sábado, 19 de abril de 2008

Atlantic: Capitulo 2

Cinco, seis, siete timbrazos. El teléfono sonaba y sonaba, pero nadie lo atendía. Cuando el contestador fue el que respondió, Tim cerró de golpe su celular y lo arrojó sobre la cama.
Suspirando, hundió la cabeza entre los brazos, obligándose a mantener la calma. Estaba harto de dejar mensajes que no eran respondidos y ya no sabía qué hacer. No quería resignarse tan fácilmente a dejar a Jayne…
Llevaba una semana viviendo en un hotel de Sussex, cosa que no le molestaría en absoluto si las cosas fueran diferentes. Estaba acostumbrado a vivir en hoteles, pero no estaba acostumbrado a lidiar con el dolor que sentía en el pecho. No estaba acostumbrado a que las palabras de su esposa se repitieran en su interior todo el tiempo, sin darle un segundo de paz.
Volvió a tomar el celular y a marcar el número de lo que él recordaba, era su hogar. Extrañaba su casa de North Trade Road, pero aún más a la mujer que vivía allí. Esperaba tener de regreso ambas lo antes posible.
El contestador saltó al primer tono, por lo que Tim se dio cuenta de que Jayne lo acababa de conectar. ¿Estaría allí? ¿Estaría escuchándolo sin atenderlo…?
- Jayne…- Masculló y se dio cuenta que su voz sonaba extraña, pastosa, irreconocible.- Jayne, ¿estás ahí? Contesta, por favor.
Esperó unos instantes, pero no hubo señales de ella, así que suspiró una vez más con resignación.
- Bien.- Se pasó una mano por los ojos para despejarse.- Escucha, sólo quiero que hablemos. Podemos solucionar esto sin… sin necesidad de estar así.- Sentía un nudo en la garganta que a duras penas lo dejaba hablar.- Vamos, amor, contesta, sé que estás ahí.- Sabía que esperaba en vano. No lo había atendido las cuarenta veces anteriores, ¿por qué iría a hacerlo ahora?- Jayne… no puedo seguir así. Te amo. Quiero… quiero que lo arreglemos, quiero estar contigo.- Las palabras se le trababan en un intento por no dejarse vencer por la angustia.- Haré lo que…- Se escuchó un pitido y por un momento, Tim creyó que Jayne acababa de recoger el auricular. Los ojos se le iluminaron, ilusionados… hasta que descubrió que había excedido el tiempo del mensaje y la comunicación se había cortado.
Dejó el celular a un lado y se levantó. Caminó desganadamente hasta la ventana y echó un vistazo hacia fuera. Era un sitio muy bonito, sin dudas y el hotel era cómodo y de un aspecto increíble. Pero, ¿qué demonios le importaba todo eso a él? Lo mismo le daba estar allí o en una trinchera en medio de una guerra, si no podía tener a Jayne.
De pronto se enfureció. ¿Por qué no atendía sus malditas llamadas? ¿Qué pensaba que iría a hacerle vía teléfono? Todo lo que quería era hablar, saber dónde estaba parado, saber si… si había alguna posibilidad…
¿Cómo podía decirle que no lo amaba? ¿Cómo podía creer eso? ¿Cómo podía decirle que lo estimaba? Después de tantos años juntos… jamás había visto una sola señal del malestar de Jayne, nada que le indicara que ella no estaba siendo feliz con la vida que llevaban. No negaba que la vida con un músico era complicada, con las distancias y demás… pero si hubiese dicho algo, Tim quizás podría haber hecho algo antes de que fuera demasiado tarde.
Y ahora no pensaba aceptar que fuera demasiado tarde. No podía. Simplemente no podía aceptar que su vida se hubiera desmoronado así.
Apoyó la cabeza contra el frío vidrio de la ventana y se quedó así, inmóvil, hasta que afuera comenzó a llover con fuerza.

Jayne le acarició una mejilla y lo primero que Tim vio fue que ella le sonreía. Tomó su delicada mano entre las suyas y la besó. La felicidad lo embargó al darse cuenta de que había ido a buscarlo…
- Tim, despierta.- Dijo ella con dulzura.
- Estoy despierto.- Contestó él. No podía dejar de mirarla. La veía más hermosa que nunca…
- No, no lo estás.- Repuso Jayne, negando con la cabeza y su cabello oscuro y largo le rozó la mano al menearse.- Despierta.
Tim se sobresaltó. ¿Qué quería decir? ¿Acaso estaba soñando? Pero… parecía tan real… podía tocarla, podía sentirla y escucharla…
- Jayne.- Susurró y tomó un mechón de su cabello entre los dedos. Era más suave de lo que recordaba.- Te echo tanto de menos…
Su esposa le dedicó la más adorable de las sonrisas y se inclinó lentamente hacia él, mirándole fijamente los labios.
- Despierta.- Murmuró, a un centímetro de distancia y Tim cerró los ojos, sin poder creer que volvería a sentir sus besos.- ¡Despierta, Tim!- Repitió, pero esta vez la voz había cambiado. Alterado, volvió a abrir los ojos de golpe.
Jayne había desaparecido y, en su lugar, se encontraban dos pares de ojos mirándolo preocupado. El que había hablado era Richard y unos pasos más atrás se encontraba Tom, con el ceño fruncido, como si no comprendiera lo que estaba viendo.
Tim se reincorporó en la cama con una punzada de dolor en el pecho. Por un segundo había creído que todo había terminado… pero no. Sólo había sido otro sueño.
- ¿Qué están haciendo aquí?- Preguntó, aturdido.
- ¡Vinimos a verte, por supuesto!- Respondió Tom, acercándose a él. Si bien era alto y contaba casi veintinueve años, Tim seguía viendo al niño que correteaba detrás de él en la escuela. Era imposible no recordar esos tiempos cuando veía las mejillas rosadas de Tom, su cabello castaño y sus ojos verdes.- Estás muy perdido últimamente y nos preocupa.
- Tienes que salir de esta habitación, Tim.- Dijo Richard, mucho más serio que su amigo. Sus ojos celestes lo escrutaban con atención. Tenía el cabello castaño más oscuro y barba. Su figura delgada y alta parecía pequeña al lado de la corpulencia de Tom.- No puedes seguir así.
- Estoy bien.- Farfulló Tim, pero no logró convencer a nadie.
- No, no lo estás.- Contradijo Rich, negando con la cabeza.
- Te ves terrible.- Comentó Tom, observándolo con minuciosidad.
El espejo que estaba a un costado de la cama le decía a Tim que su amigo tenía razón. Tenía la barba crecida de varios días, el cabello alborotado, la ropa arrugada y las ojeras bajo sus impactantes ojos azules, ahora de un tono apagado, delataban que llevaba varias noches sin dormir adecuadamente.
- Estoy bien.- Repitió de todos modos.- No me he acostumbrado a la cama del hotel y no duermo bien en…
- No tienes que hacerte el fuerte con nosotros.- Interrumpió Richard, dedicándole una mirada de compasión.
- Sabes que puedes decirnos lo que sea.- Acotó Tom.
- No tengo nada de qué hablar.- Insistió Tim. Hacer de cuenta que no sucedía nada a veces lo ayudaba a atenuar el dolor… pero cuando la realidad le caía encima como un alud, todo se intensificaba y se volvía peor.
Se levantó de la cama y dio unos pasos, con la intención de alejarse de ellos y buscar algo que lo mantuviera ocupado. Quizás de ese modo, ellos se irían y lo dejarían en paz. Quizás cuando se fueran podía volver a soñar con Jayne y…
- ¿Cuánto ha pasado ya?
La voz de Richard pareció perforarle un tímpano a pesar de que apenas había sido un susurro. Pero eran sus palabras lo que lo herían. No quería pensar en el tiempo, porque cada vez que un día terminaba y empezaba otro, significaba que Jayne avanzaba en su intento por dejarlo fuera de su vida, por olvidarlo…
- Tres semanas.- Respondió, muy a su pesar.
No podía creer que fuera tanto. ¿Cómo era que había aguantado sin presentarse en su casa y tirar la puerta abajo hasta que ella accediera a verlo? Probablemente porque sabía que no podría soportar que Jayne le dijera esas cosas horribles de nuevo.
¿Y cómo habían transcurrido todas esas horas, todos esos minutos? Tim no tenía un recuerdo en particular de eso, sólo el dolor que le dañaba cada centímetro del cuerpo y más profundo. Sólo recordaba las noches, que eran más difíciles y más largas y todas las veces que había tenido que forzar sus pulmones para poder respirar. Esa horrenda sensación de estar ahogándose no lo abandonaba…
Y también recordaba las llamadas. Todas ellas. Cada mensaje que había dejado en el contestador y cada súplica. Pero Jayne no cedía.
- Ya es suficiente.- Dijo Richard con firmeza. Tim se había quedado como anulado mientras pensaba en todo eso y su amigo no lo había pasado por alto. Era hora de hacerle entender que no podía quedarse así.- Tienes que hacer algo con tu vida, Tim.
- No.- Fue toda su respuesta y les dio la espalda.
Tom pareció llegar al borde de su paciencia.
- Estás muy equivocado si crees que con eso nos vas a disuadir de dejarte solo, Tim.- Exclamó y Tim se volvió a mirarlo, impresionado por el tono autoritario de su voz. Ése no parecía un niño y, definitivamente, no parecía Tom.- Quedarte aquí encerrado es lo peor que puedes hacer. Ya basta de compadecerte y de hundirte en la miseria. Vas a salir de aquí y vas a retomar tu vida.
No obtuvo ningún tipo de reacción y Tom se sintió irritado. De haber sido por él, lo hubiera abofeteado hasta que al menos parpadeara.
- ¡Ah, me sacas de quicio!- Gritó exasperado.- ¡Pero así y todo no me voy a dar por vencido, Tim! Te voy a sacar de aquí a la rastra si hace falta y luego te voy a dar un buen golpe en la cabeza para ver si reaccionas de una vez por todas. Y voy a aporrear tu puerta todos los días hasta conseguirlo. Porque eso es lo que los amigos hacen. Y eso es lo que tú hiciste por mí: estuviste a punto de tirar la puerta de mi casa abajo cuando yo estuve metido en todos esos embrollos. Estuviste ahí, a pesar de que yo no quería más que estar solo y que todos se fueran a la mierda.- Los ojos de Tom se oscurecieron al recordar las peores épocas de su vida, cuando se hundía en un infierno de alcohol y drogas sin saber cómo salir.- Y funcionó. Porque estoy aquí, ¿no? Estoy vivo. ¡Y tú también, así que deja de actuar como si tu vida se hubiera acabado!
Tim tragó saliva, sintiendo una mezcla de furia y algo que no supo reconocer. Se acercó a Tom tan de repente que él no lo vio venir y lo enfrentó, cegado por el sufrimiento, casi sin poder enfocar el rostro de su amigo.
- Mi esposa me dijo que ya no me ama, Tom.- Replicó entre dientes, incapaz de contenerse.- En menos de una hora descubrí que todo lo que creía tener bajo control se había derrumbado. Ahora vivo en una maldita habitación de hotel y Jayne no responde a mis llamados. Ni siquiera quiere hablar conmigo. Así que no me digas que mi vida no se acabó, porque…- La voz se le quebró y dio un paso hacia atrás, apartándose. Con la cabeza gacha, para que ninguno de los dos pudiera ver las lágrimas en sus ojos azules, Tim trató de hablar nuevamente.- Déjenme solo. Por favor.
- Tim…- Murmuró Tom, acercándose a él, buscando una forma de consolarlo, pero Richard le puso una mano en el brazo.
- Déjalo, Tom.- Susurró, mirando a Tim compasivamente.- Será mejor que nos vayamos.
- Pero, Rich…- Protestó, incrédulo.
- Nos vamos, Tom.- Insistió con una expresión indescifrable en el rostro.- Si Tim quiere encasillar su vida y no avanzar, es su decisión.
Se dirigió a la salida y desapareció en el pasillo, dejando la puerta abierta para que Tom también saliera. Pero este tardó unos cuantos segundos más en moverse, con la mirada clavada en la espalda de Tim, ya que éste se negaba a mirarlo y se había quedado parado junto a la ventana, esperando que se largaran.
- Adiós, Timmy.- Dijo tristemente y, tras cerrar la puerta tras de sí, lo dejó solo.
Y finalmente Tim se permitió llorar de amargura, dándole un puñetazo a la pared, como si así pudiera tapar el dolor que seguía sintiendo y que jamás dejaría de sentir.

Estaba harto. Las paredes a su alrededor lo abrumaban, ya no soportaba más esa horrenda incertidumbre. Quería respuestas. Quería saber donde estaba parado…
Tomó el teléfono sin pararse a pensarlo dos veces. Marcó el número que había marcado más de cien veces en esas pocas semanas que a Tim le sabían a eternidad y esperó. No le sorprendió escuchar el contestador, no le sorprendió que Jayne siguiera escondiéndose detrás de una máquina para no enfrentar lo que les estaba sucediendo…
- ¿Por qué mierda no contestas, Jayne?- Bramó, en cuanto escuchó la señal.- ¿Por qué me evitas? ¡Lo único que quiero saber es qué pasa! ¡Quiero saber qué haremos y si…!
- ¡Son las tres de la mañana, Tim!- Cortó ella, atendiendo finalmente y él se quedó helado. Hacía tanto que no escuchaba su voz…- ¿Qué tengo que hacer para que dejes de llamar a todas horas?
El ahogo volvió a invadirlo, pero rebuscó fuerzas en lo más recóndito de su ser.
- Sólo quiero respuestas. Quiero saber qué hacer.- Dijo quedamente.- Jayne… no puedo vivir de este modo…
- ¡Y yo tampoco! Lo único que necesito es tiempo para pensar, Tim, y no me lo estás dando.- Repuso de mala manera.- No sirve de nada estar separados si no podemos resolver nuestros problemas.
- Tienes razón en eso: no sirve de nada estar separados.- Farfulló él, sin poder creer que realmente estaba hablando con su esposa.- Lo que necesitamos es estar juntos, hablar, buscar…
- No.- Jayne no lo dejó terminar y parecía que empezaba a enfadarse.- Quiero que entiendas, Tim. Quiero tiempo, quiero no estar escuchando tu voz en el contestador cada dos segundos, ni que me despiertes a mitad de la noche. Quiero estar sola y pensar.
- ¿Qué es lo que tanto estás pensando?- Exclamó Tim, nervioso y dolido por su frialdad.- ¿Estás pensando en pedirme el divorcio? ¿Es eso? ¡Dímelo de una vez, Jayne!
- ¡No lo sé!- Gritó ella, desesperada.- ¡No lo sé, Tim, y si sigues importunándome de este modo tampoco lo sabré nunca!
Tim decidió calmarse. Estar gritándose no servía de nada.
- Amor, escúchame… sólo quiero regresar a casa. Quiero verte…- Susurró y tuvo que hacer un esfuerzo para no llorar. Últimamente parecía un bebé llorón y eso no lo enorgullecía en lo más mínimo.
- Por favor, Tim, ya no sé cómo hablar contigo.- Pidió ella, exasperada.- Quiero que me des mi espacio. Quiero descubrir qué pasa.
Tim se atragantó y espantó todos los pensamientos negativos de su mente.
- Bien. Bien, como desees.- Concedió, entrecortadamente.- Me basta con que me digas que lo pensarás, Jayne. Me basta saber que quizás tengamos una segunda oportunidad, que puedo hacer que vuelvas a amarme…
- ¿Por qué, Tim?- Soltó Jayne, sin poder evitarlo.- ¿Por qué te haces esto? ¿Por qué sufres de este modo?
- ¿Me lo estás preguntando en serio?- Quiso saber, incrédulo de que ella no lo entendiera.
- ¡Tú sabes tan bien como yo que nuestro matrimonio no tiene sentido! ¡A veces no puedo entender cómo sigues amándome!- El dolor en el pecho de Tim se intensificó a tal punto que pensó que le iba a dar un ataque cardíaco.- ¡Sería más fácil que cada uno siguiera con su vida!
- ¡La salida más fácil no siempre es la mejor, Jayne! ¿Cómo puedes estar diciéndome esto?
- Quiero lo mejor para ti, Tim, y esto no está haciéndote ningún bien.
- ¡Entonces deja ya esta idiotez y déjame volver a casa, déjame recomponer la situación!- Gritó, desesperanzado por completo.- ¿Quieres que esté más tiempo en casa? ¿Quieres que planeemos unas vacaciones? ¿Quieres que deje la banda? ¡Sólo dímelo! ¡Sea lo que sea, dímelo y lo haré, Jayne!
- ¡Quiero que me dejes dormir! ¡Quiero que dejes de llamar, que me des tiempo y no seas impaciente! ¡Quiero que me dejes vivir mi vida, Tim!
La comunicación se cortó. Jayne le había cortado…
Con un grito de furia, Tim arrojó el teléfono al otro lado de la habitación y se llevó una mano a la cabeza. ¿Cómo habían llegado a ese punto?
Se esforzaba por comprender. Se esforzaba por encontrar la razón por la que Jayne había decidido arrancarlo de su vida de ese modo y no lograba encontrarla. Sólo deseaba que ella le dijera qué hacer… porque se daba cuenta que ya no logaba valerse por sí mismo. Jayne había paralizado todos los pequeños aspectos de su existencia y lo único que quería era que todo volviera a ser como antes…
Pero el problema era que ella no quería lo mismo. Sus voluntades iban por caminos muy diferentes y Tim no sabía cómo lograr que se encontraran nuevamente.
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