martes, 20 de mayo de 2008

Atlantic: Capítulo 10.

Ni siquiera el miedo que había sentido al perder a Kevin y encontrarme totalmente sola en el mundo podía compararse al horrendo terror que había pasado al creer que también perdería a Noah.
El pequeño se había quedado bastante asustado después de su experiencia en el mar y se quedó sollozando un rato en su cama mientras yo lo sostenía y le aseguraba que todo estaba bien ya. Le había puesto su pijama y un buzo para mantener el calor y lo había acostado. Estaba segura de que tardaría un poco en recuperarse de aquello. Al menos sabía que yo sí.
Se quedó dormido a los pocos minutos, con las mejillas anegadas en lágrimas y su osito fuertemente agarrado contra su pecho. Contuve las ganas de llorar al observarlo. Se veía tan frágil, tan tierno…
Salí de su habitación dejando la puerta entornada. Al regresar a la sala me reencontré con el reguero de agua por todas partes y la camisa olvidada de Tim. La levanté con manos temblorosas y noté que aún se mantenía fría. Todo lo que me importaba era que Tim también se encontrara bien. No sabía qué habría pasado de no ser por él y, definitivamente, me sentía como una basura por haber sido tan desagradable con él.
La llevé al cuarto de lavado y la colgué extendida sobre el tendedero. Pensé que lo mejor que podía hacer era ir a verlo y asegurarme de que no necesitara nada, pero luego me di cuenta de que quizás se daría un largo baño caliente que lo ayudara a recobrarse y debía darle algo de tiempo. ¿Por qué me sentía tan nerviosa ante la idea de ir a buscarlo?
Me puse a limpiar el desorden de la sala, cosa que tomó un buen rato. La chimenea seguía crepitando suavemente y ver la tranquilidad que invadía la casa hacía imposible imaginar que poco antes se había desarrollado allí mismo una escena de lo más dramática. Recordé el frío de ambos sobre mi piel y me estremecí. No quería volver a pasar por algo así nunca más.
Una vez que todo quedó prácticamente decente, fui hacia la cocina y consideré preparar algo de sopa caliente que Noah pudiera tomar al despertar. Estaba segura de que le haría bien y con los nervios que yo misma tenía, me parecía que también me vendría bien un plato humeante.
Así que puse manos a la obra tratando de censurar en mi mente las terribles imágenes que me acometían: el cuerpecito tembloroso y congelado de Noah en brazos de Tim al ser sacado del mar. Me resultó irónico pensar que, horas antes, hubiese dado lo que fuera por tener algo que borrara mis pensamientos sobre Kevin… y ahora casi los echaba de menos.

Jamás sería capaz de olvidar cómo el frío se colaba por los huesos, paralizando cada músculo, cada razonamiento, cada movimiento. Tim jamás había sentido nada semejante, pero estaba seguro de que no quería atravesar esa experiencia nuevamente.
Salió del baño lleno de vapor envuelto en una toalla y, sin demorarse ni un segundo, separó las mantas de la cama y se metió entre ellas, aún tiritando. Tenía la sensación de que su labio inferior nunca dejaría de temblar y que sus dedos no podrían volver a curvarse lo suficiente para poder deslizarlos por las teclas del piano. Hundió la cabeza en las almohadas, con el pelo aún mojado después de la ducha hirviendo y, extrañamente, sus pensamientos volaron hacia Jayne.
Sí, tener la impresión de que estás a punto de morir congelado es espantosa… pero Tim se dio cuenta que prefería mil veces ese dolor punzante y agonizante que inmovilizaba los sentidos a seguir pensando en el abandono de su esposa. Desear que estuviera allí para transmitirle un poco de su agradable calor hacía que la cabeza le diera vueltas.
Pero entonces fue Noah el que acudió a su mente y Tim notó que no lo hacía sentir mejor en lo más mínimo. No podía siquiera describir lo que había sentido cuando se percatara de que el niño estaba metido en el mar helado, pataleando con fuerza para llegar a la superficie. No se había parado a pensar ni un segundo y la realidad lo golpeó cuando las olas frías y duras como el acero le azotaron el cuerpo.
Y la desesperación en los ojos de Allison… se dio cuenta de que la mujer había entrado prácticamente en shock al ver a su hijo hundirse y emerger de las inclementes aguas del océano y supo que debía mantenerse cuerdo tanto como pudiera para ocuparse de ambos. Tenía que hacer reaccionar a Allison y asegurarse de que el niño recibiera el calor necesario antes de que el desafortunado chapuzón se convirtiera en hipotermia.
Con sólo imaginar lo que hubiera pasado si llegaba unos segundos más tarde… no. No. Noah se encontraba bien y tanto él como su madre podían respirar tranquilos.
Se apretó aún más las mantas contra el cuerpo que no lograba recuperar del todo la calidez y deseó que en ese momento alguien decidiera ocuparse de él.

Metí una cuchara en la humeante olla y la soplé con cuidado para entibiarla. Probé la sopa y decidí que necesitaba una pizca más de sal. Y mientras tomaba el salero y lo agitaba para arrojar algo de su contenido al hirviente caldo, también decidí que iría de inmediato a ver a Tim y me aseguraría que se encontraba bien.
Serví la sopa en un gran tazón, le puse una cuchara dentro y caminé con paso firme y manos temblorosas hacia la sala. Vacilante, tomé las llaves al pasar y busqué una que no usaba en mucho tiempo. Recorriendo el estrecho pasillo que conectara ambas viviendas, la introduje en la cerradura y abrí despacio.
Me asomé del otro lado y escruté a mi alrededor en busca de Tim. Tímidamente, di un paso hacia el interior y dejé la puerta abierta para oír si Noah me llamaba.
- ¿Tim?- Exclamé, porque me parecía que no podía internarme en la casa sin su permiso. ¿Y qué si aún estaba en la bañera? No podía…
¿Y qué si, desprovisto de ayuda, se había desvanecido en el piso de su habitación? Después de lo que había hecho por nosotros lo mínimo que podía hacer era ocuparme de que estuviera bien.
Mucho más segura, avancé, buscándolo en cada cuarto, hasta que llegué a lo que era su alcoba. La puerta estaba abierta y la figura debajo de las mantas me indicó que se encontraba allí. Sentía su respiración agitada y supuse que no se había podido recuperar del todo.
- ¿Tim?- Repetí, esta vez un poco más ansiosa.
Lentamente, su cabeza emergió desde un hueco entre las sábanas. Tenía el cabello aún húmedo y los ojos entrecerrados. El labio inferior no dejó de temblarle cuando habló:
- ¿Allison?
Estaba pálido, como la nieve. Preocupada, me acerqué más a él.
- ¿Cómo te encuentras?- Pregunté.
- ¿Cómo está Noah?- Dijo en cambio, con mucha más urgencia. Se volvió y se reincorporó un poco contra el respaldo de la cama.
- Está bien, se quedó dormido.- Expliqué al instante, para tranquilizarlo. Lo miré en silencio unos segundos y luego unas lágrimas de gratitud bajaron por mis mejillas.- Dios… no sé como agradecerte, Tim… lo que hiciste fue…
- No tienes que agradecérmelo. No podía dejar que se ahogara.- Interrumpió avergonzado.
- Yo…
- De verdad, Allison.- Cortó y su voz sonaba terriblemente débil.- No digas nada.
Bajé la mirada, sonrojándome un poco. Agradecérselo no era nada. Le hubiese dado cualquier cosa que me pidiera. Estaba en deuda con ese hombre.
- Bueno…- Murmuré y el calor del tazón entre mis manos me recordó que lo había llevado hasta allí.- Te traje algo de sopa. Te hará bien.
Una pequeña sonrisa curvó sus labios descoloridos y temblorosos.
- Gracias.- Se lo extendí y él lo tomó con cuidado para no derramarlo sobre las mantas.
- Te ves muy mal.- Dije, sin poder evitarlo, y dejándome caer en un extremo de la cama.
Acentuó su sonrisa con dificultad.
- También me siento muy mal, así que supongo que le hago justicia a mi aspecto.- Se llevó un poco de sopa a la boca.- Esto está delicioso.
- Me alegro que te guste.- Le sonreí levemente. Lo cierto era que se lo veía muchísimo peor que a Noah. Ocupado en atenderlo a él, Tim se había quedado con la ropa mojada y el frío colándose en cada centímetro de su cuerpo por demasiado tiempo.
Nos quedamos callados unos segundos. Mientras tanto, observé que sólo llevaba puesta una remera de manga corta.
- Tienes que abrigarte un poco más.- Farfullé, buscando por la habitación algo de abrigo. No había nada a la vista.- ¿Dónde tienes algo más grueso que ponerte?
Hizo ademán de levantarse a buscarlo.
- Ah, no, no. Quédate ahí. Sólo dime dónde está, te lo alcanzaré.- Lo detuve de inmediato.
Su sonrisa lucía cansada. Las ojeras oscuras aparecían paulatinamente debajo de sus ojos azules.
- En el armario, el segundo cajón de la izquierda.
Me puse de pie y fui hacia donde me indicaba. El cajón estaba rebosante de buzos abrigados y de los colores más extraños que había visto en mi vida. Tomé el primero que encontré, que resultó ser también el más discreto, de color gris.
Se lo deslizó con cuidado por la cabeza y yo le sostuve el tazón de sopa. Al devolvérselo, mi mano rozó la suya y noté que su piel estaba demasiado caliente, lo cual no tenía ningún sentido porque él seguía temblando.
- Demonios, creo que tienes fiebre.- Mascullé, acercando la mano a su frente como hacía con Noah cuando estaba enfermo.- Sí, de seguro tienes algo de temperatura.- Bajé la mano hasta la mejilla y Tim siguió todo el procedimiento con los ojos clavados en mí.- Será mejor que te quedes en la cama o empeorarás.
- No soy de los que sirven para estar en la cama todo el día.- Repuso, terminándose lo que le quedaba de sopa.- Soy peor que un niño.
- Y por suerte tengo bastante experiencia con ellos.- Repliqué y luego aparté la mirada, sintiéndome horriblemente.- Aunque no parezca…
Tim frunció el ceño y me contempló atentamente, dejando de lado el tazón vacío.
- Allison… no es tu culpa que esto pasara. Podría pasarle a cualquiera.- Dijo suavemente, buscando mis ojos.
- Pero me pasó a mí, Tim, y últimamente parece que tengo más fallas que aciertos.- Susurré apenada. Volví a sentarme en el borde de la cama.- Y tú lo sabes perfectamente.
Esta vez fue él el que apartó la vista. Aparentemente, sabía muy bien de qué estaba hablándole.
- Hey, lamento haberte dicho que…
- Descuida, tenías razón.- Interrumpí, meneando la cabeza.
- No, Allison, no soy nadie para juzgarte y has hecho un trabajo fantástico con Noah. Es un gran chico.- Hablaba con prisa, decidido a convencerme.- Hablé de más y lo siento.
- Si no hubiese estado trabajando lo hubiese visto meterse al mar a buscar su pelota, o podría haber evitado todo esto.- Las lágrimas regresaron a mis ojos.- Me dijo que las olas lo arrastraban hacia abajo cada vez que quería salir a la superficie.- Agregué, sollozando y decidí no especificar que también había dicho que pensó que se iba a ir al cielo con su padre. Tim no tenía por qué saber eso. Me sequé el llanto con la manga de mi sweater. Odiaba que me vieran llorar.
- No tiene ningún sentido que te culpes por esto, Allison. Lo mejor que puedes hacer es dejar que el tiempo se lleve lo que sucedió.- Estiró su mano y apretó la mía con fuerza.- Ya pasó. Y Noah se encuentra bien.
- Y tú también, ¿verdad?- Murmuré, mirándolo de reojo aún preocupada.
- Y yo… yo…- Un estornudo muy sonoro interrumpió sus palabras.- Yo también estaré bien. Cuando me haya tomado algún medicamento.
Sonreí. Se lo veía algo animado a pesar de lo destruido que lucía. Abrí la boca para responderle, pero se escuchó una llamada a la lejanía que nos hizo interpretar al instante que Noah había despertado. Me puse de pie y él me devolvió el tazón de sopa.
- Hay más, cuando quieras.- Susurré, antes de volverme hacia la salida.- Y dejaré abierta la puerta del pasillo que conecta las dos casas. Llámame si me necesitas.
- Gracias, Allison.- Murmuró, empezando a congestionarse.
Lo miré unos segundos, la opinión que tenía sobre él iba modificándose rápidamente en mi cabeza.
- No, Tim. Gracias a ti.

Hacia mitad de la tarde, Tim salió de la cama con la intención de hacerse un té que le calmara un poco el malestar que se acentuaba más y más a cada minuto. No había hecho más que salir de su habitación cuando vio que Noah iba hacia él, en pijama y con unas gruesas medias puestas que arrastraba por el piso, yendo a su encuentro.
- Hola, pequeño.- Saludó Tim, sonriéndole. Al menos el labio había dejado de temblarle.- ¿Qué estás haciendo aquí?
- Mamá me dejó venir a verte y me dijo que me asegurara de que estabas en la cama.- Respondió, alegre de tener una misión.- Le diré que no lo estás.
- Sólo voy a hacerme un té, prometo que me acostaré en un momento.- Repuso Tim. La visita de Allison le había sentado muy bien y que ahora enviara a su hijo a vigilarlo le agradó.- ¿Cómo te sientes?
- Mejor. Ya no tengo tanto frío.- Observó a Tim, siguiéndolo a la cocina.
- ¿Y por qué no estás tú en la cama? – Le revolvió el pelo con la mano.
Noah se encogió de hombros como toda respuesta y se quedó en silencio un buen rato. Se lo veía serio y asustado y Tim supuso que le llevaría unos días recuperarse del trauma.
- ¿Quieres té?- Ofreció, sólo para sacarlo de su ensimismamiento.
- No.- Otra vez lo miró largo y tendido.- ¿Tuviste miedo, Tim?- Inquirió al fin, cuando éste ya llenaba su taza de agua caliente.
Tardó unos segundos en responder.
- Un poco.- Reconoció suavemente.
- ¿Porque hacía frío o porque no te gusta nadar?- Insistió y su tono sombrío indicaba que era importante para él saber la verdad.
- Porque pensé que iba a pasarte algo malo.- Murmuró, evitando cuidadosamente mirar al niño.
A continuación, sintió que lo abrazaban desde muy abajo. Bajó la cabeza y lo vio aferrarse con fuerza de su pierna.
- Gracias, Tim.- Se inclinó y lo levantó en sus brazos para poder estrecharlo y borrarse de la mente la última vez que lo había hecho, hacía unas horas, cuando estaba helado y respiraba con dificultad. Era increíble que se mejorara tan rápido. Era un niño muy fuerte.- Te quiero.
- Y yo a ti.
Noah tosió sonoramente y Tim lo bajó al suelo para poder tomar su té. Se encaminó de nuevo a su habitación y el pequeño lo siguió de cerca. Cuando se metió en la cama, lo imitó.
- Cuando ya no estemos enfermos… ¿me enseñarás a tocar el piano?- Quiso saber, una vez que Tim terminó su té.
Le sonrió, encantado.
- Por supuesto que sí.
- ¿Cómo aprendiste tú?- Se acurrucó a su lado y puso una mano en su brazo.
- Bueno, de hecho mi padre me envió a tomar clases un tiempo…- Explicó Tim y mientras se adentraba en un relato de aquellos tiempos, ambos iban, a la vez, quedándose dormidos.

Aparqué el auto en la entrada de la casa lo menos ruidosamente posible y bajé, cargada con una bolsa de la farmacia. Había enviado a Noah a distraerse con Tim para que ninguno de los dos notara mi ausencia y había aprovechado para ir al centro y comprar algunos medicamentos: Noah tenía una tos horrible y Tim quizás una gripe o una molesta combinación de resfrío, fiebre y vaya uno a saber qué más.
Entré en la casa y agucé el oído para ver si los escuchaba hablar, pero no había ni rastro de sus voces. Me dirigí directamente hacia la sala de Tim, sabiendo que Noah no habría desaprovechado la oportunidad de estar con su amigo ahora que yo se lo permitía.
Al no verlos en ninguna otra parte, fui por último a la habitación. Le había pedido a mi hijo que se asegurara de que Tim se quedara en la cama… y aparentemente había cumplido con ello. Al asomarme al interior, la escena me enterneció en lo más profundo. Noah durmiendo en brazos de Tim, éste último con su cabeza sobre la del pequeño y ambos con una envidiable expresión de paz.
Me acerqué y arropé un poco a Noah para que no sintiera frío.
- Hola.- Susurró Tim entonces.
- Lo siento, no quise despertarte.- Dije yo, en el mismo tono bajo.
- Estaba despierto.- Respondió.- ¿Qué es todo eso?- Añadió, señalando la bolsa que colgaba de mi brazo.
- Sólo algunos medicamentos.- La apoyé sobre la mesita de luz y saqué algunas cosas.- Tienes que tomar estas cada ocho horas y estas otras cada seis.- Expliqué, señalando dos cajas de píldoras.
- Allison, no tenías que…
- Y no encontraba mi termómetro, así que compré otro.- Continué, sin hacerle caso.- Póntelo debajo del brazo, por favor.
- No hace falta, de verdad.
Lo miré casi suplicante.
- Por favor, Tim, déjame hacer algo por ti.
Suspiró y asintió con la cabeza.
- Si me muevo ahora, Noah se despertará.- Musitó.
- Bien, entonces póntelo en la boca.- Repliqué y se lo puse entre los labios sin darle tiempo a que dijera nada más.- Iré por un poco de agua para que tomes esas píldoras.
Fui hacia la cocina a servir el agua y luego volví al dormitorio. Lo dejé junto a las pastillas y me senté en el borde de la cama. Había estado pensando todo el camino desde la farmacia y era mejor que me sacara de encima todo lo que quería decirle, cuanto antes.
- Escucha, sé que fui algo grosera contigo y quiero disculparme.- Dije con firmeza.- Simplemente no estaba teniendo unos buenos días y me descargué con lo primero que se me cruzó.- Eso no era del todo cierto, pero era lo más que podía decirle.- También quiero que sepas que no soy tan… desagradable en realidad. A veces llego a ser bastante amable.- Le sonreí a modo de disculpa.
- No hay problema.- Farfulló con dificultad.- ¿Puedes quitarme esto ya?
Tomé el termómetro y lo miré a la luz.
- Tenía razón, tienes fiebre.- Suspiré y le pasé el vaso de agua.- Así que mejor empiezas a tomarte estas cosas.
Él obedeció de inmediato.
- ¿Recibiste a todos los que vivieron en esta casa del mismo modo en que me recibiste a mí?- Bromeó Tim y Noah se removió a su lado, dándose vuelta y aferrándose a una almohada.
- Eres el primero que viene a vivir aquí.- Contesté.- Hace sólo unos meses que decidí poner en alquiler esta parte de la casa. No me agradaba mucho la idea.
- Es una casa demasiado grande para ustedes dos.- Comentó y yo aparté la mirada por si llegaba a leer la tristeza en mis ojos.
- Por eso mismo. No necesitamos tanto espacio.- Me encogí de hombros.- Y daba mucho trabajo mantenerla. Ahora me saqué un peso de encima.
- Me enamoré de ella en cuanto la vi.- Dijo sonriendo. Estornudó y le pasé un pañuelo que había dejado junto a la mesita de luz.- Gracias.
- ¿Qué te trajo a vivir aquí?- Quise saber, con curiosidad.
Tim palideció. Al principio tuve miedo de que se sintiera mal otra vez, pero luego me percaté de que acababa de hacer una pregunta delicada.
- Lo siento, no quise…- Me apresuré a decir.
- Mi mujer quiere que nos separemos.- Farfulló de todos modos.- Primero me pidió un tiempo para pensar y ahora ya se trata de una cuestión legal.
No sabía como consolar en esas situaciones. Normalmente los consuelos iban dirigidos a mí.
- Así que simplemente puede que todo se acabe muy pronto.- Su voz abatida y lo brilloso de sus ojos azules delataban su dolor.
- Quizás sea lo mejor.- Musité, porque fue lo único que se me ocurrió.
- ¿Tú crees?- Me contempló, como si esperara que yo tuviera la solución a todos sus problemas.
- ¿Tienen hijos?- Inquirí en cambio.
- No.- El dolor de sus ojos fue más evidente.- Me dijo que no quería tener hijos conmigo, para que no sufrieran lo mismo que ella.
- ¡Dios mío!- Exclamé, sin poder evitarlo. Carraspeé, recuperando la cordura justo a tiempo.- ¿Cómo pudo decir algo así?
- Estoy de gira gran parte del año y al final, Jayne ya no soportaba las ausencias.- Explicó compungido. Decidió explayarse más, para que comprendiera.- Tengo una banda, y nos va muy bien… pero me pregunto si no estoy pagando un precio muy alto por el éxito.
Me parecía que una mujer que dijera algo así no era un precio demasiado alto que pagar.
- Tienes que hacer lo que crees mejor para ti.- Murmuré, pensativa. No era muy buena dando consejos. O al menos ya no más. Me pregunté cuál sería la suma final de las cosas que la muerte de Kevin me había arrebatado…
Tim me estaba observando con intensidad.
- No le he dicho esto a nadie, ni siquiera a Richard o a Tom.- Se lo veía azorado.- Ni siquiera sé porque te lo digo a ti. Necesitaba soltarlo, supongo.
- Descuida. No se lo diré a nadie.- Le di una palmada en la rodilla.
Esbozó una sonrisa agradecida y luego bostezó.
- Ah, sí. Las píldoras te darán sueño.- Dije, recordando las indicaciones del farmacéutico.- Así que será mejor que te dejemos descansar. Vendré a ver cómo estás más tarde.
Me levanté y Tim me ayudó a cargar a Noah en mis brazos. Caminé lentamente hacia la puerta para no despertarlo, pero cambié de opinión antes de salir y me volví hacia él.
- ¿Sabes? Es tu esposa la que pierde en este caso: tú hubieras sido un padre perfecto para sus hijos, Tim.
Él bajó la mirada y sonrió nuevamente.
- Sólo lo dices para hacerme sentir mejor.
- No. Lo digo porque no recuerdo que nadie haya cuidado a mi hijo del modo en que tú lo cuidas. Y él te adora.- Dije, echándole un vistazo al pequeño, que se aferró a mí en sueños.
- Y yo a él. Es imposible no quererlo.- Se recostó contra las almohadas, evidentemente empezando a sentir con fuerza el efecto de los medicamentos.
Le dediqué una pequeña sonrisa.
- Maldita sea, no puedo respirar…- Farfulló, somnoliento, con voz afectada por el resfrío.
- Ya te sentirás mejor, Tim.- Susurré. Lo observé unos segundos más y luego salí de la habitación sigilosamente.
Era la primera vez que tenía la oportunidad de estar tan cerca de Tim tanto tiempo y realmente ahora podía apreciar su parecido con Kevin. En ocasiones era doloroso mirarlo, provocaba recuerdos que llevaba enterrados demasiado tiempo…
Pero después de un rato de estar con él y de hablar con él… era una persona absolutamente diferente. Una persona que no causaba dolor alguno… y eso era lo que más me agradaba de Tim.

*******************************************************

No hay comentarios: