Comunicarle a los Rice-Oxley que habían secuestrado a su hijo fue probablemente una de las cosas más difíciles que Richard había hecho en su vida. En ese momento, era prácticamente el único que se mantenía entero y se encontró a sí mismo a cargo de todo. Jayne estaba totalmente devastada, Tom parecía sumido en un profundo aturdimiento y, para colmo, ahora también tenía que tratar de calmar a la madre de Tim que estaba histérica y a su padre que no paraba de preguntar cosas para las que él no tenía respuesta.
Dándose cuenta que no tendría oportunidad de derrumbarse como los otros, Richard trató de hablar con el padre de Tim lo más calmadamente que pudo, en un intento por organizarse para reunir el dinero que necesitaban. Si bien Rich podría haber conseguido esa suma en su propia cuenta, tendría que dar demasiadas explicaciones en su banco al retirar tres millones de una sola vez y no quería arriesgarse a que alguien más oyera lo ocurrido. Si el asunto llegaba a oídos de la policía, Tim tendría aún más problemas.
Su idea era que cada uno pusiera una buena suma, pero no lo suficientemente extraordinaria para levantar sospechas. Tom y él contaban con la posibilidad gracias a las ganancias de la banda, Patrick Rice-Oxley podría aportar otro tanto después de años de una prestigiosa carrera médica y Jayne podía retirar lo restante de la cuenta de Tim, a la que tenía acceso en calidad de esposa.
Ella no estaba participando demasiado de la conversación, sólo se limitó a mirarlo con los ojos perdidos cuando le preguntó si sería un problema para ella retirar dinero de la cuenta de su marido.
- Jayne… sé que estás algo alterada en este momento, pero necesito saber si puedes hacerlo.- Richard le tomó las manos con las suyas, pensando que quizás el contacto la haría reaccionar.- ¿Puedes contactar al banco y sacar el dinero sin que nadie sospeche lo que sucede?- Lentamente, como ida, dejó que su rostro se fuera bandeando hacia un lado, clavando la mirada en el suelo o en algún punto de la habitación que Richard no podía ver.- Jayne.- Añadió con firmeza, volviendo a intentar.
- Creo que sí…- Contestó ella, con una voz que no parecía suya. Luego lo miró directamente y él leyó todo el sufrimiento que la carcomía por dentro.- ¿Por qué no te dejaron hablar con él, Richard? ¿Qué le han hecho a mi Timmy?
Rich abrió y cerró la boca varias veces, en un intento por encontrar algo que decir. ¿Cómo podía responder a ello si ni siquiera estaba seguro de que no le hubiesen dado una paliza o dejado inconsciente o… quién sabe? Ignoró a duras penas el escalofrío que le recorría la columna y pensó que mentir era lo mejor que podía hacer en ese momento.
- Tim está perfectamente, no se arriesgarían a lastimarlo por nada del mundo. No conseguirían lo que quieren si a él le sucediera algo, Jayne, van a mantenerlo a salvo. Estoy seguro de que no tendrá un solo rasguño cuando lo veamos de nuevo.- Dijo al fin. La madre de Tim, Margareth, dejó escapar un sollozo ahogado y su esposo la rodeó con los brazos. – Ya verás…- Susurró Richard y se apartó de ella, hacia la cocina, con la excusa de tomar un poco de agua, cuando en realidad todo lo que quería hacer era descansar de esa falsa apariencia de tranquilidad y control.
Apoyó ambas manos en la fría mesada, con los dedos extendidos y bajó la cabeza, resollando como si hubiese corrido kilómetros y kilómetros sin detenerse. Se sentía exhausto, física y mentalmente, y ni siquiera estaba seguro de cuánto tiempo había pasado desde que recibieran aquella noticia espantosa. Pero lo que más le preocupaba era cuánto más duraría esa pesadilla.
- Lamento no ser de mucha ayuda.- Dijo la voz de Tom detrás de él, que sonaba baja y asustada. Richard le echó un vistazo por sobre el hombro.- No sé qué hacer, Rich. Nunca pensé que… estaría en una situación así.
- Yo tampoco.- Murmuró el otro y le dio un largo trago a la primera botella de agua que encontró en el refrigerador.- Sólo… trata de no desesperar, ¿de acuerdo? Si tú también desesperas… creo que voy a explotar.
Los ojos verdosos de Tom se llenaron de lágrimas silenciosas que él quiso reprimir de inmediato sin mucho éxito.
- Tim manejaría todo esto mucho mejor que nosotros.- Repuso, sorbiendo la nariz.- Nadie estaría llorando, estarían seguros de que todo saldría bien…
Richard sonrió tristemente.
- Debe estar de un humor de perros.- Masculló y rió ante la idea, mientras se le saltaban algunas lágrimas.- Gruñéndole a todo el mundo.
Tom también rió, rindiéndose un poco al llanto.
- Molesto porque le hacen perder el tiempo y no puede ir al estudio.
- Exigiendo que le lleven un teclado para no atrasarse en el trabajo.
- Con esa mirada fastidiosa si lo interrumpen justo cuando se le ocurre una frase genial…- La sonrisa de Tom se extinguió al mismo tiempo que su voz y centró sus ojos en su amigo, otra vez tan abatido como antes.- Ojalá estuviera aquí para enfadarse conmigo ahora…
Richard le dio un abrazo y lo sostuvo unos segundos, como si fuera un niño llorando porque había perdido su osito de peluche preferido.
Tom apoyó la cabeza en su hombro, sin sentir vergüenza. Llevaban demasiados años de amistad, habían pasado por muchas cosas y sabía que con Richard podía llorar tranquilo. Eran como hermanos. Hermanos que de pronto se encontraban incompletos.
Los golpes en la puerta me hicieron dar un respingo y toda la calma que había conseguido sentir por unos breves minutos mientras dejaba que el agua de la ducha me golpeara fuertemente la espalda se fue al demonio.
- ¡Vamos, Nina!- La voz de Sean sonó amortiguada desde el pasillo y yo suspiré. No tenía muchos momentos de relax últimamente y ahora que me sentía particularmente tensa, parecía que mi hermano me arrebataba la paz apropósito.
- ¡Ya voy!- Exclamé para hacer algo de tiempo. Cerré la ducha y salí apresuradamente, envolviéndome con una toalla y secándome el largo cabello rubio con otra.
Había dormido bastante mal esa noche, segura de que oía quejidos en el silencio de la casa. No debía haber sido muy agradable para el pobre tipo encerrado en la mugrienta habitación sin ventanas, despertar de un sueño inducido a golpes y descubrir que tenía los ojos vendados y las extremidades atadas.
Sentía pena por él. Por lo poco que sabía de este tal Tim Rice-Oxley, no era una mala persona. Su único mal parecía ser tener algo de dinero y una esposa vulnerable que se dejaba seducir. Aún no estaba muy segura de por qué Sean había escogido a un tipo que no llamaba demasiado la atención fuera de los escenarios. No era la clase de músico que te llegaba a la cabeza enseguida al pensar en la gran posibilidad de personas ricas a las que extorsionar en Inglaterra.
Aparté esos pensamientos al darme cuenta de que los estaba teniendo. Si Sean pudiera escucharlos… me hubiera descuartizado viva. No quería hacerlo enojar. Dios sabía que esa era una pésima idea.
Me vestí enseguida y dejé la tarea de desenredar mi cabello para más tarde. La paciencia de mi hermano tenía un límite y era mejor no traspasarlo. Me miré fugazmente en el espejo para asegurarme de que mi rostro no demostrara debilidad alguna y, al considerarme satisfecha, salí a su encuentro. Lo encontré en la cocina, tomándose probablemente la quinta cerveza de lo que iba en la mañana, junto a Dave que parecía esperarlo, golpeteando el pie distraídamente contra el suelo.
Éste me miró y me sonrió brevemente a modo de saludo, cosa que le devolví sólo por ser educada. Fuera de ser el compañero de asuntos turbios de Sean, no tenía nada contra él y, de no haber sabido a qué se dedicaba, hubiese pensado que era digno de confianza, con esos grandes ojos oscuros, su baja estatura, su cabello largo y rizado atado en una cola y esos aires extrañamente latinos que nadie sabía de dónde salían.
- ¿Qué es eso tan importante que no podía esperar cinco minutos más a que terminara de ducharme?- Le pregunté a Sean como si nada, sirviéndome un vaso de jugo de naranja que casi nadie bebía allí a no ser por mí.
- Dale de comer a Rice-Oxley, estoy harto de escuchar sus quejidos.- Dijo bruscamente, arrojando la botella vacía al tacho. Le pasó de cerca, pero no entró. Aún así, ni se molestó en ponerla en su sitio.
Quizás yo no había sido la única que notara la presencia de nuestro huésped durante la noche…
Abrí las alacenas, buscando algo que fuera medianamente comestible, no sólo para Rice-Oxley, si no también para mí.
- ¿Vas a salir a alguna parte?- Le pregunté, viendo que le lanzaba a Dave las llaves de la camioneta y éste se ajustaba la gorra de visera negra que no se quitaba nunca. Había empezado a creer que la tenía pegada al cuero cabelludo y aún no había prueba que me demostrara lo contrario.
- Sí.- Fue todo lo que dijo. Esperar explicaciones hubiese sido una idiotez, pero me molestó de todos modos que no fuera más específico.
- ¿Dónde está Billy?- Miré a mi alrededor, esperando que se lo llevaran con ellos.
- En la sala, creo.- Se dirigió a la salida, pero se detuvo para mirarme de la peor manera posible.- Ten cuidado con lo que haces, Nina. Si la arruinas vas a terminar mal.
- Yo también te quiero.- Farfullé en voz baja, algo malhumorada.
- Cállate. ¿Tienes la llave?- Yo suspiré y él bufó, impaciente.
- ¡Sí, tengo la llave, ya vete de una vez!
- Y no le hagas un desayuno muy elaborado. Esto no es un hotel.- Con estas últimas palabras desapareció de mi vista y a los pocos segundos oí la puerta de calle cerrándose. El motor de la camioneta se puso en marcha.
- Como si tuviera algo que realmente fuera un desayuno.- Repuse al encontrar una caja de cereales ya empezada. Busqué dos cuencos y lo repartí entre ambos. Parecía que alcanzaba para los dos. Serví otro vaso de jugo de naranja que de todos modos se echaría a perder si no lo tomábamos de una vez, lo puse en la primera bandeja que encontré y busqué la llave de la habitación mugrosa que había empezado a servir de celda. La idea me hizo fruncir los labios y decidí no pensar en ello.
Me puse algo nerviosa al acercar la llave a la cerradura. No había nada de qué preocuparse: el tipo estaba vendado, casi inmovilizado y después de tantas horas sin ingerir comida o agua debía de encontrarse bastante débil. Y probablemente era eso lo que me perturbaba. Sabía que no debía sentir lástima por él. Sean se enfadaría si metía la pata.
Carraspeé, reuniendo algo de valor, y abrí la puerta.
La habitación parecía absolutamente vacía, excepto por una especie de bulto echado en el suelo en uno de los rincones más apartados de la puerta, el mismo sitio donde lo arrojaran al encerrarlo. Tenía el cabello alborotado casi en su totalidad, pero la parte donde lo habían golpeado seguía pegajosa y aplastada. Tenía las manos sucias de estar en el piso, así como también una de las mejillas sobre la cual probablemente había dormido. Empezaba a crecerle una barba desprolija y su ropa no parecía en mejor estado que él mismo.
Se enderezó cuando entré en la habitación, alerta. De seguro me había oído, aunque bajo ningún concepto podía verme. Parecía que la venda estaba apretándole firmemente los ojos.
Avancé hacia él, sintiéndome extrañamente insegura y dejé la bandeja con el cuenco y el jugo cerca de él en el piso. Me hubiese gustado no dejar la comida entre toda esa suciedad, pero no tenía más opción. Y Sean haría un escándalo si proponía que le pusiera una mesa y una silla al tipo. Ya casi oía sus gritos enardecidos y sus acusaciones sobre lo blanda y débil que era, por no decir desagradecida.
Tim se quedó muy quieto, sin tener idea de quién estaba allí, por qué o para qué. Separó los labios, como deseando decir algo, pero se abstuvo.
Empecé a alejarme hacia la puerta. Había cumplido con lo mío y tenía que dejarlo sólo de nuevo. Sean me había dicho que no debía hablarle ni nada de eso… pero Tim parecía ignorar por completo el hecho de que le había dejado comida. ¿Cómo podía saberlo si no veía absolutamente nada?
¿Qué mal podía hacerle si se lo decía? No le estaba dando la ubicación de la casa y un teléfono celular para que llamara a la policía y fueran a recogerlo.
Dudé un segundo, mientras tomaba el picaporte y giraba la llave entre mis dedos.
- Te dejé cereal y jugo. Debes tener hambre.- Dije al fin, lo suficientemente alto para que me comprendiera, pero no como para que Billy me oyera desde la sala.
Tim pareció mover la cabeza en dirección a la voz que había oído, pero decidí que era hora de salir de allí. Simplemente cerré la puerta detrás de mí y le eché la llave.
Suspiré. No había sido tan difícil, aunque la había cagado desde el principio. ¿Debes tener hambre? Había sonado demasiado compasiva y me sentía una idiota. A partir de ese momento no volvería a hablarle. Si arruinaba aquello… era mejor ni pensar en lo que pasaría.
Regresé a la cocina y vi a Billy apoyado contra la mesada, recibiéndome con una sonrisa. Traté de ocultar mi fastidio y fue derecho hacia mi cuenco de cereal, deseosa de un desayuno tranquilo y sin alteraciones.
- Buenos días, Nina.- Saludó con una voz pegajosa y algo seductora.
- Hola.- Contesté sin más. Busqué una cuchara en el cajón y empecé a masticar el cereal.
Los dedos de Billy se enredaron en mi cabello aún húmedo.
- Hueles bien.- Susurró, acercándose un mechón a los labios.- ¿Qué es?
- Shampoo y jabón, cosas que evidentemente no conoces.- Espeté de mala manera y moví la cabeza para quitarle mi pelo de las manos.
- ¿Por qué tienes que ser tan gruñona?- Preguntó divertido.- Con todas las horas que tendremos que pasar aquí solos, ocupándonos de vez en cuando del estúpido de Rice-Oxley, nos aburriremos mucho. ¿Por qué no ponerle un poco de… color a nuestro trabajo?
Sus ojos verdes brillaron cuando me recorrieron sin disimulo alguno.
- Sabes que Sean te arrancará un brazo si me pones un dedo encima.- Musité con calma, sin estar segura que tan cierto sería eso. Era un tipo posesivo, sí… ¿pero hasta qué punto llegaba el amor por su hermana? Confié en que Billy no dudara.- Y no quieres problemas con él.
- No veo por qué habría de enterarse.- Metiendo un dedo en la cintura de mi jean, me atrajo hacia él sin mucha delicadeza.- Él tiene que ocuparse de otros asuntos con Dave y tú y yo tenemos muchas camas disponibles mientras tanto.
- No pienso meterme en ninguna cama contigo.- Repliqué, apartándome. Tomé mi cereal y decidí que era mejor alejarme de él lo más posible.
- Bien, nada de camas. Tú eliges, tenemos sillones, la alfombra, una pared… la ducha si quieres.- Me siguió, insistente. Apreté el paso.- No seas tan frígida, cielo, no te arrepentirás de pasar un lindo ratito conmigo.
- Déjame en paz, Billy, o te daré una patada que hará que se te pasen todas tus degeneradas intenciones.- Dicho esto, di un portazo en mi habitación, trabé la puerta con la silla más cercana y me dejé caer en la cama, habiendo ya perdido el apetito.
No estaba segura de cuánto duraría todo ese asunto con Tim Rice-Oxley, pero esperaba que no fuera demasiado. Estar encerrada en una casa con un maniático sexual y un tipo amarrado con sogas no era una perspectiva exactamente agradable.
No por primera vez, me pregunté cómo sería tener una vida normal.
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