Tim se revolvió en la cama, inquieto. Apenas tenía espacio para moverse, por supuesto, y en cuanto abrió los ojos se encontró con Summer pegada a él, profundamente dormida y con una mano sobre su pecho.
En contraste a la ocasión anterior en que se había encontrado despertando junto a ella, Tim esbozó una leve sonrisa. Eso le agradaba. La chica era dulce, cariñosa y muy bonita y la noche anterior le había demostrado que siempre estaba dispuesta a abrirse a él.
Summer había sido lo primero en lo que pensara cuando se desató la tormenta. Pensó que quizás le asustaban esas cosas y se encontraba sola en su casa, aún con la ausencia de sus padres. Y una vez que notó el corte masivo de electricidad, no aguantó más y salió en su búsqueda, siguiendo más a su cuerpo que a su cabeza o a su corazón.
No había esperado encontrarla en camisón y con un osito de peluche entre los brazos, pero definitivamente eso había sido un punto más a favor de Summer en su inconsciente proceso de provocar un intenso ardor en cada partícula del cuerpo de Tim.
Los acontecimientos lo abrumaban mientras acariciaba el rizado cabello de Summer una vez más. La veía dormir como si fuera un ángel y no podía creer que fuera la misma que le quitara la ropa la noche anterior.
Tim tomó una rápida decisión. No lucharía más en contra de ello, no intentaría alejarse de la chica. Era obvio que Summer no quería alejarse de todos modos y él la necesitaba. Una vez más, sentía las melodías fluir dentro de él.
Se levantó con cuidado de no despertarla, le cubrió la cintura con la sábana cuidadosamente para que no se sintiera tan desnuda y avergonzada al despertar y salió de la habitación.
Fue al piso de abajo y una de las primeras cosas que encontró fue su propia ropa interior que había quedado absolutamente olvidada en el piso de la sala. Se la puso y se encaminó a la cocina, deseoso de comer algo. Prepararía el desayuno y lo llevaría a la cama, en compensación de todo el bien que Summer y la inspiración que le causaba le harían a su carrera.
Puso agua a calentar y se demoró tratando de encontrar un par de tazas, una bandeja y demás cosas. Estaba poniendo un poco de pan en el tostador cuando oyó un ruido que lo distrajo. Como una puerta que se abría.
- ¡Summer! ¿Ya te levantaste?- Gritó una voz, que Tim adjudicó al muchacho ese, Oliver. ¿Qué diablos hacía allí? ¿Por qué se metía en su casa de esa manera?- ¡Vamos, arriba! ¡Nada de depresiones hoy!
Sentía que la voz se acercaba a la cocina, pero Tim se mantuvo impasible. Ese niño lo fastidiaba más de la cuenta.
Oliver irrumpió en la cocina y se quedó petrificado al ver a Tim parado allí, preparando tostadas, casi desnudo.
- Buenos días. Voy a pedirte que no grites. Summer está durmiendo.- Dijo éste con sequedad y el chico lo miró con los ojos muy abiertos.
- ¿Qué… qué haces tú aquí?- Preguntó, perplejo.
- Eso no es asunto tuyo. Y de todos modos no es tan difícil adivinarlo: preparo el desayuno.- Contestó. Lo contempló con superioridad y le agradó notar que podía intimidar al chico con facilidad.- Dime, ¿puedo ayudarte en algo?
- Yo… bueno…- Se pasó una mano por la cabeza, nerviosamente.
- Si no necesitas nada, entonces tendré que pedirte que te retires. Le comunicaré a Summer que estuviste aquí.- Masculló, restándole importancia. Sirvió el agua caliente en dos tazas para hacer el té.
- Subiré a hablar con ella un minuto.- Dijo Oliver, como tomando valor para soltar esas palabras. La situación no le estaba gustando nada y no tenía intención de dejarla sola con él.
- Dije que Summer está durmiendo.- Repuso Tim, hartándose rápidamente de él.- Y si no lo estuviera, de todas formas no está en condiciones de recibirte, así que no te permitiré subir.
- ¿No está en condiciones? ¿Qué quieres decir…?- Inquirió Oliver preocupado.
Tim lo miró significativamente, arqueando una ceja, y Oliver se ruborizó casi tanto como solía hacerlo su amiga. No lograba imaginar a Summer durmiendo desnuda entre sus brazos. Se sentía repugnado.
- Bueno, pero se tiene que ir a trabajar y…- Añadió aún buscando excusas.
- Yo la llevaré a trabajar, descuida.- Tim tomó la bandeja y se encaminó hacia la puerta de la cocina.- Supongo que ya conoces la salida.
Oliver se quedó mirándolo desconcertado. ¿Qué había pasado? ¿Cómo era posible que Summer cometiera el mismo error dos veces?
Se sentía tan abatido que ni siquiera se le ocurrió pasar por alto a Tim y subir a verla de todos modos. Simplemente se encaminó hacia la puerta y salió de la casa, dándose cuenta que su amiga estaba llegando demasiado lejos.
La claridad me dio de lleno en el rostro y, con un suave quejido, me volví en la cama y abrí un poco los ojos. No pude evitar esbozar una somnolienta sonrisa al ver a Tim corriendo las cortinas de mi habitación, vestido sólo con la ropa interior. Se había quedado conmigo. Toda la noche.
- Buenos días.- Susurró, acercándose a mí. Me dio un beso, apoyándose con los brazos en la cama.
- Hola.- Mascullé, con la voz ronca después de las escasas horas de sueño.
- Lamento despertarte, pero tienes que ir a trabajar.- Dijo, incorporándose. Fue hacia el escritorio y tomó algo que había apoyado allí.
Era una bandeja. Tim me había preparado el desayuno.
Pensé que me moriría de amor. Eso decididamente terminaba de cerrar mi imagen del sueño perfecto, del… ¿novio perfecto? No, era muy pronto para sacar conclusiones aún. Prefería disfrutar de cada segundo sin preocuparme por los títulos.
- Tardé un buen rato en encontrar todo en la cocina.- Comentó, pasándome una taza de té.- Aquí tienes.
- Si me hubieses despertado lo hubiese preparado yo misma.- Repuse sonriéndole.
- Pero quería hacerlo yo.- Se recostó a mí lado con su propia taza y apoyó la bandeja en la cama lo más seguramente posible, mientras yo trataba de que las sábanas me cubrieran lo suficiente. Le di un sorbo al té que estaba delicioso justo cuando Tim añadía otro comentario:- Acabo de ver a Oliver abajo, en la cocina.
Tuve que esforzarme para no atragantarme. Aparté la taza y la apoyé con delicadeza, cuidando de no volcarla. Eso sí que no sonaba muy bien.
- ¿Es de irrumpir en tu casa de esa manera?- Preguntó, antes de que yo tuviera tiempo de decir algo.
Me pareció que no era necesario arruinar el momento con aquello, así que intenté por todos los medios salir del paso.
- De hecho, no. Se tomó la costumbre estos últimos días, porque yo estaba algo… perezosa para ir a trabajar.- Contesté, de forma bastante evasiva.
- ¿Deprimida no será más adecuado?- Inquirió, haciéndose el desinteresado. Le dio un sorbo al té y tomó una tostada.- Al menos lo oí decir “nada de depresiones hoy”.
- Sí, bueno… es algo exagerado, ya sabes.- Carraspeé y acepté una tostada que me ofrecía. Cuando no pude dejar que la intriga me carcomiera un segundo más, agregué:- ¿Dijo algo cuando te vio?
- Me preguntó por ti y me limité a decirle que estabas durmiendo. No tiene por qué saber más.- Respondió, como quien no quiere la cosa.- ¿A qué hora tienes que estar en The 1066?
El cambio de tema fue algo brusco, pero tuve que admitir que me agradaba notar el dejo de celos en su voz. Aún así, me preocupaba lo que Oliver pensara o fuera a decirme cuando nos viéramos.
Respondí vagamente, comiendo el desayuno con ganas. Acababa de descubrir que, después de la… actividad nocturna, estaba casi famélica.
Me metí en la ducha mientras Tim bajaba a la cocina a dejar la bandeja y buscar su ropa en el cuarto de lavado. Afortunadamente, se había secado y las únicas marcas visibles eran algunas arrugas que, por alguna razón, lucían muy bien en él.
Me gustó que Tim se ofreciera a llevarme a la cafetería. Era como comenzar la rutina que llevaba a forjar una relación seria. O, en otras palabras, era como comenzar la rutina que llevaba a cumplir mi más preciado sueño.
- ¿Qué le sirvo?
- Una Sprite y un sándwich.
- Enseguida.- Esbocé una sonrisa y me volví para buscar el pedido, cuando mis ojos llegaron a la puerta de entrada y se cruzaron con los de Oliver. Tratando de no lucir culpable, me acerqué a él, notando que era exactamente lo que buscaba silenciosamente.
Aunque mostraba calma, estaba algo nerviosa. Oliver era mi amigo desde que tenía memoria y no quería que pensara que yo era una estúpida que se iba detrás del primer hombre que le ofrecía algo. Tenía la sensación de que él no entendía muy bien el concepto del amor.
- Hey, viniste más temprano hoy.- Comenté, en un desesperado intento de quebrar el hielo.
- ¿Te dijo que estuve en tu casa?- Atacó, yendo directo al grano. Descubrí al instante que no era un día para bromas.
Suspiré, resignada a tocar el tema aunque no quisiera.
- Sí, me avisó.- Dije. Y no fui capaz de acotar nada más. ¿Qué excusa podía darle? No había excusas para mi comportamiento, porque estaba haciendo lo correcto.
Me tomó del brazo y me sacó de la cafetería, guiándome sin mucha suavidad al callejón lateral.
- ¿Qué sucede contigo, Summer?- Estalló, aparentemente porque ya no lo soportaba.- ¿Te olvidaste de todo el sufrimiento que te provocó?
- Eso no fue más que un malentendido.- Repuse con convicción.- Tuvimos una larga charla sobre ello.- Si bien no era del todo cierto, el tema había surgido brevemente. Pero me parecía que quizás eso calmara a mi amigo.
- Supongo que habrán tenido tiempo para más que una charla anoche, ¿no?- Espetó y abrí los ojos, sorprendida. ¿Quién era ese y qué había hecho con Oliver? Él nunca era así de agresivo.
- Mira, Oliver, sé que no te cae bien, pero esto no es algo en lo que puedas meterte.- Mascullé, probando a ver si podía tranquilizarlo un poco.- Sé que no entiendes ahora, pero algún día…
- ¿Por qué me hablas como si tuvieras diez años más que yo?- Interrumpió, más enojado que nunca.- Eres mayor sólo por un mes, no te creas que me hablas desde la experiencia. Y de todos modos, no estás mostrando mucha madurez en esto. Eres una tonta.
- Basta, Oliver. ¿Qué pasa contigo?- Exclamé, sin aguantar más.- ¿Por qué no puedes verme feliz? ¿Qué es eso que tanto odias de Tim? ¿Qué sea más grande que yo? Si a mí no me importa, no debería importarte a ti.
Se llevó una mano a la cabeza, frustrado.
- Quieres actuar a la altura de la situación, pero no puedes, Summer. Deja de aparentar. Ésta no eres tú.- Cada vez entendía menos su enojo.- Y si te digo esto, es precisamente porque quiero que seas feliz. Este tipo te hará trizas a la primera oportunidad, ya lo hemos comprobado…
- Fue un malentendido.- Insistí, bufando.- ¡Vamos, Oliver, no seas aguafiestas! Lo nuestro está yendo muy en serio y no quiero estropearlo por una pelea contigo. Sabes que te quiero como a nadie, pero a veces te pones tan paranoico que no sé quién eres en realidad.
- Sólo quiero cuidarte.- Replicó con firmeza. Se hizo silencio por unos segundos. Sus ojos no dejaban los míos.- ¿De verdad crees que lo de ustedes puede ir en serio?
- Sí, estoy segura de ello.- Lo miré desafiante.
- Puedo entender que tú pienses eso, que estés tan ilusionada, que desees que así sea… pero él… ¿qué quiere él, Summer?- Parecía derrotado, cansado. Demasiado preocupado para mi gusto.
- ¿Tan difícil es creer que alguien se interese por mí, Oliver? ¿Tan poca cosa te parece que soy?- Ahora era mi turno de enojarme. Sus palabras me habían ofendido.- Tim ve en mí lo que nadie ha visto, me hace sentir como nadie antes me hizo sentir. Es la primera vez que alguien me mira y piensa que soy perfecta.- Recordé lo que Tim me había dicho aquella tarde que me tomara entre sus brazos para cambiar mi vida de improvisto y tuve que hacer un esfuerzo para no estremecerme.- Me entiende, me protege y…
- No creo que puedas convencerme.- Abatido, cortó mis discurso secamente.- Para mí no estás bien con él. No estás… a salvo.
Eso me sonó tan ridículo que dejé escapar un bufido de burla. Oliver bajó la cabeza, avergonzado y dolido y entonces me arrepentí. Pero no tenía manera de razonar con él y eso me irritaba.
- Lamento que sientas eso, y lamento no poder hacerte ver que estoy mejor que nunca.- Susurré, mientras miraba de reojo a Peter que me hacía señas desde la entrada para que volviera al trabajo.- Lo hablaremos en otra ocasión, cuando ambos estemos más calmados.
Le di un beso en la mejilla, poniéndome en puntas de pie, ya que me llevaba varios centímetros. Él me detuvo cuando yo ya estaba a punto de entrar nuevamente a la cafetería.
- ¿Summer?
- ¿Sí?
Se quedó callado mirándome, pero sus deseos de decir algo eran enormes, sus ojos lo delataban inevitablemente.
Al final, negó con la cabeza e hizo una mueca triste.
- Nada.
Quise regresar junto a él, pero Peter empezó a llamarme más fuerte y no tuve más remedio que entrar.
Esa semana fue la mejor de toda mi vida. De un día para el otro el trato de Tim hacia mí había cambiado y me hacía sentir como a una reina. Cada tarde, cuando mi turno en The 1066 terminaba, iba a buscarme y nos íbamos a mi casa, donde aprovechábamos cada segundo para estar juntos y sólo salíamos de la cama hacia la medianoche para buscar algo de cenar. En las mañanas, me llevaba puntualmente al trabajo y luego él pasaba las horas componiendo en su casa hasta que iba a recogerme nuevamente. Era un círculo deliciosamente vicioso.
La actitud de Oliver no variaba en lo más mínimo, sino que se intensificaba. Supuse que el hecho de que ya no nos juntáramos cuando yo salía del trabajo lo estaba fastidiando de más, pero no podía decirle que no a Tim. Lo había querido por demasiado tiempo y tenía la sensación de que no lograba colmarme lo suficiente de él.
Oliver, por supuesto, se la pasaba augurando que algo no estaba bien, que todo ese asunto no cuadraba para nada y quejándose de que pasábamos demasiado tiempo juntos y que eso también era sospechoso. Decidí atribuirle el síndrome del “hermano celoso”, puesto que eso era para mí y los síntomas encajaban bastante bien.
Toda esa actividad nocturna, como yo solía llamarla, estaba afectando un poco mi rendimiento en el trabajo. Nunca había estado tan cansada y feliz al mismo tiempo. La sonrisa no se me borraba jamás del rostro, excepto claro, cuando tenía que bostezar. Aún así no tenía ni la más mínima intención de decirle nada a Tim al respecto: su compañía cada noche y sentir la forma en que me amaba era más de lo que me había atrevido a soñar y no quería echarlo por la borda debido a unas cuantas horas de descanso. Tenía dieciocho años y energías de sobra. Él, con treinta y uno, nunca emitía ni la más mínima queja y me constaba que descansaba poco y nada. Las mañanas y noches las pasaba casi en su totalidad conmigo y las tardes eran exclusivamente para trabajar.
De todos modos, sólo llevábamos juntos una semana o menos. Con el tiempo me iría acostumbrando y dejaría de pellizcarme en las mañanas para tratar de comprobar por centésima vez que despertar a su lado no era otro tonto sueño.
Con un acorde perfecto y harmonioso, Tim terminó la canción, satisfecho. Anotó un par de cambios en unas hojas de papel y miró con una sonrisa los resultados expresados en notas musicales.
Últimamente sus tardes de arduo trabajo estaban teniendo resultados similares y él conocía perfectamente la razón: Summer. La chica lo había llevado al borde durante toda la semana, le había brindado sensaciones perfectas que derivaban en música. Haber regresado a ella había sido la mejor decisión que tomara en su vida.
Además, su compañía era cien por cierto gozosa. La pasaban bien juntos, se divertían y, para colmo, Tim sacaba de ello un beneficio profesional incalculable. Todos ganaban.
Si bien estaba algo cansado por las pocas horas de sueño, tenía que reconocer que había habido ocasiones en las que había descansado menos aún que en aquella oportunidad y por razones no tan agradables como Summer. No sabía hasta cuando podría estirar esa relación, pero mientras tanto estaba pasándola de maravillas. Tenía que admitir que se divertían juntos y que tenían una excelente química en el dormitorio.
Aunque no quisiera admitirlo, Tim sabía que para Summer eso podía llegar a ir más allá, que quizás hasta involucraba sentimientos. Se lo había dicho, ¿o no? ¿Que lo amaba?
A Tim no le gustaba recordarlo porque la posibilidad de herir a alguien que le estaba brindando tanto bien lo sacaba de quicio. Pero la necesitaba y no podía ni quería sentir algo por ella sólo para darle el gusto. En la vida uno recibía mil golpes y novecientos noventa y nueve de ellos eran por amor.
Mientras pensaba en ella y en lo que podría causarle, Tim sintió una oleada de inspiración invadirlo nuevamente y se preparó para dejarla fluir a pesar de que a tarde estaba avanzada y tenía ganas de dormir un poco antes de ir a The 1066 a recoger a Summer. Pero si no aprovechaba en ese momento… ¿cuándo lo haría? Nunca podría tener la certeza absoluta de cuándo sería el preciso instante en que Summer ya no fuera imprescindible en su vida. Era mejor exprimir cada canción, cada palabra, ahora que aún había tiempo.
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