El lunes amaneció soleado, aunque muy frío y si bien la fiebre de Tim había disminuido considerablemente, el resfrío aún lo agobiaba. Se despertó con la nariz tapada y la boca reseca, sin mencionar el malhumor. Detestaba estar congestionado porque lo afectaba cuando quería trabajar. Y ya no planeaba quedarse en cama mucho tiempo más.
Se levantó y se dio un baño bien caliente. El vapor pareció despejarle las fosas nasales y para cuando se vistió en su habitación su ánimo había mejorado bastante.
Fue hacia la cocina, echando un vistazo al pasillo al pasar. Allison había cerrado la puerta que conectaba las dos casas y, al mirar por la ventana, notó que su auto no estaba frente a la entrada. Probablemente se había ido temprano a trabajar y, por alguna razón que no supo reconocer, eso volvió a desanimarlo.
¿Acaso estaba esperando que ella renunciara a sus asuntos para ocuparse de él? Ya era un adulto y podía cuidarse solo. No necesitaba a Allison revoloteando a su alrededor, dándole medicamentos y sopa. Además, necesitaba ponerse a trabajar y era mejor no tener ninguna distracción.
Se hizo una taza de té y se sentó frente al piano. Estaba a punto de ponerse a tocar algunas notas que se le habían ocurrido de pronto, cuando el teléfono empezó a sonar.
- ¿Hola?- Dijo y notó que su voz seguía sonando congestionada.
- Tim, ¿cómo estás?- Preguntó la voz de Richard del otro lado.- Me dijo Annie que estabas enfermo. ¿Por qué no me llamaste?
Tim frunció el ceño.
- ¿Cómo sabía Annie que yo estaba enfermo?
- Me llamó hace unos momentos. Dice que Allison le dijo que tenías fiebre y un resfrío horrendo y, por como suenas, diría que es cierto.- Explicó.- ¿Qué te pasó? La casa tiene una buena calefacción. ¿Saliste desabrigado a alguna parte?
Richard a veces sonaba como su madre, pero no podía culparlo por preocuparse: Tim hubiese hecho lo mismo por él.
- Me metí al mar.
Hubo unos segundos de silencio del otro lado y Tim se preguntó si Rich habría cortado.
- ¿Qué? ¿Cómo que te metiste al mar?- Exclamó incrédulo.- ¿Con este frío? ¿Estás loco?
- No fastidies, Rich. Estoy bien.- Susurró cansinamente.
- Sí, bien enfermo.- Repuso.- ¿Qué pasa contigo?
- Nada.- Respondió. No tenía intención de contarle lo que había sucedido con Noah.
- No creo que no pase nada. Estuviste casi toda la semana desaparecido. Tom y yo no sabíamos que hacer.- Ahora ya se parecía a una madre histérica y controladora.- Después pensamos que quizás necesitarías estar un poco solo, pero la verdad…
- Estoy bien.- Interrumpió. No tenía ganas de pensar.- Sólo me mantuve ocupado unos días.
- Me parece genial. Pero no te aísles, Tim.- Refunfuñó.- Pasaré más tarde a verte. ¿Necesitas que pase por la farmacia y te compre algún medicamento o…?
- No, gracias. Allison me trajo algunas cosas.- Respondió distraídamente, dándole un sorbo al té.
Otro breve lapso de silencio.
- ¿Allison?- Repitió.- ¿Y cómo es que Allison sabe que estás enfermo y te compra medicamentos y…?
- ¿Vas a venir a verme o no?- Cortó, irritado.
Richard notó que había logrado sobrepasar el límite de paciencia de su amigo.
- Sí, iré.- Suspiró.- Voy a almorzar con Annie primero, así que probablemente esté allí en la tarde.
- De acuerdo.
Se despidieron y colgaron. Tim se quedó algo pensativo. Recordaba cuando él y Jayne suspendían un rato de sus vidas laborales para almorzar juntos, para estar sólo un segundo más al lado del otro.
Súbitamente, se sintió muy enfermo… pero nada tenía que ver con su zambullida en el mar.
Cuando escuchó que el auto de Richard aparcaba en la entrada de la casa, Tim se levantó de la mesa y tiró los restos de su comida a la basura. No había podido probar bocado y sabía que se debía en partes iguales al dolor de garganta y a su profunda amargura. Ya no tenía ganas de recibir a su amigo, pero sabía que si cancelaba sólo haría que Richard se preocupar más e insistiera incansablemente hasta ir a verlo. Lo mejor que podía hacer era aguantarse y tratar de hacer de aquella visita algo corto y rápido.
En contraste con Tim, Rich parecía el tipo más feliz del mundo. Sus ojos sonreían constantemente, aunque sus labios reprimieran forma alguna. Tim no podía culparlo: si estaba pasando un buen momento, se alegraba por él. Pero o toleraba ver cómo la vida de los demás se iba encaminando mientras la suya se hundía indefectiblemente…
- Te ves mal.- Comentó Richard a modo de saludo, al tiempo que se deslizaba dentro de la casa.
- Gracias.- Respondió Tim inexpresivamente, cerrando la puerta.- ¿Qué tal tu almuerzo?
Richard lo miró unos segundos, como decidiendo si debía o no hablarle a Tim sobre ello.
- Bien.- Dijo solamente, sentándose en el sillón frente a la chimenea.
- Parece que tú y Annie se llevan muy bien.- Notó, molesto, que decir aquello le causaba un sabor desagradable en la boca.
- Sí, sólo hemos salido una vez, pero…- Rich se encogió de hombros, como si no fuera importante. Aún así, no logró convencer a Tim.- Ya sabes. Es linda y simpática.
- Que bueno.
Los dos se quedaron callados unos segundos, hasta que Richard prefirió cambiar de tema.
- ¿Y qué tal ese resfrío?
- Como los mil demonios.- Respondió Tim, tras un sonoro estornudo. Se sonó la nariz en un pañuelo que llevaba en el bolsillo de su buzo gris y luego volvió a guardarlo.- Pero al menos ya no tengo fiebre.
- No puedo creer que te hayas metido al mar. ¿En qué estabas pensando, Tim?- Lo reprendió, sin poder contenerse.- ¿Sabes a qué temperatura debe estar el agua? Podrías haber conseguido algo peor que fiebre y un resfrío…
- Ahórrame el sermón, Richard, no soy idiota.- Masculló, congestionado.
- Pero lo pareces.
La puerta del pasillo se abrió lentamente y Tim miró hacia allí, sintiendo algo muy parecido a la ilusión. ¿Habría Allison aprovechado su receso para almorzar para ir a…?
Cuando fue Noah quien asomó tímidamente, la ilusión de Tim desapareció, dejándolo aún más confundido.
- Hola, Tim.- Saludó en voz baja, evidentemente intimidado por la presencia de Richard.
- Hola, Noah. Ven aquí, quiero que conozcas a mi amigo.- Le dijo, para hacerlo entrar en confianza. Él obedeció y corrió hacia Tim, casi patinando con sus pantuflas con cabeza de osito.- Éste es Richard. Rich, éste es Noah.
Desde detrás de Tim, Noah saludó con la mano.
- Hola.- Murmuró Rich, en un intento por ser amable.- Bonito pijama. Al fin puedo conocerte. Tim me habló mucho de ti.
- ¿Qué haces en casa?- Inquirió Tim en cambio.- ¿No fuiste a la escuela hoy?
- Mamá me dijo que me quedara con Greta…- Soltó una pequeña tos que interrumpió sus palabras.- Y que volveré a la escuela cuando esté mejor.
- ¿Tú también estás enfermo?- Le preguntó Richard y Noah asintió, sentándose en el sillón junto a él.
- Sí, tengo mucha tos y tuve un poco de fiebre ayer. Me caí al agua.- Explicó con un cierto temor reverencial, como si relatara una gran aventura.
Tim quiso que se lo tragara la tierra.
Richard observó al niño con el ceño fruncido.
- ¿Te caíste al mar?- Masculló, y la sospecha le tiñó el tono.
- Quise ir a buscar mi pelota y…
- ¿No deberías estar en la cama, Noah?- Cortó Tim, porque fue lo primero que se le ocurrió. Richard le dedicó una mirada significativa.
- No, mami llamó por teléfono y me dijo que viniera a ver que tú estuvieras en la cama.- Farfulló, jugando con los osos de sus pantuflas.- Y también dijo que te dijera que si te sientes mejor, puedes cenar con nosotros esta noche.
El color subió a las pálidas mejillas de Tim, probablemente provocado por el intenso escrutinio de su amigo.
- Gracias, Noah.- Articuló, sin saber qué más decir.
- ¿Y por qué no estás acostado? Mami se va a enfadar.- Insistió, ceñudo.
- Sólo me levanté a recibir a Richard. Prometo que me acostaré de nuevo cuando se vaya.- Dijo, suspirando.
- Bueno.- Aceptó el niño.- Entonces iré a decirle a mamá que te estás portando bien.
Se levantó del sillón de un salto.
- Agradécele por la invitación de mi parte.- Pidió Tim mientras el pequeño se alejaba.
- ¿Irás?- Dijo, esperanzado.
- Sí, lo prometo.
Richard explotó en cuanto estuvieron solos. Tim no esperaba menos: lo había visto esperar a que Noah cerrara la puerta tras de sí con ansias. Cerró los ojos y buscó paciencia en lo más profundo de su ser.
- ¿Por qué no me dijiste que Noah se había caído al mar y tú fuiste tras a él a rescatarlo?- Exclamó sorprendido.
- Porque sabía que harías un escándalo como el que estás haciendo ahora.- Respondió Tim con calma.
- ¿Un escándalo? ¿Te das cuenta de lo que hiciste?- La incredulidad de Richard casi lo irritaba.- Ahora entiendo por qué Allison está tan pendiente de ti.
- ¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué dejara que el niño se ahogara, Richard?- Farfulló molesto.- ¿Qué hubieras hecho tú?
Su amigo no respondió. Evidentemente había notado que Tim no estaba de ánimos para ningún tipo de conversación.
- Estuviste bien.- Dijo, tras unos segundos, en que Tim se había acercado al ventanal y contemplaba la playa en silencio.- Estuviste muy bien, Tim.
Éste dejó escapar un mero gruñido. A Rich eso le sonó a un mal presagio.
- ¿Qué sucede? No soy tonto, veo que algo te preocupa. ¿Por qué no te ahorras la molestia de escuchar cómo trato de convencerte para que me lo digas y me lo dices de una vez?- Masculló con tranquilidad.
Un segundo gruñido.
- Perfecto, como tú quieras.- Richard le sonrió a la espalda de Tim, que intentaba ignorarlo.- Escucha, Tim, no hay razón alguna para que no hables conmigo y me digas…
- Vi a Jayne la semana pasada.- Soltó, sabiendo que no podría soportarlo mucho más. Richard vio que su espalda se tensionaba, pero excepto por eso, se mantuvo inmóvil e impasible.
No agregó más nada. Sabiendo que si era algo difícil de decir seguramente no era nada bueno, Richard decidió insistir.
- ¿Y bien?- Instó pacientemente.
- Y… bueno, ella…- Tim se pasó una mano por el rostro, frustrado por su debilidad.- Quiere… que nos divorciemos.
A Rich no le asombró en lo más mínimo. Desde el preciso momento en que Jayne prácticamente lo sacara de su propia casa, sabía que las cosas terminarían así. Ninguna mujer hacía esas cosas sin razón y era evidente que Jayne sólo había alargado el sufrimiento innecesariamente.
- Lo lamento.- Dijo con sinceridad.- ¿Cómo estás?
- Mal, Richard. ¿Cómo quieres que esté?- Exclamó furioso, aunque sabía que su amigo no tenía la culpa.- Si me pasara una aplanadora por encima te diría que al menos sobreviviré, pero ahora…
- Ahora también me lo dirás.- Interrumpió con firmeza. Tim se volvió hacia él, abatido.- Ya hemos hablado de esto, Tim, y existió desde el principio la posibilidad de que Jayne quisiera el divorcio. No vas a derrumbarte ahora.
- ¡No me digas qué hacer!- Bramó, sin poder controlarse. Quería gritar y descargarse y que fuera Richard el que pagara los platos rotos no le importó en lo más mínimo.- ¡No me digas que me rinda y pierda a mi esposa!
- ¿Y qué piensas hacer entonces?- Richard también levantó la voz. Parecía el único modo de hacerse entender con Tim en esos momentos.- ¿Vas a negarte a ver la realidad? ¿Vas a negarle el divorcio y a mantenerla atada a ti contra su voluntad?
- ¡Sí, eso es exactamente lo que pienso hacer!- Respondió exaltado.- ¡Voy a retenerla, porque no pasará mucho tiempo antes de que se de cuenta de que…!
- ¡Tienes que dejar de esperar cosas que no pasarán, Tim, tienes que abrir los ojos!- Gritó Rich, imponiéndose.- ¡Sólo estás haciéndote más daño a ti mismo! Divórciate y sigue con tu vida. No serás la primera persona que lo haga.
- Déjame solo.- Pidió entre dientes.
Richard lo miró incrédulo. Nunca antes, en los veinte años que hacía que se conocían, lo había echado de ese modo.
- Tim, no seas…
- Déjame solo.- Repitió y la mordacidad de su tono hizo que su amigo decidiera no discutir. Simplemente asintió con la cabeza, evitando mirarlo.
- Te estás equivocando, Tim, lo mejor…
- ¿Qué tengo que decirte para que te vayas, Richard?- Lo enfrentó, casi echando fuego por los ojos.- ¿No tienes nada mejor que hacer que tratar de controlar mi vida? Ve a revolcarte con esa Annie por ahí y ya no me fastidies más…
Richard lo enfrentó con la misma ferocidad.
- Ten mucho cuidado cuando hablas de Annie, Tim. Entiendo tu dolor y tu decepción, pero no voy a permitir que la metas en medio.
- ¡Vete de una vez!- Espetó, dándole la espalda y alejándose de él.
Richard no esperó un segundo más. Se encaminó hacia la puerta y no se volvió a mirarlo antes de salir. No podía culpar a Tim por sentirse miserable, pero en ese momento lo mejor era dejarlo que se las arreglara por su cuenta…
Si es que podía.
Cuando llegué a casa esa noche la mesa estaba puesta para tres personas y la cena estaba casi lista en el horno. Noah se sentía mucho mejor y se había portado de maravillas quedándose en la cama casi toda la tarde.
- Es un ángel, no da problemas para nada.- Dijo Greta encantada mientras se ponía el abrigo.- Sólo salió de la cama para almorzar y para ir a ver al señor Rice-Oxley como usted lo pidió.
- Aún está algo asustado por lo que pasó.- Expliqué, suspirando, dejando mis cosas sobre la mesita del vestíbulo.- Anoche me despertó a los gritos porque creyó que se ahogaba.
- Es hasta que se le pase la impresión, señora Matthews.- Me tranquilizó dulcemente.- Luego volverá a ser el mismo de siempre, haciendo de las suyas.
Le sonreí agradecida y nos despedimos a los pocos minutos. Noah estaba sentado en el sillón, envuelto en una manta y mirando caricaturas, así que fui a mi habitación y me puse un poco más cómoda antes de cenar.
Estaba bastante cansada y había estado todo el día pensando en que dejar a Noah en casa había sido una mala idea. Debería haberme quedado con él, al menos unos días, hasta que se sintiera mejor… pero parecía bastante animado, exceptuando las pesadillas, y había mucho trabajo en la boutique. Tenía que hacer algunas compras nuevas y esa mañana habían llegado unos catálogos muy interesantes.
Regresé al comedor ya cambiada y luego fui a ver cómo iba la comida. Una vez que pasaron varios minutos, me extrañó que Tim no apareciera.
- Noah, ¿cuándo le dijiste a Tim que viniera a cenar?- Le pregunté, asomándome desde la cocina.
- Hoy, mami.
Frunciendo el ceño, extrañada, me acerqué al pasillo y, tras golpear suavemente la puerta y no recibir respuesta alguna, me animé a abrir y escrutar la sala de Tim. Estaba vacía.
Pasé a buscarlo. Quizás no se sentía bien y se había acostado. Lo mejor sería que le llevara la cena allí y que no estuviera levantándose y…
En efecto, estaba en su habitación. Sentado al borde de la cama, con la mirada perdida y una expresión indescifrable aunque rara en el rostro, ni siquiera notó que yo estaba ahí. Tuve que golpear la puerta para llamar su atención.
Sus ojos azules detrás de los lentes de marco negro, se posaron en mí sorprendidos.
- Allison.- Musitó.
- Hola.- Le dediqué una pequeña sonrisa.- ¿Cómo estás?
- Bien, algo mejor.- Respondió distraído.
- Noah y yo estamos esperándote para cenar.- Dije, ocultando mi preocupación.- Pero si no te encuentras del todo bien…
- Diablos, lo siento. Lo olvidé por completo.- Masculló con una mueca. Se puso de pie.- Supongo que me entretuve con… eh… otra cosa.
- Descuida, no hay problema.- Lo observé unos segundos, tratando de descubrir algo en su semblante.- ¿De verdad todo va bien? Si no tienes ganas de estar acompañado puedo traerte algo y…
- Me encantará comer con ustedes.- Interrumpió, esbozando una sonrisa ligera.- Ya le prometí a Noah que iría.
Asentí con la cabeza y nos dirigimos sin decir nada más hasta mi casa. Noah no se había movido del sillón cuando ambos entramos y sólo entonces se movió para acercarse a Tim y saludarlo. Éste lo tomó en brazos con absoluta facilidad y, tras una indicación de mi parte, lo sentó a la mesa para acomodarse él también. Yo fui a la cocina y busqué la comida que Greta había preparado: un delicioso pastel de carne y una ensalada.
- Huele bien.- Comentó Tim cuando deposité todo sobre la mesa.
- Ojalá pudiera darme crédito por ello.- Contesté, sirviéndole una porción especialmente grande.- Pero no tengo mucho tiempo de cocinar.
- Yo sé preparar dos o tres comidas, pero no es exactamente mi punto fuerte.- Se llevó un pedazo a la boca.- Mmm, sabe tan bien cómo huele.
- Es mi favorito.- Dijo Noah, clavando con ganas el tenedor en el pastel.
- Tienes buen gusto.- Farfulló Tim, simulando seriedad.
- Aún suenas algo congestionado.- Dije, pensativa.- ¿No sirvieron las píldoras que te compré? ¿Quieres que vaya a la farmacia mañana y traiga otra cosa?
- No, no, estoy bien.- Aseguró enseguida.- Confieso que me olvidé de tomar dos o tres veces los medicamentos. Me quedo dormido con las que dan sueño y paso de largo las otras.
- Quizás deberías ponerte un despertador.- Sugerí.- O tomarlas en cuanto te despiertas.
- Mami siempre se acuerda de darme mis remedios.- Intercedió Noah orgulloso.
Comimos con tranquilidad y Noah fue el que se encargó de llevar a cabo todas las conversaciones. Parecía tener siempre algo que contar: lo que hacían sus amigos de la escuela, lo maravillosos que eran los perros y todas las razones por las que yo debía permitirle tener uno, lo que quería para su cumpleaños y un par de cosas que había oído en la televisión. Mientras yo limpiaba la mesa y lavaba los platos, aturdía a Tim, que se había acomodado con él en el sillón, recordándole que le había prometido que le enseñaría a tocar el piano.
- Deja tranquilo a Tim, cariño, de seguro debe tener muchas cosas que hacer y no tiene tiempo de enseñarte.- Dije cuando regresaba junto a ellos y me sentaba en un sillón frente al fuego de la chimenea.
- No, está bien. Se lo prometí y tengo que cumplir mi palabra, así que mañana tendremos la primera lección.- Noah se puso a aplaudir entusiasmado y Tim tuvo que sostenerlo para que no empezara a saltar.- Pero tienes que darme tú tu palabra de que te portarás bien.
Al instante, el pequeño se quedó sentado e inmóvil, en una evidente demostración de lo bueno que podía llegar a ser.
- Mami, ¿vas a leerme mi cuento hoy?- Quiso saber, reprimiendo un bostezo.
- Si a Tim no le molesta…- Susurré, mirándolo en busca de una respuesta. Él sonrió.
- Para nada.
Me levanté y fui a la biblioteca a buscar Moby Dick. Estábamos ya en las últimas páginas y Noah estaba emocionado por ello. Me hizo lugar a su lado, de modo que quedó entre Tim y yo y se acurrucó contra los dos, mientras Tim lo cubría con la manta que había estado usando antes.
- Bien, ¿dónde nos quedamos?- Musité distraídamente, buscando la parte exacta donde habíamos dejado la noche anterior.- Ah, sí. Capítulo veintiséis. Tragedia total.- Carraspeé, preparándome para la lectura.- Nada ni nadie en este mundo hubiera sido capaz de detener al monstruo, ni nadie hubiera podido evitar que el macizo ariete blancuzco y asqueroso de su frente destrozara al primer golpe la proa por parte de estribor…
Tim siguió en silencio y mirándonos alternativamente a uno y otro, presenciando nuestro pequeño ritual nocturno. Había una hermosa sonrisa plasmada en sus labios y Noah logró mantenerse despierto hasta el final del libro. Él también sonreía, feliz de que la ballena se hubiese comido el barco como había estado esperando y, somnoliento, estiró los bracitos y se colgó del cuello de Tim, hundiendo la cabeza en su cuello.
- Mañana podríamos leer otro.- Dijo, ya sin siquiera ser consciente de que hablaba.
- Claro que sí, pero ahora te vas a ir a la cama.- Respondí, poniéndome de pie. Pero no me escuchó. Se había dormido con total rapidez.- Es increíble cómo se duerme.
- Tiene suerte de poder dormir así.- Comentó Tim, que también se puso de pie, sosteniéndolo firmemente.- Déjame llevarlo, así no se despertara cuando te lo pase.
- De acuerdo.- Señalé el pasillo.- Su habitación es la segunda puerta de la derecha.
Tim abrió la marcha con el niño fuertemente apretado contra su pecho y yo lo seguí y me quedé en la puerta mientras lo metía en la cama y lo arropaba con toda ternura. Noah se volvió en sueños y se abrazó a su osito, reemplazando a Tim.
Volvimos a la sala despacio para no hacer ruido y nos sentamos en el sillón otra vez. Era temprano y ninguno de los dos quería irse a la cama.
- ¿Y qué sueles hacer una vez que Noah se acuesta?- Inquirió Tim, como si quisiera romper el hielo.
Fruncí el ceño.
- Generalmente, trabajo.
- ¿Y cuándo es tu momento de divertirte y distenderte un poco?- Esta vez fue él quien frunció el ceño.
Lo pensé unos segundos, tratando de decidir qué me divertía más: si lavar los platos o darme un largo baño y meterme a la cama. No logré inclinarme por ninguno de los dos.
- Bueno…- Vacilé.
- No te diviertes mucho, ¿verdad?- Masculló con una sonrisa. Me encogí de hombros como restándole importancia.
- Soy madre. No tengo tiempo de nada. Y, por añadidura, soy una madre que trabaja.- Puntualicé, como si esa fuera una excusa valedera. Era más que obvio, al menos para mí, que la cantidad de horas que pasaba en la boutique tranquilamente podían reducirse, contando con Annie, y que no había necesidad alguna de ponerme a hacer papeleo los domingos y, peor aún, los sábados en la noche. Ya no recordaba cuando había sido la última vez que tuviera un sábado por la noche como la gente. Salir, tomar algo, acostarse tarde, reír…
Tim me observaba fijamente mientras yo hacía todas aquellas conjeturas. Quizás no le agradó demasiado mi expresión, porque pareció sufrir una intensa urgencia de cambiar de tema o de intentar decir algo, como mínimo.
- Trabajar mucho agobia, te lo digo por experiencia.- Dijo, con sus ojos azules aún clavados en mí, como si estuviera preocupado o algo así.- Recuerdo una ocasión en que me encerré con mi piano casi una semana entera y no salí siquiera para comer algo o ducharme.
- Eso suena espantoso.- Comenté, arrugando la nariz.
Él rió.
- Sí, bueno… fue hace muchos años. Jayne y yo estábamos saliendo y tuvimos una gran discusión, aunque no recuerdo por qué. Lo que sí recuerdo es que yo estaba aterrorizado de que me dejara, de que lo nuestro se acabara.- Hizo una mueca irónica.- ¿Quién iba a pensar que sí iba a acabarse, después de todo?
Hablar de su matrimonio destrozado no era exactamente lo que yo tenía en mente. Su rostro delataba un gran dolor, aunque Tim quisiera ocultarlo. Los dos teníamos nuestros sufrimientos con los que lidiar, pero en ese momento, el dolor de Tim me parecía mucho más grande que el mío. Por lo menos Kevin me había querido a mí tanto como yo a él y así había sido hasta el día de su muerte. Ninguno de los dos había dudado jamás de que lo nuestro fuera verdadero y nunca habíamos tenido obstáculos como los de Tim y Jayne. Hubiéramos sido de esas parejas que envejecen juntos, de no ser por lo ocurrido…
- ¿Sabes?- Susurré, buscando algo con qué animarlo y, al mismo tiempo, algo que me animara a mí.- A veces creemos que ya hemos vivido el gran amor de nuestras vidas, que nada podría reemplazar a una persona que quisimos como a nadie y el mismo dolor de la separación no nos deja ver que vendrán otros amores y que quizás la ceguera nos impida reconocer que podríamos haber amado aún más.- Instintivamente, puse mi mano sobre la suya, que reposaba en su rodilla.- Nunca estarás seguro de quién fue el amor de tu vida hasta que no llegues al final de ella. Sólo entonces podrás mirar atrás y hacer el último recuento de tus relaciones y sacar el balance que te dirá cual de todas las personas que se cruzaron en tu camino fue la que realmente logró dejar su huella impresa.
La sonrisa de Tim fue ligera, un poco más animada.
- ¿De verdad crees eso?- Preguntó, mirándome de reojo. Yo asentí.- ¿Es así para ti también?
Medité unos segundos. Conocía mi respuesta, pero siempre dolía pensar en ello.
- No. Mi caso es distinto.- Farfullé, sin atreverme a decirle que yo consideraba mi vida acabada desde hacía rato.- Pero sí lo es para ti. Porque ahora te duele y lamentas lo que sucedió y te cuesta dejarla ir… pero el día de mañana, te levantarás de la cama y descubrirás que te sientes mejor. Y conocerás a alguien más, y quizás a muchas otras más por el resto de tus días. Y al final, simplemente lo sabrás.
Tim se quedó en silencio unos segundos. Cuando vi que sus ojos azules contemplaban como mi mano descansaba sobre la suya, la aparté delicadamente.
- ¿Qué es lo que te hace distinta, Allison?- Susurró y fue casi imposible oírlo. Me pregunté si estaba hablándome a mí o si pensaba en voz alta. Entonces levantó la vista hacia mí.- ¿Cómo es que ciertos aspectos de la vida se te hacen tan familiares cuando tú no te sientes identificada con ellos? ¿Cómo es posible que…?
Sonreí levemente. Esa era una explicación que no quería dar. Quizás, si algún día nos hacíamos amigos de verdad, podría decírselo. Pero aún no.
- No sé qué responderte.- Dije con sinceridad.
Asintió, apesadumbrado.
- Eso supuse.
Se puso de pie.
- ¿Te vas?- Exclamé enseguida. Noté que había sonado ansiosa y desilusionada y tuve ganas de golpearme a mí misma. Me ruboricé.
Su sonrisa se acentuó, pero con más calidez.
- No. Sólo voy a buscar mis píldoras. Ya es hora de que me tome las de cada ocho horas.- Explicó, risueño.
Se marchó por el pasillo y se perdió en la sala de su casa. Yo estiré la mano y tomé el control remoto de la televisión. Hacía tanto que no miraba algo que tenía la sensación de que ya no sabía ni encenderlo.
Sin embargo, tuve éxito y me puse a cambiar los canales uno tras otro y encontré una vieja película de Fred Astaire y Ginger Rogers que solía ver con mi padre hacía mucho tiempo: Top Hat.
- ¡Hey, es Top Hat!- Exclamó Tim, que regresaba en ese preciso instante y se sentó de nuevo en el sillón a mi lado mirando la pantalla con una sonrisa.
- ¿Te gusta?- Pregunté, riendo por su entusiasmo.
- Es una de mis tres películas favoritas.- Respondió.- Jamás me canso de verla.
- Yo tampoco.- Coincidí, sintiendo una agradable sensación recorriéndome desde la punta de los dedos.- ¿Y cuáles son tus otras dos películas favoritas?
- Where Eagles Dave y Withnail and I. - Respondió sin dudarlo. Yo no recordaba cuáles eran esas películas, así que me miró con la boca abierta.- ¿Estás bromeando?
- No, no estoy bromeando.- Contesté, aún riendo. Era como Noah cuando no recordaba el nombre de alguno de sus amigos de la escuela.- Hace mucho tiempo que no me siento a ver una película.
- Sí, desde la prehistoria.- Repuso él, y se largó a reír conmigo.- Y tienes toda la suerte del mundo, porque tengo todas mis películas favoritas en DVD.
- ¿Eso quiere decir que me espera una larga noche de instrucción cinematográfica?- Inquirí y descubrí que hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien.
- Así es.- Volvió a levantarse y a ir hacia el pasillo. Caminó de espaldas para mirarme.- Será mejor que prepares un poco de café, porque no te moverás de ahí en varias horas.
- Ay, por Dios.- Murmuré, esbozando una sonrisa y tapándome la cara con las manos. Hablaba totalmente en serio.
Decidí que lo mejor era hacerle caso, así que fui hacia la cocina y encendí la cafetera. Saqué dos tazas y esperé pacientemente, tratando de recordar cuándo había sido la última vez que había tenido la visita de un adulto en esa casa y cuándo había sido la última vez que me sintiera tan cómoda con un hombre.
No lo recordaba con exactitud.
Llevando la bandeja con las dos tazas y un plato de las galletas favoritas de Noah, retorné a la sala, donde Tim estaba inclinado frente al DVD, poniendo la primera película. Sobre la mesita de café reposaban otras tres películas más que esperaban ser vistas.
- ¿Lista?- Preguntó, sentándose a mi lado, bastante cerca, tanto que era consciente de cómo su peso a mi lado hundía el almohadón del sillón y como su calor golpeaba mi cuerpo…
¿Qué? ¿De dónde había sacado aquellas locuras?
- Lista.- Balbuceé y me sentía emocionada como si fuéramos a subirnos a una montaña rusa. ¿Qué era lo que la presencia de Tim causaba en mí?
Él estiró el brazo, apuntando con el control remoto hacia el reproductor de DVD y presionó la tecla de reproducción.
En cuanto la película comenzó, lo vi pasar un brazo por detrás de mí y me puse rígida. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué iba a arruinarlo todo con…?
Entonces noté que sólo quería apagar la lámpara que estaba junto a mí.
Necesitaba dejar esa paranoia y disfrutar de la película. Agarré con fuerza mi taza de café y me la llevé a los labios, tratando de encontrar calma en el intenso sabor de la bebida.
Unos minutos más tarde, me perdí en la trama y olvidé todo lo demás.
Quité la vista de la pantalla sólo cuando la película terminó. No había estado nada mal, Tim tenía bastante buen gusto y era una compañía muy agradable. Los créditos se deslizaron desde la parte inferior de la televisión y yo encendí la lámpara a mi lado, para darle a Tim la luz suficiente para que escogiera otra película. Lo miré.
Se había quedado profundamente dormido. Hundido en el sillón a mi lado, con la columna incorrectamente doblada y los lentes fijos en su sitio.
Sonreí al verlo. De seguro no había podido soportar la acción de los medicamentos y se había desplomado a los quince minutos de película. Se veía cansado, casi tierno y me pregunté si no debía tratar de despertarlo para que se fuera a la cama.
Me levanté con cuidado y, pensándolo mejor, lo acomodé sobre el sillón, que era lo suficientemente grande para que una persona de su estatura entrara cómodamente acostado. Coloqué un almohadón debajo de su cabeza, le quité los lentes y los dejé sobre la mesa. La manta que Noah había estado usando casi toda la noche había quedado en el sillón contiguo, así que la tomé y lo cubrí con delicadeza.
Tras verificar que se encontrara lo mejor posible, lo contemplé en silencio unos segundos. Me había obsequiado una noche muy agradable, después de años sin saber qué era eso. Tim era extraordinario y aún a pesar de su dolor, se concentraba en cuidar de los demás. Así era como yo lo veía, al menos.
Sin darme cuenta de lo que hacía, me incliné hacia él y le besé suavemente una mejilla, antes de irme a dormir, apagando todas las luces a mi paso.
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