viernes, 30 de mayo de 2008

Atlantic: Capitulo 14

Tras caminar gran parte de la mañana por el barrio de Montmartre, bajo un sol agradable y tomados de las manos, Richard y Annie interrumpieron su paseo para almorzar en La Boheme du Tertré, un restaurante al aire libre, rodeado de cercos blancos y artistas callejeros que ofrecían pinturas y fotografías a los comensales. Se sentaron en una mesa blanca bajo la sombra de los árboles y un camarero les alcanzó el menú enseguida.
- Podríamos cenar allí esta noche.- Comentó Richard, señalando el restaurante de enfrente, de fachada de ladrillos rojos, con un letrero amarillo que rezaba “L’Auberge du Village”. Annie levantó la mirada de su menú para ver a qué se refería y sonrió.
- Me gustaría mucho.- Lo miró con calidez unos segundos, como si estuviera recordando la escena de la noche anterior. Incapaces de separarse uno del otro por un solo minuto, habían pasado horas enteras haciendo el amor y abrazados en la oscuridad de la habitación, hablando. Tuvo ganas de suspirar: se sentía enamorada y feliz, pero tenía miedo de parecer una niña tonta. Decidió desviar su atención a los cuadros que vendían a lo largo de la calle.- Creo que voy a llevarle algo a Allison. A ella le fascinaría París…
- Hablando de Allison…- Masculló Rich, como restándole importancia, pero sin lograr convencer a Annie.- ¿No crees que entre Tim y ella pueda haber algo?
Frunciendo el ceño, Annie lo analizó unos instantes. Luego, soltó el suspiro que había estado reteniendo.
- No lo sé. Me encantaría que Allison tuviera alguna cita, para variar…- Pero cada vez que se le ocurría proponerle algo, le ladraba como un perro gran danés.- Pero lo veo difícil.
- ¿Por qué?- Quiso saber él, haciéndose a un lado mientras el camarero les servía la bebida que habían ordenado.
- Bueno…- Annie no sabía hasta qué punto podía revelar la vida privada de su amiga.- Es un asunto delicado, Rich, y no creo que yo sea la que debe contarlo. Pero la cosa es que está muy dañada como para querer enamorarse de nuevo.
Richard sopesó sus palabras y trató de recordar las cosas que Tim le había dicho sobre Allison. Quizás el padre de Noah era un hijo de puta que la había abandonado a ella y a su hijo…
- He querido sacarla de esa casa y esa boutique un millón de veces.- Continuó Annie, dejando de lado el menú, aparentemente ya decidida a pedir cualquier cosa. Estaba en Francia, maldita sea. Iba a probar cosas francesas.- Y he tenido que correr la mano para que no me la mordiera. No quiere avanzar.
- Tim tampoco quiere avanzar.- Musitó Richard, ensimismado. Estaba preocupado por su amigo y estar en otro país no hacía que se olvidara de ello.- Jayne le pidió el divorcio pero él no quiere otorgárselo. Quiere aferrarse a ella…
- Todavía la ama, Rich, no es tan fácil.- Repuso, tratando de parecer razonable.- Es lógico que le cueste. No quiere aceptar la realidad.- Le guiñó un ojo, risueña.- Yo tampoco te dejaría ir.
Richard sonrió, sin poder evitarlo, y se inclinó sobre la mesa para besarla. Casi enseguida fueron interrumpidos por el camarero, que quería tomarles la orden.
Comieron con total tranquilidad, hablando sobre las cosas que habían visto y las que iban a ver más adelante ese día.
Estaban viviendo un sueño juntos y todo lo que querían era no despertar jamás.

Tim abrió los ojos sin saber si era de día o de noche. Desde que Jayne llegara a la casa, todo era un caos. Pasaban horas y horas en la cama, se dormían y se despertaban intermitentemente y volvían a empezar todo otra vez. Como un ciclo maravilloso y excitante.
Miró a un lado y la vio durmiendo profundamente con las sábanas rodeándole el cuerpo exhausto. Se abstuvo de despertarla para otra ronda y se levantó tratando de no hacer mucho ruido. De pronto se daba cuenta de que estaba famélico.
Poniéndose rápidamente un jean que encontró en el suelo, fue hacia la cocina, rascándose la cabeza y tratando de despabilarse del todo. Le echó un vistazo al reloj y comprobó que eran las seis de la mañana. Del lunes. ¿A dónde se había ido el fin de semana?
Abrió el refrigerador y sacó algunos huevos, mermelada, leche, y todo lo que le pareció útil y comestible. Definitivamente, necesitaba ir al supermercado y reponer algunas cosas.
Mientras preparaba huevos revueltos y tostadas y encendía la cafetera, recordó a Allison. No había pensado en ella desde que la viera entrar de golpe el sábado en la noche y algo en su expresión lo había sobresaltado. Pero Jayne lo había besado nuevamente y cualquier resto de coherencia se borró de su mente en un santiamén.
Por alguna razón, que los encontrara besándose (por no decir, manoseándose), lo había puesto incómodo. Por supuesto, no tenía por qué. Jayne era su esposa y Allison había entrado sin golpear y ese tipo de cosas eran de lo más normal. Pero… ¿por qué no podía dejar de ver la expresión de Allison al verlos? ¿Qué había tenido de particular?
Suspiró. Era muy temprano para ponerse a analizar tanto y se sentía atontado. Se sentiría mejor después de comer algo y darse una ducha. Y quizás pasar a ver a Noah antes de que se fuera a la escuela. Quería saber cómo se encontraba.
Bueno… y ya que estaba podía ver a Allison. Sólo para asegurarse de que todo iba bien. Se había acostumbrado a estar cerca de ella y le preocupaba que algo hubiera salido mal y no supiera qué hacer…
- ¿Hambriento?- Murmuró detrás de él una voz familiar que sonó casi como un ronroneo. Se volvió, sosteniendo al mismo tiempo la sartén y un cucharón con el que revolvía los huevos revueltos y sonrió al ver a Jayne, despeinada, apoyada contra la entrada de la cocina y vistiendo solamente una camisa suya. Blanca. Tim sintió que se le aceleraba la respiración de sólo verla.
- Bastante.- Masculló, con la voz ronca. Carraspeó, tratando de controlarse.- A ti también te vendría bien comer algo.- Se obligó a concentrarse en el desayuno nuevamente.
- Como tú digas.- Le rodeó la cintura con los brazos y apoyó el rostro sobre su espalda. Tim se estremeció de deseo.- ¿Tienes algún plan para hoy?- Preguntó, sonriente, satisfecha de la reacción que provocaba en su esposo.
- De momento, comer y darme una ducha. Y deberíamos ir al supermercado. Ya casi no queda nada en el refrigerador.- Explicó, intentando controlarse.- ¿Por qué lo preguntas?
Le besó un hombro antes de responder.
- Sólo curiosidad.- Un segundo beso y Tim ya estaba listo para mandar el desayuno al diablo y volver a la cama.- Y la ducha también me atrae.
Tim sonrió aún tratando de mantener la cordura y buscó dos platos para servir la comida. Cuando estaba por llevar todo a la mesa redonda de vidrio detrás de él, le echó un vistazo a Jayne y volvió a estremecerse.
- ¿Te importaría ponerte algo más, cariño?- Pidió, con inocencia.
La satisfacción inundó el rostro de su esposa.
- ¿Por qué?- Ella también quiso parecer inocente, pero al mismo tiempo se encogió de hombros y la camisa se levantó unos centímetros.
Tim estaba al borde de la locura.
- Porque estoy a punto de arrojarte al suelo y quitarte esa mierda.- La ronquedad de su voz iba en aumento y sus ojos la recorrían con avidez.
Sonriendo, Jayne pasó por alto su pedido y se sentó a la mesa. Tim le pasó una taza de café.
- Gracias.- Se la llevó a los labios y no le quitó los ojos de encima mientras daba un sorbo. Tim estaba a punto de cumplir de su amenaza. El desayuno podía irse al demonio.
Decidió concentrarse en otra cosa.
- Podemos salir un rato, si quieres. Cuando vayamos al supermercado, podemos aprovechar y salir a caminar o…
- Mm, no me apetece mucho. Preferiría que nos quedemos aquí.- Le dedicó una mirada significativa.
Él asintió quedamente. ¿Desde cuando su mujer era tan provocativa?
- De todos modos deberíamos ir pensando en regresar a Battle.- Pensar en ello, por extraño que pareciera, le dejó un sabor amargo en la boca.- Podemos…
Jayne se puso de pie, cruzó la mesa hasta donde él estaba sentado y se sentó a horcajadas sobre sus piernas. Tim se quedó con la boca abierta, profundamente excitado y sin saber bien qué estaba sucediéndole a su esposa, que le puso un dedo sobre los labios para silenciarlo.
- ¿Desde cuándo hablas tanto, Timmy?- Inquirió, rozándolo de una manera increíblemente erótica.- Solías estar callado todo el tiempo y ahora no paras de hablar…
Antes de que él pudiera decir algo, lo besó salvajemente, incitándolo a responder con la misma voracidad. Puso las manos entre ambos y trató de alcanzar el cierre de su jean, casi desesperada.
Unos minutos después, se encontraban en la cama, en medio de un ritmo acelerado del que Tim jamás hubiese creído capaz a su esposa. Y cuando ella se durmió, rendida entre sus brazos, y mientras él seguía respirando sonoramente y con dificultad, tuvo el presentimiento de que algo andaba mal.

Los contenidos de las cartas que hallara el sábado en la noche me seguían como si fueran mi sombra. No había dormido desde entonces, tratando de encontrar algo de lógica en todo aquel asunto.
¿Por qué Kevin haría algo así? ¿Acaso no había sido el amor de su vida como él había sido el mío? Me parecía inconcebible la idea de que aquel a quien más había amado, aquel por el que llevaba dos años hundida en la más sórdida tristeza y agonía no fuera lo que parecía ser. Un mentiroso, un mero engaño…
Contuve las lágrimas a último momento y el cliente que acababa de irrumpir en la boutique no se dio cuenta de nada. Lo atendí con mi sonrisa más amplia, pero cuando el espejo en el que estaba interesado me devolvió el reflejo, me pareció ver una persona totalmente distinta: grisácea y vacía. Estúpida y crédula.
Había sido un fin de semana de terror. Entre eso y encontrar a Tim con su esposa, yo…
- ¿Qué mierda me pasa?- Espeté a la soledad de la tienda al darme cuenta de lo que estaba diciendo. Que Tim regresara o no con su mujer no era asunto mío y no tenía por qué afectarme. Punto. Final.
Bueno… probablemente lo que me molestaba era su desaparición. Noah había pasado todo el sábado y todo el domingo preguntándome dónde estaba Tim, cuándo volvería y si podía ir a jugar con él. Entendía a mi hijo: no era la primera vez que alguien lo abandonaba de pronto y tenía miedo de que Tim repitiera la historia de Kevin.
Maldije por dentro. Ya no quería darle más vueltas al tema de Kevin. Lo había pensado tanto que me sentía enferma y hasta Noah se había dado cuenta de que algo andaba mal. Era perspicaz y a veces parecía mucho más grande de lo que era.
Había llorado tanto que hasta me había sangrado la nariz y Noah había elegido ese momento preciso para levantarse a desayunar. Agradecí que no lo hiciera unos minutos antes: la mujer de Tim profería alaridos tales que de seguro la escuchaban hasta en Hastings. Debían de estar pasándola muy bien, pensé con amargura.
- Mami, te sale sangre.- Dijo el pequeño, llamándome la atención, mientras me señalaba con el ceño fruncido.
Me apresuré a limpiarme y unos minutos más tarde lo llevé a la escuela. Lo único que quería era salir de allí, alejarme de aquellas cartas que me había vuelto a arruinar la vida y de la pareja feliz y lujuriosa que habitaba del otro lado del pasillo. Estaba harta y sólo quería huir.
Decidí cerrar la boutique un rato antes y ponerme a limpiar concienzudamente. Afortunadamente Annie regresaría al día siguiente de su viaje con Richard y no tendría que atender yo sola a todos los imbéciles que entraban a fastidiarme cuando lo único que quería era estar sola. Podría encerrarme en la oficina, fingir que trabajaba en algunos papeles y dejarle los clientes a ella.
Barrí con fuerza los pisos, como si me estuviera descargando con la escoba y luego pasé un trapo por casi todos los artículos de la tienda. Me detuve un par de veces para atender el teléfono y después retomaba la labor con ganas, aunque profundamente desanimada. ¿Qué haría al llegar a casa esa noche? ¿Ocultarle a Noah que me sentía mal porque había descubierto que su padre no era el hombre perfecto que habíamos creído que era? ¿Meterme en la cama sabiendo que no conciliaría el sueño y esperando a oír las paredes retumbando y los gritos de la puta de Tim? Sentía un desprecio enorme por esa mujer y ni siquiera lograba explicarme por qué. La quería lejos de mi casa. Si pensaban irse, que lo hicieran cuanto antes y que no regresaran. Todo volvería a la normalidad para Noah y para mí, excepto por la parte de Kevin. Eso había dado un giro de trescientos sesenta grados y había significado un golpe más duro que su muerte.
Escuché la puerta. Alguien quería entrar. Quizás otro cliente irritante y odioso. Bueno, que esperara sentado a que le abriera. No pensaba recibir a nadie más. Sentía un nudo en la garganta y no lloraba sólo porque ya me sentía inútil de tanto lamentarme. No tenía sentido.
Un golpe en el vidrio de la puerta. Era insistente, maldita sea. ¿Por qué no se iba al demonio?
Cuando golpeó una segunda vez, ya estaba considerando descargar mi angustia con él y gritarle hasta quedarme sin voz, pero entonces escuché un pequeño llamado y, al volverme, vi que se trataba de Tim.
Sintiendo curiosidad y cierto alivio por su presencia, me apresuré a abrirle. Di vuelta la llave, mientras él me observaba fijamente desde el otro lado. Su auto estaba aparcado frente a la entrada y estaba solo. El corazón me latió fuerte y me sentí una idiota.
Abrí y asomé el rostro, observando su cálida sonrisa.
- Hola.- Saludó.
- Hola.- Dije yo intentando no sonar como alguien que lleva años muerta. O días llorando.
Se deslizó al interior y yo volví a cerrar.
- ¿Qué estás haciendo aquí?- Inquirí mientras echaba llave.
- Fui al supermercado y decidí pasar a verte.- Observó la tienda solitaria.- ¿Cerraste temprano hoy?
- Sí.- Mascullé. Moría de ganas de abrazarlo, como si él pudiera ser el único capaz de hacerme sentir mejor. Me deprimí aún más.- Tengo cosas que hacer y sin Annie me vuelvo loca.- Expliqué, sólo por romper el silencio. Me sentía muy extraña.
- Puedo darte una mano si quieres.- Ofreció, pero yo negué con la cabeza, ya casi incapaz de hablar. Parecía que las lágrimas iban a escapárseme en cualquier momento.- Escucha…- Sonó incómodo.- Lamento lo de la otra noche, no fue mi intención que nos encontraras…
Tragué saliva. Eso requería una respuesta.
- Descuida.- Murmuré, con la voz ronca por el esfuerzo.- No volveré a entrar así, lo siento.
- No tienes que disculparte, no sabías.- Me sonrió, aunque vacilante. Me miraba de una manera tan atenta que pensé que me estaba sacando una radiografía.- ¿Necesitabas algo? Quizás te sentiste intimidada y no quisiste…
- No.- Contesté, pero fue casi un sollozo. Tim dio un paso hacia mí, con el ceño fruncido.
- ¿Allison?- Susurró, preocupado.- ¿Qué sucede?
Sin resistir un segundo más, hundí el rostro entre las manos, avergonzada, y me largué a llorar con fuerza. Todo mi cuerpo temblaba al ritmo de mis sollozos y Tim se asombró.
- ¿Allison? Vamos, no llores.- Se acercó y me envolvió en sus brazos, estrechándome contra su pecho.- ¿Qué te pasa? Dímelo.
Su voz era dulce y me inspiraba confianza y, tras unos segundos de llorar en sus brazos, me di cuenta de que eso me hacía bien. Lo único que necesitaba era alguien que me abrazara y se preocupara por mí. Al menos una vez.
Antes de ser consciente de lo que hacía, pasé mis brazos por su cintura y me aferré a él, derramando las lágrimas sobre su camisa. Tim se limitó a acariciarme el cabello y dejar que me descargara.
Me sentía frágil y derrotada y a Tim no le costó esfuerzo alguno moverme hasta un sillón francés que estaba detrás de él para sentarse. Me acunó entre sus brazos como si fuera una niña y me dejó llorar en su hombro.
Su mano se posó en mi mejilla y enjugó las lágrimas con gran ternura. Sus ojos azules estaban fijos en mí, embargados de preocupación y su otra mano reposaba en mi espalda, sosteniéndome. Hubiese deseado quedarme allí para siempre…
- Tienes que decirme qué te pasa, Allie.- Susurró con suavidad.- Dímelo y haré lo que sea para hacerte sentir mejor.- Acarició mi cabello otra vez y era como si sus dedos pertenecieran a ese sitio cálido entre los mechones oscuros.- Te lo prometo, pero tienes que decírmelo.- Besó mi frente y sollocé más fuerte.- Todo estará bien, mi amor, sólo…
Me congelé entre sus brazos. Mi cuerpo se tensó y me pregunté si mis oídos habían hecho bien su trabajo al procesar esas palabras hacia mi cerebro. ¿Había dicho…? ¿Me había llamado…?
Me aparté con delicadeza y entonces el dolor pareció volverse más fuerte. Casi no podía lidiar con él. Me puse de pie y me puse a una buena distancia de Tim.
- ¿Allie, qué…?- Farfulló, confundido, pero yo me encontraba muy asustada para notar lo dulce de su tono, para recordar que podía confiar en él.
- Vete de aquí, Tim.- Dije, entre lágrimas, pero intentando sonar firme.- Ahora mismo.
Me miró extrañado.
- ¿Qué pasa?
- ¡Vete!- Grité, perdiendo el control. Le di la espalda y me fui casi corriendo a mi oficina. Me encerré allí y me apoyé contra la puerta.
Necesitaba que me dejara sola. Necesitaba que se alejara de mí. Necesitaba no escuchar su voz ni sentir sus brazos alrededor de mí…
Antes de que fuera demasiado tarde.

Tim miró perplejo la puerta tras la que Allison había desaparecido y se preguntó qué pasaba.
Sentía la humedad de sus lágrimas en la camisa y jamás la había visto tan vulnerable. ¿Por qué se enfadaba con él? ¿Qué había hecho mal?
Entonces se dio cuenta. No era algo que había hecho. Era lo que había dicho.
Se llevó una mano a la cabeza. Esperaba que no lo malinterpretara, que no pensara que… ¿qué iba a pensar? Tim estaba confundido y preocupado y no le gustaba nada salir de allí y dejarla sola. Pero no tenía opción. Tampoco quería complicarle la vida, mucho menos ahora que se encontraba tan mal.
Verla llorar lo había desarmado y el deseo de protegerla y sacarle una sonrisa se volvió casi irresistible. Tuvo ganas de derribar la puerta y volver a abrazarla.
Se marchó de la tienda antes de molestarla aún más y condujo de regreso a la casa sintiéndose muy extraño. Llevó las bolsas a la cocina sin notar siquiera la ausencia de Jayne. Sólo la recordó cuando la oyó llamándolo desde la habitación. Fue hacia allí, distraído, aún pensando en Allison deshaciéndose en lágrimas en ese sillón, sentada contra él, acurrucada y…
- Te tomaste tu tiempo.- Comentó Jayne. Se había puesto otra camisa de él y Tim se preguntó cómo era que no se enfermaba, tan desabrigada.- Te extrañé.- Musitó, y sus dedos empezaron a desabrochar la camisa.
Tim observó, casi sin ver. Seguía pensando en Allison y apenas fue consciente de que su esposa lo tiraba a la cama y le quitaba la ropa. Le hizo el amor por mera inercia, pero ni siquiera lo disfrutó.
Y Jayne ni siquiera se dio cuenta de ello. Parecía mucho más inmersa en conseguir su propio placer y su propia satisfacción y no notó que Tim estaba preocupado y que apenas sí la besaba.
Cuando acabaron, Jayne se tendió entre sus brazos, cayendo en un sueño profundo paulatinamente.
Tim la atrajo hacia sí.
- Mi amor…- Susurró, quedamente. Jayne se durmió y él hundió la cabeza en su cuello, incapaz de conciliar el sueño.- Allison…
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