viernes, 20 de febrero de 2009

Bend & Break: Capítulo 9.

Tim me esperaba sentado sobre un largo mantel violáceo que Madeleine le había dado. Estaba sirviendo jugo en dos vasos y levantó la mirada hacia mí cuando me acerqué con el cuenco de ensalada.
- Se ve bien.- Comentó amablemente y yo me senté frente a él. Aún me sentía un poquito conmocionada y sabía que era estúpido, pero no podía evitarlo. El gesto de Tim había sido muy dulce y era, además, un perfecto desconocido…
El cielo estaba aún bastante nublado pero seguía cruzando los dedos para que no empezara a llover. Una cosa es que llueva en un sitio como Nueva York donde da lo mismo el clima porque estás tan atareado que no puedes pararte a pensar en ello. Otra cosa muy distinta es estar en un lugar como La Trinité-sûr-Mer y no poder disfrutar del imponente océano a causa de una tormenta.
Finalmente, sentí que mi garganta se destrababa y podía articular palabra de nuevo. Aproveché que Tim estaba llevándose un tenedor cargado de ensalada a la boca para hablar.
- De verdad te agradezco por el libro, Tim. Fue muy lindo de tu parte…- No quité los ojos de mi plato mientras decía eso y me sentí de regreso en la secundaria cuando todo era embarazoso.- Significa mucho que…
- No tienes que agradecerme tanto.- Interrumpió con suavidad, tragando mientras hablaba. Aún tenía un aire ausente y no tan alegre que digamos.- Me pareció que era justo lo que necesitabas.
- Quizás ver qué otras puertas puedo abrir sea interesante, sí…- Extrañamente, no me veía a mí misma haciendo otra cosa, pero estaba segura de que era porque jamás me había dado la oportunidad de imaginarme de otro modo que no fuera con el estetoscopio colgando del cuello.- ¿Quién sabe? Tal vez acabe siendo profesora de francés.- Bromeé, tratando de levantarle un poco el ánimo.
Él picó el anzuelo casi enseguida.
- O de piano.
Pretendí ofenderme y eso le dio pie para burlarse durante unos minutos más, lo cual fue suficiente distracción. Para cuando cambiamos de tema, sus ojos empezaban a recuperar el brillo en aquellas hermosas profundidades azules.
- ¿Así que Vannes es bonito? ¿Queda lejos de aquí?- Quise saber, intrigada. Quizás podía ir a conocer otros sitios y no quedarme sólo allí.
- Tiene un aire a pueblo costero e irresistible.- Musitó, pellizcando un pedacito de baguette.- Calles empedradas, pocos negocios, mucha gente agradable.
- No tardaste mucho.- Comenté. Me pareció raro que, encontrándose tan a gusto, hubiese regresado tan pronto.
- No. Tenía ganas de estar aquí.- Repuso con seriedad y sentí que mi piel se erizaba. Me pregunté si se debía a sus palabras o a la brisa que había recorrido la playa justo en aquel instante.- ¿Cocinaste toda la mañana?
- No, esto sólo me tomó un rato.- Respondí, intentando sonar normal, pero quizás esforzándome demasiado.- Estuve nadando bastante.
- El agua parece helada con este tiempo…- Observó el mar extensamente, con el ceño fruncido.
- No creas, está templada.
¿Cómo era posible que una conversación tan trivial hiciera que mi estómago burbujeara? Estar cerca de Tim estaba tornándose muy raro y tuve ganas de matar a Madeleine por meterme ideas raras en la cabeza.
Dejando el plato a un lado, una vez que la ensalada pasó a la historia, Tim se preparó para ir a darse una zambullida al mar, pero lo regañé como si de un niño pequeño se tratara.
- Tienes que aguardar como mínimo cuarenta y cinco minutos antes de ir a nadar. Puede darte un calambre y…
- No puedes evitarlo, ¿cierto?- Me sonrió tiernamente, mirándome de reojo. Sin embargo, me hizo caso y se dejó caer a mi lado otra vez.
- ¿Y qué libros te compraste?- Pregunté, buscando un terreno seguro de conversación.
- Sólo compré uno. En las otras bolsas había discos. Conseguí un disco triple con música francesa de todos los tiempos. Con eso jamás extrañaré este sitio, será como estar de regreso…
Pensar que los días en aquel lugar perdido en un paraje celestial parecía imposible. Pero tenía que hacerme a la idea de que todo lo bueno dura poco y que, más temprano que tarde, estaría de vuelta en mi departamento aún a medio mudar en Nueva York, con el sonido de las ambulancias y el tráfico colándose por las ventanas.
Estiró la mano para tomar el libro que me había obsequiado y se puso a hojearlo, distendidamente. Yo aproveché para hojearlo a él. Afortunadamente, su voz irrumpió en mis pensamientos antes de que estos se descontrolaran por completo.
- Aquí hay algo bueno, gastronomía. Se te da muy bien cocinar. Podrías abrir un restaurante.
- Por favor, sólo has probado una simple ensalada.- Repliqué, riendo. Sólo decía eso porque nunca había probado mi carne asada y chamuscada. Normalmente me quedaba dormida por el cansancio y me olvidaba de sacarla del horno hasta que ya era demasiado tarde.
- Bueno, entonces puedes ser… asistente social.- Abrí la boca para protestar.- ¡No, aguarda! Éste es mejor: taxidermista.
- Por Dios, eso es espantoso.- Exclamé, pero sin poder contener una carcajada. No me veía a mí misma rellenando a un animal muerto para darle apariencia de vivo.
- Será mejor que Cherry huya antes de que quieras disecarla.- Farfulló, cambiando de página.- Hay muchas cosas interesantes por aquí.
- Estoy segura que encontraré algo para mí.- Susurré, echándome sobre mis codos a su lado, dando un suspiro.- Algo que no requiera muchos años más de estudio o acabaré la universidad cuando tenga cincuenta años.
- Eso descarta abogacía…
Seguimos así por un largo rato, simplemente sintiéndonos a gusto y bromeando libremente. En menos de media hora, Tim me sugirió que fuera bombero, escritora, maestra de jardín de infantes y electricista.
- ¿Y qué hubieses hecho tú? De no haberte dedicado a la música, quiero decir.- Pregunté con curiosidad.
- Nunca estuve muy seguro. Tengo un título en Letras, así que quizás algo relacionado a ello. Hubiese acabado escribiendo de un modo u otro, supongo. Trabajé en un geriátrico un tiempo. Creo que eso hizo que me alejara del todo del camino de la medicina que mi familia siguió.- Contestó, pasando las páginas.
- ¿Trabajaste en un geriátrico?- Repetí. No me lo imaginaba en un sitio así.
- Sí, Tom, mi amigo de la banda, y yo. No fue demasiado tiempo, pero necesitaba el dinero. Hice algunos ensayos clínicos también…
- ¿La clase de ensayos clínicos en los que tienes que encerrarte en un consultorio vacío con una revista para adultos y un vasito de plástico?- Enarqué una ceja y lo observé, burlona.
- No, no me agradaba la idea de engendrar hijos que nunca conocería.- Rió.- Probaron algunos fármacos conmigo.
- ¿Estás bromeando?
- No. No fue tan terrible. Lo peor fueron semanas enteras con un horrendo dolor de cabeza.
- Creo que lo del vasito y la revista es menos molesto…
- Sí, pero Jayne nunca hubiese estado de acuerdo y…- Se detuvo en seco, como si de nuevo hubiese hablado sin darse cuenta. Sus ojos perdieron el color de nuevo.
Traté de pensar lo más pronto posible en algo que decirle para no dejar que se sumergiera otra vez en la tristeza de la noche anterior. ¿Por qué tenía que suceder cada vez que nos sentíamos tan a gusto?
- ¿Sabes?- Dijo, ganándome de mano.- Yo también me escapé, Mae. No podía estar en Londres, tanto como tú no podías estar en Nueva York. Y pensé que estando aquí todos mis problemas se evaporarían, pero presiento que van a estar esperándome en casa cuando regrese. Y esos problemas serán los únicos que me estarán esperando con ansias.
- Por lo que me has contado, tienes muy buenos amigos. Seguramente ellos…- Murmuré, tratando de encontrar el lado bueno del asunto.
- Mis amigos ya no saben qué hacer conmigo. Llevo seis meses volviéndolos locos y si terminé aquí es porque no soporto que sientan pena por mí. Quieren ayudarme, pero a veces me hacen sentir peor.- Su voz sonaba monótona, pero afectada.- El problema es que… pensé que no tenía por qué resignarme. Pensé que mi esposa cambiaría de opinión. Que solo era una etapa por la que estaba atravesando.
- Tal vez lo sea.- Dije, con una punzada muy extraña en el estómago.
- Esta noche va a casarse con otro hombre.
El silencio nos rodeó como un manto gris. Estiré mi mano, instintivamente, y la puse sobre la de él.
- Lo lamento.
- Yo también.- Estaba siendo muy consciente del calor de su mano debajo de la mía.- Siempre creí que moriría estando casado con esa mujer… todo esto me parece absurdamente irreal. Cuando me dijo que quería que nos separáramos pensé que estaba bromeando. Pensé que estaba confundida. Creí que se iría un par de semanas para aclararse la cabeza y luego volvería y todo estaría bien…
- ¿Pero las semanas se convirtieron en meses?- Aventuré, con una mueca apenada.
- Las semanas se convirtieron en papeles de divorcio.- Aclaró tristemente.- Y los papeles de divorcio se convirtieron en una llamada anunciando que iba a casarse otra vez.
Una brisa nos alborotó el cabello. Corrí el mío con impaciencia.
- Supongo que estaba viéndolo mientras aún todo estaba bien entre nosotros. O mientras yo pensaba que todo estaba bien…- Se llevó la mano libre a la frente, en señal de desesperación.- ¿Cómo pude ser tan estúpido, Mae?
- No fuiste estúpido. Sólo estabas demasiado enamorado y no lo viste venir…
- ¿Cómo fue que no me di cuenta que ella ya no me amaba?- Preguntó, como si no hubiera nada que deseara más que encontrar la respuesta a eso.
- El amor suele dejarte ciego. A veces ves sólo lo que quieres ver. Te niegas a perder eso que quieres con todo el corazón de una manera inconsciente. Quizás en el fondo lo sabías, pero tenías demasiado miedo de que esto sucediera para hacer algo al respecto.
- El amor es una mierda.- Dijo, tomándome por sorpresa. No me había imaginado que una palabra así pudiera salir de sus labios.- Te hace vulnerable e idiota, te deja incapacitado para los demás aspectos de la vida y te expone a pisoteos constantes.
- No siempre. Hay ocasiones en que sale bien.- Me encogí de hombros.
- ¿Te ha pasado a ti?- Quiso saber, con cierta brusquedad.
Abrí y cerré la boca como un pez varias veces.
- No… no… pero…
- Una parte de mí quiere que sea feliz. Y otra parte le desea lo peor. Que me hiciera esto fue como si…
- ¿Qué prefieres?- Interrumpí, dispuesta a encontrar un modo de hacerlo ver con más claridad.- ¿Que la mujer que amas sea infeliz pero esté a tu lado, aunque todo el amor que ella sentía por ti se extinguió o que ella sea sincera, aunque duela, y que vaya en busca de aquello que la haga feliz?
- Ninguna de las dos. En cualquiera de esas opciones termino solo, Mae.
- ¡Quién sabe! Por Dios, Tim, tienes… ¿cuántos? ¿Treinta años? ¿Treinta y cinco como mucho?
- Treinta y dos.
- ¡Treinta y dos! Tienes miles de oportunidades por delante de encontrar a otra mujer que amar, formar una familia si así lo quieres, ser feliz…
- No, Mae.- Cortó con algo de sequedad.- No quiero meterme en esto de nuevo. No podría soportar tener que repetir la historia. Es demasiado difícil, demasiado doloroso…
- ¿Estás bromeando? ¿Vas a dejar que tu vida pase así como así sin…?
- Sí. Jayne era mi mujer. No quiero ninguna otra. No tengo intenciones de volver a enamorarme, en lo más mínimo.
Me pareció oír un sonido muy similar a un crack. Producto de mi imaginación seguramente, porque solo un segundo más tarde, estaba atribuyéndolo a una profunda desilusión que hacía que mi corazón se agrietara como una porción de tierra durante una larga sequía.

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