- ¿Por qué tengo la sensación de que vas a mudarte al medio de la nada?- Preguntó Richard con cierta preocupación, mientras miraba por la ventanilla del auto de Tim, que iba conduciendo con aspecto relajado por los caminos de Bexhill ensombrecidos por la frondosidad de los árboles.
- No me mudo al medio de la nada, Rich.- Repuso con calma.- La casa es preciosa y me darás la razón cuando la veas.
Tim se sentía mucho mejor de lo que se había estado sintiendo últimamente. Si bien no estaba recuperado del todo, al menos tenía la impresión de que podía lidiar con el dolor… bueno, al menos gran parte del tiempo.
Era una preciosa mañana de lunes. El sol brillaba bien alto entre las nubes esponjosas y el cielo celeste e impoluto. Hacía bastante frío, pero era agradable sentir los rayos del sol sobre el rostro.
Tom iba en el asiento de atrás, asomado entre los delanteros. Tenía los codos apoyados sobre los respaldos de Tim y Richard y miraba alrededor con muchos menos reparos que su amigo. Tom, a cambio de Rich, veía el mundo de un modo más simple.
- Me muero de hambre.- Comentó, acomodándose su fina bufanda negra sobre el cuello.- ¿Tienes algo para comer en la casa, Tim?
- Ni siquiera tengo muebles, Tom.- Respondió y los otros dos lo vieron esbozar la primera sonrisa auténtica en meses. Parecía entusiasmado con la inminente mudanza.- Ni refrigerador, ni nada. Así que si quieres comer tendrás que esperar a que vayamos al centro.
Tom refunfuñó un poco pero sus amigos no le hicieron caso. Richard volvió a mirar a Tim mientras éste tomaba una curva.
- ¿Para qué quieres ir al centro?- Quiso saber con interés.
- Pensaba en ver algunos muebles. Ya no tengo mucha intención de quedarme en el hotel. Quiero mudarme cuanto antes.- Le echó un vistazo a Tom por el espejo retrovisor.- Y también hay que llevar a Tom a desayunar antes de que nos coma a nosotros.
Éste le dedicó una mirada desdeñosa, pero Richard sonrió ampliamente. Tim bromeaba. Eso sí que era bueno.
Richard abrió la boca para contestarle, pero no hizo a tiempo. Una imponente y maravillosa casa surgió de pronto de entre los árboles y Tim aminoró la velocidad.
- Aquí es.- Informó, sonriente e hizo una seña que de todos modos era innecesaria.
El sonido del mar los embargó de pronto, como un rugido que al mismo tiempo parecía llevar paz a cada rincón del cuerpo. Richard bajó del auto, seguido por sus amigos y se quedó examinando la fachada.
Tim se quedó algo rezagado, dejando que los otros dos se acercaran y echaran un vistazo. Le agradaba pensar en ese sitio como en su hogar. Se sentía bien allí… excepto porque le faltaba algo importante.
Sacudió la cabeza. No se pondría pesimista. Estaba seguro que todo volvería a estar bien pronto. Y Jayne adoraría esa casa junto al mar. Podían mudarse allí o ir a pasar los fines de semana. Todo estaría bien.
- ¿Y? ¿Qué les parece?- Preguntó tras unos segundos, quebrando el silencio.
- ¡Es genial, Tim! – Exclamó Tom con entusiasmo.- Tenías razón.
- Lo cierto es que sí.- Coincidió Richard asintiendo.- Es un lugar maravilloso.
- Sabía que les gustaría.- Buscó las llaves en su bolsillo y se acercó a la entrada.- Es espaciosa y tranquila. Será un gran sitio para ponerme a trabajar.
Abrió la puerta y entró, seguido por los otros. La sala estaba completamente iluminada por la claridad del día que se colaba por esa especie de pared de vidrio que a Tim le agradaba tanto. Le echó un vistazo a la chimenea y pensó que debería conseguir leña para encenderla cuanto antes.
Tom dejó escapar un silbido de admiración y Richard caminó hacia el inmenso ventanal. Los dos parecían encantados con la casa.
- Sí que necesitas muebles.- Comentó Richard tras unos segundos. Recorrió con los ojos celestes la gran sala vacía.- No tienes nada ni para empezar.
- Ya veré que puedo conseguir.- Murmuró Tim. Se encaminó también hacia el ventanal.- Me gustaría poner un piano de cola justo aquí.- Abarcó un gran espacio con el brazo.- Sería perfecto para sentarme a componer.
- ¿Tienes pensado…?- Richard carraspeó incómodo.- ¿Tienes pensado ir a tu casa a buscar tus cosas?
Tim frunció el ceño. La verdad era que la idea no lo atraía.
- No lo creo. Aunque me gustaría traer mis teclados.- Suspiró, resignado. Si quería sus cosas tendría que ver a Jayne… pero no sabía si ella estaba dispuesta a recibirlo. Y no sabía si podría alejarse de nuevo después del encuentro.- Pero supongo que sobreviviré sin ellos.
- Podemos traer algunos del estudio, al menos al principio.- Sugirió Tom rápidamente y Richard le guiñó el ojo disimuladamente, agradeciéndole que tuviera esa fusa ocurrencia.
- ¡Por supuesto!- Dijo, secundando a su amigo.- Podemos traer varias cosas en uno o dos viajes con el auto. ¿Qué dices?
Tim apreciaba el esfuerzo de sus amigos por mantenerlo animado. Y tenía que admitir que la idea de Tom no estaba nada mal.
- Sí, no estaría mal.- Farfulló y les sonrió.- Ahora vengan, quiero mostrarles el resto.
Los guió hacia la cocina, que era espaciosa y era el único lugar de la casa que parecía medianamente equipado. Al menos la cocina y las mesadas seguían allí desde que las usara el último dueño…
- Todo parece como nuevo, salvo por el polvo.- Comentó Richard, pasándole un dedo a las superficies de mármol blanco.
Tim volvió a fruncir el ceño, extrañado. Era cierto. Parecía nuevo, pero dejado de lado al mismo tiempo. ¿Quién se encargaría de arreglar y amueblar tanto una cocina que no sería siquiera estrenada?
Lo dejó estar al ver que Tom salía nuevamente a la sala y se dirigía hacia el pasillo. Los otros dos lo siguieron y Tim les mostró las dos habitaciones y los baños.
- Me gustaría convertir ésta en algún tipo de estudio o algo así.- Dijo, cuando entraron a la segunda habitación, que era un poco más pequeña que la anterior, que sería su propio dormitorio.
Tom había salido ya nuevamente. Exploraba todo con el entusiasmo de un infante y Tim se sobresaltó al escucharlo gritar.
- ¡Wow! ¡Vengan a ver esto!- Richard corrió primero, al principio sobresaltado. Tim lo siguió.
Tom había encontrado una puerta en el pasillo que Tim no había notado con anterioridad y no le asombró en lo más mínimo: casi no se notaba que estaba allí. Era obvio que había sido diseñada para estar oculta en la pared y que los demás pasaran por alo su existencia.
Tom se asomó desde adentro.
- Tengan cuidado al bajar, las luces no funcionan y no se ve casi nada.- Musitó. Tim y Richard se deslizaron en la habitación y por poco no se caen por las escaleras de madera.
A simple vista, Tim supo que era un sótano. Era el lugar menos atractivo de toda la casa y, a pesar de la oscuridad, le parecía que había varias cosas guardadas por ahí abajo.
Trató de aguzar los ojos, pero casi no distinguía nada en la oscuridad. La poca luz que entraba se debía a dos pequeñísimas ventanas casi a la altura del techo que parecían dar al lateral de la casa.
- Creo que tengo una linterna en el auto.- Dijo, pensativo y tratando de abrirse paso sin tropezarse con nada.
- ¡Iré a buscarla!- Exclamó Tom y volvió a subir por la escalera a toda velocidad. Se sostuvo a tiempo de un escalón para no caerse cando se lo llevó por delante.
- ¿Qué le pasa? Parece un niño explorador emocionado.- Dijo Richard riendo.- Si sigue así tendremos que buscar un cantante nuevo.
Tim rió brevemente mientras se acercaba a una forma blanca y extraña que estaba a unos metros de él. Estiró la mano para tocarla y se dio cuenta que era una tela y que tenía bastantes telarañas. Se limpió la mano en el pantalón.
Tom regresó casi enseguida y bajó con más cuidado por las escaleras, con la linterna prendida. Enseguida se la pasó a Tim que enfocó la forma blanca.
Retiró la manta y se encontró con otra forma que no distinguió, mucho más oscura, quizás negra.
- Es un sillón.- Dijo Richard, al momento que Tim ponía una mano encima y notaba que, en efecto, era un mullido sillón de cuero.
Tim levantó la linterna y enfocó el resto de la habitación poco a poco.
- Son muebles.- Masculló al instante.- Allí hay una mesa y más allá creo distinguir un colchón…
- Aquí hay una silla.- Dijo Tom.
- Creo que tienes bastante como para no tener que comprar muchos muebles nuevos.- Richard le quitó una sábana vieja a una mesita de café lacrada en negro.
- Qué raro. ¿Por qué se tomarían el trabajo de quitar todos los muebles y dejarlos en el sótano?- Inquirió Tim, pensativo.
- Y también parecen nuevos, como los de la cocina.- Comentó Tom, que seguía examinando la silla.- Lo único que tienen es suciedad. Pero no parece que las hubiese afectado el uso.
- Es verdad.- Agregó Richard.- Pero no creo que haya problema en que uses todo esto, ¿no crees? Si no quisieran que lo utilizaras se lo habrían llevado. Y a ti te vendría bien el sótano para poner las cosas que no quieras.
- Ni siquiera tengo conmigo las cosas que sí quiero.- Replicó Tim, pero sin embargo se encogió de hombros.- Llamaré a la inmobiliaria y preguntaré, sólo por si acaso. Me alegrará tener un problema menos. No quería gastar un dineral en muebles y demás. No sé cuanto tiempo me quedaré aquí.
Richard hizo una mueca, que trató de disimular en seguida. Era obvio que no quería que Tim volviera a pensar en sus problemas con Jayne.
Subiendo con cuidado por las escaleras, salieron del sótano. Era agradable tener algo de luz natural otra vez y Tim salió un momento al amplio balcón de madera que hacía las veces de mirador hacia la playa para llamar a la inmobiliaria desde su celular.
Mientras tanto, Richard se quedó mirando el mar perdido en sus pensamientos y Tom siguió dando vueltas por la casa. Tim estaba entrando otra vez cuando lo oyeron gritar nuevamente.
- ¡Hey! Miren lo que encontré.
Richard sacudió la cabeza.
- ¿Crees que deberíamos darle un calmante?- Le susurró a Tim al mismo tiempo que se dirigían hacia donde los esperaba Tom.
Pero no hizo a tiempo a contestar. Había creído que Tom estaba en la cocina, pero luego descubrió que se encontraba en un estrecho pasillo que estaba junto a ésta. Tim no lo había visto antes.
- ¿A dónde va esta puerta?- Preguntó Tom, señalando la puerta de madera blanca junto a la que estaba parado y cuyo picaporte no cedía cuando lo giraba.
Tim se acercó y buscó las llaves en su bolsillo nuevamente. Las probó todas, pero ninguna de ellas logró abrir. Extrañado, las probó una segunda vez.
- Quizás olvidaron darme alguna llave.- Masculló al fin.
- Ahora que lo pienso, la casa se ve mucho más grande de afuera.- Comentó Richard, tan pensativo como él.- Y estoy seguro de que no hemos recorrido ni la mitad.- Tom se encontraba espiando por el ojo de la cerradura, así que Rich lo apartó.- ¿Crees que pueda ser como dos casas en una? ¿Te dijeron algo cuando firmaste el contrato?
Tim hizo una mueca y frunció el ceño, tratando de recordar la primera vez que pisara esa casa. Lo cierto era que había ignorado muchas de las cosas que le había dicho la mujer de la inmobiliaria. Había estado perdido en sus propios asuntos.
- No lo sé. Pero supongo que tienes razón. No me había dado cuenta antes que de afuera parecía mucho más grande.- Respondió.
- Lo averiguarás cuando veas movimiento.
- Diablos, yo pensé que iba a estar completamente solo aquí.- Dijo, molesto. Sabía que la casa no podía ser tan perfecta. Debía tener algún defecto.
- No estás buscando estar solo, Tim, sino salir de ese maldito hotel.- Le recordó Rich con severidad.- Y la idea no era que te fueras a vivir lo más lejos posible, en el medio de la nada y totalmente solo. No eres un ermitaño.- Le dedicó una última mirada de reproche y luego aflojó la postura.- ¿Qué hay de esos muebles? ¿Puedes usarlos o no?
Tim suspiró antes de responder. Últimamente, Richard lo reprendía como si fuera su padre.
- Sí, me dijeron que puedo usar todo lo que necesite, que a la dueña no le importará.- Comenzó a salir del pasillo y los otros fueron tras él.- Así que podemos poner manos a la obra y sacar al menos un par de cosas antes de ir a comer.
Tom se quejó por lo bajo.
A la mañana siguiente, Tim finalmente llevó las pocas cosas que tenía con él en el hotel y se instaló en la casa. Sus amigos lo habían ayudado a subir buena parte de las cosas del sótano y a acomodarlas en su lugar, de modo que ahora su casa parecía mucho más acogedora y hermosa que antes.
Pasó buena parte de la mañana tratando de encastrar la cama, ya que no deseaba dormir en un colchón en el suelo esa noche. Le había tomado un largo rato hallar todas las partes en el sótano y había sido complicado subirlas solo. Así que se había dejado caer en el piso de la habitación vacía, excepto por el colchón apoyado contra la pared y trataba de discernir dónde poner algunas piezas que se suponía debían sujetar la cabecera lacrada en negro. Casi todos los muebles parecían seguir el patrón de los colores: negro y blanco. Le parecía una elección favorable.
Tras unas horas de luchar con las distintas partes, logró armarla y dejarla en su lugar contra la pared. Dejó caer el colchón encima y miró la hora. Ya eran más de las tres de la tarde.
Decidió darse un baño para despejarse. El baño de su habitación era espacioso y contaba con una ducha potente y relajante. También tenía la gran bañera para tomar baños largos de inmersión, pero eso no era de su interés. Prefería ser rápido para seguir con sus actividades. Una ducha era suficiente.
Tras secarse como pudo con la ropa que acababa de quitarse y recordándose a sí mismo comprar como mínimo un juego de toallas, se puso una camisa y un pantalón limpio y se encaminó a la cocina. Pensó que debía encontrar algún buen lugar en Bexhill donde poder lavar su ropa, ya que no había hallado un cuarto de lavado en la casa. O quizás podía comprarse su propia máquina y ponerla en el sótano, que ahora estaba mucho más despejado. Y aprender a usarla, por supuesto.
También necesitaba un refrigerador, cuanto antes. Se sirvió un poco de agua directamente de la canilla y siguió agregando cosas a su lista mental de compras. Era bastante larga. Se animó al recordarse que al menos no necesitaba comprar la mayoría de los muebles.
Le parecía un buen momento para ir a hacer esas compras. Fue a la sala a ver si había dejado las llaves del auto sobre la mesa de comedor que habían subido la tarde anterior, pero un pequeño ruido le llamó la atención.
- Rrrrum.- Tim frunció el ceño y miró hacia el gigantesco ventanal que daba a la playa. Allí, en el balcón de madera, rodeado de autos en miniatura y sentado en el suelo, había un niño.
Dio unos pasos y se acercó a ver. ¿Qué hacía un niño solo allí? Ése en particular no parecía tener más de seis años. Le echó un vistazo a la playa para ver si sus padres estaban junto al mar, pero no vio a nadie.
En ese momento, el pequeño levantó la mirada y vio a Tim. Sus ojos azules lo observaron atentamente unos segundos, como si hubiese algo de él que le llamara la atención. Algo incómodo ante el escrutinio, Tim levantó una mano y lo saludó.
El niño esbozó una sonrisa. El viento le revolvía el cabello negro y Tim decidió salir a ver si se había perdido.
- Hola.- Dijo con amabilidad, y el frío del mar lo hizo estremecer. Todavía tenía el cabello mojado por la ducha.
- Hola.- Respondió el niño, con una voz chillona, muy adecuada para su edad.
- ¿Qué estás haciendo aquí?- Le preguntó, metiéndose las manos en los bolsillos.
- Estoy jugando con mis autitos. ¿Quieres jugar?- Ofreció con entusiasmo.
Tim le sonrió. Le pareció adorable al instante.
- ¿Estás haciendo que choquen entre ellos?- Quiso saber, agachándose a su lado.
De pronto, el niño se puso serio.
- No. No me gustan los accidentes de auto y mamá no me deja que juegue con eso tampoco.- Explicó con lo que sonaba como un tono sombrío.
- Ah…- A Tim le sorprendió su respuesta.- Ya veo.- Carraspeó, sin saber bien cómo hablarle a un niño tan pequeño.- ¿Y cómo te llamas?
- Noah.- La molestia del niño desaparecieron por completo. Lo miró con una sonrisa entusiasmada.- ¿Vas a vivir aquí?
- Así es. Desde hoy.- Contestó, asintiendo.
- Que bueno.- Le puso un auto verde en la mano.- Tú usa ese. Yo usaré el rojo.
- El verde es mi color favorito.- Repuso Tim sonriéndole.
- Ya lo sé.- Dijo Noah y Tim lo miró extrañado.- Tenía uno azul, pero lo perdí en la escuela.
- Es una lástima. Tendrás que conseguir otro.- Miró el auto que tenía en la mano.- ¿Hacemos una carrera a ver cuál es más rápido?- Propuso guiñándole un ojo y el niño asintió entusiasmado.
Pusieron los autos en el piso de madera y, a la orden de Noah, les dieron un buen empujón. Tim cuidó de no darle demasiada fuerza y trató de parecer desilusionado cuando el del niño lo pasó por una buena distancia. Noah empezó a aplaudir, contento.
Tim sonrió ampliamente mientras miraba los festejos del pequeño. Tuvo que contener las ganas de reír, contagiado por su alegría. No recordaba cuándo había sido la última vez que se había olvidado del mundo y se había entretenido con algo tan simple como aquello.
Con la sonrisa intacta, se preparó para la revancha.
Mirando el reloj fugazmente, aparqué el auto en la entrada de la casa, sin siquiera fijarme en el Volkswagen estacionado del lado opuesto junto a la otra entrada. Al parecer la otra parte de la casa había sido ocupada ya.
No tenía tiempo de pensar en eso ahora: estaba llegando tarde a la cita de Noah con el pediatra. Había estado ocupada en la boutique y se me había pasado la hora. Pero había conseguido vender la mesa estilo Luis XV, así que estaba bastante satisfecha.
Bajé del auto y antes de llegar a la puerta, Greta ya me había abierto.
- Hola, señora Matthews.- Saludó alegremente.- Creí que nunca llegaría.
- Yo también.- Pasé y dejé algunos papeles sobre la esa del vestíbulo.- ¿Dónde está Noah?
- Jugando. Pero ya está listo para irse, le cambié la ropa y lo peiné.- Informó acomodándose el delantal sobre la ropa. Al parecer estaba cocinando.- Iré a buscarlo.
Greta se alejó camino a la habitación de Noah y yo fui hacia la sala, pensando en llamar al consultorio y avisar que llegaríamos tarde para que nos reservaran el turno…
Entonces escuché que Noah se reía.
- ¡Está en el balcón, Greta!- Exclamé, acercándome para salir a buscarlo. La oí suspirar a lo lejos.
- Ese niño es tan escurridizo…
Salí al balcón y enseguida sentí el viento del mar golpeándome en el rostro. Abrí la boca para llamar a mi hijo, pero me detuve al ver que no estaba solo.
- No eres muy bueno para las carreras.- Dijo Noah, riendo. Había un hombre inclinado recogiendo unos autitos de un montón de arena junto a los límites del balcón.
- Me falta práctica, lo admito.- Respondió éste, con voz profunda y animada.
- Noah.- Llamé con voz firme. Ambos se dieron vuelta, pero yo sólo tenía ojos para el pequeño.- ¿Qué estás haciendo? Tenemos que irnos.
- Ah, hola.- Intervino el hombre.- Usted debe ser la madre de Noah.
Dio unos pasos para acercarse a mí. Tomé a Noah del hombro y le di un empujoncito hacia la casa en el momento en que Greta aparecía en el balcón.
- Greta, ponle a Noah su abrigo, por favor.- Pedí, sin quitarle los ojos de encima al hombre que estaba parado frente a mí. Tenía el cabello oscuro revuelto por el viento y era tan alto que casi tenía que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos azules.
Estiró una mano elegante y delgada hacia mí.
- Tim Rice-Oxley, me mudé hoy.- Dijo amablemente. Estreché su mano.
- Allison Matthews.- No me sentía muy bien. No me agradaba que Noah estuviera con extraños y éste, por alguna extraña razón, me gustaba aún menos. Pensar que viviría en mi casa me hizo sentir aún peor.- Espero que se encuentre a gusto en la casa.- Agregué, aunque sin demasiada convicción.- Y ahora, si me disculpa, tengo que irme. Se me hace tarde.
- Sí, por supuesto.- Me sonrió brevemente.- Ah, aquí están los autitos de Noah.- Los recogió con rapidez y me los alcanzó. Noté la alianza de oro en su dedo, pero no tuve tiempo de pensar en ello.- Estoy seguro de que no querrá perder otro.
- Gracias.- Mascullé y, sin darle tiempo a mucho más, me volví y entré a la casa.
Greta y Noah me esperaban junto a la entrada. Dejé los autitos sobre la mesa del comedor y tomé al niño de la mano. Tendría que hablar con él más tarde y explicarle que no tenia que hablar con extraños, aún cuando viviera en nuestra propia casa. Algo en Tim Rice-Oxley me perturbaba. Y no estaba segura de querer descubrir qué.
La revisión periódica del pediatra afirmaba que Noah estaba en tan buen estado como siempre. En recompensa por haberse portado tan bien lo llevé a una cafetería del centro y comimos un waffle con chocolate caliente. Yo estaba algo apurada porque tenía que regresar a la tienda, así que no pude ponerme a darle mi explicación sobre el trato con extraños. Lo dejé comer tranquilo y luego lo llevé de regreso a casa para volver a la boutique. Me alegró ver que el Volkswagen no estaba. Era raro sentirme así. Era casi absurdo, pero tenía que cuidar a Noah de la gente de la que no me fiaba. Y quizás no había nada de malo con este tal Tim, pero mientras no supiera nada de él tenía que proteger a mi hijo.
Le pedí a Greta que lo vigilara, sólo por si acaso y partí hacia la boutique. Annie se sintió aliviada al verme entrar.
- No ha parado de entrar gente desde que te fuiste.- Dijo, mientras se apresuraba a atender a una mujer de aspecto elegante vestida íntegramente de negro.- No doy abasto con todo.
- Descuida, ya estoy aquí.- La tranquilicé y, tras dejar mi cartera detrás del mostrador, me dirigí hacia el fondo de la tienda donde un hombre acompañado por un adolescente observaba atentamente un par de esculturas de motivos egipcios.
La hora de cerrar se atrasó un poco al tener que registrar las ventas de último momento. Había sido una tarde muy productiva y Annie se encontraba de un excelente humor. Yo, por mi parte, me mantenía impasible, como de costumbre.
- Éste sí que ha sido un día movido.- Comentó, echando llave a la puerta al mismo tiempo y poniendo el cartel de “cerrado”.- Lo único que quiero es comer algo y mirar televisión.
- A mí también me vendría bien.- Farfullé distraída, ingresando unos últimos datos a la computadora.
- Hey, tengo una idea. ¿Por qué no pasamos por Noah y vamos a comer algo por ahí? Estoy segura de que le gustara una hamburguesa con queso. Y es más productivo que aplastarse en el sillón y ver la porquería de los martes en la noche.- Su sonrisa parecía muy convincente. Me sentí algo incómoda.
- No, bueno… de seguro Greta ya nos preparó la cena y además Noah tiene que ir al jardín mañana temprano. No creo que sea una buena idea salir los días de semana y…- Empecé a decir, tratando de parecer tan convincente como ella, pero me detuve al ver que meneaba la cabeza con desaprobación. Su corto cabello acompañó el movimiento.
- No deberías encerrarte tanto, Allison. Una cena con una amiga no le haría daño a nadie.- Masculló con tono suave.- Hace poco más de un año que te conozco y sólo te he visto fuera del ámbito del trabajo esa vez que me crucé contigo en el supermercado.
- Lo siento, Annie, pero no es fácil tener hijos de la edad de Noah.- Me excusé y casi me sentí mal por usar a mi hijo como pretexto.- Se ponen inquietos y hacen que cualquier salida se termine abruptamente cuando se quedan dormidos sobre prácticamente cualquier superficie disponible.
Annie vaciló. Sus ojos oscuros me escrutaron unos segundos antes de decidirse.
- Quizás en parte sea por Noah… pero también pienso que tú no quieres hacerlo, Allison. No quieres seguir con tu vida.- Hablaba con rapidez, como si quisiera evitar que la interrumpiera.- Y entiendo que no superes una pérdida tan grande, pero aún así…
- Creo que te estás excediendo, Annie.- Corté con brusquedad. La frialdad invadió mi voz.- Te sugiero que dejes de ser tan impertinente si quieres continuar trabajando aquí. No me gusta que pongan en duda mi palabra y mucho menos que se metan en mi vida. Limítate a ocupar el lugar que te corresponde.
Tomé mi cartera y mi abrigo y salí de allí como un huracán de viento helado, dejando que Annie se ocupara de cerrar la boutique. O que lo hiciera cuando pudiera cerrar la boca y quitar el aire atónito de su rostro.
Me subí al auto y comencé a conducir hacia la casa. No había hecho más que un par de calles cuando todo el hielo en mi interior empezó a ablandarse y me sentí terrible por lo que acababa de decir y de hacer. Yo no actuaba de ese modo… ¿en qué me había convertido esos últimos años?
Sabía que no era culpa de Annie, que ella sólo quería ayudar. Y también sabía que debería pedirle disculpas cuanto antes. Sin embargo, no me creía capaz de hacerlo. Y tal vez fuera mejor que ella se amedrentara un poco ante mi actitud para evitar futuras conversaciones por el estilo. No me agradaba que me hablaran de las cosas de mi pasado y que quisieran ayudarme a encarrilar mi vida. Aunque me agradaba aún menos descubrir que había partes de mí misma que ya no reconocía.
Esa noche, Noah y yo cenamos tranquilamente y luego nos acomodamos en el sillón para seguir leyendo Moby Dick. Como era de esperar, el niño se quedó dormido casi a mitad del capítulo y yo, que me encontraba bastante cansada después de toda la actividad de ese día, decidí llevarlo directo a la cama y hacer lo mismo yo también.
Lo levanté en brazos y lo llevé a su habitación. Lo arropé con cuidado y estaba a punto de darle un beso en la frente cuando abrió un ojo perezoso.
- ¿Mami?- Murmuró soñoliento.
- ¿Sí, cariño?- Pregunté en tono suave para no despertarlo del todo.
- ¿Puedo volver a jugar con papá mañana?- Inquirió y sus palabras me paralizaron por unos segundos. Casi nunca hablaba de su padre, por algún motivo nunca hacía preguntas al respecto.
-¿Qué…?- Musité confundida. Luego pensé que quizás había soñado con Kevin, que jugaban juntos. No hubiese sido nada insólito. Solía colarse en mis sueños con mucha frecuencia.
- Fue muy divertido verlo de nuevo.- Se acomodó con su osito en brazos.- Siempre me deja ganar cuando jugamos…
- Noah, cariño…- Susurré con delicadeza. Le acaricié la frente.- Sabes muy bien que tu padre no está con nosotros.
- Sí que está.- Repuso y pareció despertarse de golpe, como si quisiera imprimir credibilidad a sus palabras.
- De seguro fue un sueño… uno muy bonito, pero…- Comencé otra vez, decidida a explicárselo sin herirlo demasiado.
- No fue un sueño, mami. Tú también lo viste hoy. Estábamos jugando en el balcón cuando llegaste hoy en la tarde.- Me miró como si pensara que estaba loca por no entenderlo.- ¿No te acuerdas?
Entonces lo entendí. Con todo lo que había pasado esa tarde se me había olvidado…
Pero, ¿cómo era posible que Noah pensara que él era…?
Me quedé sin aliento en mitad de mis pensamientos. Esos ojos azules. Ese cabello oscuro y revoltoso. La sonrisa…
Pasmada, me di cuenta que Noah había pensado que Tim Rice-Oxley, el hombre que acababa de alquilar la otra parte de la casa, era su padre.
No podía creer que no hubiera notado el parecido antes. Tal vez Noah fuera más consciente de él porque la imagen que tenía de Kevin era más borrosa y menos exacta. Pero yo lo recordaba con tanta claridad…
Y aún así encontraba un parecido asombroso entre ambos hombres.
De pronto comprendí qué era eso que tanto me perturbaba de Tim.
- ¿Qué dices?- Insistió, bostezando exageradamente.- ¿Puedo jugar con papá mañana?
Estaba demasiado aturdida para responderle. Simplemente, me levanté y salí de su habitación para irme rápidamente a la mía. Pero no pude conciliar el sueño ni descansar como hubiera deseado: era como si un fantasma del pasado hubiera regresado para seguir rompiéndome el corazón en mil pedazos. El mismo fantasma de siempre, sólo que acababa de tomar una nueva forma.
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