Observé de reojo a Annie mientras cerraba la caja registradora y le ponía llave. Estaba arreglándose el cabello corto y rubio descuidadamente con las manos, mirándose en un gran espejo art decó colgado en una de las columnas de madera del centro de la tienda.
- ¿Vas a alguna parte?- Pregunté, para arrepentirme al instante. Quizás se le ocurriría pedirme que la acompañara, aunque no creía que fuera a hacerlo después de la última vez en que yo había reaccionado como un basilisco.
- De hecho, sí, voy a ir a cenar.- Respondió con entusiasmo, volviéndose a mirarme. De seguro iba a invitarme y yo tendría que pensar en una excusa para…- Tengo una cita.
- Ah.- Mis pensamientos se cortaron con brusquedad. Había salido airosa de la situación, pero me sentía un poco rara.- Qué bien.
- Debe estar por llegar en cualquier momento.- Comentó, regresando la atención a su reflejo. Se estudió con minuciosidad y, tras darse por satisfecha, caminó hacia el mostrador.
Lo cierto era que no tenía necesidad de preocuparse tanto por su aspecto: Annie era la clase de chica que se ve fantástica sin hacer ningún esfuerzo. De seguro había hombres haciendo cola para invitarla a salir…
Decidí que tenía que hacer otro comentario cortés al respecto si no quería pasar por una amargada que no se interesaba en la vida de lo que más se acercaba a un espécimen de amistad.
Pero no tuve tiempo de agregar nada más: un sonido desde la calle nos distrajo, como un motor deteniéndose de a poco. Al mirar hacia la entrada vimos un auto azul estacionando y Annie esbozó una sonrisa nerviosa.
- ¿Cómo me veo?- Inquirió, poniéndose erguida y contemplándome con ansias. Jamás la había visto de ese modo y supuse que el tipo le gustaba de verdad.
Me esforcé por dedicarle una sonrisa auténtica.
- Tan bonita como siempre, Annie, deja de preocuparte.- Contesté con calma.
Ella vaciló, pero finalmente se acercó más a mí de manera cómplice y sin poder disimular la exaltación.
- ¿Puedo pedirte un favor, Allison?- Dijo con prisa y yo asentí. Las luces del auto se habían apagado y un hombre bajaba rápidamente de él para dirigirse a la puerta de la tienda.- Sé amable con él, creo que es un buen tipo.
Sus palabras me pusieron alerta y no me extrañó ver que dos segundos más tarde el amigo de Tim Rice-Oxley entraba a mi boutique. Annie se alejó de mí luciendo una preciosa sonrisa y fue a recibirlo.
- ¡Hola, Richard!- Exclamó con alegría. Tras un instante de duda, ninguno de los dos se acercó a besar la mejilla del otro. Verlos desde afuera era como ver a dos adolescentes que tienen una cita por primera vez.
- Hola, Annie.- Le sonrió, algo azorado y luego miró en mi dirección.- Hola, Allison.
- Hola.- Respondí casi a regañadientes. Observé a Annie, que me dedicó una mirada suplicante y decidí que podía ser un poco más amable. Parecía que realmente le gustaba Richard.- ¿Cómo estás?
- Muy bien, gracias.-Dijo con voz agradable.- Es una bonita noche, pero hace algo de frío.
- Abríguense al salir.- Aconsejé, como si estuviera sermoneando a Noah. A veces me sentía más vieja que el resto de la gente de mi edad…
- Sí, claro. ¿Necesitas ayuda o…?- Masculló Annie, echando un vistazo a la tienda, al mismo tiempo que se acomodaba su largo abrigo con la ayuda de Richard. En sus ojos oscuros se leía claramente el deseo de irse de allí con él lo antes posible.
- No, no, todo está bien. Terminaré de acomodar aquí y me iré a casa. Sólo pon el letrero de cerrado cuando salgas.- Pedí y me asombró mi capacidad de mostrarme amable frente a alguien que me causaba rechazo.
- ¿Necesitas que te lleven a casa?- Quiso saber Richard de inmediato.- Podemos dejarte allí antes de ir al restaurante. Nuestra reserva no es hasta…
- Descuida.- Interrumpí tratando de dedicarle una sonrisa cálida.- Tengo mi auto. Ustedes diviértanse.
- Lo haremos.- Farfulló Annie con picardía, provocando una risa tímida de su nuevo amigo.- Te veré el lunes, Allison.
- Adiós.- Murmuré distraídamente mientras ellos salían de la tienda. Richard se despidió con una suave inclinación de cabeza y la sonrisa bailoteando en sus labios.
De inmediato, una vez que me quedé sola en la silenciosa tienda, cualquier rastro de amabilidad o calidez se extinguió y volví a ser yo misma.
O al menos aquella Allison en que me había convertido dos años antes.
Annie y Richard salieron de la boutique y él se apresuró a acercarse a su auto para abrirle la puerta.
- ¿Por qué no caminamos?- Propuso ella, reteniéndolo por un brazo.
- ¿No tienes frío?- Rich la miró con el ceño fruncido.
- Estoy bien. Me gusta caminar y el restaurante no queda muy lejos de aquí.- Respondió, encogiéndose de hombros y sin esperar a que él dijera nada, empezó a andar en la dirección correcta.- Me alegra que me llamaras.
- No te alegres tan pronto. Quizás soy el tipo más aburrido del mundo.- Bromeó, alcanzándola. Le echó un vistazo y sonrió: estaba muy bonita, con un abrigo azul oscuro y una bufanda negra alrededor del cuello.- Estás muy linda.- Añadió sin poder evitarlo y se dio cuenta que sonaba igual que en la secundaria.
Annie soltó una risita.
- Gracias.- Le devolvió la mirada.- Tú también.
- Gracias.
Caminaron un poco sin decir nada. En cierto modo, ambos morían de ganas de decir miles de cosas y de averiguar otras tantas, pero el silencio los envolvía de un modo tan agradable que ninguno de los dos se animó a quebrarlo.
Richard estaba bastante azorado. No era la primera vez que tenía la suerte de llevar a una chica tan hermosa a cenar, pero con Annie parecía una experiencia diferente. Quizás era esa magnífica y arrolladora personalidad que saltaba a simple vista con sólo verla. Tenía muchos deseos de acercarse un poco más, pero no se animaba. De todos modos, segundos después Annie tomó la iniciativa, enredando su brazo alrededor del de él. Richard llevaba las manos en los bolsillos y los dedos enguantados de Annie se posaron suavemente sobre su codo.
- Debería haber traído el auto.- Comentó, al ver cómo el frío clima hacía que sus pausadas respiraciones crearan un humo en torno a sus rostros.- Vas a enfermarte.
- Genial. Allison me dará unos días libres.- Exclamó ella con entusiasmo y Rich no pudo más que reír.
- Estás loca.- Murmuró observándola maravillado.
- Y me encanta.
El restaurante ocupaba una preciosa esquina del pueblito de Bexhill-On-Sea. Era agradable y simple y a Richard le agradó descubrir que el lugar que ella había escogido para que la llevara no tenía nada de presuntuoso o estrafalario. A cada segundo que pasaba y cuantas más cosas descubría sobre Annie… más le gustaba.
Su mesa estaba ya preparada y la alegre concurrencia de los sábados en la noche creaba un bullicioso pero tranquilo trasfondo, mezclado con música que surgía de alguna parte cerca de ellos. Los pisos de madera lustrados pero gastados por el paso del tiempo resonaban con las pisadas de las camareras y los clientes que iban y venían constantemente. Las amplias ventanas desplegadas todo a lo largo del lugar otorgaban una fantástica vista del pueblo nocturno y de su calma habitual. Los manteles a cuadros rojos y blancos contrastaban con la madera predominante del lugar y el resultado era de lo más agradable.
- ¿Te gusta?- Inquirió Annie, que había estado observándolo mientras estudiaba el lugar con sus ojos celestes.
- Es increíble.- Contestó, levantando la mirada hacia el techo, que tenía un exquisito entramado de vigas.- Simple, pero espectacular al mismo tiempo.
- Y la comida es de lo mejor.- Agregó ella, tomando un menú que la camarera acababa de dejar a su lado.
- Perfecto, porque me muero de hambre.- Richard la imitó.
La mayor parte de las veces en que había llevado a una mujer a cenar, Richard se había encontrado con que buscaban algún tipo de glamour al salir con el baterista de una banda y que se desilusionaban al descubrir que era un tipo de lo más común. Pronto tuvo la sensación de que con Annie no le sucedería eso. Para empezar, se sentía inusualmente cómodo a su lado. Y, además, ella se apresuró a ordenar una cerveza y una porción de papas fritas, en lugar del vino de rigor y la comida más sofisticada que estaba causando que Richard pensara que todas sus citas eran iguales.
- Amo las papas fritas. Son mi debilidad.- Dijo Annie riendo, cuando Rich la miró sorprendido. No recordaba haber salido antes con una mujer que comiera ese tipo de cosas sin culpa alguna. Sin embargo, Annie parecía la clase de mujer que es bella por naturalidad y no por comer algo o no, o por ejercitarse como una desquiciada siete días a la semana.- Y no sé tú, pero me comería una buena pizza. Con mucho queso.
Rich miró a la camarera sintiéndose de muy buen humor.
- Una pizza, entonces. Y yo también tomaré cerveza.- Le dijo con amabilidad y la mujer se retiró tras asentir con la cabeza.- Nunca había comido pizza y papas fritas.
- No tienes idea de lo que te estás perdiendo.- Musitó ella, inclinándose sobre la mesa, lista para entablar conversación.- Y, además, yo no dije que podrías comer de mis papas fritas.- Bromeó.
Una vez más, Richard rió.
Mientras aguardaban, le pidió que le contara algo sobre ella. De modo que Annie se explayó en un resumen de su vida, que no resultó ni largo ni tedioso. Quizás era esa voz tan dulce o que no estaba diciendo nada tonto lo que cautivó la atención de Rich. Y cuánto más le contaba, más ávido de ella se sentía: quería saberlo todo. Desde su color favorito hasta su tipo de sangre. Jamás había sentido tanto interés por nadie.
Annie había vivido desde que naciera en Bexhill y a Richard no le sorprendió, dado que parecía que todo el mundo la conocía. La saludaban de forma familiar todo el tiempo y ella respondía con la misma jovialidad a todos. Había cumplido veintiséis años unos pocos meses atrás, tenía una pequeña casita no muy lejos de allí, que compartía con su gata Georgia, era vegetariana y le gustaba coleccionar calcomanías de distintas ciudades a las que viajaba.
- Hasta ahora no he salido de Inglaterra, pero no pierdo las esperanzas.- Musitó, llevándose a la boca un pedacito de pizza.- Algún día tendré la oportunidad de visitar Berlín, Roma o París… pero por ahora me conformo con que mi calcomanía más presuntuosa sea la de Leeds: es lo más lejos que he llegado.- Hizo una pausa para comerse una papa frita y Richard la miró sobre el borde de su vaso de cerveza. Estaba pensativa y adorable.- Mm… ¿qué más? Tengo un hermano mayor que vive en Londres. Está casado, tiene dos niños y los visito de vez en cuando. Pero ya me cansé de hablar de mí: eso es historia repetida, ahora quiero saber de ti.
Era irresistible y Rich se dio cuenta de que esa chica le estaba llegando más rápido y más fuerte de lo que había creído.
Así que se embarcó en un relato similar al de Annie. Le contó todo lo que ella quiso saber y, si bien se mostró interesada en saber más sobre la banda y su trabajo, era probablemente la primera a la que no impresionaba y que le daba a ello el lugar que le correspondía. Después de todo, había más de Richard más allá de Keane y Annie parecía consciente de ello.
La velada pasó volando y ninguno de los dos fue consciente de la noción del tiempo hasta que vieron que eran de los últimos que quedaban en el restaurante. La estaban pasando genial juntos, no habían parado de hablar ni un momento y no se habían aburrido ni un solo segundo.
- Odio decir esto, pero debería ir a casa.- Masculló Annie, mostrándose poco alegre por primera vez en toda la noche.- Hoy me levanté temprano y mañana me visitará mi hermano… aunque en realidad lo que quiere es que cuide a los niños para que él pueda irse a ver el fútbol a un bar.
- Descuida.- Repuso él suavemente, mientras se ponían de pie y la ayudaba a colocarse nuevamente su abrigo.- Podemos seguir con nuestra charla sobre el daltonismo otro día.
- Claro que sí.- Asintió ella riendo.- Aún no entiendo que no veas la Navidad. ¡Eso es muy cruel!
- No se ve tan mal como crees.- Murmuró, también sin poder contener la risa.
Salieron del restaurante y comenzaron a caminar por las tranquilas y solitarias calles heladas. Hacía mucho más frío que antes, pero de pronto los dos parecían haberse vuelto algo tímidos porque se mantenían bastante apartados uno del otro.
- Te acompañaré a tu casa.- Dijo Rich y una bocanada de humo se escapó de entre sus labios. Ella lo guió como si fueran de regreso a la tienda, pero dobló en una esquina algunas calles antes.
- Aquí es.- Informó poco después, señalando una casita pequeña pero de aspecto acogedor. Ambos se pararon en la entrada.- Me queda cerca de todo. No puedes decir que no sea cómodo.
- No tienes excusa para llegar tarde al trabajo.- Replicó Rich sonriente.
- Créeme, me las ingenio para inventarme algo de vez en cuando.- Bromeó y Richard notó el diminuto hoyuelo que se le formaba junto a la boca al sonreír. Le pareció perfecto.
El silencio recayó sobre ellos nuevamente. Se estaba muriendo de ganas de besarla, pero no se animaba a hacerlo. Jamás se había sentido tan nervioso antes y maldecía que le tocara justo con Annie.
- Gracias, Rich. Fue una noche hermosa.- Dijo ella entonces y se molestó consigo mismo al darse cuenta de que ya se estaba despidiendo y él no lograba acercarse ni un paso.- Lo pasé muy bien.
- Yo también.- Logró decir, aún tratando de conseguir una reacción.
- Buenas noches.- Le dedicó una última sonrisa y se volvió para entrar a la casa.
- Buenas noches, Annie, que descanses.- Susurró quedamente y la observó entrar y cerrar la puerta tras de sí.- Maldita sea.- Agregó para sí mismo, dándose vuelta y deshaciendo el camino para ir en busca de su auto.
Estaba a punto de llegar a la esquina cuando sintió unos pasos detrás de él y miró sobre el hombro, quizás sólo como un acto reflejo. Pero se detuvo por completo al ver que Annie se apresuraba hacia él nuevamente.
- ¿Qué sucede? ¿Todo está bien?- Preguntó preocupado.
- Sí, sí.- Masculló ella, que tenía el abrigo a medio desabrochar.- Todo está bien, Rich.- Añadió y, poniéndose en puntitas de pie, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó.
Richard reaccionó al instante al sentir los cálidos labios de Annie contra los suyos. La tomó por la cintura y la estrechó con delicadeza.
Fueron tan sólo unos segundos, pero ambos sintieron el electrizante calor que corría entre ellos. Annie se separó y lo miró a los ojos, con una sonrisa tierna.
No dijo una sola palabra. Se volvió y regresó hacia su casa, mientras Richard la contemplaba sonriente, con las manos en los bolsillos y una dicha en el corazón que estaba a punto de hacerlo explotar.
En su prisa por alcanzarlo, Annie había salido de la casa dejando las puertas abiertas. Antes de llegar a la entrada, se inclinó y levantó del suelo algo gordo que hizo un ruido como de cascabeles.
- Vamos a casa, Georgia.- Susurró y las dos se perdieron en el interior, dejando a Richard solo en la helada noche, pero sin sentir en lo más mínimo el frío invernal que caía sobre él.
Los domingos tendían a ser los peores días de la semana. Libre del trabajo, me veía obligada a buscar otras cosas que me distrajeran. Cualquier cosa que mantuviera mi cabeza lejos de aquellas cuestiones que me llevaban a un estado depresivo irrevocable. Cualquier cosa que hiciera pasar el tiempo un poco más deprisa.
Afortunadamente, ese día contaba con una buena pila de recibos que debían ser contabilizados y archivados y ya le había prometido a Noah que en cuanto acabara lo llevaría al parque y quizás a comer una hamburguesa. Mientras tanto, se entretenía pateando concienzudamente una pelota de fútbol en la playa y yo levantaba la vista de mis papeles frecuentemente para vigilarlo. A duras penas podía moverse por la cantidad de ropa y abrigo que le había hecho ponerse debido al inclemente frío que hacía afuera y era bastante gracioso ver cómo corría tras la pelota, tambaleándose como un muñeco de nieve.
Ya no había vuelto a darme problemas, lo cual era un gran alivio, pero no podía quitarme de la mente las palabras de Rice-Oxley cuando me dijera que mi hijo se sentía solo y que por eso acudía a él. Ciertamente, yo no ignoraba que mi trabajo consumía buena parte de mi tiempo, pero muchas veces simplemente necesitaba que así fuera.
Nunca había sido una verdadera trabajadora compulsiva, pero nunca antes me había encontrado tampoco con el hecho particular de sentir un intenso e insoportable dolor cada vez que tenía unos pocos minutos libres en que dejaba que mis pensamientos vagaran sin control. Siempre me había tomado las cosas con calma y al salir de la universidad apenas sí había realizado algún que otro proyecto de decoración de interiores, hasta que lo había dejado al quedar embarazada de Noah.
El más detallista y obseso había sido Kevin, pero también había sabido buscar sus momentos para dedicarle a su arquitectura. Trabajaba incansablemente cuando estaba solo y a veces también por las noches, cuando todo estaba silencioso y el bebé y yo dormíamos. No podía estar tranquilo hasta que no acababa con una obra, un diseño o un plano. Sentía que no podía descansar hasta que todo estuviera en su lugar. Sin embargo, jamás descuidaba a su familia, pero yo sí lo estaba haciendo. Me concentraba más en no sufrir por su ausencia que en compartir tiempo con Noah o llevarlo de paseo o a casa de un amigo o… o lo que fuera. Casi podía oír los reproches de Kevin en mi cabeza. Estaba segura de las palabras exactas que emplearía para reprenderme por dejar que su muerte me afectara tanto como para descuidar a nuestro hijo.
Lo cierto era que muchas veces no era consciente de ello hasta que era tarde y gente como mi nuevo vecino tenían que puntualizarlo para abrirme los ojos. Y, aún así, tampoco podía alejarme de la rutina y la seguridad de trabajar. Era la única protección que me quedaba…
Levanté la mirada de un recibo que detallaba la compra de un aparador de roble estilo francés y la dirigí a la playa para asegurarme de que Noah no se alejaba demasiado. A simple vista, no pude verlo y suspiré, cansada. No era fácil controlar a un niño de cinco años con tanta energía…
- ¡Noah, te dije que te quedaras donde pudiera verte!- Grité con fuerza para que pudiera oírme desde la casa. Me quedé unos segundos esperando a verlo aparecer nuevamente en mi campo visual, pero no lo hizo, de modo que me puse de pie, segura de que no me había escuchado.
Fui hacia el balcón y salí a la playa. Al mirar alrededor, noté enseguida que no se encontraba allí. ¿Dónde se había metido?
Furiosa, pensé que lo más seguro fuera que me hubiera desobedecido para ir a visitar a Tim y yo no podía creer que ese tipo fuera tan idiota para darse cuenta de que…
Pero fue entonces cuando vi que su pelota estaba flotando en el mar, alejándose más y más sobre la cresta de las embravecidas olas.
Llevaba quizás dos horas tratando de tocar una melodía decente, pero sin llegar a conseguirlo. Las notas se rebelaban cuando sus dedos presionaban las teclas y Tim ya estaba empezando a sentirse frustrado.
Miró hacia la playa, bufando molesto. Desde que viera a Jayne esa semana estaba hecho un absoluto inútil. No había podido trabajar, pensar, dormir ni sentirse medianamente bien. Estaba malhumorado, herido y desganado. Y, por primera vez, la música no parecía un escape al alcance de la mano.
Observó a Noah corretear detrás de una pelota de fútbol, un poco más allá. Llevaba un buen rato jugando y Tim le echaba un vistazo de vez en cuando para asegurarse de que no se metiera en problemas. Sintió el impulso de ir a jugar un poco con él, pero tampoco estaba de ánimos para aguantar a Allison más tarde.
Se levantó lentamente y fue hacia la cocina. Puso a calentar algo de agua y buscó una taza donde preparar té. No creía que eso fuera a despejarlo, pero era mejor que quedarse allí, nulo, aburrido, sin hacer nada más que mirar a un niño corretear de un lado a otro.
Se apoyó contra la mesada con los brazos muy abiertos y hundió la cabeza entre los hombros. No tenía idea cómo iba a lograr salir adelante. El día anterior el abogado de Jayne lo había llamado por teléfono y lo había instado a buscar su propio representante legal para poder detallar las condiciones y consecuencias del divorcio. Tras responderle al hombre que él no necesitaba ningún abogado, había cortado y se había negado a atender ninguna otra llamada por el resto del día. El resultado fueron varias llamadas en su contestador en las que Tom y Richard le preguntaban dónde se había metido y amenazaban con ir a buscarlo si no daba señales de vida.
Ja. Señales de vida. ¿De qué vida?
Definitivamente Jayne había terminado de arrebatarle todo en su último encuentro y ahora se limitaba a arrastrarse por la casa como un zombi, buscando algo con que matar el tiempo. ¿Pero haciendo tiempo para qué? ¿Qué era lo que estaba esperando?
El agua hervía bulliciosamente y Tim se acercó a servirla con un suspiro. Removió el té distraídamente con la cuchara y volvió a hundirse en sus sombríos pensamientos, de los que fue arrancado de golpe cuando oyó un grito.
Frunció el ceño. ¿Lo había imaginado o realmente acababa de oír algo? Tenía la sensación de que últimamente se imaginaba demasiadas cosas… como su inexistente reconciliación con su esposa.
Fue hacia la sala y vio que Allison había salido de su casa y se encontraba en la playa, mirando a un lado y otro. Noah había desaparecido y Tim se preguntó si el niño estaría jugando a las escondidas con su madre, lo cual sería un cambio, para variar.
Entonces descubrió, con horror, la pelota que flotaba en el mar, al mismo tiempo que Allison hacía el mismo descubrimiento. Lo que ella no fue capaz de ver desde su lugar fue un pequeño bracito agitándose desesperadamente en el agua…
Pero Tim lo vio y sintió que se quedaba sin aire.
- ¡Noah!- Grité desesperada, sintiendo que la garganta se me abriría en dos. Corrí hacia la orilla, sin dejar de mirar hacia todas partes, esperando verlo aparecer sano y salvo en alguna parte. Pero al mismo tiempo un terror impaciente se apoderaba de mí, mientras escrutaba tanto la playa como el agua, sin ser capaz de ver nada en absoluto.
Escuché unos pasos apresurados detrás de mí y me volví casi saboreando el alivio, pero el alma se me cayó al suelo cuando vi que se trataba de Tim y que iba a toda velocidad hacia donde yo me encontraba.
- ¡Quédate donde estás, Allison!- Exclamó al pasar y se internó en el mar helado en el preciso momento en que las olas se rebatían subiendo y bajando y una cabecita empapada emergía con dificultad.
- ¡Noah!- Volví a gritar, aterrorizada. Di unos cuantos pasos hacia delante y entonces se hundió nuevamente. Dejé escapar un alarido de angustia y me dispuse a seguir a Tim hacia el agua.
- ¡No te muevas!- Dijo éste, sin voltearse a verme y yo me quedé paralizada de miedo en la orilla, sintiendo el agua casi congelada golpeando mis tobillos.
Tim se arrojó en cuanto el nivel del mar fue lo suficientemente profundo para nadar y lo perdí de vista unos segundos. Apenas alcanzaba a verlo dar largas brazadas y dirigirse al lugar donde Noah acababa de desaparecer. Una crisis nerviosa se apoderó de mí impidiendo que me moviera y yo sentí el mismo amargo dolor que había experimentado dos años antes. No… no podía perder a Noah. No podía perderlo…no lograría soportar si algo le pasara…
Deseaba arrojarme al mar e ir a buscarlo, pero el poco sentido común que me quedaba en ese instante me dijo que eso sólo le complicaría más las cosas a Tim. No tenía más alternativa que aguantar allí parada, elevando una plegaria y esperando ser oída.
No había pasado ni un minuto cuando lo vi reincorporarse, llevando entre sus brazos un bulto apretado que se aferraba a su cuello con fuerza. Las lágrimas inundaron mis ojos al verlos y me apresuré a salirles al encuentro.
- Hay… hay que llevarlo adentro.- Masculló Tim, con el labio inferior temblando violentamente.
Asentí rápidamente y me apresuré a regresar a la casa y mantener la puerta bien abierta para que pudiera pasar con Noah en brazos. Ambos chorreaban agua de pies a cabeza y sin esperar un segundo, Tim se encaminó a la chimenea encendida. Me arrodillé junto a ellos y tomé a Noah entre mis brazos.
- Cariño… cariño, ¿estás bien? Dime algo.- Murmuré ansiosa. Sentía su respiración entrecortada en mi mano, pero tenía los ojos cerrados y no hacía más que temblar.
- Necesita calor…- Farfulló Tim con la voz tiritando tanto como su cuerpo.- Rápido…- Se acercó a Noah nuevamente, dejándose caer en el piso junto a la chimenea.- Un baño caliente…
Reaccioné al instante. Dejé a Noah con él y corrí hacia el baño más cercano. Abrí el grifo de agua caliente de un manotón y puse mi mano debajo. No me consideré satisfecha hasta que el agua pareció quemarme la piel y sólo entonces puse el tapón en el fondo y dejé que empezara a llenarse, impaciente.
Fui en busca de Noah cuanto antes y encontré que Tim estaba sosteniéndolo y frotándole la espalda concienzudamente con una mano, en un vano intento por darle algo de calor. Mientras tanto, el niño escupía agua compulsivamente.
Tim se puso de pie al verme regresar y lo levantó en brazos para llevarlo. Me siguió con rapidez por el pasillo y lo dejó caer en el agua, que pareció despertar al pequeño de golpe. Me agaché junto a él para tenerlo y Tim se apoyó tembloroso contra la pared.
- Tienes que quitarle… la ropa fría.- Musitó, tragando saliva. Le obedecí de inmediato y cerré el grifo al ver que la bañera llegaba a su tope. Ayudé a Noah a que se sumergiera en el agua casi hirviendo, a pesar de sus quejas y traté al mismo tiempo de calmarme a mí misma. Estaba tan alterada que dudaba poder ser de ayuda realmente.
A medida que el rostro de Noah iba cobrando un color más normal logré recuperar el aire, aunque la angustia causada por el mal momento se había impregnado en mi pecho.
- Sólo quería recuperar mi pelota, mami.- Susurró, cerrando los ojos, de modo casi inaudible.
- Por Dios, Noah, no vuelvas a hacer algo así.- Dije con la voz afectada.- Nunca. ¿Estás bien?
- Sí…- Abrió los ojos y se acercó a mí. Su cabeza mojada mojó mi hombro al querer apoyarse contra él.- Pero Tim se puso pálido, mami…
Recordándolo súbitamente, miré hacia atrás y vi que se sostenía contra la pared, con el cuerpo temblando bruscamente y la respiración acelerada.
- Quédate aquí, Noah, no te muevas.- Ordené, poniéndome de pie. Fui hacia Tim y lo tomé por un brazo. El frío que pasó hacia mi mano me congeló.- Tim…
- Estoy… estoy bien.- Musitó, con los dientes golpeteándose entre sí.- Yo…
- Vamos, a duras penas puedes moverte.- Repuse y su camisa empapada me mojaba la mano.- Tienes que quitarte esto cuanto antes o te dará hipotermia.
Noté que le costaba moverse, así que lo aferré con fuerza.
- Vendré en un momento, Noah. Grita si me necesitas.- Mascullé mientras lo sacaba del baño. Llegamos a la sala con gran dificultad y sólo atiné a acercarlo a la chimenea porque me parecía que hasta allí era capaz de llegar. Tomé la manta que estaba sobre el respaldo del sillón y di un paso hacia él.- Tienes que quitarte la ropa mojada.
Él asintió, aunque quizás no había sido más que otro temblor de su cuerpo en reacción al inminente congelamiento. Sus manos subieron hasta su pecho, pero fue imposible que sus dedos se movieran para desabrocharse la camisa.
- Déjame hacerlo.- Pedí suavemente y me acerqué más a él. Estiré las manos y desabroché con rapidez los botones, para deslizársela por los hombros y arrojarla al suelo tan pronto como pude. Le puse la manta alrededor del cuerpo y le froté los brazos sobre ella, tratando de infligirle algo de calor. El frío pasaba aún a pesar de lo grueso de la tela.- Dios, estás helado…
- ¡Mamá!- El grito de Noah quebró el silencio de la casa y el miedo de su voz me puso rígida.
- Ve… con él...- Balbuceó Tim y tras dudar un segundo, lo dejé y volví corriendo al baño.
Noah se aferraba al borde de la bañera, con los ojos hinchados por las lágrimas.
- ¿Qué pasa, cariño?- Pregunté, inclinándome y abrazándolo con dificultad.
- No me dejes solo, mami… no me dejes solo en el agua…- Respondió angustiado y aferrándose a mí con fuerza.
- Ssh, tranquilo, ya estoy aquí.- Susurré, sacándolo de la bañera y apresurándome a envolverlo con todas las toallas que tenía a mano. Lo presioné contra mi cuerpo y le besé la frente.
Lo llevé hacia la sala y descubrí que Tim había desaparecido, dejando la camisa mojada en el suelo y un reguero de agua que evidenciaba que había vuelto a salir de la casa, atravesando el balcón hacia la suya.
Hice el ademán de ir tras él para asegurarme de que estuviera bien, pero recordé que tenía a Noah encima y que tenía que abrigarlo cuanto antes o se enfriaría de nuevo.
Sonreí entre lágrimas al estrechar a mi hijo entre mis brazos otra vez. Mi plegaria definitivamente había sido oída: habían puesto a Tim Rice-Oxley en mi camino.
****************************************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario