viernes, 5 de septiembre de 2008

A Bad Dream: Capítulo 10.

Contemplé a Sean albergando secretamente en mi corazón la esperanza de que realmente todo llegara a su fin. Pronto Tim estaría en su casa, sano y salvo.
Pero cuando se interrumpió a mitad de una frase y su expresión se volvió fría e impaciente, supe que algo andaba mal. Borré de mi rostro la falsa expresión de desinterés y dejé que me ganara la duda. Dave estaba sentado en la computadora, bloqueando los rastreadores de la policía y Billy estaba parado contra la pared, tan impaciente como Sean.
La comunicación se cortó con brusquedad y vi como mi hermano derivaba en una furia incontrolable. Me restregué las manos, ansiosamente alarmada.
- ¿Qué pasa?- Preguntó Billy, enderezándose.
Pero Sean no respondió. Arrojó el teléfono al sillón, que me esquivó por unos milímetros y se dirigió sin vacilar hacia la habitación donde Tim estaba encerrado. Me puse de pie instintivamente para seguirlo.
- ¡Sean!- Exclamé, a modo de advertencia, aunque sin saber exactamente qué era lo que le advertía. No escuchaba razones cuando estaba tan furioso y nada de lo que yo le dijera lo detendría.
- ¿Qué sucedió?- Farfulló Billy a su vez, al tiempo que Sean abría la puerta de una patada. La cerradura voló al otro lado de la habitación y Tim se puso de pie de un salto, pasando la mirada de uno a otro, tan alarmado como yo.
Antes de tener tiempo para evitarlo o antes siquiera de que Tim se diera cuenta de lo que sucedía, le dio un puñetazo en el estómago que lo hizo caer de rodillas.
- ¡La puta de tu mujer es una estúpida, Rice-Oxley!- Gritó, escupiendo las palabras con ira. Le dio un rodillazo de lleno en el rostro y Tim cayó de cara al suelo, sin poder sostenerse con las manos atadas.
- ¡Sean, déjalo en paz!- Me acerqué a él por detrás y quise sostenerlo, aún sabiendo que no tenía sentido. Él me apartó de un manotón y Billy me atrapó por la cintura. Me levantó en el aire para que no estorbara.- ¡Suéltame, idiota!
- Quédate quieta, Nina, no te metas en esto.- Dijo con toda calma.
Empecé a patalear con la intención de soltarme, pero aún siendo cinco veces más pequeño que Sean, Billy tenía más fuerza que yo.
Tim se retorcía en el suelo y Sean se inclinó hacia él, tomándolo de la camisa para moverlo.
- Te vas a pudrir aquí, basura. Más vale que te acostumbres, porque estas cuatro paredes serán todo lo que veas por el resto de tu miserable vida.- Le propinó una patada en el estómago y Tim empezó a toser. Tenía la boca llena de sangre, que empezó a manchar el piso. Pensé que había quedado inconsciente, pero entonces mi hermano volvió a patearlo y se retorció con dificultad.
- ¡Vas a matarlo, Sean!- Bramé, con las lágrimas enturbiándome la visión.
- ¡Debería hacerlo! ¡No me sirve para nada! ¡Tu mujer no quiere pagar el rescate, Rice-Oxley!- Le dijo y supuse que esas palabras le dolían más que toda la paliza.- ¡Le importa una mierda lo que haga contigo!
- ¡Por favor, Sean!- Supliqué. No resistía más viendo todo aquello y parecía que Tim tampoco podía resistir otro golpe.- ¡Déjalo de una vez, ya te descargaste lo suficiente!
- Cierra la boca, Nina, lo vas a hacer enfadar más.- Masculló Billy y era evidente que en realidad no le importaba. Noté cómo sus manos me tomaban con toda libertad y aprovechaba para tocarme como nunca tenía oportunidad de hacerlo. Sentí náuseas y seguí pataleando en busca de liberación.
- Tú suéltame de una vez.- Gruñí entre dientes.
- No. No cuando te tengo justo como quiero.- Me susurró al oído y apretó su cadera contra mí. Me obligué a resistir las ganas de vomitar. No era el momento para ello. No cuando Sean estaba inclinado sobre Tim, hablándole en voz baja, torturándolo con vaya uno a saber qué mentiras crueles. Se reincorporó con una sonrisa y lo pateó una última vez para encasillarlo contra la pared.
- Ya déjala.- Le dijo de mala gana a Billy al pasar junto a nosotros. Me solté de inmediato y lo empujé lejos de mí.
- ¿Qué haremos con la puerta?- Preguntó éste, impasible.
- Ya la arreglarás mañana. No creo que pueda moverse en un par de días.- Respondió Sean y ambos desaparecieron rumbo a la cocina sin volverse ni una vez. La puerta se tambaleó detrás de ellos y quedó entrecerrada.
Me sequé las lágrimas con rapidez mientras me precipitaba hacia Tim. Me dejé caer de rodillas en el suelo y le quité el cabello del rostro.
- ¿Tim? ¿Me escuchas?- Murmuré, tratando de contener la angustia que sentía.
Una burbuja de sangre se escapó de su boca cuando separó los labios. Habló con voz trémula, casi inexistente.
- Ayúdame, Nina.
Hice mi mejor esfuerzo para no llorar. No sabía qué hacer para ayudarlo. Sólo podía estar con él y tranquilizarlo, aunque lo que en realidad necesitara era ir de inmediato a un hospital.
- Estoy aquí contigo.- Le dije en un susurro pacífico. Con mucha lentitud lo recosté sobre mi regazo, tratando de no provocarle más dolor, lo que era casi imposible. Le acaricié el cabello con los dedos, intentando infligirle calma de algún modo.- Lo siento tanto…
Tosió violentamente, escupiendo más sangre y los ojos se le llenaron de lágrimas de dolor. Revolví mis bolsillos cuidando de no moverlo, buscando un pañuelo. Encontré una servilleta de papel y se la pasé lentamente por los labios para quitarle la sangre. La herida de la ceja que había cerrado en los últimos días, estaba abierta de nuevo gracias al rodillazo de Sean. Me pregunté cómo era posible que una persona tuviera que soportar todo ese sufrimiento. Era injusto.
- Iré a buscar un poco de agua y de…- Farfullé, comenzando a apartarlo suavemente, pero él movió los brazos con dificultad y tomó mi mano con desesperación entre las suyas.
- No…- Musitó. Tragó saliva y volvió a toser.- No me dejes, Nina…
Mi corazón se estrujó ante sus palabras y tuve ganas de abrazarlo con fuerza, pero no me atrevía a cambiarlo de posición. Entrelacé mis dedos con los suyos y les di un apretón cuidadoso, mostrándole que estaba ahí.
- No lo haré.- Le aseguré con la voz ahogada de una inesperada emoción.
Lo acuné en mi regazo unos minutos en silencio. Él respiraba con dificultad, adolorido. Su ropa estaba manchada de sangre y estaba tan quieto que era evidente que hasta el más mínimo roce lo haría chillar de dolor.
- ¿Es cierto?
Bajé la mirada hacia su rostro. Tenía los ojos entreabiertos y centrados en mí.
- ¿Si es cierto, qué?- Quise saber y con mi mano libre volví a acariciarle el cabello.
- Que Jayne no quiere… pagar el rescate.
Suspiré. Suponía que a eso se debía la furia de Sean, pero tampoco podía estar segura de si no lo había inventado para hacerlo sentir peor mientras lo golpeaba.
La lenta caricia descendió por su mejilla y su barba me raspó las yemas de los dedos.
- No lo sé.- Dije con sinceridad. Me hubiese gustado saberlo.- Algo enfureció a Sean para que te hiciera esto, así que quizás sea verdad a medias.
Volvió a toser y trató de acomodar la cabeza en mis piernas, haciendo una mueca de resentimiento.
- Así que Sean es el grandote.- Comentó y supe que estaba recordando nuestra breve conversación de días atrás. Su mano se cerró en torno a la mía con un poco más de fuerza y sentí el cosquilleo que eso me provocaba subiendo por todo mi cuerpo.
- Sí.- Fue todo lo que dije. Estaba enfadada con toda aquella situación. Nada estaba saliendo como Sean había planeado y yo me sentía engañada. Me había asegurado que no habría riesgos, que sería un juego de niños… pero había sido demasiado ciego para ver la realidad.- Es mi hermano.- Agregué sin pensarlo, pero tampoco lamenté mi desliz. ¿Por qué seguir las reglas de quien se llevaba al mundo por delante, no consultaba a nadie ni reparaba en daños?
Un leve atisbo de sorpresa asomó en sus ojos.
- No se parecen en nada…- Balbució.
- Supongo que a estas alturas eso es un cumplido.- Le sonreí tristemente.
- Lo era.- Una nueva tos que lo hizo sacudirse le provocó un espasmo de dolor.- Él no tenía el más mínimo remordimiento cuando me golpeaba… pero mírate a ti.- Su pulgar acarició la mano que tenía apretada entre las suyas.- Tienes los ojos llenos de lágrimas y no me hiciste nada.
Aparté el rostro avergonzada. Quizás sí era demasiado blanda.
Cerró los ojos y volvió a tragar saliva muy lentamente. Su voz estaba pastosa cuando volvió a hablar.
- Estoy mareado.
- Trata de quedarte quieto, te sentirás mejor en la mañana.- Aseguré, esperando fervientemente que así fuera.
- Creo que tengo algún hueso roto…
No dije nada. Estaba terriblemente asustada. ¿Qué haría si Tim se desangraba entre mis brazos? ¿Lo dejaría morir sin hacer nada? Y si realmente tenía algo roto, necesitaba atención médica cuanto antes…
Mi caricia en su mejilla no se detuvo en ningún momento. El silencio y el pausado tacto pronto lo ayudaron a dormirse. Se lo veía exhausto y destruido y no quería dejarlo solo. Sabía que podía pagar caro el quedarme allí con él toda la noche, pero lo cierto era que no me importaba.
Su respiración tranquila variaba de a ratos, a veces interrumpida por una tos con la que escupía más sangre, otras con una especie de ahogo que denotaba que le costaba exhalar. Lo sostuve, inmóvil, esperando que ocurriera algún milagro que lo mejorara para el amanecer. Lo que fuera…
La puerta maltrecha se abrió con un chirrido y Sean entró dando zancadas. Tim se revolvió en sueños sin despertar y yo lo apreté instintivamente contra mí, en un intento de protegerlo.
- Te estás pasando de la raya, Nina.- Dijo de malhumor y sacó un cuchillo del bolsillo. Lo contemplé horrorizada, pero sin soltar a Tim. No iba a dejar que lo tocara de nuevo.
- ¿Qué vas a hacer con eso?- Mi voz tembló al preguntarlo y mi hermano me sonrió de forma torcida.
- Acabar lo que empecé.- Murmuró burlonamente.- Apártate.
- No.- Traté de ser lo más firme posible. Sin despertar, Tim me apretó la mano entre las suyas.- Esto es una locura, Sean, y tiene que terminar.
Se inclinó sobre nosotros y volteó a Tim sin ninguna delicadeza. Él abrió los ojos y lanzó un quejido agónico.
Estaba aterrorizada. No había modo de que impidiera que Sean le hiciera más daño y lo sabía. Aún así, no aflojé mis brazos y traté de protegerlo como pude.
Acercó el cuchillo a Tim y los dos temblamos. Su mano y la mía se apretaron mutuamente y en ese preciso momento sentí que había una extraña conexión entre nosotros. Quizás era sólo producto del miedo, pero estaba ahí, latente.
Sin embargo, Sean sólo se dedicó a rasgar la camisa sucia de Tim, que estaba llena de polvo y sangre aún húmeda. Cortó un gran pedazo del lateral derecho y luego se apartó para salir de la habitación y llevándose el trozo de tela.
Nos relajamos simultáneamente y suspiré de alivio.
- ¿Para qué querrá eso?- Preguntó quedamente.
Le acaricié el cabello, y me di cuenta que no podía parar de hacerlo. Me gustaba que mi piel estuviera en contacto con él. Me daba una paz que nunca antes había conocido.
- Para enviárselo a tu familia, creo.- Contesté.- Son buenas noticias, de hecho. Si Sean se toma la molestia de mandarles eso, quiere decir que aún hay posibilidades de que paguen el rescate.- Pensé la cuestión durante unos segundos.- Quizás están pidiendo una prueba de vida… y por eso las cosas se atrasaron…- Farfullé, perdida en mis pensamientos. Me estaba observando sin decir nada, algo perturbado, así que le dediqué una ínfima sonrisa para darle ánimos.- ¿Por qué no tratas de dormir otra vez?
Apoyé la cabeza contra la pared y suspiré. Tim se acomodó en mi regazo, tragándose los quejidos de dolor. Volví a implorar por algún tipo de milagro y, al mismo tiempo, supe que iba a ser una noche muy larga.

El chirrido de la puerta me despertó de un sobresalto y para cuando enfoqué la mirada, Billy estaba contra el marco de la entrada, mirándome con una sonrisa poco agradable.
- ¿Así que sólo duermes con hombres heridos que necesitan tus cuidados?- Dijo, burlón.- Puedo darme un balazo en el brazo si eso me vale una noche contigo, cielo.
- ¿Qué demonios quieres?- Pregunté, algo somnolienta.
- Sean quiere que le lleve a Rice-Oxley a la sala.- Respondió desdeñosamente.- Levántalo.
- No puedo moverlo. Está dolorido y probablemente tenga algo roto.- Exclamé, asombrada por la idiotez de mi hermano y de Billy.- ¿Y para qué lo quiere de todos modos?
- Pregúntaselo a él.- Entró a la habitación y se detuvo a pocos pasos de distancia.- Levántalo o lo haré yo mismo, Nina.
Se había puesto serio y sus ojos verdes brillaban amenazantes. Muy a mi pesar, asentí.
Él se alejó hacia la salida, pero no esperé a que desapareciera por completo. Le rocé la mejilla y me incliné sobre Tim.
- ¿Tim?- Llamé. Él abrió un ojo y me miró.- ¿Estás bien?
- No pude dormir demasiado. Me duele cada centímetro del cuerpo.- Hice una mueca apenada, no me gustaba nada tener que levantarlo.- No tendrías que haber dormido en el suelo, lo lamento, Nina.
- No te preocupes por mí.- Le sonreí y saqué mi mano, que aún se encontraba entre las suyas.- Tim, tengo que levantarte. Te va a doler… pero no tengo otra opción.
- ¿Por qué?- Inquirió extrañado.
- Maldita sea, Nina, déjate ya de explicaciones y tráelo de una vez.- Espetó Billy, que no se había ido y contemplaba todo desde la puerta.
Me puse de pie y luego lo ayudé a él. No podía mantenerse en equilibrio, así que lo sostuve y caminamos lentamente hacia la salida de la habitación. A cada paso, cerraba los ojos para contener el dolor y apretaba los labios para no quejarse.
Billy nos condujo a la sala, donde Sean daba vueltas de un lado a otro con el teléfono arreglado con el dispositivo que le distorsionaba la voz entre las manos. Estaba aflojándole la cinta que lo mantenía sujeto, mientras Dave trabajaba con la computadora.
Los ojos de mi hermano se centraron en mí en cuanto aparecí frente a él. Era obvio lo encolerizado que estaba y temí que una vez más Tim fuera a pagar el precio.
- ¿Qué pasa?- Pregunté, tratando de esconder ese temor.
Bajé a Tim en el sillón para que no tuviera que quedarse parado y me quedé a su lado, como si eso fuera a asegurar su bienestar.
- ¿Extrañas a tu familia, Rice-Oxley?- Le dijo con cierta brusquedad.- ¿Qué te parece si los llamamos y tratamos de salvar esta situación de mierda?
Tim no tuvo tiempo de responder. Sean ya estaba marcando el número telefónico.

Había sido una noche terrible para todos. Richard y Patrick habían vuelto a enzarzarse en una acalorada discusión mientras Margaret y Tom trataban de calmar a Jayne de algún modo, que no dejaba de lamentarse por la crisis que había tenido que había arruinado todas las posibilidades de recuperar a su esposo. Para cuando amaneció, todos estaban exhaustos y con los nervios crispados.
El teléfono empezó a sonar alrededor de las ocho de la mañana. Todos se abalanzaron al mismo tiempo para contestar, pero McKenna volvió a pedir que fuera Richard quien se hiciera cargo. Éste asintió con la cabeza y, con el corazón en un puño, rogó porque aún tuvieran una mínima oportunidad.
Nunca se había sentido tan aliviado de oír esa espantosa voz metálica.
- No es contigo con quien quiero hablar.- Le dijo en cuanto supo que se trataba de él.- Pon a la mujer de Rice-Oxley al teléfono.
- Escucha…- Farfulló Richard. Tal vez había algo que pudiera decir para convencerlo de que harían todo como lo pedía. No más problemas, no más desobediencia. Sólo seguiría sus instrucciones hasta que tuvieran a Tim de vuelta.
- No estás en condiciones de contradecirme, Hughes.- Cortó de mala manera.- Ahora pásame con la mujer de tu amigo antes de que me arrepienta de darles una nueva oportunidad.
Richard decidió no poner más reparos. Le estiró el teléfono a Jayne.
- Quiere hablar contigo.
McKenna asintió en dirección a ella, como dándole ánimos de que contestara.
Jayne temblaba cuando se llevó el teléfono al oído.
- ¿Hola?
- ¿Cómo estás, preciosa? ¿Se te pasó el arranque histérico de ayer?- Preguntó la voz con total naturalidad.
- ¿Qué quieres conmigo?- Inquirió ella en cambio.
- ¿Quieres ir al grano? Bien, no me gustan los rodeos.- Una risa distorsionada resonó del otro lado.- Hazme un favor, bonita. ¿Por qué no vas a ver si tienes correspondencia?
Jayne levantó la mirada, extrañada, hacia el grupo de policías que oían la llamada. El Inspector McKenna volvió a asentir y le hizo señas a uno de los oficiales que estaban con él de que la acompañaran.
- ¿Correspondencia?- Repitió nerviosamente.
- Eso es.
Caminó tambaleándose por el jardín, seguida de cerca por el policía. El corazón le latía con fuerza mientras se acercaba al buzón blanco que estaba junto a la entrada de autos. Vaciló antes de abrirlo, sin soltar el teléfono. Estaba aterrada, no tenía idea qué iba a encontrar adentro.
McKenna la observaba desde la puerta, sin soltar los auriculares. Ella lo contempló un segundo, tratando de buscar fuerzas donde fuera.
Abrió la tapa del buzón. Había tres o cuatro sobres blancos con facturas de teléfono y de otros servicios que se habían acumulado allí en esos últimos días. Pero lo que realmente le llamó la atención fue un enorme sobre color marrón que no tenía remitente o dato alguno.
- ¿Y bien? ¿Recibiste algo?- Preguntó la voz metálica con impaciencia.
Richard salió a su encuentro, seguido por Tom. La vieron desde la ventana, frágil, sola y con algo entre las manos que quizás no podría manejar. La llevaron lentamente de regreso a la sala.
- Un sobre.- Musitó, casi inaudiblemente.
- Me pregunto qué tendrá dentro. ¿Por qué no lo abres?- Instó con fingido desinterés.
Jayne despegó la solapa del costado y metió la mano dentro. Por un lado le alivió que no pesara como si tuviera algo grande dentro. Durante unos segundos había pensado que el muy hijo de puta cumpliría sus amenazas de que el mayor trozo de Tim que pudieran encontrar sería un dedo.
Extrajo el contenido rápidamente y al principio no entendió de qué se trataba, pero entonces reconoció las finas rayas grises sobre el fondo celeste, casi completamente ocultas por una enorme mancha roja…
- Dios mío…- Gimió y lo soltó, dejándolo caer al suelo.
- ¡Sorpresa!- Exclamó la voz con amargura.
- ¡Hijo de puta! ¿Qué le hiciste a mi esposo?- Sollozó furiosa. La madre de Tim se aferró a su marido con desesperación.
- Bueno… ayer no me puso muy contento tu reacción, bonita.- Explicó con total calma.- Y como le he dicho a Hughes, tu esposo es el que va a pagar cada uno de los errores que ustedes cometan…
- Déjalo en paz…- Richard la rodeó con el brazo, listo para retomar el control cuando Jayne se desmoronara por completo.
- ¿Ahora me crees que está vivo? ¿Ahora sí vas a cooperar?
Jayne respiró con dificultad, negando silenciosamente con la cabeza.
- ¿Te piensas que no sé lo que significa esta sangre? ¿En qué me prueba esto que Tim está vivo?- Se sentía débil y perdida y ya casi no podía ni sostener el teléfono…
Se escuchó un ruido, como de algo rasgándose, al mismo tiempo que la voz se alejaba y musitaba una orden que ella no comprendió.
La siguiente vez que oyó una voz, ya no sonaba distorsionada, sino tan sólo frágil y algo confundida.
- ¿Jayne?
Ella abrió los ojos desmesuradamente. Su corazón volvió a latir enloquecido, golpeándole violentamente el pecho.
- ¿Tim? ¿Tim eres tú?- Exclamó, llorando y sonriendo al mismo tiempo.
- Jayne, por favor…
- ¡Cariño, lo siento tanto! ¡Lamento tanto todo lo que sucedió!- Necesitaba decirle lo que llevaba atascado dentro desde que lo viera la última vez.- Perdóname, perdóname por favor... te amo, Tim, tienes que aguantar y…
- Muy conmovedor.- Interrumpió la voz metálica otra vez.- Ahora sabes que está vivo. ¿Harás lo que te digo o no?
Trató de recuperar el aliento. Estaba vivo
- Por supuesto que sí. Lo que sea…- Farfulló.
- Perfecto, preciosa. Pero me gustaría hablarlo con Hughes.- Jayne no esperó ni un segundo y le dio el teléfono a Richard. Tom la estrechó entre sus brazos.
- ¿Hablaste con él?- Le preguntó incrédulo. Ella asintió y se largó a llorar desconsoladamente en su pecho.
- ¿Qué tengo que hacer?- Richard habló con calma. Por primera vez en semanas sentía cierto alivio.
- Todo este asuntito de gritar y exigir pruebas de vida me pone de muy malhumor, Hughes.- Susurró la voz.- Me da dolores de cabeza. Y también me hace pensar que tres millones de libras es un precio bastante bajo por alguien a quien quieren tanto…
- Por amor de Dios, ¿cuánto quieres?- La desesperación regresó a toda velocidad.
- Cinco.- Dijo sin dudarlo.- Y si vuelven a equivocarse, seguiré aumentando la suma hasta que ya no puedan pagarlo…
- ¿Por qué no puede todo esto terminar de una vez?- Murmuró Richard y se dejó caer en el sillón más cercano.
- Porque tú y los tuyos siguen siendo unos imbéciles.- Se hizo una pequeña pausa.- Bien, creo que necesitarás unos días más para reunir la otra parte del dinero, ¿no? Me pondré en contacto contigo en unos días. Cuanto más pronto lo consigas, más pronto podrán abrazar a su pobre indefenso amigo.
La comunicación se cortó sin más preámbulos. Richard dejó el teléfono y miró a los padres de Tim.
- Necesitamos dos millones más.- Dijo.
McKenna se acercó a él.
- Volvieron a bloquearnos. Estos desgraciados están bien equipados y saben lo que hacen.
- Por lo menos sabemos que está vivo.- Musitó, observando a Jayne que seguía sostenida por Tom. La miró fijamente, al mismo tiempo que levantaba el pedazo de camisa del suelo. La había oído decir algo que no le había gustado nada y, en cuanto dejara de llorar, haría que le explicara lo que había querido decir.

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