Desperté entumecida y helada. Al mirar alrededor, no entendí cómo era que había terminado durmiendo desnuda y abrazada a mí misma en el suelo de la ducha, pero entonces todas las imágenes de la noche anterior regresaron a mi cabeza y comencé a sentir náuseas.
¿Cómo había podido creer al menos por un segundo que acostarme con Billy iba a borrar el amor que estaba sintiendo por Tim y que parecía crecer más y más a medida que su nombre repicaba en mi cabeza como los tañidos de una campana?
Escuché un golpe en la puerta y me sobresalté, saliendo de golpe de un trance. Traté de ponerme de pie y sentí los músculos absolutamente agarrotados.
- ¿Nina? ¿Qué mierda haces encerrada en el baño?- La voz de Sean llegó malhumorada desde el otro lado.
- Ya voy.- Musité, reteniendo un estornudo. Busqué mi ropa rápidamente y me puse con prisa aquellas prendas que pude encontrar. El reflejo que apareció en el espejo no lucía muy bien, pero teniendo en cuenta lo mal que estaba por dentro no me extrañó en lo más mínimo.
Me paré frente a la puerta, pero antes de salir tuve que respirar profundamente. Supuse que lo que me esperaba del otro lado no era muy bueno y no estaba para nada ansiosa por mi encuentro con Billy después de lo ocurrido.
Y así y todo, me di cuenta que lo que más me preocupaba era qué haría cuando viera a Tim de nuevo. ¿Qué pasaba si notaba lo que me estaba pasando? ¿Cómo lograría mirarlo a los ojos, ver todo su sufrimiento y no sufrir yo también hasta que se me desgarrara el corazón?
Sentí que empalidecía. No. Tenía que arrancarme a Tim del corazón antes de que se arraigara a él con demasiada firmeza. No me podía permitir a mí misma enamorarme de él. De todos los hombres que existían en la faz de la tierra… ¿por qué tenía que ser Tim?
Suspiré, sin saber cómo haría para soportarlo.
Sean volvió a golpear la puerta.
- ¡Ya voy!- Exclamé fastidiada. Abrí de un tirón y lo miré.- ¿Qué quieres?
- ¿Qué diablos haces ahí encerrada? ¿No tienes nada mejor que hacer que acaparar el baño?- Farfulló de mala manera.
- Perdón.- Murmuré, poniéndome yo también de malhumor. Mi día no estaba empezando de la mejor manera.- Es todo tuyo.
- Al fin.- Y dio un portazo que me hizo dar un respingo.
Fui a mi habitación a terminar de vestirme y luego hacia la cocina donde me serví una taza de café. Había dormido terriblemente mal y dudaba que pudiera mantenerme despierta… a menos que temiera repetir en sueños lo que había hecho la noche anterior.
- Demonios…- Apoyé la taza en la mesada con brusquedad.
- Buenos días, cielo.
Me volví de golpe y vi que Billy me observaba desde la entrada con una amplia sonrisa. No le dije nada. Le di la espalda y traté de ocultar mi nerviosismo.
- ¿Eres de las que se levantan refunfuñadas después de follar?- Dijo con malicia y, acercándose, me tomó por la cintura. Me aparté de un tirón.- Mm… parece que sí.
- Más vale que te olvides de lo que pasó anoche.- Espeté sin mucha delicadeza.- Porque no se repetirá. Fue un gravísimo error.
- No lo consideraste un error cuando te abalanzaste sobre mí para besarme, Nina.- Se burló, evidentemente complacido al verme acorralada.- Y recuerdo que te quitaste la ropa bastante rápido.- Metió una mano en su bolsillo y extrajo algo negro.- En especial esto…
Con horror, me di cuenta que se trataba de mi ropa interior. Estiré la mano y traté de quitárselo.
- Devuélvemela, idiota.
- Ni loco.- Rió, divertido.- Me servirá para recordar que no eres tan difícil como simulas ser. Eres bastante fácil cuando te lo propones, cielo.
- Vete al infierno.- Lo empujé para apartarlo y él se guardó la braga en el bolsillo otra vez.
- Tu hermano y Dave se irán en un rato. ¿Qué dices si…?
- Ni lo sueñes.- Corté. Pensar en lo que iba a decir me daba escalofríos.- Tengo que ir a darle el desayuno a Rice-Oxley.- Agregué, alegre de tener una excusa para escabullirme, pero no sabiendo qué tan bueno sería ir a verlo ahora que conocía lo que me pasaba con él.
- Ya lo hice yo.- Repuso con tono aburrido.- Estaba durmiendo. Comerá cuando se despierte.
- Ah…- Vacilé. Una parte de mí deseaba correr a verlo de todos modos.- Bueno…
- Así que estás libre como un pájaro.- Me acorraló entre sus brazos.- Y, curiosamente, yo también.
Sean entró caminando pesadamente y Billy carraspeó y se alejó enseguida, simulando que no sucedía nada.
- ¿Qué está pasando aquí?- Preguntó mi hermano, mirándonos alternativamente.
- Sólo conversábamos.- Dijo Billy de inmediato. Me dedicó una mirada de falsa amabilidad, que escondía en el fondo una silenciosa amenaza.- Nina me contaba que tuvo problemas para dormir anoche…
- Tómate un somnífero.- Repuso Sean sin darle importancia y yo bufé.- Y tú aléjate de mi hermana.
Abrí los ojos impresionada. ¿Realmente a Sean le importaba si Billy me hacía algo? Una leve esperanza se encendió en mi interior.
Aprovechando su presencia, huí de Billy, saliendo de la cocina. Fui directo a mi habitación a ponerme algo más decente, mientras por dentro bullía en una mezcla de furia y confusión.
Tal vez mi hermano no era tan insensible. Quizás en el fondo, muy, muy en el fondo, aún guardaba algo de afecto por la única familia que le quedaba. Quizás había ocurrido algún milagro pre-Navidad que había causado en Sean una especie de descubrimiento. Quizás las cosas no irían tan mal…
Entonces volví a pensar en Tim y todas las luces que se habían encendido en mi cabeza se apagaron con un estallido.
La sala de la casa de los Rice-Oxley seguía tan atiborrada como en los últimos días. Jayne se limitaba a quedarse sentada en un sillón junto a la ventana, abrazándose las rodillas y esperando que el tiempo pasara de una vez por todas. McKenna estaba parado a su lado, con los ojos oscuros clavados en las callecitas y las casas de más allá.
- Se acerca un auto.- Comentó y Jayne levantó la mirada de manera alarmada.- ¿No es el del señor Hughes?
A pesar de que sentía alivio de que no fueran nuevos problemas acechándola, Jayne se sintió incómoda al saber que los amigos de su esposo regresaban. No estaba con ánimos para volver a soportar una discusión con Richard y tenía la sensación de que ni siquiera podía mirarlo a los ojos después de que se enterara de lo que había hecho. Y de seguro se lo había contado también a Tom…
- Tranquila, señora Rice-Oxley.- Musitó McKenna con calma.- Concéntrese en lo importante. Es lo que todos deben hacer.- Y le puso una mano en el hombro, que retiró en menos de dos segundos.
Jayne respiró hondo y notó que se calmaba levemente. El Inspector le infligía paz cuando le hablaba en ese tono quedo y durante un instante, se alegró de que Patrick hubiera llamado a la policía.
La puerta de entrada se abrió y tanto Tom como Richard irrumpieron en la sala. Las miradas de los tres se cruzaron por un momento y luego ambos se acercaron a ella.
- ¿Ha habido alguna novedad?- Le preguntó Richard a McKenna, mientras le estrechaba la mano.
- Nada, por ahora. Esperamos que nos contacten en cualquier momento para pautar el intercambio.- Informó con seriedad.
- Quiero hablar contigo, Jayne.- Dijo Rich, bajando la voz. El Inspector hizo un asentimiento de cabeza y se retiró sin decir nada más.- Mira, sé que no debí gritarte así…
- Sé que me lo merezco…- Replicó ella, apenada.
- Eso no me corresponde a mí decidirlo.- Se apresuró a aclarar. Tom se alejó un poco, sintiéndose incómodo.- Tendrás que solucionar tus problemas con Tim cuando regrese.
- Cuando regrese.- Repitió con los ojos arrasados en lágrimas, como si eso fuera a hacerlo realidad.
- Sí.- Le dedicó una leve sonrisa y le apretó una mano.- Lo lamento. Ya estamos demasiado tensos y preocupados para que además me meta en tu matrimonio.
- Sé lo que debes pensar de mí, Rich, y yo…
- Descuida.- La cortó. No deseaba oír más. Ya era suficientemente difícil acercarse y pedirle perdón y poder mirarla a los ojos…- No tienes que explicarme nada. Sólo prométeme que no harás sufrir a Tim y me consideraré satisfecho.
- No lo haré de nuevo.- Afirmó, mirándolo con los ojos bien abiertos.- De verdad, Rich, todo esto resultó demasiado espantoso…
- No fue tu culpa que se lo llevaran.
Ninguno de los dos miró al otro. Jayne tenía la sensación de que la culpa estaba matándola por dentro y Richard se avergonzaba porque una parte de él seguía creyendo que si ella no hubiera discutido con Tim…
Sacudió la cabeza y alejó esos pensamientos.
- ¿Has comido algo?- Inquirió, volviendo a ponerse en su papel de hacerse cargo de todos.
- Sólo he tomado algo de café. Alguien me dio un sándwich pero… no tengo hambre.
- Ven, vamos a comer algo.- La ayudó a ponerse en pie y la llevó a la cocina, donde Tom estaba sentado, esperándolo.
- Richard…- Masculló Jayne al ver que empezaba a revolver alacenas y a buscar cosas para cocinar.- No tienes que atenderme. De verdad, no quiero…
- Tom también tiene hambre.- Interrumpió y miró a su amigo significativamente.
Éste se apresuró a asentir.
- Sí, sí, claro.- Miró a Jayne y le sonrió levemente, para animarla.- Vamos, Jayne, come algo. Richard puede preparar unas hamburguesas deliciosas, llenas de grasa y…
- En tus sueños.- Farfulló éste, haciendo una mueca de asco. Tom rió. Fue la primera risa que resonó entre esas paredes en varios días.
Jayne encontró ese sonido algo extraño. Pero aún más extraño fue levantar la mirada hacia la puerta que daba a la sala y ver que McKenna la observaba apoyado contra una pared, silencioso y con una expresión absolutamente indescifrable.
Asustada por lo que sucedería cuando viera a Tim de nuevo y, al mismo tiempo, ansiosa por escrutar esos ojos azules una vez más, me mantuve todo el día en una lucha interna conmigo misma, tratando de decidir qué era lo que debía hacer.
Cuando me pareció que había esperado suficiente y que si seguía haciendo tiempo, Tim moriría de hambre, fui a la cocina, le preparé un sándwich y me armé de valor antes de entrar.
Mi mano temblaba al querer introducir la llave en la cerradura. Era como una adolescente que espera la hora del recreo para cruzarse por los pasillos con el chico que le gusta. Respiré hondo y me dije varias veces que era una idiota.
Abrí la puerta y miré al interior. Tim estaba despierto y sentado contra el respaldo de la cama, lo cual me alivió porque quizás significaba que ya no sentía tanto dolor. Cerré detrás de mí y él me miró con esos fantásticos ojos azules, que estaban algo apagados, pero que no dejaban de ser simplemente hermosos.
- Hola, Nina.- Saludó, con una leve sonrisa. Y entonces mi corazón se derritió como una barra de chocolates dentro del microondas.
En menos de un minuto, sentí mil cosas distintas pasar por mi cabeza: el deseo de ayudarlo; el considerarlo tan endemoniadamente atractivo aún en el estado deplorable en que se encontraba; un raro cosquilleo en mis dedos, como si recordara cómo había acariciado su cabello; la forma de sus brazos y la estúpida certeza de que encajaría a la perfección entre ellos; la manera en que el tono profundo de su voz me erizaba la piel; esa especie de magnetismo que me impulsaba a querer verlo y estar a su lado las veinticuatro horas del día; extrañarlo aún cuando estaba a unos pocos pasos de distancia; pensar en lo maravilloso que hubiera sido que fuera Tim y no Billy el que me había hecho el amor la noche anterior; las ganas incontenibles de probar el sabor y la textura de sus labios…
Pero no podía. Lo que me estaba sucediendo no tenía sentido y no tenía salida. En unos pocos días, Tim desaparecería de mi vida. Regresaría a su esposa y trataría con todas sus fuerzas de olvidar el infierno en que lo habíamos hecho vivir. Me lastimaría como nunca nadie me había herido y supe, con total certeza, que prefería que Sean me diera una de sus monumentales palizas que llevaban a una dolorosa agonía antes que sentir el extremo sufrimiento de no volver a verlo nunca más en mi vida.
Nuestra historia no tenía un principio, pero sí tenía un final: él y yo jamás seríamos el uno para el otro, pero de algún modo, había logrado marcar a fuego mi corazón y cuando todo acabara, no sería capaz de olvidarlo.
Tuve una visión de lo desdichada que sería y deseé poder hacer algo para evitarlo. Deseé no permitirme a mí misma que mi amor por Tim creciera a un punto insoportable…
- ¿Estás bien?- Me miró con el ceño fruncido, al ver que no hacía ningún movimiento.
Sentí que mi expresión se endurecía.
- No es asunto tuyo.- Repuse de mala manera y me odié por hacer eso. Sin embargo, en el fondo sabía que era lo mejor…
La extrañeza apareció reflejada en su semblante. Me escrutó con más atención.
- ¿Qué te pasa?
Dejé el plato con el sándwich y el vaso de agua en el piso junto a la cama. Luego me di vuelta para irme.
Con un leve quejido, se levantó del catre y me siguió, hasta que pudo sostenerme de un brazo. Sentí que su tacto me quemaba y moría por atraer su rostro hacia el mío y ver qué sucedía si el tacto se convertía en beso…
- Suéltame, Rice-Oxley.- Dije en cambio, con toda frialdad.
- ¿Estás enfadada conmigo?- Quiso saber, sin hacerme caso.
- Te dije que me sueltes.
- No entiendo.- Frunció tanto el ceño que sus cejas se hicieron una.- ¿Es por tu hermano? ¿Te dijo algo? ¿Se metió contigo por haber sido amable conmigo?
Tiré de mi brazo con fuerza para soltarme y él se vio impulsado hacia atrás. Trastabilló, pero no cayó al suelo. Agradecí en silencio: me hubiese sentido horriblemente culpable.
Entrecerró los ojos y fue evidente que no pensaba rendirse.
- ¿Es por lo de la nieve?- Preguntó. Sentí que mi corazón se estrujaba.- ¿Te molestaste?
- No. Y ya deja de hacerme preguntas. Come.- Ordené. Traté de salir nuevamente, pero me habló otra vez.
- Nina, maldita sea, dime qué sucedió.- Exclamó, aunque no con demasiada fortaleza. Parecía que empezaba a recuperarse, pero aún no del todo.- Sea lo que sea, no fue mi intención…
Pensé en Billy recostado sobre mí en el sillón, ordenándome que me quitara la ropa y que abriera más las piernas. Pensé en Tim llamándome Jayne al sentir mi caricia. Pensé en que ahora mostraba preocupación porque no tenía nada mejor que hacer, pero que de encontrarnos fuera de aquella situación, lo que pasara conmigo no le importaría para nada…
- De acuerdo, parece que no tienes hambre.- Espeté, regresando junto a la cama. Tomé el plato y el vaso.- Entonces no comerás.
Abrí la puerta para salir.
- Nina, aguarda, por favor…- Pidió.- Hablemos.
- No, Rice-Oxley.- Musité y mi corazón seguía rompiéndose.- Se acabó la charla.
Cerré de un brusco portazo y, tras dejar todo apresuradamente en la cocina, corrí a mi habitación. Billy me siguió con la mirada, como con intención de seguirme, pero sin una pizca de preocupación.
Quizás comportarme como una verdadera hija de puta no funcionara del todo. Quizás sólo haría que me sintiera peor cuando tuviera que verlo. Quizás haría que me revolviera la conciencia por dejarlo sin comer y maltratarlo… pero era la única salida que encontraba y, de todos modos, parecía no conducir a ninguna parte.
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