Desperté en la más plena oscuridad. Sin que me diera cuenta del paso del tiempo, había anochecido y, a juzgar por el impasible silencio, la tormenta había decidido dar alguna especie de tregua.
Somnolienta, me giré en la cama buscando a Tim, pero sólo encontré su lugar vacío y las sábanas arrugadas. Mi corazón latió como loco: ¿se habría ido nuevamente? ¿Me habría abandonado mientras dormía y no me daba cuenta de nada?
Antes de poder angustiarme de verdad, vi que su maleta seguía tirada en el mismo sitio donde la había dejado esa tarde y me tranquilicé. Frunciendo el ceño, escruté la habitación en penumbras, buscándolo.
Vi su silueta recortada bajo la luz nocturna en el balcón, dándome la espalda, con una toalla alrededor de la cintura y el cabello húmedo, como si acabara de darse otra ducha. Estaba apoyado contra el barandal y, aunque no podía ver su expresión desde donde me encontraba, tuve el presentimiento de que algo andaba mal.
No me costó mucho darme cuenta qué. Era simple, era claro, como si todo estuviese expuesto bajo una luz muy brillante.
Me puse de pie muy lentamente y tiré con suavidad de las sábanas para zafarlas de la cama. Me envolví en ellas y, encaminándome hacia el balcón en silencio, no dejé de observar a Tim. Lo contemplé sin decir nada durante unos cuantos segundos, apoyada contra el ventanal abierto. Un viento fresco y ligero hizo flotar mi cabello alrededor de mí y me lo quité del rostro con un rápido ademán.
- Estás pensando en ella, ¿verdad?- Musité entonces, cuando parecía que el silencio pesaba muchísimas toneladas sobre mis hombros.
Tim apenas se inmutó. Ladeó la cabeza un poco hacia atrás, pero sin mirarme. Luego la bajó y continuó mirando la playa.
- Sí.- Dijo solamente.
Su voz sonó intensa en la quietud de la noche y su tono era bastante nostálgico. Una leve desilusión brotó en mi interior. Si había creído que por haber compartido conmigo una tarde maravillosa la perspectiva de Tim respecto a su ex esposa cambiaría, había estado muy equivocada. Estúpidamente equivocada.
Me animé a acercarme unos pocos pasos más, cuando en realidad lo que quería hacer era volverme y regresar adentro. No quería que habláramos de ella, pero verlo tan abatido me rompía el corazón.
- Ya debe haber pasado todo.- Murmuró, antes de que yo pudiera decir nada más. Sacudió la cabeza y sonrió amargamente.- No puedo creer que esté casada con alguien más…
- Seguramente te tomará tiempo hacerte a la idea que así es.- Lo estudié detenidamente con la mirada. Una brisa me erizó la piel de los brazos y me ajusté la sábana un poco más.
- No quiero acostumbrarme, Mae. No deseaba que las cosas cambiaran.- Repuso, volviéndose y apoyando la espalda y los codos contra la baranda.
Empezaba a dolerme el estómago. ¿Por qué tenía que ser tan terco?
- Bueno, te guste o no, tendrás que seguir adelante, Tim. No hay nada que puedas hacer.- Ni siquiera entendía qué tenía Jayne tan especial. ¿Por qué no la podía dejar ir? Había millones de mujeres en el mundo. Me tenía a mí justo enfrente de él, dispuesta a darle mi corazón, y con el sabor de su boca aún en la mía. ¿Qué tan ciego podía llegar a estar?
Su mirada me hizo arrepentir de mis palabras. Era evidente que estaba molesto.
- Todos me dicen lo mismo, ¿sabes? Tú, mis amigos, mi familia… que tengo que seguir adelante con mi vida, empezar de nuevo.- Se miró la mano donde sin lugar a dudas solía llevar su alianza de bodas. En su dedo aún parecía permanecer una marca que lo delataba.- Pero no entienden. No saben lo imposible que es hacerlo…
- No, Tim, no es imposible. El problema es que no te atreves a hacerlo.- Me aproximé un poco más, hasta que sólo nos separaban unos cuantos centímetros.
Sin embargo, él se alejó, frustrado.
- ¡Por Dios, Mae, no tienes idea de lo que dices! ¡No tienes idea de lo que es amar a alguien como yo amé a Jayne y saber que todo desapareció en menos de un segundo! ¡No tienes idea cómo se siente verla marchar sin poder hacer nada para retenerla porque sabes que ya pertenece a alguien más!
Me quedé pasmada, observándolo dolida. Y podía jurar que lo entendía. Lo entendía porque estaba describiendo con total precisión ese mismísimo instante en que me hacía dar cuenta que Tim pertenecía a Jayne sin importar nada más y que no podría hacerlo cambiar de parecer porque él no quería olvidarla. Si la única manera de amarla era sentir su olvido y su dolor, estaba dispuesto a hacerlo.
Una vez más, me pregunté cómo me había permitido a mí misma llegar hasta ese punto de enamorarme de un extraño. ¿Acaso no me había dado cuenta que era un camino sin salida? Era lo suficientemente inteligente para darme cuenta que Tim no era para mí. Hasta lo que tenía con Rob era mejor. Al menos él no me rompía el corazón. Al menos él me hacía sentir única, aún cuando yo tenía casi la absoluta certeza de que no lo era.
Tim ponía a Jayne por encima de todos en un pedestal demasiado alto y seguro como para hacerla caer.
- ¿Sabes qué? No tengo ni idea, tienes razón.- Contesté, tratando de ahogar el llanto antes de que fluyera.- Soy una idiota y no entiendo nada.- Me volví de regreso a la habitación.- Mejor me voy a dormir.
Lo oí suspirar y me detuvo antes de que pudiera llegar muy lejos, tomándome del brazo.
- No quise gritarte.- Dijo con calma, clavando en mí sus ojos azules.- Perdóname, Mae, no sé qué demonios sucede conmigo.
- Vamos, Tim, sabes perfectamente lo que sucede contigo, pero estás demasiado concentrado en decirte a ti mismo que no hay remedio para ello cuando quizás lo tienes justo delante de los ojos y no lo ves.- El tacto de su mano en mi piel me quemaba, protegiéndome de la brisa fresca de la noche y deseé recostarme sobre su pecho para olvidar la noción del frío.
- Demonios, Mae, ¿te piensas que no llevo seis meses odiándome por seguir queriéndola?- Sonó cansado, como si llevara todos esos meses librando una guerra que no podía ganar.
No dije nada. No tenía nada que decir que no empeorara las cosas. Me limité a mantener la cabeza baja y a no demostrar lo que mis ojos gritaban con fuerza.
Tras lo que parecieron minutos enteros de silencio su tacto se volvió más suave. Su pulgar acarició mi antebrazo con dulzura y terminé odiándome por seguir deseándolo.
- Te herí ayer, ¿verdad? Cuando me fui.- Farfulló, ladeando el rostro para mirarme.
Me limité a encogerme de hombros. Si le decía que sí, no ganaba nada.
- Estabas haciendo lo que creías mejor para ti.- Añadí al ver que aguardaba una respuesta.
- Pero no querías que me fuera, ¿cierto?
- No me apetecía quedarme aquí sola. Supongo que, después de un rato y sin compañía, por más bonito que sea, este lugar sería puro aburrimiento.- Esbocé una sonrisa, esforzándome por sonar auténtica.
- No fue mi intención que te sintieras mal.- Masculló, como si no me hubiese oído.
- No fue la gran cosa, descuida.
Parpadeó un par de veces antes de agregar con gravedad:
- Parecía la gran cosa cuando te vi.
Aquella conversación era aún peor que discutir con él sobre Jayne.
- De verdad, no fue nada. Quizás exageré un poco. Me agradó conocerte y creo que fuiste de mucha ayuda.- Le sonreí otra vez.- Estoy muy sentimental últimamente. Muchos problemas, ya sabes.
Asintió quedamente y me rodeó la cintura con los brazos.
- Es terapéutico, ¿no crees? Que nos hayamos encontrado aquí y hayamos compartido nuestros problemas.- Dios, estar en sus brazos se sentía demasiado bien, pero era como clavarle otro cuchillo a mi corazón ya de por sí apuñalado.- Quizás es justo lo que necesitábamos para poder empezar de nuevo cuando estemos cada uno de regreso en casa.
Mierda, las palabras mágicas. El maldito vaticinio de la separación que no tardaría en producirse. Tim iba a irse de nuevo, tarde o temprano, y yo también. Mi vida no se había congelado en Nueva York. Tenía pacientes esperando, tenía miles de obligaciones, tenía la renta del departamento y tenía un tipo con el que me acostaba de vez en cuando y por el que no sentía nada en absoluto. Estaba ansiosa por volver…
Y allí estaba. Abrazada al hombre que amaba a su ex esposa y no se molestaba en disimularlo, sino que lo gritaba a los cuatro vientos. Las mías eran unas vacaciones realmente memorables.
Pasé las manos instintivamente por su espalda. Y, aún a pesar de lo terrible que era saber que quizás lo acariciaba y él pensaba en otra, Tim parecía una droga de la que dependía. Si no lo besaba mi mundo se venía más y más abajo.
Bajó su rostro hacia el mío y pronto su boca se apoderó de la mía. Borró todos mis pensamientos de inmediato. Ya no existían separaciones, Nueva York, Londres, Jayne, Cherry, Rob, ni nada. Sólo Tim y yo besándonos con ganas en un balcón en medio de la noche encapotada.
Me levantó, aferrándome por la cintura y me sentó sobre el borde de la pequeña pared que separaba el balcón de su habitación y el de la mía. La toalla se le desenroscó de la cadera y cayó al suelo, pero él no se dio por enterado siquiera.
- No quiero que llores por mí, Mae.- Murmuró en alguna parte cercana a mi oído, mientras sus manos deshacían el nudo que sujetaban la sábana alrededor de mi cuerpo.- No vale la pena.
La pasión me estaba cegando ya con total rapidez y a duras penas comprendí sus palabras. Fruncí el ceño, sin saber exactamente qué significaba aquello.
- ¿Has pensado…?- Comenzó a decir con total normalidad, como no estuviésemos desnudos en un balcón en un pequeño pueblo francés.- ¿…lo que harás cuando llegues a Nueva York?
Mi nariz rozó su hombro y me costó bastante trabajo procesar lo que acababa de oír.
- No lo sé… ir a trabajar, supongo…
- Creí que querías cambiar de vida.- Replicó haciéndome estremecer mientras la punta de su dedo iba bajando a lo largo de mi piel.- Buscar algo que realmente te gustara hacer…
Tragué saliva para evitar un jadeo y posé mis manos en su pecho, para sentir toda su calidez y el corazón latiendo desbocado contra las palmas.
- Ya encontré algo que me apasiona por completo…- Balbuceé, hundiendo los labios en su cuello.
Él detuvo el beso que me estaba dando en la mandíbula y me miró fijamente, con un brillo tan intenso en su mirada que acabó por desarmarme del todo.
- ¿Ah, sí?- Farfulló, con curiosidad. Sentí el calor de sus manos en mi pecho y retuve el aire un momento.- ¿Qué es?
Me moví instintivamente más cerca de él y posé mis ojos en los suyos.
- Tú.
Quizás ésa era una declaración demasiado abierta. Quizás me arrepentiría de ella cuando el deseo no me embotara el juicio. Quizás querría esconderme bajo la cama por meses cuando fuera consciente de lo que le había dicho. Pero cuando lo vi esbozar esa sonrisa tan magnífica nada de eso me importó. Parecía no recordar la conversación sobre Jayne que habíamos tenido hacía un momento. Parecía no recordar que para él no era quizás más que eso que aparentemente necesitaba para empezar de nuevo… sólo, cuando regresara a Londres.
Tim Rice-Oxley volvió a hacerme el amor bajo el cielo francés de aquella noche de verano. Y, aún así, eso no solucionaba nada.
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Dedicado con muucho amor a Nanu.
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