sábado, 1 de marzo de 2008

Nothing In My Way: Capítulo 14.

La noche estaba muy entrada. Serían quizás alrededor de las cuatro o cinco. Pero lo que menos le importaba a Tim Rice-Oxley en ese momento era la hora. Se encontraba parado frente al piano, inclinado con las teclas, mordiéndose los labios y deslizando sus manos enérgicamente de un punto a otro del teclado. La melodía era tensa, casi monótona, exactamente como Tim se sentía en ese momento. Lo inundaba todo: la casa, la calle y el silencio en derredor. Sin embargo, no se trataba de nada nuevo. Era un instrumental del último disco de la banda que normalmente utilizaban para comenzar los conciertos. De repente Tim se había visto con la necesidad de dejar que sus dedos la interpretaran. Como un exorcismo, como una innegable verdad de lo que estaba pasando con su vida en realidad.
Era como estar programado para las actividades que debía llevar a cabo en sus días. Levantarse, tomar una taza de té, encerrarse en el estudio, comer algo a media tarde, seguir trabajando hasta la noche, cuando finalmente se preparaba algo decente de cenar. Se costaba tardísimo, muchas veces al amanecer, y se levantaba alrededor de las ocho. Se sentía cansado, pero la tensión lo ganaba por completo.
Si bien seguía todos esos rutinarios pasos, dentro del estudio la realidad era muy diferente. Muchas veces se quedaba con el pensamiento bloqueado, mirando la nada y desesperándose más y más a cada minuto.
Necesitaba a Summer. La necesitaba innegablemente. No había podido escribir nada bueno desde que se despidiera de ella con esa terrible mentira. Tenía que admitir que la chica causaba en él efectos más que beneficiosos y extrañaba ese cosquilleo que lo recorría cuando la tenía cerca. Ese cosquilleo que a duras penas podía controlar, que le causaba intensos deseos de atraerla hacia él y apretarla contra su cuerpo para sentirla cerca.
En más de una ocasión se concentró en lo vivido en la habitación de Summer, creyendo que eso podría servirle. Pero pronto se dio cuenta que no le era posible pensar en ello sin perderse asimismo en un doloroso deseo insaciable. ¿Qué le sucedía? Tim siempre había sido un hombre con un autocontrol lo suficientemente grande como para controlar sus pasiones. ¿Cómo era posible que una mera chica de dieciocho años le provocara esa… lujuria tan impropia de él?
Con un golpe seco, Tim terminó su interpretación de The Iron Sea y se apartó del piano bruscamente. Se paró junto a la ventana y trató de ver algo en la intensa oscuridad de la noche, pero sus ojos cansados apenas eran capaces de vislumbrar su reflejo en el vidrio. La imagen de Summer entre sus brazos lo cegaba por completo y Tim admitió para sí mismo que no sabía cuánto tiempo más podía soportar.

¿Desde cuándo la vida era tan gris? Desde que me negara a seguir estando ciega y negar el rechazo de Tim, tenía la sensación de que no había vuelto a ver un rayo de sol asomando entre las nubes.
- ¡Arriba, Bella Durmiente!- Exclamó una voz desde la puerta y me giré en la cama para encontrarme un sonriente Oliver que aparecía en mi habitación con una bandeja.
Después de nuestra última conversación, Oliver estaba mimándome mucho, como si deseara ayudarme a olvidar. Supongo que se daba cuenta que ni siquiera tenía ánimos para salir de la cama.
- Ya vas diez minutos atrasada, Summ.- Canturreó, tratando de mostrar buen humor por los dos.- Creí que al menos te habrías duchado ya.
- No quiero ir a trabajar.- Dije, como decía todas las mañanas últimamente.
- Pero no puedes faltar. Peter se enfadaría contigo y tienes suerte de tener un empleo como éste.- Repuso, también como todas las benditas mañanas. Parecía que nos pasábamos los días repitiendo un guión.- Vamos, tómate tu café, se va a enfriar.
Me pasó la humeante taza que yo acepté desganadamente y se sentó a mi lado en la cama. Por su parte, él se había servido un descomunal vaso de leche.
- Lamento ser una carga, Oliver.- Mascullé tras unos segundos, suspirando. Al fin habíamos abandonado el guión.- Estoy insoportable y tú deberías estar harto de mí.
- Pero no lo estoy. Jamás me hartaría de ti, Summ. Vamos, hemos estado juntos siempre. Cada vez que a mí me pasaba algo, me ayudabas, me contenías.- Me dedicó una sonrisa y luego le dio un rápido trago a su leche.- Al fin tengo una oportunidad de devolverte el favor.
- Me alegra que mi agonía sirva de algo.- Repliqué haciendo una mueca, mientras tomaba una servilleta y estiraba la mano para limpiarle el bigote de leche. Como de costumbre, tuve la sensación de que Oliver seguía siendo un niño. Me quitó la servilleta y se limpió solo.
- No exageres, Summ. ¿Cuántas veces vas a enamorarte en la vida? Vas a sufrir y vas a ser feliz. Así son las cosas.- Dijo, tratando de demostrar madurez.- No puedes dejar que un mal tipo arruiné las posibilidades que tendrás en…
- Tim no es un mal tipo.- Corté enseguida. No podía evitar defenderlo. Me arrepentí al instante, pero su nombre ya había escapado de mis labios. La punzada que sentí en el pecho fue muy dolorosa.
Para disimular, le di un sorbo al café. En cuanto tuve oportunidad y con la excusa de que se me hacía tarde, me encerré en el baño. Necesitaba estar sola, lejos de las críticas de Oliver, sola con mis pensamientos y con la horrenda sensación que me carcomía por dentro.

Me miré en el reflejo del vidrio del ventanal de The 1066. Estaba horrible. No sólo horrible, sino que me asemejaba mucho a un robot. Quizás era el esfuerzo por no demostrar mis emociones, el esfuerzo por no llorar entre las mesas y empezar a gritar para descargarme.
Esa existencia se estaba tornando insoportable. Necesitaba hacer algo o enloquecería. ¿Pero qué? Si apenas lograba levantarme de la cama…
Esas últimas noches, Oliver estaba quedándose conmigo hasta tarde, haciéndome compañía. Constantemente me hacía bromas e intentaba de mejorar las cosas. Me daba pena decirle que a veces sólo me deprimía más.
Esa noche, sin embargo, sus padres y él iban a ir a Rye, a cenar a casa de la hermana de su padre. Se había disculpado mil veces por no quedarse conmigo, absolutamente mortificado. Pero para mí era un alivio. Oliver, en su afán por hacerme sentir mejor, no lograba cerrar la boca. Y sus interminables habladurías me hacían doler la cabeza hasta aumentar a niveles imposibles mi angustia y frustración.
Cuando salí del trabajo, casi parecía de noche. Estaba muy nublado y cualquiera hubiese dicho que se acercaba el fin del mundo. A mí sinceramente no me importaba que me cayera un meteorito encima.
Caminé a casa a paso lento. Ni siquiera me estaba molestando en llevar mi bicicleta. Eso me hubiese incitado a pasar por North Trade Road y lo último que necesitaba en mi vida era eso. No. No quería pasar por casa de Tim y comprobar que allí estaba. Riéndose de mí. Quizás hasta con su esposa…
- Basta.- Me dije a mí misma y una señora que pasaba a mi lado se me quedó mirando, probablemente creyendo que me dirigía a ella.
Tardé bastante en llegar a casa. Lo único que atiné a hacer fue a darme una ducha para quitarme el cansancio, ponerme el camisón más cómodo que fui capaz de hallar (uno que tendría quizás unos cinco años, obviamente rosa, algo corto y con un par de corazones salpicados en la parte delantera) y finalmente, entrar a la cocina a ver qué podía encontrar.
Cociné lo primero que vi, lo serví y me fui a la sala. Me dejé caer en el sillón, encendí la tele y me llevé el tenedor a la boca. Me sentía una especie de ameba.
Fastidiada con mi pelo, fui a mi habitación a buscar algo con qué recogerlo, arrastrando mis medias a rayas por todo el trayecto. Tras luchar un poco con mis insoportables rulos, logré hacer una abultada cola de caballo. Cuando estaba por salir de mi habitación, pateé un oso de peluche que estaba desperdigado en el suelo. Lo levanté y me lo llevé conmigo.
Me sentía una niña, vestida así, abrazando el osito y con cara de enfurruñada. Jamás me había sentido tan necesitada de cariño y hasta deseaba que regresaran mis padres para no sentirme tan sola. Quizás las habladurías de Oliver no estaban tan mal.
Terminé de comer mientras veía una película que tendría por lo menos treinta años y era absurdamente aburrida. Aunque lo cierto era que no estaba prestándole enteramente atención. Mis pensamientos me llevaban una y otra vez al mismo doloroso punto.
Me deslicé hacia la cocina a lavar los platos luego regresé al sillón, donde me quedé tirada durante al menos media hora más. Afuera estaba cada vez más oscuro y terrorífico y me pregunté si realmente no estaría a punto de llegar el fin del mundo…
Di un respingo cuando oí el estruendoso trueno que pareció sacudir las paredes de la casa. Casi de inmediato, la lluvia empezó a caer furiosamente, golpeando el techo y produciendo un ruido espantoso.
Apretando el oso bajo el brazo, fui a asegurarme que las ventanas del segundo piso estuvieran bien cerradas para que no se colara el agua. Trabé bien los postigos de la ventana de mi cuarto y tras chequear las otras habitaciones me dispuse a revisar las de abajo.
Iba bajando las escaleras cuando un segundo trueno, aún más espantoso que el anterior, resonó en mis oídos, haciéndome pegar un pequeño grito y llevándose así mismo toda la electricidad. Escrutando por una ventana a mi lado, comprobé que no era la única casa que se había quedado sin luz.
Me gustaban las tormentas, pero esa me estaba afectando particularmente. Quizás era el hecho de que estaba tan deprimida y tan sola lo que en realidad me causaba ese temor irracional, pero sólo podía pesar en que se detuviera y en que la luz regresara lo antes posible.
Me encaminé a la cocina y busqué una linterna en los cajones. Sabía que debía estar por ahí en alguna parte, mi madre siempre era muy preventiva y trataba de dejar esas cosas a mano.
Finalmente di con ella y la encendí. Al ver que tenía baterías, respiré de alivio, pero aún así me sentía rara y abracé al oso de peluche con una fuerza desmesurada. Como si eso fuera a ayudarme en caso de emergencia…
Cerré las ventanas de la cocina y fui a ver las del resto de la casa. No tenía idea qué hacer sin luz e irme a dormir me parecía lo más sensato, pero por alguna razón irme sola a mi habitación no me atraía demasiado.
Iba regresando a la sala cuando vi que las ventanitas de los laterales de la puerta de entrada de la casa estaban algo abiertas, de modo que me acerqué. La linterna comenzó a fallar y le di un par de golpes. Entonces levanté la mirada y una silueta oscura se recortó afuera, frente a la puerta y a escasos centímetros de mí. Pegué un grito y di unos pasos hacia atrás, tratando de recordar dónde había puesto al teléfono y con la absurda seguridad de que moriría antes de que la policía llegara.
- Ssh. ¡Summer! ¡No te asustes, soy yo!
Al principio creí que era Oliver, pero la voz no se parecía en nada. Tampoco la silueta que asomaba por las ventanas. Tenía la sospecha… pero no. Era imposible. ¿O sí?
-¿Tim…?- Susurré lastimosamente.
- Sí, Summer, soy yo.- Respondió y de repente parecía que el corazón iba a salírseme por la boca.
Me acerqué a la puerta y abrí lo más rápido que pude. Le di con la linterna en el rostro y él arrugó los ojos, de modo que la aparté de inmediato.
Pude ver que se había mojado en el breve trayecto en que había salido del auto y corrido hacia la entrada. El cabello le chorreaba sobre la frente y su cara estaba casi empapada.
- ¿Qué… qué haces aquí?- Pregunté, insegura.
En ese momento, con un ruido extraño, todo se iluminó. La electricidad había vuelto y ahora era capaz de ver a Tim en su totalidad.
Sí que estaba mojado. Muy. La camisa se le pegaba al cuerpo de una manera indescriptible y los pantalones hacían un charco sobre sus zapatillas que, a su vez, hacían un charco aún más grande sobre el piso de madera de la galería.
Durante un segundo sus ojos azules me recorrieron fugazmente. El camisón demasiado corto en infantil, el oso de peluche estrangulado entre mis brazos, el cabello recogido aniñadamente. Me ruboricé, pensando que había sido muy oportuno.
- Yo…- Carraspeó y puso sus ojos en los míos.- Pensé que quizás esta tormenta te habría asustado bastante y cuando me quedé sin electricidad quise venir a ver si estabas bien.
- Creí que estabas en Londres.- Repuse, sin siquiera molestarme en asegurarle que no había ningún problema.
- Volví esta tarde. Apenas estaba terminando de desempacar.- Me dedicó una irresistible sonrisa y sentí la calidez que invadía mi corazón. No me había mentido. Allí estaba.- ¿Me extrañaste?
No pude aguantar un segundo más. Riendo como una tonta, me lancé a sus brazos, sin importarme que me mojara con su ropa empapada.
- Por supuesto que sí.- Susurré contra su cuello, que me dejó una sensación fría en la punta de la nariz. Sentí sus brazos alrededor de mi cintura. Todo volvía a estar bien…
Me aparté de él, para asegurarme que no era un espejismo, que realmente estaba allí, conmigo.
- Vas a enfermarte. Tienes que quitarte esa ropa mojada.- Le dije, frunciendo el ceño, algo preocupada. Que hubiera corrido a socorrerme bajo la lluvia se me hacía maravilloso.
- Como quieras.- Dijo, significativamente y me guiñó un ojo. Volví a reír, mientras lo hacía entrar.
Empecé a tirar de mi camisón nerviosamente para tratar de alargarlo. En vano, por supuesto. Me sentía muy ridícula. Él se veía perfecto aún con la ropa mojada y yo vestía como si tuviera diez años.
- ¿Entonces está todo bien?- Quiso saber, observándome con cierta preocupación.
- Sí, sí. Yo… sólo estaba asegurándome que las ventanas estuvieran bien cerradas.- Contesté. Ahora que estaba allí, comenzaba a sentirme nerviosa y tonta de nuevo.
Mi nerviosismo aumentó cuando dio dos pasos hacia mí y, tomándome por la cintura, me atrajo hacia él. Enseguida, con absoluta premura, sus labios se apropiaron de los míos. Yo me limité a abrir la boca y dejarlo invadirme de esa manera tan maravillosa. Estaba tan aturdida que ni siquiera podía devolverle el beso.
- Creí que…- Murmuré, vacilante, cuando nos separamos.- Creí que no volverías.
Se puso tenso. Sentí como los músculos de su espalda se endurecían bajo la camisa, bajo mis manos.
- ¿Qué te hace pensar eso?- Preguntó en un susurro suave que me hizo estremecer.
- Bueno…- Pensé en todas las razones que me habían dado vuelta en la cabeza las últimas semanas. Finalmente, escogí la que me mortificaba más, las que más me asustaba.- Es que… quizás lo que pasó entre nosotros no… no te agradó.- Me miró inquisitivo.- Como no tengo… no tengo experiencia, quizás…
- Summer.- Cortó en seco, poniendo un dedo en mis labios.- No necesitas tener experiencia para excitarme.- Sentí que sus palabras me ahogaban y encendían un fuego en mi interior.- Con que seas tú me basta.
- Tim…- Dejé escapar. Un quejido lastimoso, necesitado. Y Tim comprendió a la perfección. Hundió los dedos en mi cabello, me acercó a él nuevamente y me besó con ganas. Esta vez respondí con avidez.
¿Qué me importaba a mí que su ropa mojada me estuviera mojando? ¿Qué me importaba todo lo que había sucedido aquellas semanas? Todo lo que sabía era que Tim me estrechaba cálidamente y que no podía pasar nada malo. Cualquier miedo, cualquier razonamiento desapareció como si nunca hubiese existido.
Nos apartamos sólo porque teníamos la necesidad de recuperar el aliento. Tim se tomó unos segundos para volver a mirarme y esbozó otra hermosa sonrisa.
- Estás preciosa.- Dijo, haciéndome ruborizar de nuevo.
- No es cierto. Me veo como una tonta.- Traté nuevamente de estirar el camisón.- Si hubiese sabido que vendrías…
- ¿Qué hubieses hecho?- Inquirió con curiosidad, sin dejar de sonreír y aún sosteniéndome en sus brazos.
- No sé… vestirme supongo.
- ¿Qué caso tiene?- Musitó en mi oído, mientras metía una mano por debajo de mi camisón y acariciaba mi espalda. Eso hizo que pareciera aún más corto.
Pero ya no me importaba. De pronto todo lo que quería era arrancarle la ropa y sentir su piel contra la mía de nuevo. Era una sensación arrebatadora que no sabía de dónde había salido. Ésa no era yo.
Decidí dejar de pensar, de reprocharme, de avergonzarme. Allí estaba Tim, había regresado, tenía la segunda oportunidad que jamás había pensado que tendría... ¿y qué hacía yo? Me lamentaba de no haberme vestido mejor.
Soltando su espalda, pasé las manos hacia el pequeño hueco entre nosotros y entonces noté que aún sostenía el osito de peluche. Lo dejé caer al piso y tomé los botones de la camisa violeta de Tim. Recordé la manera en que me había guiado para desabrocharla la vez anterior, como si me enseñara… de modo que deslicé mis dedos lentamente por su pecho, un botón a la vez.
La tenía metida dentro de los pantalones y, una vez que la había desabrochado por completo, tomé los costados inferiores y tiré para quitársela. Tim me miraba a los ojos y yo lo miraba a él mientras lo hacía. Eso hizo que el fuego que tenía dentro ardiera más fuerte.
Pasándosela por los hombros, la dejé caer al piso. Su piel estaba húmeda por el contacto con la ropa mojada de la lluvia y parecía que mis manos se trababan en sus brazos cuando lo acariciaba.
Tim me tomó por la parte trasera de la cabeza y me quitó el moño que me sostenía el cabello. Luego hundió los dedos entre los rulos, como jugando con ellos y me besó nuevamente. Adoraba cómo sus labios se movían sobre los míos, cómo su lengua buscaba la mía… jamás hubiese creído que esas sensaciones pudieran ser tan asombrosamente deliciosas.
Preguntándome que sucedía conmigo y de donde sacaba ese insaciable deseo que me hacía actuar con desesperación, acerqué mis manos al pantalón de Tim y desabroché el cinturón. Era increíble cómo él me dejaba hacer, sin impedirme nada. Luego le bajé el cierre y, colando mis manos por detrás y sin creerme que le estuviera tocando el trasero de es amanera tan descarada, se lo deslicé hacia abajo.
Tim sonreía de satisfacción y se mantenía quieto, dejando que yo me hiciera cargo de todo. Sólo se quitó las zapatillas para facilitarme el trabajo y luego siguió mirándome, expectante.
Tímidamente, me puse en puntas de pie y lo besé. Él parecía mostrarme con el movimiento de sus labios lo que quería que yo hiciera y yo lo seguía con entusiasmo. Nunca había recibido ninguna clase en la escuela que me hiciera sentir así y que Tim fuera el maestro lo hacía todo aún más… excitante.
Su ropa interior estaba también un poco húmeda pero la dejé por un momento. No estaba segura de por dónde seguir, pero quitarle la ropa interior me intimidaba un poco aún.
De modo que, muriéndome de vergüenza sin poder evitarlo, me quité el camisón, pasándomelo dificultosamente por la cabeza, enganchándolo con mi abultado e insoportable cabello. Las manos de Tim se posaron en mi piel enseguida, casi sin darme tiempo a quitármelo del todo. Me pegó a él y al fin sentí su piel en la mía, como tanto había deseado.
Su cuerpo estaba frío por haberse mojado con la lluvia, pero yo tenía la certeza de que en su interior todo ardía tanto como en mí. La sensación helada en contraste con mi cuerpo tibio me hizo estremecer de placer y Tim volvió a sonreír al notarlo.
- Nada mal para no tener experiencia, Summer.- Me dijo al oído, provocativamente, antes de volver a besarme como si estuviera hambriento y mis labios fueran el alimento que necesitaba para vivir. Le sonreí tímidamente, pero satisfecha de mí misma.
Sin dejar de besarme, empezó a conducirme casi a ciegas por la casa, hasta que dio con la sala y se dejó caer en el sillón. Extendió los brazos como para invitarme y yo me acerqué a él sin dudarlo ni un segundo. Me senté sobre sus piernas, de costado para poder mirarlo, y volví a besarlo. Era increíble como no podía resistir un minuto sin sus besos.
Mientras yo me hundía en un beso intenso, Tim deslizaba sus manos hacia mi espalda y, con una de ellas, me quitaba el sostén. Me acarició firmemente, pero con gran delicadeza y yo apenas podía contener los inmensos suspiros que pugnaban por salir de mi boca.
Sólo entonces me daba cuenta de cuánto había extrañado su tacto, sus caricias… ahora que Tim me había dado a probar todo aquello, no podía vivir sin sentirlo sobre mi piel.
Me recostó en el sillón. Su respiración estaba ya bastante irregular, lo cual me extrañó porque recién estábamos empezando. Era como si no pudiera aguantar más, como si tuviera la urgencia de ir al grano de una vez por todas.
- Yo también te extrañé, Summer. ¿Lo sabías?- Susurró, quitándome la braga, deslizando lentamente mis medias hasta deshacerse de ellas y luego quitándose su propia ropa interior.
- Tim…- Le acaricié el rostro, que parecía recientemente afeitado. Me sentía tan feliz…
Me separó las piernas con cuidado y se acomodó entre ellas. No había por qué esperar. Los dos nos necesitábamos, los dos nos habíamos extrañado y el cuerpo de los dos pedía a gritos el deseado reencuentro.
Fue lento y agonizante, como si Tim aún estuviera probando que estaba lista para él. Sentí como su espalda se curvaba entre mis manos, cómo le costaba hacerlo con delicadeza, como si quisiera cuidarme, como si quisiera ser suave conmigo…
Hasta que pareció que no lograba contenerse más. Dejó escapar algo parecido a un bufido, a un quejido y se aferró a mí. Sentía su cuerpo acometiendo agitadamente el mío, casi con brusquedad. Con cada movimiento yo sentía que me ahogaba en una nube de placer que no podía acallar y de mi boca se escapaban tímidos e incontenibles gemidos y sin darme cuenta pronunciaba el nombre de Tim reiteradamente, casi de forma asfixiada.
¿Cómo había podido sobrevivir sin él todos esos días? No me imaginaba haciendo otra cosa más que sostenerme de él para no resbalar del sillón, más que encontrarme entre sus brazos, sintiendo cómo me hacía el amor de esa manera apasionada y descontrolada.
Tim no resistió mucho más y yo tampoco. Acalorados, agitados, jadeantes, nos sacudimos mientras desembocábamos en un final tan agonizante cómo lo había sido el comienzo. Absolutamente perfecto.
- Summer…- Articuló Tim, casi inconsciente, justo antes de dejarse caer sobre mí con su último aliento. La forma en que pronunció mi nombre me produjo un cosquilleo inmenso en todo el cuerpo y si bien me encontraba exhausta después de ese arranque de pasión, hubiese podido continuar durante horas sólo por haberlo oído decirlo.
Él se quedó recostado sobre mí, con la cabeza hundida en el hueco de mi cuello y tratando de recuperar el aliento por un par de minutos. Luego, aún tragando saliva con dificultad me miró.
- ¿Quieres que me quede esta noche, Summer?- Preguntó suavemente, quitándome el cabello revuelto del rostro.
- Quédate toda la vida si quieres.- Respondí, perdiéndome en sus ojos azules.
- Me hiciste mucha falta estos días…- Murmuró, mientras con un dedo trazaba el contorno de mi silueta.- Necesito ponerme al día…- Me sonrió con cierta picardía y yo reí quedamente.
Me quedé mirándolo un rato. ¡Dios, era tan maravilloso…!
- ¿Por qué no subimos a mi habitación?- Propuse, pensando que allí estaríamos más cómodos. Él asintió con la cabeza y se puso de pie sin importarle su desnudez en lo más mínimo, pero yo me sentí intimidada y quise cubrirme con algo.
- Necesitas acostumbrarte.- Comentó sonriente pero, de todos modos, fue en busca de mi camisón y me lo devolvió. También traía todo su montoncito de ropa.- ¿Dónde puedo poner esto para que se seque?
- Yo lo haré.- Dije, tomándola en mis manos. Estaba increíblemente ruborizada, sin poder creer que Tim se paseara desnudo frente a mí.- ¿Por qué no me esperas arriba?- Agregué, sin poder aguantar más que siguiera viéndome ruborizarme.
Antes de subir por las escaleras, me estrechó por la cintura y me besó intensamente. Sentí su cuerpo apretado contra el mío y volví a sentir la necesidad de estar presa debajo de él.
Fui al cuarto de lavandería al cual prácticamente no había entrado desde que se fueran mis padres y puse las cosas de Tim a secar. Ansiosamente, subí a mi habitación. Él estaba recostado ya en mi cama, debajo de las mantas y hojeaba un libro que tenía sobre la mesta de luz. Era, precisamente, el que me comprara porque él lo había mencionado, Any Human Heart.
- No sabía que leyeras a William Boyd.- Comentó, mientras yo me acercaba a él y me recostaba a su lado.
- Sí.- De pronto sentí la inmensa necesidad de que Tim volviera a acariciarme. No resistía un segundo más en la misma cama con él sin que sus manos me recorrieran con avidez.- Tim… ¿por qué…? ¿Por qué no dejas el libro?- Sugerí, ansiosa.
Él sonrió de inmediato. Lo dejó de nuevo sobre la mesita de luz y se acercó a mí. Tanto que me hizo retroceder y quedar recostada, de modo que aprovechó y se recostó sobre mí.
- Puedo hacer que ésta noche sea muy larga, Summer.- Farfulló y luego sus labios se apoderaron de los míos, sin dejarme responder.
En cambio, a mí me pareció una noche muy corta. Nunca era suficiente cuando me encontraba entre sus brazos, pero cuando me dormí acurrucada contra él y aún sintiendo la lluvia que teñía de gris el amanecer, me sentía tan satisfecha y cansada que no era capaz de articular palabra.
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