De un brusco empujón, Sean me arrojó dentro de mi habitación, haciéndome caer de bruces. Cuando mis manos se rasparon contra el suelo, me reproché el haber sido tan ilusa para creer que Tim y yo escaparíamos juntos sin contratiempo alguno.
Pensar en él me provocó una punzada de culpa. ¿Qué le haría Billy?
- ¿Lo estás haciendo a propósito?- Gritó, furioso, mientras yo trataba de ponerme de pie, con las piernas temblando incontrolablemente.
- ¡Por supuesto que no!- Mentí, muerta de miedo.
- ¿A dónde quieres llegar con todo esto?- Me empujó contra la pared.- ¿Crees que es una mascota a la que puedes malcriar? Primero le das bien de comer, lo vistes, lo bañas… ¿qué seguirá después, Nina?
- ¿Crees que quiero que se escape?- Exclamé, fingiendo ofenderme.- ¡Yo tengo tantas oportunidades de caer como tú, Sean, y lo sabes!
- ¡Entonces termina de una vez con esto! ¡No juegues con Rice-Oxley como si fuera un muñeco, es peligroso!
- Sólo evitaba que lo mataras.- Respondí, mordaz.- Porque si sigues así, acabarás con él antes de que veas un solo centavo. ¡No le das de comer, lo golpeas hasta…!
- ¡Es mi problema lo que haga con él! ¡Tú no tienes por qué cuestionarme! ¡Todo lo que debes hacer es cerrar la puta boca y hacer lo que te diga!
No podía hacer nada. Era claro como el agua. Mi vida pertenecía a Sean y no obedecerlo tenía severas consecuencias. No podía opinar, no podía disentir, no podía buscar otros caminos. Estaba ahí para él y por él. Jamás me dejaría ir…
Sentí la exasperación subiendo por mi garganta. Estaba alcanzando mis límites de paciencia y ya no podía soportar más que mi propio hermano me tratara así.
- Maldita sea, Sean…- Susurré, abatida.- Sólo deja de maltratarme, no soy un perro, soy tu familia…
Arqueó una ceja, con los ojos llenos de furia. Dio un paso hacia mí. Retrocedí al instante, sin siquiera notar que lo hacía.
- ¿Crees que te trato como a un perro?- Su voz fue suave, pero la amenaza era casi tangible.
- ¡No tienes que lastimarme para probar algo, para asustar a alguien!
- Bien.- Me sostuvo la mirada, duramente.- Si crees que te trato como a un perro, así será…
Se alejó hacia la salida. Lo seguí, espantada.
- ¿Qué vas a hacer?- Pregunté con cierta alarma.
Me empujó hasta la pared y tomó el picaporte con fuerza.
- Encerrarte antes de que sigas haciendo estupideces y tenga que darte en el hocico con el periódico.- Y cerró la puerta de un golpe que hizo retumbar los vidrios de las ventanas.
Me abalancé hacia ella, desesperada. No podía estar hablando en serio…
- ¡Sean! ¡Sean, no puedes hacerme esto! ¡Abre la puerta!- Farfullé, golpeándola con los puños cerrados hasta hacerme daño.
No hubo respuesta del otro lado. Todo era silencio, Tim ya no gritaba, Sean había desaparecido y yo me encontraba sola.
Más que nunca me di cuenta de cuán aprisionada estaba en ese sitio al que, definitivamente, no podía llamar hogar…
Su brazo izquierdo estaba tirado hacia atrás, sobre su cabeza, sujeto por unas duras esposas de acero que le lastimaban aún más las muñecas ya de por sí en carne viva, lo mantenían inmovilizado en la cama. Ambas piernas, con los tobillos bien juntos apretados con una soga, estaban amarradas a los caños de hierro del catre. Así, Tim se dio cuenta que apenas podía moverse.
Billy contempló con una sonrisa su trabajo terminado y se sintió satisfecho.
- Como ves…- Murmuró maliciosamente.- Soy una persona compasiva. Te dejé un brazo libre para no tener que alimentarte en la boca como a un enfermo mental.
- ¿Estás esperando que te agradezca?- Musitó Tim, malhumorado. Estaba preocupado por Nina y sólo quería saber que estuviera bien…
Había sido una idiotez ponerse a planear un escape cuando todos podían descubrirlos con tanta facilidad. Se había arriesgado una vez y había salido mal. ¿Por qué había dejado que ella se expusiera con él?
- No. No necesito tu agradecimiento, no me sirve de nada.- Respondió, antes de desaparecer fuera de la habitación. Tardó sólo unos pocos segundos en regresar, arrastrando una silla de madera.- Aunque yo sí voy a agradecerte a ti, Rice-Oxley.
- ¿Ah, sí?- Lo miró con los ojos azules llenos de una mezcla de confusión y temor. Sus palabras no podían ser buenas.
- Sí.- Billy se acomodó en la silla y suspiró.- No sólo me has dado una excelente excusa para darte una paliza… por no mencionar el hecho de que me tiré a tu mujer durante seis meses para traerte aquí… sino también porque me acabas de dar una excelente excusa para tirarme a Nina de nuevo.
Inconscientemente, Tim tiró del brazo esposado, demasiado fuerte. Sintió dolor, pero él no le prestó atención.
- ¿De qué mierda estás hablando?
- Bueno…- Visiblemente divertido, Billy se preparó para su explicación.- La primera vez que se abalanzó sobre mí, prácticamente regalándose como si fuera una muestra gratis, acababa de salir de aquí. No tengo idea qué fue lo que pasó, qué le dijiste, qué le hiciste… pero estaba destrozada y yo estaba allí para ofrecerle un escape.
La mandíbula de Tim se tensionó.
- Debiste haberla visto…- Le dedicó una sonrisa torcida, con los ojos verdes perdidos en el techo de la habitación, como si la estuviera viendo realmente.- Salvaje, desesperada…
Billy se tomó unos instantes para examinarlo, ver qué tanto lograba enfurecerlo, humillarlo, destruirlo emocionalmente.
- Y ahora que la metiste en problemas, no tardará en buscar algo que la alivie.- Se encogió de hombros.- Es irónico, ¿no? Todas las mujeres a las que no puedes complacer de algún modo, terminan acostadas debajo de mí. Primero Jaynie…
- Cierra la boca.- Espetó Tim, con la voz ronca por la furia contenida.
- Luego Nina…
- Basta.
- ¡Y ahora Nina de nuevo!- La risa de Billy rebotó contra las paredes. Se sentó más inclinado hacia él, como si estuviera a punto de hacerle una confesión a un amigo.- Y esta vez no me conformaré con un polvo rápido en el sillón. No, por supuesto que no. Me la voy a llevar a mi cuarto y haré que sea la noche más larga de su vida…
- Te lo advierto, cierra tu maldita boca o…- Masculló Tim, sin poder contenerse.
- ¿O qué?- Interrumpió lanzando una carcajada.- ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a convertirte en el increíble hombre verde, romper las cadenas y partirme el culo a patadas? Me encantará ver cómo haces eso…
La ira se había apoderado de Tim por completo y saber que no podía hacer nada para callar a ese imbécil lo enojaba aún más. Sólo quería que dejara de hablar de Nina de una vez por todas…
- ¿En qué estábamos?- Musitó Billy, simulando pensar.- ¡Ah, sí! Te estaba hablando de cómo me voy a llevar a Nina a la cama. La primera vez ella se quitó solita toda la ropa… pero creo que en esta ocasión me voy a dar el gusto de desvestirla yo mismo, con todo el tiempo del mundo.
Las esposas retumbaron contra el hierro de la cabecera de la cama, cuando Tim volvió a tirar del brazo sin siquiera darse cuenta de que lo hacía.
La sonrisa de Billy se agrandó, mostrando un par de dientes torcidos.
- Así que dime, Rice-Oxley… ¿por qué te molesta tanto que te cuente cómo la haré chillar? ¿O es que te recuerda cómo hice gritar a tu mujer? Porque, bueno… la diferencia entre ambas es notable. Nina es bastante discreta, pero Jayne da alaridos que…
La cama tembló cuando Tim trató de liberarse una tercera vez. Billy se apartó un poco, sin perder la sonrisa.
- Malgastas tus fuerzas en vano.- Le dijo.- Te recomiendo que te calmes: estoy seguro de que Nina ya no se ocupará de ti y yo no pienso cocinarte ni traerte comida como la que ella te traía. Yo reservaría toda la energía posible, de ser tú.
- Eres un hijo de puta…- Murmuró Tim, lanzando fuego por los ojos.- Cuando te ponga las manos encima…
- ¡Uh! ¿Qué harás?- Se burló, evidentemente encontrándolo muy gracioso.- ¿Me darás con un teclado en la cabeza?
Tim apretó los dientes, tratando de pensar con claridad: Billy estaba haciéndolo apropósito. Quería que se enfadara, quería molestarlo. No debía darle el gusto…
Billy volvió a sentarse, apoyándose cómodamente en el respaldo de la silla.
- ¿Y por qué te irrita tanto que te hable de Nina, de todos modos?- Inquirió.
- No me importa lo que digas de ella.- Aseguró, sonando muy poco convincente.
- No soy ningún idiota. Con sólo decirte cómo le voy a abrir las piernas te pones a temblar de furia.- La sonrisa era ahora de pura satisfacción.- Te gusta, ¿verdad?- Tim no respondió ni se movió siquiera.- ¿Y a quién no? Pero te aconsejaré otra cosa: no te tragues esa apariencia de dama en peligro. Será excitante… pero sigue siendo sólo una apariencia.
Tim ni siquiera lo estaba oyendo. Nunca en su vida se había sentido más preocupado y sabía que Nina no estaba a salvo. Ese idiota de Billy iría tras ella de nuevo y él no podía hacer nada para evitarlo. Sólo esperaba que su hermano no se hubiera ensañado con Nina más de la cuenta.
Billy se aburrió y se fue, dejándolo solo, amarrado y pensativo. Nuevamente, Tim se vio acorralado, sin ninguna salida posible y sabiendo que lo había arruinado como nunca antes… y, sin embargo, no había planes de escape ni sueños de libertad ocupando su cabeza. Nina lo llenaba por completo y el resto era una intensa angustia atenazándole el pecho.
Sean apareció dos o tres veces a darme algo de comer y sentí que los roles empezaban a variar: ahora él era el que alimentaba al prisionero y yo era sólo un rehén más. O por lo menos hasta que mi hermano se encontrara de mejor humor.
Me tuvo encerrada al menos dos días y en ningún momento recibí noticias de Tim. No lo oía a través de las paredes y aquella incertidumbre sobre su bienestar estaba acabando conmigo. Sin embargo, no me animaba a hacer preguntas. Sean sospechaba de mí lo suficiente como para que, además, preguntara si Tim se encontraba bien o no.
Cuando la puerta se abrió a la noche siguiente y fue Billy el que se escurrió dentro de la habitación, sentí que otro tipo de pánico se apoderaba de mí. Sus intenciones no podían ser buenas y allí encerrados los dos, estaba absolutamente a su merced.
- ¿Qué quieres?- Espeté de mala manera.
Él me sonrió.
- Estás feliz de verme, aparentemente.- Se sentó en el borde de mi cama y yo me aparté hasta el otro extremo del cuarto.- Vengo a hacer un trato contigo.
Lo miré con desconfianza, arqueando una ceja.
- ¿Qué clase de trato?
Entrelazó las manos y me observó muy fijamente, examinándome con atención.
- Hablaré con tu hermano y lo convenceré de que te suelte.
Mi estómago se revolvió. La condición para semejante ofrecimiento no podía ser buena.
- ¿Qué quieres a cambio?
Reconocí la sonrisa que se formó en su rostro. Decidí tener más lugar para poder apartarme de él.
- Estamos los dos aquí solos, encerrados, con tu cama… ¿qué te parece si intercambiamos un favor por otro?
Una sensación muy fría me subió por la garganta. Lo contemplé con profundo desprecio, deseando que desapareciera de allí.
- No.- Dije con firmeza.- Te dije que había sido un error… que no volvería a suceder.
- También recuerdo que me habías dicho que nunca sucedería. Que preferías suicidarte… ¿qué te hizo cambiar de opinión, cielo?
No quería ni podía hablar de eso. Pensar en Tim hizo mis nervios aumentaran. Ojalá se encontrara a salvo…
- Si no te vas de aquí, gritaré. Mi hermano vendrá, Billy, y te descubrirá.- Amenacé. Ya no confiaba en el instinto protector de Sean, pero era todo lo que tenía.- Lárgate.
Se puso de pie. Pero en vez de ir hacia la puerta, caminó directo hacia mí. Me enderecé contra la pared, como si eso fuera a alejarme de él.
- Te crees muy segura, crees que hay alguien que va a protegerte siempre…- Susurró, pasando la punta de su dedo desde mi boca hasta mi estómago, lentamente.- Pero es hora de que te des cuenta de que no. Sean no se preocupa por nadie, Nina.- Rozó la herida que Sean me había hecho en el cuello con el tenedor y que aún me dolía.
- ¿Y qué? ¿Tú me vas a ofrecer protección por acostarme contigo?- Musité despectivamente.
- No.- Sonrió aún más.- Simplemente me quitaré las ganas. Una y otra vez.
- Ni lo sueñes.
Se acercó para besarme, pero yo corrí el rostro. Aún así, me besó el inicio del cuello.
- Ya veremos.
Se volvió y desapareció. Yo me quedé inmóvil, con la respiración exaltada y el corazón latiendo por alguien que no estaba allí y que no podía hacer nada para ayudarme.
Había un ambiente tenso e incómodo en North Trade Road, como si la casa se hubiese dividido en dos. Por un lado, Richard y Tom. Por el otro, Jayne y McKenna.
Los dos amigos intentaban mantener la calma y concentrarse en lo importante: traer a Tim de regreso sano y salvo. Tenían el dinero reunido, estaban listos para cumplir con lo que fuera que les pidieran… y sólo faltaba que el secuestrador los llamara de una vez por todas. Sólo quedaba esperar.
Jayne y McKenna hablaban en voz baja y corría un murmullo entre los policías que trabajaban en el caso de que el jefe se estaba acostando con la mujer del tipo que habían secuestrado. Ellos hacían oídos sordos a los comentarios y también se concentraban en que todo terminara bien.
Los periodistas habían dejado de recibir información precisa y se limitaban a especular, fastidiando a todo el que asomara la nariz fuera de la casa. Tom salía lo menos posible, demasiado histérico como para soportarlos.
Era una mañana pálida y helada. La nieve se acumulaba contra los cimientos de la casa y la chimenea crepitaba abrigando a aquellos que seguían trabajando en busca de pistas sobre el paradero de Tim. Richard había estado toda la noche en el estudio de su amigo, entre sus teclados, donde no se sentía tan asediado por la situación y por el comportamiento de su esposa. Había logrado dormir un poco y la claridad dándole en la cara había sido la causa de que se despertara tan temprano. Bostezando, fue en busca de Tom.
Éste lo recibió en la cocina, con una taza de humeante chocolate caliente.
- Feliz Navidad.- Le dijo sin entusiasmo alguno, apoyando una rosada mejilla contra su mano cerrada. Se lo veía abatido y cansado.
- Feliz Navidad.- Richard tampoco sonó muy festivo.- ¿No dormiste?
- No.- Levantó los ojos verdosos y brillantes hacia él. Estaban algo enrojecidos.- Extraño a Tim.
Suspirando, asintió con la cabeza. Él también lo extrañaba.
Se quedaron los dos callados hasta que Jayne entró y los miró algo incómoda. Se restregó las manos, sin saber bien qué decir.
- Éste día ya es lo suficientemente terrible para que además nos estemos evitando…- Murmuró tristemente.- Sé que ustedes piensan que yo…
- ¿Por qué no vas a ver si McKenna tiene alguna rama de muérdago sobre la cabeza? Eso te dará excusa de besarlo.- Masculló Richard, sin hacerle caso. Le dio un trago a su taza.
Ella tragó saliva y sus ojos se llenaron de lágrimas.
- Esto es injusto.- Farfulló angustiada.- Yo amo a mi esposo, Richard, y deseo tanto como ustedes que esté a salvo…
- ¿Te parece injusto?- Bramó éste.- ¿De verdad? ¿Y qué hay de Tim? ¿Qué hay con él, Jayne? ¿Crees que es justo que él esté pasando por esto? Lo más probable es que todos estos días sólo haya pensando en ti, que tú seas todo lo que tiene en la cabeza, que sólo le importe librarse de esto para poder verte de nuevo…
Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Orgullosa, las secó enseguida.
- Richard.- Susurró Tom, tratando de intervenir.- ¿No puedes dejarlo por hoy? Es Navidad.
Richard se puso de pie, dejando la taza sobre la mesa.
- Esto no es Navidad. Esto sigue siendo la misma pesadilla.
Desapareció camino a la sala y Jayne miró a Tom, dubitativa.
- Hablaré con él.- Musitó éste.- Yo… no estoy exactamente de acuerdo contigo, Jayne, pero no me parece que sea el momento para que estemos peleándonos.
- No, no lo es…
- Sólo… trata de no hacer más estupideces, ¿quieres?- Pidió, levantándose él también.- Al menos hasta que todo esto se solucione.
Jayne se secó las nuevas lágrimas que caían por su rostro y asintió.
Tom no esperó más respuesta. Fue en busca de su amigo, a quien encontró en la sala, contemplando el fuego de la chimenea, absorto como si se encontrara leyendo en él una historia fascinante.
- Escucha, Rich, me parece que…
Pero la frase de Tom jamás llegó a su fin. El teléfono comenzó a sonar en ese preciso instante y todos se congelaron.
En una mezcla de ansiedad y terror, Richard tomó el auricular.
- ¡Todos en silencio, todos a sus puestos!- Gritó McKenna y luego Rich contestó.
- ¿Hola?
- Feliz Navidad, Hughes.- Murmuró la voz metálica y las piernas de Richard estuvieron a punto de fallar.- Tengo un lindo regalo para ti.
Esas palabras lo hicieron quedar sin aire. No podía ser nada bueno.
- ¿Qué es?
- Tendrás a tu amiguito de regreso.
El alivio hizo que estuviera a punto de caer de rodillas. Había esperado alguna confesión macabra de que a Tim le había sucedido algo malo…
- Gracias a Dios…
- Ahora te toca decirme que tú tienes un regalo para mí: el dinero. ¿Lo tienes?- Preguntó la voz con algo de brusquedad.
- Claro que sí. Sólo dime qué hacer.- Respondió, nervioso. Vio que Tom estaba sentado frente a una computadora, con unos enormes auriculares en los oídos y los ojos fijos en él. Jayne había escondido el rostro en el pecho de McKenna, que también oía la conversación.
- Tengo una pequeña condición primero.- Dijo suavemente.- Quiero que todos los policías que estén ahí dejen de oír esto, que apaguen sus equipos y que nos dejen hablar sólo a ti y a mí. ¿Entendido? Y no trates de engañarme, puedo rastrear si esto sigue siendo monitoreado.
La mirada de Richard y la de McKenna se cruzaron por primera vez desde todo el incidente en la cocina. Hubo algunos segundos de vacilación, pero entonces Richard vociferó:
- Apaguen eso de inmediato.
Los policías miraron a su jefe. Tras un instante, éste asintió y todos obedecieron.
- Nadie nos oye.- Confirmó Richard entonces.
- Perfecto. Escúchame con mucha atención.- La voz sonaba tranquila, pero algo apremiante.- No habrá policías. Si veo uno sólo, haré que Rice-Oxley pague por tu estupidez. Irás solo, nada de amigos, ni nadie más. No quiero errores.
- Iré solo.- Aseguró, mientras se preguntaba al mismo tiempo cómo había acabado metiéndose en algo así.
- A un kilómetro del campo de golf hay un grupo de colinas rodeando una llanura entre los árboles.- Informó la voz con total precisión.- Me encontrarás allí mañana en la noche, con el dinero en dos bolsas de residuos. No lleves armas, ni teléfonos celulares.
- Entendido.- A Richard se le revolvió el estómago, pero trató de disimularlo.
- Te tendré vigilado, así que no hagas idioteces: lo sabré.- Repuso con ese tono metálico que helaba la sangre.- Y quiero que hoy mismo te deshagas de la policía. Nada de custodia, nada de trampas. Si juegas limpio, yo también lo haré.
- Está bien, me encargaré de eso.- Dijo Rich y sólo tenía una idea en mente.- ¿Puedo hablar con Tim? Quiero asegurarme de que esté bien…
- ¿Qué te dije la última vez, Hughes?- Replicó con fastidio.- Mañana en la noche tendrás tiempo suficiente de verlo, de abrazarlo, de besarlo si quieres…- La burla en el tono era muy evidente.- Así que… espero que hayas entendido todo a la perfección.
- Sí.
- Hasta mañana, pórtate bien.
La comunicación se cortó y todos lo miraron impacientes. Los ojos celestes de Richard pasearon por la habitación, algo aturdidos.
- ¿Qué pasó?- Preguntó Tom de inmediato, yendo hacia él.
Respirando con dificultad, Richard esbozó una sonrisa mientras los ojos se le llenaban de lágrimas y las piernas no dejaban de temblarle. Habló en voz baja para que sólo él lo escuchara.
- Mañana.- Dijo solamente, pero Tom entendió y un brillo apareció en su mirada.
- ¿Señor Hughes?- McKenna se acercó a él, inquisitivo.- ¿Qué sucedió?
Richard levantó la cabeza y lo observó.
- Yo me haré cargo de todo. Quiero que usted y sus hombres se vayan de aquí. Tienen una hora para desmontar el equipo…
- ¡Richard!- Exclamó Jayne, sorprendida.- Creí que habías entendido…
- No sé que tanto han cambiado tus prioridades, Jayne, pero el tipo quiere que saque a la policía y eso es lo que haré.- Musitó, con los dientes apretados.- Es la condición para terminar con esto de una vez.
McKenna se volvió hacia Jayne instintivamente, buscando su apoyo. No era el mejor momento para que él y sus hombres se retiraran. Tenían que estar allí para cuando se realizara el intercambio: al final era cuando las cosas más se complicaban.
Pero los ojos de Jayne estaban llenos de determinación. Miró al hombre al que había aprendido a querer con tanta rapidez, pero sólo pensó en su esposo:
- Salgan de aquí.- Dijo y el pecho de McKenna se cerró, como si se ahogara.
Nunca había creído que las palabras pudieran doler de ese modo…
Mirando a la mujer a la que había aprendido a querer con tanta rapidez, sintió como su corazón se rompía y prefirió volverse hacia sus hombres antes que seguir viéndola a ella.
- Desarmen todo. Tienen treinta minutos.- Y sin decir más, abrió la puerta y salió al jardín nevado, esquivando a los periodistas para llegar a su auto y escaparse allí lo antes posible.
No miró atrás, aunque más de una vez deseó hacerlo.
*****************************************************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario