domingo, 31 de agosto de 2008

A Bad Dream: Capítulo 6.

- ¡Sean, por Dios, van a matarlo!
Me lancé otra vez hacia la puerta de la habitación cerrada y golpeé la madera con los puños ensangrentados.
- ¡Billy, ya basta!
Llevaba por lo menos diez minutos oyendo los golpes ahogados y los quejidos doloridos de Rice-Oxley y Sean me había obligado a que me quedara allí a oírlos, como una especie de castigo.
Sentí que me levantaban por la cintura y un segundo después mi hermano me transportaba en ascuas hacia mi propio cuarto, sosteniéndome con firmeza.
- Te dije que no fueras muy blanda con él, Nina.- Dijo con expresión dura.- Y no me hiciste caso.
- Sean, por favor…
- El tipo no está aquí de vacaciones. Si yo te digo que lo alimentes, le llevas comida. Si yo no te lo ordeno, no lo haces. Es muy simple.
- Sólo comió un poco de…
- ¡No me importa, maldita sea, casi se escapa!- Me arrojó en mi cama sin miramientos y sollocé al sentir el dolor en mis manos cuando caí sobre ellas nuevamente.- ¡Y por tu culpa! ¡Eres una inútil! ¡Sabías que hacías las cosas mal y así y todo no te importó! ¡Ni siquiera le avisaste a Billy que ibas a entrar a darle comida, fuiste sola y por poco lo arruinas!
- ¡Lo lamento, Sean!
Me encogí en un rincón de la cama, tratando de apartarme de él.
- Basta, por favor, me asustas cuando te pones así…- Susurré.
- Me alegro, Nina, porque quiero que entiendas la gravedad de la situación.- Bajó el tono de voz y se sentó en el borde de la cama, como si estuviéramos teniendo una conversación de lo más normal.- Metiste la pata, Rice-Oxley también metió la pata y ahora los dos están en problemas.
Se escuchó un último quejido de Tim, seguido por una tos que sonaba dolorida y luego un portazo. Billy había salido de la habitación.
- Creo que él no va a fastidiar más de momento.- Dijo Sean, con una pequeña sonrisa ensombrecida de perversidad.- Así que dime, Nina…- Se volvió hacia mí con una expresión amable que no me tragué ni por casualidad.- ¿Vas a fastidiar tú?
Negué con la cabeza de inmediato y él se mostró satisfecho. Mientras se ponía de pie y dejaba mi cuarto con un portazo, volví a sollozar, con la absoluta certeza, de una vez por todas, de que era la hermana de un verdadero monstruo.

Frotándose los ojos con cansancio, Tom contuvo un descomunal bostezo. El silencio que reinaba en la sala de la casa de Tim y Jayne era casi tangible y él llevaba tantas horas sin dormir que tenía la sensación de que tendría un sueño profundo aún acostado sobre una cama de clavos.
Patrick Rice-Oxley apareció desde la cocina, llevándose su teléfono celular al bolsillo.
- Era Tom.- Dijo, refiriéndose a su hijo menor.- Vendrá a buscarnos en un rato, para que podamos descansar un poco.
- Quiero quedarme hasta que ese tipo vuelva a llamar. Quiero hablar con Tim.- Replicó Margareth, con la voz quebrada.
- No sabemos cuando llamará de nuevo, señora Rice-Oxley.- Intervino Tom, tratando de sonar razonable.- Y usted necesita descansar. No hay nada que pueda hacer aquí. Vaya a su casa, relájese un poco y regrese en la mañana.
- Tom tiene razón.- Farfulló Richard, que sostenía a Jayne. Se había quedado dormida llorando en su hombro hacía unos minutos.- Y de todos modos, si tuviéramos alguna novedad los llamaríamos de inmediato.
Todos volvieron a quedarse callados. Jayne se deslizó un poco, cayéndose y Rich la acomodó.
- Ayúdame a llevarla a su cama, Tom.- Pidió en voz baja. Su amigo se puso de pie y la levantaron con cuidado para transportarla sin que se despertara.
Cuando el teléfono empezó a sonar todos se quedaron petrificados. Jayne abrió los ojos, alarmada y Richard dejó que Tom la sostuviera, lanzándose hacia el teléfono.
- ¿Sí? ¿Hola?
- Espero no despertarte, Hughes. ¿Están durmiendo bien en casa de Rice-Oxley últimamente? ¿O acaso la preocupación les quita el sueño?
Al ver que Richard se estremecía, todos los demás se acercaron a él, comprendiendo quién se encontraba del otro lado de la línea.
- ¿Cómo está Tim?- Preguntó Rich en cambio, sin poder evitarlo.
- ¿Cómo está mi dinero?- La voz metálica se tornó burlona.- ¿Cómo vas con él? ¿Ya lo tienes?
- Ya casi.- Contestó Richard. Él y Tom pondrían lo que Jayne no había podido extraer de la cuenta de Tim, pero necesitaban uno o dos días antes de volver a retirar de sus propias cuentas. Los agentes bancarios son curiosos y si hay algo que no les cierra del todo, tienden a llamar innecesariamente a la policía…
- Me daría prisa si fuera tú. Creo que tu amiguito los extraña mucho.- Hubo un sonido que Richard atribuyó a algún tipo de risa que le heló la sangre.- No tienes idea de la hazaña estúpida que quiso hacer hoy.
Rich apretó el auricular. Tom, Jayne y los Rice-Oxley lo estaban contemplando ansiosos, esperando que él les diera algún indicio de lo que estaba pasando.
- ¿Qué quieres decir?- Inquirió, no muy seguro de si quería saberlo. Por favor, Tim, no hagas idioteces, pensó por dentro. Imploró que de algún modo mágico sus palabras llegaran a su amigo, que no se precipitara, que no se metiera en más problemas…
- Digamos que quiso sacar un boleto hacia la Tierra de la Libertad pero se encontró con Ciudad Paliza en el camino.- Otra vez esa risa fría y desagradable. Richard se quedó sin aliento y sintió que ya no podía mantenerse en pie. Se apoyó dificultosamente contra una estantería llena de libros que estaba cerca de él y sus ojos celestes se llenaron de lágrimas.
- ¿Qué mierda hiciste con él?- Quiso saber, entre furibundo y aterrorizado.
Tanto Margareth como Jayne se taparon el rostro con las manos, angustiadas. El padre de Tim se alejó, ocultando su expresión, hacia la ventana. Tom, en cambio, se acercó más a Richard, ansioso por oír algo.
- ¡Vamos, Hughes, no seas aguafiestas, tampoco es para tanto!- La voz metálica parecía divertida.- Si lo vieras aún podrías reconocerlo, sólo me encargué de que entendiera que no estoy jugando, aunque encuentro todo esto infinitamente entretenido. Si lo hubieses oído gritar mientras le pateaba las costillas y le daba puñetazos en…
- ¡Ya basta!- Gritó Richard, sin poder contenerse y sintiéndose enfermo.- ¡No vuelvas a tocarlo de nuevo, maldita sea! ¡No te atrevas a lastimarlo!
- Déjame hablar con él, Richard.- Pidió Patrick, volviéndose y estirando la mano para que le pasara el teléfono.
- Asegúrate de tener el dinero en menos de cinco días. Entonces volveré a llamarte y te daré más instrucciones.- Dijo el tipo del otro lado.- Pórtate bien mientras tanto, Hughes.
Patrick le quitó el teléfono de las manos, pero la línea estaba muerta y la comunicación ya había finalizado. Richard se recostó contra la pared, absorto en todo lo que acababa de oír y sin notar que Tom le ponía una mano en el hombro, preocupado.
Por primera vez desde que todo aquello comenzara, Richard se permitió derrumbarse. Olvidó que todo el mundo estaba ahí con él y de todos modos no le importaba. Tim no estaba nada bien y había que sacarlo de ahí de una vez…
- Lo golpearon. Lo golpearon, Tom…- Levantó la mirada perdida hacia su amigo y toda su desesperación apareció en sus ojos celestes. No escuchó el grito histérico de su madre, ni vio la expresión asustada de Jayne.- Quiso escaparse y lo golpearon…
Patrick se llevó una mano al rostro.
- Dios mío…- La furia empezó a crecer dentro de él. Era un hombre muy pacífico, pero cuando se metían con algo que amaba su calma se iba al demonio.- ¡Ese hijo de puta! ¡No puedo resistir sabiendo que mi hijo está…!- Su voz se apagó, incapaz de pronunciar aquello.
Richard volvió lentamente a la realidad.
- Necesitamos el dinero. Llamará en cinco días y tenemos que tenerlo.- Miró a Tom.- Ya no importa si levantamos sospechas. Tenemos que conseguir el dinero como sea.
- ¿Cómo sabemos que nos devolverán a Tim sano y salvo una vez que tengan el dinero?- Gritó su padre, ya totalmente fuera de sus casillas. Ambas mujeres se volvieron hacia él, horrorizadas.- ¡Si ese animal es capaz de golpearlo y…!
- Nuestra única opción es pagarle, señor Rice-Oxley, no podemos hacer otra cosa.- Interrumpió Rich.- No estamos seguros de nada, salvo de una cosa: hay que recuperar a Tim lo antes posible.
Una luz que cortaba la oscuridad de la noche iluminó la ventana que daba a la calle. Tom se acercó a ver qué pasaba.
- Es un auto.- Informó, entrecerrando los ojos para ver quién estaba dentro.- Creo que es Tom.
Patrick tomó a Margareth del brazo y la llevó a la salida.
- No puedo quedarme sin hacer nada mientras le dan una paliza a mi hijo.- Dijo, volviéndose hacia los otros tres que se quedaban atrás.
- Confiemos en que Tim haya aprendido a no escapar, esperemos que deje todo en nuestras manos.- Contestó Richard con suavidad.
Sin responder, los Rice-Oxley salieron de la casa. Jayne desapareció en el pasillo, temblando y un portazo indicó que se encerraba en su habitación. Aparentemente, quería estar sola.
Tom miró a Richard, preocupado.
- ¿Tim quiso escapar?
Sentándose con una sensación de derrota en el corazón, Rich suspiró.
- Eso dijo.- Sus palabras resonaban en su cabeza.- Mierda, Tom… me dijo que Tim gritaba mientras le pateaba las costillas…- Se le hizo un nudo en la garganta y el llanto le ahogó la voz.
Tom se sentó a su lado, sintiéndose igualmente enfermo. No quería dejar que su imaginación volara.
Los dos se quedaron allí, sumidos en la noche, que no parecía ni remotamente oscura si la comparaban con los pensamientos que los atormentaban sin descanso.

Las risas estruendosas invadieron mis oídos cuando me animé a salir de mi habitación en busca de algo para curar un poco las palmas de mis manos. Las voces provenían de la sala y por el teléfono especialmente preparado con un deformador de voz que Sean sostenía, supe que acababan de comunicarse con la familia de Tim.
Hice caso omiso de él, de Billy y de Dave, que estaba sentado frente a la computadora desde la que controlaba que las llamadas a casa de los Rice-Oxley no fueran rastreadas y fui directo a la cocina.
Encendí la luz que estaba sobre la mesada y miré mis palmas con atención. Tenía una pequeña esquirla de vidrio clavada en una de ellas, pero por su tamaño no podía agarrarla con los dedos. Me puse a revolver los cajones y las alacenas en busca de algo que sirviera hasta que divisé la caja de herramientas de Dave sobre la mesa. Busqué una pinza y regresé bajo la luz.
Con cuidado y tratando de no dejarme llevar por el dolor que sentía, la extraje y la dejé sobre la mesada. Luego me lavé las manos con abundante agua, mientras el tacto con la misma hacía que mis ojos se llenaran de lágrimas.
- Gracias por darme una excusa para golpear a Rice-Oxley.- Dijo una voz detrás de mí, que reconocí como la de Billy. Ni siquiera me volví. No tenía ganas de dejarme fastidiar esa noche. Ya había tenido suficiente.- La verdad es que estaba bastante aburrido, pero la paliza me llenó de energías. No hay nada como el sonido de un hueso roto a patadas.
Decidí ir al baño a buscar algo con qué vendarme para que las heridas cicatrizaran mejor pero Billy me detuvo cuando pasé junto a él.
- Basta, Billy, déjame de una vez.- Pedí cansinamente.
- Ya no estoy bromeando, Nina.- Su expresión se había puesto seria.- El muy hijo de puta nos vio las caras a todos. Si llega a escapar de esta y va a la policía, estamos muertos.
- Debiste pensarlo antes de involucrarte en un secuestro.- Repuse de mala gana, apartándome de un tirón.
- Sólo quiero que lo tengas en cuenta la próxima vez que se te ocurra abrir esa maldita puerta, Nina. No lo dejes escapar de nuevo.
Lo mejor era no responder. No tenía por qué darle explicaciones a él. Me dirigí hacia el baño y me puse a vendarme concienzudamente las manos mientras pensaba que, aunque no me gustara admitirlo, Billy estaba en lo cierto: cuando Tim estuviera libre después de que cobráramos el rescate, podría ir tranquilamente a dar una descripción detallada de nuestras apariencias.
Me estremecí al pensar en la cárcel, ese lugar que tantas veces había oído nombrar y que siempre había temido. Ese lugar que había terminado de contribuir a la ruina de mi familia y que seguía amenazándonos aún con el paso del tiempo.

Se apoyara del lado que se apoyara, le dolía como un infierno. Tim suspiró, resignado, y se quedó sentado en la posición más cómoda que pudo teniendo en cuenta las magulladuras que le habían quedado por todas partes tras la paliza de ese tipo Billy.
Tenía que admitir, por espantoso que fuera, que el maldito sabía dónde golpear para causar un dolor insoportable sin poner realmente en riesgo su salud. No había tocado ni uno sólo de los órganos vitales de Tim, así que éste sabía que no había peligro de que se desangrara en un par de horas hasta morir. Simplemente tendría que soportar los espasmos dolorosos que le causaba el sólo hecho de respirar.
Se llevó dos dedos al labio inferior que parecía latirle y notó que tenía un pequeño tajo de donde le salía sangre y que también se estaba hinchando rápidamente. Al menos no le había pateado la cabeza, se había contentado con uno o dos puñetazos. Sus piernas y sus costillas no podían decir lo mismo.
Nunca antes lo habían apuntado con un arma… pero el corazón se le había detenido por completo y la mente se le había puesto en blanco. Comprendió que no iba a ser tan fácil salir de allí y que nadie se lo simplificaría. En realidad, lo mejor para él, por absurdo que sonara, era quedarse allí y aguantar. Tarde o temprano, lo liberarían. Si era un secuestro en todo el sentido de la palabra, seguramente esperaban algo a cambio y ya se habrían puesto en contacto con los suyos. Y fuera lo que fuera que quisieran, sabía que Jayne se los daría, que sus padres se los daría, que Richard y Tom se los daría… así que sólo tenía que ser cuestión de tiempo.
Se preguntó si a la chica la habían vuelto a golpear por permitir que él estuviera a punto de escaparse. No sabía por qué pensaba en ella, quizás porque le había parecido escuchar sus gritos mientras Billy lo atacaba a patadas en el suelo. Tal vez los golpes le habían atrofiado los oídos, pero creía haberla oído gritar que lo dejaran en paz.
Pensó que era su culpa que la hubieran golpeado… pero la chica se lo buscaba por haberse mezclado con esa clase de gente. No iba a sentir remordimientos nada más que porque era la única que parecía menos peligrosa y porque le había llevado comida.
Volvió a moverse con cuidado, pero seguía sin saber exactamente cómo sentarse para no sentirse tan mal. Trató de consolarse a sí mismo diciéndose que al menos no habían vuelto a vendarle los ojos, pero lo cierto era que tener sus ojos disponibles de nuevo no le servía de mucho en ese espacio cerrado y vacío. Ni siquiera tenía una ventana, no sabía si era de día o de noche… y mirar esas grises paredes constantemente estaban empezando a deprimirlo.
Pensó en su casa, en la comodidad de su cama, en las hermosas calles de Battle que serpenteaban tras las ventanas, en las madrugadas en su estudio, en las tazas de té tardías que lo acompañaban mientras trabajaba… y de pronto sintió que todas esas cosas cotidianas y normales se le antojaban lejanas e imposibles y echó de menos hasta el más mínimo detalle de ellas. Extrañaba a Jayne, a pesar de todo. Extrañaba el roce de su piel y el tono de su voz. Solía amar que el primer sonido de la mañana fuera la voz de su esposa. Ahora sólo podía oírla decir aquellas últimas palabras en que confesaba que estaba con otro hombre…
Tuvo que admitir que no estaba tan mal estar infernalmente dolorido. El dolor físico lo ayudaba a no concentrarse en el dolor de su corazón, que a pesar de que la brutalidad de la paliza, parecía ser mayor que todas y cada una de las patadas que le había dado ese Billy.
Jayne le había dado donde más le dolía.

Nadie había dormido en la casa de Turnbridge Wells.
Sean había bebido toda la noche, tratando de asegurarse a sí mismo que tenía todo bajo control, tal y como le gustaba tenerlo. Si se concentraba en el dinero, todo saldría bien. Esa era la meta, eso era todo lo que importaba. Y tenía bastante asustados a todos los idiotas amigos y familiares de Rice-Oxley como para que cooperaran de la manera adecuada. Antes de lo que se diera cuenta, estaría con los bolsillos forrados en billetes de los grandes, dándose la buena vida. ¿Qué más daba si mientras tanto tenía que cargar con la inutilidad de su hermana y un estúpido que no entendía que su vida estaba en riesgo? Si volvía a fastidiar, le metería un tiro entre las piernas y lo dejaría chillando de dolor una semana entera. Y lo haría sin pestañear siquiera.
Dave se había recostado en la camioneta, que probablemente era el lugar en que más seguro se sentía en el mundo, y había divagado durante horas con la posibilidad de que aquello terminara de una vez por todas. Si bien sabía que al final se llevaría una buena tajada de dinero y que con Sean las cosas solían salir bastante bien, se sentía algo nervioso. Nunca se había metido en una tan grande y ya tenía tres hermanos en la cárcel. A su padre lo habían matado en un tiroteo. No quería terminar como ellos. Tenía dos sobrinos de los que hacerse cargo gracias a los idiotas de sus hermanos que habían dejado a sus mujeres prácticamente en la calle. Y Sean le había asegurado que después del secuestro de Rice-Oxley tendría dinero para mantenerlos hasta que fueran a la universidad. Sólo le interesaba eso y sabía que tenía que aguantar. Sólo unos días más, quizás un par de semanas… y las personas que más amaba podrían cambiar la historia que él y los suyos llevaban escribiendo hacía varios años.
Billy se había sentado en el sillón, con la televisión encendida, pero sin verla realmente. Se limitaba a fumar un cigarrillo tras otro, sintiendo una paranoia para nada propia de él. Pero ese hijo de puta lo había visto. Lo había visto, los había visto a todos. Y si se escapaba y a él lo atrapaban, tanto él como su maldita esposa podrían reconocerlo y hacer que lo encerraran de por vida. Hasta ahora no había visto mucho beneficio en todo el asunto más que seis meses llevándose a la cama a Jayne Rice-Oxley y si bien tenía que admitir que la muy puta era buena para pasar el rato, no sabía si el sexo valía su vida. No, no lo valía. Tenían que hacer algo. Tomar precauciones. Asegurarse de que no se había ido todo al demonio. Prendió el milésimo cigarrillo y se lo llevó nerviosamente a los finos labios, entornando sus ojos verdes mientras en su cabeza se formaba una idea que no podía fallar.
Como ya no podía seguir en la cama un segundo más con todas las cosas que me daban vuelta en la cabeza, me levanté y fui a hacer algo de té para calmarme un poco. Encontré a Billy sentado en la sala, pero como parecía tan absorto en sus propios asuntos, traté de no llamar su atención.
Puse el agua a calentar y busqué la taza. Había pasado una noche de recuerdos en los que todos los años junto a Sean habían revivido en mi mente, tratando de encontrar un solo instante en que me demostrara que realmente le importaba, un solo instante que me asegurara que no corría peligro con mi propio hermano.
Di un respingo cuando oí su voz detrás de mí y volqué el azúcar sobre la mesada, que ya de por sí estaba manejando con cierta torpeza gracias a mis manos vendadas desprolijamente.
- ¿Vas a cagarla si te pido que le lleves el desayuno a nuestro amigo el escurridizo?
Suspiré, sabiendo que me lo echaría en cara durante demasiado tiempo.
- No, lo haré bien.
- Entonces muévete.- Ordenó con aspereza.- Y no le digas ni una palabra o te cortaré la lengua para que te dejes de estupideces.
Tosté dos rebanadas de pan y serví una taza más de té para llevarle a Tim. Iba a poner algo de mermelada en las tostadas, pero Sean me estaba vigilando tan fijamente que preferí no hacerlo. No fuera cosa que me cortara un dedo por untar un maldito trozo de pan.
Tomé el plato de tostadas y el té y me dirigí a la habitación, sacando la llave del bolsillo. Tomé una bocanada de aire antes de entrar. Tenía que esforzarme por no enfadar a Sean si quería que todo eso terminara bien y lo más pronto posible.
Empujé la puerta y di un paso al interior del grisáceo cuarto. Tim estaba en su rincón de siempre, pero con un aspecto horrible. El labio inferior se le estaba hinchando, tenía sangre seca en una ceja y era evidente, por la manera más que lenta y cautelosa por la que se movía, que le dolía hasta el último centímetro del cuerpo.
Tragándome la compasión, me obligué a mantener la boca bien cerrada y fui hacia la bandeja para dejar el té y las tostadas. Noté que sus ojos azules se fijaban en mis manos vendadas y luego en la mejilla que aún conservaba una leve marca de la bofetada brusca de Sean.
Me aparté de inmediato y fui casi corriendo hacia la puerta. Sin embargo, cuando estaba a punto de salir, oí su voz, suave y profunda, casi un susurro apresurado.
- Lamento que te hayan golpeado por mi culpa.
Nuestras miradas se cruzaron fugazmente. Tuve ganas de decirle que yo lamentaba que a él lo hubieran pateado como a una pelota de fútbol, pero me recordé que era mejor no hablar.
Haciendo como si nunca me hubiera hablado, aparté mis ojos de los suyos y salí de la habitación, cerrando detrás de mí con todo el cuidado del mundo, mientras mi hermano, desde el umbral de la cocina, me dedicaba lo que parecía una leve y casi inexistente sonrisa de satisfacción.

Nadie había dormido en la casa de North Trade Road.
Jayne, encerrada en su habitación, acostada en el lado de la cama que Tim solía ocupar, se pasó la noche entre tormentosas cavilaciones sobre lo que su esposo estaría viviendo. No podía evitar pensar que todo aquello era culpa suya. De no haber empezado a salir con Jack, no habría discutido con Tim. De no haber discutido con Tim, él no hubiese salido de la casa en mitad de la noche. De no haber salido en mitad de la noche, probablemente se encontraría con ella allí, recostados en la cama, empezando juntos un nuevo día.
Tom, recostado en el sillón más cómodo de la sala, había perdido el sueño que lo había hecho bostezar varias veces la noche anterior. Ni siquiera había sido capaz de cerrar los ojos, temeroso de las tretas que su mente pudiera jugarle, temeroso de las imágenes que haría colar en su inconsciente, temeroso de que algún sueño revelador le mostrara una realidad aún peor que esa.
Richard, aún traumado por lo que aquella voz metálica le contara como si fuera la anécdota más graciosa del mundo, había estado sentado en la cocina bebiendo café durante largas horas que parecían eternas. Sentía que estaba manejándolo todo mal, pero no sabía qué hacer. No había libros que le enseñaran a uno a llevar adelante casos como aquellos. No había libros que explicaran qué hacer cuando el mundo empieza a desmoronarse y pareces ser el único que tiene la obligación de hacer algo para que no se hunda del todo.
Jayne lloró desconsoladamente sobre la almohada de su esposo. Hubiese dado todo lo que tenía por verlo entrar a salvo por esa puerta y sentarse a su lado en la cama. Hubiese dado su vida por besar sus labios una vez más y sentir su tacto en su piel. Se puso de pie automáticamente y fue hacia el armario, abriéndolo de par en par y pasando las manos lentamente para rozar todas las camisas de Tim, toda su ropa, todo aquello que le pertenecía sin notar que algo estaba mal. Descolgó la camisa favorita de Tim y, sacándose todo lo que llevaba puesto, se la puso. Siguió llorando desconsoladamente, aspirando todo el perfume que desprendía la prenda y extrañándolo más que nunca. Arrepentida de sus errores y sin saber qué hacer para repararlos.
Tom se puso de pie cuando ya no soportó estar en la misma posición por más tiempo. La casa estaba silenciosa, tanto que parecía vacía. Pensó que debía llamar a su novia y hacerle saber lo que estaba sucediendo. No la había llamado de nuevo y suponía que estaría preocupada. Casi no se había acordado de Nat en ese tiempo. Probablemente todos habían olvidado sus vidas esos días, sus preocupaciones, sus rutinas. Sus pensamientos fluían en una dirección colectiva y de momento era todo lo que importaba.
Caminó hacia la cocina con la intención de tomar algo de café y encontró a Richard allí sentado. Lucía terrible y en otras oportunidades, Tom habría bromeado al respecto. Pero no tenía ánimos y además estaba seguro de que él también se veía mal. Ambos estaban atravesando lo mismo, con la excepción de que Richard se hacía cargo de todo y él se limitaba a estar allí, callado y sin saber qué hacer para ayudar.
Se sirvió una taza de café y se sentó frente a su amigo.
- Deberíamos ir al banco.- Dijo éste con la voz apagada.
Tom levantó los ojos verdes hacia el reloj de pared.
- Todavía es muy temprano, todo está cerrado.- Respondió.- Pero siento que me estoy volviendo loco aquí sin nada que hacer más que esperar.
- Lo sé, yo también.- Rich suspiró, amargado.- Pero supongo que…- Se detuvo, aguzando el oído. Se escuchaba algo que provenía de la calle.- ¿Qué es eso?
Los dos se miraron durante unos segundos y luego se pusieron de pie y fueron a espiar por la ventana del vestíbulo.
Petrificados, sintieron que todo se derrumbaba de nuevo.
- Mierda.- Mascullaron al unísono, mientras observaban cómo el auto del padre de Tim estacionaba en la entrada seguido por dos coches patrulla plagado de policías.
- ¿Qué diablos está haciendo?- Preguntó Tom temeroso.
- Meter la pata.- Contestó Richard, enfadado.- Si le dieron una paliza por tratar de escapar, no quiero imaginar lo que harán cuando se enteren de que la policía está involucrada.
Tom tragó saliva y se puso pálido como la nieve.

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