sábado, 5 de julio de 2008

Atlantic: Capítulo 22.

Cerré la puerta detrás de mí y me apoyé en ella, apretando los ojos para rechazar las lágrimas.
¿Cómo había sido capaz de pensar que él querría estar conmigo? ¿Cómo había sido capaz de soñar siquiera con la posibilidad de que Tim estuviera enamorado de mí y de que le diera una importancia nula al nuevo abandono de Jayne? Después de todo, era mi culpa que volvieran a separarse…
Me llevé una mano a la cabeza. ¿Por qué había sido tan estúpida? ¿Acaso no sabía ya que ese tipo de cosas no eran para mí? ¿Por qué me había permitido a mi misma fantasear con un hombre cuando todo lo que tenía que hacer era cuidar de mi hijo y ocuparme de mi tienda? ¿Cómo había podido desviarme de mis planes?
Alejándome del pasillo, me dejé caer en el sillón más cercano. Era una idiota. Debería haber sabido ya de sobra que el amor nunca es tan bueno como lo pintan. No es más que una mentira, un engaño constante, una ilusión que pocas veces llega a ser verdad. Y por haberme olvidado de todo eso, había acabado con el matrimonio de Tim. Y estaba inexorablemente segura de que jamás me perdonaría algo así…
Finalmente, el llanto me venció y, abrazando un almohadón, lo dejé fluir libremente. Lloraba de angustia y también de frustración: estaba frustrada por haber querido tener una segunda oportunidad cuando sabía perfectamente que eso no existía. No existían las segundas oportunidades y, probablemente, tampoco existía realmente el amor. Simplemente era algo que las personas creen haber encontrado hasta que por una u otra razón abren los ojos y se dan cuenta que no era más que un ideal que jamás llega a concretarse.
Eso había sido Kevin. Eso era Tim ahora.

Nerviosamente, Annie golpeteaba una lapicera contra el borde del mostrador mientras marcaba el mismo número en el teléfono, por vigésima vez en lo que iba de la mañana. Dejó el auricular con impaciencia y miró la hora. Ya casi era el mediodía.
La puerta de la boutique se abrió en ese momento y ella desvió la mirada en esa dirección, pero al ver que se trataba de Tom, sintió que se desinflaba.
- ¡Hola Annie!- Saludó éste con alegría. Sin embargo, notó al instante la turbación de la chica.- ¿Qué sucede?
- Es Allison.- Respondió ella, aliviada de poder decírselo a alguien. Había querido llamar a Richard pero su celular estaba sin batería desde la noche anterior.- No ha aparecido y no me ha llamado. Es raro, porque se ausenta pocas veces. Y cuando lo hace, me avisa con anticipación…
- ¿No llamaste a su casa?- Preguntó, frunciendo el ceño.
- ¡Miles de veces!- Arrojó la lapicera contra el mostrador.- Pero no me atiende nadie, ni en su celular ni en su casa.
- ¿Crees que sucedió algo malo?- Tom empezaba a sentirse tan perturbado como ella. ¿Y si le había sucedido algo a Noah?
- Espero que no.- Los ojos de Annie se centraron en los suyos, como si esperara ansiosa a que él le asegurara que todo estaría bien.
- Descuida, iré a su casa.- Regresando a la salida, Tom se volvió sólo un segundo para despedirse de Annie.- Te llamaré en cuanto sepa algo.
Y antes de que Annie tuviera tiempo de decir algo más, salía a paso rápido de la tienda y rodeaba el auto para subirse a él. Ella levantó el auricular y siguió marcando el número obstinadamente, pero sin obtener respuesta.

El teléfono llevaba tanto tiempo sonando que ya pasaba desapercibido para mí. Simplemente me limitaba a quedarme recostada boca arriba en la cama, con un torrente incontrolable de lúgubres pensamientos que fluían libres ahora que estaba sola y sin miedo de que Noah me encontrara, pálida, triste y ojerosa tras haber pasado toda la noche despierta, revolcándome en los remordimientos de haber acabado con la felicidad de Tim, revolcándome en el dolor por haberlo perdido a él… revolcándome en resentimientos por haberme permitido llegar a aquel extremo con él.
Suspiré, conteniendo un sollozo y escuché que Bilbo ladraba sonoramente, seguramente fastidioso con el timbre de las constantes llamadas que no dejaban de producirse.
¿Cómo podía ser tan tonta? Dejar que Tim me afectara así… desde el principio había sabido cómo terminaría todo entre nosotros. Mis lágrimas y mis insomnios no tenían razón alguna…
Pero entonces… ¿por qué no lograba sentirme mejor?
- Si estás en casa, ¿por qué no contestas el maldito teléfono?- Dijo una voz enojada, que me sobresaltó.
Me senté en la cama de golpe y vi que Tom estaba parado en la puerta de mi habitación, mientras Bilbo lo olisqueaba a lo lejos, como tratando de reconocerlo.
La expresión enfadada de su rostro desapareció al instante. La suplantó la duda y la alarma.
- ¿Sucede algo malo?- Preguntó, vacilante.
No quería hablar con él. No quería que estuviera allí. No quería que fuera testigo de lo que su amigo provocaba en mí. No quería confesarle que me había enamorado de Tim perdidamente, locamente, profundamente, estúpidamente…
- Me duele la cabeza.- Me oí a mi misma decir esas palabras, pero era como si la voz perteneciera a otra persona. Era como si mi cuerpo y mi mente fueran de alguien más. Sólo reconocía en mí a mi corazón: latía tan dolorosamente como siempre.
Con cierta cautela, Tom dio algunos pasos hacia mí y se sentó en el borde de la cama. Me miró con preocupación.
- Perdóname, Allison, pero tú no eres la clase de mujer que se deja vencer por un dolor de cabeza. Hay algo más, ¿no es así?- Inquirió y deseé gritar la respuesta. Quizás una confesión atenuaría el dolor… pero, ¿para qué? ¿Qué sentido podía tener? Estaba todo muerto, acabado, terminado. C’est fini.
Bilbo saltó a la cama y apoyó el hocico en mi pierna, como ofreciéndome consuelo, o quizás pidiéndome comida. ¿Cómo se puede tener la absurda seguridad de que un perro entiende las emociones humanas y trata de hacerte sentir mejor? gimoteó suavemente y le acaricié la cabeza. Tal vez era una de esas cuestiones carentes de lógica. Como el amor. ¿Quién entiende el amor?
- Annie está preocupada.- Continuó Tom al darse cuenta de que no recibiría una respuesta. Escucharlo me hizo recordar su presencia. Lo contemplé como si me asombrara encontrarlo sentado a mi lado.- Te ha estado llamando toda la mañana. Decidí venir a ver que todo estuviera bien.
- Sí.- Musité, sintiendo un extraño aturdimiento.- Sólo me distraje. Y olvidé llamarla.
- ¿Por qué no contestaste el teléfono?
¿Por qué no podía simplemente dejarme en paz? Hubiese sido una buena solución momentánea. Algún tipo de ayuda para no pensar tanto. Y no quería mentirle a Tom. Me gustaba, era agradable, no se lo merecía. Pero si seguía así no me dejaría más alternativa.
- Bien, entiendo cuando alguien no quiere hablar conmigo.- Masculló. Sonó algo desilusionado, decepcionado quizás.- Pero lo entiendo. Tampoco nos conocemos tanto. Aún así… tienes que hablar con alguien, Allison. No te ves bien y sé que te pasa algo.- Inclinó la cabeza para escrutar mi rostro.- ¿Quieres que llame a Annie? Puede dejar la tienda un rato…
- No, está bien…- Contesté distraída. Era como si me encontrara a miles de kilómetros de allí… o tal vez sólo me encontraba del otro lado del pasillo.
- No seas tan testaruda. ¿Qué hay de Tim? Puedo llamarlo a él si quieres…- Insistió. La mención de su nombre me regresó a la realidad, como arrastrándome a través de paredes, arrancándome de sus brazos imaginarios que en mis más grises fantasías me estrechaban como antes. Levanté los ojos involuntariamente hacia él, llenos de lágrimas.
- Por favor, no…- Supliqué, lastimeramente, antes de ser consciente de lo que decía. La mirada de Tom se iluminó de incredulidad y luego de entendimiento.
- Mierda…- Murmuró, atónito.- Es él, ¿cierto? Estás así por Tim.
Aparté el rostro para que no pudiera verlo. Me sentía humillada, como si no fuera capaz de guardar mis propios secretos.
- Allison…- Susurró en un vano intento por hacerme hablar, pero yo ya no aguanté un segundo más.
- Te lo ruego, Tom. No quiero hablar de ello, ¿de acuerdo?- Bramé, conteniendo el llanto a duras penas.- Lo único que quiero es que todos dejen de preocuparse por mí. Déjenme desaparecer un día sin estar llamándome ni viniendo a mi casa con estúpidos intentos de levantarme el ánimo…
- ¡Sólo quiero ayudarte!- Repuso enseguida.
- ¡Lo sé y te lo agradezco! pero lo mejor que puedes hacer por mí ahora es salir de mi vida. Tú, Richard, Tim… todos ustedes. Ya no quiero verlos más.- Me puse de pie y me acerqué a la ventana. Me dolía decir aquello, pero necesitaba hacerlo.
- ¿De qué estás hablando? ¿Por qué?- Inquirió confundido.
Respiré hondo, buscando fuerzas donde ya sabía que no me quedaba ninguna.
- Porque ya no quiero pensar más, Tom.- Dije tristemente.- Todo esto nunca debió suceder. No debí dejar que Tim se convirtiera en algo más que el tipo que vive en la otra parte de la casa, no debí dejar que significara tanto para mí… y ahora es demasiado tarde.- La furia suplantó a la tristeza y tuve ganas de darle un puñetazo a la pared.- Sólo quiero regresar a lo que era antes.
- ¿A lo que eras antes? ¡Allison, vamos, no te engañes a ti misma! Que nunca me hayas dicho nada no significa que no sepa que tu vida estaba vacía y…
- ¡Es mi problema! ¡Es la decisión que había tomado! ¡Se suponía que el amor de mi vida había muerto y que ya no me quedaba nada más por vivir!- Grité con las palabras impregnadas de frustración.- ¡Y luego aparece Tim y me hace dudar de algo que yo tenía perfectamente en claro! ¡Dejé que las cosas se descontrolaran!
- Si te enamoraste de Tim no está en ti dejar o no que se descontrolen las cosas, Allison.- Replicó con firmeza.- Es algo que sucede, así sin más. No hay razones, no hay manera de evitarlo. No es una parte de tu vida que puedas manejar mediante elecciones. Quizás funcione así en la boutique: elijes si el cuadro es adecuado o no para venderlo allí. Pero el amor no es otro cuadro, ni otra mesa del siglo pasado, ni un jarrón de diseño. Está ahí, llega, se niega a irse.
- No tienes idea de lo que estás diciendo.- Farfullé, negando obstinadamente con la cabeza.- No tiene ningún sentido, Tom…
- Claro que lo tiene, pero te niegas a verlo. ¡Es fácil, Allison, hasta Noah te lo diría!- Se acercó a mí y me obligó a mirarlo.- Enamorarse puede ser complicado. O puede ser lo más simple del mundo. Tú elijes por que camino llevarlo.
- Enamorarse requiere de dos personas, Tom. Te estás olvidando de ese tipo de amor.- Me sequé las lágrimas bruscamente.- Y, de un modo u otro, siempre soy yo la que se queda sola, enamorada sin poder evitarlo.
- ¿Cómo sabes que esta vez será así de nuevo?- Quiso saber, imprimiendo algo de ánimo en su tono.- Tienes que hacer algo para averiguarlo primero.
- No. Ya he hecho suficiente y no lastimaré más a Tim.- Me alejé de él y regresé a la cama, donde me senté, abatida.- Por mi culpa, su matrimonio se acabó definitivamente. Jayne se fue ayer, después de encontrarnos en la playa, besándonos.
Tom me observó con una ceja arqueada unos segundos, pero reaccionó rápidamente.
- ¿Sabes cómo se llama eso, Allison? “Camino libre”- Explicó como si tuviera la absoluta certeza de ello.
Suspiré, sintiéndome cansada.
- Se llama “Tim está enfadado conmigo porque me culpa de que su matrimonio terminara y tiene toda la razón”.- Repuse, convencida. Tom se sentó a mi lado y me dio una palmadita en el hombro.
- ¿Hablaste con él? ¿Y si estás equivocada?
- Que me dijera que me fuera y que lo dejara en paz fue suficiente para saber que no, Tom.
El silencio que siguió a continuación quería decir que acababa de desbaratar las teorías de Tom. Se quedó sin decir nada, pensativo, seguramente rebuscando en su cabeza algo con lo que refutar.
Sin embargo, el llanto se me escapó antes de darle tiempo a nada más.
- ¡Lo único que quería era una nueva oportunidad, Tom! ¡Pensé que quizás no tenía por qué quedarme sola! ¡Pensé… pensé que con Tim todo sería distinto!- Sollocé espasmódicamente. Se apresuró a rodearme con los brazos y yo hundí el rostro en su hombro, desconsolada.
- El mundo está lleno de oportunidades, Allison. Sólo tienes que seguir probando…- Susurró, estrechándome dulcemente y haciendo que me volteara hacia él para poder sostenerme mejor.- Y mientras tanto, puedes llorar conmigo todo lo que quieras.- Me dedicó una pequeña sonrisa, tratando de hacerme sentir mejor. Bilbo gimoteó otra vez.- Sí, sí, tú también puedes llorar todo lo que quieras.- Le dijo al tiempo que yo me dejaba vencer entre sus brazos, sabiendo que no había una solución posible para mí. Ya había estado en ese lugar, ya sabía cómo acababan las cosas. Y era increíble cómo no aprendía de mis errores: seguía sometiéndome al dolor de perder a alguien a quien amaba. Y ese era el dolor más espantoso que pudiera imaginarse.

Llevaba horas sin poder dejar de sonreír. Casi le dolían los músculos de la cara, pero no podía evitarlo: Richard estaba extremadamente feliz. ¡Annie estaba embarazada! ¡Annie y él iban a tener un bebé y de pronto tenía un hecho tangible que le aseguraba que estarían juntos para siempre! Jamás había imaginado nada mejor que aquello.
Dobló en el último recodo del camino y visualizó la imponente y maravillosa casa de Allison y Tim. Estaba impaciente por compartir la noticia con su amigo, estaba impaciente por gritar a los cuatro vientos que iba a ser padre…
- Eso suena tan extraño…- Farfulló para sí mismo, mientras aparcaba en la entrada. Había tres autos ya estacionados allí y los reconoció a todos: el de Allison, el de Tim y el de Tom, dejado descuidadamente cerca de la entrada. Sonrió aún más (si era eso posible, acaso). Era como una treta del destino: ahora estaban todos juntos allí y podría decirles a todos la noticia.
Cuando bajó del vehículo escuchó el silencio pesado cayendo a su alrededor, apenas interrumpido por el gorjeo de algún pájaro ocasional. La sonrisa se desvaneció de su rostro, reemplazándose por un ceño fruncido al tiempo que se acercaba a la puerta de Tim y tocaba con fuerza para que lo oyera, estuviera donde estuviera.
Esperó pacientemente, pero algo dentro de él le dijo que las cosas no estaban bien. ¿Dónde estaban Tom y Tim? ¿Habrían salido a la playa? Rodeó la casa, sólo por si acaso, para encontrar arena y mar y una soledad total. No. Tenían que estar en el interior…
Abrió la puerta corrediza y entró. Era como si la casa estuviera absolutamente vacía y Richard sintió que estaba en una película de terror. De pronto la imagen de Tim, Allison y Tom encerrados en el baño siendo acechados por un loco con una motosierra asaltó su mente, hasta que no pudo evitar sonreír. Eso sonaba ridículo.
No había hecho más que entrar en la sala cuando visualizó a Tim, sentado en el piso junto a la chimenea apagada, despeinado, con la ropa arrugada y los lentes mal apoyados sobre la nariz. A duras penas levantó la vista hacia él al notar su presencia.
- ¿Qué diablos está pasando?- Preguntó Richard, súbitamente preocupado.- ¿Por qué no me abrías la puerta?
Tim evitó mirar a su amigo a los ojos, pero no hizo falta más para que Rich se diera cuenta lo desastroso que lucía. ¿Qué había sucedido allí?
- Creí que eras Jayne…- Musitó en un tono bajo e inexpresivo.
Richard frunció el ceño.
- ¿Jayne? ¿Y dónde está ella?- Quiso saber. ¿Por qué tenía la sensación de que últimamente esa mujer estaba haciéndole más mal que bien?- ¿Sigue en Battle?
- No.- Parecía reacio a responder.- Me dejó.
- ¿Otra vez?- Se le escapó, antes de poder evitarlo. Tim lo miró de soslayo.- Quiero decir…
- Sí. Otra vez. Y para siempre.- Centró su atención en sus manos, como si eso fuera lo más importante del mundo.- Ya no volverá.
- ¿Qué sucedió?- Richard se sentó en el sillón, para poder verlo de frente. Ni siquiera lo había visto así la primera vez que Jayne lo dejara. En esta ocasión lo había dejado hecho polvo…
Tim se pasó las manos por el pelo, distraídamente. Su amigo pensó que quizás llevaba un buen rato haciendo eso. El cabello se veía desordenado y manoseado.
- Llegó de Battle y me encontró con Allison.- Explicó, quedamente. Lo miró a los ojos al agregar:- estábamos besándonos.
Rich abrió la boca pero no dijo nada. Entonces Annie tenía razón… había sucedido algo entre ellos. Bueno, parecía que no había resultado del todo bien…
- Ya veo.- Murmuró, tratando de concentrarse en lo importante.- Se puso furiosa, ¿verdad?
- En parte, sí.- Se puso de pie y caminó hacia el piano. Miró las teclas, que sonaron discordantes bajo sus dedos. Rich frunció los labios, dándose cuenta de la gravedad de la situación.- Pero por otro lado…
Luego, siguió una pausa. Richard esperó pacientemente a que Tim continuara, pero era como si se hubiese bloqueado, ahora con la vista perdida en el mar allí afuera.
- ¿Por otro lado?- Instó suavemente. Tim salió de esa clase de trance en la que estaba metido con un respingo.
- Fue sincera. Me dijo muchas cosas de las que nunca había sido consciente.- Explicó, monótonamente.
Eso no podía ser bueno, decidió Richard. Si Tim se hallaba en ese estado, las palabras de Jayne no podían ser buenas para nada.
- ¿Qué clase de cosas?
Pero era como si Tim ya no estuviera allí, estaba en su propio mundo, pensando, recordando, angustiándose…
- ¿Sabes?- Murmuró al fin.- Deberías dejar la banda. Tienes a Annie, ¿cierto? Y la quieres.
- Si me dices que Jayne te dejó por la banda, entonces es más…- Comenzó a decir Richard, empezando a sospechar, pero Tim lo interrumpió.
- Jayne me dejó porque no pude hacerla feliz. Porque no sirvo para eso.- Apoyó la frente en el vidrio y a pesar de que oyó a su amigo acercándose por detrás, no se movió.- No he hecho más que arruinar su vida.
- ¿Arruinar su vida?- Repitió incrédulo.- Pero, ¿qué dices? ¡Te has desvivido por ella!
- No es cierto. Nunca estuve con ella realmente. Siempre estuve más preocupado por la banda. Nunca hice que se divirtiera…
Richard lo observó, más preocupado que antes. Sus palabras se amontonaban, casi no podía entenderlo.
- Tim, ustedes dos se conocen bien. Llevan muchos años juntos. Jayne sabía en qué se metía cuando empezó a salir contigo y más aún cuando se casó contigo. Si después de todo este tiempo te dice…
- Según ella, no sabía lo que hacía cuando se casó conmigo. Se arrepiente de todo, dice que arruiné su vida.- La monotonía de su voz aumentaba.- Arruiné su vida…
Richard nunca sentía ganas de golpear a nadie, pero si en ese momento Jayne se hubiese puesto en su camino…
Meneó la cabeza, censurándose.
- Entonces es una estúpida que no vale la pena. Tienes que dejar de sufrir por ella.- Le dijo convencido.- Se acabó Tim, no más Jayne y si vuelve…
- No volverá.- Farfulló.- Y, de todos modos… no me importa Jayne.
Frunciendo el ceño, Rich dio otro paso hacia él.
- ¿Y qué pasa? ¿Por qué…?
- Estoy enamorado de Allison.
Las palabras salieron de sus labios tan repentinamente que a Richard le costó un poco asimilarlas. Eso le hizo fruncir más el ceño.
- ¿Y por qué me lo dices a mí, Tim? ¿No deberías decírselo a ella?- Inquirió, razonable.
Sin embargo, él meneó la cabeza, abatido.
- ¿Quién querría estar conmigo? ¿No oíste nada de lo que dije? ¡Arruiné la vida de mi mujer! ¡La hice desdichada! Sería sólo cuestión de tiempo que Allison también me odiara… y para entonces estaré tan enamorado de ella que no podré soportar que me deje.
Richard llegó al límite de su paciencia.
- ¿De qué mierda estás hablando, Tim?- Bramó, desesperado.- ¿De dónde sacas esas ideas?
- De Jayne.- Respondió éste en un susurro.- Ella me lo dijo. Y tiene razón: nadie en su sano juicio soportaría estar a mi lado…
Llevándose las manos a la cabeza, Rich se sintió ganar por la irritación.
- ¡Tienes que estar bromeando! ¿Me estás diciendo que estás aquí como un estúpido sufriendo por el rechazo de una mujer que no se produjo sólo por las palabras de la resentida de tu esposa? ¡Abre los ojos, Tim, maldita sea! ¡Te dijo todo eso porque estaba enfadada, porque quería lastimarte!
- ¿Y si tiene razón?- Gritó éste, ya sin poder contenerse.- ¿Si tiene razón, Richard?
- ¿Cómo mierda pretendes averiguarlo si estás tirado en el suelo, lamentándote? ¡Ve a verla, Tim! ¡Díselo!
- ¡No puedo, no puedo simplemente decírselo!
- ¿Vas a confiar más en lo que te dijo Jayne? ¿Vas a confiar más en lo que ella dijo para hacerte trizas que lo que yo puedo decirte para ayudarte? ¡No hay nada malo contigo, Tim!
- ¡Tú no eres mi esposa, Richard! ¡Tú no sabes lo que es estar casada conmigo!- Replicó furioso.
- ¡Bien! ¡De acuerdo, tú ganas! ¡Eres el peor tipo del mundo y nadie quiere estar contigo!- Espetó, severamente. La expresión de Tim se ensombreció.- Ahora dime una cosa: ¿te ha besado Allison? ¿Ha pasado algo entre ustedes?
Se le puso tensa la mandíbula al responder. Recordar lo que había perdido le desagradaba en lo más profundo de su ser.
- Sí.- Dijo, de todas maneras.- Me ha besado. Hemos hecho el amor. Vivimos dos semanas casi perfectas…
- ¿Y crees que Allison estaría contigo sólo por que sí? Sabiendo lo que le sucedió, conociéndola… ¿crees que es el tipo de mujer que se arroja a los brazos del primer hombre que quiere consolarla?- Richard lo enfrentó, con un fuego en los ojos celestes. Tim se quedó mudo.- Porque yo creo que Allison no estaría con nadie sólo porque se le antoja un poco de sexo. Y antes de rendirte y ponerte a pensar en por qué la mujer que amas no querría estar contigo, deberías analizar por qué ya lo hizo.
Tim tragó saliva y se quedó muy quieto. Después de unos breves instantes levantó la mirada hacia Richard y parecía que había cambiado por completo.
- Eres un idiota.- Le dijo éste y Tim casi esbozó una pequeña sonrisa.- No puedo creer que tenga que explicarte todo.
- No debí creerle a Jayne…
- ¡Claro que no!- Exclamó con vehemencia.- ¿Y qué diablos haces ahí parado? ¡Vete de una vez! ¡Ya has perdido demasiado tiempo!
Al fin, Tim sonrió y asintió con la cabeza, en señal de agradecimiento. Richard se dejó caer en el sillón y, mientras Tim se dirigía al pasillo, recordó algo.
- ¡Hey! ¿Y dónde está Tom?-Preguntó, pero Tim ya desaparecía en la sala de Allison e hizo caso omiso de él.
Tal como Richard cuando entrara a su casa, a Tim le pareció a simple vista que la casa de Allison estaba vacía. No había rastros de ella, de Noah, ni siquiera del pequeño Bilbo. Miró extrañado alrededor y avanzó en su búsqueda, deseoso de verla de nuevo, de estrecharla entre sus brazos y de confesarle lo que sentía…
¿Cómo había sido tan tonto? Creer las idioteces de Jayne era lo peor que había hecho en su vida. No estaba en su esposa decidir si alguien querría o no estar con él. No estaba en ella decidir qué haría Allison. Y era hora de que supiera si ella también lo quería…
Le pareció oír un ruido proveniente de la habitación y se dirigió hacia allí. La sonrisa invadía su rostro. Increíblemente, tenía la certeza de que todo iría más que bien…
Sin embargo, se quedó paralizado en la entrada nada más alcanzarla. Se movió un poco para el costado y espió al interior, incrédulo: Allison estaba sentada en la cama, abrazada fuertemente a Tom y apoyando el rostro en su hombro, fuera del alcance de su vista.
Sintió que se quedaba sin aire. ¿Qué mierda estaba sucediendo?
Tom le susurraba en el oído y Tim no lograba entender las palabras que salían de sus labios. Vio cómo la mano de su amigo acariciaba suavemente el cabello de Allison, de su Allison…
No soportó un segundo más. Bruscamente, se dio media vuelta y huyó hacia la salida, hacia el pasillo que unía ambas propiedades, lo más lejos posible de aquellos dos que parecían demasiado inmersos en mostrarse cariño uno al otro…
Richard lo miró sorprendido cuando entró como un rayo, dando un portazo. Ni siquiera tuvo tiempo de levantarse del sillón, Tim simplemente empezó a vociferar, furioso.
- ¿Quieres saber dónde está Tom?- Gritó, nervioso. Sentía que las manos le temblaban.- ¡Está allí, abrazando a la mujer que según tú no se arroja a los brazos de cualquiera! ¡Están muy cómodos, abrazados en su cama!
- ¿Qué?- Rich abrió mucho los ojos. ¿Qué hacía Tom con Allison?
- ¡Lo que oyes! ¿Quieres verlos tú mismo? ¡No creo que Allison esté echándome mucho en falta en este momento!- Le dio un manotón a un jarrón que se hizo añicos contra el piso.
- ¡Cálmate, Tim! ¡No solucionarás nada destruyendo las cosas de la casa!- Pidió Richard en tono autoritario.
- ¡No me digas qué hacer! ¡El último consejo que me diste no resultó muy bueno, Richard!- Lo señaló, amenazador, con un dedo.- ¡No quiero volver a ver a ese idiota por aquí! ¡Asegúrate de que no se cruce en mi camino porque…!
- ¡No te la agarres con Tom! ¡Estoy seguro de que hay una explicación para todo esto!
- ¡No lo defiendas!- Estalló, fuera de sí.- ¡No lo defiendas, maldita sea! ¡Debí saber que las cosas terminarían de este modo!
- Tienes que tranquilizarte. Piensa, Tim, por Dios… no creo que Tom esté haciendo esto para herirte…- Masculló, en un intento por salvar la situación. Lo observó mientras iba a largas zancadas hacia la salida.- ¿A dónde vas?
- No lo sé, pero no puedo quedarme aquí ahora.- Tomó las llaves del auto al pasar.- Tú quédate, vete, únete a la fiesta… haz lo que quieras.
- No seas inmaduro, Tim, tienes que…
- ¡Basta! ¡No soporto más todo esto!- Se volvió violentamente hacia su amigo que lo había seguido.- ¡No es la primera vez que tengo que verlos juntos, pero nunca creí que Tom llegaría tan lejos! ¡Y si sigue aquí cuando regrese…!
La frase quedó en el aire. Se subió al auto y lo arrancó con agresividad, pisando el acelerador. En menos de cinco segundos, había desaparecido por el camino y Richard se quedó parado en la entrada de la casa, sin saber qué hacer.
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