domingo, 14 de septiembre de 2008

A Bad Dream: Capítulo 11.

Richard abrió la puerta que daba al patio trasero y caminó hasta las escalinatas que bajaban al césped junto a los canteros llenos de flores. Jayne estaba sentada en el borde, con la mirada perdida en la lejanía como si estuviera viendo algo más que el atardecer cayendo sobre Battle.
Hasta que no se sentó a su lado, ella ni siquiera notó que ya no estaba sola. Lo miró brevemente y aceptó la taza humeante de té que él le pasaba en silencio. Le dio un largo sorbo mientras Richard también dirigía los ojos celestes hacia el horizonte, sin verlo realmente.
Ya no estaba tan pálida. Era obvio que las esperanzas habían regresado a Jayne, por mínimas que fueran. Haber oído durante dos segundos la voz de su esposo le había dado las fuerzas necesarias para continuar un poco más, para seguir esperando…
- Llevo todo el día queriendo preguntarte algo.- Musitó Richard de pronto, quebrando la quietud que los rodeaba.
Se llevó la taza a los labios de nuevo.
- ¿Qué es?- Quiso saber ella, en un susurro.
Transcurrieron unos instantes, como si él estuviera buscando la manera de decirlo. Finalmente, decidió que era mejor si lo decía de una vez, sin tantos rodeos. Empezaba a cansarse de querer infligirles calma a los demás cuando él mismo se encontraba absolutamente sumido en la desesperación. La prueba de que Tim estaba vivo era una gran noticia, pero no quería decir que la situación había mejorado. Por una vez desde que todo eso comenzara, decidió que ya no quería seguir fingiendo que no se encontraba tan acorralado y asustado como los otros.
- Cuando hablaste con Tim, no hiciste más que pedirle perdón.- Dijo, sin voltearse a verla.- ¿Por qué?
Jayne parpadeó y lo observó con el ceño fruncido.
- ¿Qué querías que le dijera? Lamento que esto le esté sucediendo…- Farfulló confundida.
- Le pedías perdón como si hubieses hecho algo terrible, como si todo esto fuera culpa tuya o algo así…- Entrelazó las manos una con otra.- Una y otra vez. Ni siquiera le preguntaste cómo estaba.
- ¿Cómo quieres que esté, Richard?- Bramó ella, como enojada y él se volvió a mirarla, sabiendo que sus sospechas estaban a punto de confirmarse.- ¡Está secuestrado! ¡Lo tienen encerrado y apartado de su familia! ¿Qué clase de pregunta estúpida le hubieras hecho tú?
- Considerando que lo que más nos preocupa es su bienestar, no hubiese sido tan disparatado preguntárselo, Jayne.- Explicó en voz baja.- Pensé que sería lógico…
- ¡Hubieses hablado tú con él, si soy tan tonta como para no…!- Exclamó, pero Richard la interrumpió enseguida.
- ¿Por qué te pones a la defensiva? Sólo estoy haciéndote una pregunta.
Jayne dejó la taza a un lado y, poniéndose de pie, caminó por el jardín para alejarse de él.
Rich la imitó y se puso a unos pasos de distancia.
- A menos que haya algo que yo no sepa.- Agregó, fingiendo desinterés. Ella se estremeció, pero continuó dándole la espalda.- ¿Por qué estabas tan ansiosa por disculparte, Jayne? ¿Porque lamentas por lo que Tim está pasando o porque te sientes mal por algo que sucedió antes de que él desapareciera?
Jayne habló con voz trémula.
- No sabes lo que dices. Cierra la boca, Richard.
Acababa de tocar una fibra sensible y se dio cuenta al instante. Se acercó más, esperando presionarla lo suficiente para que le dijera la verdad.
- Jayne… cualquier cosa que sepas y no estés diciendo puede echarlo todo a perder.- Le puso una mano en el brazo y la hizo volverse. Ella intentó apartarse.- La noche que secuestraron a Tim, habían discutido y por eso él salió a la calle. ¿Es eso lo que lamentas? ¿Qué la discusión haya hecho que saliera?
Jayne empezó a llorar silenciosamente.
- Estaba molesto.- Dijo de forma ahogada.- Se molestó conmigo y se fue. Y entonces se lo llevaron. ¿Cómo pretendes que no le pida disculpas?
- Estoy seguro de que Tim te perdonará, Jayne. Sea lo que sea por lo que hayan discutido, será una nimiedad cuando pueda estar con nosotros de nuevo…- Aseguró, sin poder evitar querer calmarla. Quizás se estaba acostumbrando a ser el que controlara la situación de un modo u otro.
- ¿Tú crees?- Levantó los ojos llenos de lágrimas hacia Richard, esperanzada, como si buscara una soga de la que sujetarse para no caer a un abismo del que no podría escapar.- ¿Crees que olvidaría lo que fuera? ¿Crees que cuando regrese será como empezar de nuevo?
La sospecha volvió a encenderse dentro de él.
- ¿Por qué discutieron?
El rostro de Jayne empalideció y se apresuró a apartarse nuevamente. Se quedó parada en medio del jardín, viendo como los últimos rayos del sol se hundían a lo lejos.
- Eso es entre Tim y yo.
Esas palabras activaron la alarma. Decidió que era más importante de lo que había supuesto en un principio.
- Tim no es la clase de tipo que termina una discusión con un portazo. No es la clase de hombre que deja a su mujer y se va de noche por ahí para acabar con el asunto. Él cree que todo se soluciona hablando y es tan insoportablemente testarudo que te hubiese tenido sentada con él toda la noche hasta llegar a un arreglo.- Richard se puso firme y escrutó la figura quieta de Jayne, que se estremeció un poco al oírlo.- Me estás mintiendo, Jayne. En otras circunstancias hubiese entendido que no quisieras decírmelo, pero ahora la vida de Tim está en juego y si sigues callada quiere decir que te importa un demonio y que lo único que quieres…
- ¡Lo engañé!- Gritó, sin poder contenerse más. Se dio vuelta para enfrentarlo y Rich se quedó helado.- ¡Se enteró de que tenía una relación con otro hombre y enloqueció! ¡No soportó más la situación y se fue!- Lo empujó, como si él tuviera la culpa de todo.- ¿Quieres saber por qué le pedía disculpas? ¡Porque lo herí como nunca nadie lo había lastimado y esos hijos de puta no me dieron tiempo a pedirle perdón como debía!
Los ojos de Richard estaban fijos en ella, abiertos desmesuradamente, incrédulos. Ella lloró amargamente mientras lo empujaba de nuevo.
- ¡Sólo quería que supiera que lo siento!- Dijo y se apartó de él definitivamente. Se sentó otra vez al borde de la escalinata y hundió la cara entre las manos.
La incredulidad dio paso a una irascibilidad que jamás había sentido. Tuvo ganas de sacudirla para hacerla reaccionar.
- ¿Cómo pudiste hacerle eso, Jayne? ¿En qué mierda estabas pensando?- Rugió furioso. De pronto sentía que de no haber sido por quien afirmaba quererlo más, Tim estaría sano y salvo con ellos.- ¡Eres una estúpida! ¡Tim te ama con locura! ¿No pensaste que esto podría destruirlo por completo?
- ¡No es asunto tuyo! ¿No te parece que tengo suficiente culpándome yo misma para que tú vengas y trates de hacerme sentir mal también?- Espetó de mala manera.
- ¡Por supuesto que no! ¡Te mereces mucho más que culpa, Jayne!- La levantó del brazo y la acercó a él, enfadado como nunca antes en su vida. Ella lo observó con estupor.- ¡Eres una egoísta! ¿Te divertiste con ese otro tipo? ¿Te parece que esa diversión vale la vida de tu esposo?
- ¡Me sentía sola, Richard!- Se defendió, a duras penas.- ¡Tim nunca…!
- ¡Si se lo hubieses dicho, él lo hubiera solucionado! ¡Sabes perfectamente que no podrías haberle hecho algo peor que esto! ¡Eres la única mujer a la que él ha amado realmente!
La puerta de la casa se abrió y Tom y McKenna se asomaron para ver a qué se debían tantos gritos.
- ¡Esto no quiere decir que no lo ame!
- ¡No, sólo que un poco de sexo fue más importante!
La bofetada le dio de lleno en la mejilla y tanto Tom como el Inspector decidieron que era el momento de intervenir.
- ¡Mierda, Jayne…!
- Cálmate, Rich.- Lo interrumpió su amigo, tirándole de un brazo para alejarlo de ella.- Tranquilo.
- ¿Cómo te atreves a decirme esto?- Bramó Jayne, llorando descontroladamente. McKenna la envolvió con los brazos para contenerla.
- Será mejor que salga de la casa y busque algo que lo tranquilice, señor Hughes.- Advirtió éste.- Todo esto ya es lo suficientemente complicado.
- Tiene razón.- Intervino Tom.- ¿Por qué no vas a tu casa? Te hará bien estar allí un par de horas y luego…
- No necesito ir a ninguna parte.- Masculló molesto.- No voy a moverme de aquí hasta que…
- No me obligue a llevarlo a su casa esposado, señor Hughes. No se lo estoy pidiendo, es una orden.- McKenna lo miró con severidad. Jayne se escapó de sus brazos y entró corriendo en la casa.- Los ánimos están lo suficientemente alterados para echar más leña al fuego. Vaya, descanse y vuelva mañana, cuando no esté tan alterado.
- ¡Usted no va a darme órdenes!- La cólera lo estaba dominando por completo, pero su voz fue opacada por una aún más fuerte y autoritaria.
- ¡Ya basta, Richard! ¡Te llevaré a tu casa y te quedarás ahí, quieras o no!- Miró a Tom, impresionado. Jamás lo había visto poner a nadie en su lugar de aquel modo.- Todo esto está haciendo que pierdas la cabeza. ¿Te crees que ayudas a alguien poniéndote así?
Richard carraspeó y se apartó de su amigo, recobrando un poco la compostura.
- Bien. Pero si hay la más mínima novedad…
- Yo lo llamaré personalmente, señor Hughes.- Dijo McKenna seriamente.- Tiene mi palabra.
Limitándose a asentir y sólo tras dudar un segundo, Richard se encaminó dando largas zancadas hacia el interior de la casa. Tom lo siguió rápidamente y decidió que no era el mejor momento para dejarlo solo.
Jayne se había encerrado en su habitación y, por más que golpearon la puerta una y otra vez, no fueron capaces de obtener respuesta.

Tomar decisiones nunca había sido exactamente mi fuerte. Mi vida había sido siempre manejada por otra persona: mi madre, mi padre, Sean… pero estaba cansada de ello y, costara lo que costara, empezaría a actuar según mis propios criterios.
Subí y bajé al oscuro e inservible sótano varias veces, acarreando mantas, almohadas y un raído colchón que probablemente había sido mío o de mi hermano años atrás. Billy me observaba desde el sillón de la sala, con el cigarrillo entre los labios y una expresión de absoluto desacuerdo.
- A tu hermanito no va a gustarle esto…- Comentó en un canturreo, pero yo lo ignoré. Era más fácil hacer las cosas si no pensaba en las consecuencias.
Empujé la puerta rota y entré en la habitación. Tim dormitaba en el piso, en una extraña posición que de seguro era la única que no le hacía doler cada centímetro del cuerpo. Arrastré todo hasta el catre maltrecho que estaba cerca de él y puse el colchón encima. Se despertó al menor ruido, sobresaltado.
- Sshh…- Susurré instintivamente, en un intento de tranquilizarlo.
- ¿Qué haces, Nina?- Preguntó con la voz quebrada.
- Trato de que te sientas más cómodo.- Expliqué mientras estiraba las mantas concienzudamente.- No puedes estar dolorido de ese modo y dormir en el suelo…
Intentó sentarse, haciendo muecas de profundo sufrimiento.
- Tu hermano…- Farfulló, resollando.- Tu hermano va a… enfadarse contigo.
- No te preocupes por Sean, ya me ocuparé de él más tarde.- Ignoré el pinchazo de miedo que apareció en mi estómago y continué armando la cama.- Apuesto a que has dormido en sitios mejores, pero…- Puse la almohada y miré el resultado. Lucía espantoso.
- Cualquier cosa es mejor que el suelo.- Musitó, tratando de animarme.- Gracias, Nina.
Me acerqué a él y lo ayudé a levantarse lentamente. Lo conduje hacia el catre y él se recostó entre quejidos mudos.
Golpeé un poco la almohada para hacerla más mullida y se la puse detrás de la cabeza.
- ¿Seguro que no te meterás en problemas?- Preguntó y yo deseé decirle que no habría problema alguno.
Sin embargo, lo más probable era que Sean me dedicara una de esas palizas que solía reservarse para Tim. Pero cuando lo había analizado un par de horas antes, me había dado cuenta de que por primera vez en mi vida tenía que tomar la decisión correcta y protegerlo a cualquier precio. Quizás no podía ayudarlo a escapar, pero sí podía hacer que no tuviera que dormir en ese piso mugroso y frío.
- No, qué va.- Traté de sonar despreocupada, sin conseguirlo demasiado.- ¿Estás cómodo?
Asintió, con los ojos azules cerrándosele paulatinamente. Lo cubrí con una de las mantas que había dejado a un lado y me volví para salir de la habitación. Estuve a punto de tropezar con Billy.
- ¿Qué es lo que estás haciendo, Nina?- Salí, entornando la puerta, y él me siguió.- ¿Nunca te enseñaron a no encariñarte con las mascotas que no vas a conservar? Si sigues así, cuando Rice-Oxley sea historia vas a sufrir mucho.
- ¿Quieres dejarme en paz de una vez? ¿No tienes nada que hacer?- Inquirí fastidiosa. Fui a la cocina y me puse a secar los platos del almuerzo.
- Me parece que alguien debería advertírtelo.- Tomó un mechón de mi cabello rubio entre los dedos y se lo llevó a los labios. Tuve ganas de darle un puñetazo.- Sean va a molerte a palos, Nina. Me cuidaría más de ser tú. A menos que tengas instintos suicidas…
- No lo dejé ir, sólo le puse algo de…
- No trates de razonar con él, porque será peor.- Cortó, sonriente.- Si Sean piensa que estás siendo un estorbo, te quitará de en medio.
- Es mi hermano, idiota.- Repuse, como si eso fuera un seguro de vida. Sabía demasiado bien que no tenía importancia qué tan relacionada estuviera con él…- ¿Te piensas que Sean…?
- ¿Qué pasa conmigo?
Me volví hacia la entrada de la cocina, sintiendo que me ponía más blanca que un papel. Ni siquiera había oído el motor de la camioneta que indicara que él y Dave habían regresado.
Billy encendió un cigarrillo, con la sonrisa ensanchándose en su rostro.
- Nada, sólo charlábamos.- Dijo con calma.
- ¿Qué está haciendo Rice-Oxley?- Preguntó mi hermano, abriendo el refrigerador para buscar una cerveza.
- Duerme.- Contesté, intentando sonar normalmente.- Está muy dolorido, Sean, yo…
- Me tienes harto, Nina, más vale que dejes de jugar a ser la defensora del imbécil ese. Se me está acabando la paciencia.- Gruñó de mala manera. Tragué saliva.
Billy me miró burlón.
Pensé que sería mejor decírselo de una vez. Si lo descubría dos días más tarde iba a ser peor.
- Le armé el catre de la habitación. No puede estar en el suelo si…- Expliqué lo más rápidamente que pude, pero me cortó antes de tiempo.
- ¡Mierda, Nina! ¿Qué demonios pasa contigo?- Apoyó la botella de cerveza sobre la mesada, provocando un ruido muy fuerte.- ¿Qué sucedió con la idea de no ablandarse? ¿Qué tan estúpida puedes ser?
Billy se retiró sigilosamente. El muy desgraciado sabía lo que le convenía.
- ¿Por qué tú puedes violar las reglas y yo no? ¡Cuando me hablaste de todo esto, me dijiste que sería lo más fácil del mundo! ¡Que duraría sólo unos días! ¡Que nadie saldría herido! ¡Ahora hasta estás considerando matarlo! ¿Qué diablos te pasa? ¿Cómo puedes pensar siquiera en algo así?
- La vida no es color de rosa, hermanita. Las cosas pueden salir bien o mal. Cuando salen mal, los planes cambian.- Explicó con suavidad, pero acercándose al mismo tiempo, lo que hizo que me estremeciera.- Pero si todo sale mal por tu culpa… bueno, eso es algo que no puedo permitir que suceda.
- ¿Ah, sí? ¿Y qué vas a hacer conmigo? ¿Vas a matarme? Soy tu hermana, Sean, soy tu única familia.
- Eres una inútil.- Espetó con desprecio.- Y es un fastidio tener que ocuparse de ti cuando te dan tus arranques de bondad. Un día de estos se te va a escapar y todos nos iremos a la mierda, Nina. Y cuando te atrape la policía y te metan tras las rejas como a papá, no va a gustarte para nada.
- Si todo esto está sucediendo es por tu culpa. ¿Por qué tienes que meterte en todas estas estupideces? ¿Por qué no puedes simplemente…?- Balbuceé desesperada, pero una vez más, no me dejó acabar.
- ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me ponga un traje y vaya a la oficina todos los días? Despierta, Nina, el mundo es una mierda y está hecho para aquellos que tienen el dinero para disfrutarlo. El resto de nosotros estamos condenados a sobrevivir lo más que podamos.- Me enfrentó con ferocidad y yo ya no tenía espacio para retroceder.- Y si te parece que la vida que te ofrezco no es suficiente, espera a que estés en prisión.
Se dio media vuelta y salió de la cocina, sin siquiera darme tiempo a decir algo más. Desapareció, dándole un trago a su cerveza y dejándome sola.
Sus palabras dieron vueltas en mi cabeza, mareándome como si me encontrara en uno de esos juegos en que las tazas de té giran sin parar a los que siempre había querido subirme de niña.
No le importaba nada. No le interesaba que fuera su familia. Ahora veía con claridad la clase de persona que era mi hermano. No dudaría ni un segundo en darme un balazo entre los ojos si eso era lo que precisaba para salvarse a sí mismo. Sobrevivir. ¿Sobrevivir para qué? ¿Qué sentido tenía esforzarse por seguir adelante cuando eso era todo lo que uno podía esperar de la vida? Del modo en que lo veía, mis opciones eran seguir con él o ponerme en contra suya y esperar que las rejas de la prisión se cerraran delante de mis narices. Era su esclava, no había otra manera de describirlo. No tenía escapatoria alguna, no había un camino que me llevara lejos de Sean y hacia mi propia supervivencia al mismo tiempo. Esos eran dos caminos separados que jamás se unirían…
De pronto me sentía tan desprotegida que corrí a refugiarme a la habitación de Tim, como si se tratara de un refugio antibombas en época de guerra. Él seguía durmiendo quedamente y yo lo observé con los ojos llenos de lágrimas mientras me apoyaba contra la puerta y me sentaba en el suelo.
Necesitaba estar sola… pero lo que no quería entender era que ya estaba sola. Tan sola como era posible estarlo y sin poder estirar la mano para alcanzar a alguien que me rescatara.
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