y yo somos como hermanos. Yo jamás… jamás…
- Era todo lo que necesitaba saber.- Cortó, con seca satisfacción. ¿Qué estaba pasando? Tenía la sensación de que ese era otro de mis alocados sueños.- Y no te preocupes por la camisa: las manchas de café no salen.
- Lo lamento, no fue mi intención.- Dije apenada.
- Sé que no.- Susurró. Me miró fijamente a los ojos durante unos segundos.- Será mejor que me vaya. Tengo una reunión más tarde y necesito ir a casa a cambiarme primero.
- Me siento muy tonta, Tim. No quise…- Musité.
- No te preocupes.- Interrumpió y una pequeña y casi imperceptible sonrisa afloró en su rostro. Tomó la camisa y la observó. Estaba más arruinada que antes.- Te perdonaré si consigues algo que pueda ponerme para salir de aquí.
- Sí, sí, claro. Enseguida.- Y antes de que tuviera tiempo de decir algo más, corrí en busca de Peter y le pregunté si tenía algo de ropa de repuesto en su casillero. Para mi alegría, me dijo que sí.
Mientras escogía una remera de las tres que tenía allí, no podía dejar de oír las palabras de Tim en mi cabeza. ¿Eran realmente celos lo que había percibido? Diablos, estaba confundida, avergonzada y feliz, todo al mismo tiempo.
Regresé al depósito y encontré a Tim tal y como lo había dejado. Enseguida se puso la camisa y yo le di la espalda, sin poder soportar un segundo más. ¡Estaba matándome! Estaba sola con Tim Rice-Oxley, que había mostrado celos hacia mí o algo muy parecido… y para colmo se había quitado la camisa. ¿Estaba segura que no estaba soñando de nuevo?
- Gracias por la remera.- Dijo entonces y me volví para ver cómo se acomodaba el cuello de la misma. Le quedaba bien, era de su talla.- Y supongo que te veré mañana.
- Sí…- Logré articular, porque aún tenía muy fresca en mí la imagen de su piel.
Como no fui capaz de decir más nada, Tim inclinó la cabeza a modo de saludo y salió de allí. Yo me demoré unos segundos en reaccionar y luego me acerqué a su camisa, que había quedado tirada en el suelo.
La levanté con cuidado y hundí el rostro en ella, sin poder evitarlo. Estaba impregnada de su aroma, con una extraña mezcla de café y productos de limpieza… pero allí estaba, era él, eso había sido vestido por él y ahora estaba en mis manos. Y, sin embargo, no lograba sentirme mejor: una vez más había demostrado torpeza y estupidez frente a él y eso no era algo que me perdonara fácilmente a mí misma.
Considerando que pasaba varias horas de la tarde en The 1066, Tim aprovechaba las mañanas y las noches para componer. Se levantaba poco después del amanecer y hacía buen uso de las silenciosas y grises horas que precedían al alba, más ahora que Summer estaba siendo tan beneficiosa para él. Aunque no comprendía por qué la presencia del muchacho llegaba a turbarlo de manera tal de hacerle casi una escena de celos, cosa muy impropia en él. Tim Rice-Oxley no solía dejar desbordar sus emociones, pero la frustración que sentía ante la agobiante relación de Summer y Oliver… no había logrado reprimirse.
Se levantó temprano al día siguiente y se puso a trabajar en una o dos canciones que habían quedado inconclusas de la noche anterior. Una vez que finalizó con una de ellas, se tomó un descanso a media mañana y fue a la cocina a prepararse un té.
Regresaba ya al estudio con la humeante taza entre manos cuando le pareció oír un ruido procedente del exterior. Se asomó a una de las ventanas, justo a tiempo de ver una estela de rizos castaños que se alejaban rápidamente por North Trade Road a bordo de una bicicleta. Frunciendo el ceño, extrañado, Tim abrió la puerta y salió a la galería, llevándose por delante un paquete que había sido dejado junto a la puerta.
Se inclinó con cuidado de no volcar la taza de té y lo levantó. Acomodándose los lentes de montura negra, se dispuso a leer la única línea que había escrita en un papel sujeto al envoltorio: “Lamento lo de tu camisa”.
Tim no pudo evitar que una sonrisa apareciera en su rostro mientras entraba a la casa nuevamente y cerraba la puerta tras de sí. Se dirigió a su estudio, dejó la taza sobre el piano y abrió el paquete.
Era, precisamente, una camisa. Una camisa gris perla con unas casi imperceptibles rayitas de un tono gris más oscuro. La sonrisa en su rostro se intensificó.
Summer le había comprado una camisa. Y para Tim eso tenía otro significado más que las ganas de reparar el daño hecho. Tenía la impresión que algo más se ocultaba detrás de esos hermosos ojos verdes que la chica no quería decir. O quizás eran imaginaciones suyas… pero le agradaba.
Una agradable tibieza le subió por la columna: satisfacción pura. Summer pendiente de él, tanto como él empezaba a estarlo de ella. Había algo en esa chica que a Tim le causaba más que inspiración. Comenzaba a notar como un innegable deseo casi salvaje se apoderaba de él cuando la tenía cerca y esos molestos celos eran prueba de ello. Tim de repente se encontró muriendo de ganas de probar el sabor de sus labios y la suavidad de su piel. Era hora de admitir que estaba solo desde que Jayne se fuera de la casa después de que la abandonara y que su cuerpo quizás empezaba a reclamar lo que venía negándole por meses. Y Summer era hermosa, Tim se veía fácilmente a sí mismo enredando los dedos en los espesos rizos y atrayéndola hacia él.
Aún así, sabía que no podía involucrarse con ella. No tenía muchas intenciones de meterse en problemas y sabía que todo ese asunto de Summer era temporal: cuando su fuente de inspiración se agotara, perdería el interés en ella. Y llevarla a la cama no simplificaba la situación.
No, era mejor mantenerse al margen, aún cuando pareciera difícil.
Se sentó frente al piano y comenzó a tocar, dejando que ese inmenso deseo fluyera por sus dedos contra las teclas. Las melodías que arrancó de él eran asombrosas, casi tanto como las sensaciones que lo carcomían por dentro y que Tim trataba de apagar, aún cuando su cuerpo reclamara otra cosa…
************************************************
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario