Durante la cena, Tim no paraba de hablar y yo lo escuchaba con el mayor interés, mientras me contaba todo sobre su trabajo: las giras, las grabaciones, los eternos viajes en avión, sus compañeros de banda, sus composiciones.
Nunca había mantenido una conversación como aquella en toda mi vida. Quería saberlo todo con detalles, una existencia como la de Tim se me antojaba emocionante, intrigante.
Me impresionó, sobre todo, cómo sus ojos brillaban al hablar de eso. Si bien era evidente que había aspectos duros, como en toda carrera, no era difícil notar cuánto amaba lo que hacía, cuán importante era para él ser capaz de vivir de sus sueños.
La comida estaba exquisita y el vino aún mejor. Los franceses saben de muchas cosas y el vino es una de sus especialidades. Dicen que las otras son el perfume y el amor. Estaba de acuerdo en cuanto a los perfumes: eran fantásticos. Sin embargo, no tenía material de comparación en cuanto al amor.
Tim jugueteaba con los restos de comida en su plato, distraído, la mirada perdida, como si de pronto hubiese dejado la habitación. Pero pareció regresar enseguida, carraspeando, como si nada hubiese sucedido.
- ¿Hubieras imaginado todo esto?- Susurré yo, dejando mi copa a un lado.- Hace diez o doce años, cuando estabas tratando de que la música fuera más que un pasatiempo. ¿Me hubieses creído si te decía lo bien que iba a irte?
Su sonrisa fue tierna.
- Sí. Sabía que esto iba a sucederme tarde o temprano.- Contestó, seguro de sí mismo.- Quizás no hubiese imaginado las proporciones del asunto… pero estaba convencido de que lo lograría.
- Eso es bastante arrogante de su parte, monsieur Rice-Oxley.- Me burlé, balanceando la copa de un lado a otro, viendo cómo el líquido rojo oscuro bailaba detrás del cristal.
Tim se sirvió un poco más en su propia copa.
- ¿No cree que debería conocer mi versión de la historia antes de decidir si soy o no arrogante, mademoiselle?- Inquirió, mirándome de reojo.
- Adelante, ¿qué tienes para decir a tu favor?
Dio un sorbo, sin apresurarse, apretando los labios entre sí para sentir el intenso sabor mientras tragaba. Me encontré a mí misma escrutando con ojos entrecerrados esos labios…
Sacudí la cabeza y aparté mi copa. No más bebida por esa noche.
- Cuando era pequeño, tomaba clases de piano y mi profesor le dijo a mi padre que yo era un niño muy musical, que tenía un talento natural para tocar. Pero yo me aburría, porque sólo me enseñaban a interpretar música clásica y no encontraba realmente la excitación que hiciera vibrar mis dedos contra las teclas…- Explicó, mientras yo entrelazaba las manos y apoyaba el mentón en ellas para escucharlo atentamente.- Así que lo dejé y continué aprendiendo en casa, solo. Desde ese momento, desde que encontré que podía tocar lo que yo quisiera, desde el momento en que sentí que las melodías estaban sólo al alcance de mis dedos… básicamente todo cambió para mí. Me enamoré de la música. Escuchaba artistas, bandas que con sólo tres minutos de una canción pop me mostraban el mundo como yo nunca lo había visto… aprendí más de esas canciones de lo que aprendí en cualquier otra parte.
Hizo una pausa para beber un poco más y esta vez me obligué a mí misma a mirar detrás de él, en dirección a la ventana, donde las olas restallaban en la orilla no muy lejos de allí.
- Además, era un chico bastante tímido… aún lo soy. Me cuesta hablar y expresarme con la gente…
- ¿De verdad?- Interrumpí, sin querer. En las últimas horas no me había parecido que tuviera problemas para hablar conmigo. Había sido de lo más agradable.
- Bueno… es asombrosamente fácil contigo, aunque no estoy seguro por qué…- Me observó inquisitivo unos segundos antes de continuar.- Pero cuando me puse a escribir canciones me animé a decir todo lo que quería y necesitaba. Y entendí, así sin más, que no podía hacer otra cosa en la vida. No me imaginaba siguiendo los pasos de mi padre o poniéndome un traje para ir a una oficina.
- Imagino que habrás tenido que esforzarte muchísimo para conseguir todo esto…
- Sí, fueron varios años en los que no sabía cómo iba a lograrlo… muchas frustraciones, muchas caídas… pero nunca quise abandonarlo. Sabía que sería inútil.- Dejó la copa vacía sobre el mantel.- Además, recibí mucho apoyo de todo el mundo: Tom, Rich, Jayne, mis padres… jamás dejaron que me desanimara.
- ¿Quién es Jayne?- Quise saber, con curiosidad.
Parpadeó un par de veces, como si no recordara haber dicho ese nombre.
- Jayne es mi esposa.- Respondió con la voz muy extraña. Sacudió la cabeza al instante.- Era, quiero decir. Era mi esposa.
- Oh.- Pude decir solamente, porque tuve la sensación de que acababa de meter la pata.
Detrás del semblante tranquilo de Tim hubo un cambio casi imperceptible, como si una nube hubiese nublado su interior y una tormenta empezara a desatarse con fuerza detrás de esos ojos azules. Me maldije a mí y a mi maldita bocota por ser tan metida y sólo pude soportar unos pocos segundos más de silencio antes de carraspear y excusarme, notando que Tim, de pronto, deseaba estar solo. Aunque no estaba muy segura de cómo lo sabía…
- Yo… estoy cansada. Fue un día largo…- Bostecé, algo exageradamente a decir verdad y me puse de pie.- Mejor me voy a dormir. Qué descanses, Tim, buenas noches.
Dudando un poco, me encaminé hacia las escaleras que llevaban al piso superior, a las habitaciones. Tim sólo consiguió susurrar en un tono bajo y distante.
- Buenas noches…
Subí sintiéndome una estúpida por haber arruinado un momento agradable. ¿Por qué tenía que preguntarlo todo? ¿No podía simplemente callarme por una vez en la vida y dejar pasar algo por alto? ¿Por qué no había advertido que si él no la mencionaba explícitamente era porque no quería hablar del tema?
Entré en mi cuarto y Cherry me dio una calurosa bienvenida luego de mi ausencia. Le besé el hocico y luego me puse a revolver mi maleta en busca de mi pijama, que me puse enseguida, deseosa de hundirme en la cama y dejar de meter la pata.
Me lavé los dientes y me cepillé el cabello y en los pocos pasos que separaban la cama del baño decidí que era más que una estúpida y me enojé conmigo misma. Había echado a perder un día muy agradable con un hombre aún más agradable por hablar cuando no debía.
Tim había sido fantástico conmigo. Las cosas que me había dicho jamás me las había dicho ningún otro ser humano y se habían quedado grabadas en mí para siempre. Y la forma en que se expresaba cuando me contaba de su trabajo… ¿cómo era posible enamorarse tanto de lo que uno hace? Deseé tener su determinación, su valentía para lograr lo que quería… sólo que no estaba segura qué era eso.
Me metí entre las sábanas y Cherry saltó para acostarse a mis pies. Empecé a dormirme, sintiendo el cansancio de un día ajetreado y fuera de lo común para mí. Y fue extraño que soñara con Tim, y fue extraño que de una manera tan inconsciente lo encontrara tan familiar…
La luz de la luna se colaba por la puerta abierta del balcón e iluminaba los pies de Tim, que estaba sentado en el piso, junto a la mesita de luz, completamente a oscuras y con la cabeza apoyada contra la pared.
Se preguntó qué estaría haciendo Jayne, como se lo había preguntado muchas veces aquellos meses. Y, como todas esas veces, se dio cuenta que no quería saberlo. No quería saber si en aquel preciso momento otros brazos la abrazaban, si otros labios la besaban o si otro hombre le hacía el amor. No quería tener que lidiar con algo como aquello.
Estaba cansado. Su corazón estaba cansado. Los últimos meses no había hecho más que pensar en su esposa y en especular la manera de llevarla de regreso a casa. Pero ella había arrojado una bomba en su vida y sólo quedaban unas cuantas horas antes de que explotara, rompiéndolo completamente en pedazos.
Se puso de pie y empezó a andar nerviosamente de un lado a otro. Tenía que haber alguna forma de no pensar tanto en Jayne. Tenía que hallar el modo de atravesar esa situación con la cabeza en alto y sin morir en el intento…
Salió al balcón y respiró una profunda bocanada de aire, cerrando los ojos. Estar allí le había ayudado un poco a lo largo del día, había logrado distenderse, escribir un poco y concentrarse en algo más que en la mujer que había amado con locura y se le escapaba como la arena entre los dedos. Incluso había bromeado y reído un poco con Mae y eso ya era algo. No recordaba la última vez que sonriera antes de esa tarde…
Mae le había hecho bien. Se había sentido extrañamente a salvo con ella, con esa desconocida que de un modo u otro había irrumpido en su vida. Recordó el momento en que había tropezado con ella por primera vez en la playa y sus ridículas disculpas y la sonrisa se extendió por su rostro sin darse cuenta.
Quizás haber huido a Francia no era tan estúpido después de todo.
Instintivamente, miró hacia el balcón contiguo. Mae había dejado las ventanas abiertas y la brisa movía las cortinas. Todo estaba oscuro pero a Tim le pareció distinguir la cama en medio de la habitación. En ese momento, Mae se movió en sueños y se puso de costado.
Ella le había abierto su corazón. Le había contado su historia y él había sido capaz de conocerla de un modo tan profundo en tan sólo un par de horas que se sintió impresionado al pensarlo.
El destino los había unido allí, cada uno huyendo de su infierno personal a un paraíso tan maravilloso que era capaz de sanar todas las heridas. O al menos eso era lo que Tim estaba esperando, porque sabía que no toleraría continuar tal y como estaba.
Se quedó mirando la habitación silenciosa y oscura y cómo Mae dormía tranquilamente, como si nada la perturbara. Luego se dio media vuelta y se dirigió a su propia cama. Pero él, en cambio, no pudo conciliar el sueño durante el resto de la noche.
El sábado amaneció mucho menos soleado que el día anterior. Se anunciaba una tarde nublada y gris, pero de momento quizás no era demasiado tonto pensar que, con algo de actitud positiva, no fuera a mejorar y terminara siendo una perfecta jornada de playa.
Sólo por si acaso, me puse mi traje de baño con un short blanco y una remera verde musculosa arriba y bajé a la sala, recogiéndome el pelo y seguida por Cherry que movía la cola alegremente.
Apenas puse un pie en la planta de abajo escruté alrededor en busca de Tim, pero él no se encontraba allí. Antes de salir de mi habitación había tratado de oírlo del otro lado, pero todo estaba en silencio. Quizás había salido temprano o quizás aún seguía durmiendo. Me preocupaba saber si aún estaría tan sombrío como lo había dejado la noche anterior o si había logrado recuperarse…
- Bonjuor.- Saludó la casera con una sonrisa amable e interrumpiendo mis pensamientos.- Preparé un desayuno delicioso. ¿Le apetece algún croissant?
Le devolví la sonrisa distraídamente. Sonaba realmente delicioso… pero de pronto había perdido el apetito.
- Tal vez más tarde.- Respondí, tratando de no parecer descortés.- Una taza de café sería suficiente.
- Ustedes los americanos…- Farfulló mientras caminaba hacia la cocina y me tuve que esforzar para oírla.- No entiendo esa costumbre de beber café a todas horas, y con el estómago vacío.
- No sentimos el estómago vacío.- Repuse, guiñándole un ojo y aceptando la taza amarilla que me alcanzaba.- El café lo agujereó por completo y ya no tiene sensibilidad.
- Al menos coma una tostada o…
- Estoy bien, gracias…- Me volví para acercarme a la ventana, pero recordé algo y me volteé a verla, con el ceño fruncido.- ¿Cómo se llama usted?
Me sonrió nuevamente.
- Madeleine.- Dijo y me pareció absurdo recordar preguntar algo como aquello un día más tarde. Miró a Cherry y le rascó la cabeza.- Ven aquí, ma belle, tú sí comerás algo, ¿verdad?
Caminé hacia la ventana, pensativa y observando el día, rogando que no se nublara más. Quería nadar y ver si un par de brazadas en el mar me quitaban esa nubosidad de pensamientos que giraban en mi cabeza.
El piano a mi lado llamó toda mi atención. Acaricié la madera, recordando cómo Tim había tocado la noche anterior.
- Monsieur Rice-Oxley parece tener talento, ¿no es así?- Comentó Madeleine mientras acomodaba los sillones.- Anoche tocó la más hermosa chanson que he oído en mi vida.
Sentí una especie de calidez dentro de mí y sonreí otra vez.
- Sí. Tiene talento, ¿verdad?
- Non.- Replicó ella sin embargo, como si lo hubiese pensado mejor, haciendo que levantara la mirada hacia sus ojos.- Tiene cour.
La sonrisa se me ensanchó en el rostro y Madeleine me dejó sola. Sí, no cabía lugar a dudas de que Tim tenía corazón. Y tenía la casi certera sensación de que ese corazón estaba un poco enfermo.
Me senté frente al piano y dejé que mis dedos pasaran por las teclas. De pequeña me habían enviado a clases de piano, pero jamás había tenido el toque mágico que era evidente que Tim sí tenía. Después de tres clases, mi profesor se había dado cuenta que sería inútil y le dijo a mis padres que me enviaran a aprender otro instrumento.
De las teclas salió un sonido discordante, para nada compatible con la maravilla que Tim hiciera fluir. Recordé su apasionamiento respecto a la música y, tristemente, deseé que dentro de mí fluyera una pasión semejante hacia cualquier cosa. Lo que fuera. Sólo quería saber si era posible amar tanto algo como él lo hacía.
Quizás eso era lo que debía hacer desesperadamente al regresar a casa: buscar algo que realmente amara y dejar de vivir una vida fingida y esclavizante. Pero… ¿de dónde sacaría el valor para empezar de nuevo?
- Que c’est pa?- Oí, y salí bruscamente de una especie de trance en la que me había metido. Miré hacia la entrada de la sala y me topé con Tim, observándome apoyado contra la pared. Mirando sus ojos azules me perdí durante un momento y no contesté, por lo que él frunció el ceño y repitió su pregunta, esta vez asegurándose de que lo comprendiera:- ¿Qué pasa?
- Nada.- Dije entonces, tratando de sonar despreocupada. Le di un trago a mi café.- Buenos días.
- Buenos días.- Señaló el piano.- No sabía que tocabas.
- ¿Me oíste tocar hace unos momentos?
- Asumo que te refieres a esa especie de grito de auxilio que emitió el piano.- Masculló, haciéndome reír.- Entonces, sí, lo oí.
- Lo lamento, pero no soy tan buena como tú. Ni en el francés, ni en el piano.
- Bueno, yo no puedo hacer cirugías, así que estamos a mano.- Se encogió de hombros y se apoyó en el piano frente a mí.- ¿Este es tu desayuno?
- Sí. ¿Vas a criticarme tú también por beber café?- Inquirí, sintiéndome súbitamente mejor. ¿Qué era lo que tenía su presencia que me cambiaba de repente?
- De hecho, sí, aunque en realidad sea hipócrita por que yo sólo deseaba una taza de té y nuestra adorable casera me puso una cara que nunca le he visto a nadie, hasta que acepté tomar también un croissant.- Explicó y yo volví a reír.- Así que tendrás que ayudarme a comer antes de que se enfade.
- Creo que Cherry se pondrá debajo de la mesa y será nuestra cómplice con gusto.- Le guiñé un ojo.
- No lo creo. Acabo de verla en la cocina y, déjame decirte, nunca vi comer tanto a un animal.- Se sentó a mi lado en el banco del piano y deslizó los dedos por el teclado, arrancando un sonido fantástico.- ¿Sabes? No quise ser grosero anoche… espero que…
- Descuida.- Corté, al ver que era difícil para él sacar el tema a colación.- Me metí donde no me llamaron.
- No, no fue tu culpa.- ¿Cómo podía hablar y tocar tan bien al mismo tiempo? Ese tipo era simplemente asombroso.- Lo lamento. Y ahora veamos si podemos solucionar algún otro problemita…
- ¿Cuál?
Tomó mis manos y las puso sobre las teclas. Cada dedo suyo estaba sobre uno mío, haciendo una leve presión y manejándolos como marionetas. Continuó tocando una canción de lo más impresionante con mis manos en las suyas y sentí cómo su tacto tibio contra la piel me producía un raro cosquilleo.
- Piensa que tocar el piano es como operar a alguien: tienes que mover las manos rápidamente, pero de forma efectiva, tienes que estar concentrado, pero no tenso…- Su voz sonaba bastante cerca de mi oído y me acometió un pequeño escalofrío.- Tienes que saber cuándo ejercer presión y cuando ser suave…
En todos mis años de tratar con hombres nada nunca me había parecido más seductor que aquella inofensiva lección de piano y el sólo pensarlo me pareció ridículo. ¡Tim no estaba coqueteando conmigo, por amor de Dios! La noche anterior había sido evidente que tenía asuntos no resueltos con alguien…
Pero, ¿entonces por qué sentía que me costaba respirar y que todo lo que quería hacer era apoyarme contra su pecho y dejar que me abrazara?
Merde.
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1 comentario:
hola signora Oruga... como le va?! xD
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