Tim Rice-Oxley se volvió, repentinamente, parte de nuestras vidas. Tras esa agradable noche que pasáramos viendo una de sus películas favoritas, me encontré invitándolo a cenar cada noche. Y me encontré teniendo compañía cada una de ellas.
En cierto modo, Tim me hacía sentir algo parecido a la felicidad. Era como estar casi viva de nuevo. Me hacía reír y mantenía mi mente ocupada sin necesidad de recargarme de trabajo. Bajo la fachada de nostalgia que mostraba, era un tipo gracioso y amable que si bien tenía sus problemas, se esforzaba por dejarlos atrás. Y se esforzaba, por alguna extraña razón, en tratar de que mis problemas, aunque no supiera cuáles fueran, siguieran el mismo camino que los suyos.
- ¿Qué tan alarmada debo sentirme al ver que estás haciendo uso de mi cocina?- Pregunté desde la entrada, una noche alrededor de dos semanas después de nuestra primera cena. Acababa de llegar del trabajo y lo primero que Greta me había dicho, con una sonrisa divertida en el rostro, era que “el señor Rice-Oxley lleva como una hora en la cocina y ya ha quemado un pollo, ha roto tres huevos en el piso y desperdiciado lo que hubiera sido una gran ensalada”.
Tim se volvió a verme, con una sonrisa en el rostro.
- Diría que debes sentirte más halagada que alarmada.- Repuso, volviendo su atención a algo que revolvía en una olla.- Son pocas las veces en que me he propuesto cocinar algo decente.
- ¿Y quiere eso decir que estamos celebrando algo?- Inquirí.
Se encogió de hombros sin volverse a verme.
- No puedo decir que tenga muchas razones para festejar últimamente.- Me di cuenta que había metido la pata y pensé rápidamente en algo que lo arreglara. Él cambió de tema antes de que pudiera agregar nada más.- Noah lleva un buen rato revolviendo libros en la biblioteca de la sala y en la de su dormitorio. Creo que busca algún libro nuevo que le leas esta noche.
- No creí que Tom Sawyer se terminaría tan pronto.- Me acerqué y vi que lo que estaba revolviendo era una espesa salsa de aroma bastante aceptable.- ¿Te rendiste con el pollo y la ensalada?
- ¿Greta te estuvo chismoseando?- Replicó, ya más distendido.- Tenía que improvisar algo después de que se arruinaran mis primeras opciones.
- Hacer una ensalada no es muy complicado.- Lo miré burlona.
- Mutilé cinco plantas de lechuga, Allison.- Explicó con tono grave y yo no pude contener una carcajada.- Las hice pedazos hasta reducirlas a un estado inservible.
- Nunca es tarde para un curso de cocina.- Canturreé. Tomé el cucharón y lo metí en la salsa. Me llevé un poco a la boca.- Nada mal.- Murmuré pensativa.- Es de lata, ¿verdad?
- Y los spaghetti también, pero no se lo digas a Noah.- Pidió con graciosa complicidad.- Le dije que ningún hombre está completo sin saber cocinar. Esto desbarataría mi teoría.
- Descuida, no le diré nada que insulte tu masculinidad.- Busqué en los cajones las cosas para poner la mesa.- ¿Y qué tal tu día?
- ¿Además de mi fallida experiencia culinaria?- Farfulló, echando los spaghetti en otra olla con agua hirviendo.- Tan normal como siempre. Trabajé un poco y luego fui al supermercado a comprar las cosas de la cena.- Le dediqué una sonrisa.- Déjame decirte que Noah tiene razón: les vendría bien tener un perro. Se hubiera comido mi pollo carbonizado.
Me reí, sin poder evitarlo. Era extraño recordar el sonido de una risa, y una que saliera de mis propios labios, por añadidura. Tenía que aceptarlo: Tim me hacía bien y contar con su compañía era como leer un libro de autoayuda, pero sin tener que soportar toda la filosofía barata que este conllevaba.
- Necesito un favor. Un enorme, enorme, enorme favor.- Annie revoloteaba a mi alrededor mientras yo trataba de poner en su sitio unas cajas talladas a las que estaba sacudiendo para que no se acumulara el polvo.- Tienes que decir que sí, Allison.
- No puedo decir que sí si no sé qué es.- Repuse, yendo hacia otra estantería para seguir limpiando.- ¿Qué pasa, Annie?
- ¿Puedo tomarme unos días?- Me volví a mirarla y ella se apresuró a continuar, sin darme a tiempo a que cambiara siquiera la expresión de mi rostro.- Sólo mañana y el lunes. Por favor, Allison, por favoooooooooor.
Suspiré. A veces Annie parecía una niña.
- ¿Qué es eso tan importante que tienes que hacer?- Pregunté, frunciendo el ceño.- Sabes que me haces falta aquí.
- Lo sé, lo sé, pero no te he pedido días libres en siglos, Allison.- Dijo, suplicante.- Y… bueno, Richard quiere llevarme de viaje el fin de semana. Sólo será por esta vez y nunca más te pediré nada.
La contemplé unos segundos, hasta que ya no pude resistirlo más. Volví a suspirar y asentí con la cabeza.
- Está bien.
- ¡Sabía que podía contar contigo! ¡Gracias, gracias, gracias, gracias!- Exclamó, saltando y abrazándome todo al mismo tiempo.
- Ya, tranquila.- Mascullé, dándole unas palmaditas en la espalda para calmarla. Su sonrisa iluminó plenamente su rostro.- Pero tendrás que llegar temprano el martes.
- Llegaré temprano toda la semana, lo prometo.- Exclamó alegremente.
Me di vuelta para seguir limpiando.
- ¿Qué tan en serio vas con él, de todos modos? Lo he visto con bastante frecuencia esperándote y casi siempre almuerzan juntos.- Era la primera vez en mucho tiempo que buscaba iniciar una conversación de verdad con ella, pero Annie fingió no sorprenderse.
- Creo que lo suficientemente en serio.- Se apoyó contra una mesa de roble con las patas talladas y su aspecto soñador la delató.- ¿Qué me dices si te digo que tengo la sensación de que me estoy enamorando de él? Y mucho.
Le sonreí levemente.
- Diría que se te nota a un kilómetro de distancia.- Respondí, enderezando un cuadro que colgaba de la pared.- ¿Y a dónde va a llevarte?
- No estoy segura, aunque sospecho que pasaremos el fin de semana en Battle.- Explicó, distraídamente.- Cuando le dije que era uno de los pocos sitios de Inglaterra que aún no había visitado me miró asombrado y me dijo que tenía que ir y luego me soltó una larga cháchara sobre la importancia de la historia de Battle y lo beneficioso que es para el turismo.- No lo decía como si fuera algo molesto, sino como algo de él que parecía cautivarla. Viéndola, casi recordaba lo que era sentir que un chico te tenga en las nubes.
- ¿Él también es de Battle?- Quise saber, igualmente distraída.
- ¿Quién más es de allí?- Preguntó a su vez, frunciendo el ceño, pensativa.
- Tim.
Me observó extrañada.
- ¿Tim? ¿Y cómo lo sabes? Ni siquiera te cae bien.
- Las cosas han cambiado bastante. Resulta que estaba equivocada con él. Es muy agradable.- Repuse.
- ¿Y ahora son amigos? ¿Después de que me dijeras explícitamente que no saliera con Richard porque no querías a Tim vagando en la tienda ni cerca de ti?- Su expresión pasó a sospecha.- ¿Qué fue exactamente lo que sucedió cuando estuvo enfermo? Ya de por sí era muy raro que tú estuvieras al tanto de que Tim se sentía mal y que…
- Annie, por Dios, ¿por qué haces tanto escándalo al respecto? Yo no sería la primera persona en dejarse llevar por la primera impresión.- Traté de restarle importancia al asunto, pero aparentemente Annie me conocía demasiado bien.- ¡Vamos, no me mires así!
- ¿Te gusta, Allison?- Farfulló, como si hiciera un gran descubrimiento. Abrió la boca en una mezcla de emoción e incredulidad. Pero mis ojos se volvieron fríos como el hielo.
- No digas tonterías.- Aparté la mirada y traté de parecer inmersa en el trabajo.
- No creo que sea una tontería, pero es tu problema. Personalmente, creo que Tim es muy atractivo.- Dijo, encogiéndose de hombros y sin inmutarse por mi cambio de actitud.
- Díselo a Richard, quizás le agrade oírtelo decir.- Gruñí.
- No es del tipo celoso.- Replicó, haciendo un ademán con la mano para contrarrestar mi comentario.- Me refería a que no le vería nada de malo si a ti te gustara porque…
- No me gusta, Annie.
- Bien, ya entendí.- Se apresuró a decir. Si bien era insistente, conocía sus propios límites. Y también los míos.- ¿Entonces qué fue lo que te hizo cambiar de opinión?
Suspiré. Tal vez no había nada de malo en decirle la verdad.
- Noah se cayó al mar y estuvo a punto de ahogarse, pero Tim se tiró al agua y le salvó la vida.- Expliqué rápidamente.
Se quedó boquiabierta.
- ¿Es una broma?- Dijo, después de unos segundos.
- ¡No, jamás bromearía con algo así!
- ¿Y por qué no me lo dijiste?- Exclamó, apartándose de la mesa en la que seguía apoyada y yendo hacia mí.- ¡No puedo creerlo!
- Porque… porque…- Balbuceé, evitando posar mi vista en ella.- Porque fue mi culpa que Noah se cayera al mar y me avergonzaba decirte que soy una madre terrible. Si hubiese estado vigilándolo…- Exploté, frenéticamente.
- ¡Hey, cálmate!- Me puso una mano en el hombro.- No eres una mala madre, Allison, déjate de estupideces. Un error le ocurre a cualquiera. A mi cuñada se le cayó la niña en el supermercado cuando tenía tres meses. Estaba coqueteando con el chico de los envíos a domicilio para ver si lograba que se lo llevaran gratis a su casa.
Muy a mi pesar sonreí. Annie era la clase de chica que te levanta el ánimo con sólo decir una o dos cosas.
- Además…- Musitó, extendiendo una pícara sonrisa en su rostro.- Me parece sexy que Tim haya rescatado a Noah. Es tan… heroico. Ya de por sí es muy parecido a Clark Kent. Quizás sólo necesitaba sacar a su Superman de adentro.
- Ah, cállate.- Espeté, arrojándole el trapo con el que había estado limpiando, pero sintiéndome, al mismo tiempo, de muy buen humor.
Cuando llegué a casa esa noche, Tim y Noah estaban viendo los dibujos animados en la sala y Greta (afortunadamente) estaba terminando de preparar la cena. La acompañé a la salida para despedirla y recordé que debía pedirle que cuidara a Noah el día siguiente ya que Annie pasaría el fin de semana con Richard.
- Greta, voy a necesitar que vengas mañana, sé que es sábado, pero tengo que ir a la tienda y Annie…
- Ay, señora Matthews, lo siento.- Interrumpió, apenada.- Cualquier otro día le diría que no hay problema, porque generalmente los sábados son muy aburridos y no tengo mucho que hacer… pero mañana tengo un compromiso. Van a bautizar a mi nieto, al más pequeño, y tengo que ir a Milton Keynes. Mi hijo me traerá de regreso el domingo en la noche.
- Dios, qué mala suerte la mía.- Mascullé, sin saber qué haría con Noah. Llevarlo a la boutique era una mala idea. Siempre se aburría allí y no había con qué entretenerlo.- ¿Por qué todos deciden irse de viaje el mismo fin de semana?
- ¿Algún problema?- Inquirió Tim, acercándose por detrás y puso sus manos en mis hombros. Me dio un beso en la mejilla, asomándose sobre mi hombro. Me pareció una actitud de lo más tierna.
- Tengo que trabajar mañana y no tengo quién cuide a Noah.- Expliqué, mientras Greta se ponía su abrigo.
- ¿Por qué te ahogas en un vaso de agua?- Replicó Tim, risueñamente.- Yo lo cuidaré.
- ¿Lo harías?- Inquirí, esperanzada.
- ¿Acaso no pasa conmigo gran parte del día, de todos modos?- Su sonrisa era cálida y hacía que cualquiera de mis preocupaciones se desvaneciera.
- Gracias, Tim.- Susurré y me volví a Greta.- Problema resuelto.
- Perfecto, entonces. Nos veremos el lunes. Buenas noches, señora Matthews, señor Rice-Oxley…- Dijo, abriendo la puerta y saliendo hacia su viejo auto que segundos después traqueteaba por el camino.
Nos sentamos a cenar mientras hablábamos distendidamente y Noah masticó concienzudamente las papas al horno y el pollo (esta vez ni quemado ni echado a perder) que Greta había dejado para nosotros.
Una vez que terminamos, lavé los platos, dejando que Tim y Noah se acomodaran en el sillón y se prepararan para leer antes de ir a la cama. Habíamos comenzado El Hobbit y a Noah le entretenía aprenderse los estrafalarios nombres de los enanos. Leímos un capítulo entero y larguísimo, intercalándonos entre Tim y yo porque después de un rato parecía que se nos secaba la garganta de tanto leer.
- Cuando tenga un perro…- Bostezó Noah, quedamente, al mismo tiempo que Tim lo llevaba en brazos a su habitación.-… lo llamaré Bilbo.
- Es un bonito nombre.- Le dijo él, metiéndolo bajo las sábanas. Le alcancé su osito y le besé la frente.
- Duerme, cariño.
Cuando salimos del cuarto, apagando la luz antes de cerrar la puerta, ya estaba profundamente dormido.
- Tendrás que conseguirle ese perro tarde o temprano.- Murmuró Tim, sonriente.- O no te dejará en paz.
- Eso me temo. Pero no confío en que se ocupe de cuidarlo. Sólo jugará con él y yo tendré algo más de qué preocuparme.- Respondí, haciendo una mueca.
- Deberías dejar de preocuparte por todo, Allison.- Musitó, dulcemente. Se paró frente al ventanal y contempló la playa.- Vamos a caminar un poco.
- Está bien.- Concedí, buscando mi abrigo. El clima iba haciéndose más agradable con el paso de los días y la primavera estaba cada vez más cerca, pero aún hacía algo de frío y más por las noches.
Tim metió las manos en el bolsillo de su buzo blanco y verde y salimos a la playa. Observé como mis pies iban dejando huellas en la arena mientras caminábamos un poco en silencio, muy cerca de la orilla.
- ¿Por qué trabajas mañana?- Preguntó entonces.
- Trabajo casi todos los sábados, la diferencia es que la mayor parte de ellos Greta cuida a Noah.- Repuse, cruzándome de brazos para protegerme del viento.- Y esta vez estaré sola en la boutique, así que no me queda más remedio que ir.
- ¿Qué pasa con Annie?- Quiso saber, inclinándose a recoger una piedra de forma extraña.
- Parece que Richard la lleva de viaje a alguna parte.- Me encogí de hombros.- Estaba muy entusiasmada, así que no pude negarme.
- Hacía rato que no veía a Rich tan interesado por alguien.- Comentó, parándose frente al mar y jugueteando con la piedra en las manos. Me quedé junto a él.- Aunque lo cierto es que estoy tan hundido en mis propios problemas que casi no me importa cómo está él. Soy un maldito egoísta.- Arrojó la piedra con todas sus fuerzas y golpeó contra una ola, hundiéndose al instante.
- No creo que seas egoísta. Estás pasando por un mal momento.- Pateé un poco la arena y traté de apretarme más el abrigo. Hacía frío de verdad.
- Es mi amigo, Allison, y ya casi no le pregunto cómo está. Supongo que me acostumbré a ser el centro de atención, a que todos se preocupen por mí y quieran saber cómo estoy.- Explicó con desagrado.- En el camino olvidé que mis amigos también estaban viviendo cosas. Y me comporté como un idiota hace unos cuantos días, hasta lo eché de la casa.
- No seas tan duro contigo. Richard parece un buen tipo, no se enfadará, sabe que todo esto lo causa un problema mayor.
- Estoy harto de los problemas.- Masculló, molesto, y arrojó una segunda piedra al mar.
- Bueno, tengo noticias para ti.- Me miró con curiosidad.- Tendrás problemas toda tu vida, Tim. En eso se basa la existencia humana.
- Lo sé. Apesta, ¿verdad?- Comentó y me dedicó una sonrisa desganada. Suspiró, resignado.- ¿Por qué siempre estoy fastidiándote con mis problemas?
- ¿Porque soy la única a la que no echaste de la casa?- Bromeé y él me dedicó una mirada maliciosa.
- Muy graciosa. No puedo echarte, es tu casa.- Sonreí, pero él se puso serio.- Lo lamento, Allie.- Sorprendida, levanté la mirada hacia Tim. Era la primera vez que me decía así y, por alguna razón, una sensación rara me recorrió de pies a cabeza.- No quiero aburrirte con mis dramas. Estoy seguro de que tú debes tener los tuyos… aunque no me los digas.
Di unos pasos hacia la orilla y no respondí. Tim era agradable y estaba haciendo que mi vida fuera mucho más fácil… pero no podía contarle lo de Kevin. Simplemente no podía, y no sabía por qué.
- No me aburres.- Musité en voz baja, tras unos segundos. Supe que Tim sonreía apesadumbrado, aún cuando no lo estaba mirando. Y también sabía que se sentía decepcionado porque creía que no confiaba en él.
Empecé a regresar hacia la casa a paso lento y Tim me siguió. Como si necesitara distenderse y dejar atrás aquel momento de incomodidad, de malos recuerdos, de culpas y problemas, comenzó a correrme por la playa y yo escapé de él, riendo y olvidando que había algo que no me animaba a decirle.
Tim estaba aún algo adormilado cuando Allison dejó a Noah a su cuidado a la mañana siguiente. El niño, en cambio, estaba muy despierto y lleno de energía y tras devorarse un gran cuenco de cereal, empezó a preguntar qué iban a hacer para divertirse.
Tim lo miró somnoliento desde el borde de su taza de café.
- No lo sé.- Respondió, agarrando distraídamente una tostada.- Podemos seguir practicando con el piano, si quieres, pero primero me gustaría terminar de desayunar.
- Está bien, iré a buscar mis juguetes así podemos jugar más tarde.- Noah se bajó de la silla y se encaminó a la salida de la cocina. Pero se detuvo para mirarlo ceñudo.- Tú no vas a hacer el almuerzo, ¿o sí?
- ¿Por qué lo preguntas?- Murmuró Tim, extrañado.
- Porque no cocinas bien, Tim.- Dijo, como si le diera pena ser él quien tuviera que decirle la terrible verdad.- Tus spaghetti se me pegaban en los dientes.
- De acuerdo, de acuerdo, pediremos una pizza.- Replicó Tim, rendido y suspirando. Noah sonrió y él también.- Ahora ve a buscar tus juguetes.
Una vez que terminó de desayunar, se sentía mucho más despierto, de modo que retomaron las lecciones de piano donde las habían dejado. Noah era bastante bueno y ponía mucha atención. Quizás con un poco de práctica lograría obtener un gran talento y a Tim lo desconcertó darse cuenta de que se sentía orgulloso de él.
Hacia el mediodía oyeron un auto acercándose y luego unos golpes en la puerta, así que Tim dejó a Noah enfilando soldaditos en el piso de la sala y fue a ver quién era.
Al abrir se encontró con el sonriente rostro de Tom.
- ¡Hola, Timmy!- Exclamó con alegría mientras se deslizaba al interior.- Pensé que podíamos salir por ahí. ¿Estás ocupado?
- De hecho, sí.- Respondió éste, cerrando la puerta detrás de Tom.- Estoy cuidando a Noah.
- ¿Qué?- Farfulló Tom y rió en voz baja.- ¿Ahora eres niñera o qué?
- No seas estúpido, sólo le hago un favor a Allison.- Contestó, sin hacerle caso. Regresaron a la sala.- Noah, éste es mi amigo, Tom. Tom, él es Noah.- Ambos se saludaron y era evidente que el niño congenió al instante con Tom. Le dedicó una inmensa sonrisa y le tendió un soldadito de uniforme rojo.- Puedes quedarte con nosotros, pediremos una pizza. Cuando Allison regrese podemos ir a tomar algo por ahí.
- La pizza suena bien.- Masculló su amigo, dejándose caer en el piso junto al pequeño.- ¿Y bien? ¿Qué batalla es esta?
Tim se dio cuenta al instante de que los había perdido a ambos. Conteniendo la risa, observó como Noah y Tom enzarzaban a sus respectivos soldados en una apasionada lucha por un territorio imaginario. Retrocedió hasta el piano y se sentó, mitad a contemplarlos, mitad a trabajar un poco a pesar del bullicio.
Al rato llamó por teléfono a la pizzería y ordenó una pizza grande con mucho queso, tal como Noah le recalcó varias veces. Una vez que ésta llegó, se sentaron los tres en la sala a comerla, al mismo tiempo que veían una película en la televisión. Una verdadera tarde de hombres.
- Ya me cansé de jugar con los soldaditos, hagamos otra cosa.- Pidió Noah, cuando el almuerzo fue cosa del pasado.
- ¿Qué quieres hacer?- Preguntó Tom, ayudándolo a recoger el reguero de soldados caídos al suelo.- ¿Sabes jugar a las cartas?
- Tom, no es buena idea que un niño de su edad aprenda esos juegos.- Replicó Tim, frunciendo el ceño y Noah saltó sobre él.
- ¿Qué tiene de malo? Sólo jugamos.- Se colgó de su cuello y Tim no tuvo más remedio que sostenerlo entre sus brazos para que no cayera.
- No lo sé, presiento que a tu madre no le agradaría, así que mejor…- Explicó, pero el sonido de la puerta lo interrumpió. Extrañado, porque no esperaba a nadie más, fue a ver de quién se trataba.- Quizás tu mamá terminó temprano en la tienda.- Le comentó a Noah, echándole un vistazo al reloj al pasar.
Sin embargo, no veía razón alguna para que Allison golpeara la puerta en su propia casa. Normalmente, simplemente cruzaba el pasillo.
- Que bueno. Ahora podremos preguntarle si me deja jugar a las cartas con Tom.- Dijo entusiasmado. Tim abrió la puerta y sintió que se paralizaba por completo, tensando sus brazos alrededor de Noah, que frunció el ceño.- Ésa no es mi mamá.
- Jayne…- Susurró, casi sin aliento. Su mujer lo miró, desconcertada y tímidamente, mientras se restregaba una mano contra la otra como si estuviera nerviosa.- ¿Qué estás haciendo aquí?
¿Qué si era un espejismo? ¿Y si estaba imaginándola de nuevo? Pero lucía tan real… su cabello ondeaba levemente con la brisa y sus ojos lo recorrían con ansiedad y casi era capaz de aspirar todo su perfume aún a pasos de distancia…
- Yo…- Vaciló. Su voz le sonó dulce, casi sinfónica. Era maravilloso.- Necesitaba hablar contigo.
Él estaba petrificado. Verla de aquel modo, sin esperarla, sin aviso previo, sin poder prepararse para aquel encuentro lo había aturdido. Pero Noah lo regresó a la tierra, escondiendo el rostro en su cuello y susurrándole temblorosamente.
- ¿Quién es ella?- Quiso saber, con cierto temor.- No me gusta…
- Está… está bien, Noah.- Lo deslizó suavemente al suelo, sin quitarle la mirada de encima a su esposa.- Ve a la sala con Tom. Iré en un momento.
Noah huyó, como si Jayne lo espantara y Tim apenas oyó murmullos desde la sala que indicaban que Tom y él estaban hablando. Aún así, no comprendía las palabras. Ni siquiera entendía qué estaba sucediendo.
- ¿Quién es el niño?- Jayne rompió el silencio y su voz sonó tan asustada como la de Noah.
- Es Noah, el… el hijo de mi vecina. ¿Qué haces aquí?- Volvió a preguntar, sin dar más rodeos. Quería saber cuánto daño pensaba hacerle esta vez.
Pero, sorpresivamente, Jayne se largó a llorar.
- Jayne…- Musitó, sintiendo que su mundo se venía abajo. Detestaba verla llorar. Le rompía el corazón…- ¿Qué sucede?
- ¿Puedo pasar?- Sollozó ella.
Tim asintió y se hizo a un lado para que Jayne entrara en la casa. Su esposa se cubrió el rostro con una mano y lo siguió a la sala.
Tom lo miró asombrado al verlos. Se levantó de su lugar en el sillón y contempló alternativamente a uno y a otro. Noah se escondió detrás de él.
- Hola, Tom.- Saludó Jayne con cierta dificultad.
- Hola, Jayne…- Sin saber bien qué hacer, clavó la mirada en Tim, en busca de alguna respuesta.
Éste tardó unos segundos en reaccionar. Ni siquiera podía dejar de mirarla…
- Tom… ¿Por qué… por qué no vas a jugar con Noah? Necesito hablar con Jayne un momento.- Pidió cortésmente y le dedicó un gesto significativo.
- Claro.- Farfulló su amigo y se volvió a Noah.- Vamos, jugaremos un rato en tu casa, ¿qué dices?- Le ofreció su mano y el pequeño la tomó, aparentemente encantado de salir de allí. En menos de cinco segundos ambos se habían desvanecido, dejándolos solos.
Jayne seguía llorando y Tim le indicó que se sentara en el sillón. Estaba empezando a alarmarse. ¿Qué le había sucedido para estar así? Si alguien había osado tocarla…
Tim decidió reprimir la furia y prestarle atención. Entonces notó que la delicada mano de su esposa se deslizaba hacia la suya y la apretaba con fuerza.
- Necesitaba verte…- Murmuró ella a modo de explicación.
- ¿Vienes a pedirme que recapacite y contrate un maldito abogado?- De pronto, el miedo de que Jayne solo quisiera herirlo más lo superó.- Si es así, pierdes tu tiempo, Jayne. Lo haré cuando yo crea que…
- No.- Cortó, conteniendo el llanto.- No, Timmy, no es eso…
Mierda. El miedo de Tim se convirtió en terror. Mierda, no puede ser. Dios mío… va a decirme que está enamorada de otro tipo. Va a decirme que…
- Te extraño.- La dulzura de su tono interrumpió los pensamientos de Tim y él se sintió atontado.- Te extraño, Timmy.
- Yo…- Balbuceó. Quería decir algo. Cualquier cosa, pero… ¿qué estaba pasando?
- Lo sé… debes odiarme a este punto.- Dramáticamente, Jayne se levantó del sillón y empezó a dar vueltas de un lado a otro.- Soy una estúpida. Te lastimé tanto…
Tim sólo se quedó allí, sentado, intentando que sus neuronas se pusieran a trabajar para poder comprender lo que Jayne estaba diciendo.
- Me precipité.- Iba y venía, sin detenerse a mirarlo siquiera.- Me precipité al creer que sabía exactamente lo que quería. Pero estaba tan confundida que no podía pensar con claridad… y creí que si buscaba un cambio en mi vida, entonces…
Tim la seguía con la vista silenciosamente. Empezaba a marearse. La pizza se revolvía en su estómago.
- ¡Pero estaba equivocada!- Repentinamente, su paseo cesó. Se arrodilló en el suelo frente a Tim y le puso las manos en las rodillas.- Cambié lo único que me gustaba de mi vida. Tú.
Mostrando una reacción tras lo que pareció una eternidad, Tim parpadeó.
- ¿Yo? ¿Jayne, es una broma?- La incredulidad bañaba su tono.- ¿No recuerdas nada de lo que me dijiste? ¿Qué pasó con eso de que no me amas o eso de que no tendrías hijos conmigo o…?
- ¡Soy una tonta, Timmy!- Exclamó, dolida.- Una tonta ciega, que no supo ver que lo mejor de su vida estaba justo frente a sus ojos.
Tim se levantó, sintiendo cómo la ira hacía que su cuerpo vibrara. Jayne se apartó a tiempo para que no la pisara.
- ¡Y necesitaste hacerme mierda en todas las formas posibles para darte cuenta de ello!- Gritó, sin poder creer lo que estaba oyendo.- ¡Necesitaste decirme todas esas cosas espantosas para darte cuenta de que soy lo único que quieres!
Jayne lloró con más fuerza.
- Por favor, escúchame…- Suplicó débilmente.- Mi intención no era lastimarme, era saber qué quería hacer. Pero me equivoqué. Nunca antes me he sentido tan sola, Tim, nunca. Y entendí que nunca antes me había sentido así porque tú estabas a mi lado…
Tim sintió que su corazón latía enloquecido. Tal vez estaba alucinando. Tal vez Jayne le estaba diciendo las cosas más horribles del mundo pero su cerebro las transformaba de modo que él ya no sufriera más. Tal vez era algún mecanismo anti-dolor al que reaccionaba su organismo.
- Dilo ya, Jayne.- Masculló, dándole la espalda. Si iba a hacerlo mierda una vez más, mejor que lo hiciera de una vez.- Dime otra de tus frases hirientes de una vez y termina tu trabajo. Eso es lo que vienes a hacer, ¿o no? No se trata de decir que me extrañas. Dirás “te extraño, pero encontré a otro hombre al que amo más” o…
Jayne lo tomó del brazo y lo obligó a volverse. Antes de que pudiera hacer nada, lo atrajo hacia ella y lo besó. Tim sintió que su cuerpo se aflojaba y respondía al de ella. Era su esposa y estaba besándolo. Era su esposa y había regresado a él…
- Jayne…- Su voz sonó casi como un gemido de deseo cuando sus labios se separaron. Se dio cuenta de que tenía los brazos enroscados en su cintura y que la mantenía apretada contra él.- Dime que se acabó. Sólo dime que se acabó todo este asunto y yo olvidaré que alguna vez pensaste que no me amabas…
La respuesta de Jayne fue besarlo nuevamente. Fue exigente y lleno de necesidad, como si quisiera demostrarle realmente cuánta falta le hacía.
Todas esas semanas, todos esos meses, todas esas noches llorando como un idiota pensando en la mujer que había perdido se borraron de la mente de Tim en cuanto Jayne deslizó las manos bajo su camisa y rozó su piel. El concepto de sufrir le parecía imposible al sentir cómo su deseo se encendía en respuesta al de ella.
Deslizándose levemente hacia abajo, la levantó por las caderas sin despegar sus labios ni un segundo y la obligó a rodearle la cintura con las piernas. Se aferró a su cuerpo con avidez y la condujo a su habitación apresuradamente, donde la dejó caer en la cama con una desesperación que no había sentido en mucho tiempo.
Y allí mismo, sin esperar un segundo más, Tim Rice-Oxley le hizo el amor a su esposa. Y mientras sus cuerpos desnudos se reencontraban, él supo que todo iba a estar bien. Muy bien.
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