viernes, 6 de junio de 2008

Atlantic: Capítulo 15.

Cuando Tim despertó al día siguiente, seguía sintiendo una extraña amargura que lo invadía por dentro y un desconcierto que iba a la par. Jayne se desperezó entre sus brazos y lo miró somnolienta, para luego plantarle un suave beso en la comisura de los labios.
Sin decir nada, Tim apartó las mantas de la cama, se levantó y buscó algo de ropa que ponerse. Ella siguió todos sus movimientos con el ceño fruncido.
- ¿Tenemos un mal día entre manos?- Susurró divertida, ya acostumbrada a los cambios de humor de su esposo. Él, sin embargo, no le respondió.
Se dirigió a la cocina para hacerse una taza de té, pero algo dentro de él lo impulsó a acercarse al pasillo que unía las dos casas. Apoyó la cabeza contra la puerta y, esperanzado, deseó oír a Allison riendo.
No escuchó nada en absoluto.
- ¿Qué haces, Timmy?- Preguntó Jayne, apareciendo detrás de él de pronto.
- Nada.- Masculló Tim, de malhumor.- Vamos a desayunar.
¿Por qué de pronto tenía tanta necesidad de saber qué estaba haciendo Allison, si había dormido bien, si había dejado de llorar? ¿Por qué de pronto quería saber todo de ella?
Si se remitía a los días en que apenas la conocía, recordaba que ni siquiera quería verla. Le causaba dolores de cabeza con sus histerias y sus reproches sin sentido. Y ahora, de algún modo… la necesitaba.
Jayne agitó una tostada frente a su cara.
- ¿Estás aquí?- Murmuró, burlona. Le dedicó una sonrisa y Tim tomó la tostada sin decir nada. Le dio un mordisco desganado.- ¿O acaso sigues pensando en lo de anoche?
Tim la miró fijo unos instantes. Probablemente en esos días había tenido el mejor sexo de su vida… pero lo cierto era que le parecía que era hora de salir de la cama y empezar a reparar las cosas que causaran la separación en primer lugar.
Si lo que quería era salvar su matrimonio, tenía que comenzar a pensar con claridad. Tenía que cambiar y ajustar aquello que había hecho ese daño que había parecido irreparable. Y entonces podría volver a vivir con Jayne del modo en que siempre lo habían hecho. Juntos y felices.
Porque eso era lo que quería… ¿o no?
- De hecho…- Dijo, decidiendo que cuanto antes comenzaran a hablar, sería mejor para ambos.- Estaba pensando en nosotros.
La sonrisa de Jayne era amplia y cálida.
- ¿Y qué pensabas?- Quiso saber, mirándolo con las pestañas bajas.
- Que este fin de semana ha sido maravilloso.- Contestó, untando una tostada distraídamente.- Y que me alegra muchísimo que hayas vuelto a mí, Jayne…- Hizo una pausa y la contempló unos segundos, considerando las palabras.- Y que ya es hora de que nos sentemos a hablar y arreglemos aquello que nos causó tanto dolor.
Jayne se puso seria.
- Quiero que me digas qué es exactamente lo que quieres. Quiero que me digas qué puedo hacer para que vuelvas a ser feliz a mi lado.- Pidió con una extraña cortesía, que le parecía poco natural.
- No necesitas que te lo diga.- Esbozó una sonrisa seductora, nuevamente. Estaba haciéndose una experta en ellas.- Quiero exactamente esto, Tim: lo que hemos tenido en estos días.
Tim frunció el ceño, sin entender.
- ¿Esto?- Repitió.- Cariño, todo lo que hemos tenido en estos días ha sido sexo. No podemos basar nuestro matrimonio en eso.
- ¿Por qué no?- Musitó, provocativa.- No he escuchado que te quejes.
Suspirando, Tim decidió armarse de paciencia. Justo cuando carecía de ella.
- No estoy jugando, cariño.
Se produjo un silencio incómodo. Esa situación estaba saliéndose del control de Tim y temía por lo que Jayne pudiera decirle. Especialmente cuando ésta perdía la sonrisa y parecía esquivar su mirada.
Tim asintió, apesadumbrado.
- Quieres que deje la banda, ¿cierto?- Su voz sonó baja, como si se resistiera a decir tal cosa.
Jayne lo miró de reojo.
Se sintió exasperado. Sabía que debía hacerlo. Se lo había dicho, ¿o no? Le había dicho a su esposa que renunciaría a lo que fuera para estar con ella. Y la banda estaba entre aquello a lo que estaba dispuesto a renunciar. Sólo que… le había costado tanto llegar a donde estaba…
Odió ser un hombre de palabra.
- Jayne…
- Voy a darme una ducha.- Interrumpió ella, poniéndose de pie. Puso tu taza casi sin tocar en el lavavajillas y fue hacia la salida de la cocina. Se detuvo en la puerta y lo observó, con los ojos brillosos.- Puedes acompañarme, cuando quieras…
Tim no dijo nada. La vio marcharse con su andar sexy y provocativo… aquel que contemplaba por primera vez. En cierto modo, ésa era su esposa, aunque había cosas de ella que no reconociera. Pero seguía siendo suya y tenía que hacer algo al respecto.

Cuando llegué a la boutique esa mañana, no me sorprendió en lo más mínimo ver que ya estaba abierta y que Annie se encontraba detrás del mostrador, acomodando unas cosas y con una sonrisa espléndida y absolutamente envidiable.
Entré, tratando de llenarme a mí misma de paciencia y tolerancia para no tener un ataque de exasperación ante la evidente felicidad de mi amiga. Cerré los ojos y lancé un suspiro, buscando algún tipo de fuerza. Y también advirtiéndome que si se me ocurría soltar una sola lágrima… bueno, no tenía mucho con lo que auto-amenazarme, la verdad.
- Buenos días.- Saludé, desganadamente.
- ¡Bonjour!- Respondió entusiasmada. Se la veía radiante cuando salió de detrás del mostrador para darme un abrazo.
Le palmeé torpemente la espalda.
- ¿Cómo estás?- Quise saber, sólo porque fue lo primero que me vino a la mente.
- Fabulosamente bien.- Dijo y se le notaba a mil kilómetros de distancia que era así realmente.- Tengo tanto que contarte…- Suspiró, tal y como sólo una mujer enamorada haría.- ¿Cómo estás tú?
Traté de sonreír. Me pregunté cómo se veía mi rostro contorsionado falsamente en una sonrisa torcida y sin vida. No me gustó para nada lo que imaginé.
- Bien.- Mascullé, y me aparté antes de que fuera evidente que mentía.- ¿Qué tal tu fin de semana?
Casi me arrepentí de haber preguntado aquello. Annie lanzó un gritito de alegría, palmeó rápidamente y dio un saltito, como Noah cuando estaba emocionado por algo.
- Ay, Allison… fue increíble.- Exclamó mientras yo dejaba mi cartera y mi abrigo por ahí.- Nunca adivinarás a dónde me llevó.
- ¿Battle?- Musité, al ver que esperaba que, en efecto, tratara de adivinar.
- ¡No, a París!- La miré sorprendida.- ¿Puedes creerlo? ¡Richard me llevó a París!
Bueno, parecía que Richard estaba tan embobado con Annie como ella lo estaba con él. Muy en el fondo, debajo de toda la tristeza que sentía, me puse feliz por ellos.
- Siempre dices lo mucho que querías conocer París.- Comenté aunque algo distraídamente.- ¿Y qué tal estuvo?
- Fue un sueño. Todos esos sitios tan maravillosos son reales, Allison, están ahí.- Me contempló con los ojos brillosos de dicha.- La Torre Eiffel… no puedes siquiera imaginar lo que es eso. Es enorme, y la vista desde arriba es tan… wow.- Cerró los ojos como si estuviera reviviendo en su cabeza todo lo que había visto durante el fin de semana.- El hotel era espléndido, jamás me había hospedado en un lugar así. Y el Louvre… es extraño caminar por el museo más famoso que existe.- Frunció el ceño.- Aunque tengo que decir que La Mona Lisa no es tan asombrosa como la pintan.
- Lo tendré en cuenta si me la ofrecen para venderla aquí.- Bromeé, desganada. Ella rió de todos modos, probablemente sin notar mi estado de ánimo.
- Y los restaurantes… la comida es deliciosa y cada lugar tiene algo… no sé, mágico. Almorzamos en La Boheme de Tertré, que tiene todas las mesas al aire libre y puedes ver la calle de adoquines de Montmartre y a los artistas que…- Hizo una pausa y saltó nuevamente.- ¡Ah, eso me recuerda! Te traje un regalo.
Sonreí levemente.
- No tenías que traerme nada, Annie.- Susurré.
- ¡Claro que sí! ¡París es tan… tan… !- Repuso con energía.- Te encantaría. Debes ir alguna vez.
- Lo tendré en cuenta.- Murmuré, mientras tomaba el paquete rectangular que me ofrecía y le quitaba el envoltorio sin muchos miramientos. Observé la pintura con admiración y ojo crítico. Era una bella acuarela que mostraba el barrio de Montmartre y el café del que Annie estaba hablando.- Es precioso…- Lo alejé para apreciar los colores y los detalles.- Muchísimas gracias, Annie.
- De nada.- Se encogió de hombros.- No puedo creer que el fin de semana se haya pasado tan rápido. Ojalá pueda ir de nuevo muy pronto.
- ¿Y cómo lo pasó Richard?- Pregunté, nuevamente sólo por demostrar que participaba de la conversación de alguna manera.
- Genial. Ya ha ido en otras ocasiones, pero nunca tuvo el tiempo suficiente de disfrutar de los atractivos turísticos.- Se sentó detrás del mostrador y le dio un sorbo a una taza que había dejado por ahí.- Me prometió que iríamos otra vez. Y quiere llevarme a Berlín.
Sentí una punzada de dolor.
- Berlín es bonito.- Farfullé, perdida en los recuerdos. Ella me miró intrigada.- Kevin y yo fuimos una vez, poco después de que Noah naciera… él tenía que asistir a una conferencia y a un par de reuniones con otros arquitectos…
Los ojos de Annie me estudiaron cuidadosamente.
- Deben haberlo pasado muy bien.- Replicó, tratando de buscarle lo bueno.
- Sí.- Aparté la mirada. Lo malo era saber que en ese momento él ya no era lo que parecía ser. Era un mentiroso que tenía una amante…- Así que…- Intenté retomar el hilo.- Así que… asegúrate de ir con Richard. Lo pasarán…- Apreté la mandíbula para no llorar.- Lo pasarán muy bien.
Annie se quedó callada, probablemente intuyendo que algo andaba mal.
- ¿Estás bien, Allison?- Preguntó con timidez. Dio un paso vacilante hacia mí.
Asentí con la cabeza mientras me mordía el labio inferior. Los ojos se me llenaron de lágrimas y las sensaciones dentro de mí comenzaron a mezclarse hasta volverse un caos: Kevin, su muerte, su engaño, Tim, su esposa, sus palabras…
¿Qué pasaba conmigo?
- Lo siento.- Se apresuró a decir Annie, al ver mi reacción.- No quise entristecerte, no tenía idea de que…
- Descuida.- Logré decir, casi en un sollozo.- No es tu culpa…
- Claro que sí. Vengo con mis estupideces a hablarte de viajes y es evidente que te trae malos recuerdos.- Me abrazó cariñosamente.- Perdóname, por favor.
Me aferré a ella con fuerza. Diablos, necesitaba tanto una amiga con la que llorar sin importar nada…
- Ay, Annie, he tenido un fin de semana espantoso…- Sollocé, harta de callarme todo.- Parecía que nunca iba a terminar.
- Lamento haberme ido justo cuando lo estabas pasando tan mal.- Me apartó para observarme.- ¿Qué pasó?
- ¡No lo sé! ¡De repente todo ha empezado a ir tan mal!- Exclamé acongojada y apartándome un poco.- Cuando regresé a casa el sábado después de cerrar la tienda, la mujer de Tim había aparecido y se estaban reconciliando…
- ¿Tim volvió con su esposa?- Interrumpió, sorprendida.
- Sí, eso parece. Y como estaba con ella ni siquiera apareció por la casa esa noche, así que cuando Noah se fue a dormir, no sabía bien qué hacer.- Confesé, sintiéndome una tonta.
- Te sentías sola.- Murmuró y yo asentí angustiada.
- Me acostumbré a pasar las noches hablando y viendo películas con él y después de semanas me encontré sola y sin nada en qué ocupar mi tiempo.- Me dejé caer en una butaca que estaba cerca y Annie me alcanzó la caja de pañuelos que estaba sobre el mostrador. Me soné la nariz.- Así que me puse a ordenar una caja de recibos y decidí bajarla al sótano para que no estuviera dando vueltas por la sala.- Sollocé más fuerte y volví a sonarme.- Y encontré una caja con cosas de Kevin.
- Ay, Allison…- Suspiró, preocupada.- La soledad y los recuerdos dolorosos son una mala combinación. ¿Por qué no…?
- Todavía no te he dicho la peor parte.- Corté, incapaz de callarlo por más tiempo. Hacía dos años que no me descargaba de ningún modo, pero lo que había descubierto el sábado en la noche era algo que mi alma ya no podía tolerar en silencio.- En la caja había unas cartas de una tal Claire.
- Oh, no…- Farfulló, anticipándose.
- Sí. Cartas de amor, Annie.
- Bueno, pero…- Buscó desesperadamente algo que me hiciera sentir mejor.- Quizás esa tonta de Claire estaba enamorada de él pero Kevin no la correspondía…
- También había una carta escrita por él.- Las esperanzas de Annie se fueron al demonio.- La escribió dos días antes de morir y le decía que la amaba. Y que, quizás cuando Noah fuera mayor…- No pude continuar. Callé y me largué a llorar descontroladamente sobre el pañuelo. Annie se tiró al piso frente a mí y me abrazó.
- Allison, lo lamento tanto…- La puerta de entrada se abrió y una mujer entró en la tienda, observando un aparador que aparecía en la vidriera.- Está cerrado.- Dijo Annie automáticamente.
- Pero el cartel dice que está abierto…- Repuso la mujer, frunciendo el ceño.
- Pero yo le digo que está cerrado, lárguese.- La miró con ferocidad en su mirada y la mujer se apresuró a huir de allí.- Perdón, sé que no será buena publicidad.
Le sonreí quedamente entre las lágrimas.
- Yo también tengo ganas de gritarle a la gente de vez en cuando.- Musité.- Debe sentirse realmente bien.
- Es genial, deberías probarlo.- Me dedicó una sonrisa consoladora.- Ya no llores, Allison, no vale la pena.
- Pero tuve un hijo con ese hombre, Annie. Tuve una vida con él y lo amo… lo amaba…- Meneé la cabeza, confundida.- Ahora siento que lo desconocía. ¿Cómo nunca me di cuenta de que tenía otra mujer? Siempre me pareció tan perfecto…
- No existe nadie perfecto, en especial un hombre perfecto, Allison.
- ¿Qué hay de Richard? Él no suena nada mal.- Repliqué secándome los ojos con el tercer pañuelo de papel.
- Pero no es perfecto. Debe tener algo molesto, algo que te irrite, como… no lo sé, algún sonido extraño al comer determinada comida.- Dijo, frunciendo la nariz, pero con la mirada llena de amor.- Y tú deberías dejar de aferrarte al pasado. Ya han pasado… ¿cuánto? ¿Dos años?
- Dos años y cuatro.- Musité.
- Es tiempo suficiente para que vuelvas a vivir, ¿no crees? Y para que dejes de sentirte mal.
- Annie, él fue el amor de mi vida. Y tú sabes que siempre me he sentido…
- No, no lo sé.- Interrumpió con severidad.- No sé cómo te has sentido, ni si has necesitado algo, ni si querías hablar con alguien, Allison. Nunca buscas alguien que te consuele, no dejas que los demás se acerquen a ti para ayudarte…
- Cuando quiero hacerlo, sale mal, Annie.- Volví a sollozar y ella me alcanzó el cuarto pañuelo.- Cuando vi esas cartas lo primero que pensé fue en buscar a Tim. Él me ha hecho sentir mucho mejor desde que lo conozco, siempre tiene algo que decir que me hace bien…
- ¿Y por qué no lo hiciste? Podría haber sido bueno para ti hablar con él en ese momento.- Me contempló apenada.
- Lo hice. Fui a buscarlo y cuando abrí la puerta lo encontré besándose con su mujer y ella tenía las manos dentro de su ropa.- Expliqué con desprecio.- Y después de eso ya no quise hablar con él. Estaba demasiado… ocupado.
Hizo una mueca de desagrado.
- ¿Y Tim ni siquiera se preocupó en ver qué querías?
- Vino aquí ayer.- Aparté la mirada. No quería entrar en detalles en cuanto a eso. Aún me hacía sentir tan… tan… mierda, ni siquiera sabía cómo me hacía sentir.- Pero no quise decirle nada. No es de su incumbencia.
Se quedó callada, como cavilando sobre el asunto. Cuando abrió la boca para dar su punto de vista, la silencié.
- Annie, te lo ruego. No tengo ganas de oír más nada.- Pedí suspirando.- Tengo la cabeza hecha un desastre, no puedo dejar de pensar y hablar contigo fue un alivio, pero de momento es todo lo que puedo manejar.- Me puse de pie aunque en realidad tenía ganas de tumbarme.
- ¿Quieres irte a casa? Te hará bien descansar un poco.- Propuso, observándome con atención.
- No, no puedo ir a casa.- Contesté.- Noah se preguntará por qué volví tan temprano y no soy buena para mentirle. Se dará cuenta de que algo anda mal.
Fui detrás del mostrador y me puse a ordenar unos papeles, pero estaba tan distraída que sólo los mezclaba y desordenaba más. Frustrada y molesta conmigo misma, los dejé a un lado.
- ¿Sabes? Me quedaré un rato en la oficina, hasta que me sienta un poco mejor.- Tomé mi cartera y me la llevé conmigo.- Llámame si necesitas algo.
Cerré la puerta detrás de mí, me senté detrás del escritorio y apoyé la cabeza sobre los brazos, sin siquiera molestarme en encender una luz en el pequeño y oscurecido ambiente sin ventanas.
Era como estar enterrada en un sitio silencioso y lúgubre y me pareció que encajaba a la perfección con mi decaído estado de ánimo.

Richard tamborileaba con los dedos sobre el volante de su auto mientras esperaba que Annie saliera de la boutique. Se sentía feliz y tranquilo y esa maravillosa sensación de bienestar aumentó considerablemente al verla sentarse a su lado e inclinarse a besarlo con dulzura.
- Hola.- Saludó con su dulce voz que lo volvía loco de amor.
- Hola, cariño.- Le acarició una mejilla y la besó de nuevo, sin poder resistirse.
- ¿Cómo estuvo tu día?- Quiso saber ella, mientras Richard ponía el motor en marcha y se encaminaba hacia la casa de Annie, a pocas calles de allí.
- Largo sin ti.- Respondió él con su ternura de siempre.- Creo que me acostumbré a estar contigo las veinticuatro horas este fin de semana.
Annie esbozó una sonrisa.
- Te acostumbraste mal.- Le reprochó burlona.- ¿Ya desempacaste? Eso es lo único que odio de los viajes. Mi maleta sigue tirada por ahí.
- Sí, ya desempaqué. Y te ayudaré a hacerlo a ti también.- Estacionó frente a la casa de Annie y los dos bajaron. Ella buscó la llave en su bolso y abrió la puerta. Ambos entraron en una sala pequeña, pero llena de cosas por todas partes sin llegar a verse recargada. Las paredes eran de un azul eléctrico, los sillones mullidos y los cuadros en las paredes totalmente acordes al resto de la decoración. A Richard le encantaba ese sitio.
Georgia apareció con su habitual ruidito de cascabeles y se frotó contra los tobillos de Annie hasta que ésta la levantó y le rascó las orejas.
Rich se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo de uno de los sillones. Luego siguió a Annie a la cocina, que le sirvió a Georgia un poco de su comida y luego abrió el refrigerador en busca de algo comestible para ellos.
- ¿Qué quieres cenar?- Le preguntó distraídamente. La cocina era íntegramente de un tono amarillo apagado y resultaba realmente acogedor.
- Me da lo mismo.- Richard se encogió de hombros y la observó fijamente unos segundos mientras ella sacaba algunas verduras del refrigerador y las apoyaba en la mesada. Tuvo que contenerse para no atraparla entre el horno y el microondas para besarla.
- ¿Hablaste con Tim?- Inquirió, sacando un paquete de arroz de la alacena y buscando una olla por ahí. A Rich le extrañó la pregunta.
- No, ¿por qué?
- Allison me dijo que su esposa volvió.
Richard puso cara de desagrado.
- Sí, Tom me llamó y me lo contó poco antes de que viniera a buscarte.- Explicó, decidiendo poner la mesa, como para hacer algo. Sacó dos platos y dos copas y los llevó a la mesa de madera redonda del comedor, a pocos pasos de donde Annie llenaba la olla de agua.- Parece que se reconciliaron.
- Sí, así es.- Ella también hizo una mueca de desagrado.- Allison los encontró manoseándose.
- Me pregunto qué diablos estará pensando Tim como para volver con ella después de todo lo que sucedió.- Meneó la cabeza, totalmente en desacuerdo y fue a buscar los cubiertos.- Esa mujer no ha hecho más que lastimarlo.
- Probablemente ni quiera esté pensando.- Annie suspiró, ensimismada. Aún seguía pensando en Allison. Había pasado todo el día en la oficina sin emitir señales de vida. Cuando Annie iba a salir de la tienda tras haber cerrado y fue a avisarle, se encontraba sumida en la más profunda desdicha, con un sobre en la mano. Tuvo ganas de quitarle esa carta del demonio y quemarla, pero no podía entrometerse. Le había ofrecido acompañarla a su casa y cancelar sus planes con Richard, pero ella la había rechazado de plano, asegurándole que estaría bien.
- ¿Siempre te ha caído mal Jayne?- Inquirió Annie, con cierta curiosidad mientras cortaba los vegetales para saltearlos en la sartén.
- De hecho, no. Solía ser muy agradable.- Rich se apoyó contra la mesada y se quedó contemplando como cocinaba, habiendo ya terminado de poner la mesa.
- Pero se metió con tu amigo y ya no es tan agradable, ¿verdad?- Aventuró.
- Lo que Tim pasó no fue una depresión corriente. Fue un abandono total de sí mismo y Tom y yo estábamos tan preocupados que hasta pensamos en enviarlo a rehabilitación.- Richard parecía triste mientras lo decía y Annie se quedó pensativa.
Terminó de preparar la cena y se sentaron a comer. Después él se ofreció a lavar los platos, así que Annie aprovechó para darse una ducha y pensar un poco en el tema de Allison. Cuando salió del baño, Richard estaba cambiando los canales de la televisión con Georgia haciéndole compañía.
Se sentó a su lado y Rich la abrazó, atrayéndola hacia sí con dulzura. Miraron una película un rato, pero Annie estaba demasiado distraída para prestar atención o disfrutarla. Cuando estaba a punto de terminar, Richard empezó a besarle suavemente la curvatura del cuello. Annie lo rodeó con sus brazos por mera inercia y no protestó cuando la deslizó hacia atrás en el sillón y se recostó sobre ella.
Richard tardó unos pocos segundos más en darse cuenta que ella no estaba respondiendo.
- ¿Qué pasa?- Quiso saber, al tiempo que le acariciaba un hombro desnudo con delicadeza. Annie se preguntó a dónde se había ido su camisa.
- Estaba pensando en Tim y…
- Annie, por Dios, no me digas que estás pensando en Tim justo ahora.- Musitó con cierta desilusión.
- No en la forma que tú piensas, cariño.- Le acarició la mejilla para calmarlo.- Estaba pensando que si realmente estaba mal como para que consideraran enviarlo a rehabilitación por depresión…
- Tim ya está bien, Annie. Y con suerte ya no tenemos que preocuparnos por Jayne y él. Quizás ya todo está bien.- Volvió a besarla, tratando de retomar el hilo de la situación.
- No, no es eso.- Sonó realmente seria y preocupada y Richard se apartó para observarla con el ceño fruncido.- Estaba pensando que quizás debería convencer a Allison de ir a uno de esos centros.
Rich la miró extrañado.
- ¿Allison?
- No está bien.- Su voz se tornó en angustia.- Nada bien, Rich.
- ¿Qué le sucede?- Se apoyó en un codo y siguió contemplándola, esta vez con curiosidad.
- Es como… como si estuviera muerta.- Explicó apesadumbrada.- No le da importancia a su vida y cuando quiera vivirla será demasiado tarde. Está tan centrada en lo que vivió en el pasado que ya no se da cuenta que también tiene un presente y un futuro.- Le dedicó una mirada con los ojos brillosos de inquietud.- Fuera de Noah, soy todo lo que tiene. Aunque a veces no lo parezca, somos amigas y la quiero.- Enredó sus dedos con los de él.- Y ya no soporto verla sufrir así. Tengo que hacer algo.
- ¿Y que puedes hacer, cariño? Si te necesita, estás ahí para ella. Pero no puedes meterla en un centro de rehabilitación sólo porque sí.
- ¿Acaso no era eso lo que tú y Tom querían hacer con Tim?- Inquirió, suspirando.- Y lo entiendo. Estaban preocupados, como yo estoy preocupada por ella. Pero Tim no ha pasado ni por la mitad de cosas por las que Allison ha pasado.
- ¿Qué es lo que la tiene tan mal?- Richard no lograba concebir un dolor más grande que el de su amigo.
Annie se apoyó contra él, buscando un poco de paz y descansó la cabeza sobre su pecho.
- Hace poco más de dos años, Kevin, el padre de Noah, murió en un accidente.- Respondió y Richard comprendió finalmente su turbación.- El día que iban a mudarse aquí a Bexhill. Kevin le construyó a Allison la casa de sus sueños. Ella y Noah vinieron a instalarse y él regresó a Londres a buscar a sus padres, que vivirían con ellos en la parte de la casa donde ahora Tim está viviendo. Al parecer quiso esquivar a un camión que iba en sentido contrario y se patinó. Los tres murieron al instante y Allison se quedó sola con Noah.
- Dios mío…- Musitó Richard, sin poder creérselo.
- Lo sé.- Annie hizo una mueca triste.- Es espantoso. Y no le ha ido mejor desde entonces. Por eso quiero ayudarla, Richard…
Rich la envolvió en sus brazos y le besó la frente.
- Descuida, cariño. Todo va a salir bien.- Le dijo, en tono conciliador.
Richard se quedó pensativo un buen rato y se dio cuenta de que podía llegar a haber una solución favorable que no sólo ayudaría a Allison. Miró a Annie con la intención de contársela, pero ella se había quedado dormida entre sus brazos. La acunó dulcemente, como si quisiera protegerla de cualquier tipo de sufrimiento y, tras hundir el rostro en el corto y suave cabello rubio de ella, Richard también se quedó dormido.
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