miércoles, 5 de noviembre de 2008

A Bad Dream: Capítulo 16.

Cuando descubrieron que todos los canales estaban hablando de lo mismo y que no había manera alguna de que se pasara por alto, Tom, Richard y Jayne temblaron de miedo. Los tres temían que aquello perjudicara a Tim más de la cuenta y cuando Patrick Rice-Oxley llamó por teléfono para avisar que su esposa se había descompensado y que había tenido que correr con ella al hospital, sintieron que estaban envueltos en una pesadilla interminable de la que no podían salvarse.
- Si el secuestrador no elige este preciso momento para terminar con todo de una vez, se arriesgará demasiado.- Escuchó Richard. Se acercó al grupo de policías al que McKenna estaba hablándole.- Lo más probable es que nos contacte en estos días. Manténganse alertas a cualquier movimiento en la zona. Registren el pueblo y las ciudades vecinas. No creo que lo hayan llevado muy lejos de aquí.
- ¿Hay algo que pueda hacer?- Preguntó Richard mientras los hombres asentían con la cabeza y se retiraban a una seña de su jefe.
- No, señor Hughes, relájese.- Contestó, dándole una palmada en el hombro.- ¿Tienen ya todo el dinero que pidieron?
- Faltan cien mil libras, Tom y yo iremos a buscarlas en un rato, antes de que cierren los bancos.- Explicó. La última excursión en busca del dinero había sido bastante incómoda, se sentían vigilados y nerviosos. Les habían hecho muchas preguntas para las que habían tenido que inventar muchas respuestas.
- Descuide, si hay algo bueno de que todo esto sea público es que los bancos ya no le harán tantas preguntas. No tiene por qué ocultar el hecho de que lo necesita para pagar el rescate.- Lo tranquilizó y Rich suspiró.
- Supongo que deberíamos irnos ya.- Dirigió sus ojos celestes hacia las ventanas cerradas.- Nos costará bastante pasar por entre los periodistas. No nos dejarán pasar sin decir nada.
- ¿Quieren una escolta? Puedo prescindir de dos o tres hombres por un par de horas.- Dijo McKenna.
- No, no… estaremos bien. Sólo tenemos que tener más paciencia que de costumbre.
Tom apareció desde el pasillo que conducía a las habitaciones. Llevaba su celular en la mano.
- Acabo de hablar con Tom.- Masculló, refiriéndose al hermano de Tim.- Dice que su mamá se encuentra mejor, están yendo de regreso a la casa.
- Me alegro, ya me estaba asustando.- Farfulló Richard. Buscó las llaves de su auto en el bolsillo de su chaqueta.- ¿Vamos, Tom? Tenemos que ir al banco de una vez.
- Mm… no sé si es muy buena idea.- Miró sobre su hombro, hacia las habitaciones, con cierta preocupación.- Jayne se encerró en su habitación de nuevo y no quiere abrirme. Creo que está viendo las noticias, eso no puede ser bueno, ya sabes que inventan un montón de porquerías…
- No tendría que hacer eso, es una tonta. Lo último que necesita es que los periodistas le llenen la cabeza con sus estupideces.- Musitó Rich con fastidio.
- Yo me encargaré de la señora Rice-Oxley, trataré de sacarla de allí y mantenerla alejada de la televisión.- Intervino McKenna con la seriedad impregnando su voz.- Ustedes deberían ir por el dinero. No sabemos cuándo querrán cobrar el rescate y es mejor estar listos.
Richard tuvo que admitir que tenía razón, aunque la idea de dejar a Jayne sola en aquel estado no le agradó demasiado. Miró a Tom, con cierta impaciencia.
- ¿Vamos?
- Sí, sólo déjame ir por mi abrigo.- Dijo éste y fue hacia el armario. Richard se volvió hacia McKenna para decirle algo, pero éste ya había desaparecido camino a los dormitorios.
Tom y Richard cruzaron una mirada algo ansiosa antes de abrir la puerta para salir. Sabían a qué iban a enfrentarse y no les gustaba nada.
Tom salió delante mientras Richard cerraba la puerta y unos diez micrófonos aparecieron contra sus rostros al mismo tiempo. Las voces empezaron a encimarse y a duras penas entendían lo que decían.
- ¿Qué saben de…?
- ¿Cuáles son las condiciones para que…?
- ¿… pruebas de vida?
- ¿Cómo están…?
- ¿… llamados del secuestrador?
Tom sintió que le ponían una cámara frente a la cara y retrocedió un paso.
- ¡Dinos algo, Tom!
Al ver lo aturdido que estaba su amigo, Richard lo tomó del brazo y lo empujó hacia su auto, perdido entre la marea de camionetas con logotipos de distintos canales de televisión. Abrió la puerta del acompañante y lo metió dentro como pudo. Entonces las cámaras y los micrófonos fueron exclusivamente por él.
- ¿Qué sintieron al oír las noticias?
- ¿Cómo está la esposa de Tim?
- ¡Richard! ¿Crees que Tim está vivo?
Éste se volvió y miró a la persona que acababa de formular la última pregunta. La expresión de sus ojos hizo que la mujer retrocediera unos pasos y se chocara con un camarógrafo, cosa que le dio a Richard el tiempo suficiente de volverse y meterse en el auto él también.
Encendió el motor y ninguno de los dos habló hasta que no estuvieron en camino, a cierta distancia de North Trade Road.
- Odio esto.- Susurró Tom, que estaba todo encogido sobre sí mismo como un niño enfurruñado. Richard no podía culparlo.
- Yo también.
- ¡Siempre hacen preguntas tan idiotas! Se muestran interesados pero lo único que quieren es hurgar en…
- Tranquilo, Tom. No tiene sentido que nos preocupemos por ellos.- Murmuró, frenando en una esquina.- Ellos son lo menos importante en todo esto.
Su amigo suspiró y sus mejillas rosadas se volvieron coloradas. Realmente estaba muy enfadado.
- Tú no lo oíste, ¿verdad?- Espetó, sin poder contenerse.
- ¿A quién?
- Al estúpido que me preguntó cómo afectaría esto a nuestro próximo disco.
Richard cerró los dedos en torno al volante hasta que los nudillos se le pusieron blancos.
- Me alegra no haberlo oído o lo habría atropellado al salir.- Replicó.
Ambos se quedaron callados, demasiado enojados para seguir hablando. Era frustrante tener que lidiar con una situación tan dramática y, al mismo tiempo, con el acoso de los inútiles de los medios. Lo único que los confortaba era la ilusión, la mera ilusión, de que todo acabara de una vez por todas.

Tim y Jayne Rice-Oxley tenían la costumbre de cenar con una buena botella de vino de vez en cuando y por lo tanto, a él le gustaba tener algunas de reserva en la casa. Había al menos unas diez o doce botellas en la pequeña bodega de la cocina y Jayne se había llevado varias a su habitación sin que nadie lo advirtiera.
De modo que se encontraba en la cama, con las mantas revueltas tanto como su cabeza y la televisión encendida a un volumen bastante molesto. En cualquier canal que pusiera encontraba una imagen de Tim y una historia tras otra de supuestos hechos relacionados con su desaparición.
Invadida por un dolor profundo, Jayne empezó a beber hasta que sintió que el dolor redimía, no la afectaba tanto, no la aturdía ni le provocaba arcadas de angustia. Notó que las historias que inventaban en la televisión eran realmente espantosas, pero posibles. Y entonces tomó otro trago muy largo de la última botella de vino blanco que le quedaba.
Los golpes a la puerta de su habitación eran casi constantes, aunque hacía unos cuantos minutos que Tom se había detenido. Quizás había entendido que quería estar sola, que estaba harta de todo y de todos…
Se había acostado con otro hombre y habían secuestrado a su esposo. ¿Qué más podía pasarle?
Una voz le llegó desde el pasillo, casi atronadora para poder resaltar sobre el ruido de la televisión.
- Señora Rice-Oxley, por favor abra la puerta.- Reconoció a McKenna a pesar de no poder reconocerse a sí misma en el reflejo que le devolvía el espejo. Empezaba a marearse y, una parte diminuta de sí misma, lamentó no haber tenido un frasco de pastillas para mezclar con el alcohol. Eso hubiera acabado con todo.
Se secó las lágrimas que le inundaban el rostro y estiró una mano para tomar la arrugada camisa de Tim que yacía cerca de ella en la cama. La apretó contra su rostro, pero ya no podía sentir el perfume de su piel. Era como si se hubiese desvanecido por completo, como si perteneciera a un desconocido.
Terminó de tomar el vino y arrojó la botella y la camisa al otro extremo de la habitación, sonoramente. Estaba pensando en Jack y en que había desaparecido de su vida de un momento al otro, sin dar ni pedir explicaciones. ¿Acaso no le importaba nada? ¿Acaso no la quería como había afirmado? Ella había arriesgado todo por él… había perdido todo por él… y Jack había desaparecido. Igual que Tim.
Todos la dejaban. Tim había estado a punto de dejarla la última noche que lo viera y estaba segura que, si lograba salir de aquello, terminaría lo que había empezado. La expulsaría de su vida. No le importaría todo lo que habían vivido juntos.
- Señora Rice-Oxley, tendré que derribar la puerta si no me abre.- Exclamó McKenna nuevamente. Durante varios segundos no obtuvo respuesta y volvió a insistir, totalmente impaciente.- ¡Jayne!
Sin saber por qué, se levantó tambaleante de la cama. Giró la llave y el picaporte y asomó el rostro lloroso por una rendija, encontrándose a pocos centímetros del hombre. Él la examinó con ojos preocupados.
- ¿Se encuentra bien?- Le preguntó.
Jayne meneó la cabeza, negando. No se sentía para nada bien.
- ¿Quiere hablar al respecto?- Empujó un poco la puerta al decir aquello, tratando de entrar en la habitación para asegurarse de que ella no se hubiera lastimado.
Había varios vidrios rotos y McKenna pensó que no era buena idea dejar a una mujer deprimida con objetos cortantes. Se acercó para recogerlos, pero entonces Jayne lo tomó por sorpresa.
Lo tomó de los hombros y se colgó de él para besarlo. El Inspector se quedó duro y asombrado, notando como los labios de ella presionaban los suyos. La tomó de los brazos para apartarla, pero le costó varios segundos hacerlo. No sabía qué le sucedía, pero era como si Jayne pudiera darle en su punto débil.
- Por favor, señora Rice-Oxley. No está pensando con claridad.- Musitó y se dio cuenta de que le dolía un poco decir eso. Le hubiese gustado que ella se entregara a él plenamente consciente…- Ha bebido y está angustiada…
- Jamás he pensado más claramente.- Bajó las manos hacia los botones de su camisa y él la detuvo antes de que empezara a desabrocharlos.- ¿No se da cuenta? Estoy sola y perdida. Pero usted puede protegerme como ningún otro hombre lo hizo…
- Sé que está preocupada por su marido…
- Mi marido va a dejarme cuando regrese.- Interrumpió desesperada. Hundió el rostro en el hueco del cuello de él y empezó a besárselo sin darse cuenta.- No me perdonará lo que hice. Ni yo puedo perdonármelo…
- No querrá cometer otro error.- Masculló, esperando que su voz no se debilitara. Esa mujer lograba que toda su entereza se fuera al demonio.
- ¿Cuál es la diferencia? Un hombre, dos…- Le rozó la punta de la nariz en la barbilla.- ¿Quién sabe si Tim ha estado con otras mujeres durante todos los meses en que desaparece?
- Deténgase, por favor.- Pidió McKenna, deseando sonar convincente.
- No quieres que lo haga, ¿verdad?- Susurró ella y estaba absolutamente fuera de sí.- Te he visto cómo me miras. Sé que lo haces…
- Sólo hago mi trabajo.- Sus manos le ardían, deseosas de rozar el cuerpo de Jayne.- No puedo…
- Sí que puedes.- Cortó. Le desabrochó los primeros botones de la camisa sin encontrar resistencia.- Me miras como si lo único que te impidiera tocarme es el hecho de estar haciendo tu trabajo…- Siguió con la boca el camino de los dedos.- ¿Y sabes qué?- McKenna tragó saliva. Ya no tenía fuerzas para detenerla.- Te libero de tu servicio por hoy…
- Jayne, esto es una locura…- Farfulló, confundido.- Si alguien nos encontrara… podrían despedirme…
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas. Lo miró seriamente, tratando de no llorar.
- Ya no quiero estar sola. No lo resisto…- Se aferró a él con fuerza.- Necesito saber que hay alguien que me rodeará con sus brazos si no puedo dormir, que hay alguien…
- No puedo hacer esto. Has bebido… no sería justo.- Le dijo, tratando de apartarse.
- Quería hacerlo desde antes de haber bebido.- Se llevó las manos a la ropa y empezó a desabrochársela.- Quiero que me cuides y que me hagas el amor y que me hagas sentir menos sola…
- No es a mí a quien quieres, sino a tu esposo.- Le aseguró y decirlo fue más difícil de lo que parecía.- Crees que acostarte conmigo te aliviará, pero hasta que no lo tengas de regreso…
- No. No entiendes.- Arrojó su camisa por los aires y a McKenna le costaba mantener la vista por encima de su cuello. Jayne bajó las manos para desabrocharse el jean.- No aliviará lo mal que me hace sentir lo que está pasándole a Tim… pero aliviará el deseo que siento por ti.
Él frunció el ceño, sin creerse lo que acababa de oír.
- ¿Sientes…?
- Sí.- Ya en ropa interior, se pegó a él y lo besó.- Y me está volviendo loca.
McKenna solía ser bastante frío, pero ya no pudo controlar la hoguera que lo quemaba por dentro. Era demasiado ardiente para ignorarla. Estrechó a Jayne por la cintura y se fundió con ella en un beso apasionado. La guió lentamente hacia la cama y la recostó de espaldas, mientras ella lo iba desvistiendo con premura.
Era cierto que ambos habían estado mirándose, deseándose en secreto, sin animarse a dar un paso al frente, dándose cuenta de lo arriesgado que sería. Pero en ese momento no existía más que esa habitación, esa cama y ellos dos. Y mientras McKenna le hacía el amor, la mente de Jayne se vació por completo de dolor, de remordimientos y de cualquier otro pensamiento. Sólo se permitió sentir esa maravillosa sensación de no haber sido abandonada sin importarle qué consecuencias fuera a traerle.

Sean prohibió terminantemente que cualquiera de nosotros fuera a ver a Tim o que le lleváramos comida.
- No le hará nada malo sufrir un poco más…- Dijo en cuanto lo miré horrorizada.
Sabía que no estaba en condiciones de contradecirlo así que no tuve más remedio que hacer lo que decía, a pesar de que moría por saber si se encontraba bien. Billy no había dicho mucho acerca de lo que había hecho, pero le dedicó a Sean una mirada de suficiencia al salir de la habitación y mi hermano pareció satisfecho.
- ¿Cuándo va a terminar todo esto?- Me animé a preguntar a la noche siguiente, mientras ponía un plato frente a él. Luego me senté yo también a cenar.- Se extendió demasiado, ¿no crees?
- No mucho. Quiero ajustar un par de cosas antes.- Masculló solamente, antes de llevarse la comida a la boca y pasar a ignorarme por completo.
Hacía unos días atrás me hubiese alegrado tener una excusa para retener a Tim, para estar un poco más con él… pero me daba cuenta que eso era una estupidez. Lo amaba, sí. Y lo quería a salvo. Lo quería lejos de allí, lejos de Sean, lejos de Billy… lejos de mí.
No hubo desayuno, ni almuerzo, ni cena para él el día sucesivo y empecé a desesperar. Nadie se había acercado a ver que estuviera al menos respirando y el miedo se apoderó de mí una vez más.
Cuando todos se fueron a dormir y la casa se sumió en el más inquebrantable silencio, decidí mandar al demonio las reglas de Sean e ir a hacer algo. Fui a la cocina, preparé algo de té y algunos sándwiches rápidamente y, asegurándome de que nadie se había dado cuenta de lo que estaba haciendo, saqué la llave de mi bolsillo y me asomé en la grisácea habitación.
Tim estaba recostado en la cama, de costado, dándome la espalda. No parecía dormir y dio un respingo que lo confirmó cuando cerré la puerta detrás de mí.
- Nina…- Musitó sorprendido y algo inseguro.
- Van a matarme si se enteran que estoy aquí, así que tienes que comer lo más rápido posible.- Expliqué, dándole la taza de té y apoyando el plato de sándwiches en la cama junto a él.
Sin embargo, se quedó mirándome sin moverse.
- ¿Estás bien?
- ¿Cómo estás tú?- Repuse en cambio. No se lo veía tan terrible, aunque evidentemente necesitaba descanso, calorías y una ducha caliente.
- Bien, ya no estoy tan dolorido…- Me observó minuciosamente.- ¿Ya no…? ¿Ya no estás enfadada conmigo?
Sonreí un poco, avergonzada.
- Lamento eso.
Suspiró, aliviado.
- Me alegra oírlo.- Le dio un sorbo al té.- Todo esto ya es suficientemente horrible como para que, además, la única persona agradable se vuelva como los otros.
- No tuve buenos días, pero ya pasó.- Aparté la mirada y me puse a dar vueltas por la habitación. En ese momento tenía tantas ganas de besarlo que hubiese dado un brazo con todo gusto a cambio de poder hacerlo.
Se comió un sándwich con ganas y siguió tomando el té. Deseé reconfortarlo de alguna otra manera.
- Tus amigos salieron en la tele esta mañana.- Comenté. Sean me hubiese golpeado si me oía hablar de eso con él.
- ¿De verdad?- Inquirió y sus ojos azules brillaron levemente.- ¿Cómo estaban?
- Preocupados, naturalmente.- Los habían mostrado salir de la casa de Tim sin dar ninguna declaración y meterse en un auto.- Y un poco enfadados con los periodistas.
- Deben estar pasándola fatal.- Murmuró apenado.
- Al menos alguien se preocupa por ti, eso no está tan mal.- Repuse, tratando de buscarle el lado menos deprimente.
- No imaginé que todo el mundo se enteraría de esto.- Comentó, dejando la taza vacía a un lado.- Tom debe estar de un humor terrible. Detesta que los medios lo estén rondando cuando las cosas no van bien…
Le dediqué una sonrisa. Hablar de sus amigos le hacía bien, borraba un poco ese sufrimiento impreso en su mirada.
- No debe ser nada fácil convivir con eso.
- No, no lo es…- Masticó otro sándwich y se quedó pensativo. Luego sacudió levemente la cabeza, como tratando de apartarse de pensamientos inútiles.- ¿Puedo ir al baño?
- Claro que sí.- Saqué la otra llave y abrí la puerta del baño. Él entró solo y yo me quedé en el otro extremo de la habitación para darle privacidad. Tras un breve momento, lo oí lavarse las manos.
- ¿Cuánto tiempo tenemos?- Preguntó a lo lejos, mientras cerraba el agua y yo fruncí el ceño.
- No lo sé… todos están durmiendo.- Me crucé de brazos. Hacía frío allí.- ¿Por qué?
Salió y se apoyó contra la entrada del baño. Me miró en silencio, con cierta gravedad.
- Quería hablar contigo de algo.
Un pequeño escalofrío me recorrió la columna y me pregunté qué era eso.
- ¿De qué?- Quise saber escrutándolo con curiosidad.
- Billy me dijo que se acostó con Jayne.- Soltó de repente y noté cómo sus ojos azules se habían vuelto helados como la nieve que seguía cayendo afuera.
Bajé la cabeza, incómoda. ¿Qué se suponía que debía decir?
- Bueno…- Mascullé, dudosa.
- ¿Es verdad?
Suspiré, resignada. No me quedaba mucha escapatoria.
- Sí, es cierto.- Él no se movió ni dijo nada. Era obvio que esperaba una explicación.- Pero no fue culpa de ella.- Me dolió el corazón al defenderla, pero me recordé que era para que Tim se sintiera menos herido.- Billy tenía que seducirla para poder sacarle información, así que la siguió un par de meses. Estoy segura de que ella lo lamenta muchísimo, Tim. No sabía que estaba cayendo en una trampa…
- Pero lo hizo de todos modos.- Repuso, cruzando lentamente la habitación.- Algo en él le gustó, la atrajo y decidió que valía lo suficiente para burlarse de su matrimonio…
- Todo el mundo comete errores.- Susurré y ya no estaba pensando en Jayne, si no en mí.- A veces ni siquiera te das cuenta hasta que es demasiado tarde…
- ¿Eso te pasó a ti?- Preguntó con cierta brusquedad y lo miré con los ojos muy abiertos, asombrada.- ¿Por eso lo hiciste?
- Hacer… ¿qué?- Balbuceé. ¿De qué estaba hablando?
- Acostarte con Billy.- Dijo, su mirada clavada en mí, en un intento de leer la verdad antes incluso de que yo confesara.
- Yo… no…- No quería que lo supiera. No quería que se diera cuenta de la clase de persona que era…
- Él me lo dijo. Si no mintió respecto a Jayne… ¿por qué lo haría respecto a ti?- Se acercó y se detuvo frente a mí, haciéndome sentir mil veces más acorralada.
Me quedé sin aire y de pronto sentí la gigantesca necesidad de excusarme.
- Fue un error terrible…- Me apresuré a decir, atragantándome con mis palabras.- Me sentía mal y no sabía lo que hacía…
- ¿En qué estabas pensando, Nina? ¡Ese tipo es un monstruo!- Exclamó indignado.
- Lo sé, lo sé…- Me llevé las manos a la cabeza.- Estaba desesperada, Tim, y sola y no sabía…
- Hubieses venido a hablar conmigo.- Cortó y me pregunté por qué le importaba tanto.- Yo te hubiese escuchado. Y no hubiera sido tan terrible.
- ¿No te parece que tú ya tienes suficientes problemas para tener que aguantar los míos también?- Repliqué, aunque algo enternecida por su ofrecimiento.
- ¿Y no te parece que tu vida es lo suficientemente miserable para arruinarla aún más con un tipo como ese?
Lo contemplé boquiabierta, mientras mi corazón latía desbocado. Eso había sido desagradable y me había dolido.
Aparté el rostro para que no viera que me afectaba.
- Lo siento.- Dijo enseguida.- No debí decir eso.
- Pero claramente lo piensas.- Espeté ofendida.
- ¡Claro que sí, Nina! ¿Qué clase de vida estás llevando? Encerrada con estos tipos, metiéndote en líos…- Meneó la cabeza en señal de desaprobación.- Podrías vivir mucho mejor.
- No es tan fácil como crees.
- Sé que no.- Me sonrió tristemente.- Pero intentarlo no puede ser tan malo como acostarte con Billy.
Sentí el calor en mis mejillas y supe que me había ruborizado.
- ¿Puedes dejar eso ya?- Pedí quedamente.- No me enorgullece mucho, ¿sabes?
- Qué bueno. Porque fue horrible.
Fruncí el ceño, enojada. No podía decirme esas cosas. No era nadie para decírmelas…
- ¡Sé que fue horrible, deja de recordármelo! ¿Te crees que no me lo reprocho cada minuto de mi maldita vida? ¿Crees que me sentí muy bien cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo y ya no podía hacer nada para detenerlo?- Un par de lágrimas se escaparon de mis ojos y las sequé de mala manera.- ¡Ojalá pudiera volver el tiempo atrás y deshacerlo! ¡Borraría muchas de las cosas que hice y quizás mi vida no sería una mierda como lo es ahora! ¡Hubiese impedido que Sean controlara mi vida, que Billy se aprovechara de mi debilidad y que tú…!- Me detuve de golpe al darme cuenta que me había dejado llevar, pero ya era tarde. Tim me miró interrogante, sin entender.
- ¿Yo? ¿Qué te he hecho yo, Nina?- Preguntó extrañado.
- Nada.- Fui hacia la cama a buscar el plato vacío y la taza que estaba en el suelo. Era hora de salir de allí.
- No te atrevas a dejarme aquí como un idiota. Termina de decir lo que estabas diciendo.- Farfulló, tomándome de un brazo con las manos atadas.
- Y tú no te atrevas a darme órdenes. Ya las recibo a montones de mi hermano y lo detesto.- Me aparté: no soportaba su tacto. Me hacía flaquear y morir de ganas de besarlo.
- ¿Y sabes qué detesto yo? Hacer las cosas mal y que nadie me diga qué.- Me observó enojado.- Jayne no me dijo que se sentía sola y abandonada y terminó en brazos de tu amiguito. Por lo que dices, volví a contribuir que eso te pasara a ti: una mezcla del maltrato de tu hermano y de algo que yo causé hizo que te acostaras con Billy.
- Créeme, Tim, es mejor que no lo sepas.- Busqué las llaves en mi bolsillo y me dispuse a salir de allí.
- Eso sólo quiere decir que realmente debo saberlo.- Murmuró y volvió a retenerme tomándome del brazo.
Mi cuerpo se tensó cuando me tocó de nuevo y sentí que la confesión subía por mi garganta y que no podía frenarla con nada. Deseé morderme la lengua, pero ya no tenía caso: las palabras estaban saliendo de mi boca.
- ¿Quieres saberlo? ¡Bien! Me estoy enamorando de ti, eso es lo que pasa.- Dije, entre desesperada y molesta. Él me soltó de inmediato.- Y es una estupidez. Quise evitarlo y me llevó a acostarme con Billy y a tratarte mal, pero no lo resistí mucho tiempo, así que aquí estoy.- Una vez que empecé, era increíblemente difícil callarme.- La otra noche vine a ver como estabas y te acaricié la mejilla y me llamaste Jayne. Y me hizo darme cuenta que no hay un mundo en que tú y yo podamos estar juntos, ni aunque tú realmente lo quisieras así. Y ahora quizás te agrado, porque soy amable contigo, no te lastimo y te doy de comer, pero cuando estés libre de nuevo no querrás saber nada de mí y lo único que pretenderás será olvidarme a mí y a la pesadilla que te estamos haciendo vivir. No puedo hacer nada para evitarlo y tú te irás con tu mujer nuevamente y yo me quedaré con mi patética y miserable vida que…
Pero no pude continuar. Me quebré, sabiendo que al pronunciar todo aquello hacía que se volviera real. Sabiendo que los ojos de Tim estaban abiertos como platos y que de seguro tenía ganas de reír por lo ridículo que sonaba…
Al tragarme un sollozo, sentí que las manos de Tim subían a mi rostro. Lo miré asombrada mientras lo veía acercarse, mientras no veía rechazo alguno en la profundidad azul de su mirada.
- No llores, Nina… -Susurró, un segundo antes de que sus labios bajaran hacia los míos y los rozaran con calidez. Sentí que me quedaba dura mientras él los separaba y me besaba tan tiernamente que pensé que me desmayaría entre sus brazos…
Me secó las lágrimas con los dedos y yo me rendí a él y a su maravilloso beso, aferrándolo con todas mis fuerzas. Sentía alivio al abrazarlo y era como si su boca curara las heridas más profundas que existían en mí…
Tim sabía a té y a calor. Sus labios me acariciaban suavemente pero con firmeza y deseé poder arrancarle las amarras de las muñecas para que me pudiera estrechar fuertemente contra su pecho. Me había quedado sin aliento por la sorpresa y por la necesidad de no dejar de besarlo.
Él también tenía dificultad para respirar, pero sus manos seguían en mi rostro, sosteniéndome fuertemente, atrayéndome hacia él. Sus ojos estaban cerrados y su barba raspaba mi piel y yo pensé que nunca había sentido algo como aquello…
Se apartó lentamente y me miró a los ojos. Separó los labios para decir algo pero me apresuré a silenciarlo poniendo dos de mis dedos sobre ellos.
- Creo que oí un ruido.- Murmuré, aguzando el oído. Podía oír con claridad los latidos acelerados de mi corazón y los del de Tim, su pecho golpeando contra el mío.
Y entonces lo noté. Pisadas, alguien deambulando por la casa. Tim me miró con gravedad.
- No deberían encontrarte aquí.- Susurró, casi inaudiblemente. Yo asentí de inmediato y lo solté. Fui hacia la puerta y él fue detrás de mí, tan atento como yo a cualquier cosa que pudiéramos escuchar.- Ten cuidado.- Agregó y me besó en el cabello. Cerré los ojos, disfrutándolo sin creerlo.
Luego salí, dejándolo solo y regresando una realidad que no era tan maravillosa como lo que acababa de suceder. Pero, así y todo, no podía dejar de sonreír.

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