El sol fue haciéndose más tenue, pero nosotros seguíamos exactamente igual. El viento revoloteaba en su cabello oscuro y la arena se pegaba a mis pies húmedos. Un pájaro blanco y hermoso atravesó el aire con un vuelo perfecto hasta perderse de vista detrás de unos médanos más allá.
La voz profunda de Tim rompió el silencio. Su acento era evidente en algunas palabras más que en otras y era interesante oír los cambios de tono que hacía al hablar.
- ¿Habías estado aquí alguna vez?- Preguntó, sin quitar la vista del horizonte donde sólo lograba divisarse más mar.
Negué con la cabeza y enterré los dedos en la arena. Parecía una sensación reconfortante.
- Creo que estuve en París de pequeña, pero no lo recuerdo.- Me atreví a mover el rostro levemente para mirarlo. Su semblante era impasible, pero de algún modo supe que sólo era una máscara.- ¿Y tú?
- No exactamente aquí, pero he estado en Francia varias veces.- No sólo era interesante notar los cambios en su voz, me percaté, sino que también resultaba interesante ver cómo se formaba un hoyuelo en su barbilla cuando movía la boca.
- ¿Vacaciones?- Aventuré. Siempre me había parecido un país donde no había preocupaciones, donde todo podía solucionarse con una taza de café en algún bar parisino frente a la Torre Eiffel.
- Trabajo.- Repuso en cambio. Se dedicó a mirar a su alrededor durante unos segundos, aspirando profundamente.- Pero esto es diferente.
Mis ojos siguieron el recorrido de los de él. Sí que lo era.
- Es como estar en otro planeta. Aquí no hay embotellamientos, ni ambulancias sonando todo el día, ni peleas por ver quién se apodera del taxi primero…- Levanté el rostro hacia el cielo. Siempre había considerado a Nueva York como mi hogar, pero de pronto me di cuenta que quizás era porque no tenía tiempo de encontrar un sitio que realmente me agradara.
- Me gusta Nueva York. He ido algunas veces.- Comentó él, volviéndose al fin hacia mí.
- Supongo que no está mal si tienes al menos un momento para disfrutarlo.
- He vivido en un lugar tranquilo como éste casi toda mi vida. Me crié en un pueblito al sur de Inglaterra. Cuando me hice mayor, buscaba un poco más de ruido.- Me dedicó una casi inexistente sonrisa, pero que pareció cambiar por una décima de segundo el brillo que había a su alrededor. Sin embargo, volvió a ponerse opaco y algo triste prácticamente enseguida.
- ¿Y qué haces en medio de esta calma, entonces?- Esta vez fui yo quien sonrió, quizás buscando instintivamente que la sonrisa de él no desapareciera.
No sólo no logré que sonriera nuevamente, sino que tuve la sensación de que Tim se apagaba aún más. Mi mano se movió de forma involuntaria, haciendo un ademán de tomar la suya, pero la retuve justo a tiempo.
- Trato de no sofocarme.
Sus palabras me dejaron pensando durante un rato. Detrás de esa apariencia inescrutable asomaba una historia que de pronto deseé oír con todas mis fuerzas.
Un extraño sonido ahogado interrumpió mis cavilaciones y el escrutinio de Tim sobre el agua. Ambos miramos hacia atrás, atraídos por el sonido. Cherry despertó y salió corriendo y ladrando.
Me puse de pie para ir a calmarla y Tim me imitó, pero echó a correr él también. Cherry le gruñía a algo que estaba en el suelo y él se inclinó a recogerlo. Era su teléfono celular, que parecía haberse salvado de milagro por haber caído sobre una blanda superficie de arena.
- ¿Hola?- Musitó como desganado.- Sí, Rich, todo va bien. ¿Qué quieres decir con que no te he llamado? Sólo he llegado hace unas horas y no he tenido tiempo.
Cherry corrió hacia mí y fuimos juntas hacia el mar. Quizás era mejor darle algo de privacidad para que hablara.
Me metí en el agua hasta la cintura, pero ella se quedó chapoteando en la orilla como la cobarde que en realidad era. Vi a Tim ir y venir de un lado a otro, con cierta impaciencia mientras conversaba. Había algo en él que hacía que no dejara de mirarlo, como si pudiese desentrañar algún misterio muy escondido con sólo estudiarlo con detenimiento.
- No, no, descuida. Yo te llamaré. Rich, yo te llamaré.- Escuché que decía, con cierta prisa.- No, Rich, no quiero hablar con Tom ahora. Ya te dije que necesito estar solo un poco. No quiero ver ni hablar con nadie.
Sus espesas cejas negras se juntaron en señal de extrañeza.
- ¿Te llamó?- Musitó confundido.- ¿Para qué? Le dije que no quería… ¡No me importa si se preocupó por mi, Richard! No debió llamarme en primer lugar.
Me sentí incómoda presenciando algo que nada tenía que ver conmigo, así que me di media vuelta y me sumergí en el agua. Di un par de brazadas y volví a salir a la superficie.
Animándome a espiar mientras me quitaba el excedente de agua de los ojos, vi que Tim había cortado la conversación y se guardaba el maltrecho teléfono en el bolsillo. Recorrió la playa con la mirada hasta que me encontró. Luego, sin decir nada, se volvió y regresó a la posada.
A pesar de que mis intenciones habían sido perderme donde no tuviera que lidiar con gente, me decepcionó que me dejara sola. Me había sentido a gusto con él y me agradaba oírlo hablar. Para contrarrestar ese estúpido desasosiego, tomé aire y me hundí nuevamente.
Nadé un poco, sintiendo los músculos tensos. Sabía que me relajaría mucho mejor después del esfuerzo físico y quizás era eso lo que buscaba. Quitar el resto de incertidumbre que aún quedaba dentro de mí.
Pataleando para mantener el equilibrio, saqué la cabeza para recuperar el aliento y la playa volvió a atraer mi atención, sobre todo porque Tim había regresado y estaba sentado junto a Cherry que ahora no sólo no le ladraba, sino que apoyaba el hocico en su rodilla y estaba inclinado sobre sí mismo, escribiendo algo.
Sonreí y empecé a nadar hacia la orilla nuevamente.
Salí y me envolví rápidamente con una toalla. Él parecía inmerso en lo que fuera que estaba haciendo y me tomó por sorpresa que me hablara.
- Aproveché que fuiste a nadar y busqué algo que hacer.- Comentó, aunque no sin un dejo de distracción en la voz.
- Sólo quise darte un poco de privacidad.- Contesté yo, como sin darle importancia. Pero seguía estudiándolo con cuidado. Cuando ya no me pude contener más, volví a abrir la boca.- ¿Estás bien?
- Sí.- Su sonrisa no fue auténtica, a pesar de que era evidente que se esforzaba por simular que sí.- Sólo un amigo que se aseguraba de que todo estuviera en orden.
Devolvió su atención al manojo de hojas que tenía en las manos y, empuñando una lapicera negra, continuó escribiendo fluidamente. Yo me recosté a tomar sol no muy lejos de allí y luego retomé el libro donde lo había dejado.
Absurdamente, jamás me había sentido tan a gusto con un completo desconocido.
Tim levantó brevemente los ojos azules y los centró en Mae, que le daba la espalda, enfrascada en la lectura de un libro, pero que parecía muy cercana con su tácita compañía. Había ido allí para estar solo, pero algo en él se alegraba de haber fallado. Quizás ella pudiera distraerlo, al menos con estar cerca y en silencio, de sus espantosos pensamientos.
Había bajado a la playa al verla allí porque de pronto la necesidad de ahuyentar la soledad que se cernía en torno a él fue insoportable. Porque él mismo había decidido aislarse y ahora, allí, tan lejos de la gente que quería y que se preocupaba por su bienestar, sentía que no tenía otra opción.
No quería regresar a Londres. De eso estaba seguro. No quería estar en las proximidades del desastre hasta que ya no hubiera vuelta atrás. Y, en cierto modo y sin poder explicarlo por sí mismo, Tim sintió que allí, sin nadie más que Mae a su alrededor, estaba a salvo.
Nadé otro buen rato y el silencio aún seguía sin romperse, formando una cómoda y apacible atmósfera a nuestro alrededor.
Mi mirada seguía clavada en él cuando me sequé y me recogí el cabello descuidadamente sobre la nuca. Tenía la sensación de que Tim era una especie de bomba a punto de explotar. Toda la calma que exudaba por cada centímetro de él no podía ser tan real. Sus ojos me decían que no lo era.
Desde la casa llegó un leve sonido musical que me distrajo. La casera había puesto otro de aquellos intérpretes franceses de otras épocas, la banda de sonido de aquel pequeño lugar de cuento de hadas. Volvía a ser Edith Piaf, si mis oídos no me engañaban.
Escuché que Tim tarareaba inconscientemente, de forma muy dulce, mientras no dejaba de escribir. Su acento inglés se transformó brevemente para adoptar un tono más francés que me produjo una sonrisa.
- Non, rien de rien. Non, je ne regrette rien. Ni le bien, qu'on m'a fait...
Envuelta en la toalla, me senté a su lado y su casi imperceptible canto se volvió más bajo, hasta que cesó del todo. Me dedicó un fugaz vistazo, como si se hubiese vuelto tímido de repente.
- ¿Hablas francés?- Le pregunté con curiosidad.
- Juste un peun. - Respondió y algo de cabello oscuro le cayó en la frente al bajar la cabeza con una sonrisa.- Sólo un poco.
- Se te da mucho mejor que a mí.
- Lo sé.- Repuso de inmediato.- Tus disculpas de esta mañana fueron realmente un ejemplo penoso de tu francés.- Me miró burlón y, por primera vez desde que saliera de Nueva York, dejé escapar una carcajada. Por alguna razón, intuí que él también llevaba demasiado tiempo sin reír.
- ¡Hey, no te hagas el gracioso conmigo! Has estado en Francia más veces que yo.- Dije, intentando defenderme, pero sin poder dejar de sonreír.
- Descuida, yo no soy muy bueno tampoco. Viajo demasiado y jamás hago a tiempo a aprender un idioma o a conocer los lugares a los que voy como me gustaría.- Abrí la boca para preguntarle de qué se trataba su trabajo para mantenerlo en aquel movimiento constante, pero él me ganó de mano.- ¿A qué te dedicas?
Mis ánimos decayeron un poco automáticamente. No quería hablar de ello.
- Soy médica.- Me levanté sin dar más explicaciones al respecto. Era como si en menos de un segundo su presencia se hubiera vuelto incómoda. Pero no era culpa de Tim. La que tenía el problema era yo y sabía que iba a tener que encontrarle una solución tarde o temprano.- Voy a entrar, quiero darme una ducha.
- Claro.- Dijo él solamente.- Yo me quedaré aquí un rato más y quizás después vaya a caminar, así que… supongo que te veré en algún momento.
Se quedó observándome, como si esperara una respuesta a eso.
- Claro.- Me limité a repetir, antes de volverme a recoger mis cosas y entrar a toda prisa.
- ¡Ah, Mae!- Exclamó, al tiempo que yo me iba alejando. Me volví a ver qué quería, caminando hacia atrás y con Cherry correteando a mi alrededor.- Si ves a la casera, ¿puedes pedirle algo por mí?
- Sí, lo que quieras.- Musité casi a los gritos.- ¿Qué es?
Aún a la distancia me pareció que podía llegar a apreciar el impresionante color azul de sus ojos, que brillaron con cierta chispa que no había notado hasta ese instante.
- Que suba el volumen.
Edith Piaf me resonaba en los oídos mientras me encontraba en la ducha, luchando con mi propio cabello lleno de arena y áspero por la sal del mar. Lo lavé bien y dejé que el agua cayendo por mi espalda me relajara. Aún así, mil preguntas bullían en mi cabeza y era necesario que me pusiera a encontrarles respuesta.
El sol estaba bastante bajo cuando salí del baño y me dejé caer en la cama con un suspiro, con el pelo mojado y perfumado mojando un poco la almohada. Cerré los ojos y pensé.
Pensé en los momentos vividos que me habían llevado a donde estaba en ese instante. Pensé en el día que decidí que quería hacer una carrera tan ardua como medicina, casi sin sopesar el hecho de que trabajaría días enteros bajo una presión casi insoportable. Pensé en que apenas sí tenía recuerdos de los últimos diez años que no se relacionaran con mi trabajo o con los días que pasaba estudiando y me pregunté a dónde había dejado el tiempo libre que había tenido y si alguna vez había existido eso.
Con otro suspiro, me puse de pie y salí al balcón para ver el atardecer, como si con el oscurecimiento de la noche mis ideas fueran a aclararse. Había empezado a correr una pequeña brisa, un poco más fuerte que la que corría cuando el sol dominaba el cielo y, allí, apoyada contra la baranda y con la vista clavada en el océano, pensé también en que había relegado mi vida personal a un último lugar para que la profesional fuera una prioridad. Me di cuenta que Rob era el único tipo con el que había estado en mucho tiempo y, aunque me caía bien y sabía que no era una mala persona, también fui consciente que lo que teníamos no era importante para ninguno de los dos. No formaría una familia con él, si es que alguna vez deseaba tenerla y, por más que a veces llenaba mi cama, no llenaba el hueco de soledad que parecía haber en mi alma de vez en cuando.
Me molestó descubrir todas aquellas cosas, pero la molestia era para conmigo misma, por haberme dejado llegar hasta ese punto. Quizás lo más sensato era volver a Nueva York y seguir atendiendo pacientes para mantenerme ocupada… pero, ¿qué me garantizaba que todo lo que estaba acumulando dentro de mí no fuera a explotar de una manera espantosa si seguía así? Una persona ya había perdido su vida en mi mesa de operaciones. No iba a permitir que hubiera otras.
Frustrada, rasqué la cabeza de Cherry, que se había sentado a mi lado. En ocasiones deseaba convertirme en ella para no agobiarme tanto con todas esas cosas…
- ¿Estás bien?
Dando un respingo por la sorpresa, miré sobre el hombro para encontrarme con Tim que me miraba desde el balcón contiguo, con el ceño fruncido.
- Sí. Sólo pensaba.
- No se ven como pensamientos agradables.- Comentó, acercándose más al límite entre un balcón y el otro. Sonreí amargamente.
- Tienes razón: no lo son.
- Entonces déjalos.- Se encogió de hombros.
- No es tan fácil, ¿sabes?- Lo contemplé unos segundos.- ¿Qué haces aquí? Creí que ibas a ir a caminar.
- Y a eso voy. Vine a buscar algo más que ponerme. Hace un poco más de frío junto al agua.- Levantó la mano, en la que llevaba algo que parecía un buzo verde de algodón. Mientras él se lo ponía, me perdí instantáneamente en mis pensamientos otra vez y posé la mirada en algún punto lejano, sin prestar demasiada atención.- Vamos, muévete.
Confundida, abandoné el punto lejano a cambio de su rostro.
- ¿Qué?
- Que te muevas. Ven conmigo.
- ¿A dónde?- Inquirí.
- A caminar. Por ahí. Donde sea que no pienses tanto.- Respondió y yo hice una mueca.- Sé que es extremadamente complicado evitar que tu mente te juegue trucos y que acabes pensando en algo que no te resulta del todo placentero… pero si te quedas ahí, a merced de lo que sea que tu cabecita quiera mostrarte, será peor. Te lo digo en serio.
Se había puesto muy serio y me pregunté a qué le había escapado él. Me hizo sentir mejor el hecho de suponer que Tim también había huido. Quizás yo no era tan cobarde, o no estaba tan loca.
Y ahora estaba en aquella habitación, a kilómetros y kilómetros de mi hogar y aún así los problemas me hostigaban. No me dejaban tranquila. Yo misma no me dejaba en paz.
Miré a Tim y lo vi como una especie de salvavidas al que aferrarme antes de que me tragaran las embravecidas olas de mis maquinaciones. Y sin dudarlo ni un segundo más, decidí escaparme con él al menos por un instante, en vez de quedarme a luchar sola en la larga noche que me esperaba.
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1 comentario:
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
quero mas fics!!!!
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