Bien. Quizás realmente estuviera perdiendo la cabeza.
Suspirando, Tim comenzó a pasear por la habitación. Ya estaba casi totalmente recuperado de la última paliza, a excepción de una pierna y un brazo algo resentidos. Al menos podía respirar mejor y no veía las estrellas cada vez que se movía.
Pero era evidente que tenía alguna fractura en el cráneo o algo parecido. No encontraba otra explicación a la manera en que se estaba comportando. Aún así, Nina le había preguntado si iba a besarla… y él había tenido que decir que sí.
No porque se sintiera amenazado por ella. No porque creyera que si le decía que no iba a enviar al bruto de su hermano a golpearlo. No porque le pareciera que acercándose a ella podría conseguir algún beneficio. No porque pensara que la convencería de ayudarlo a escapar. Tim había dicho que sí porque la había mirado y no había resistido las ganas de hacerlo.
Era un estúpido, por supuesto. Y ahora que estaba solo, limpio y sin más tostadas que mordisquear, podía decirlo con total libertad. No podía dejarse llevar así, no podía besar a Nina, no podía dejar que le pasara algo con ella. ¡La mujer lo había secuestrado, por amor de Dios!
Quizás estaba padeciendo el síndrome de Estocolmo o, peor aún, demencia a causa del cautiverio…
Meneó la cabeza, desaprobándose por lo que hacía, pero también por lo que pensaba. Nina era una buena persona, se preocupaba por él, lo cuidaba, lo defendía y ahora también pretendía sacarlo de allí. No podía ser tan egoísta. Ella no se merecía que él dijera esas cosas.
Al principio había considerado la posibilidad de que la amabilidad de Nina fuera una especie de estrategia para sacarle información o para vaya uno a saber qué otros propósitos. Pero ella era casi tan prisionera como él. Sus intenciones eran buenas… y estaba enamorada de Tim.
El corazón se le estrujó al recordar la confesión de Nina. Deseaba que no sintiera eso. Deseaba que se lo quitara de la cabeza. Tim sabía perfectamente que no estarían juntos, que no podría haber un final en común para ellos. Y no quería herirla después de todo lo que había sucedido.
Una voz en su interior trataba de silenciar sus pensamientos, mientras Tim hacía todo lo posible para ignorarla, sabiendo que lo que estaba diciéndole era más peligroso que el mugroso agujero en que estaba metido.
Faltaba muy poco para Navidad, según sus cálculos. Concentrarse en Nina no era exactamente lo que tenía que hacer: debería pensar en regresar a su casa, ver a sus amigos, a sus padres, a su hermano… a Jayne. Lo único que quería era estar de nuevo con su esposa…
¿O no?
- Por supuesto que sí.- Se aseguró en voz alta, pero no se reconoció a sí mismo al oírse. Era como si alguien más hablara por él. Y Tim descubrió que, además de escapar de allí, quería escapar del dolor que Jayne le había causado. A pesar de las circunstancias, era algo que no podía perdonar tan fácilmente y darse cuenta de que ella era capaz de hacerle algo así, le hacía sentir que no la conocía. Tim había creído que su prioridad sería verla de nuevo, recoger los pedazos que estaban rotos y volver a empezar…
Sin embargo, no era así. La distancia no lo ayudaba a buscar la solución y a pesar de que estaba seguro de que ella estaría sufriendo terriblemente por él, que de seguro se sentiría arrepentida por lo que había hecho, nunca le había sucedido algo así, no sabía manejarlo y, definitivamente, la manera en que se estaban dando las cosas no era exactamente lo más común del mundo.
Sacudió la cabeza una vez más y se dijo que se preocuparía por Jayne cuando fuera el momento. Primero tenía que salir de allí…
Así y todo, saber que Nina estaba pensando en ayudarlo a escapar, lo tensionaba más que esperanzarlo. ¿Y si algo salía mal? No había dudas de que Sean lo mataría si lo interceptaba. Además, ¿cuánto podría faltar para salir de allí por las buenas? Seguramente pagarían el rescate y lo liberarían…
Le echó un vistazo a la habitación en la que llevaba semanas encerrado. No. Siempre había contratiempos y la liberación nunca se producía. ¿Qué le aseguraba que eso no siguiera así eternamente?
Aceptar la ayuda de Nina era todo lo que le quedaba. Confiaba en que tuviera un plan realmente bueno y que, de una vez por todas, la suerte se pusiera de su lado.
Tim se recostó y, tras unos minutos de mirar el techo, comenzó a dormirse. En sus sueños, escapaba de aquella cárcel, corriendo por un vasto campo verde, lejos de cualquier peligro y con Nina tomada de su mano.
- El rescate pedido por los secuestradores asciende a una suma de cinco millones de libras. La familia de Tim sigue esperando que se pongan en contacto para trazar el intercambio y, mientras tanto…
Richard apagó la televisión y arrojó el control remoto sobre el sillón de la sala, furioso. Tom lo miró con los ojos verdes muy brillantes y confundidos.
- ¿Cómo es posible que sepan eso?- Le preguntó a su amigo, como si este pudiera esconder las respuestas en alguna parte.
- Alguien está soplando la información.- Masculló éste, malhumorado. Espió por una rendija entre las cortinas hacia el campamento de periodistas que prácticamente habitaban en North Trade Road. En las últimas horas también había pasado una caravana de fanáticos de la banda para dejar en la entrada de la casa carteles, cartas y todo tipo de señales de apoyo. El jardín era una verdadera locura y Richard empezaba a perder la paciencia.
- Se están tardando demasiado en llamar.- Comentó Tom de forma sombría, mientras espiaba él también. Pero su mirada se concentraba en las casas vecinas, llenas de decorados navideños.- Ya casi es Navidad.
Con un suspiro, Richard se apartó de la ventana. No era un gran fanático de las Navidades, pero esa era definitivamente la más deprimente que tendría en su vida.
Miró hacia la sala y el comedor, que se había convertido en una verdadera base de operaciones, con cables y computadoras por todas partes, sin mencionar los policías. Rich buscó a McKenna con la mirada, pero no pudo hallarlo.
Jayne apareció desde el pasillo que daba a los dormitorios y se acercó a ellos. Se la veía un poco más animada, no tan pálida y definitivamente menos débil. Tenía el teléfono celular en la mano y notaron que en sus ojos había una chispa de furia.
- Brian acaba de llamar…- Dijo, apretando los dientes.
- ¿Quién es Brian?- Interrumpió Tom, sin entender.
- McKenna.- Explicó ella, como si le molestara la interrupción.
- ¿Dónde diablos está? ¡Se supone que tiene que estar aquí! Alguien está pasándole información a los medios.- Bramó Richard, aún más enfadado que ella.
- Precisamente por eso acaba de llamarme.- Murmuró, sentándose en un sillón cerca de la ventana.- Descubrió quien estaba vendiéndole los datos a los periodistas. Era uno de sus hombres, los que recorren el pueblo en busca de novedades. Lo despidió y ahora tendrá que vérselas con una junta en la que decidirán qué tipo de castigo penal le corresponde por violar el contrato de confidencialidad.
- Ojalá no sea nada bueno.- Musitó Tom, con las mejillas muy coloradas.- Que abriera su bocota nos ha perjudicado mucho…
- ¿Cuándo volverá McKenna?- Inquirió Richard en cambio. Estaba teniendo un mal día.
- Estaba en camino. Supongo que no tardará mucho.- Lo observó interrogante.- ¿Sucedió algo?
- No. Sólo quería saberlo.- Fijándose en su reloj, se encaminó hacia la cocina.- Haré algo de cenar.
- Yo lo haré, descuida.- Jayne le puso una mano en el brazo para detenerlo.- Has estado haciéndote cargo todo este tiempo. Me siento mejor y quiero hacer algo.
Algo extrañado, Richard asintió y la dejó ir.
- ¿Qué bicho le picó?- Inquirió Tom, viendo como entraba en la cocina. Parecía que ese espectro de Jayne que habían visto en los últimos días se había desvanecido de la noche a la mañana.
- No tengo idea.
Diez minutos más tarde, McKenna irrumpió en la sala seguido por el bullicio de periodistas ávidos de conseguir información. Tom se acercó a él, con el ceño fruncido.
- Jayne nos dijo que encontraron al que soplaba los datos.- Le dijo a modo de saludo. El Inspector se limitó hacer un asentimiento.- Haga lo que tenga que hacer para que obtenga su merecido. Ese tipo…
- Basta, Tom.- Lo frenó Richard.- Ése es el menor de nuestros problemas.
- ¿Ha pasado algo?- Preguntó McKenna, quitándose el abrigo y dejándolo en el vestíbulo.
- Absolutamente nada. Y eso es lo que me preocupa.
- Bueno, señor Hughes, no hay nada que podamos hacer si no nos contactan.
- ¿Qué hay de la gente que tiene haciendo rastreos? ¿No han encontrado nada?
- Por ahora no.- Respondió seriamente.- Pero estoy seguro de que tendremos novedades muy pronto.
Antes de darles tiempo a decir nada más, se volvió y se alejó de ellos. Tom miró a su amigo, indignado.
- ¿Por qué siguen diciéndonos que no hay nada que podamos hacer?- Estalló, irritado.- ¡No puedo seguir cruzado de brazos!
- Yo tampoco.- La expresión de Richard no era muy alentadora. Deseaba al menos un llamado. Al menos saber que las esperanzas no se habían desvanecido del todo.
La falta de contacto era simplemente insoportable. ¿Por qué no los llamaban? Al principio los llamaban para decirles cualquier cosa, para presionarlos… ¿por qué ahora sólo había silencio?
- Iré a ver si Jayne necesita ayuda con la cena.- Farfulló y caminó hacia la cocina, buscando una manera de no estar ocioso y que el tiempo pasara más rápido.
La puerta de la cocina estaba entornada y la empujó un poco para poder pasar. Y entonces se quedó helado.
Jayne se encontraba entre los brazos de McKenna, aferrada a él con fuerza, mientras el Inspector le rozaba los labios con el dedo pulgar. Richard hubiese esperado encontrar cualquier cosa pero no aquello.
- ¿Qué diablos está sucediendo aquí?- Bramó y se dio cuenta que eso era la culminación de un día fantástico…
Ambos se separaron como si de repente fueran polos opuestos que se repelen. Súbitamente Jayne estaba en un extremo de la cocina y McKenna en otra y cualquier posibilidad de negar o excusar lo que estaban haciendo fue repelida tan velozmente como ellos.
- Richard…- Musitó Jayne, sin aliento.- No es lo que parece…
Pasó los ojos celestes alternativamente de uno a otro. Estaba seguro de que allí no había ningún error, pero seguía esperando encontrarlo.
- ¿Es él? ¿Él es el tipo con el que engañabas a Tim?- Masculló incrédulo, señalándolo.
- Señor Hughes, no…
- ¡Tú no me hables! ¡Se supone que estás aquí para hacer tu trabajo!- Exclamó Richard, furioso y, al oír los gritos, Tom fue a ver qué sucedía.- ¡Tim sigue sin aparecer y en vez de rastrearlo estás manoseando a su mujer!
- ¿Qué?- Tom miró a su amigo, desconcertado.
- ¿Y bien, Jayne? ¿Vas a responder o no?- Se volvió hacia ella, que se agazapó contra la mesada.
- No, Richard…
- ¿Quiere decir que éste es uno nuevo?
Jayne lo contempló, herida.
- ¿Cómo te atreves a hablarme así?
- ¡No lo sé, tú dime!- Masculló, fuera de sí. Tom lo sostuvo para contenerlo.- ¡Tú dime por qué estás con él mientras tu esposo sigue ahí, en alguna parte!
- ¡Dijiste que no te meterías entre Tim y yo!- Espetó ella, desesperada.- ¡No me cuestiones!
- ¡Y tú me prometiste que no volverías a hacerlo!
Ella enmudeció con un sollozo y escondió el rostro entre las manos.
McKenna se acercó a Richard con tres largas zancadas y lo enfrentó.
- No le hable así. Jayne soporta ya demasiado sufrimiento…
- Lo quiero fuera de esta casa en menos de cinco minutos.- Farfulló Richard, mirándolo amenazante.- A menos que esté dispuesto a perder su trabajo por esto.
Él no se movió. Siguió enfrentándolo, como si realmente no supiera qué contestar a aquello. Tom observaba la escena boquiabierto y Richard ni siquiera respiraba.
Fue Jayne quien rompió el silencio.
- Ésta es mi casa…- Dijo con dificultad.- Y soy yo la que decide quién debe quedarse o no…
Richard la miró con frialdad.
- ¿Vas a decirme que me vaya?- Gruñó, sin poder creer a dónde había ido a parar aquella situación.
- No.- Respondió ella, secándose las lágrimas.- Pero él tampoco se irá.
McKenna se volvió hacia ella.
- Jayne, lo mejor sería que…
- Estás aquí para traer a Tim de vuelta. No puedes irte.- Sus ojos brillaron al mirarlo.
- ¿Cómo pudiste hacer esto?- La indignación de Richard era notable en su voz.- Podría entender lo que sucedió la primera vez… pero ahora tu marido está…
- No necesito que me recuerdes lo que le está pasando a Tim, Richard.- Cortó ella con amargura.- Lo sé de sobra. Y si crees que éstas son cosas que se guían por decisiones, entonces no sabes nada de nada.
- ¡No se te ocurra decirme que estás enamorada de él, Jayne!- Gritó y sintió que McKenna se tensaba de cólera.
- No pienso discutir esto contigo.- Pasó por su lado para salir de la cocina, seguida por la mirada enfadada y sorprendida de Tom.
- Tengo trabajo que hacer.- Masculló McKenna, disponiéndose a desaparecer él también.
- Ya es hora.- Repuso Tom, observándolo con los ojos llameando de enojo.
- Aléjese de Jayne.- Advirtió Richard.- Si vuelve a hacer algo como esto, me aseguraré de que no vuelva a dirigir un caso en su vida.
La frialdad que fluía entre ellos era casi tangible y Tom se apartó. McKenna no dijo nada más, regresó a la sala y se puso a trabajar, aunque su mente se encontrara en otra parte.
Tom se movió sobre sus talones, tan tensionado e incómodo que no sabía bien qué hacer.
- Así que…- Susurró, con una mueca.- Ese es el bicho que le picó a Jayne…
Richard miró la cocina vacía, sin poder recuperarse todavía del impacto furioso que había sentido y decidió que, definitivamente, acababa de perder el apetito.
Debía ser de noche. Si Tim escapaba de noche y a alguien se le ocurría perseguirlo, le sería mucho más fácil esconderse en las penumbras. Y tenía que ser cuanto antes, porque la conversación sobre el final que le esperaba había vuelto a surgir y Sean empezaba a inclinarse por deshacerse de él.
Mis ideas no solían ser demasiado brillantes, pero en éste caso esperaba que no fallara. Moría de ganas de compartirlas con él, para saber qué pensaba y para que, en cierto modo, también me tranquilizara diciendo que iban a funcionar.
Hice la cena y, con la excusa de llevarle algo de comer a Tim, fui hacia la habitación, saqué la llave y entré a toda prisa. Él se puso de pie al verme y se acercó al notar mi perturbación.
- ¿Pasa algo?- Inquirió, estirando las manos para tomar el plato de spaghetti.
- Tiene que ser esta noche.- Dije y él me miró como si estuviera loca.- Escúchame con atención, porque no hay mucho tiempo…
- Nina…
- ¡Escúchame!- Exclamé y observé la puerta, como si alguien pudiera haberme oído del otro lado.- Estamos en Turnbridge Wells, no podrás llegar a tu casa corriendo. Tendrás que esconderte y esperar a ver a alguien que te ayude.
- Nina, por favor…
- ¡Tim, no tenemos tiempo!- Farfullé, desesperada.- Cuando salgas de aquí, corre dos calles hacia la derecha y tres hacia la izquierda. Es la parte de los comercios, así que es más probable que encuentres gente o quizás hasta un policía. ¿Entendiste?
- Sí, entiendo… ¿pero cómo se supone que saldré de aquí en primer lugar?- Inquirió confundido.
- Volveré cuando todos estén en la cama y te ayudaré a salir.
- ¿Y qué hay si nos encuentran? ¿Qué haremos?- Se lo veía muy nervioso y, a decir verdad, lo entendía. Yo misma estaba sumida en una crisis de nervios.
No estaba muy segura sobre esa parte del plan exactamente, mis opciones no eran demasiadas y, a decir verdad, ninguna me convencía.
- ¿Cómo está tu pierna? ¿Podrás correr?- Pregunté en cambio, pasándolo por alto. Él me miró con desconfianza.
- No lo haré, Nina.- Susurró y tuve ganas de sacudirlo para que reaccionara.
- ¡Maldita sea, no seas testarudo!- Murmuré irritada.
- ¡No seas tonta! Nos pondrás en peligro a los dos.
- Por si no lo notaste, Tim, creo que los dos ya estamos lo suficientemente hundidos.
En sus ojos había mucha incertidumbre. Quería irse, pero no se atrevía a correr el riesgo…
Parecía un cachorro acorralado y tuve ganas de estrecharlo entre mis brazos para asegurarle que todo estaría bien…
- Lo haré si vienes conmigo.- Dijo entonces y yo lo contemplé sorprendida.
- ¿Qué?
- Tú tampoco quieres estar aquí, Nina.- Dio otro paso hacia mí, hasta que quedamos a dos centímetros de distancia.- Si te quedas aquí después de que yo escape, tu hermano te hará pedazos. ¿Piensas que me iré así sin más?
- Tim…
¿Estaba arriesgando su posibilidad de salir de allí por mí? Mi corazón latió muy fuerte al considerar la oportunidad de irme con él y dejar todo eso atrás. Y era Tim quien estaba abriéndome esa puerta…
- ¿Quieres que me vaya contigo?
Asintió con la cabeza.
- No te voy a dejar aquí.
Había muchos sentimientos encontrados luchando dentro de mí, pero la batalla se inclinó rápidamente a favor de Tim. Era la primera vez que alguien me decía algo como aquello y supe que ése era el camino que debía seguir.
- Está bien…
- Bien.- Sonrió.- En cuanto a tu pregunta… una de mis piernas no está exactamente perfecta.
- Cuando no puedas solo, yo te llevaré.- Respiré hondo, sintiéndome muy nerviosa.- Quítate la soga, podrás…
Mis palabras se vieron interrumpidas cuando la puerta se abrió con brusquedad y Sean irrumpió en la habitación. Nos miró alternativamente a ambos y sentí cómo el color desaparecía de mi rostro…
- ¿Qué mierda pasa aquí?- Gritó. Sus ojos se fijaron en lo limpio que estaba Tim, en que la camisa no era la misma de siempre, en el abundante plato de comida que sostenía…
Billy lo siguió y luego Dave. Me desinflé como un globo y todas mis esperanzas se fueron al demonio.
- Sólo vine a darle de comer…- Musité, en un intento desesperado de salvar la situación. Sin darme cuenta, me paré delante de Tim, como en un intento inconsciente de protegerlo. Sus ojos azules se posaron en mí fugazmente.
- ¿Y a vestirlo y a bañarlo?- Agregó Billy de mala manera.- ¿De dónde sacó esa ropa?
Vacilé. No debía dejarme llevar por el pánico.
- Sean rompió la otra camisa…- Murmuré, sabiendo que no había explicación alguna que me sacara del paso.
- Maldita sea, Nina, no sé qué hacer contigo…- Mi hermano me dirigió una intensa mirada de ira y dio un paso hacia mí. Tim reaccionó, interponiéndose entre ambos, como yo acababa de hacerlo con él.
- ¿Estás buscando que te den otra paliza?- Inquirió Billy.- No seré tan bueno como la última vez, Rice-Oxley. Vas a arrepentirte de hacer estupideces.- Farfulló enfadado, pero mi hermano ahogó su voz, haciendo volar el plato que Tim aún sostenía entre sus manos. Se estrelló contra la pared con un estruendo. Se inclinó entre los pedazos de plato roto y recogió el tenedor de metal.
Sabía que nuestra oportunidad de escapar se estaba desvaneciendo en ese instante. Sean se acercó a mí y tiró de mi brazo para acercarme a él.
Apretó el tenedor contra mi cuello y mis ojos se desorbitaron.
- ¿Sean? ¿Qué haces?- Musité asustada.
- Enseñándote una lección.- Me dijo al oído.- Te advertí que te estabas pasando de la raya, Nina, y no me escuchaste…
Sentí un dolor punzante que iba aumentando de intensidad. Me quedé sin aire y dejé escapar un chillido.
- ¡Déjala!- Bramó Tim.- ¡No tiene nada que ver con esto!
Sean rió y me dio un empujón. Me golpeé contra la pared y me llevé una mano al lugar donde él me había presionado. Un hilo de sangre me manchó los dedos.
- No te atrevas a decirme qué hacer, estúpido.- Le dio un puñetazo en el estómago y Tim se retorció en el suelo.- ¿Cuántos errores crees que voy a dejarte cometer?- Le preguntó en un susurro frío.- No soy una persona paciente, Rice-Oxley, y traspasaste mis límites hace mucho…
Mis ojos y los de Tim se cruzaron. Ambos quisimos transmitirle al otro cuánto lo sentíamos, sin hablar.
- Estoy harto de ti.- Escupió Sean enfadado.- Y ya no quiero más problemas.- Levantó la cabeza y miró a Billy.- Átalo a la cama.
Se dio media vuelta para acercarse a mí y yo me aparté.
- Déjate de estupideces, Nina. Tú también ya has hecho suficiente.- Gruñó de mala manera.
Empezó a arrastrarme fuera de la habitación y yo traté de resistirme con todas mis fuerzas. Pensar siquiera que él querría hacer algo por proteger a su hermana había sido una tontería: yo no le importaba en lo más mínimo y ahora tenía todas las pruebas que necesitaba…
- ¡Déjame ir!- Grité, consternada, pero él me silenció con una bofetada. Escuché que Tim gritaba, como tratando de defenderme. Billy le dio un golpe para que cerrara la boca.
De un manotón, Sean cerró la puerta de la habitación, haciendo que ya no pudiera verlo. Pero mientras mi hermano me forzaba a alejarme de allí, oí un último grito que me desgarró el corazón y, con los ojos llenándoseme de lágrimas, descubrí que era Tim llamándome con desesperación.
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