jueves, 11 de diciembre de 2008

A Bad Dream: Capítulo 21

Al mismo tiempo en que Tim se quedaba solo en su gris y triste confinamiento sin poder disfrutar de la dulzura que Nina le había dejado en los labios, Richard observaba el amanecer por la ventana de la sala.
Tenía un nudo en el estómago que lo apretaba dolorosamente y supo reconocer esa sensación: era un mal presentimiento que amenazaba con acabar con cada pobre resto de su fingida calma.
Una taza de café apareció en su campo de visión y Richard desvió la mirada hacia Jayne, que se la ofrecía con una expresión preocupada en el rostro. La aceptó y se la llevó a los labios, a pesar de que ni siquiera sentía la necesidad de beberla.
- Gracias.
- ¿Quieres que hablemos?- Le preguntó ella, tímidamente.- Sé que no eres un gran fanático mío últimamente… pero…
Richard meneó la cabeza.
- No es eso.- Susurró. Se alejó de la ventana y dejó que las cortinas cayeran pesadamente, ocultando el pueblo que asomaba del otro lado.- Es que… estoy un poco nervioso, es todo.
- Lo que más deseo en este momento es ayudarte, Richard.- Dijo Jayne, observándolo con apremio.- Sólo dime qué hacer. Siento que no he hecho nada por ti o por Tim desde que…
- Ya no hay más que decir o que hacer. Ésta noche todo terminará.- Apoyó la taza sobre una mesita cercana y se pasó la mano por los ojos cansados.- Si de verdad quieres hacer algo, asegúrate de que Tim no deba lidiar con más problemas por lo menos durante unos días.- La contempló seriamente, pero sin un solo dejo de resentimiento. Ya no tenía sentido estar enojado con ella. Debía concentrarse en lo más importante.- Si ya no quieres estar con él, dale unos días para recuperarse antes de decírselo…
- Richard, yo…- Exclamó ella, sorprendida.
- No. No quiero saberlo.- Masculló, sin dejarla acabar.- Ya no voy a meterme más entre tú y Tim. Lo único que quiero es saber que lo dejarás recuperarse antes de dejarlo.
Unas lágrimas de impotencia asomaron en los ojos de Jayne. Ella las ignoró, decidida a no quebrarse más. Había llorado inútilmente durante semanas. Ya no quería llorar más.
- No necesitamos hablar de esto.- Le aseguró con toda la firmeza que pudo.
Tom apareció en la sala desde el pasillo, secándose el cabello castaño con una toalla. Se lo veía aseado, aunque tan exhausto como los otros y en sus ojos verdes no había más que confusión y temor.
- ¿Por qué no te das una ducha, Rich?- Sugirió quedamente.- Estás demasiado tenso.
- No creo que un poco de agua caliente me alivie, Tom.- Murmuró éste, suspirando.
- Tampoco creo que te haga daño.- Repuso, encogiéndose de hombros.- Anda, dame el gusto, Rich.
Dándole un último sorbo a la taza de café, Richard desapareció por el pasillo por el que su amigo acababa de llegar. Tom no perdió un segundo. Se volvió hacia Jayne y la arrastró hacia la cocina.
- Voy a seguir a Richard esta noche.- Le dijo en voz baja y ella abrió la boca, incrédula.- Así que tendrás que cubrirme.
- Tom, no seas idiota.- Pidió con desesperación.- Ir tras él no servirá de nada. Sólo te meterás en más problemas. Y es peligroso. ¿Cómo se te ocurre…?
- ¡No voy a dejar que vaya solo, Jayne!- Estalló, frustrado.- ¿Cómo piensas que me siento cuando me quedo atrás, sin poder ayudar en nada? Richard habla con la policía, se encarga del intercambio, asume todas las responsabilidades… ¿y yo qué? ¿Qué estoy haciendo para ayudar a Tim?
- ¿Crees que él quiere que hagas algo como esto? ¿Crees que Tim se pondría feliz y aplaudiría tu ocurrencia si lo supiera?
- ¿Y qué hay si nunca vuelvo a ver a Tim?- Gritó, sin poder controlarse y Jayne sintió que su corazón se detenía.- ¿Crees que podré soportar la culpa si algo le sucede? ¡No he hecho nada por él, Jayne! ¡Sólo he sido un estorbo!
- Pidieron expresamente que vaya solo, Tom.- Jayne necesitaba razonar con él. No quería dejarlo ir también.- Dices que quieres hacer algo… ¿pero por qué justamente lo que no tienes que hacer? Quédate conmigo. Recibiremos a Tim cuando Richard lo traiga de regreso.
- ¿Cómo puedes estar tan segura de que va a regresar? ¿Qué hay si le pasa algo a Richard?- Las mejillas de Tom se encendieron y el cabello húmedo le cayó sobre la frente.- Estamos solos en esto, Jayne… si no nos apoyamos unos a los otros, ¿qué nos queda?
Ella bajó la cabeza y clavó los ojos en cualquier parte menos en Tom. Sabía que había lógica en sus palabras. Sabía que quizás estuvieran indirectamente dirigidas a ella. ¿Qué había hecho mientras su esposo era golpeado y sometido vaya uno a saber a qué tortuosidades? Había llorado, se había quejado, había estado a punto de echarlo todo a perder en más de una ocasión… y se había acostado con el policía que trataba de ayudarlos.
Le debía algo más que eso. Tim no merecía que ella se diera por vencida de ese modo.
- Bien.- Dijo débilmente tras unos breves minutos.- Bien.- Tom pareció aliviarse un poco al ver que no iba a detenerlo.- Pero iré contigo.
- ¡Por supuesto que no!- Exclamó de inmediato.
- Es mi última palabra, Tom, y no vas a disuadirme.- Se sentó en la silla más cercana. De pronto se sentía mucho más cansada.- Si no me llevas contigo, no irás a ninguna parte. Le diré a Rich lo que planeas hacer y él te detendrá.
- No puedes hacer eso.- Musitó enfurruñado.
- Claro que puedo.- Intentó imprimir la última nota de firmeza en su voz.- Estamos en esto juntos, tú mismo me acabas de decir que debemos apoyarnos. Así que no te dejaré ir solo. Tú decides, Tom. Si quieres ir, tendrás que llevarme.
Era evidente lo disgustado que lo habían dejado las condiciones de Jayne. Frunció la nariz con desagrado y se sentó frente a ella.
- Sabes que Tim va a matarme cuando se entere que dejé que te metieras en esto, ¿verdad?
Por primera vez en días, Jayne esbozó una pequeña sonrisa.
- Daría lo que fuera por ver a Tim enfadado y gritándome.
- De malhumor y con el ceño fruncido.- Tom también sonrió.
- Discutiendo por estupideces y dando portazos para encerrarse en el estudio.
- Con esos buzos feos y sus lentes de nerd.
Los dos rieron entre las lágrimas, permitiéndose unos pocos segundos de alivio para el dolor y la desesperación que sentían, antes de concentrarse en planear la manera perfecta de que Richard no los viera seguirlo esa noche y sin saber que, en realidad, cada mínimo e insignificante paso en su plan estaba siendo oído por alguien más.

Me dormí entre sollozos y desperté con un dolor agónico.
¿Por qué después de que pasara algo tan maravilloso como hacer el amor con Tim no podía soñar y rememorar ese momento sin tener que sufrir por algo que no podía cambiar y que era terrible, como una catástrofe que amenaza con acabar con cada resquicio de la vida que conocemos?
No tenía idea de cuántas horas habían pasado desde que me desplomara en mi cama a llorar. Ni siquiera quería saberlo. Me sentía insegura y aterrorizada y mi corazón saltaba con cada mínimo ruido que provenía de la casa. No podía creer que realmente no hubiera nada que pudiera hacer para ayudar a Tim. ¿Cómo podía resignarme a dejarlo morir? Era una cobarde… pero la idea de que Sean nos atrapara de nuevo me paralizaba. No quería que se desquitara con él, por más que su destino estuviera ya marcado.
En ese momento me odiaba tanto que hasta me daba asco tener que soportarme a mí misma. ¿Por qué pensaba en las consecuencias? ¿Cómo era posible tener miedo si ya lo había perdido todo? Ya no quedaba nada para mí en ese mundo… y lo único que podía llegar a significar algo, estaba a punto de perderse para siempre.
Me pareció que volvía a sentir los labios de Tim sobre los míos y la amargura me venció por completo al pensar en lo irreal que aquello era. Volví a sentir su susurro en mi oído confesando que me quería y un puñal se clavó en lo más profundo de mi corazón, dejándome sin aire.
Llevaba años sin sentir el cariño verdadero y sincero de otra persona. Y justo cuando parecía que lo hallaba, debía ser en las circunstancias más crueles y retorcidas…
La puerta de mi habitación se abrió de golpe y me sequé las lágrimas contra la almohada para disimular un poco antes de volverme a ver de quién se trataba. Sean me observaba con impaciencia desde la entrada.
- ¿Vas a quedarte ahí todo el día? Tengo hambre.- Espetó, malhumorado.
Me esforcé para que mi voz sonara lo más normal posible.
- Ya voy.
Y se fue, sin más. Así que me levanté, sin fuerza en mi cuerpo, sin fuerza en mi espíritu ni en mi alma, ni en nada que alguna vez se hubiera sentido vivo en mí. Me dirigí directamente a la cocina y empecé a preparar algo por mera inercia, sin saber exactamente qué era lo que estaba haciendo.
Apenas había pasado el mediodía y lo lentas que se arrastraban las horas parecían un mal presagio. La nieve seguía cayendo intermitentemente afuera, pero había otras razones para que me sintiera helada.
- Te ves terrible, cielo. ¿No dormiste bien?- Billy se había deslizado silenciosamente detrás de mí y me había tomado por la cintura para apretarme contra él.
Sin contestar, me aparté con suavidad y seguí con lo mío.
- Esta noche, tú y yo vamos a celebrar.- Murmuró en mi oído justo antes de besarme húmedamente el cuello.
A pesar del asco que sentía, no me aparté otra vez. ¿Qué sentido tenía luchar contra aquello? Sin Tim, no me quedaba más que rehusarme a que no había escapatoria al resto de los horrores de mi vida. Que Billy hiciera lo que quisiera. Quizás de ese modo mi vida acabaría más rápido.
- Así me gusta…- Susurró, reteniéndome entre sus brazos.- No tienes por qué resistirte, cielo… sabes que en realidad tú también lo pasas bien…
Ya no sentía su tacto, ni sentía su aliento en mi piel. De pronto parecía que mi mente me había refugiado en algún pequeño resquicio de la noche anterior y sólo podía ver los labios de Tim acariciando los míos y su desesperación por soltarse para estrecharme con fuerza.
Te quiero, Nina.
- ¿Dónde está la maldita comida? Me muero de hambre, Nina.- Exclamó Sean, entrando a la cocina y haciendo que Billy me soltara a toda velocidad. En menos de un segundo se encontraba en la pared contraria, simulando que estaba allí desde hacía rato.
Busqué los platos en la alacena y puse la mesa rápidamente. Me sentía una especie de robot, actuando automáticamente, como si de verdad me importara alimentar a esos hijos de puta que iban a…
No, ya ni siquiera podía seguir pensando en ello sin sentir unas náuseas terribles.
- … esta noche. ¿Entendiste, Nina?- Logré oír y sentí que me arrancaban de una extraña nube que me mantenía confundida y en un constante estado de aturdimiento.
- ¿Qué?- Musité, levantando la mirada perdida hacia mi hermano.
- Que tendrás que venir con nosotros esta noche.
El corazón me dio un salto, aterrorizado.
- ¿Qué?
La irritación de Sean se hizo visible. Se pasó una mano por el rostro con impaciencia.
- ¿Estás sorda o qué? ¡Que esta noche…!
- ¡Ya te oí!- Estallé, sabiendo que estaba al borde de una crisis nerviosa.- ¿Para que me quieres allí?
- No creo que regresemos a la casa, sería mejor que no volvamos sobre nuestros pasos. Además, necesito una persona más para estar seguros.- Explicó.- Pero te juro que si la cagas… me las vas a pagar, Nina.
Escuché sus palabras sin entenderlas realmente. ¿Me quería allí en el momento en que…? No. No podía. No lo resistiría. Haría alguna estupidez y Tim y yo pagaríamos con creces mis errores.
- Será mejor que me escuches con atención porque no soy un loro que repite todo veinte veces.- Continuó, dejándose caer en una de las sillas de la cocina.- Yo le cobraré el rescate a Hughes, Dave tendrá la camioneta lista para volar de allí y tú y Billy vigilarán a Rice-Oxley. Al mínimo error de parte del idiota de su amigo, le disparan. Billy te explicará el resto después de comer. Ahora, trae la comida.
Con las manos temblando, me aparté de él y simulé terminar de organizar lo que fuera que estuviera cocinando.
Si había creído que las cosas no podían empeorar, me había equivocado gravemente.

Parecía que estaba a punto de pulverizarle las costillas pero, a pesar de que trató de apartarlo con delicadeza, Tom no lo soltaba.
- Ya.- Le dijo Richard suavemente, intentando finalizar el abrazo de su amigo.- Es un rato, Tom. Tim y yo estaremos aquí en un par de horas…
La voz se le quebró levemente al decir aquello y Jayne intercedió en su favor, tomando a Tom del brazo para apartarlo.
- Ten cuidado.- Susurró este, acongojado.- ¿Seguro que no quieres…?
- Estaré bien.- Aseguró, con una confianza que en realidad no sentía.- Ustedes dos quédense aquí, cierren bien las puertas y no le abran a nadie.- Richard le echó un vistazo a Jayne para asegurarse de que no estaba por desmoronarse de nuevo.- No espíen por las ventanas, por si acaso.
- No te preocupes por nosotros.- Murmuró ella, sacando un pañuelo de su bolsillo y pasándoselo a Tom, que estaba muy angustiado.- Vete ya, o no llegarás.
La noche había caído con una blanca pesadez en Battle. Las calles estaban cubiertas de nieve y la visibilidad había disminuido bastante. El secuestrador no podía haber elegido una noche mejor para aterrorizarlos de ese modo.
Jayne le alcanzó las dos bolsas de residuos que contenían cinco millones de libras. Rich las tomó con firmeza y miró una última vez a su lloroso amigo.
- Pórtate bien, Tom. Cuida de Jayne hasta que Tim y yo volvamos.- Pidió, queriendo infligirle algo de ánimo, sin mucho éxito.
Sin soportar un segundo más de aquella tensión tan espantosa, Richard se dio media vuelta y salió de la casa. Los otros dos se quedaron mirando por una rendija de las cortinas, como se metía en el auto y se alejaba lentamente para no resbalar en la nieve.
Jayne corrió hacia el armario del vestíbulo sin perder un segundo más. Le arrojó a Tom su abrigo mientras se ponía el de ella.
- Vamos, Tom. Tenemos que correr o le perderemos el rastro.- Musitó al tiempo que empuñaba las llaves de su auto.
Salieron apresuradamente y Tom se puso al volante. Precavidamente, emprendieron la marcha detrás de Richard, ambos rezando en silencio, esperando no estar complicando las cosas más de lo que ya estaban.

Miré el arma que Sean acababa de ponerme en las manos y pensé que ya no había modo de que la situación se desbandara más. Sentí que mis dedos eran demasiado torpes para maniobrarla y tuve miedo de que se disparara sola antes de darme cuenta.
- No la mires así, como si nunca hubieras tenido un arma en la mano.- Espetó mi hermano de mala manera.- Papá te enseñó a usarla cuando eras pequeña.
Recordé la lección que me había dado mi padre hacía unos quince años atrás. No me había sentido muy diferente a lo que me sentía en ese momento.
La puerta de la habitación de Tim se abrió con brusquedad y Billy lo empujó fuera de ella. Tambaleándose, Tim trató de mantener el equilibrio y levantó la mirada hacia mí. Durante unos breves segundos parecía que no existía nadie más alrededor de nosotros y tuve que contener las ganas de abrazarlo. Se lo veía pálido y sus ojos azules estaban aturdidos.
Volví a mirar el arma que tenía entre las manos y una serie de ideas disparatadas cruzaron mi cabeza. ¿Qué me impedía empuñar el arma, amenazar a todo el mundo y huir de allí con Tim a salvo?
Como si hubiera oído mis pensamientos, Sean me quitó el arma de las manos.
- Te la daré cuando lleguemos.
Billy estaba cortando un pedazo de tela para vendar los ojos de Tim. Sus manos estaban ya propiamente esposadas, pero habían mantenido sus tobillos desatados para que pudiera moverse sólo hasta la camioneta.
- Date prisa, no tengo todo el día.- Masculló Sean, siempre con tanta paciencia.- No te quedes ahí parada, Nina, haz algo.
Tomé la tela para vendar a Tim. Me paré detrás de él y simulé apretarla contra sus ojos, aunque en realidad estaba dejándola floja, para que no lo hiriera. Mientras se la ataba en la parte de atrás de la cabeza, acaricié suavemente su cabello entre mis dedos, en un estúpido intento por ayudarlo a mantener la calma. ¿Pero de qué podían servir unas tontas caricias contra tal amenaza?
Billy lo tomó del brazo y me lo arrebató de pronto. Sean abrió la marcha hacia la salida de la casa y yo la cerré, resistiéndome más que nunca a salir de allí. Sin embargo, ahora que había visto la debilidad que se había apoderado de Tim, tampoco quería dejarlo enfrentar aquello solo. Por mucho que doliera, estaría con él hasta el último segundo.
Dave estaba ya en la camioneta, con el motor encendido. Las puertas traseras estaba abiertas y Billy empujó a Tim al interior, haciéndolo caer a ciegas. Yo subí detrás de él y lo ayudé a sentarse en uno de los asientos laterales.
Billy también subió y cerró las puertas. Golpeó la pared de la camioneta, indicándole a Dave que podía arrancar. El vehículo se movió levemente y yo me atajé a tiempo, sentándome en el asiento de frente a Tim. Billy se sentó a mi lado.
Durante unos pocos minutos, no éramos capaces de oír más que el traqueteo de la camioneta sobre el camino y alguna que otra amortiguada voz desde la parte delantera. Billy puso una mano en mi pierna, llamando mi atención y, a pesar de que quise quitármelo de encima, él me apretó, reteniéndome.
- ¿Tienes frío?- Me preguntó, haciéndome notar que había estado temblando sin siquiera ser consciente de ello.- Te haré entrar en calor, cielo.
Bajó la boca hacia mi cuello y yo lo aparté de un manotón.
- Basta, Billy.- Pedí, sintiéndome frágil y desprotegida. Vi cómo la mandíbula de Tim se tensaba y noté que él también temblaba. Hacía mucho frío allí y ambos habíamos salido sin abrigo.
- ¿Te preocupa que él nos vea?- Se burló Billy, ejerciendo aún más presión. Dejó escapar una risa divertida.- Descuida, Nina… está momentáneamente ciego. Y, de todos modos, jamás podrá contárselo a nadie.
Llevó una mano hacia el cuello de mi camiseta y trató de colarla dentro.
- No me toques.
- No te preocupes por Rice-Oxley.- Insistió en un murmullo perverso.- De todos modos no gritas tanto como su mujer. Ni siquiera se enterará de lo que está sucediendo. Será nuestro secretito, cielo.
Tim se mantuvo inmóvil, pero estaba absolutamente tenso. Supe que moría de ganas de saltar hacia Billy y quitarme sus sucias manos de encima… ¿pero qué podía hacer? Estaba vendado, esposado y en desventaja.
Forcejeé con Billy un par de minutos y súbitamente, la camioneta se detuvo. Me soltó justo un instante antes de que Sean abriera las puertas traseras nuevamente.
- Bájense.- Ordenó.
- Eso fue rápido.- Comentó Billy, evidentemente de buen humor.
Mi hermano no respondió. Billy se apresuró a empujar a Tim fuera de la camioneta y yo bajé tras ellos. Dave condujo un poco más allá y ocultó el vehículo entre un grupo de árboles, justo junto a la carretera. Nosotros tres seguimos a Sean colina arriba.
Había más árboles por allí y Billy arrojó a Tim al suelo entre un par de ellos que lo mantenían oculto a la vista. Sean se acercó a nosotros y señaló más allá.
- Ahí es donde veré a Hughes.- Informó y seguí la dirección de su dedo hasta una especie de llano, más abajo y lo suficientemente apartado para que no notaran la presencia de Tim, Billy y yo, pero sí lo suficientemente cerca para que pudiéramos ver lo que sucedía.- Tú, Billy, ponte en un lugar donde veas bien lo que esté pasando. Ya sabes que hacer si Hughes mete la pata.
Billy asintió, satisfecho.
- Y tú.- Agregó, antes de que pudiera pensar en nada, mirándome.- Quédate con Rice-Oxley, cerca de Billy. No se muevan ni hagan estupideces.
- ¿Qué hago si Nina se equivoca?- Preguntó Billy, observándome con la misma satisfacción.
Sean sólo dudó una fracción de segundo antes de responder con frialdad.
- Dispárale a los dos.
Mi corazón dejó de latir y sentí que ya no quedaba ni un resquicio de sentimiento hacia ese tipo que parecía ser mi hermano pero que en realidad yo no podía creer que lo fuera.
Sean me puso el arma en las manos nuevamente.
- Si Rice-Oxley trata de huir, le disparas, Nina.- Farfulló con firmeza.- Si no lo haces, Billy te disparará a ti.
Mis ojos lo recorrieron, vacíos.
- ¿Algo más que deba saber?- Inquirí, inexpresivamente.
- No. Billy ya tiene todas las instrucciones.- Contestó, apartándose.- Obedécelo y no seas estúpida.
Y sin decir más, empezó a bajar por la colina, tratando de no resbalar con la nieve.
- Ya oíste, Nina.- Murmuró Billy, alegremente.- Me tienes que obedecer en todo.
- Escóndete entre los árboles y no fastidies.- Espeté, guardándome el arma en la cintura del pantalón. Por una vez en la vida, Billy pareció escucharme y empezó a buscar un sitio desde el que pudiera ver bien tanto a Sean como a Tim y a mí.
Me tiré al suelo junto a Tim y acaricié su mano para que supiera que estaba allí.
- ¿Estás bien?- Le susurré quedamente.
- Estoy helado.- Respondió, en voz tan baja como la mía.- ¿Tú? ¿Billy te hizo algo?
- No. Lamento que tuvieras que oír todo eso.- Le froté la espalda enérgicamente, tratando de darle algo de calor. Sus manos aprisionaron la mía que aún acariciaba sus dedos.
- En cuanto esto termine, quiero que corras lejos de aquí, ¿de acuerdo?- Dijo seriamente.
- Tim…
- No. Escúchame bien.- Interrumpió con firmeza.- Ya no hay nada que puedas hacer por mí, pero tú aún tienes posibilidades. Huye, Nina. Tu hermano va a matarte si no lo haces.
Abrí la boca para responder, pero no hice a tiempo a decir nada. Una luz se abría paso allá abajo, frente a Sean, que tenía el rostro cubierto. Richard había llegado.

Una figura oscurecida esperaba a un lado y un escalofrío recorrió la columna de Richard al darse cuenta de que se trataba del mismo tipo que lo había llamado por teléfono tantas veces y que no había hecho más que encerrarlo en una especie de película de terror. Lo siguiente que notó fue que Tim no estaba allí.
Apagó el motor mientras se decía a sí mismo que debía tener calma, o al menos aparentarla. Faltaba tan poco…
Tomando las dos bolsas de residuos con una mano, descendió del auto. La figura oscura, pero imponente, avanzó algunos pasos hacia él.
- Miren quién llegó.- Se burló descaradamente.- Pero si es el héroe de esta historia…
Richard no respondió. No se sentía seguro, ni sabía cómo comportarse. Sus ojos celestes escudriñaban alrededor, en busca del más mínimo indicio de que Tim se encontraba cerca.
- ¿Estás solo?- Preguntó el tipo, dando otro paso más, pero siempre manteniéndose a una prudencial distancia.
- Sí. No hay policías y no le dije a nadie a dónde iba.- Contestó. Sin aguantar un segundo más, agregó:- ¿Dónde está Tim?
La sonrisa burlona del tipo fue evidente para él aún desde la oscuridad.
- No muy lejos.- Señaló vagamente todos los alrededores, desorientándolo más.- Dame el dinero.
El miedo lo apresó al fin. ¿Y qué si le daba el dinero pero ese desgraciado le guardaba una sorpresa para el final? Todos y cada uno de esos billetes eran lo único que tenía aún que podía ayudarlo a salir de aquel desastre.
- No voy a darte nada hasta que no vea a Tim.- Dijo Richard, tratando de imprimir confianza en su voz.- Tráelo aquí y te daré el dinero al mismo tiempo que lo sueltas.
La sonrisa se borró de la cara del tipo.
- Creí que habías entendido que las condiciones las pongo yo.
- Cumplí con todo al pie de la letra. Lo único que quiero…- Exclamó, pero él lo interrumpió antes de que acabara siquiera.
- ¿Al pie de la letra, imbécil?- Gritó, furioso.- ¡No has hecho más que estupideces! ¿Llamar a la policía y dejar que los medios se enteraran no te parecen suficientes tonterías? ¡Termina con todo esto de una vez!
Richard trató de respirar, pero sintió que se ahogaba.
- Si te doy el dinero, ya no tendré la manera de asegurarme de que cumplirás tu palabra.
La figura en penumbras no tenía paciencia y Richard ya lo había sacado de sus casillas. Metió la mano en el bolsillo y extrajo un arma.
- ¿Te parece seguro suficiente?- Espetó, apuntándolo.- ¿Crees que si te lleno de agujeros estarás satisfecho y me darás el dinero?
Tragando saliva con dificultad, Richard clavó los ojos en el arma que lo apuntaba. Jamás le había sucedido algo así.
- Tranquilízate…- Susurró, tembloroso.- Aquí está el dinero…
Pero sus últimas palabras fueron ahogadas por el estruendoso sonido de un auto que se adentraba a toda velocidad en la escena. Estacionando bruscamente junto al de Richard, la puerta del conductor se abrió y, también empuñando un arma, Brian McKenna descendió sin expresión alguna.

Veía a Sean hablando con el amigo de Tim sin oír una sola palabra. Noté que él se ponía inquieto a mi lado.
- ¿Qué está pasando?- Preguntó, preocupado. Billy estaba totalmente absorto en los acontecimientos y apenas se fijaba en nosotros.
- Richard está hablando con Sean.- Susurré. Asegurándome de que no me estuvieran observando, le quité la venda de los ojos para que pudiera ver a su amigo.
Sus ojos brillaron amargamente al ver a aquel que estaba arriesgando su vida por él. Supe que estaba sintiendo una inmensa tristeza al darse cuenta que era la última vez que lo veía, así como también al darse cuenta de que había muchos otros a los que ya no podría ver.
Me partió el alma en mil pedazos. Estreché sus manos en las mías, tratando de apoyarlo, ¿pero qué sentido tenía? Tim no necesitaba apoyo. Necesitaba vivir.
Mirando a Billy otra vez, me decidí de una vez por todas. Si de todos modos íbamos a morir, ¿por qué no darle una mísera oportunidad más a la vida?
- Tim…- Murmuré, esperando atraer su atención.- Si nos movemos despacio y sin hacer ruido, podemos salir de aquí.
- No.
- ¡No seas tonto!- Exclamé frustrada por su testarudez.- ¡Billy ni siquiera nos está viendo! Tengo un arma, podemos…
- Nina, no te dejaré hacer más nada.- Musitó, firme.- No puedes arriesgarte…
- ¿No te das cuenta de que nos matarán a los dos?- Repliqué, enojándome, buscando una reacción.- No importa qué hagamos, nos matarán. Así que podemos…
- Richard está allí, Nina…- Sus ojos me miraron suplicantes.- ¿Qué haría tu hermano con él si se dan cuenta de que huimos?
Observé a su amigo allí abajo. Sean parecía estar enojándose. No teníamos mucho tiempo.
- Quizás si…
Pero mis palabras fueron ahogadas cuando un segundo auto apareció allí abajo, secundando a Richard. Un hombre que ninguno de los dos reconocimos bajó de él, empuñando un arma.
No necesité ver más.
- Oh, no…
Sean gritó, más molesto que nunca. Las cosas no estaban saliendo como esperaba. Apuntó a Richard con el arma, vociferando con tanta fuerza que sus palabras llegaron hasta donde nosotros nos encontrábamos.
- ¡Acabas de cometer tu último error, Hughes!
Un disparo resonó en la noche.
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