- Tenías razón, son dos casas en una.- Tim se dejó caer en el sillón de cuero negro y escrutó el exterior, tratando de ver el mar en la densa oscuridad de la noche.
Ya había cenado, pero le parecía demasiado temprano para irse a la cama. De es manera sólo conseguiría que los pensamientos que había estado evitando todo el día lo golpearan de repente en la soledad de su nueva habitación.
- Te dije que era demasiado grande.- Respondió Richard del otro lado del teléfono.- Y no me cerraba para nada eso de las dos entradas.
- Si no hubiese estado tan concentrado en no pensar podría haberlo notado yo mismo.- Reconoció Tim acomodándose los lentes de montura negra sobre la nariz.- Supongo que era obvio, después de todo.
- Hey, ninguno de nosotros se dio cuenta hasta que Tom encontró ese pasillo.- Le recordó su amigo, en un intento por hacer que dejara de sentirse miserable.- ¿Y vive alguien? ¿O está desocupada?
- Hasta ahora estoy seguro de que viven cuando menos dos personas. Una mujer y un niño, es todo lo que vi, y también hay otra mujer mayor que parece cuidar del chico, pero dudo que viva aquí. La vi irse hace unas cuantas horas.- Explicó pensativo. Recordó a Noah y la dulzura que emanaba del niño y también todas las cosas extrañas que decía, la forma familiar con que lo trataba…- El pequeño parece un encanto. Estuve jugando un poco con él esta tarde.
- ¿Estuviste jugando con un niño?- Preguntó Richard incrédulo.- No te veía jugar con un niño desde que Tom iba con nosotros a la escuela y tenía diez años.
- Bueno… no hay mucho que hacer por aquí.
- ¿Y la madre? ¿Es agradable?- Quiso saber con curiosidad.
Tim se lo pensó unos segundos. Sólo había tenido unos segundos con… ¿cómo se llamaba…? ¿Allison? Había hablado con ella por unos pocos segundos y no le parecía que pudiera emitir un juicio tan pronto. Pero, por algún motivo, le daba la sensación de que a esa mujer le faltaba algo. No había sido exactamente hospitalaria, aunque tenía prisa y quizás por eso se había mostrado tan… fría.
Sin embargo, lo que más le había llamado la atención a Tim eran sus ojos. Nunca había visto a nadie con ese color de ojos tan hermoso. Eran como la miel, tan claros que podían tildarse de exóticos y estaba seguro de que refulgirían con un brillo dorado… si no estuvieran tan apagados. Había como una chispa muerta en ellos…
Tim meneó la cabeza, preguntándose a sí mismo de donde sacaba tantas idioteces. Se recordó a sí mismo que Richard esperaba una respuesta.
- No lo sé. Prácticamente no hablé con ella.- Decidió que cambiar de tema era la mejor opción.- Mañana iré al centro a comprar un par de cosas que necesito, empezando por un enorme refrigerador con algo de comida dentro. ¿Qué dices? ¿Quieres venir?
- Claro. Está empezando a gustarme todo ese asunto de la decoración de casas.- Bromeó Rich.- Y quizás si tenemos tiempo podríamos pasar por el estudio a buscar algunos teclados que puedas usar.
- No estaría nada mal. Me gustaría tener algo que hacer y creo que estoy enloqueciendo sin trabajar.- Tim se puso de pie y se acercó a la chimenea encendida. Hacía bastante frío. Metió la mano libre en el bolsillo de su buzo gris.- Si seguimos así, Tom tendrá que componer las canciones del próximo disco.
- Bueno…- Musitó Richard entre risas.- Eso podría salir tanto bien como mal.
Cuando Noah apareció en la cocina a la mañana siguiente, yo estaba preparándole su cereal. Se dejó caer en la silla con aspecto somnoliento, aún en pijama y con el cabello oscuro todo revuelto.
Le sonreí mientras le alcanzaba su desayuno.
- Buenos días, cariño.- Dije, dándole un beso en la cabeza.
- Buenos días… mami.- Contestó, entre descomunales bostezos.
Yo me serví la tercera taza de café en lo que iba de la mañana. Había dormido terriblemente mal la noche anterior y necesitaba algo que me mantuviera despierta y funcionando.
Pasar cada minuto pensando en Kevin y en lo parecido que era a él mi nuevo vecino, definitivamente me había dejado hecha polvo. Era como tener que enfrentarme nuevamente a todo el dolor que me causara su muerte casi dos años atrás. La imagen de Kevin que comenzaba a perderse en mi memoria, volvió con mayor nitidez al ver a Tim Rice-Oxley.
Y no era sólo mi pena la que me tenía tan preocupada. No podía dejar que mi hijo pensara que ese hombre era su padre. La primera decepción, la primera separación ya había sido suficientemente dura para un niño como él. No quería lastimarlo de nuevo.
Me senté frente a él y unté una tostada que mastiqué sin ganas. Noah devoró el cereal en unos pocos minutos y luego me pidió un vaso de leche.
- Me gustaría hablar de algo contigo.- Comenté al mismo tiempo que se lo servía. Me miró con curiosidad. Me armé de paciencia, como siempre que estaba a punto de tener una conversación seria con un niño de cinco años, y me volví a sentar.- Tienes que saber lo peligroso que puede resultar hablar con un extraño, Noah.
- Ya lo sé, me lo dijiste una vez y la maestra nos habló de ello en la escuela también.- Musitó, tomando el vaso con ambas manos.
- No lo digo sólo por decir.- Repuse clavando mis ojos en los suyos.- Debes entender que no todos los adultos son buenos y tienen buenas intenciones. No tienes que acercarte a menos que yo te diga que está bien.
- Yo nunca me acerco a los extraños, mami.- Frunció el ceño y me pareció adorable.- No conozco ningún adulto además de ti, de Greta y de Annie.
- Ayer lo hiciste, Noah y me pareció…
- ¡Pero era papá!- Exclamó sorprendido.
- No. Él no es tu padre, Noah, sólo es un hombre que se le parece mucho. Y por mucho que me duela decirte esto… tu padre no volverá. Debes saber…
- ¡Era él!- Parecía empezar a enojarse.- ¡Yo lo vi! ¡Tiene el pelo de papá y los ojos de papá! ¡Y su color favorito es el verde!
- Su nombre es Tim Rice-Oxley y está alquilando la otra parte de la casa.- Decidí ponerme firme. Era un tema delicado y tenía que entender.- Sé que es difícil para ti pensar que tienes de nuevo a tu padre y que no sea así, Noah, pero es la verdad.
- ¿Estás enfadada con papá, mami? ¿Por eso me estás diciendo…?- Preguntó preocupado.
- No, cariño.- Meneé la cabeza tristemente. Esa situación no era de mi agrado para nada.- Necesito que entiendas. El señor Rice-Oxley no es tu padre. Es una coincidencia que se parezcan tanto… pero no son la misma persona.
Bajó la cabeza, refunfuñando. Estaba enfadado porque creía que yo no entendía lo que me decía y yo lo sabía. Pero no podía ceder.
- Para mí ese hombre es un extraño, no sé nada sobre él. Y por lo tanto, no quiero que te acerques a su casa, ni que juegues con él. ¿Entendido?- Imprimí la última cuota de firmeza en mi voz.
- ¡Pero mami…!- Murmuró, dispuesto a protestar.
- Pero nada. No te acercarás a él por ningún motivo. ¿Entendido, Noah?- Repetí más severamente.
El teléfono empezó a sonar. Me puse de pie y antes de ir a atenderlo, volví a mirar a mi hijo, esperando una respuesta.
- Sí, mamá.- Respondió de mala gana.
- Perfecto.- Asentí con la cabeza y sentí que mi expresión se suavizaba un poco.- Ahora ve a prepararte para ir a la escuela.
Se levantó y se fue arrastrando los pies por el pasillo. Yo fui a contestar el teléfono con la horrible sensación de estar tratando a mi hijo como en la academia militar, pero convencida de que estaba haciendo lo correcto. No lo quería cerca de ese tipo nunca más.
Tim y Richard se encontraron en una cafetería de Bexhill para desayunar. Era algo temprano y no todas las tiendas estaban abiertas aún, pero era un bonito día soleado y los dos estaban disfrutando de sus tazas de té y del clima tan inusual en esa época del año.
- ¿No le dijiste a Tom que viniera?- Preguntó Richard.
- No.- Tim se acomodó los lentes de sol.- Debe estar durmiendo. Es imposible levantarlo antes del mediodía.
- Podríamos pedirle que se reúna con nosotros después del almuerzo. Necesitaremos su ayuda si vamos a buscar los teclados.- Repuso pensativo.
- Quizás tiene algo que hacer.- Encogiéndose de hombros, Tim se llevó la taza a los labios.
- Puede ayudar de todos modos.
Tim miró a su amigo frunciendo el ceño.
- Richard, no quiero que estén cancelando las cosas que planean por ayudarme a mí. Me hacen sentir un idiota.
Rich se movió incómodo en su silla.
- Claro que no… nosotros…
- No sabes mentir, así que no lo intentes.- Interrumpió con firmeza.- Escucha, no me estoy muriendo. Sólo estoy pasando por un bache en mi matrimonio. Pero muy pronto todo volverá a la normalidad. Puedo sobrevivir sin ustedes. Háganme el favor de vivir sus vidas.
- ¿Acaso prefieres quedarte solo?- Richard lo miró con una ceja arcada y ni una pizca de convicción.- Vamos, Tim. Es horrible estar solo en estos momentos. Un amigo no viene nada mal y todo lo que tratamos de hacer es ayudarte.
- Y lo agradezco. Pero lo que quiero decir es…
- Hey, mira, las tiendas ya están abriendo.- Cortó Richard intencionadamente y Tim le dedicó una mirada molesta que éste no pasó por alto.- Será mejor que empecemos a movernos si queremos estar libres para ir a The Barn en la tarde.
A regañadientes, Tim siguió a Richard fuera de la cafetería. Sabía que sus amigos sólo trataban de darle una mano en ese momento tan difícil, pero él empezaba a sentirse un inútil estorbo que interfería en las vidas de los demás.
Se distrajo un poco cuando entraron en una tienda de electrodomésticos y comenzaron a examinar refrigeradores. Equipar una casa era una experiencia nueva para Tim: Jayne se había encargado de todo cuando compraran la residencia en Battle. Siempre había estado demasiado ocupado para prestarle atención a esas cosas y una punzada de dolor lo acometió al darse cuenta que había tratado de distraer a Jayne con la decoración de la casa para que no notara tanto su ausencia durante las giras. Qué irónico sonaba el hecho de que ahora los papeles se habían invertido.
Pasaron varios minutos allí hasta que Tim eligió al azar, mucho más deprimido de lo que se había sentido en toda la mañana y con ganas de terminar de una vez por todas. Concertó la entrega con el vendedor y luego él y Richard salieron de allí y caminaron por la calle deteniéndose de tanto en tanto, aunque Tim a duras penas notaba lo que estaba viendo.
Entraron en una segunda tienda donde compró unas cuantas toallas y después en otra donde compró un juego de tazas. Ya había perdido el entusiasmo y casi extrañaba la horrible habitación de hotel en la que se había encerrado tras su discusión con Jayne.
Richard le hablaba sin parar, dándose cuenta de que de repente su amigo se veía mucho más desanimado y su mirada estaba algo apagada. Miró alrededor en busca de algo que lo ayudara, pero no vio ni una sola tienda de instrumentos. Estaba seguro de que Tim se olvidaría por un rato de sus problemas si lograba poner los dedos sobre las teclas de un piano, pero eso parecía ser precisamente la única cosa que no podrían conseguir en aquel pueblo.
- Ese cuadro quedaría lindo en la sala.- Comentó de pronto, porque fue lo primero que se le ocurrió al detenerse frente a la vidriera de la siguiente tienda.- Las paredes están demasiado vacías.
Tim se encogió de hombros. Rich supo que en unos pocos segundos más empezaría a contestarle a sus preguntas con meros gruñidos y se desesperó.
- Vamos a ver si encontramos algo interesante.- Añadió y lo arrastró al interior, aunque dudaba mucho que aquello pudiera realmente ayudarlo de algún modo.
Annie me había avisado que llegaría un poco tarde, de modo que tuve que encargarme de abrir sola la boutique. Había llevado a Noah a la escuela, que se había quedado bastante silencioso luego de nuestra charla y luego había conducido directamente hacia allí. Me habían quedado un par de cajas apiladas con unos adornos nuevos que quería poner en algún lugar central para que se exhibieran correctamente. Eran bastante costosos y quería sacar de ellos el máximo provecho.
Oí la puerta a mis espaldas pero tardé unos segundos en volverme. Saqué un jarrón estilo oriental de una estantería y lo reemplacé por la escultura sudamericana que acababa de desenvolver.
Me corrí el largo cabello oscuro que me caía sobre los ojos y me fastidiaba bastante y dejé el jarrón en la caja con las otras cosas que debía acomodar. Me di vuelta para atender a los clientes que habían entrado y vi que eran dos hombres que estaban de espaldas a mí, mirando unos cuadros con atención.
- Buenos días.- Saludé. Ambos se volvieron hacia mí y reconocí al más alto al instante, que se quitaba los lentes de sol de un ademán rápido. ¿Por qué me dejaba sin aire con tanta facilidad? No era más que una triste imitación…- Ah, señor Rice-Oxley.
- Buenos días.- Esbozó una pequeña sonrisa.- ¿Trabaja aquí?
- ¿Se conocen?- Intervino el otro tipo, más bajo, muy delgado y de cabello y barba castaños. Sus ojos eran muy celestes detrás de los lentes de marco rectangular.
- Sí. Ella…- Masculló Tim.
- Allison Matthews.- Interrumpí porque la lentitud en la explicación de Tim me irritaba. Quería que se fuera cuanto antes.- El señor Rice-Oxley está alquilando una parte de mi casa.
- Ah, sí. Es una casa preciosa.- El amigo de Rice-Oxley estiró su mano para estrechar la mía.- Richard Hughes.
- Un placer.- Dije de manera inexpresiva.- ¿En qué puedo ayudarlos?
Tim se mantuvo en silencio, sin dejar de mirarme. Al final, Richard decidió contestar por él.
- De hecho estábamos mirando un poco. Tim me decía que le gustaría poner algún cuadro en la pared de la sala.- Quiso darle un codazo disimulado a su amigo, pero no lo logró. Fue demasiado evidente y no pude evitar arquear una ceja al verlos.- ¿No es cierto, Tim?
- ¿Qué? Ah, sí. Sí, es verdad.- Respondió vagamente.- ¿Cómo está Noah?
La mención de mi hijo me molestó aún más. No quería que mostrara interés por él. No quería que se acercara a nosotros y nos hiriera con su sola presencia…
- Bien, gracias.- Contesté secamente.- Si me disculpan, los dejaré viendo los cuadros. Tengo un par de cosas que ordenar, pero no duden en llamarme si necesitan algo.
Me volví antes de que pudieran agregar nada más y me refugié por unos momentos en el fondo del local, entre algunos armarios antiguos donde podía recuperar el aliento sin estar a merced de sus miradas.
Recé para que Annie llegara a socorrerme. Si ella aparecía en la tienda en ese mismo instante los dejaría en sus manos y le aumentaría el sueldo por puro alivio.
No me importaba en lo más mínimo perder una venta de un cuadro valioso. Sólo quería que ambos desaparecieran de mi vista. Mi vida ya era lo suficientemente frustrante… ¿por qué el fantasma viviente de Kevin tenía que atormentarme también en mi trabajo?
Oí la puerta nuevamente y me asomé esperanzada. Pero fue una mujer de alrededor de cincuenta años entrar y no a mi jovial y electrizante asistente. Maldije por lo bajo y me obligué a mí misma a acercarme a ayudarla.
La mujer estaba interesada en un par de muebles de madera italiana para su nueva residencia en las afueras de Bexhill. Hablé con ella durante unos diez minutos hasta que prometió volver con su esposo ese mismo fin de semana para que participara en la elección del juego de comedor. Sólo logré endosarle una otomana de cuero rojo antes de que dejara la tienda.
- Tiene un gusto exquisito para la decoración.- Comentó una voz y, molesta, me di cuenta que pertenecía a Tim. Levanté la mirada de la caja registradora para mirarlo, sin muchas ganas de hacerlo.- Yo soy un absoluto desastre, Richard tuvo que arrastrarme para que compre un bendito refrigerador.
Le dediqué lo que consideré una sonrisa amable, pero que no llegó a ser más que una mueca.
- ¿Se decidió por algo, señor Rice-Oxley?- Pregunté, decidida a ir directo al grano.
- Tim.- Corrigió enseguida.- Y la verdad es que me gustan algunos cuadros, pero no me decido por uno en especial…
Richard caminaba entre los sillones y las mesas, examinando todo a su alrededor con cierto interés.
Impaciente, llegué a la conclusión de que ayudándolo me libraría de él más rápidamente.
- Esa sala nunca gozó de mucho color. Lo monótono del negro y el blanco debería ser cortado por un elemento de mucha vivacidad, algo muy atrevido.- Caminé hacia los cuadros, seguida por él de cerca.- puede usar tanto paletas cálidas como frías, dependiendo de su gusto personal.
- ¿Qué recomendarías tú?- Quiso saber y tuve que hacer un gran esfuerzo para no mostrar mi desagrado ante la evidente falta de respeto que me mostraba al tratarme de modo tan informal sin que yo le hubiera dado pie para ello.
- Bueno…- Decidí omitir ese detalle para quitármelo de encima cuando antes.- Según recuerdo, y si usted no hizo demasiadas reformas en la sala, no hay un solo patrón que nos muestre cuál de las dos opciones es la adecuada. Por lo tanto, usted puede imponer ese patrón.- Me sentía hipócrita y extralimitadamente profesional, pero necesitaba esa postura como si fuera lo único que pudiera mantener mi cordura.- Considerando el ventanal que da a la playa, con la vista del mar y demás… yo optaría por algo en tonos fríos.
- Cierto. A veces la vista parece parte de la decoración… como si estuviese en la casa misma.- Lo miré parpadeando durante unos segundos. Así le había descrito a Kevin la casa de mis sueños y así la había diseñado él. ¿Cuántas más coincidencias tendría que afrontar?
- Estas son las opciones que puedo ofrecerle.- Musité sin hacerle caso y con un ademán de la mano señalé tres o cuatro cuadros que me parecieron apropiados.- Si prefiere algo más clásico o antiguo hay un par de cuadros más en el fondo del salón, pero me temo que su valor se incrementa.
- No, uno de éstos estará bien. No me gusta demasiado el arte antiguo, nada de antes del siglo diecinueve, prefiero el arte moderno.- Explicó, examinando con atención las opciones que le daba.- ¡Hey, Rich! Ven un momento, dame tu opinión.
Esperé pacientemente (o eso aparentaba al menos) mientras ambos discutían y señalaban uno y otro cuadro hasta que se pusieron de acuerdo.
Tomé el que eligieron y lo llevé al mostrador para envolverlo en papel madera y protegerlo. Luego, Tim me tendió su tarjeta de crédito y su mano rozó la mía cuando fui a tomarla. Mi mano tembló levemente al sentir el roce de su piel y esperé con ansias a que él no lo notara y lo malinterpretara.
- Gracias por la ayuda. Podría haber tardado una eternidad para elegir algo.- Dijo, mientras firmaba el recibo.
- Es mi trabajo.- Respondí, como si quisiera aclarar que no me quedaba escapatoria y por eso lo había hecho.
- Quizás podrías pedirle ayuda más adelante para decorar el estudio.- Sugirió Richard y noté que se me escapaba una mirada asesina que disimulé al instante.
- Mi asistente tiene un gran gusto para decorar estudios.- Me apresuré a decir y noté la vacilación en la sonrisa de Tim. Quizás había llevado mi frialdad y mi deseo de distancia demasiado lejos… pero, ¿a quién le importaba? Sólo quería que ambos desaparecieran. Le entregué el cuadro y decidí mandar al demonio lo que me quedaba de falsa cortesía.- Gracias por visitarnos. Que tengan un buen día.
Richard carraspeó y asintió con la cabeza en señal de agradecimiento. Luego se encaminó hacia la puerta.
- Tú también. Dale mis saludos a Noah.- Respondió Tim y se volvió, alejándose rápidamente en dirección a su amigo.
Respiré hondo en cuanto los vi cruzar la puerta y hundí la cabeza entre los brazos, sintiendo que la tensión dentro de mi se liberaba de golpe. El problema era que aún sentía un cosquilleo en mi mano en el preciso lugar donde Tim la rozara.
Tuve ganas de amputarla.
- ¿Qué fue eso?- Murmuró Richard en voz baja y algo sorprendido cuando salían de la boutique.
- ¿Eso, qué?- preguntó Tim incómodo, aunque sabía perfectamente de lo que le hablaba su amigo.
- Fue extraño, nunca había…- Masculló pensativo, pero su frase quedó cortada a la mitad al chocar con una persona que iba caminando apresuradamente en dirección a la tienda.
Richard logró sostener a la chica justo a tiempo para que no cayera de bruces al piso. Ella se corrió el corto cabello rubio y rizado de la cara con algo de dificultad, ya que llevaba los brazos llenos de carpetas y papeles y lo miró con brillantes ojos verdes.
- Lo lamento.- Se disculpó con una voz que a Richard le pareció de lo más dulce.- No fue mi intención…
- No hay problema.- Se apresuró a decir éste, sonriéndole.- ¿Estás bien?
- Sí, sólo soy muy despistada y voy llegando tarde.- Contestó sonriente. Miró hacia abajo y notó que estaba pisándolo.- ¡Ay, Dios mío, lo siento! Soy un desastre.
- No, no… ni siquiera me había dado cuenta.- Musitó él en cambio con un tono que a Tim le pareció de lo más idiota.- ¿Necesitas ayuda con todo eso?- Señaló la pila de papeles y carpetas que acarreaba.
- No, está bien.- Le dedicó una sonrisa radiante.- Voy a la boutique, ¿ves?- Le mostró la puerta por la que había salido hacía unos instantes.- Logré que no se me cayera nada en todo el camino.
- ¿Trabajas ahí? Nosotros acabamos de comprar un cuadro.- Explicó Richard, que al parecer estaba dispuesto a entablar una conversación. Tim sintió como su ánimo se desinflaba nuevamente.- Es un lindo sitio.
- Sí, ¿verdad?- Coincidió con entusiasmo.- Soy Annie, por cierto.- Haciendo malabares para que dejar caer nada, extendió una mano hacia él.
- Richard.- La tomó con delicadeza y Tim tuvo la sensación de que prolongaba el apretón más de la cuenta.- Y éste es mi amigo, Tim.
- Hola.- La chica le sonrió a él, esta vez, pero volvió su atención a Richard casi enseguida.- Fue un placer conocerlos, pero tengo que irme ya. Vengan a visitarnos cuando estén por el pueblo.
- Claro que sí.- Aceptó Richard sin pensárselo dos veces.- ¿Segura no quieres ayuda?
- ¡Segura!- Exclamó con una jovialidad envidiable mientras se alejaba.- ¡Adiós!
- Adiós…- Susurró Rich y se quedó observando cómo se perdía dentro de la tienda.
Tim miró a su amigo sintiéndose abatido. Era obvio que algo se había encendido dentro de Richard al ver a Annie y eso sólo le hizo desear sentirse como él: vivo y con ganas de estar con alguien. Pensó en Jayne y el día que estaba maravillosamente soleado tomó un tinte grisáceo ante sus ojos.
Annie entró como un huracán dentro de la tienda, cargada de algunos catálogos que le había pedido que recogiera antes de ir a la boutique. Por unos pocos minutos no había llegado a rescatarme. Tuve ganas de ahorcarla.
- ¡Hola, Allison!- Exclamó con su alegría acostumbrada.
- Buenos días, Annie.- Farfullé de mal humor.- Gracias por traer los catálogos, les echaré un vistazo más tarde.
- No hay problema.- Se encogió de hombros y dejó su bolso de tela detrás del mostrador.- Acabo de tropezarme con dos tipos muy atractivos hace sólo unos segundos.
- ¿Pensando en hacer un trío?- Bromeé desganadamente, dejando los catálogos junto a mis cosas.
- No, gracias, estoy loca pero no para tanto.- Rió por mi ocurrencia, ya acostumbrada al tono sombrío con el que bromeaba.- Acababan de salir de aquí, creo que les vendiste un cuadro, por el paquete que llevaban.
La miré con mi malhumor en aumento.
- Parece que los recuerdas.- Comentó, asombrada por mi reacción.- ¿Clientes difíciles?
- Peor: uno de ellos es mi nuevo vecino.- Repliqué de mala gana. Continué con mi tarea de acomodar la mercadería nueva.
- ¿Qué tiene de malo?- Preguntó intrigada.
- No me cae bien.
- ¿Cuál de ellos es? ¿Richard? ¿O Tim?- Quiso saber y le dediqué otra mirada poco agradable.
- ¿Cómo haces para socializar tan rápido?- Inquirí molesta.
- Soy amistosa y tengo un aura positiva.- Contestó enseguida, como si quisiera pasar directamente al tema importante.- Vamos, ¿cuál de ellos?
- Tim.
Pareció decepcionada por unos segundos.
- ¿Crees que puedas conseguirme el teléfono de Richard si hablas con tu vecinito?- Sugirió con una sonrisa inocente.
- ¡Por supuesto que no!- Bramé al instante.- ¿Acaso no estabas hace unas semanas sufriendo por ese chico de Manchester con el que salías?
- Sí, bueno… el tiempo cura todas las heridas, ¿no?
Quizás notó que esa no era una buena observación en cuanto a mí, porque se movió incómoda en su lugar. Decidí ser yo quien rompiera el súbito silencio.
- No me metas en eso, Annie. Y te advierto: no me caen bien, así que no los quiero merodeando por la tienda.
Frunció el ceño y me estudió sin decir nada unos minutos.
- Bien, ya veo que no es un buen día.- Se volvió y fue hacia el mostrador.- Hablaremos en otro momento.
Sentía que un inmenso dolor de cabeza iba creciendo lentamente, augurando que ese definitivamente sería un mal día y sólo deseaba que terminara de una vez.
Lo único que me faltaba en mi gran lista de problemas era que Annie se enamorara de un amigo de Tim. ¿Cuál era exactamente la falla en mi plan por mantenerlo lejos de mí?
Sin embargo, me descubrí a mí misma contemplando con cierta envidia la capacidad de Annie de sanar y volver a enamorarse. ¿Podría eso pasarme a…?
No. La sustancial diferencia entre ella y yo, era que yo ya había conocido al amor de mi vida e injustas circunstancias me lo habían arrebatado…
La envidia y la molestia incrementaron aún más.
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