domingo, 13 de abril de 2008

Atlantic: Capítulo 1.

Las tonalidades ocres del otoño le daban a Battle un encanto especial, con todas las hojas caídas a los costados del camino y la suave brisa volviéndose más y más fría a medida que pasaban los días.
Era un paraíso y Tim Rice-Oxley amaba cada centímetro de ese pueblo. Era su hogar y estaba infinitamente feliz por regresar a él.
Sus ojos azules paseaban por el paisaje que se colaba del otro lado de la ventanilla del taxi. Estaba ansioso por llegar a su casa y ver la sorpresa de Jayne: había decidido tomar un vuelo anterior, impaciente por reencontrarse con su esposa. Habían pasado ya un par de meses desde que se fuera de gira.
El trabajo de Tim lo mantenía lejos de Battle gran parte del año, lo que quería decir que también se veía obligado a pasar noches y noches extrañando a su mujer. Si bien ella trataba de acompañarlo lo más posible, no podía abandonar sus obligaciones y Tim la entendía a la perfección. Las obligaciones eran particularmente duras cuando de ser miembro de una banda se trataba. Tim pasaba más tiempo en hoteles que en su propia hermosa y cálida residencia de North Trade Road.
Era el precio a pagar, se dijo a sí mismo en muchas ocasiones. El precio a pagar por vivir de lo que disfrutaba, de lo que le causaba pasión. Cada vez que deslizaba los dedos por el teclado del piano una electricidad le recorría el cuerpo. Dejaba el alma sobre el escenario y eso daba excelentes resultados: Keane era una de las bandas británicas más exitosas de los últimos tiempos.
Suspiró y se pasó una mano por el sedoso cabello oscuro. Si hubiese sido por él, hubiese saltado del taxi y corrido a toda velocidad hacia su casa. Su desesperación por estrechar a Jayne en sus brazos era casi incontenible.
Afortunadamente, el viaje no se prolongó demasiado. El vehículo se detuvo en la entrada de la casa, una preciosa construcción de piedra con ventanales que ayudaban a apreciar las vistas de Battle. Las flores le daban al jardín un toque de color exquisito y Tim sonrió al mirarlas. Jayne había estado expandiendo los canteros durante su ausencia y todo se veía aún mejor.
Le pagó al chofer y recogió su maleta, su bolso y un par de bolsas con obsequios. Tuvo que hacer malabares para buscar las llaves de la casa sin que se le cayera todo. Sin embargo, no perdía la sonrisa. Respiró hondo y el oxígeno le llenó los pulmones. Estaba en su hogar y nada podía ser mejor…
La luz natural iluminaba el amplio vestíbulo que daba a la sala. Todo estaba impecable, como de costumbre y la sensación de bienestar le invadió el pecho mientras dejaba las cosas en el suelo. Ya se encargaría de ello luego. Primero, quería ver a Jayne.
La había conocido hacía muchos años. Habían estado juntos desde siempre, apoyándose uno al otro para cumplir sus sueños y sus metas. Estaban profundamente enamorados uno del otro y llevaban casados más de tres años. La vida les sonreía. No les hacía falta nada, se dedicaban a lo que les gustaba, les iba bien en ello y, lo más importante, pronto empezarían a formar su propia familia.
Tim avanzó por la casa, buscándola. Había bastante silencio, y le extrañó que ella no se percatara de que había llegado. Se imaginó como lo recibiría, saltando a sus brazos, hundiendo sus labios en los de él, diciéndole cuánto lo había extrañado… y después de eso, pasarían horas y horas haciendo el amor, hablando y olvidándose del resto del mundo. Recuperando los días perdidos mientras él se encontraba vagando de país en país.
Se quitó el abrigo y lo dejó en una silla al pasar. Dobló en el pasillo que se dirigía a las habitaciones y entonces estuvo a punto de chocar con ella, que se quedó parada, inmóvil, mirándolo, asombrada. Tim no pudo contener la sonrisa: después de semanas y semanas deseándola, le parecía la criatura más hermosa de cuantas existían sobre la faz de la Tierra.
- Tim…- Balbuceó ella, sin aire.- ¿Qué…? ¿Qué haces aquí?
La sonrisa de Tim se acentuó. Dio dos pasos hacia Jayne y le rodeó la cintura con los brazos. Le agradó su reacción, le gustaba ver lo fácil que era dejarla sin aliento y más aún volver a sentirla contra él. La estrechó con fuerza, expresándole con su cercano tacto lo mucho que la había echado de menos.
Tim aspiró todo el perfume de su cabello recién lavado y era algo así como volver a la vida. Durante las giras, soñaba con esos pequeños instantes en que la abrazaba y hundía la nariz entre sus cabellos oscuros y su mejilla rozaba la suave piel de su cuello. Para Tim no había una mujer más perfecta y Jayne sabía cuánto la amaba. Lo había sabido siempre, desde el principio, al igual que él. Mientras movía el rostro para besarla en los labios, suspiró, dándose cuenta de cuán afortunado era: tenía a la mujer de sus sueños y se dedicaba a lo que más le gustaba en el mundo. No creía que nadie pudiera tener una vida tan perfecta como la suya.
Sus labios se tocaron brevemente, sin llegar a fundirse en un beso. Tim solía enloquecerla con ese mínimo contacto y era muy consciente de ello.
- Decidí darte una sorpresa.- Respondió y entonces bajó el rostro hacia el suyo y su boca devoró la de ella con avidez. Volvió a sentir su sabor durante unos gloriosos segundos, tratando de recuperar lo que tantos días y tantas noches añorara sin remedio. Pero entonces descubrió que Jayne no le respondía el beso y que ni siquiera estaba abrazándolo. Estaba tensa entre sus brazos, con los ojos abiertos y una expresión extraña. Tim se separó y la miró con dulzura.- ¿Qué sucede?- Le corrió el cabello de la cara con suma delicadeza, dedicándole una sonrisa.
- Nada… me sorprendiste, eso es todo.- Dijo ella y, tomándolo de los brazos, se apartó un poco.- ¿Tomaste otro vuelo? Creí que querías que fuera a recogerte y…
Jayne hizo silencio. Tim frunció el ceño y de repente lo embargó la preocupación.
- ¿No te gustó mi sorpresa?- Inquirió y al instante se le ocurrió una idea. Se le iluminó el rostro de picardía.- ¿O acaso tú tenías una organizada para mí y la arruiné?
No hubiese sido la primera vez que Jayne lo recibía después de una gira con una cena romántica en la galería que rodeaba la casa, bajo la cúpula de estrellas en el despejado cielo de Battle, para terminar haciendo el amor durante horas y recibir el amanecer uno en brazos del otro envueltos en la calidez de una manta y de sus propios cuerpos desnudos. A Tim le encantaban esas bienvenidas y no veía razón alguna para descartarla en esa ocasión. Incluso él sentía ganas de cocinarle y de obsequiarle un momento tan mágico como los que ella había preparado más de una vez para él.
- No, no organicé nada…- Masculló y Tim se acercó nuevamente para tomarla contra su pecho.
Sin embargo, notó que algo no andaba bien. ¿Por qué Jayne estaba tan tensa? ¿Qué era eso que la preocupaba o la molestaba tanto? Le besó la frente y se propuso averiguarlo para hacerla sentir mejor.
- Anda, dímelo, amor. ¿Qué es lo que te tiene…?
Jayne volvió a apartarse y Tim se sintió perturbado. ¿Desde cuándo se empecinaba tanto en rechazar sus abrazos? Esperó que no hubiese pasado nada grave en su ausencia.
Su esposa parecía incómoda. Evitó cuidadosamente mirarlo a los ojos, centrándose en todo menos en él: los cuadros en las paredes, el piso, alguna cosa detrás de Tim que él no era capaz de ver…
- No sé, Tim.- Farfulló, aunque era evidente que sí lo sabía. Se mostraba más que reticente a hablar con él. Carraspeó y trató de pasar por el pasillo hacia la sala.- Será mejor que me des toda la ropa que tengas para lavar ahora, así puedo…
Tim la tomó por el brazo y la escrutó atentamente. A pesar de que los oscuros ojos de Jayne lo esquivaban, él terminó por descubrir que realmente había algo mal.
- La ropa puede esperar.- Le aseguró con firmeza.- ¿Te sucedió algo, Jayne?
Ella dudó unos cuantos segundos, que a Tim le parecieron una eternidad. Pensó que debía ser algo bastante grave, porque su esposa confiaba ciegamente en él y siempre le contaba sus problemas, para poder buscar juntos una solución. La preocupación de Tim aumentó considerablemente.
- No, no me pasa nada.- Dijo al fin, meneando la cabeza con algo de abatimiento.- Más bien… nos pasa, Tim.- Agregó con un suspiro.
Frunció el ceño otra vez, sin entender. ¿A qué se refería? A ellos no les pasaba nada, al menos no algo que pudiera hacerla poner así. Llevaban una vida hermosa juntos…
- ¿Qué quieres decir? Nosotros…- Se apresuró a decir, buscando una explicación.
- Ya casi no existe el “nosotros”, Tim.- Interrumpió y él notó la turbación en su mirada.- Últimamente… bueno, somos más tú y yo por separado.
Tim sonrió con tristeza.
- Lo siento, amor, sé que es difícil para ti que esté fuera tantos días, pero ahora ya estoy aquí.- Le frotó un brazo con cariño, tratando de infundirle ánimos.- La distancia no es algo sencillo de afrontar… pero los reencuentros tienden a ser muy buenos.- Añadió, acercándose a ella de modo seductor.
Aún así, Jayne puso una mano entre ellos para detenerlo.
- Los reencuentros no bastan.- Dijo, recobrando la fuerza de la voz.- Quiero algo más que eso, Tim, más que estar esperando verte entrar por esa puerta cada dos o tres meses.
- Quizás deberíamos arreglar un par de cosas, para que puedas volver a viajar conmigo como…- Propuso él, en tono conciliador.
- No. Estoy volviendo a establecer mi carrera y no es momento para irme por ahí.- Repuso Jayne.- Quiero vivir mi vida, Tim.
A Tim no le agradó esa frase. ¿Quería decir que no la estaba viviendo? Le horrorizaba la idea de no hacerla feliz, de no darle todo lo que merecía…
- Vamos, amor, sabes que puedes vivirla…
- No de este modo.
Lo cortante de sus palabras le heló el cuerpo. Algo grave estaba sucediendo, definitivamente. Pero de pronto le daba miedo descubrir qué era.
- ¿Quieres que hagamos algún cambio?- Preguntó, sin saber bien qué decir. Quizás Jayne estaba teniendo alguna de esas crisis que las mujeres tenían después de los treinta. Tal vez buscaba más emoción, más variedad en su vida…- Podríamos hacer algo pequeño, como redecorar la casa. O algo realmente grande… como tener un hijo.- A Tim le ilusionó la idea. Llevaban bastante tiempo considerándolo y de pronto se sintió listo para hacerlo. Dio un paso hacia ella, sonriente.
Pero Jayne pareció más fría que nunca. Más fría de lo que él había imaginado que pudiera ser.
- No quiero tener hijos contigo.- Espetó y sintió como si le clavara un puñal en el estómago y lo retorciera varias veces. Tim se quedó sin aire y trató de comprender las crueles palabras de su esposa.
- ¿Qué…?- Musitó, confundido.- ¿Por qué…?
- No quiero que un bebé tenga que sufrir lo mismo que yo. Estoy harta de pasar días y días sola, de despertarme en mitad de la noche y verme siempre sola en esa enorme cama, de tener que conformarme con llamarte por teléfono si te extraño, de no tenerte cerca cuando necesito que me abraces…
De repente, Jayne se encontraba escupiéndole a la cara todas aquellas cosas que se había tragado durante meses. Ya no podía soportar más. Quería que Tim supiera que la estaba lastimando, que era increíblemente doloroso que él se fuera a cumplir sus sueños dejándola abandonada atrás.
- Lo lamento, Jayne.- Susurró dolido. Nunca había creído que pudiera lastimarla así. Siempre había pensado que ella no tenía ningún problema con su trabajo, pero aparentemente se había equivocado. Sus ojos azules estaban más oscuros que nunca cuando los fijó en su mujer.- Pero quiero creer que el amor que nos tenemos puede ayudarnos a superar esto. Es más fuerte que cualquier otra cosa…
Jayne apartó el rostro y Tim sintió un pánico que jamás había experimentado. ¿Qué había pasado con la felicidad que lo había embargado una hora antes, cuando todo lo que quería era regresar a su hogar y tomarla en sus brazos?
- ¿O no?- Instó, temeroso. Pero la respuesta iba a ser buena. Tenía que ser buena.
Jayne vaciló.
- Tim… tienes… tienes que entender que es…
Sin embargo, él de pronto no quería dar más rodeos ni quería oír más explicaciones. Quería la verdad, quería que ella dijera de una vez qué sentía.
La tomó del brazo y la acercó a él.
- ¿Me amas o no, Jayne?
- La distancia hace que…
- ¿Me amas o no, Jayne?- Repitió, perdiendo la paciencia.
- Es difícil mantener una…
- ¡¿Me amas o no, Jayne?!- Gritó, sin soportar un segundo más.
- Ya no, Tim.- Murmuró, con voz ahogada y Tim la soltó como si lo hubiera quemado. Retrocedió hasta que llegó a la pared.- Ya no es lo mismo, pero me importas y te estimo muchísimo…
- ¿Me estimas? ¡¿Me estimas?!- Exclamó incrédulo.- ¡Jayne, por el amor de Dios, soy tu esposo!
- ¡Un esposo que nunca está en casa, Tim! ¡La distancia desgasta la relación! ¡A veces ya ni siquiera recuerdo el color de tus ojos, tu perfume o…!- Jayne finalmente se quebró y un par de lágrimas desbordaron por sus mejillas.- ¡No es fácil! Te amé como nunca…
- No me hables en pasado, Jayne.- Interrumpió, sin poder evitarlo.- No hables en pasado, no cuando estás hablando de nosotros. No me digas que ya no me amas…
El silencio se cernió sobre ellos. Jayne tragó saliva antes de volver a hablarle.
- No lo sé, Tim.- Y sonaba sincera.- La verdad es que no lo sé…
Sintió tantos deseos de llorar como de darse la cabeza contra la pared para despertar de ese horrendo sueño. Su esposa no podía estar diciéndole que…
- ¿Y qué se supone que es esto?- Bramó. De repente sentía furia. Tal vez esa era su manera de no romperse en mil pedazos por el dolor.- ¿Qué estás pidiéndome?
- No estoy pidiéndote nada.- Se apresuró a decir ella.
- ¿Nada? ¿Qué quieres decir?- La enfrentó, pero eso sólo lo hizo morir de deseos de besarla.- ¿Qué fingiremos que esta conversación nunca surgió y seguiremos como hasta ahora? ¿Qué esta noche simplemente vamos a acostarnos uno junto al otro y a seguir con nuestras vidas después de lo que acabas de decirme?
Jayne evitó cuidadosamente mirarlo cuando respondió.
- Tal vez lo mejor sea que nos separemos un tiempo.
En vez de palabras, Tim sintió que eran golpes lo que Jayne acababa de soltar sobre él. Golpes dolorosos que daban justo en su punto más débil.
- ¿Separarnos un tiempo?- Repitió aturdido, como si le hubieran dado una paliza de verdad.
Ella asintió.
- Creo que es lo mejor para los dos, Tim.- Explicó con más calma de la que sentía.- Así podremos pensar… y decidir qué queremos hacer.
Tim entendió perfectamente lo que quiso decir, pero se negó rotundamente a considerarlo siquiera. Él no estaba dispuesto a… no. No podía ni pronunciarlo.
- Jayne…- Susurró, suplicante. Pero ella lo atajó antes de que dijera algo más.
- Por favor, Tim. Necesito algo de tiempo, necesito estar sola y pensar. Y tú deberías hacer lo mismo.
No soportó un segundo más. Tim se dio cuenta de que necesitaba huir de allí cuanto antes porque el solo hecho de tenerla enfrente lo estaba desgarrando por dentro. Se volvió, respirando con dificultad y se encaminó hacia la salida, manoteando las llaves del auto a su paso. En ningún momento Jayne trató de detenerlo.
La brisa de Battle le dio el rostro y él se metió de inmediato dentro del vehículo. Puso la llave en el contacto, pero no encendió el motor. Se quedó con la mirada fija en la casa, las manos fuertemente apretadas en el volante y sintiendo que cada vez le faltaba más el aire.
¿Cómo se había ido todo al demonio de esa manera? Había creído que su vida estaba controlada, pero Jayne no parecía opinar lo mismo…

Jayne. Su nombre le provocaba un dolor tan fuerte en el pecho que casi padecía arcadas.
Abrió la boca, buscando algo de aire. Se ahogaba, se ahogaba irremediablemente, como si un mar de aguas embravecidas estuviera luchando por tragarlo y llevarlo a las profundidades.
Abrió todas las ventanillas, dejando que el fresco del otoño se colara en el auto. Tratando de reaccionar, lo puso en marcha y salió de allí a toda velocidad. Dio vueltas y vueltas durante horas, hasta que la oscuridad lo envolvió en medio del camino a ninguna parte. Estaba solo y no tenía ningún sitio a donde ir.
Finalmente, se dejó vencer y el océano de sufrimiento lo arrastró con su furiosa corriente, despedazando los últimos vestigios de lo que él creía que era una vida perfecta.

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