miércoles, 5 de noviembre de 2008

A Bad Dream: Capítulo 20.

Hacía días que la casa no estaba tan vacía y eso sólo hacía que la tensión fuera más evidente, a tal punto de que Jayne sentía que no podía respirar. Estaba asustada, estaba nerviosa y, sobre todo, tenía un intenso deseo de huir a donde todas aquellas cosas no existieran: nada de secuestros, de maridos en peligro, de amigos con reproches, de policías que le robaban el corazón en el momento menos adecuado…
- Hay demasiado silencio aquí.- Comentó Tom y ella levantó la mirada de su taza de té, que ya estaba helada.
Estaban los tres en la sala. Mientras Tom y Jayne se encontraban sentados en uno de los sillones, Richard caminaba de un lado a otro, sin prestarle atención a ninguno de los dos.
- ¿Qué dijo Patrick?- Preguntó, entonces, llevándose la mano al rostro y rascándose distraídamente la barbilla, cubierta de una espesa barba castaña. Jayne suspiró. La llamada a su suegro para informarle de las novedades había sido bastante complicada.
- Insistió en venir y en ser él quien fuera a hacer el intercambio, pero creo que logré disuadirlo.- Musitó suavemente. Dejó la taza a un lado.- ¿No pueden al menos venir aquí y estar con nosotros, Richard? Todo esto…
- No. No quiero más errores, no ahora que estamos tan cerca.- Cortó. Seguía caminando sobre la alfombra sin parar. Saber que a la noche siguiente vería cara a cara al tipo que le había hecho eso a Tim le ponía los pelos de punta. Sólo esperaba que no le guardara ninguna sorpresita para el final.
- No puedes ir sólo.- Susurró Tom, sabiendo lo que su amigo debía estar sintiendo.- Es demasiado, Rich… déjame ir contigo.
Los ojos celestes volaron a los verdes de Tom, severos.
- No.
- ¡Pero Richard…!
- No, Tom, y es mi última palabra.- Habló con firmeza y Tom se agazapó enfurruñado como un niño.- Fueron muy claros con las instrucciones. Y si no me hubiesen prohibido ir acompañado, de todos modos no te llevaría conmigo.- Finalmente, se sentó en un sillón cerca de la chimenea.- Ya es suficiente que Tim esté en peligro. No te arriesgaría a ti también…
- ¿Y yo qué? ¿Eh?- Bramó enojado.- ¿Qué se supone que haré si a ti te pasa algo también? Me dejarán solo, Rich, y no podré soportarlo…
- Volverán los dos.- Lo tranquilizó Jayne y pasó una mano por el corto cabello castaño de Tom.- Ya verás.

Llevaba varias horas mirando el techo de mi habitación prácticamente sin parpadear. ¿Qué más podía hacer mientras me encontraba en esa prisión en que se había convertido la casa donde había crecido? Sólo podía estar allí, dejar que mis pensamientos me hicieran compañía… y esperar que Tim se encontrara a salvo.
Sabía que era Navidad y, de todas esas festividades que había pasado en un ambiente depresivo, esa era la peor, por mucho. En otros años al menos había podido salir por ahí, esforzarme por ignorar las luces, los árboles y los villancicos. En otros años no había estado muriéndome de preocupación por la persona menos pensada y a la que, a su vez, amaba con locura.
- Feliz Navidad, Nina.- Me dije a mí misma con amargura y me volteé en la cama para esconder el rostro en la almohada.
La puerta se abrió de golpe y levanté la cabeza para ver qué sucedía. Dave me miró inexpresivamente.
- ¿Qué pasa?- Pregunté, sorprendida de que él estuviera allí.
- Tu hermano me pidió que te abriera.- Respondió y se lo veía bastante disgustado. Me pregunté si habría pasado algo para que se pusiera así.
- ¿Puedo salir?- Inquirí, poniéndome de pie no sin vacilar un poco.
- ¡Sal de ahí y cocina algo como la gente!- Gritó Sean desde lejos.- ¡Me muero de hambre!
Sonreí torcidamente y fui hacia la puerta. Dave se corrió para dejarme pasar.
- Parece que descubrió que cerveza, café y té no es exactamente la mejor cena, ¿no es verdad?- Farfullé fastidiosa y Dave se atrevió a sonreírme un poco.
- Lleva de malhumor todo el día. No le hacía gracia soltarte, pero su estómago rugía tanto como él.- Murmuró en voz baja y ambos fuimos hacia la sala. Él se sentó junto a los otros dos, que estaban inmersos en una acalorada conversación y yo me dirigí a la cocina, sin muchas ganas de enfrentarme a mi hermano.
Busqué algo decente que cocinar y puse manos a la obra. Entonces la conversación que me llegaba desde el otro lado me llamó la atención, aunque era obvio que no querían ser escuchados.
- No llevará a la policía, no es tan idiota como parece.- Decía Sean.
- Es verdad. Hoy no quedaba una sola autoridad en la casa.- Repuso Dave.- La vació por completo. Ni siquiera están los padres de Rice-Oxley. Por lo que se ve, están Hughes, la mujer y el otro amigo.
Agucé el oído. Parecía que me había perdido de algo mientras estaba encerrada en mi cuarto y necesitaba ponerme al día cuanto antes.
- No me importa.- Masculló Billy, de malhumor.- Si no quieres hacerlo tú, lo haré yo…
- No te estoy diciendo que no, Billy, sólo te estoy diciendo que esperes al momento correcto.- Replicó Sean, evidentemente hastiado del asunto.
- Sigo sin estar de acuerdo…
- Cállate, Dave. Si te hubiera visto, tú también votarías por volarle la cabeza.- Espetó Billy y estuve a punto de dejar caer un plato al darme cuenta de qué estaban hablando en realidad.
Empezó a faltarme el aire. Dios mío, iban a…
- No dispararás hasta que no tenga el dinero en la mano y me esté alejando de él.- Mi hermano habló con total autoridad, cortando mis horrorizados pensamientos.- Entonces haz lo que quieras con ese imbécil…
Siguieron hablando en voz baja, pero sentí que mis sentidos se taponaban, se enceguecían, se anulaban. Iban a matar a Tim… iban a deshacerse de él…
Mis ojos se llenaron de lágrimas de impotencia, sabiendo que no había nada que pudiera hacer por él. Aún buscando una nueva manera de ayudarlo a escapar, lo más probable era que fracasara y nos mataran a ambos…
¿Cómo podía estar sucediendo aquello? Tim jamás le había hecho daño a nadie, era totalmente inofensivo, amable, maravilloso y dulce… y allí estaban esos hombres, eligiendo el final de su vida, disponiéndolo a su antojo como si realmente creyeran que tenían el derecho a hacerlo.
Por un momento pensé en su familia, pensé en aquellos que estaban esperando con ansias verlo de nuevo… incluso en su esposa. Y sentí un dolor terrible en el pecho al imaginar lo que sentirían cuando supieran lo que iban a hacer con él. Sabía qué tan espantoso podía ser, porque allí estaba yo sintiéndolo, sabiendo que el hombre al que más había amado en toda mi vida estaba a punto de morir…
- Perfecto.- Exclamó Billy con absoluta satisfacción.- Así que mañana en la noche todo esto habrá terminado, tendré mis maravillosos millones en la mano y ese maldito desgraciado de Rice-Oxley será un mero recuerdo…
Un espasmo doloroso me recorrió todo el cuerpo y tuve ganas de dejarme caer, llorar y retorcerme, de obligarme a despertar de aquel mal sueño y de encontrar que nada de eso había pasado, que Tim estaba a salvo en su casa, que nunca nos habíamos conocido, que él estaba con Jayne, tan felizmente casado como antes de que todo eso comenzara…
Pero en cambio me quedé paralizada, sabiendo que eso era todo lo que podía hacer para demostrar mi sufrimiento. Si lloraba, si gritaba, si me quejaba… sólo estaría delatando lo que me pasaba con él. Y entonces, sólo por lastimarme más, sólo por darme una lección, sólo por castigarme por mi idiotez… el final de Tim sería una verdadera tortura…
- ¿Qué harás de comer, Nina?- Bramó una voz a mis espaldas y yo di un respingo sobresaltada. Me sequé las lágrimas rebeldes a toda velocidad y me volví hacia Sean brevemente.
- Yo…- Musité, aturdida.- Tarta de… tarta de pollo.- Logré decir vagamente y simulé buscar algo en el refrigerador para que no viera mi expresión.
Pensé que quizás me daría explicaciones sobre lo que sucedería al día siguiente. Pensé que quizás se disculparía por haberme encerrado, o al menos me daría alguna excusa. Pensé un millón de cosas en sólo medio segundo, y casi todas ellas terminaban volcadas a que mi hermano no era realmente un monstruo y que acababa por ablandarse, liberar a Tim y dejar que todos pagáramos por lo que habíamos hecho con él. Nunca había pensado que aceptaría tan gustosamente ir a prisión en mi vida… pero allí estaba, esperando que me cayera una larga condena para poder pagar por un pecado semejante. Una condena eterna si a cambio lograba que Tim pudiera seguir viviendo su vida…
- Date prisa, tengo hambre.- Dijo, sin embargo y yo supe que, fuera lo que fuera, nada lograría que Sean cambiara de opinión.
Tim estaba condenado.

Conllevó un gran esfuerzo mantenerme alejada de la habitación de Tim y actuar frente a los demás como si nada hubiera sucedido. Conllevó un gran esfuerzo no dejarme vencer por el llanto y mostrarme indiferente si hablaban de los preparativos finales para lo que sería el último paso de un largo camino.
Preparé la cena, puse la mesa, serví la comida, lavé los platos y los sequé y en ningún momento ni Billy ni Sean ni Dave notaron lo abatida que me sentía por dentro. Yo estaba segura de que la desesperación pujaba por escapar desde mi garganta, pero de un modo u otro logré controlarme y ellos se mantuvieron concentrados en sus propios asuntos, planeando una muerte que no sólo acabaría con la persona de la que estaban hablando, sino que también me estarían matando a mí y a sus amigos y a su familia…
Regresé a mi habitación con demasiada rapidez para alguien que ha estado cautiva en ella y que sólo había deseado escapar. Regresé sabiendo que el único sitio de la casa al que me apetecía ir era al mismo donde se encontraba al hombre que no podía mirar a los ojos porque conocía su destino.
Nada de todo aquello tenía sentido y no sabía si sentirme triste o furiosa. Me arrojé en la cama y, sola y abandonada entre esas cuatro paredes desgastadas, lloré sin consuelo. Allí nadie me oiría, allí nadie me reprocharía nada…
Y después de la noche siguiente, ya nada importaría tampoco.
Las horas se escurrieron entre mis dedos como un puñado de nieve derritiéndose bajo el sol de abril. Cuando volví a prestar atención a aquello que me rodeada, descubrí solo silencio y una idea solitaria en mi cabeza: escurrirme, a pesar de las circunstancias y ver a Tim. Sin decir nada, sólo verlo dormir, sólo recopilar en mi memoria su imagen, su respiración acompasada y el tacto de su piel. Despedirme de él lo más dulcemente posible, a pesar del amargo final.
Me levanté de la cama y me asomé al pasillo. Nadie parecía estar merodeando por la casa, pero aún así estaba asustada. Fui en punta de pies hasta la sala y escruté con atención cada rincón, con la paranoia de que alguien me tendería una trampa.
Entonces vi el teléfono y una loca idea se iluminó dentro de mí. Si de todos modos las cosas no acabarían bien para mí… ¿por qué no llamar a la policía? ¿Por qué no darles el paradero de Tim para que fueran a buscarlo y pudiera salvarse?
Sin dudarlo ni un segundo corrí hacia el escritorio donde estaban la computadora y otros aparatos que Dave había utilizado durante todo ese tiempo. Tomé el teléfono y me lo llevé al oído, pero mis esperanzas se desvanecieron al notar que la línea estaba muerta…
Dejé el teléfono con cuidado y me pregunté por qué todo tenía que salir tan mal. Debía haber una salida posible… al menos una…
Saqué la llave de mi bolsillo y caminé hacia la puerta de la habitación grisácea y sucia donde me había enamorado. Respirando hondo, escurriendo las lágrimas de mis ojos, me preparé para entrar una última vez.
Me sorprendí al entrar y ver que Tim movía la cabeza, tratando de averiguar quién era. Estaba prácticamente inmovilizado, atado y esposado a la cama, excepto por un brazo. La tristeza en sus ojos azules fue reemplazada brevemente por una sonrisa.
- Gracias a Dios estás bien…- Susurró y sentí cómo mi corazón se partía en miles de pedazos.
Cerré la puerta y me acerqué a él a toda prisa. Me dejé caer en el suelo a su lado y apoyé la barbilla en la cama, mientras le tomaba la mano que tenía libre.
- ¿Cómo estás tú?- Pregunté, sin poder evitar que las lágrimas regresaran de inmediato.
- Pensé que Sean te mataría, Nina.- Dijo, con un dejo de reproche e ignorando mi pregunta.- Creí que todo habría terminado…
- Estoy bien, sólo me tuvo encerrada en mi habitación…- Contesté, entrelazando sus dedos con los míos. Él los apretó con fuerza y deseé que eso fuera suficiente para hacerme sentir mejor.- ¿Te golpearon?
- No.- Dejó escapar un suspiro y trató de moverse, sin que eso sirviera para nada.- Pero me estoy entumeciendo sin poder moverme y además Billy no me ha traído demasiado que comer…
- Lamento no haber traído nada.- Ni siquiera había esperado que estuviera despierto. Pero me alegraba poder oír su voz por última vez. Eso provocó que necesitara sofocar un sollozo.- No fue premeditado.
- No te arriesgues a que te encuentren de nuevo.- Pidió. ¿Por qué tenía que intentar protegerme aún en aquel momento? Sólo lo hacía más difícil.
- Siento mucho lo que sucedió, Tim. Siento mucho haberte dado esperanzas de escapar sin haber tenido un plan que tuviera al menos un poco de lógica.- Sin poder soportar más, empecé a llorar quedamente. Él me miró sorprendido.- Siento mucho que tengas hambre. Siento mucho que te hayan golpeado, que te hayan sacado de tu casa y que hayan arruinado tu matrimonio y…
- Nina…- Me detuvo, con voz suave.- No quiero que te disculpes. No llores, todo estará bien…
Asentí, sin mirarlo.
- Todo esto terminará pronto, estoy seguro. Mi familia no me dejará aquí eternamente. Mis amigos no me dejarán.- Me aseguró y apartó su mano de la mía para acariciar con dificultad mi mejilla.
No, sus amigos no iban a dejarlo. El problema era que Sean no iba a darle el tiempo suficiente de volver a verlos…
Un sollozo me ahogó y seguí llorando desconsoladamente a pesar de sus palabras. Me incorporé levemente y lo abracé, hundiendo la cabeza en el hueco de su cuello y él me acunó con su brazo libre, hasta que terminé acostada a su lado, llorando como una niña.
- Nina, vamos.- Susurró en mi oído. Yo no podía controlarme, necesitaba descargar la angustia y entonces él frunció el ceño.- ¿Hay algo que yo no sepa? ¿Por qué estás tan angustiada? ¿Es porque tu hermano nos descubrió cuando íbamos a…?
Me levanté de la cama y me sequé el rostro rápidamente. Él me miró extrañado.
- Todo va genial.- Mentí. ¿Qué sentido tenía decirle la verdad? Lo último que Tim necesitaba era traumatizarse sabiendo que le quedaba un día de vida.
- No te creo.- Murmuró.- Dime la verdad.
Se había puesto muy serio y la preocupación oscurecía su semblante. Me di cuenta que pensaba que me había pasado algo a mí y que estaba interesado en ello…
¿Era posible que el corazón se resquebrajara todavía más una vez roto?
Preferí decirle algo que al menos le concediera una última dicha, una última alegría…
- Mañana en la noche…- Mascullé, ahogándome con el llanto.- Terminará todo. Sean pactó el intercambio con tu amigo…
Sus ojos brillaron, visiblemente emocionados.
- ¿De verdad? ¿Mañana en la noche?- Inquirió y me pareció que hasta tenía ganas de reír. Me sentí aún peor, así que sólo afirmé con la cabeza.
Se llevó la mano al rostro y sonrió. Pero al ver que yo seguía llorando, su sonrisa se extinguió.
- Son buenas noticias.- Repuso.- ¿Por qué todavía estás llorando, Nina?
- Me pone muy feliz que vuelvas a tu casa…- Le di la espalda.- Después de todo lo que te sucedió…
- Nina…- La dulzura de su voz me hizo girar a mirarlo otra vez.- Ésas no son lágrimas de felicidad, no quieras engañarme. No hay nada de ti que esté destilando alegría en este momento.- Estiró su mano hacia mí y no dudé en tomarla.- Ven aquí.
Me senté a su lado. La desesperación empezaba a apoderarse de mí a toda velocidad.
- Puedo… puedo intentarlo de nuevo…- Sollocé.- Si viste dónde guardó Billy las llaves de las esposas, yo podría liberarte y tú…
- No. No más intentos de escape, Nina.- Interrumpió sonriente.- De todos modos ya no hace falta…
Me cubrí el rostro con las manos. No quedaba ni pizca de fortaleza dentro de mí, me derrumbaba más rápido que un edificio con los cimientos destrozados.
Su expresión se endureció.
- ¿O sí?
No contesté. Me estaba ahogando en mi propio llanto y en la impotencia de no poder salvarle la vida. Deseé que con su vida, tomaran también la mía y al menos no tendría que quedarme a sufrir por su ausencia…
- Nina.- Su voz se hizo más severa.- ¿Qué me estás ocultando?
- Nada.- Logré decir.
- ¡No me mientas! ¡Si todo esto fuera a terminar mañana en la noche no estarías así, no querrías más tontos planes de escapes ni nada de eso!- Exclamó, comenzando a desesperar él también.- Dime la verdad…
No podía decírselo. Era demasiado horrible…
Me levanté para irme, pero él me tomó del brazo y me sujetó con fuerza.
- ¿Hubo algún problema con el rescate?
Negué lentamente.
- Sean y tu amigo Richard se encontrarán mañana en la noche.- Respondí, con la voz temblando.
- ¿Entonces qué pasa?- Su mirada estaba tan perturbada que no supe qué hacer. Quizás… quizás si yo le decía la verdad, él encontraría el modo de escapar antes de que sucediera una tragedia.
No. No podía. Era cruel e innecesario…
- Algo está mal…- Musitó, arrancándome de mis cavilaciones.- Algo está mal, ¿verdad? ¿Qué es, Nina?
Una vez más, la angustia me venció.
- ¡Dímelo!- Bramó y el miedo de que alguien lo hubiera escuchado gritar intensificó el terror que ya de por sí llevaba impreso en el alma. Y fue demasiado para mí.
- ¡No están jugando limpio, Tim! ¡Sean no está jugando limpio!- Estallé, volviendo a caer en el suelo junto a la cama. Él no me soltó en ningún momento.- ¡Pactó el intercambio con Richard, pero cuando tenga el dinero…!
No pude continuar. ¿Cómo podía decirle a Tim que Sean iba a matarlo? Era una estúpida por considerarlo siquiera…
Sin embargo, él no necesitó oír más. Me soltó de repente, con la mirada plagada de vacilación, de temor, de confusión…
- Dios mío…- Susurró, incrédulo. Clavó la vista en el techo y se quedó inmóvil, pero su rostro se había vuelto inexpresivo, lívido.
Me incorporé un poco, tratando de darle algo de apoyo, aunque de nada fuera a servir.
- Tim…
- ¿Van a matarme, Nina?- Cortó, posando sus ojos azules en los míos, totalmente desesperados.
El aire abandonó mis pulmones. El oxígeno abandonó mi cerebro. Sólo pude asentir. Antes de darme cuenta de lo que hacía, lo estrechaba con fuerza entre mis brazos, recostada a su lado, tratando de absorber su sufrimiento, de buscar un modo de borrarlo de su interior, de darle al menos el más mínimo consuelo…
Tim no se movía. Su barbilla estaba apoyada firmemente sobre mi cabeza y sentía su tensión. Aún así, ni una sola lágrima se escapó de los ojos azules de Tim. Era demasiado orgulloso para llorar, no iba a permitir que yo viera lo destruido que de seguro estaba realmente.
Se quedó tan quieto que tuve que levantar el rostro para ver si no se había quedado dormido, tras unos minutos en que el silencio sólo había sido interrumpido por aquellos sollozos que no logré contener. Pero estaba despierto y seguía mirando hacia el techo. La resignación que encontré reflejada en él terminó de aniquilarme: no había nada que me despertara de aquel mal sueño.
Tomé su cara entre mis manos y lo miré, reincorporándome levemente. Supe que ya nada me importaba y que estaba dispuesta a hacer lo que fuera, por desesperado que sonara, para tratar de cambiar ese espantoso final.
- ¿Qué quieres que haga, Tim?- Pregunté suavemente.- ¿Quieres que trate de liberarte?
Siguió inmóvil. Rogué que el nudo de mi garganta se deshiciera para poder seguir hablando.
- No tenemos nada que perder.- Farfullé.- No hay nada que no estemos arriesgando que ya no esté en juego…- Le rocé la áspera barba con un dedo.- Sólo dime qué quieres que haga y lo haré, Tim.
El silencio siguió envolviéndonos como un velo y decidí concederle unos minutos más. De seguro un torbellino de pensamientos estaban acuciándolo ininterrumpidamente. Debía estar pensando en lo que iba a pasarle y en lo que eso significaba, en las personas que no volvería a ver. De seguro estaba pensando en todas aquellas cosas que no podría decirle a su esposa…
Entonces bajó el rostro hacia mí, buscando mi mirada. Sus ojos se posaron en los míos, inescrutables, pero con un cierto brillo de nostalgia.
- Quiero hacer el amor contigo, Nina.- Susurró y su voz tembló un poco al pronunciar aquellas palabras.
Lo contemplé sin ocultar mi sorpresa. Había creído que me pediría cualquier otra cosa…
- ¿Quieres…?- Mascullé, ahogadamente.
Tiró con fuerza de su brazo, tratando de zafarse de las esposas. Yo lo detuve con una mano, tratando de impedir que se hiciera aún más daño.
- Vas a dislocarte un hombro si sigues haciendo eso…- Toqué con toda delicadeza las heridas de su muñeca. Luego hundí la cabeza en el hueco de su cuello y suspiré, apenada.- Pídeme que te saque de aquí, Tim, pídeme que lo intente de nuevo…
- No.- Su brazo libre me rodeó la cintura con dificultad.- No voy a dejar que te arriesgues de nuevo. Ni siquiera tienes las llaves de las esposas, Nina. Sería una estupidez que te dejara hacerlo…
Me aferré a él con fuerza, inundada de pronto de una profunda e insaciable necesidad.
- ¿Qué voy a hacer sin ti?- Sollocé. Tenía demasiado miedo. Quizás más miedo que él.
Trató de sonreírme, pero no lo logró del todo.
- Portarte bien.- Contestó, acariciándome el cabello.- Alejarte de tu hermano, no puedes seguir así, Nina. Ésta no es vida para ti, rodeada de gente como Sean y Billy. Vete de aquí, empieza de nuevo en otra parte.
- Lo haces sonar tan fácil…- Repuse, con los ojos llenos de lágrimas.- ¿Qué clase de vida sería esa sabiendo que fue mi culpa que tú…?- No pude decirlo. Me negaba a hacerlo. Quizás si no lo pronunciaba no se haría realidad.
- No es tu culpa.- Dijo con firmeza. Levantó la cabeza para mirarme.- Ni se te ocurra pensarlo siquiera, Nina. Jamás me has hecho daño, si no fuera por ti habrían terminado conmigo hace semanas. Me diste la oportunidad de vivir más tiempo…
- ¿Vivir?- Repliqué, indignada. Estaba enfadada por lo que estaba pasando. ¿Por qué tenía que pasarle eso? Me puse de pie, sin saber cómo contener la desesperación que bullía en mí.- ¿Vivir, Tim? Te he mantenido en una pesadilla. Te han golpeado, te han hecho pasar hambre, te han torturado…
- Te conocí a ti.- Interrumpió, haciéndome callar de pronto.- Eso es suficiente.
Me quedé sin aliento. Sin poder soportarlo, como si Tim fuera el oxígeno que me faltaba, regresé hacia él y lo besé, tomando su rostro entre mis manos. Él me atrajo suavemente con su brazo libre y tuve la sensación de que jamás me había besado de ese modo, como si yo fuese su salvación tanto como él parecía ser la mía.
Sentí su mano bajando a lo largo de mi espalda, en una lenta pero maravillosa caricia. Me apoyé contra su pecho mientras me recostaba un poco sobre él, tan deseosa de apretarme contra su cuerpo como de no soltarlo nunca más.
- Esto es una locura…- Farfullé entrecortadamente cuando Tim bajó sus labios hacia mi cuello.- Ni siquiera tenemos tiempo de…
- Lo sé…- Respondió, suspirando.- Nada tiene sentido…
- No estás recuperado del todo.- Mascullé, tratando de imprimir algo de lógica en la situación, pero era difícil pensar cuando sentía su tacto haciéndome arder por debajo de la camisa de mi pijama.- Tim…- Cerré los ojos y me abandoné a lo bien que me hacía sentir. Era como si pudiera borrar con sus labios el mundo que nos rodeaba, mientras sus caricias dibujaban uno totalmente nuevo.
Sentí una humedad en mi piel que no se debía a los besos de Tim. Mis mejillas se colmaron de sus reprimidas lágrimas y yo deseé que todo fuera diferente.
Lo atraje con cuidado y lo besé, dispuesta a hacerlo olvidar, al menos por unos instantes. Empecé a desabrocharle la vieja camisa, botón a botón, con toda la lentitud posible, sintiendo el roce del espeso vello oscuro de su pecho entre mis dedos. Besé su mandíbula y él se relajó entre mis brazos, como si ya no tuviera fuerzas para continuar.
- Si las cosas hubiesen sido distintas…- Murmuró, con la voz ahogada.- Yo te hubiese hecho muy feliz, Nina…
Me obligué a no llorar, por muy conmovida que me sintiera. Necesitaba darle un último atisbo de calma, de alegría, de lo que fuera… de lo que fuera que pudiera contrastar el horror en que vivíamos.
- Ya soy feliz contigo.- Susurré en su oído. Corrí su camisa desabrochada hacia los lados, sabiendo que era en vano intentar quitársela.
Traté de evitar pensar que esa felicidad sólo era ficticia. Que no sería una felicidad a largo plazo. Que, a pesar de que sus besos me mantenían en una dimensión paralela, al día siguiente ya no habría manera de evadir lo que pasaría.
Me senté un momento y me quité la parte de arriba del pijama por encima de la cabeza. Él se apresuró a atraerme hacia su pecho, tan deseoso de sentir su piel contra la mía como yo lo estaba. Nos quedamos abrazados unos segundos, no haciendo más que disfrutar del contacto y besarnos suavemente, su boca probando mi boca como si la estuviera descubriendo por primera vez.
Sentí sus dedos recorriendo mi espalda, provocándome escalofríos. ¿Por qué algo que debía ser tan mágico e inolvidable estaba teñido de miedo y tristeza?
Bajé mis manos hacia la cintura de su jean sucio y desabroché el botón y bajé el cierre. Él estaba, a su vez, introduciendo su mano por la cintura de mi pantalón, aunque en realidad no podía moverse demasiado.
Me deshice del resto de mi ropa antes de dejarle el jean y la ropa interior enroscada descuidadamente cerca de los tobillos amarrados. Suspiré mientras le besaba el cuello una vez más y dejaba que Tim me acariciara tanto como podía. Deseé que pudiera desatarse y tomarme entre sus brazos. Deseé que pudiera desatarse y recostarse sobre mí, aplastándome con su peso y tomando todo el control. Deseé que no fuera una despedida.
Hicimos el amor con una desesperada necesidad, con lágrimas en los ojos y una dulzura con la que ningún otro hombre se había dignado a tratarme antes. Noté que él estaba aún un poco dolorido en algunas partes del cuerpo, además de haberse entumecido por el tiempo que llevaba acostado, pero pareció olvidarse de todo cuando se movió tanto como pudo contra mí para intensificar la sensación que nos recorría a ambos y que era absolutamente maravillosa.
Enredé mis dedos en su cabello oscuro, fundiéndome en un beso intenso. Al separarnos, Tim habló contra mis labios, en un susurro que me hizo temblar.
- Te quiero, Nina.
Sentí que el temblor se convertía en un ardor que me derretía enteramente. No había siquiera soñado con que me dijera aquello.
- Y yo a ti.- Murmuré en un sollozo agónico, mezcla de la angustia y el inmenso placer que me recorría cada centímetro.
Nos estremecimos en un abrazo y aún después de que todo terminara, Tim me apretaba muy fuertemente contra él. No quería dejarme ir y me di cuenta de que estaba asustado, por mucho que quisiera ocultarlo.
Y lo cierto era que ya no me importaba si alguien nos descubría. Todo estaba perdido, no había ya nada que pudieran arrebatarme, excepto esos últimos momentos con él. Y quería aprovecharlos tanto como pudiera.
Me acurruqué a su lado, comenzando a sentir un poco de frío en esa inhóspita habitación. Tim me besó la frente antes de volver a hablar.
- Deberías irte, Nina. No quiero que te vean aquí…- Farfulló y cualquier resto de la magia de lo sucedido se esfumó. La realidad había regresado después de todo.
Me aferré con más fuerza, sin decir nada.
Él tampoco agregó más. Suspirando, me acunó con su brazo y volvió a tirar del otro como tratando de liberarse.
- ¿Te sientes bien?- Le pregunté preocupada.
- Sí.- Contestó, como si el desinterés de su tono fuera a convencerme.- Sólo me duele un poco el costado…
Carraspeó y se quedó en silencio, algo vacilante. Tras un par de minutos, volvió a hablar.
- ¿Puedes hacerle llegar un mensaje a Jayne?- Inquirió al fin.
- Por supuesto.- Me reincorporé para mirarlo y prestarle toda mi atención.
- Dile que…- Noté que se ahogaba. No era fácil tener que despedirse. No era fácil enfrentarse a algo así.- Dile que la perdono. Dile que entiendo por qué lo hizo.- Sus ojos azules brillaron al posarse en los míos y yo comprendí. Escondí el rostro en su cuello para que no me viera llorar.- ¿Se lo dirás, Nina? ¿Le enviarás una nota, una carta o algo…?
Asentí suavemente y él pareció tranquilizarse.
El frío del cuarto empezó a colarse en mis huesos y comencé a temblar un poco, al igual que Tim. Lo ayudé a vestirse y luego me vestí yo también. No quería dejarlo solo, pero de seguro ya estaba por amanecer y empezaría a haber movimiento en la casa.
Nos miramos profundamente. Había muchas cosas que queríamos decir, pero eran irrelevantes. Ya no importaba qué dijéramos. Nada iba a cambiar.
- Tim, yo…- Murmuré de todos modos. Había algo que sí quería decirle.
Sin embargo, él sabía exactamente qué era.
- Lo sé.- Interrumpió en voz baja.- Yo también.
Me acerqué a besarlo. Su brazo me rodeó una vez más y pareció que él trataba de consolarme a mí.
Nos apartamos paulatinamente. No lo miré a los ojos porque no podría resistirlo. ¿Cómo podía abandonarlo así?
- Adiós, Nina.- Quiso mostrar una fortaleza que en realidad no sentía, pero yo ya no podía fingir.
- Adiós.
Me di vuelta para salir de allí. No resistía un segundo más. Me sentía inútil y desesperada y en cuanto cerré la puerta de la habitación detrás de mí, me desplomé de dolor sin importar quién pudiera escucharme o no.
Un tenue y fatídico rayo de luz se colaba por la ventana, dándole un pálido brillo a las lágrimas que caían incesantemente por mis mejillas. Estaba amaneciendo y el último día rayaba amargamente el horizonte.

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1 comentario:

Paula dijo...

Termino?? o va a seguir??.. me muero de insertidumbre.. estoi muy metida en la historia y quiero saber que ocurrira al fin.. espero otro capitulo con ansiedad.. porfavor!! xd Saludos... hay una fans tuya en chile =DD que estes bien